sábado, 6 de enero de 2024

Principio 6: Los milagros son naturales. Cuando no ocurren, es que algo anda mal.

PRINCIPIO 6

Los milagros son naturales. Cuando no ocurren, es que algo anda mal.


Cuando hemos analizado el Principio 5, advertíamos una de las condiciones del milagro, veíamos que el milagro debe ser un hábito y debe realizarse involuntariamente. Advertíamos, igualmente, que no deben ser controlados conscientemente, pues al estar nuestra conciencia identificada con el ego –error-, lo utilizaríamos para dar continuidad a la ilusión, a lo irreal.

El Principio 6, nos introduce una condición en la línea ya trazada, los milagros son naturales. Con ello, está ahondando en la idea de su procedencia, en su cualidad divina: el milagro significa vida y Dios es el dador de la vida. El milagro encuentra su Fuente en el Amor y Dios es Quien dispensa ese Amor a través de su creación: el Hijo de Dios.

Lo natural simboliza la cualidad esencial y característica de la cual proviene. Podemos decir, que los milagros son naturales pues su Fuente es el Amor y el Amor procede de Dios.

El ego o pensamiento de separación, no puede realizar el milagro pues no encuentra su “causa” en Dios. Es más, la manifestación del milagro, al corregir ese error primigenio, el error de creernos separados de Dios, pone fin a su ilusión y por lo tanto pone fin a su ficticia existencia.

Para realizar un milagro, debemos previamente recibirlo, y con ello debemos entender, que debemos “recordar” nuestra condición natural, nuestra condición divina, nuestro linaje espiritual. Aún permaneciendo en el sueño, debemos desear los beneficios del milagro, pues como ya hemos dicho en otra ocasión, tenemos derecho a él. Desde el sueño, en el que permanecemos dormidos, no sabemos qué es lo que tenemos que hacer para dar expresión al milagro, pero sí podemos pedir a la Voz que habla por Dios, al Espíritu Santo, que nos permita despertar dentro del sueño, que nos permita abrir los ojos y comprobar que ya no vivimos una pesadilla, que podemos dirigir la fuerza de nuestra mente y elegir cómo interpretar las escenas que forman parte de nuestro sueño; podemos elegir tener sueños felices.

Ese despertar, nos llevará a recordar lo que somos realmente y ese será el milagro que el Espíritu Santo nos ofrece para que lo compartamos con el mundo. En la acción de dar, en la medida en que extendemos nuestra condición natural y amorosa, nos permitirá retener  esa condición, la cual crecerá abundantemente, al recibir el fértil riego de las aguas de nuestro amor y el cálido sol de nuestra consciencia.

Cuando en nuestro sueño, observamos que nos encontramos experimentando pesadillas, cuando nos sentimos víctimas del dolor, del castigo, del miedo, de la tristeza, de la enfermedad, de la muerte, de las pérdidas y de la escasez, entonces es que las cosas no van bien, es decir, estamos dejando que nuestro ego reparta sus cartas y nos mantenga atrapado en el juego de la ilusión. En ese juego, el milagro no puede manifestarse, pues no puede utilizarse su fuente para engalanar una personalidad que se cree enemigo del Creador.

Podemos pensar que estamos despiertos dentro del sueño. Hemos recibido la llamada del Espíritu Santo en nuestra mente y nos ha llevado a ver que hemos alimentado el error de creer que estamos separados. Un peligro acecha al soñador en este punto del camino, el deseo de ser especial. Sí, acaba de descubrir que el ser un obrador de milagros se hace sentir bien. Es quizás lo que añoraba dentro del sueño, incluso, se siente feliz, pues ahora podrá ser un benefactor para los demás, salvar sus vidas, guiar sus caminos, curar sus enfermedades. En este punto, puede olvidar que sigue soñando, y sin embargo, su estado de iluminación le lleve a pensar que no lo está.

A pesar de ese estado “ilusorio” de elevación, el soñador iluminado no se ha percatado de que sigue viendo el conflicto, el dolor, la escasez, la enfermedad, el cuerpo, y con ello, lo está haciendo real. Identificarse con estos guiones del sueño, nos está indicando que “algo anda mal” y cuando intentemos realizar los milagros veremos que no se ven realizados, es decir, vemos que nuestro deseo de aliviar el dolor del otro no ha surtido efecto. Lo que estamos haciendo es olvidando que esa situación no es real, pero la estamos haciendo real.

Estamos aquí, únicamente, para ser útiles… debemos entender ese sentido de la utilidad, como el deseo de hacer la Voluntad del Padre. Pongamos en manos del que habla por su Voz todos nuestros asuntos y dejemos que Él, guie nuestros pasos allí donde debamos extender nuestro Amor, es decir, hacer real el milagro.

viernes, 5 de enero de 2024

Principio 5: Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios.

PRINCIPIO 5

Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. No deben controlarse conscientemente. Los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento.


“Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”

He elegido esta frase a título de introducción, pues me permite desarrollar un aspecto de este quinto Principio que considero importante reflejar. Me estoy refiriendo al término “hábito”.
En la cadena de acciones desde el inicio, con un pensamiento, hasta el destino, observamos que el hábito adquiere protagonismo cuando hemos desarrollado una acción, es decir, hemos llevado el pensamiento a la práctica y la repetición de dicha acción nos lleva a adquirir la habilidad o cualidad adquirida, de tal modo que forma parte de nuestros hábitos cotidianos.

Alcanzado este punto, podríamos hablar de que el hábito se convierte en carácter, esto es, forma parte de nuestra condición. Aplicar esta reflexión en el contexto que nos enseña Un Curso de Milagros, nos lleva a afirmar, que el hábito, al igual que el carácter forman parte de la ilusión del mundo físico, que como sabemos es una creación del ego y no es real.

