viernes, 14 de junio de 2024

Capítulo 11. VIII. El problema y la respuesta (2ª parte)­.

 VIII. El problema y la respuesta­ (2ª parte). 

9. Pídele cualquier cosa al Hijo de Dios y su Padre te lo concederá, pues Cristo no se engaña con respecto a Su Padre, ni Su Padre se engaña con respecto a Cristo. 2No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida sanarás la tuya. 3Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su curación, así como la tuya. 4Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensa­miento de Su Padre, mediante el cual fue creado. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo. 6Y al enga­ñarte con respecto ti mismo te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible. 

La Visión Crística nos llevará a ver el mundo real y a reconocer en nuestros hermanos su verdadera identidad espiritual. Esa Visión de la verdad, es la evidencia de que nuestra consciencia ha despertado del sueño de la ilusión y nos hemos reconocidos como el soñador.

Aquello que recibamos de nuestro hermano, es lo que le hemos pedido. Si nos concede amor, es porque le hemos pedido amor. Si lo que nos concede es miedo, es porque le hemos pedido que nos enseñe lo que es el miedo y reconozcamos lo que estamos deseando conocer. 

10. En el mundo real no hay enfermedades, pues en él no hay sepa­ración ni división. 2En él sólo se reconocen los pensamientos amo­rosos, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la Ayuda de Dios va contigo a todas partes. 3A medida que, por el hecho de pedir esta Ayuda estés dispuesto aceptarla, la ofrecerás porque la desearás. 4Nada estará fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será negado. 5¿Qué problema puede haber que no desaparezca en presencia de la Respuesta de Dios? 6Pide, entonces, conocer la realidad de tu hermano porque eso es lo que percibirás en él, y en su belleza verás reflejada la tuya. 

El pacto de amor que nos une a la Filiación, hace posible que el miedo deje de ser el principal protagonista de nuestro sueño. Dejaremos de ver, en el rostro de nuestros hermanos, al causante de nuestros miedos. La percepción verdadera del mundo real irá acompañada del recuerdo de lo que somos, del recuerdo de ese pacto de amor, en el que nos prometimos unir nuestras mentes y fundirnos en la Fuente que nos ha creado: la Mente de Dios. 

11. No aceptes la percepción variable que tu hermano tiene de sí mismo, pues su mente dividida es la tuya, y no aceptarás tu pro­pia curación sin la suya. 2Compartís el mundo real de la misma manera en que compartís el Cielo, y la curación de tu hermano es tu curación. 3Amarte a ti mismo es curarte a ti mismo, y no pue­des percibir una parte de ti mismo como enferma y lograr tu objetivo. 4Hermano mío, sanamos juntos al vivir juntos y al amar juntos. 5No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues él es uno consigo mismo, y uno con su Padre. 6Ama a aquel a quien su Padre ama, y te darás cuenta del Amor que tu Padre te profesa.  12. Si percibes que un hermano te ha ofendido arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo el que te ofende y estás engañado con respecto a Él. 2Sana en Cristo y no te sientas ofendido por Él, pues la ofensa no tiene cabida en Él. 3Si lo que percibes te ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no condena. 4Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. 5Acepta Su poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña. 

Recordar el pacto de amor que nos une en la santa Filiación, ha de permitirnos ver a nuestros hermanos como la única vía que nos abrirá las puertas que nos conducirá a la salvación. Amar a nuestro hermano es amarse a uno mismo. No podemos dar lo que no tenemos. 

13. Los niños perciben fantasmas, monstruos y dragones espanto­sos y se aterran. 2Mas si preguntan a alguien en quien confían cuál es el significado de lo que perciben, y están dispuestos a abandonar sus propias interpretaciones en favor de la realidad, su miedo desaparece junto con ellas. 3Cuando se ayuda a un niño a que se dé cuenta de que lo que pensaba que era un fantasma es en realidad una cortina, el "monstruo" una sombra y el "dragón" un sueño, deja entonces de tener miedo y se ríe felizmente de su propio miedo.

 Los Maestros de Dios, lo son por su condición de ser conscientes que son los soñadores del sueño y por reconocer que la causa de sus miedos tan solo eran ilusiones. Un Maestro de Dios, es un Hijo de Dios, que ha recordado su verdadera condición divina, y, ello, lo capacita para ayudar al hermano a reconocer que aquello que le ha causado temor, son imágenes irreales que su mente ha fabricado. 

