viernes, 18 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (4ª parte).

 III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (4ª parte).

10.  Decide como yo que decidí morar contigo. 2Mi voluntad dis­pone lo mismo que la de mi Padre, pues sé que Su Voluntad no varía y que se encuentra eternamente en paz consigo misma. 3Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. 4No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. 5Yo amo lo que mi Padre ama tal como Él lo hace, y no puedo aceptar que sea lo que no es, 6de la misma manera en que Él tampoco puede hacerlo. 7Cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y que eres incapaz de aceptar nada para ti. 8Y habiendo recibido, darás gustosamente. 9El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar.

Sí, ya lo hemos visto en el análisis de otros apartados. Lo importante es ser conscientes de nuestras decisiones, de nuestras elecciones, pues nuestra elección, nos revelará a qué identidad estamos sirviendo, es decir, nos hablará de nuestra manera de ver la vida, de nuestras creencias.

Jesús, lo tiene claro. Nada que no sea alinear nuestra voluntad a la de nuestro Padre podrá jamás satisfacernos, aportarnos paz.

Nos dice, El Maestro, algo que me ha llegado al corazón: "cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres...". Sí, ese mensaje es clave, pues nos señala dónde se encuentra exactamente escondido nuestro tesoro. Se trata de aceptar lo que somos. Ni más, ni menos. Si lo ves, dejarás de dudar y caminarás de la mano con Jesús. Si no lo ves, elegirás servir a tu falso anfitrión, el ego.

11. Si estás completamente dispuesto a dejar que la salvación se lleve a cabo de acuerdo con el plan de Dios y te niegas a tratar de obtener la paz por tu cuenta, alcanzarás la salvación. 2Mas no pienses que puedes sustituir tu plan por el Suyo. 3En vez de eso, únete a mí en el Suyo para que juntos podamos liberar a todos aquellos que prefieren permanecer cautivos, y proclamar que el Hijo de Dios es Su anfitrión. 4Así pues, no dejaremos que nadie se olvide de lo que tú quieres recordar, 5de este modo, lo recorda­rás.

El ego, también tiene su propio plan de salvación, pero este plan, está llamado al fracaso, pues se olvida de lo esencial. Se olvida que no puede salvarse sólo. El objetivo de la salvación debe responder a la causa que lo ha hecho necesaria, es decir, debe corregir el error principal por el cual creemos que debemos salvarnos.

Para el ego, ese error no es corregir la falsa creencia en la separación, por lo que su plan de salvación, al no contemplar un camino compartido, lo que hace es llevarle a utilizar la debilidad y la pequeñez de los demás para su propio provecho. El plan de salvación del ego está amparado en el miedo.

Dejemos el plan de salvación en manos de Dios y de Su Anfitrión y pongamos nuestra voluntad a su servicio. Lo que sin duda no podemos obviar es buscar la salvación sin la participación de nuestros hermanos.

12. Evoca en todos únicamente el recuerdo de Dios y el del Cielo que mora en ellos. 2Allí donde desees que tu hermano esté, allí creerás estar tú. 3No respondas a su petición de pequeñez y de infierno, sino sólo a su llamamiento a la grandeza y al Cielo. 4No te olvides de que su llamamiento es el tuyo y contéstale junto conmigo. 5El poder de Dios está a favor de Su anfitrión eterna­mente, pues su único cometido es proteger la paz en la que Él mora. 6No deposites la ofrenda de la pequeñez ante Su santo altar, el cual se eleva más allá de las estrellas hasta el mismo Cielo por razón de lo que le es dado. 

Si nuestra mente rinde culto al sistema de pensamiento del ego, veremos a nuestros hermanos separados de nosotros mismos, lo que nos llevará a percibir la relación ellos, como una experiencia donde el miedo mermará cualquier posibilidad de paz y amor. Lo percibiremos como nuestros enemigos, pues ante el temor de que nos ataquen y nos quiten lo que poseemos, decidiremos atacar primero. De este modo, el conflicto está asegurado.