Cuando este Principio recoge que “los milagros son hábitos”, realmente lo que nos está enseñando es que forma parte de nuestra condición, es decir, de nuestra realidad espiritual. El milagro es amor y nosotros somos Hijos del Amor.

En la Lección 77 del libro de ejercicios, se nos dice que tenemos derecho a los milagros:

1. Tienes derecho a los milagros debido a lo que eres. 2Recibirás milagros debido a lo que Dios es. 3ofrecerás milagros debido a que eres uno con Dios. 4Una vez más, ¡cuán simple es la salva­ción! 5Es sencillamente una afirmación de tu verdadera Identi­dad…
2. Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo. 2No depende de ningún poder mágico que te hayas adscrito ni de ninguno de los rituales que has ingeniado. 3Es inherente a la verdad de lo que eres. 4Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es. 5Tu derecho a los milagros quedó establecido en tu creación y está garantizado por las leyes de Dios.

Pero nuestra conciencia actual nos mantiene identificado con una realidad que no somos. Estamos dando vida a un sueño  del que ni siquiera somos conscientes de que estamos soñando. Vivimos en el mundo de la ilusión fabricado por nuestra mente. Desde esta percepción, desde esta perspectiva errónea, se hace necesario que encontremos un puente que nos permita cruzar la distancia que separa lo ilusorio de lo verdadero.
Para realizar esa travesía, añorada por el alma, Dios ha expandido una parte de Sí Mismo y le ha permitido formar parte de nuestro sueño. El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisamente acabar con los sueños.

Podemos decir que el Espíritu Santo es la Fuente de donde emana el milagro dentro de nuestro sueño. A este respecto, la Lección 106, nos describe lo siguiente:

“El Portador de todos los milagros necesita que tú los recibas primero, para que así te conviertas en el feliz dador de lo que has recibido”.

De esta manera, recibiéndolo, recordaremos dentro del sueño lo que verdaderamente somos, por lo que podemos decir, que el principal objetivo del milagro es favorecer nuestro despertar y hacernos conscientes de que estamos soñando.

Cuando este despertar se produzca, es señal de que estamos preparados para dar los milagros que hemos recibido, aunque sería más correcto decir, que estamos preparados para compartir el milagro que siempre hemos sido, pero que habíamos olvidado.

Este instante, es verdaderamente un instante santo. Cuando hacemos consciente el milagro en nuestra vida, se produce la visión de Cristo. La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros. Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. (L-pI.l159.5)

Tal vez hayamos visto ese puente que nos ha de permitir cruzar a la otra orilla, donde lo ilusorio adquiere una identidad real. Tal vez, en ese camino, decidamos hacer uso del milagro y nos dispongamos a compartirlo con los demás. Es frecuente, que en dicha travesía, decidamos resolver los problemas que percibimos desde la perspectiva del ego, esta es, identificándonos con ellos, es decir, queriendo cambiar los efectos, las formas, la vida de los demás. Identificándonos con su dolor, sus penalidades e injusticias. Con ello, lo único que estamos haciendo real es el error y la ilusión, pues no podemos olvidar, que el mundo que percibimos no es real.

La causa del error está en la mente y es en ese nivel donde debemos rectificar.  Pero si nos encontramos identificados con el mundo fabricado por ese error, ¿cómo podremos rectificar? La respuesta es una: no podremos por nosotros mismos. Tenemos que entregar en manos del Espíritu Santo la situación en sí. El conoce la Voluntad de nuestro Padre y conoce la magnitud de nuestros errores.

Cuando este Principio nos enseña que el milagro debe ser un acto involuntario, es esto lo que quiere decir. Debemos dejar de participar en la búsqueda de la solución de aquello que hemos identificado como un problema y pedir al Espíritu Santo, que sea Él, el que nos guíe hasta la solución.

Sobre este particular, Kenneth Wapnick  en su obra “Los 50 principios del milagro” nos dice:

Lo que dice este principio es que no debemos confiar en nuestras propias percepciones y, por lo tanto, no debemos escoger cómo tenemos que reaccionar a lo que percibimos. Eso es lo que quiere decir "los milagros seleccionados conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento". Aquí se usa la palabra "milagro" en el sentido popular de los milagros como cosas que nosotros hacemos. Dice, repito, que no debemos ser nosotros los que escojamos lo que hacemos. Podemos estar frente a alguien que esté sufriendo, y podríamos apresurarnos a hacer algo para sanar o aliviar el sufrimiento de la persona, y eso finalmente puede no ser la acción más amorosa que podamos realizar. Esto podría surgir de la lástima; podría proceder de la culpa; podría proceder de nuestro sufrimiento; podría no emanar del amor. Y así lo que Jesús nos dice aquí es: "No elijan conscientemente lo que será el acto de amor. Déjenme hacerlo por ustedes." Este es un punto muy claro, y muy importante. Una tentación en la que pueden caer muchas personas que trabajan con el Curso, así como personas que están en otros caminos espirituales, es convertirse en benefactores espirituales. Por ejemplo, usted va a traer paz al mundo; usted le va a mostrar la verdad a la gente; usted va a ayudar a mitigar el sufrimiento, etc. Todo lo que hace realmente es hacer el sufrimiento real porque lo está percibiendo afuera. Tampoco se percata de que si lo ve afuera, tiene que ser únicamente porque lo ve dentro de sí mismo. Si usted percibe el dolor en otra persona, y se identifica con el dolor, sólo puede ser porque lo ve en usted mismo. Podría ser un ejemplo de reacción-formación: Siento que soy terrible y, por lo tanto, psicológicamente me defiendo de mi culpa tratando de ayudar a todos los demás, tratando de expiar mi pecado después de haberlo hecho real.

