sábado, 15 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 74

LECCIÓN 74

No hay más voluntad que la de Dios.


1. La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento cen­tral hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. 2La Volun­tad de Dios es la única Voluntad. 3Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. 4La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. 5La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. 6En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.

2. La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla. 2La idea en sí es completamente cierta. 3Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. 4Sin ilusio­nes, el conflicto es imposible. 5Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda.

3. Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lenta­mente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:

2No hay más voluntad que la de Dios. 3No puedo estar en conflicto.

4Dedica entonces varios minutos a añadir pensamientos afines, tales como:

5Estoy en paz.
6Nada puede perturbarme. 7Mi voluntad es la de Dios.
8Mi voluntad y la de Dios son una.
9La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz.

10Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente en seguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. 11Di de inmediato:

12No hay más voluntad que la de Dios.
13Estos pensamientos conflictivos no significan nada.

4. Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido. 2Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:

3No hay más voluntad que la de Dios. 4Yo la com­parto con Él.
5Mis conflictos con respecto a _____ no pueden ser reales.

5. Después de que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. 2Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo. 3Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. 4Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza men­tal en vez de somnolencia y enervamiento.

6. La paz se caracteriza por la dicha. 2Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. 3Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. 4Haz esto cuantas veces sea necesario. 5Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.

7. En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:

2No hay más voluntad que la de Dios. 3Hoy busco Su paz.

4Trata entonces de hallar lo que buscas. 5Dedicar uno o dos minu­tos cada media hora a hacer este ejercicio -con los ojos cerrados a ser posible- será tiempo bien empleado.


¿Qué me enseña esta lección?

Tomar conciencia de esta verdad nos lleva al autoconocimiento. Hemos recordado lo que habíamos olvidado. Nos reconocemos como Hijos de Dios, creados a Su Imagen y Semejanza. Hoy reclamamos nuestra herencia y exclamamos: ¡Padre, Hágase Tu Voluntad!

Hoy tenemos la certeza de que no es posible servir a otro propósito que aquel que Dios nos ha encomendado, que aquel para el que hemos sido creados: Expresar la Unidad y el Amor que somos de una manera inteligente, expandiéndonos a través de nuestros hermanos, con los que formamos una sola Filiación.

Hoy tenemos la certeza de cuál es nuestra función en este mundo temporal e ilusorio y lo disponemos todo para servir al Plan de Salvación haciendo uso del perdón.

El ego es un triste imitador que pretende ejercer el dominio sobre sí mismo; sin embargo, su voluntad está en manos de la voz de los instintos y de la percepción de los sentidos. 

En la medida en que el ego siente miedo y permanece en la creencia de que está separado de Dios, intenta por todos los medios ser dueño de su voluntad, aunque no la utiliza para guiar su vida, sino que se entrega en manos de los deseos, de los sentimientos y de las ilusiones. Este comportamiento tan solo trata de suplantar a la verdadera Voluntad del Padre, y nos lleva a experimentar el conflicto, pues sus intereses hacen sobrevivir la ilusión, pues esta es su único sustento.

¡En tus manos me encomiendo, Padre! Allí donde vaya, estás conmigo y Tu Presencia me llena de gozo y de dicha.

¡Ya no tengo miedo!


Ejemplo-Guía: ¿Qué mundo ha fabricado tu ego que te priva de la felicidad y del gozo?

Si contestamos esta pregunta desde la honestidad, coincidiremos en lo esencial: el mundo que hemos fabricado es la copia exacta de nuestros deseos y éstos están basados en el miedo, por lo que no podremos disfrutar del gozo y de la dicha que nuestra falsa identidad añora.

Analicemos el mundo que nos rodea. Desde que nacemos nos enseñan que en esta vida nadie te da nada gratis, lo que significa que tenemos que aprender a sobrevivir, que no es lo mismo que vivir.

El sobrevivir lleva implícita una exigencia: trabajar. Si no trabajamos, no recibiremos los medios que nos permitirán satisfacer nuestros deseos. Este mandato está tan arraigado en nuestras creencias, que se convierte en el estándar que rige nuestras relaciones y nuestra comunicación con el mundo. 

El mundo de la sobrevivencia se caracteriza por el deseo de obtener, de poseer, de poder. Pero son precisamente estas características las que se convierten en los obstáculos que nos impedirán ser felices. ¿Por qué?

Sencillamente, porque esos logros son efímeros y lo son por la sencilla razón de que responden al mundo de la ilusión, el mundo de lo material. Ese mundo está llamado al permanente cambio y esa ley natural se convierte en un castigo para el hombre, que, conocedor de esa característica, pretende por todos los medios acumular bienes y poder, para que cuando llegue la fase de las pérdidas, no se vea sin ellos.

La vida, vivida desde el ego, es un permanente tormento donde el miedo es el principal protagonista. Su lema es: "No doy para conservar". Pero si no se da, no se recibe. Cuando tengo, en vez de ser feliz, tengo miedo de perderlo. En el mundo de los afectos, ocurre igual; persigo el amor de mi vida, pues pienso que me hará feliz. Cuando conquisto ese amor, comienza, igualmente, el miedo a perder lo que he conseguido y considero de mi pertenencia. Podemos decir que el mundo del sobrevivir es el mundo del bien-estar. Pero el verdadero mundo es aquel que nos permite vivir, es el mundo del bien-ser.

Desde el mundo del bien-ser, la vida se vive viviendo, es decir, desde la más profunda aceptación, fruto de la confianza en la vida. Esto es así, pues reconocemos que la vida es la Voluntad de Dios. Nosotros somos la vida y, por ello, somos la Voluntad de nuestro Creador. Él es nuestro sustento. No existe otra voluntad que la Suya, y esa Voluntad es Su Hijo.
 