La ofrenda de pequeñez que compartamos con los demás, será correspondida con esa misma carencia y pequeñez.

Tan sólo el Amor puede poner fin a esa absurda relación. Tan sólo el perdón puede sanar las heridas causadas por los enfrentamientos causados en la experiencia de relación, la cual, nada más lejos de ser interpretada como una oportunidad de salvación, sino que es juzgada como una experiencia de maldición y condenación. 

jueves, 17 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. 2Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. 3Dar el don de Dios está más allá de tu peque­ñez, pero no más allá de ti. 4Pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. 5Él se extiende Sí Mismo desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. 6Él se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. 7No obstante, Él te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión.         

Siempre se ha dicho que la Navidad tiene la magia de despertar lo mejor de cada persona. En esa temporada, decidimos acercarnos a nuestros seres queridos y compartir con ellos, mensajes de paz y amor. Tal vez, nuestro corazón nos lleve a tener gestos que, durante el resto del año, no tenemos, pero lo más importante, es que, en esas fechas, nos sentimos más cerca de la luz que de la oscuridad.

Jesús, nos invita a unirnos a Él y celebrar el nacimiento de la santidad. Unirse a Él, adquiere ese significado mencionado más arriba, esto es, olvidar las diferencias que hemos interpuesto con los demás y dar testimonio del amor en nuestros pensamientos y acciones.

La Navidad, se convertirá en el modelo de vida que debemos seguir cada día de nuestra existencia. No podemos simular que somos hombres de paz, cuando al día siguiente, despojados del disfraz de hombre bueno, nos condenamos y condenamos a los demás. La Navidad, debe formar parte de nuestra mente de forma permanente, de modo que, cada presente, sea una demostración de amor y paz.

8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deam­bular en vano? 2Despertar a la gloria no es un sacrificio. 3Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. 4Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. 5Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. 6El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios. 7Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las peque­ñas ofrendas que haces, se desvanecen en la nada.

El mundo del ego es sinónimo de sacrificio y dolor. ¿Acaso la semilla del miedo puede dar frutos de paz y gloria? ¿Acaso la semilla de la escasez, de la carencia, de la necesidad, de la pequeñez, puede dar frutos de abundancia, de grandeza?

El ego cree conocer el Amor, pero en verdad, le tiene miedo. ¿Por qué? Pues porque si el ego creyese en el Amor, no existiría. Su identidad está basada en la creencia en la separación. ¿Acaso el Amor, puede dar como frutos el ataque y la discordia?

9. Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? 2Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tam­poco lo hice. 3Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. 4Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que man­tiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpabilidad y la debili­dad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. 5Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. 6No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz. 7Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. 8Y tú eres de tu Padre. 9Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez.

Glorioso, el mensaje que nos ofrece Jesús en este punto. Nuestro hermano mayor, nos recuerda lo que representa en nuestras vidas. Se presenta como el estado de consciencia que debemos adquirir para dar testimonio del Amor, de la Grandeza y no de la pequeñez y del miedo. Su Voluntad es enseñarnos a reconocer lo que realmente somos, y cuando lo hagamos, caminaremos junto a Él, dando testimonio de la Grandeza de Dios y anunciando al mundo el final de la pequeñez.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (2ª parte).

 III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (2ª parte).