Esto no significa que usted niegue lo que ve. Si alguien se ha roto un brazo y grita de dolor, no quiere decir que usted niegue que esa persona siente dolor y que le vuelva la espalda. Lo que sí significa es que usted cambie su manera de mirar ese dolor. Usted se percata de que el verdadero dolor no procede del cuerpo; el verdadero dolor surge de la creencia en la separación que está en la mente. Si verdaderamente quiere ser un instrumento de curación, usted se une con esa persona, lo cual quiere decir, quizás, que usted se apresure a llevarla al hospital. Pero lo que realmente hace a través de la forma de su conducta es unirse con esa persona, y darse cuenta de que usted está sanando tanto como ella.

El asunto aquí es que esta no es una decisión que debemos hacer por nuestra cuenta. Muchas veces cuando tratamos de ayudar, realmente hacemos otra cosa, que a menudo es una extensión de nuestra propia culpa. La lástima no es una respuesta amorosa, la conmiseración no es una respuesta amorosa. Lo ve a usted distinto a la otra persona. En el Capítulo 16, el Curso establece una distinción entre la falsa y la verdadera empatía (T-16.I). La falsa empatía es identificarse o empatizar con el cuerpo de la otra persona -bien sea que hablemos del cuerpo físico o del cuerpo psicológico- lo cual significa que usted hace débil a esa persona al hacer el cuerpo real. La verdadera empatía es identificarse con la fortaleza de Cristo en la persona, al percatarse de que el pedido de ayuda de esa persona es el suyo y, por lo tanto, ambos están unidos más allá del cuerpo”.

jueves, 4 de enero de 2024

Principio 4: Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida.

PRINCIPIO 4

Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber.


La afirmación “Todos los milagros significan vida”, establece una relación directa entre el milagro y la vida. Pero, me pregunto si lo que llamamos vida desde la visión del ego, significa lo mismo desde el punto de vista del Espíritu. Creo, que el término vida desde el punto de vista del ego, es una ilusión. Entonces, ¿qué es la vida?

La Lección 54 del libro de ejercicios, es una Lección de repaso y en el concepto, “No veo cosas neutras”, nos refiere lo siguiente:

2Lo que veo da testimonio de lo que pienso. 3Si no pensase no existiría, ya que la vida es pensamiento. 4Permítaseme mirar al mundo que veo como la representación de mi propio estado de ánimo. 5Sé que éste puede cambiar. 6sé asimismo que el mundo que veo puede cambiar también.

La vida es pensamiento, luego el milagro, con relación a esta idea, es el pensamiento correcto, libre de todo error. En la medida que miremos al mundo desde un estado de ánimo inspirado por el amor, el mundo que percibo puede cambiar. El milagro tiene ese efecto sobre la vida, des-hace el error, que se identifica con la culpa, el castigo, la enfermedad, la muerte, para llevarnos a la visión de la inocencia, de la impecabilidad, de la curación, de la vida.

En la Lección 45, se nos enseña que Dios es la Mente con la que pienso. En el desarrollo de dicha Lección se recoge que “No existe ninguna relación entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. 4Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. 5Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará”. Ello quiere decir, que cuando ponemos nuestra mente al servicio del ego, nuestros pensamientos se identifican con el error, fabricando un mundo ilusorio. Es esa interpretación errónea la que corrige el milagro.

Podemos seguir profundizando en el significado de la vida, y en la Lección 151, se indica: “2Tu vida tiene lugar más allá del cuerpo y del mundo, más allá de todos los testigos de lo profano, dentro de lo Santo, y es tan santa como Ello Mismo. 3En todo el mundo y en todas las cosas Su Voz no te hablará más que de tu Creador y de tu Ser, el Cual es uno con Él. 4Así es como verás la santa faz de Cristo en todo, y como oirás en ello el eco de la Voz de Dios”.

La vida, al igual que los milagros, tiene lugar más allá de la visión del cuerpo y del mundo. En verdad, tanto la vida como el milagro, encuentra su Fuente en Dios, y la conexión que nos hace uno con nuestro Padre es la Mente. El milagro tiene su causa en la mente, donde corrige y des-hace el error de percepción.

El error original de la mente, es la creencia en la separación. A este respecto, debemos decir, “No puedes caminar por el mundo separado de Dios porque no podrías existir sin Él. Él es lo que tu vida es. Donde tú estás, Él está. Hay una sola vida. Ésa es la vida que compartes con Él. Nada puede estar separado de Él y vivir. (L-pI.l156.2:4-7)”

Somos Hijos de Dios y hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza. Es el Pensamiento de Dios el que nos ha creado y nunca nos ha abandonado, por lo que nunca hemos estado separados de él ni siquiera un instante. Ese Pensamiento nos pertenece y gracias a él vivimos.

En la vida, al igual que en los milagros, no existe diferentes grados, es decir, no existen diferentes clases de vida, pues la vida es como la verdad, no admite grados. En la Lección 167, nos dice sobre este particular: “3Es la única condición que todo lo que Dios creó comparte. 4Y al igual que todos Sus Pensamientos, no tiene opuesto. 5La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. 6La muerte no existe porque Dios no tiene opuesto. 7La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno.
2. En este mundo parece haber un estado que es lo opuesto a la vida. 2Tú lo llamas muerte. 3Sin embargo, hemos aprendido que la idea de la muerte adopta muchas formas. 4Es la idea subyacente a todos los sentimientos que no son de suprema felicidad. 5Es la alarma a la que respondes cuando reaccionas de cualquier forma que no sea con perfecta alegría. 6Todo pesar, sensación de pérdida, ansiedad, sufrimiento y dolor, e incluso el más leve sus-piro de cansancio, cualquier ligera incomodidad o fruncimiento de ceño, dan testimonio de la muerte. 7Por lo tanto, niegan que vives.
3. Tú crees que la muerte es algo que sólo tiene que ver con el cuerpo. 2Sin embargo, es sólo una idea, y no tiene nada que ver con lo que se considera físico”.