Como Hijo de Dios, somos Plenos y Abundantes, Vivimos la vida desde la expansión, es decir, compartiendo nuestros dones y talentos. Cuando así lo hacemos, esa expansión nos lleva a vivir desde la unicidad y desde el reconocimiento de que la Voluntad de Dios está presente en cada una de las voluntades de nuestros hermanos.

Ser consciente de esa verdad llevará a la humanidad a experimentar el gozo y la felicidad desde la Unidad.


Reflexión: Si la Voluntad de Dios es que su Hijo esté en paz, ¿por qué no lo conseguimos?

viernes, 14 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 73

LECCIÓN 73

Mi voluntad es que haya luz.


1. Hoy vamos a examinar la voluntad que compartes con Dios. 2Dicha voluntad no es lo mismo que los vanos deseos del ego, de los cuales emanan las tinieblas y la nada. 3La voluntad que com­partes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación. 4Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno. 5Sus deseos no son infructuosos en el sentido de que pueden dar lugar a un mundo de ilusiones en el cual puedes llegar a creer ciegamente. 6Desde el punto de vista de la creación, no obstante, son ciertamente infructuosos, pues no dan lugar a nada que sea real.

2. Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabrican­tes del mundo tal como lo ves. 2Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos -los cuales son indispensables para sustentar este mundo- lo pue­blan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". 3Estas figuras se convierten en los intermediarios que el ego emplea en el tráfico de resentimientos. 4Se interponen entre tu conciencia y la realidad de tus hermanos. 5Al contemplar dichas figuras, no puedes conocer a tus hermanos ni a tu Ser.

3. Pierdes conciencia de tu voluntad en esta extraña transacción en la que la culpabilidad se trueca una y otra vez, y los resenti­mientos aumentan con cada intercambio. 2¿Cómo iba a haber podido crear la Voluntad que el Hijo de Dios comparte con su Padre semejante mundo? 3¿Acaso creó Dios desastres para Su Hijo? 4La creación es la Voluntad conjunta de Ambos. 5¿Cómo iba Dios a crear un mundo que pudiese destruirlo a Él?

4. Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. 2La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. 3No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. 4Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. 5Sin embargo, la luz que res­plandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. 6Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.

5. Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. 2Ni la fuente de la luz ni la de la oscuridad pueden encon­trarse fuera de ti. 3Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. 4El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contem­plar un mundo de luz. 5Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. 6La razón es muy simple. 7¿Quieres realmente estar en el infierno? 8¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?

6. Olvídate de los argumentos del ego que tratan de probar que todo eso es realmente el Cielo. 2Tú bien sabes que no lo es. 3Eso no puede ser lo que tú deseas para ti mismo. 4Hay un punto más allá del cual las ilusiones no pueden pasar. 5El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas. 6Eso es lo que en verdad es tu voluntad. 7Y por ende, la salvación es asimismo tu voluntad. 8Tú quieres tener éxito en lo que nos proponemos hacer hoy. 9Así que lo emprendemos con tu bendición y grata conformidad.

7. Tendremos éxito hoy si recuerdas que lo que quieres para ti es la salvación. 2Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de él. 3No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo. 4La salva­ción es para ti. 5Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. 6Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. 7Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella.

8. Abordaremos los ejercicios de hoy, por lo tanto, con entusiasmo y confianza, seguros de que encontraremos lo que es tu voluntad encontrar y de que recordaremos lo que es tu voluntad recordar. 2Ningún deseo vano puede detenernos ni engañarnos con ilusio­nes de fuerza. 3Deja que hoy se haga tu voluntad, y pon fin de una vez por todas a la absurda creencia de que prefieres el infierno al Cielo.

9. Comenzaremos nuestras sesiones de práctica más largas reco­nociendo que el plan de Dios para la salvación, y sólo el Suyo, es el que está en completo acuerdo con tu voluntad. 2No es el propó­sito de un poder extraño que se te impone en contra de tu volun­tad. 3Es el único propósito aquí con el que tú y tu Padre estáis perfectamente de acuerdo. 4Triunfarás hoy: la hora señalada para la emancipación del Hijo de Dios del infierno y de todos los deseos vanos. 5Su voluntad queda ahora reinstaurada en su con­ciencia. 6Él está dispuesto hoy mismo a contemplar la luz que mora en él y a salvarse.

10. Después que te hayas recordado esto a ti mismo y hayas resuel­to mantener tu voluntad claramente en tu mente, repite para tus adentros estas palabras con templada determinación y tranquila certeza:

2Mi voluntad es que haya luz.
3Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía.

4Deja entonces que tu voluntad se afirme a sí misma, unida al poder de Dios y en unión con tu Ser. 5Pon el resto de la sesión de práctica bajo Su dirección. 6Únete a Ellos que te señalan el camino.

11. En las sesiones de práctica más cortas, declara nuevamente lo que realmente deseas. 2Di:

3Mi voluntad es que haya luz. 4La oscuridad no es mi voluntad.

5Debes repetir esto varias veces por hora. 6Es de suma importan­cia, no obstante, que apliques esta idea de inmediato si te sientes tentado de abrigar cualquier clase de resentimiento. 7Esto te ayu­dará a desprenderte de todos ellos en lugar de seguir abrigándo­los y ocultándolos en la oscuridad.


¿Qué me enseña esta lección? 

Mi máximo anhelo es hacer la Voluntad del Padre. Con ello, expreso un estado de ser consciente de que soy Hijo de la Luz, una expresión expansiva de Dios. Soy y reconozco en mí esa Esencia Divina y como tal me pongo conscientemente a sus servicios. 

Mi única Voluntad es que haya Luz, que el principio inteligible reine en el sueño que estamos soñando, e ilumine ese mundo oscuro e ilusorio disipando sus horrendas sombras. 


Expresar la Luz es manifestar la Unidad, el Amor, la percepción verdadera. 

Expresar la Luz es llevar el perdón allí donde habíamos puesto el resentimiento y el miedo. 