4. No hay duda acerca de cuál es tu función, pues el Espíritu Santo sabe cuál es. 2No hay duda acerca de la grandeza de esa función, pues te llega a través de Él desde la Grandeza. 3No tienes que esforzarte por alcanzarla, puesto que ya dispones de ella. 4Mas debes canalizar todos tus esfuerzos contra la pequeñez, pues para proteger tu grandeza en este mundo es preciso mantenerse alerta. 5Mantenerse continuamente consciente de la propia gran­deza en un mundo en el que reina la pequeñez es una tarea que los que se menosprecian a sí mismos no pueden llevar a cabo. 6Sin embargo, se te pide que lo hagas como tributo a tu grandeza y no a tu pequeñez. 7No se te pide que lo hagas solo. 8El poder de Dios respaldará cada esfuerzo que hagas en nombre de Su amado Hijo. 9Ve en pos de la pequeñez, y te estarás negando a ti mismo Su poder. 10Dios no está dispuesto a que Su Hijo se sienta satisfecho con nada que no sea la totalidad. 11Pues Él no se siente satisfecho sin Su Hijo y Su Hijo no puede sentirse satisfecho con menos de lo que Su Padre le dio.

Estamos habituados a pensar desde la pequeñez, porque nos creemos insignificantes, porque creemos haber perdido nuestra conexión con la grandeza de Dios. Creemos en lo pequeño, buscamos lo pequeño y encontramos lo insignificante, lo que nos ofrece un triste y efímero reflejo de lo que es la verdadera paz.

Experimentar el instante santo, abre nuestra mente a la grandeza del Espíritu, pues es la manera de reconocer lo que realmente somos. Ese instante será santo y lo reconoceremos porque vendrá acompañado del regalo de la paz. Bajo ese pensamiento, nuestros ojos se abrirán y nuestros oídos dejarán de oír los viejos rumores de la pequeñez.

5. Anteriormente te pregunté: "¿Qué prefieres ser, rehén del ego o anfitrión de Dios?" 2Deja que el Espíritu Santo te haga esa pre­gunta cada vez que tengas que tomar una decisión. 3Pues cada decisión que tomas la contesta, y, por lo tanto, le abre las puertas a la tristeza o a la dicha. 4Cuando Dios se dio a Sí Mismo a ti en tu creación, te estableció como Su anfitrión para siempre. 5Él no te ha abandonado, ni tú lo has abandonado a Él. 6Todos tus intentos de negar Su grandeza, y de hacer de Su Hijo un rehén del ego, no pueden empequeñecer a aquel a quien Dios ha unido a Sí Mismo. 7Cada decisión que tomas es o bien en favor del Cielo o bien en favor del infierno, y te brinda la conciencia de la alternativa que hayas elegido.

"Éste es un curso de entrenamiento mental. 2Todo aprendizaje requiere atención y estudio en algún nivel. (T.1.VII.4:2)"

He extraído este párrafo recogido en el Capítulo 1 del Texto de Un Curso de Milagros, para recordar la importancia que tiene el entrenamiento mental. El simple hecho de que leamos la enseñanza aportada por el Curso, ni tan siquiera su comprensión, nos llevará a cambiar, de la noche a la mañana, nuestras respuestas adquiridas, tras rendirle culto al sistema de pensamiento del ego, el cual, se encuentra muy arraigado en nuestras creencias.

Este no es un mensaje desmoralizador, todo lo contrario. Conocer es poder, y si somos conscientes del hecho de que se requiere entrenamiento paciente y continuo para ir cambiando nuestra manera de ver las cosas, utilizaremos la ilusión del tiempo en su función principal, permitirnos aprender a elegir.

Al final, la enseñanza nos lleva a ese punto, a ese momento estelar, en el que debemos ser conscientes de nuestras elecciones: seguir sirviendo al ego, o, por el contrario, poner nuestra mente al servicio del Espíritu Santo. Por esta razón, este punto, nos invita a dar respuesta a la cuestión principal: ¿qué prefieres ser, rehén del ego o anfitrión de Dios?

No tendrás que hacer largos viajes para encontrar el escenario y el momento adecuado para dar respuesta a esa decisión. Cada instante, cada presente, te ofrece una nueva oportunidad para decidir qué elegir. Es la magia que acompaña el milagro de cada presente. El milagro no se produce en el pasado, ni tendrás que esperarlo en el futuro, siempre se producirá en el presente, y cuando no se produce, es porque hemos elegido al guía incorrecto. 