La muerte es el pensamiento de que estás separado de tu Crea­dor.
La muerte no puede proceder de la vida. Las ideas permane­cen unidas a su fuente.

La mente puede pensar que duerme, pero eso es todo. 2No puede cambiar su estado de vigilia. 3No puede hacer un cuerpo, ni tampoco habitar en un cuerpo. 4Lo que es ajeno a la mente no existe porque no tiene una fuente. 5La mente crea todas las cosas que existen, pero no puede otorgarles los atributos que no posee, ni tampoco cambiar su propio estado eterno de plena conciencia. 6No puede dar lugar a lo físico. 7Lo que parece morir no es sino la señal de que la mente está dormida. (L-pI.l156.6:2-7)”

“Dios es el dador de la vida”. Esta afirmación recogida en el cuarto Principio, nos revela que Dios es nuestra Fuente, es “el aire que respiro, el alimento que me sustenta y el agua que me renueva y me purifica. 3Él es mi hogar, en el que vivo y me muevo; el Espíritu que dirige todos mis actos, me ofrece Sus Pen­samientos y garantiza mi perfecta inmunidad contra todo dolor” (L-pII.l222.1:2).

Podríamos resumir este punto, diciendo que el milagro es lo que nos conduce de regreso a Dios, nos conduce a la verdadera vida.

"Su Voz", que es una de las definiciones que el Curso da del Espíritu Santo, "te guiará muy concretamente.

Se te dirá todo lo que necesites saber." Una de las preguntas más comunes que hace la gente es: Si el Curso afirma que se te dirá muy específicamente, ¿por qué yo no oigo respuestas específicas?" Estoy seguro de que todo el mundo se hace esa pregunta y tiene ese problema. Uno de los obstáculos para escuchar las cosas que el Espíritu Santo nos diría es que exigimos oírlas. Muchas veces las preguntas que le hacemos al Espíritu Santo no son realmente preguntas; son afirmaciones. Fabricamos un problema y luego exigimos que Él nos dé la respuesta, lo cual es, por supuesto, otra expresión de la arrogancia del ego al creerse que sabe cuáles son los problemas, y también cuáles son las respuestas. Pero muy a menudo cuando le pedimos ayuda a Dios u oramos pidiendo ayuda, lo que hacemos es plantear el problema como lo vemos nosotros y luego Le pedimos que nos lo resuelva y, por supuesto, cuando no lo resuelve, creemos tener un caso cerrado en contra de Él: "Dices que vas a contestarme muy concretamente, y aquí estoy. Soy tan honrado y tan serio y devoto y fiel y no oigo nada." Lo que hemos hecho, en realidad, sin percatarnos de ello, es cerrar la puerta. No es que el Espíritu Santo no nos hable, es que no podemos escucharlo. (Kenneth Wapnick – Los 50 Principios del milagro” 

miércoles, 3 de enero de 2024

Principio 3: Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor.

PRINCIPIO 3

Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este sentido todo lo que procede del amor es un milagro.

  
Más adelante, en el Principio 24, se recoge “Tú mismo eres un milagro, capaz de crear a semejanza de tu Creador”. Esta afirmación es posible debido a que todo milagro es una expresión de amor y el Hijo de Dios, ha sido creado a Imagen y Semejanza de su Padre, la máxima representación del Amor.

Cada vez que extendamos, en el mundo del sueño, nuestra condición natural, nuestro amor, estamos compartiendo el milagro con el mundo.

En la Lección 77 del libro de ejercicios, cuyo enunciado es “Tengo derecho a los milagros”, se nos enseña que tenemos derecho a los milagros debido a lo que somos y que ofreceremos milagros debido a que somos uno con Dios.
Esta idea se complementa más adelante en la Lección 350 del libro de ejercicios, donde se nos indica que “Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios”, y que ofrecerlos es recordarlo a Él.

En la medida en que afrontemos la vida expresando o expandiendo lo que Somos, es decir, compartiendo el Amor con el que hemos sido creados, y lo hagamos  dándonos a los demás, en ese gesto, estaremos recordando la identidad divina de la que somos portadores, es decir, estaremos recordando a Dios y con ello, haciendo honor a los milagros.


En la medida que cada uno de nosotros encienda su luz y su consciencia esté dispuesta a compartir esa luz, podemos estar seguros que otras luces se encenderán, y esas otras luces, encenderán otras, y esas a otras…, y entre todos seremos capaces de prender una gran luz, que servirá de guía a aquellos que se encuentren sumidos, momentáneamente, en la oscuridad. Será como un faro, que anunciará donde se encuentra la realidad, esa realidad, donde podremos dar testimonio de lo que Somos.

En el Principio 32, Jesús deja muy claro que él es la fuente de los milagros. Desde el punto de vista de la función, el Espíritu Santo y Jesús son sinónimos. Ambos realizan la función de ser el Maestro interno o la Voz interior que nos conducirá a casa. Jesús nos dice que él es la manifestación del Espíritu Santo (C-6.1:1). El no es el Espíritu Santo sino la manifestación de Este. Decir que Jesús es la manifestación del Espíritu Santo es decir también que él es la manifestación del Amor de Dios.

“El verdadero milagro es el amor que lo inspira”, lo cual quiere decir que el milagro real, entonces, es Dios o el Espíritu Santo y Jesús Quienes hablan por Dios en nuestras propias mentes. Esto también aclara, como lo hacen estos principios repetidamente, que el milagro no proviene de nosotros. No somos nosotros los que podemos cambiar nuestra percepción egocéntrica por el milagro; ese es el papel del Espíritu Santo. Todo lo que podemos hacer es escoger el milagro en lugar del ego.