Hoy expreso mi Voluntad de que haya Luz. Hoy expreso mi Voluntad de compartir la Luz con mis hermanos. 

Si hemos sido creados por Dios, podemos afirmar que somos Hijo de su Voluntad, y si esto es así, ¿cómo podemos actuar en contra de su Voluntad? Actuar de este modo, es decir, no hacer su Voluntad, sería negar lo que realmente somos y eso es precisamente el fundamento del ego. 

Un Curso de Milagros nos dice a este respecto: "Crees que hacer lo opuesto a la Volun­tad de Dios va a ser más beneficioso para ti. Crees también que es posible hacer lo opuesto a la Voluntad de Dios. Por lo tanto, crees que tienes ante ti una elección imposible, la cual es a la vez temi­ble y deseable" (T-7.X.4:3-5). 

“Cuando hayamos aprendido que nuestra voluntad es la de Dios, nuestra volun­tad no dispondrá estar sin Él, tal como Su Voluntad no dispone estar sin nosotros. Esto es libertad y esto es dicha. Si nos negamos esto a nosotros mismos, le estaremos negando a Dios Su Reino, pues para eso fue para lo que Él nos creó” (T-8.II.6:4-6). 

Jesús nos dice a través del Texto, "tu voluntad, es tan libre como la mía, y ni siquiera Dios Mismo se opondría a ella. Yo no puedo disponer lo que Dios no dis­pone. Puedo ofrecerte mi fuerza para hacer que la tuya sea invencible, pero no puedo oponerme a tu decisión sin rivalizar con ella y, consecuentemente, sin violar lo que la Voluntad de Dios ha dispuesto para ti" (T-8.IV.5:12-14). 

Jesús unió su voluntad a la del Creador y ello le permitió recordar al espíritu y su verdadero propósito. Él, no puede hacer esa labor por nosotros, pero sí puede borrar todas las percepciones falsas de nuestra mente si se las ofrecemos, dicho de otro modo, Él no puede elegir por nosotros, pero sí puede ayudarnos a elegir correctamente. 

 

Ejemplo-Guía: "Si mi voluntad es hacer la Voluntad de Dios, ¿por qué estoy triste?"

¿No estaremos confundiendo la voluntad con el deseo?

La voluntad es el Principio Primigenio del Creador. Su Obra es un acto de Su Voluntad y, Su Obra, es la Filiación a la que pertenecemos. Por lo tanto, la voluntad, al igual que la verdad, está exenta de ilusiones. El mundo que hemos inventado, que hemos fabricado responde al impulso del deseo, y aunque la voluntad se encuentra en cada uno de nosotros, pues Dios la ubicó en nuestra mente, se encuentra dormida. Dios Mismo mantiene nuestra voluntad viva al transmitirla desde Su Mente a la nuestra mientras perdure el tiempo. El milagro mismo es un reflejo de esta unión de voluntades entre Padre e Hijo. 

Al elegir el deseo como la fuerza impulsora de la creación, lo que hicimos fue inventar, fabricar, un mundo que aprisionó nuestra voluntad, llevando a “contagiar” a nuestra mente con la falsa creencia en la separación y el pecado. 

Recordemos lo que nos dice Un Curso de Milagros: 

“Ante esta deprimente situación, el Espíritu Santo te recuerda dulcemente que estás triste porque no estás llevando a cabo tu función de co-creador con Dios, y, por lo tanto, te estás privando a ti mismo de felicidad. Esto no es algo que Dios haya decidido, sino que fuiste tú quien lo decidió así. Si tu mente pudiese estar en desacuerdo con la de Dios, lo que tu voluntad dispusiese no tendría sentido. Sin embargo, puesto que la Voluntad de Dios es inalterable, no es posible ningún conflicto de voluntades. Ésta es la enseñanza perfectamente congruente del Espíritu Santo. La creación, no la separación, es tu voluntad porque es también la Voluntad de Dios, y nada que se oponga a ella tiene sentido en absoluto. Al ser una obra perfecta, la Filiación sólo puede obrar con perfección, extendiendo la dicha en la que fue creada e identificándose con su Creador y Sus creaciones, sabiendo que son uno y lo mismo” (T-7.VI.13:1-7). 

Ya tenemos las claves para reconocer la razón por la que, aun "deseando" hacer la voluntad de nuestro Padre, nos topamos con el amargo rostro de la tristeza. 

La pregunta que debemos hacernos es: ¿lo que estoy deseando nos lleva a experimentar la separación? Si la respuesta es afirmativa, ten por seguro de que tus deseos están usurpando la identidad de la voluntad y de que estás fabricando un mundo ilusorio e irreal.

Si la respuesta es no, entonces, tus deseos te llevarán a percibir un mundo acorde con la voluntad del Padre. Es cuando podemos estar seguros, de que hemos recordado que somos un ser espiritual y sabremos cuál es nuestra función, la de perdonar y amar.

¿Podrías estar triste cuando eres una fuente de amor? Imposible.


Reflexión: Tu voluntad, ¿te conduce hacia la luz o hacia la oscuridad?

Capítulo 19. II. El pecado en contraposición al error (2ª parte).

II. El pecado en contraposición al error (2ª parte).

3. El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. 2Pero no puede pecar. 3No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad, o que haga que realmente sea culpable. 4Eso es lo que el pecado quisiera hacer, pues ése es su propósito. 5Mas a pesar de toda la salvaje demencia inherente a la idea del pecado, éste sigue siendo imposible. 6Pues el costo del pecado es la muerte, y ¿podría acaso perecer lo que es inmortal.