6. El Espíritu Santo puede mantener tu grandeza en tu mente a salvo de toda pequeñez, con perfecta claridad y seguridad, y sin dejar que se vea afectada por los miserables regalos que el mundo de la pequeñez desea ofrecerte. 2Pero para que el Espíritu Santo pueda hacer esto, no debes oponerte a lo que Él dispone para ti. 3Decídete en favor de Dios por medio de Él. 4Pues la pequeñez y la creencia de que ésta te puede satisfacer, son decisiones que tomas con respecto a ti mismo. 5El poder y la gloria que hay en ti procedentes de Dios son para todos los que, como tú, se conside­ran indignos y creen que la pequeñez puede expandirse hasta convertirse en una sensación de grandeza que los pueda satisfa­cer. 6No des ni aceptes pequeñez. 7El anfitrión de Dios es digno de todo honor. 8Tu pequeñez te engaña, pero tu grandeza emana de Aquel que mora en ti, y en Quien tú moras. 9En el Nombre de Cristo, el eterno Anfitrión de Su Padre, no toques a nadie con la idea de la pequeñez.

Si la visión de tu identidad es el ego, tu mente rendirá culto a la escasez y a la pequeñez, pues tus creencias estarán basadas en la ilusión de la separación de los cuerpos. Darás, inevitablemente, aquello que tienes, aquello que crees ser y ello te llevará a compartir con el mundo que te rodea, la escasez y la pequeñez.

Te crees pequeño, pero tienes deseos de grandeza y esta contradicción, cuando es proyectada sobre aquello que percibes, sobre los demás, te llevará a odiar y a condenar todo lo que percibes como pequeñez, lo que te llevará a atacar a todo aquel que de muestra de esa escasez. Utilizarás al otro para robarle lo que posee y así, de este modo, intentar poner a tu pequeñez. Pero no lograrás, pues por mucho que atesores en el mundo temporal, tu pequeñez, al encontrarse en tus creencias, te acompañará hasta que decidas dejar de rendirle culto.

Recordar lo que realmente eres, te permitirá reconocer la Grandeza de Dios en ti, y ello, te llevará a compartir, a expandir esa grandeza, a los demás. 

martes, 15 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (1ª parte).

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (1ª parte).

1. No te contentes con la pequeñez. 2Pero asegúrate de que entien­des lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella. 3La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo. 4La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. 5En este mundo no hay nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte. 6Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. 7La peque­ñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. 8Y siempre elegirás una a expensas de la otra.

El término pequeñez es una cualidad de pequeño, y su significado, hace referencia a los siguientes conceptos: el menor; joven; insignificante.

Utilizando estas ideas, cuando este punto nos invita a que no nos contentemos con la pequeñez, lo que realmente nos está diciendo, es que no nos contentemos con lo insignificantes, pues jamás podríamos sentirnos satisfechos con dicha razón.

Interpreto, que lo insignificante, es el sistema de pensamiento del ego y la identidad adquirida por él, pues, el cuerpo, bajo las leyes de la temporalidad, está llamado a la muerte, mientras, que la grandeza, procede del Espíritu, pues es la herencia de Dios, El Cual, es Eterno.

Este mundo, es el resultado de elegir mentalmente la pequeñez. Es un mundo donde rige la falta de libertad y la presencia de las limitaciones. Buscar la paz en este mundo, nos empequeñece, pues nada en él, nos puede ofrecer esa paz eterna.

2. Sin embargo, de lo que no te das cuenta cada vez que eliges, es de que tu elección es tu evaluación de ti mismo. 2Opta por la pequeñez y no tendrás paz, pues habrás juzgado que eres indigno de ella. 3cualquier cosa que ofrezcas como substituto será un regalo de tan poco valor que te dejará insatisfecho. 4Es esencial que aceptes el hecho -y que lo aceptes gustosamente- de que ninguna clase de pequeñez podrá jamás satisfacerte. 5Eres libre de probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu retorno al hogar. 6Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho.