Es a esto que se refiere el Curso cuando habla de "la pequeña dosis de buena voluntad" (T-18.IV). Esto es lo único que el Curso espera de nosotros: la pequeña dosis de buena voluntad que nos permita empezar a cuestionar nuestro juicio acerca del mundo, y de lo que vemos en éste. Nos pide que por lo menos seamos capaces de cuestionar lo que hemos hecho realidad en términos de nuestras percepciones de los demás y de nosotros mismos.

martes, 2 de enero de 2024

Principio 2: Los milagros de por sí no importan.

PRINCIPIO 2

Los milagros -de por sí- no importan. Lo único que importa es su Fuente, El Cual está más allá de toda posible evaluación.


En la Lección 43 del libro de ejercicios, se nos enseña que Dios es nuestra Fuente. En el punto 3 de dicha Lección se recoge lo siguiente:

“No puedes ver separado de Dios porque no puedes estar separado de Dios. 2Todo lo que haces, lo haces en Él, porque todo lo que piensas, lo piensas con Su Mente. 3Si la visión es real, y es real en la medida en que comparte el propósito del Espíritu Santo, entonces no puedes ver separado de Dios.”

Esta afirmación viene a explicar la razón por la que el término Fuente, referido en este segundo principio, se escribe con mayúsculas. Trata de enfatizar que el verdadero potencial de los milagros se encuentra en la visión verdadera, es decir, en la visión de la Unidad, pues esa es la Visión de Dios y nuestra mente es una expansión de la Suya.

El milagro tan solo se necesita allí donde se mantiene la creencia en la separación, en el pecado, en la culpa, en el dolor… Cuando el principio nos anuncia que el milagro de por sí no importa, lo que trata de indicarnos, en verdad, es que el milagro forma parte de la ilusión, pues forma parte del mundo del ego. Su corrección se lleva a cabo en el mundo irreal e ilusorio. Dentro del sueño, el milagro, nos hace consciente de que estamos soñando.

Al igual que el milagro, el perdón también forma parte del sueño, de la ilusión. Lo que la hace diferente de todas las demás ilusiones en el mundo es que el perdón es el final de la ilusión. Todas las demás ilusiones aquí realmente engendran ilusiones, de modo que refuerzan la fantasía de que estamos separados o de que el ataque es real y está justificado. El perdón es una ilusión que nos enseña que no hay ilusiones.

Lo único que en verdad importa es Dios o la creación de Dios, que es el espíritu, que es el Cristo en nosotros. En este mundo, sin embargo, el milagro sí importa, porque esa es la corrección que nos permite recordar eventualmente Quiénes somos en realidad.

La última parte de este segundo principio afirma que Dios está más allá de toda evaluación. Este término es propio del mundo dual, el que separa, analiza, escudriña, percibe  y juzga. Todo el proceso de evaluación tiene pertinencia únicamente en el mundo de la percepción, el cual no es el mundo de Dios. Dios está más allá de toda evaluación porque Él está más allá del juicio; Él está más allá de la forma; Él está más allá de la separación; Él está más allá de la percepción. El milagro sólo importa en la medida que nos enseñe que aquí nada importa.

El único propósito que tiene el mundo y que tiene el cuerpo es enseñarnos que ni el mundo ni el cuerpo, existen, pero no podemos aprenderlo sin estar aquí en un cuerpo. Es por eso que Un curso de milagros nos enseña muy claramente que no debemos negar nuestras experiencias físicas aquí o negar nuestro cuerpo (T-2.IV.3:8-11). Sólo nos dice que debemos mirarlos en una forma distinta.

Bibliografía: Los 50 Principios del Milagro - Kenneth Wapnick

lunes, 1 de enero de 2024

Principio 1: No hay grados de dificultad en los milagros.

Capítulo 1

EL SIGNIFICADO DE LOS MILAGROS


Al parecer, ni Helen Schucman, ni cuantos colaboradores participaron en la redacción y publicación de esta obra, estaban muy satisfechos con el título que Jesús le dio al Curso, pero Él parecía estar claro en querer llamarlo Un curso en milagros. Esta es la razón por la que el interés primordial es el milagro, y eso es lo que realmente nos enseñan. El milagro, en palabras de Kenneth Wapnick, no tiene nada que ver con lo externo; y la razón principal de que así sea es que no hay nada externo.

El fundamento metafísico básico del Curso es que no hay mundo alguno fuera de nosotros. El mundo solamente es la proyección de lo que está en el interior de nosotros, lo cual significa que el asunto central siempre se encuentra en la mente. Esta proyecta sobre el mundo lo que tiene en su interior; y el mundo incluye no solamente la totalidad del mismo, el universo, sino también el mundo de nuestros cuerpos personales. Esto significa que el problema jamás es lo que está fuera de nosotros aquí en el mundo. El problema es siempre lo que está en nuestras mentes; y como es allí donde radica el problema, es allí donde debe buscarse la respuesta. Esa respuesta es el milagro.

La mejor definición de qué es un milagro es, entonces, que éste es la corrección de un pensamiento erróneo o de una percepción equivocada, y por lo tanto, Un curso en milagros jamás abogará porque hagamos algo que cambie nuestra conducta. Con ello debemos entender, que no debemos creer que al cambiar nuestra conducta ha cambiado el problema. El problema básico no está fuera en el mundo o en el cuerpo, está en la mente.

La definición más sencilla del milagro es que éste es la corrección de cómo percibimos o de cómo pensamos.