El error se puede corregir, el pecado no, pues si se pudiera corregir, cambiaría su condición, es decir, dejaría de ser pecado y pasaría a ser un error. Al considerar el pecado como real, como una verdad, damos fe de que no es un error. Si el significado del pecado es haber creado un mundo separado de Dios, lo cual ha dado lugar a la identidad del ego-cuerpo, el corregir ese pensamiento erróneo supondría la negación del ego, pues su identidad no sería real, sino un error que, al corregirse, daría lugar a la visión verdadera de lo que somos: seres espirituales que gozan de la unidad de las mentes.

4. Uno de los principales dogmas de la descabellada religión del ego es que el pecado no es un error sino la verdad, y que la ino­cencia es la que pretende engañarnos. 2La pureza se considera arrogancia, y la aceptación de nuestro ser como algo pecaminoso se percibe como santidad. 3Y es esta doctrina la que sustituye a la realidad del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó, y tal como dispuso que fuese para siempre. 4¿Es esto humildad? 5¿O es más bien un intento de desgajar a la creación de la verdad, y de mante­nerla aparte?

La idea del pecado, de la separación, ha dado lugar a un sistema de pensamiento que lo ve todo al revés. El mundo fabricado por este sistema de pensamiento es demente y en él prevalece el culto al dolor y al sufrimiento, que a la fidelidad al amor y a la paz. Cuando lo analizamos desde esta perspectiva, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que nuestra voluntad elija el miedo al amor? ¿Cómo es posible elegir el ataque a la paz? ¿Cómo es posible que veneremos al dios de la enfermedad por encima del Dios de la Dicha? 

Tan solo un pensamiento tan poderoso y arrogante como el que nos lleva a creer en el pecado puede convencernos para que nuestra elección haga que la balanza se incline a favor de la ilusión en vez de la verdad.

5. El ego siempre considerará injustificable cualquier intento de reinterpretar el pecado como un error. 2La idea del pecado es absolutamente sacrosanta en su sistema de pensamiento, y sólo puede abordarse con respeto y temor reverente. 3Es el concepto más "sagrado" del sistema del ego: bello y poderoso, completa­mente cierto, y protegido a toda costa por cada una de las defen­sas que el ego tiene a su disposición. 4Pues en el pecado radica su "mejor" defensa, a la que todas las demás sirven. 5El pecado es su armadura, su protección y el propósito fundamental de la rela­ción especial tal como el ego la interpreta.

Todo el sistema de pensamiento del ego se basa en la creencia de que somos "hijos del pecado". Nuestra mirada se orienta hacia el exterior, donde tiene lugar la percepción de un mundo donde las partes se encuentran separadas. Las interpretamos diferentes unas de otras y el significado que les otorgamos las hace, para nuestro razonamiento, realmente distintas y diferentes.

La percepción externa nos lleva a ver a los demás como las dianas propicias donde dirigir los dardos de nuestras proyecciones. El otro se convierte en nuestro punto de mira, donde vemos proyectado el contenido de nuestros pensamientos ocultos. Se convierten en el aliado perfecto para argumentar a favor de la defensa de nuestro sistema de pensamiento, el cual nos hace defensores de la creencia en la separación. Así, tenemos la excusa perfecta para atacarles, justificando dicho ataque como un acto para defender nuestros intereses. De este modo, el pecado y la culpa, que forman parte de nuestros pensamientos, son proyectados sobre los demás y nos convertimos en jueces y verdugos del mundo.

jueves, 13 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 72

LECCIÓN 72

Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación.

1. Aunque hemos reconocido que el plan del ego para la salvación es el opuesto al de Dios, aún no hemos puesto de relieve que es también un ataque directo contra Su plan y un intento deliberado de destruirlo. 2En dicho ataque se le adjudican a Dios aquellos atributos que de hecho le corresponden al ego, mientras que el ego parece asumir los de Dios.

2. El deseo fundamental del ego es suplantar a Dios. 2De hecho, el ego es la encarnación física de ese deseo. 3Pues es este deseo lo que parece encerrar a la mente en un cuerpo, manteniéndola sola y separada e incapaz de llegar a otras mentes, excepto a través del mismo cuerpo que fue hecho con el propósito de aprisionarla. 4Poner límites en la comunicación no es la mejor manera de expandirla. 5No obstante, el ego quiere hacerte creer que lo es.

3. Aunque el intento de mantener las limitaciones que un cuerpo impone es obvio aquí, tal vez no sea tan evidente por qué razón abrigar resentimientos constituye un ataque contra el plan de Dios para la salvación. 2Examinemos, pues, cuáles son las cosas contra las que tienes la tendencia a abrigar resentimientos. 3¿Acaso no están siempre asociadas con algo que un cuerpo hace? 4Una persona dice algo que no te gusta. 5O bien hace algo que te desagrada. 6Dicha persona "delata" sus pensamientos hostiles con su comportamiento.

4. En este caso no estás tratando con lo que la persona es. 2Por el contrario, en lo único que te fijas es en lo que esa persona hace en el cuerpo. 3Y no sólo no la estás ayudando a librarse de las limita­ciones de su cuerpo, sino que estás tratando activamente de atarla al cuerpo, al confundirla con éste y juzgar que ella y su cuerpo son una misma cosa. 4De este modo se ataca a Dios; pues si Su Hijo no es más que un cuerpo, eso es lo que Él debe ser también. 5Es inconcebible que un creador pueda ser radicalmente distinto de su creación.

5. Si Dios fuese un cuerpo, ¿cuál sería Su plan para la salvación? 2¿Qué otra cosa podría ser sino la muerte? 3al tratar de presen­tarse a Sí Mismo como el Autor de la vida y no de la muerte, resultaría ser un mentiroso y un impostor, lleno de falsas promesas, que ofrece ilusiones en vez de la verdad. 4La aparente reali­dad del cuerpo hace que esta perspectiva de Dios parezca con­vincente. 5De hecho, si el cuerpo fuese real, sería imposible no llegar a esta conclusión. 6Cada resentimiento que abrigas reitera que el cuerpo es real. 7Cada resentimiento que abrigas pasa por alto completamente lo que tu hermano es. 8Refuerza tu creencia de que él es un cuerpo y lo condena por ello. 9Y afirma que su salvación tiene que ser la muerte, al proyectar este ataque sobre Dios y hacerlo responsable de ello.