Vemos el mundo, bajo el filtro de nuestras creencias. Si nuestra mente nos muestra un mundo separado de nosotros mismos, es decir, si al mirar al otro no vemos a nuestro hermano, sino a un potencial enemigo, la paz que añoramos será efímera. Si no hay paz en nuestra mente, no la veremos fuera.

3. Tienes una gran responsabilidad para contigo mismo, y es una responsabilidad que tienes que aprender a recordar en todo momento. 2Al principio, la lección tal vez te parezca difícil, pero aprenderás a amarla cuando te des cuenta de que es verdad y de que no es más que un tributo a tu poder. 3Tú que has encontrado la pequeñez que buscabas, recuerda esto: cada decisión que tomas procede de lo que crees ser, y representa el valor que te atribuyes a ti mismo. 4Si crees que lo que no tiene valor puede satisfacerte, no podrás sentirte satisfecho, pues te habrás limitado a ti mismo. 5Tu función no es insignificante, y sólo podrás escaparte de la pequeñez hallando tu función y desempeñándola.

La lección más importante que debemos reconocer de este punto, es que, cada decisión que tomamos procede de lo que creemos ser y representa el valor que nos atribuimos a nosotros mismos.

Si nuestros pensamientos expresan pequeñez, es porque nos estamos identificando con nuestra falsa identidad, con el ego, y por tal razón, aquello que percibimos estará impregnado de ese mismo pensamiento.

Reconocer nuestra verdadera identidad, hará que nuestra mente expanda pensamientos de grandeza, esto es, pensamientos de amor, de igualdad. 

lunes, 14 de octubre de 2024

Capítulo 15. II. El final de las dudas (2ª parte).

  II. El final de las dudas (2ª parte).

4. No te das cuenta de cuán desacertadamente has utilizado a tus hermanos al considerarlos fuentes de apoyo para el ego. 2En tu percepción, por lo tanto, ellos dan testimonio del ego, y parecen darte motivos para que no lo abandones. 3Tus hermanos, no obs­tante, son testigos mucho más poderosos y mucho más convin­centes en favor del Espíritu Santo, 4Cuya fortaleza respaldan. 5Eres tú, por lo tanto, quien determina el que ellos apoyen al ego o al Espíritu Santo en ti. 6Y reconocerás cuál de ellos has elegido por sus reacciones. 7Siempre se puede reconocer a un Hijo de Dios que ha sido liberado a través del Espíritu Santo en un hermano. 8No puede ser negado. 9Si todavía tienes dudas, es tan sólo porque no has otorgado completa liberación. 10debido a ello todavía no le has dado al Espíritu Santo un solo instante completamente. 11Pues cuando lo hayas hecho no te cabrá la menor duda de que lo has hecho. 12Estarás seguro porque Su testigo hablará tan claramente en favor de Él, que oirás y entenderás: 13Seguirás dudando hasta que oigas un testigo al que hayas liberado completamente a través del Espíritu Santo. 14entonces ya no dudarás más.

La duda es, sin duda, una de las características propias del sistema de pensamiento del ego. Comprenderemos la razón de que esto sea así, si analizamos la falta de luz en el pensamiento del miedo. En la oscuridad, la percepción verdadera da lugar a la ilusión, y confundimos las sombras con la realidad y la certeza con la duda.

¿Tenemos dudas de lo que realmente somos? Ciertamente, sí. Mi argumento de esta afirmación no es otro que este: "si no tuviésemos dudas de lo que somos, sabríamos lo que somos y daríamos testimonio de ello a través del amor". A pesar de ser estudiante de Un Curso de Milagros, a pesar de entender su enseñanza, a pesar de creer que no somos un cuerpo, sino que nuestra verdadera identidad es espiritual, a pesar de no creer en la muerte, reconozco que en mí existe la duda, pues de lo contrario, al mirar fuera de mí y ver a mis hermanos, no lo juzgaría, no lo condenaría.