Existen dos maneras distintas de mirar al mundo y, más específicamente, de mirar las relaciones en nuestras vidas. Una es la manera de mirar del ego, que es la forma de ver más y más separación, ira y culpa, lo cual justifica nuestra ira y hace real la enfermedad aquí en el cuerpo. Todas estas percepciones realmente refuerzan la premisa básica del ego de que estamos separados de los demás y de Dios. La corrección para esto es cambiar de la forma de mirar del ego a la del Espíritu Santo, y ese cambio del ego al Espíritu Santo es el milagro. La palabra idéntica para ese proceso de cambiar de las percepciones del ego acerca de alguien a las del Espíritu Santo, es el "perdón."

Cuando perdonamos, lo que hacemos realmente es sanar el problema, porque la fuente básica del mismo es nuestra interpretación, y ésta se basa en la culpa. De modo que todos nuestros problemas -bien sean físicos, económicos, o sociales­ no se encuentran afuera en el mundo del cuerpo sino que están más bien, en nuestras mentes y todos pueden remontarse a un problema de culpa. Es cuando perdonamos que nuestros problemas se sanan, de modo que podemos decir que las palabras "milagro," "perdón" y "curación" representan básicamente el mismo proceso.


I. Principios de los milagros

1. No hay grados de dificultad en los milagros. 2No hay ninguno que sea más "difícil" o más "grande" que otro. 3Todos son iguales. 4Todas las expresiones de amor son máximas.

La expresión "no hay grados de dificultad en los milagros" es como decir que todos los problemas del mundo son lo mismo, los que parecen mayores y los que parecen menores. No hay diferencia entre ellos.

Esta afirmación se basa en el reconocimiento de que afuera no existe mundo alguno. Ahora bien, si creemos en la realidad del mundo de la percepción, del mundo físico o del mundo separado, entonces creeremos, igualmente, en que hay gradaciones: hay cosas más grandes y cosas más pequeñas.

Si albergamos la creencia de que el cuerpo es real, entonces justificaremos que hay ciertos problemas que son más críticos que otros. Por ejemplo, no daremos el mismo valor a un dolor de cabeza que a un infarto de corazón.

El objetivo de un curso de milagros, nos lleva a tomar consciencia del error de esa forma de pensamiento. El primer paso que nos conduce a ese cambio de pensamiento, es hacernos consciente de que la rectificación no se produce en el cuerpo, sino en la mente, y dicha rectificación es tan eficaz para un resfriado como para un cáncer. Ambas situaciones tienen una sola causa, el error mental. Si corregimos esa causa, corregiremos el efecto, esto es, la enfermedad.

Las cosas que hacemos en este mundo para aliviar el dolor se hacen en el nivel de los síntomas, lo que significa que se hacen en el nivel de la forma. Uno de los principios claves en el Curso es la distinción que siempre nos pide que hagamos entre forma y contenido. Un curso de milagros enseña que sólo hay dos contenidos básicos en el mundo: Dios o el ego; amor o miedo; espíritu o cuerpo. Hay solamente dos percepciones básicas en el mundo: una es la manera del ego de mirar un problema y la otra es la manera del Espíritu Santo de mirar ese mismo problema.

El Curso nos enseña que tan sólo existe un problema: la creencia de que estamos separados. La Lección 79 del libro de ejercicios señala que sólo hay un problema, por consiguiente sólo hay una solución. El único problema es la culpa, la separación, o el guardar resentimientos, y la única solución es el milagro, el perdón o el unirnos.

Resumiendo este primer principio, diremos que todos nuestros problemas pueden resolverse en la misma forma, simplemente cambiando nuestro pensamiento acerca de ellos.

La dificultad que encuentra el ego para aceptar este principio, es que cree que el problema se encuentra en los efectos, en el cáncer o en el resfriado y ello le lleva a establecer valores diferentes. Pero como ya hemos visto este pensamiento es erróneo, pues la causa no se encuentra en el cuerpo sino en la mente.

La afirmación "Todas las expresiones de amor son máximas", nos revela la propia condición del amor. El amor o es total o no lo es. El amor es uno de los Atributos con los que se expresa la condición de Dios. Como su Hijo, hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza, por lo que podemos decir, que somos legítimos herederos de Sus Atributos.

Somos Hijos de Dios, es lo mismo que decir que Somos Hijos del Amor. Cada vez que compartimos el amor, estamos dando muestra de nuestra máxima expresión. El amor no procede de nosotros; no proviene del mundo. El amor emana de Dios, a través del Espíritu Santo Quien nos inspira entonces a ser lo que podríamos llamar amorosos.

Un curso en milagros también nos enseña que nadie en este mundo puede ser amoroso, porque nos dice que el amor sin ambivalencia es imposible aquí (T-4.III.4:6). El sólo hecho de estar aquí significa que tenemos un ego, lo cual quiere decir que creemos en la separación. Esto significa que no podemos creer en la naturaleza del amor que todo lo abarca. Técnicamente, el perdón es el equivalente del Amor del Cielo en este mundo, y el amor nos llega de Dios a través del Espíritu Santo en nuestras mentes, Quien nos inspira todas las cosas amorosas que hacemos. Pero aquí con el uso de la palabra "amor" podemos ver cómo el Curso no es, ciertamente, muy estricto en el uso de la misma. A menudo hablará de amor en términos de lo que hacemos aquí.

Bibliografía: Los 50 Principios del Milagro - Kenneth Wapnick

domingo, 31 de diciembre de 2023

12 Campanadas, 12 Uvas, 12 Deseos…

Hoy, mientras me encontraba reflexionando sobre el significado de la celebración de la nochevieja, me sorprendí preguntándome sobre la costumbre arraigada de celebrar la entrada del nuevo año, comiendo uvas.

Para mí, la uva, es la evocación del amor. Tiene sus mismos efectos. En estado natural es dulce y jugoso. En su estado fermentado, nos puede hacer enloquecer.

Las propiedades del fruto de la vid son muy beneficiosas para la salud, especialmente, fluidifica la circulación de la sangre y la sangre es la vida.