6. A esta arena cuidadosamente preparada, donde animales fero­ces acechan a sus presas y la clemencia no puede hacer acto de presencia, el ego viene a salvarte. 2Dios te hizo un cuerpo. 3Muy bien. 4Aceptemos esto y alegrémonos. 5En cuanto que cuerpo, no te prives de nada de lo que el cuerpo te ofrece. 6Apodérate de lo poco que puedas. 7Dios no te dio nada. 8El cuerpo es tu único salvador. 9Representa la muerte de Dios y tu salvación.

7. Ésta es la creencia universal del mundo que ves. 2Hay quienes odian al cuerpo y tratan de lastimarlo y humillarlo. 3Otros lo veneran y tratan de glorificarlo y exaltarlo. 4Pero mientras tu cuerpo siga siendo el centro del concepto que tienes de ti mismo, estarás atacando el plan de Dios para la salvación y abrigando resentimientos contra Él y contra Su creación, a fin de no oír la Voz de la verdad y acogerla como Amiga. 5El que has elegido como tu salvador ocupa Su lugar. 6Él es tu amigo; Dios, tu enemigo.

8. Hoy trataremos de poner fin a estos ataques absurdos contra la salvación, 2en lugar de ello, trataremos de darle la bienvenida. 3Tu percepción invertida ha sido la ruina de tu paz. 4Te has visto a ti mismo como que estás dentro de un cuerpo y a la verdad como algo que se encuentra fuera de ti, vedada de tu conciencia debido a las limitaciones del cuerpo. 5Ahora vamos a tratar de ver esto de otra manera.

9. La luz de la verdad está en nosotros, allí donde Dios la puso. 2El cuerpo es lo que está fuera de nosotros, y no es lo que nos concierne. 3Estar sin un cuerpo es estar en nuestro estado natural. 4Reconocer la luz de la verdad en nosotros es reconocernos a nosotros mismos tal como somos. 5Ver que nuestro Ser es algo separado del cuerpo es poner fin al ataque contra el plan de Dios para la salvación y, en lugar de ello, aceptarlo. 6dondequiera que Su plan se acepta, ya se ha consumado.

10. Nuestro objetivo para las sesiones de práctica más largas de hoy, es hacernos más conscientes de que el plan de Dios para la salvación ya se ha consumado en nosotros. 2Para lograr este obje­tivo tenemos que reemplazar el ataque por la aceptación. 3Mien­tras sigamos atacando, no podremos entender cuál es el plan de Dios para nosotros. 4Estaremos, por lo tanto, atacando lo que no reconocemos. 5Vamos a tratar ahora de suspender todo juicio y de preguntarle a Dios cuál es Su plan para nosotros:

6¿Qué es la salvación, Padre? 7No lo sé. 8Dímelo, para que lo pueda entender.

9Luego aguardaremos quedamente Su respuesta. 10Hemos ata­cado el plan de Dios para la salvación sin habernos detenido a escuchar en qué consistía. 11Hemos expresado nuestros resenti­mientos con gritos tan ensordecedores, que no hemos escuchado Su VOZ. 12Hemos utilizado nuestros resentimientos para cubrirnos los ojos y para taparnos los oídos.

11. Ahora queremos ver, oír y aprender. 2"¿Qué es la salvación, Padre?" 3Pregunta y se te contestará. 4Busca y hallarás. 5Ya no le estamos preguntando al ego qué es la salvación ni dónde encon­trarla. 6Se lo estamos preguntando a la verdad. 7Ten por seguro, entonces, que la respuesta será verdad, en virtud de Aquél a Quien se lo estás preguntando.

12. Cada vez que sientas que tu confianza flaquea y que tu espe­ranza de triunfo titubea y se extingue, repite tu pregunta y tu petición, recordando que le estás preguntando al infinito Crea­dor de lo infinito, Quien te creó a semejanza de Sí Mismo:

2¿Qué es la salvación, Padre? 3No lo sé. 4Dímelo, para qué lo pueda entender.

5Él te contestará. 6Resuélvete a escuchar.

13. Hoy sólo será necesario una o quizás dos sesiones de práctica cortas por hora, ya que serán un poco más largas que de costum­bre. 2Los ejercicios deben comenzar con lo siguiente:

3Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación. 4Permíteme aceptarlo en lugar de ata­carlo. 5¿Qué es la salvación, Padre?

6Luego espera en silencio un minuto más o menos, preferible­mente con los ojos cerrados, y aguarda Su respuesta.


¿Qué me enseña esta lección?

Tener resentimientos es algo muy sutil y nos indica que estamos viendo la vida con conciencia de ego, es decir, sin amor, con dolor y miedo, con sentimiento de culpa y autocastigo, con sentimiento de separación. En definitiva, actuamos dormidos y necesitados de luz.

La falsa creencia en la separación es la causa que da lugar a todo resentimiento. De manera inconsciente, culpamos a la fabricación del cuerpo, al cual condenamos y juzgamos como el principal origen de nuestra transgresión, que hemos llamado "pecado".

En el cuerpo, la percepción externa de nosotros mismos, hemos trasladado el poder con el que Dios ha creado a Su Hijo y le ha dotado con la máxima autoridad posible, alcanzando la condición de nuestra identidad consciente.

Creemos erróneamente que el cuerpo es el único culpable de nuestro "pecado", lo que nos ha llevado a castigarle cada vez que nos hace sentir y recordar nuestra culpa.

