Tendremos que
recurrir al Génesis, para conocer qué sentido debemos dar al término “pan
nuestro”, ya que es en ese libro sagrado, donde por primera vez se hace alusión
al concepto pan, para describir una condición del alma humana, en el proceso de
la creación.
17 Al hombre le dijo:
“Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. 18 La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás”.
17 Al hombre le dijo:
“Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. 18 La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás”.
Merece la pena
hacer esta extensa presentación, pues ello nos permitirá desgranar el
significado oculto que encierra este pasaje.
El Génesis nos
describe en las peripecias recogidas en este guion, las andaduras del alma
humana ubicada en los albores del 4ª Día de la Creación. Estadio, que como
hemos visto en el apartado dedicado al punto anterior, se corresponde con la
dinámica del Séfira Hesed.
El despertar de la
conciencia al poder de los sentimiento –Eva-, nos lleva a emprender el camino
que se le ha dado llamar en el argot esotérico, de Involución. El objetivo final de esta ruta nos lleva a la conquista de la individualidad; en ese trayecto, el
alma humana, hasta ese momento inconsciente de si misma, formaba parte de un
Todo Universal.
La tangibilidad
propia del 4º Día de la Creación, la fase de materialización de la energía,
lleva al alma humana a descubrir su desnudez. Es lógico este “estado” en el que
se alude a la falta de experiencia propia.
El precio pagado inevitable,
por adquirir la conciencia individual lleva al alma humana a perder la conexión
directa con la divinidad y la vía de aprendizaje de sus poderes creadores, le
sitúa en un mundo inhóspito donde conseguir el alimento, hará necesario un
arduo trabajo (Gueburah).
Para una mente
racional, las figuras de Adán y Eva, de la serpiente, del Árbol del Bien y de
Mal, lleva a argumentar a favor de un guion propio de novela. En cambio, para
el iniciado en la Escuela de Misterios, cada uno de estos protagonistas está
describiendo, con total claridad, los arquetipos de verdades trascendentes.
Adán y Eva, representan a la Humanidad en su proceso evolutivo. La Serpiente, a
Lucifer, Portador de Luz, esa luz que nos invita a conocer. El Árbol del Bien y
de Mal, cuyo fruto aportaba entendimiento, hace referencia, al Cuerpo Mental
que se adquiere en estado germen en el 4º Día de la Creación y que facultaba a
la humanidad a discernir.
“Ganarás el pan con
el sudor de tu frente”…, podríamos imaginarnos al hombre bregando en el campo y
recogiendo las cosechas de sus siembras. El pan, es un producto que requiere
ser elaborado. Se trata de un símbolo ancestral del proceso de la creación. Hemos
debido sembrar, cuidar la tierra, regarla, velar para que la planta crezca
sana. Hay que recoger la cosecha y tratar el grano del fruto cosechado;
convertir ese fruto en harina y esa harina mezclarla con agua y cocerla. Al final
del proceso, la semilla original, adquiere la condición de pan, preparado para
alimentar el cuerpo.
Esa Humanidad
infantil, no tendría acceso a tanto conocimiento. Nos cuesta creer que ya se
alimentaran de pan. Sin embargo, ese pan, no hace alusión al pan que todos
conocemos. Ese pan, es el fruto de nuestras acciones creadoras.
Cada vez que
emitimos un deseo, la energía que ponemos en circulación, cuan semilla, llegará
el día en que se convierta en pan, en experiencia, y esa experiencia nos
alimentará. Ahora bien, la diferencia radica, en que mientras formábamos parte
de la conciencia Universal, nos alimentábamos de los “pechos de la divinidad”,
sin embargo, la necesidad de aprender por nosotros mismos, nos lleva a un
estado de conciencia diferente, donde tendremos que “trabajar” para continuar
nuestro crecimiento espiritual.
Por lo tanto,
cuando en la oración del Padre Nuestro, evocamos la expresión “El pan nuestro
de cada día dánoslo hoy”, estamos pidiendo a la divinidad, a nuestra divinidad,
que se produzca el proceso de alimentación, con el pan de vida, esto es, que el
fruto de nuestras acciones, nuestras experiencias, enriquezca nuestra
conciencia y no tengamos que repetir vivencias para que esa toma de conciencia
se produzca.
Si reflexionamos
sobre este punto, deberíamos preguntarnos: ¿aprendemos de nuestras experiencias
o necesitamos repetir curso para aprobar la asignatura?
... continuará