Mientras reflexionaba, me fueron llegando algunas ideas a las que no había prestado atención con anterioridad. La imagen de un racimo de uvas, me aportaba una valiosa información. A diferencia de otros frutos, que se mostraban individualmente, la uva lo hace en racimos, o lo que es lo mismo, en grupos. Me pregunté, ¿tendría alguna relación esta manera de manifestarse con el arquetipo astrológico que representa a los grupos? ¿tendría alguna relación la uva con el signo de Acuario?

No tardó en llegarme más información. La uva necesita del Sol para su crecimiento. La calidad de su jugo depende mucho de las condiciones ambientales que le facilite el astro rey. El Sol es el regente de Leo, y este signo es precisamente el opuesto a Acuario. Leo es el Amor como Principio, como Ideal; Acuario es la capacidad de comprender y de compartir, a través de las relaciones, ese Amor. Ambos signos se complementan para que la esencia del Amor fluya con fluidez en las vidas de los hombres.

¡Vaya!, es el mismo efecto que produce la uva en el organismo físico, facilitando la circulación de la sangre y la expresión de la vida.

Hasta hoy, desconocía el origen de la tradición de comer uva para recibir el nuevo año. He indagado en la red y he encontrado algunas referencias que ahora os comparto. Independientemente, de la veracidad de su historia, estoy seguro de que es muy acertada la iniciativa de utilizar este fruto para expresar nuestros mejores deseos. ¿Conocéis una manera mejor de hacerlo que alimentándonos de la Esencia del Amor?

Referencia Histórica (Wikipedia).

El 2 de enero de 1894 "El siglo futuro" incluye un artículo del día anterior de El imparcial titulado "las uvas bienhechoras" en el que se habla de la costumbre "importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de naturaleza".

El 2 de enero de 1894 en El Correo Militar: "La imperecedera costumbre de comer las uvas al oír sonar la primera campanada de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio a infinidad de familias, y todos a coro gritaron: ¡Un año más!".

En la Nochevieja de 1895 aparece una referencia escrita sobre las doce uvas, en esta fecha fue el Presidente del Consejo de Ministros quien despidió el año 1895 con uvas y champán.

El origen de la tradición de comer las uvas tiene un precedente: un bando municipal del alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas. Estos son los antecedentes que dieron lugar a esta costumbre.

El inicio de esta tradición española no comienza en 1909, como se cree, sino, al menos, en diciembre de 1896 en la Puerta del Sol madrileña.

La prensa madrileña ya comentaba en enero de 1897: "Es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante". Al año siguiente la prensa animaba a esta tradición con un artículo titulado "Las Uvas milagrosas".

La tradición marca tomar las doce uvas a los pies del reloj de la Puerta del Sol, pero esta tradición provocó tanto interés que ya en 1903 las uvas también se comían en Tenerife y poco a poco se fue ampliando al resto de España, aunque la tradición marca que deben tomarse en la Puerta del Sol.

La prensa de 1907 se queja de que esta tradición, supuestamente importada por los aristócratas de Francia o Alemania, se haya arraigado tanto en la sociedad y la clase más baja la haya adoptado cuando en sus primeros años se burlaba de esto.

Esta tradición ya se conoce en toda España en 1903, aunque no será hasta años después que se extienda a todo el territorio nacional.

Aunque queda claro que la tradición, documentada desde diciembre de 1897, algunos la retraen a 1880, pero sentando en diciembre de 1896, el inicio cierto de la tradición de comer doce uvas al compás de las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol.

En 1909, agricultores levantinos de Almería, Murcia y Alicante, encontrándose en ese año con excedente de uva y con objeto de sacar al mercado la producción, lograron popularizar la costumbre y darle el impulso definitivo que, desde entonces, acabaría por convertirla en consolidada tradición.

Referencias de los Libros Sagrados.

LA VID Y EL VINO EN LA BIBLIA (C. Somalo)

Noé, según cuenta el Génesis, se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña, pero cuando bebió vino se embriagó y quedó tendido y desnudo en medio de su carpa. El Libro repudia la embriaguez en numerosos pasajes pero no la alegría producida por el vino. Cuentan los eruditos que el jugo de la uva es sujeto de especial alabanza en la Biblia. El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la Biblia en lugares históricos, en referentes de personajes y en toda suerte de metáforas. La embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los Cantares (‘Tus caricias son mejores que el vino’)…

El vino se ha usado en en circunstancias ordinarias como el Shabat y en otras extraordinarias con el Pesaj, con un sentido religioso y sacralizado y en otras menos trascedentes como un simple brindis. La tradición establece un brindis con vino pronunciando como deseo de unos a otros conocido como Le-hayyim , un brindis ‘Por la vida’ (Salud) cargado de simbolismo.

El ritual judío del vino es anterior a su llegada a Sepharad. El viñedo y el vino proceden del Oriente Próximo. Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, la viña se ha identificado siempre como ‘el árbol de la vida’, como un símbolo de prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos. La viña y el vino han dejado tras de si numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han perdurado a la Historia, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del Monte Carmelo. Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos. Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas. Las hijas de Lot le proporcionaron grandes cantidades de vino para yacer con él y darle nueva descendencia. José, hijo de Isaac, y este mismo, son personajes cuya historia tiene claros referentes a la importancia y simbología del vino en su época.

Desde los primeros tiempos conocidos la religión judía asoció el vino con la sangre y esta con la parte del cuerpo que más y mejor indicaba la existencia del alma. Sangre como simbología del alma, vino como metáfora de la misma, conformaron una parte primordial de la esencia religiosa judía.

Cuando los exploradores enviados por Moisés a Canaán, regresaron de aquellos territorios, trajeron un enorme racimo de uvas que requería de dos personas para ser trasladado.