Para el ego, el cuerpo es el que nos lleva a pecar. Pero esto es un error, pues el cuerpo responde a las instrucciones de la mente. Hemos llegado a creer, inspirado por el resentimiento, que, si nuestro cuerpo nos escandaliza, hay que castigarle para redimir ese pecado.

Es necesario liberarse de ese pensamiento erróneo e ilusorio, pues es la única manera de que realmente seamos sensibles al plan de salvación que Dios pone a nuestra disposición: amar y perdonar. Cuando entregamos al Espíritu Santo nuestros errores y pedimos la Expiación, estamos en condiciones de oír la Voz de Aquel que habla en Nombre del Padre.

Ejemplo-Guía: ¿Qué es la salvación?

En la anterior lección tuve ocasión de introducir una afirmación que he de recuperar en este momento, pues nos ayudará a introducir el trabajo práctico del ejemplo guía que hemos seleccionado.

"Siempre vemos a los demás como nosotros creemos que son, pero nunca como son en realidad". La razón de esto, nos lo ha enseñado la presente lección, es la identificación que hacemos con el cuerpo, lo que nos lleva a creer que ese “ropaje” es nuestra verdadera realidad.

Si cada vez que miramos a uno de nuestros hermanos, lo que vemos es su cuerpo material y nuestra mente lo juzga por lo que percibe a través de ese envoltorio, lo que estamos haciendo es establecer la creencia de que nuestra comunicación con él es posible, tan sólo, a ese nivel. ¿Esto qué quiere decir? En primer lugar, que estamos dando credibilidad a un vehículo que nos lleva a percibir la separación. Como consecuencia de esa percepción, despertamos pensamientos de ataque, argumentando que la mejor defensa para salvaguardar nuestra integridad es un buen ataque. Ese ataque es la consecuencia de nuestros miedos, y es el origen que ocasiona que recibamos aquello que hemos dado. Si atacamos, seremos atacados. ¿Os suena? Recuerda esta dinámica de la Ley de Causa y Efecto.

Hoy no vamos a centrarnos en descubrir a las personas o a las circunstancias a las que les hemos otorgado el poder de erigirse como los dueños de nuestra salvación. Hoy no buscaremos en sus ropajes físicos. Eso ya lo hicimos en el ejercicio de la lección de ayer. Ya le has puesto nombre y apellidos al "causante" de tu infelicidad. Fíjate bien, que esta identificación nominal ha sido posible porque ves a esa persona o circunstancias con su ropaje físico.

No, hoy vamos a ir un paso más allá. Buscaremos la verdad, es decir, buscaremos dónde se encuentra la salvación. Pero para poder encontrar la salvación, al igual que ocurre con cualquier otra cosa que busquemos, debemos saber qué es lo que buscamos. Lo que nos lleva a cuestionarnos: ¿qué es la salvación?

Ya lo sabes. ¿Lo has buscado en algún texto sagrado? ¿Lo has buscado en algún diccionario? Tal vez, ¿te lo ha dicho algún gurú, algún maestro, algún guía?
Permíteme que reconozca que la respuesta a esta pregunta, si nos llega a nivel exterior, como una idea, como una creencia, no será la respuesta adecuada. Será adecuada en ese nivel, pero ese nivel, ya lo hemos visto, es el nivel del ego.

¿Entonces dónde debemos buscar? Ya nos lo dice la lección: busquemos la respuesta preguntándole a Dios, o lo que es lo mismo, pregúntatelo a ti mismo, a nivel interno, pues "Dios es Yo, y Yo soy Dios, cuando ceso de ser yo".

¿Y cómo sabré reconocer que me ha contestado? Sencillamente, no lo sabrás, salvo que lo experimentes por ti mismo. Dios no es una teoría, una filosofía, un conocimiento. Dios Es. Hay que vivirlo. Es un hecho.

Reflexión: Mi creencia en lo que soy me salvará o me condenará. ¿Qué soy?

Capítulo 19. II. El pecado en contraposición al error (1ª parte).

II. El pecado en contraposición al error (1ª parte).

1. Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. 2Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. 3Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. 4La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. 5Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. 6El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

Preparémonos para recibir un regalo de Jesús que nos alegrará la existencia. Este regalo es la Luz que nos permitirá entender, por un lado, las razones por las que el sistema de pensamiento del ego es tan poderoso y se encuentra tan arraigado en nuestra actual conciencia, y por otro, nos ofrece la visión correcta que nos permitirá sustituir el demente sistema de pensamiento del ego por la Verdad.

Toda la información recogida en este apartado trata sobre la causa que ha dado origen a la perdición del Hijo de Dios, llevándole a sustituir el amor por el miedo. Todos los argumentos que utiliza Jesús tienen como objetivo iluminar nuestra mente con la verdad. ¿Qué verdad? La única que nos abre las puertas del Cielo; la única que nos revela nuestra verdadera identidad; la única verdad que nos hace libres; la única verdad que nos despierta del sueño en el que se encuentra nuestra conciencia.

El empleo de la voluntad del Hijo de Dios le ha llevado a dirigir su mirada en una dirección diferente a la elegida por Dios. Si Dios ha creado desde la Unidad, Su Hijo ha creado desde la separación, es decir, en su visión creadora se ha separado de la Fuente de la que ha emanado y este acto ha sido interpretado como una transgresión de las Leyes de Dios, como un pecado, pues de este modo aniquila a su creador y se erige como el autor de su realidad.


Esta visión, esta interpretación, adquiere un especial significado en la conciencia del Hijo de Dios. Cree poder aniquilar a Su Hacedor y cree que ese acto le permite erigirse como su propio creador. La visión del mundo que ha fabricado adquiere una identidad propia, cuya principal característica radica en que se encuentra separada de cualquier otra identidad. Es distinta y especial a lo conocido anteriormente y su percepción la lleva a concebirse como la única realidad posible.