Cuando esto no ocurra, cuando veamos a nuestros hermanos, como lo que son, hermanos en la Filiación, entonces, dejaremos de tener dudas y, ese será el instante santo en el que recibiremos la Expiación.

5. Aún no has tenido la experiencia del instante santo. 2Pero la tendrás y la reconocerás con absoluta certeza. 3Ningún regalo de Dios se reconoce de otra manera. 4Puedes practicar el mecanismo del instante santo y aprender mucho de ello. 5Mas no puedes suplir su deslumbrante y reluciente fulgor, que literalmente te cegará sólo con que lo veas, impidiéndote ver este mundo. 6todo ello se encuentra aquí, en este mismo instante, completo, consumado y plenamente otorgado.

Este punto nos aporta la información necesaria, para que nos contestemos a la pregunta: ¿he experimentado el instante santo? Si lo has hecho, lo sabrás, pues ninguna experiencia que hayas tenido antes en el mundo de la percepción temporal, se le puede comparar, pues el mundo de la percepción del ego se caracteriza por la ausencia de luz, y el instante santo, nos deslumbrará.

El "instante santo" es como ese dial de nuestra radio que desconocíamos su existencia y por donde se emite, eternamente, la verdad de nuestro Creador. Durante toda nuestra vida hemos sintonizado otros diales y siempre nos has guiado el impulso de escuchar la música o las noticias, en virtud de nuestros intereses y de nuestro estado de ánimo. En el escenario del ego, este comportamiento es normal, pues su mundo indefinido e irreal, propicia la duda y la inseguridad.

Cuando se sintoniza el dial del "instante santo", recibiremos la Voz del que habla por Dios y ya no dudaremos más, ya no cambiaremos ese dial.

6. Empieza ahora a desempeñar el pequeño papel que te corres­ponde en el proceso de aislar el instante santo. 2Recibirás instrucciones muy precisas a medida que sigas adelante. 3Aprender a aislar este segundo y a experimentarlo como algo eterno es empe­zar a experimentarte a ti mismo como que no estás no separado. 4No tengas miedo de que no se te vaya a ayudar en esto. 5El Maes­tro de Dios y Su lección respaldarán tu fortaleza. 6Es sólo tu debi­lidad lo que se desprenderá de ti cuando comiences a practicar esto, pues al hacerlo experimentarás el poder de Dios en ti. 7Utilízalo aunque sólo sea por un instante, y nunca más lo negarás. a¿Quién puede negar la Presencia de aquello ante lo cual el uni­verso se inclina con júbilo, y agradecimiento? 9Ante el reconoci­miento del universo que da testimonio de Ella, tus dudas no pueden sino desaparecer.      

Al leer este punto, no he podido evitar recordar las experiencias vividas cuando se afronta el compromiso de llevar a la práctica un reto que exigirá de nosotros entrenamiento y disciplina, como, por ejemplo, ir al gimnasio para ejercitar nuestro cuerpo, o, llevar a cabo una dieta para liberar a nuestro organismo de impurezas y peso.

En ambos ejemplos, encuentro un punto en común. La actitud con la que emprendo la iniciativa, la motivación que me inspira a llevarlo a cabo, son estados que considero muy importante, pues, si lo hacemos con dudas, con inseguridades, no tardaremos en abandonarlos. 

Recibiremos información en el Gym y en el dietista, que nos ayudarán a realizar los ejercicios o la dieta adecuada para nuestra conseguir nuestro objetivo.

De igual modo, el Espíritu Santo, pondrá a nuestro alcance toda la ayuda que sea necesaria para que aprendamos a aislar ese segundo donde el tiempo se colapsará y donde experimentaremos la eternidad.

La motivación procede de la certeza de que aquello que estamos haciendo es lo correcto, es verdadero, es decir, de la fortaleza que nos otorga la creencia en lo que realmente somos.