¡Cual no sería la sorpresa y la alegría del Pueblo de Israel!

Ese racimo se tornó desde entonces en el símbolo de esta benéfica Tierra Prometida, tierra de acogida y de abundancia. La imagen de dos hombres llevando sobre sus hombros con ayuda de un largo palo, un racimo gigante de uvas, se conservó a través de los siglos; siendo hasta hoy el logo oficial del Ministerio de Turismo israelita.

Más adelante, la región de Hebrón fue particularmente célebre por sus racimos excepcionales. Lo es aún en nuestros días a pesar de que el cultivo de la vid se esparció por todo el país.

Plantar una vid era una ardua labor. Era necesario retirar las piedras del terreno, construir una atalaya para detectar a los posibles ladrones, rodear la parcela con una tapia para protegerla de los animales salvajes. El viñador debía darle un buen mantenimiento, abonándola y sobre todo podándola.

Ese trabajo cotidiano y familiar inspiró a los profetas una imagen anunciando el juicio de Dios comúnmente utilizada para describir la obra de Dios. El profeta Amós dice: "Han sembrado excelentes viñas, pero no beberán de su vino" (Am 5,11); "habrá lamentación en todas las viñas, porque voy a pasar yo por medio de ti, dice el Señor" (Am 5,17).

Con cierta audacia, el profeta compara al pueblo de Israel con una viña que el Señor ha plantado y a la que le prodiga cuidados en tanto da sus frutos. Si el pueblo es dócil a la voluntad de Dios, prospera y disfruta de una cierta abundancia; por el contrario, si se resiste, se vuelve estéril como lo advierte Isaías:

"¿Qué más se podía hacer por mi viña, que yo no lo haya hecho? Si esperaba que diera uvas, ¿por qué dio frutos agrios? Ahora les daré a conocer lo que haré con mi viña; quitaré su valla, y será destruida, derribaré su cerco, y será pisoteada. La convertiré en una ruina, y no será podada ni escardada. Crecerán los abrojos  y los cardos, y mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella" (Is 5,4-6).

Los otros profetas, Jeremías y Ezequiel, retomarán el tema de la viña arrancada o abandonada durante el período del exilio de Babilonia. Como era natural, al regreso del exilio aparecerá, a la inversa, el tema de una viña replantada.

"Aquel día se dirá: Viña deliciosa, cántenle, Yo, el Señor, soy un guardián. A su tiempo la regaré para que no se le castigue, de noche y de día la guardaré" (Is 27,2-3).

En el tiempo de los Evangelistas, la viña se convierte en un símbolo de prosperidad muy común. El arte lo utiliza como motivo decorativo. Opulentos racimos de uvas dan testimonio aún ahora, sobre los bajos-relieves de los primeros siglos de la era cristiana, expuestos en Cafarnaúm. La viña y el vino expresan ambos prosperidad, alegría y bendición.

Jesús retoma la imagen de los Profetas y la amplía al Reino de Dios a través de la parábola de los obreros de la última hora: promete un salario a todos aquellos que trabajan en la Viña del Señor, es decir que colaboran en su obra de Redención. Pero la misericordia de Dios se extiende aún más lejos que la justicia humana al pueblo de Israel, así como a las naciones paganas, tal como los obreros llegados tardíamente a la viña.

La viña no sólo representa a Israel sino que significa por extensión la Iglesia, en su acepción universal. Todos aquellos hombres que aceptan dejarse trabajar por Dios, tienen su lugar.

En los escritos de Marcos, la imagen de la viña se amplifica, permitiendo a Jesús describir globalmente su misión hacia Israel y hacia los paganos (cf. Mc 12,1-9).

El simbolismo aparece más personalizado en el Evangelio de Juan, donde la cepa de la viña es Cristo y los sarmientos son sus discípulos. Reciben de Él la vida, no pueden subsistir sin Él, y deben ser podados para producir un mejor fruto.

El vino, fruto precioso de la vid, a veces conduce a ciertos excesos y la Biblia recomienda que sea consumido con moderación. Pablo recomienda a los cristianos de Éfeso, embriagarse del Espíritu Santo más que de vino (cf. Ef 5,18).

Denunciado por sus efectos nefastos en caso de abuso, prohibido a los nazireos, consagrados a Dios, el vino, sin embargo, recibe honores ya que "regocija el corazón del hombre" (Sal 103). Signo de la alegría y la vida, simboliza al Espíritu Santo como en el episodio de las Bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12).

En el transcurso de la comida pascual se transforma en sangre de Jesús derramada por la multitud. Compartido entre todos, el vino simboliza la nueva Alianza, que da la vida al mundo, fortalece a la comunidad cristiana y anima el deseo de colaborar en el cumplimiento de la Promesa de Jesús.

"Les digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con ustedes, nuevo, en el Reino de mi Padre" (Mt 26,29). El vino del memorial de la entrega de Jesús se transforma entonces en el vino de la esperanza y de la utopía de la Fiesta eterna.

12 campanadas. 12 uvas, 12 deseos…
 
Desde aquí quiero compartir con todo vosotros mis deseos para el nuevo año.

1ª   Campanada: Voluntad.
2ª   Campanada: Abundancia.
3ª   Campanada: Comprensión.
4ª   Campanada: Imaginación.
5ª   Campanada: Generosidad.
6ª   Campanada: Humildad.
7ª   Campanada: Paz.
8ª   Campanada: Fecundidad.
9ª   Campanada: Justicia.
10ª Campanada: Perseverancia.
11ª Campanada: Amistad.
12ª Campanada: Compasión.

Este es mi racimo de uvas. No busquéis entre estas cualidades al Amor, pues el Amor no puede encontrarse en una sola uva; el Amor es el racimo en su totalidad. 

¡Feliz Año Nuevo!