Jesús, calma nuestra ansiedad en este punto, diciéndonos que lo que hemos llamado "pecado" no es más que un error fruto del desconocimiento de lo que somos. Lo que Dios ha creado es inalterable y perfecto. Si bien Su Hijo, dotado de sus mismos poderes creadores, puede equivocarse, ello no significa que tenga el poder de autodestruirse, el poder de poner fin a la verdad utilizando pensamientos irreales e ilusorios cuya realidad fabricada está sujeta a las leyes de la temporalidad.

2. El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. 2Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. 3El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. 4Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. 5De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. 6El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. 7Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.

Continúa Jesús advirtiéndonos que lo que llamamos pecado no es un error. No debemos subestimar el poder del significado que le hemos otorgado a la creencia en el pecado. Si lo hacemos, estaremos reconociendo que el cuerpo es real y que el espíritu es irreal; que el cuerpo es nuestra verdadera identidad y que el ser espiritual es una ilusión. 

El ego no puede aceptar la idea de que su causa sea un error, pues de serlo, podríamos corregir dicho error, lo que supondría el reconocimiento de que el ego es una identidad pasajera y falsa con la que nos hemos identificado erróneamente. En cambio, si la causa es la verdad, es decir, si somos hijos del pecado, entonces el sistema de pensamiento del ego se garantiza la fidelidad a su realidad, lo que le ha llevado a fabricar un mundo donde idolatran al dios del pecado y del sufrimiento.

miércoles, 12 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 71

LECCIÓN 71

Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito.

1. Tal vez aún no te hayas percatado de que el ego ha urdido un plan para la salvación que se opone al de Dios. 2Ese es el plan en el que crees. 3Dado que es lo opuesto al de Dios; crees también que aceptar el plan de Dios en lugar del ego es condenarte. 4Esto, desde luego, parece absurdo. 5Sin embargo, una vez que hayamos examinado en qué consiste el plan del ego, quizá te des cuenta de que, por muy absurdo que parezca, es ciertamente lo que crees.

2. El plan del ego para la salvación se basa en abrigar resentimien­tos. 2Mantiene que, si tal persona actuara o hablara de otra manera, o si tal o cual acontecimiento o circunstancia externa cambiase, tú te salvarías. 3De este modo, la fuente de la salvación se percibe constantemente como algo externo a ti. 4Cada resenti­miento que abrigas es una declaración y una aseveración en la que crees, que reza así: "Si esto fuese diferente, yo me salvaría" 5El cambio de mentalidad necesario para la salvación, por lo tanto, se lo exiges a todo el mundo y a todas las cosas excepto a ti mismo.

3. El papel de tu mente en este plan consiste, pues, en determinar qué es lo que tiene que cambiar -a excepción de ella misma­- para que tú te puedas salvar. 2De acuerdo con este plan demente, cualquier cosa que se perciba como una fuente de salvación es aceptable, siempre y cuando no sea eficaz. 3Esto garantiza que la infructuosa búsqueda continúe, pues se mantiene viva la ilusión de que, si bien esta posibilidad siempre ha fallado, aún hay motivo para pensar que podemos hallar lo que buscamos en otra parte y en otras cosas. 4Puede que otra persona nos resulte mejor; otra situación tal vez nos brinde el éxito.

4. Tal es el plan del ego para tu salvación. 2Seguramente habrás notado que está completamente de acuerdo con la doctrina básica del ego que reza: "Busca, pero no halles". 3Pues, ¿qué mejor garantía puede haber de que no hallarás la salvación que canali­zar todos tus esfuerzos buscándola donde no está?

5. El plan de Dios para la salvación es eficaz sencillamente porque bajo Su dirección, buscas la salvación allí donde ésta se encuentra. 2Pero si has de tener éxito, como Dios promete que lo has de tener, tienes que estar dispuesto a buscarla sólo allí. 3De lo contrario, tu propósito estará dividido e intentarás seguir dos planes de salva­ción que son diametralmente opuestos en todo. 4El resultado no podrá ser otro que confusión, infelicidad, así como una profunda sensación de fracaso y desesperación.

6. ¿Cómo puedes librarte de todo esto? 2Muy fácilmente. 3La idea de hoy es la respuesta. 4Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito. 5En esto no puede haber realmente ningún conflicto porque no existe ninguna alternativa al plan de Dios que te pueda salvar. 6El Suyo es el único plan cuyo desenlace es indudable. 7El Suyo es el único plan que tendrá éxito.

7. Que nuestra práctica de hoy consista en reconocer esta certeza. 2Y regocijémonos de que haya una respuesta para lo que parece ser un conflicto sin solución. 3Para Dios todo es posible. 4Alcanza­rás la salvación por razón de Su plan, el cual no puede fallar.

8. Comienza hoy tus dos sesiones de práctica más largas pen­sando en la idea de hoy y observando que consta de dos partes, las cuales contribuyen en igual medida al todo. 2El plan de Dios para tu salvación tendrá éxito, pero otros planes no. 3No permitas que la segunda parte te cause depresión o enfado, pues esa parte es inherente a la primera. 4Y la primera te releva totalmente de todos tus intentos descabellados y de todos tus planes dementes para liberarte a ti mismo. 5Todos ellos te han llevado a la depre­sión y a la ira, pero el plan de Dios triunfará. 6Su plan te condu­cirá a la liberación y a la dicha.
9. Teniendo esto presente, dediquemos el resto de las sesiones de práctica más largas a pedirle a Dios que nos revele Su plan. 2Pre­guntémosle muy concretamente:

3¿Qué quieres que haga?
4¿Adónde quieres que vaya?
5¿Qué quieres que diga y a quién?

6Deja que Él se haga cargo del resto de la sesión de práctica y que te indique qué es lo que tienes que hacer en Su plan para tu salvación. 7Él responderá en la misma medida en que tú estés dispuesto a oír Su Voz. 8No te niegues a oírla. 9El solo hecho de que estés llevando a cabo los ejercicios demuestra que en cierto modo estás dispuesto a escuchar. 10Esto es suficiente para que seas acreedor a Su respuesta.

10. Durante las sesiones de práctica cortas repite con frecuencia que el plan de Dios para tu salvación, y solamente el Suyo, tendrá éxito. 2Mantente alerta hoy para no caer en la tentación de abri­gar resentimientos, y responde a esas tentaciones con esta varia­ción de la idea de hoy:

3Abrigar resentimientos es lo opuesto al plan de Dios para la salvación.
4Y únicamente Su plan tendrá éxito.

5Trata de recordar la idea de hoy unas seis o siete veces por hora. 6No puede haber mejor manera de pasar medio minuto, o menos, que recordando la Fuente de tu salvación y viéndola allí donde se encuentra.


¿Qué me enseña esta lección?

El Plan de Dios para nuestra salvación está basado en el Amor.

Se trata de un estado de Ser, no de una emoción, ni de un sentimiento.

Cuando actuamos desde el ego, llegamos a percibir emociones y sentimientos que nos acercan a la vibración del amor, pero en la medida en que amamos lo externo, entendiendo que nos encontramos separados de él, nuestro sentimiento no alcanza el potencial suficiente para permitirnos alcanzar el éxito: Ser Uno.

Ese amor egoico es posesivo y está bajo la influencia del miedo. Verdaderamente, aunque le llamamos amor, no lo es.

En efecto, el miedo original surge de la percepción mental que nos lleva a sentirnos individuales y separados de nuestro creador y de lo creado.

El Amor incondicional es el camino de la salvación, en la medida en que está libre de miedo, de culpa y de resentimiento.

Hacer la Voluntad del Padre, es alcanzar ese estado Pleno del Ser. Amar a nuestros hermanos es practicar la salvación.


Ejemplo-Guía: ¿Quién nos niega la salvación? ¿Quién nos niega la felicidad?

En la lección de ayer, veíamos como nada externo a nosotros puede salvarnos, ni nada externo a nosotros puede brindarnos paz. Veíamos, igualmente, que nada externo a nosotros nos puede hacer daño, perturbar nuestra paz o disgustarnos en modo alguno. Entonces, ¿por qué nos lamentamos de que sean los demás los que nos privan de la felicidad? ¿por qué queremos cambiar al mundo para que éste nos sonría?

Verdaderamente, ¿quién crees tú que te niega la salvación, la libertad, la felicidad?


Si contestamos desde la visión del ego, tal vez pienses que la culpa es de tus padres, de la educación, del entorno social, de tus vecinos, de tus familiares, de tus antepasados, de tu profesor de primaria, de tu pareja, de tu jefe, del amigo que te traicionó, de la mala suerte, del gobierno, de Dios.

Claro, esa visión te llevará a querer cambiar los factores externos que has identificado como los agentes culpables de tu desdicha. En la medida que esa creencia tome fuerza en tu interior, decidirás militar en grupos radicales, o bien, ser un denunciante anónimo que, sintiéndose víctima de las circunstancias, se conforma con expresar su infelicidad, a través de la ira, del rencor, del resentimiento, del ataque, del sufrimiento, de la enfermedad.

Por lo tanto, antes de aspirar a la salvación es muy importante identificar los obstáculos que nuestra mente fabrica y a los que da forma en el mundo de la percepción.

Hoy os invito a realizar un ejercicio mental que os permita llevar a cabo dicha identificación. El procedimiento inicial ha de favorecer un estado mental de quietud, para lo cual debemos buscar un momento propicio en el podamos gozar de unos minutos de meditación, de encuentro con uno mismo.

Cierra tus ojos y deja fluir tus pensamientos sin aferrarte a ellos. Concéntrate en el ritmo respiratorio y relaja todo tu cuerpo. Cuando hayas alcanzado un nivel de relajación, dale la instrucción a tu mente para que busque en tu interior, a aquellas personas y circunstancias que te impiden ser feliz, que te impiden actuar sin libertad, que te impiden sentirte a salvo.

Muchas de esas imágenes te llevarán a situaciones pasadas. En ellos, te encontrarás cara a cara con tus resentimientos. Otras imágenes, parecerán hablarte del futuro, de las inquietudes, de las expectativas no resueltas. Tan solo es una ilusión basada en lo temporal. En verdad, el origen de esa visión se encuentra en el recuerdo de situaciones pasadas que nos llevan a sentir un permanente temor ante la posibilidad de que se repitan en el futuro.

Cuando hayas terminado esa identificación, concéntrate un instante y pregúntate: ¿dónde se encuentran las causas que nos llevan a sentirnos víctimas del mundo exterior? Ahora estás frente a ellas. Están en tu mente, pues la sola imagen de la persona o el hecho circunstancial que percibes, tan solo tiene vida si tú lo revives en tu mente. Te darás cuenta, igualmente, de que siempre vemos a los demás como nosotros creemos que son, pero nunca como son en realidad.

Entonces, si lo que has considerado "enemigo", no se encuentra fuera, sino dentro de ti, en tu mente, ¿dónde se encuentra el correctivo?  Igualmente, en tu mente. Ello nos invita a elegir de nuevo, y digo de nuevo, pues ya habíamos elegido ver desde la opción de la dualidad, desde la opción de la separación, o lo que es lo mismo, ver desde el miedo.

Ahora, tenemos la opción de ver de otra manera. Elegimos servir al Plan de Salvación que nuestro Padre ha dispuesto para nosotros. Tenemos la certeza de que ese Plan es el único que tendrá éxito, pues ese Plan nos lleva a realizar nuestra única y verdadera función en este mundo: perdonar y amar.


Reflexión: ¿Qué plan de salvación sigues? ¿Te ha llevado alguna vez a ser feliz? ¿Por qué?