14. Hijo mío, tienes miedo de tus hermanos, de tu Padre y de ti mismo. 2Pero estás simplemente engañado con respecto a ellos y con respecto a ti mismo. 3Pregúntale al Maestro de la realidad lo que son ellos y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú también te reirás de tus miedos y los reemplazarás con la paz. 4Pues el miedo no se encuentra en la realidad, sino en las mentes de aquellos niños que no entienden la realidad. 5Es únicamente su falta de entendimiento lo que les asusta, y cuando aprenden a percibir correctamente dejan de tener miedo. 6Y así, cuando vuel­van a tener miedo preguntarán de nuevo cuál es la verdad. 7No es la realidad de tus hermanos, ni la de tu Padre ni la tuya lo que te asusta. 8No sabes lo que son y debido a ello los percibes a ellos y a ti mismo como fantasmas, monstruos y dragones. 9Pregúntale cuál es su realidad a Aquel que la conoce, y Él te dirá lo que ellos son. 10Pues tú no entiendes lo que ellos son, y, puesto que estás engañado con respecto a lo que ves, necesitas la realidad para poder desvanecer tus miedos. 

El ego, no reconocerá que aquello que causa sus miedos son ilusiones. Su sistema de pensamiento está basado, principalmente, en el significado de aquello que percibe, por lo que no admitirá que sus miedos le impiden ver el mundo real.

Debemos ver en las enseñanzas de este Curso, una herramienta que nos permitirá reconocer, que el sistema de pensamiento del ego, basado en el miedo, tan solo nos conduce a experimentar el sufrimiento, la infelicidad y el dolor.

Entender, nos invita a cambiar la manera de ver las cosas y, para ello, debemos dirigir nuestra mirada hacia el interior de nosotros mismos y preguntarnos: ¿a quién sirve nuestra mente?

Esa pregunta debemos dirigirla al Espíritu Santo, a la Mente Una, si realmente queremos recibir la respuesta verdadera. 

15. ¿No intercambiarías tus miedos por la verdad, teniendo en cuenta que puedes lograrlo sólo con pedirlo? 2Pues si Dios no está engañado con respecto a ti, únicamente tú puedes estar engañado con respecto a ti mismo. 3Puedes, no obstante, aprender del Espí­ritu Santo cuál es la verdad acerca de ti, y Él te enseñará que, al ser tú parte de Dios, el engaño no tiene cabida en ti. 4Cuando te perci­bas a ti mismo sin engaño alguno, aceptarás el mundo real en lugar del mundo falso que fabricaste. 5Y entonces tu Padre des­cenderá hasta ti y dará el último paso por ti, elevándote hasta Él. 

El engaño, al que se refiere este punto, es el que nos lleva a creer en la separación. Esa creencia es la que nos mantiene sirviendo al error, a la percepción del mundo irreal. La que nos lleva a ver al otro como nuestro peor enemigo, en vez de verlo como nuestro mejor aliado para lograr el fin que nos une, la salvación. 

jueves, 13 de junio de 2024

Capítulo 11. VIII. El problema y la respuesta (1ª parte)­.

 VIII. El problema y la respuesta­ (1ª parte). 

1. Este curso es muy simple. 2Quizá pienses que no necesitas un curso que, en última instancia, enseña que sólo la realidad es ver­dad. 3Pero ¿crees realmente esto? 4Cuando percibas el mundo real, reconocerás que no lo creías. 5Mas la rapidez con la que tu nueva y única percepción real se convertirá en conocimiento no te dejará más que un instante en el que darte cuenta de que sola­mente, eso es verdad. 6Y luego todo lo que inventaste pasará al olvido, lo bueno y lo malo, lo falso y lo verdadero. 7Pues cuando el Cielo y la tierra se vuelvan uno dejarás de ver incluso el mundo real. 8El mundo no acabará destruido, sino que se convertirá en el Cielo. 9Lo que constituye la reinterpretación del mundo es la transformación de toda percepción en conocimiento. 

En el Texto, podemos leer: "El Cielo y la tierra pasarán" significa que no continuarán exis­tiendo como estados separados (T-1.III.2:1). En este punto, se nos enseña que cuando el Cielo y la tierra se vuelvan uno dejaremos de ver incluso el mundo real. 

Muchos estudiantes plantean dificultades para entender los conceptos que se recogen en estas aportaciones. Su confusión radica en el significado que otorgan al mundo real y al Cielo, entendiendo que ambos conceptos son los mismo al interpretar que el Cielo es lo que el Curso refiere como mundo real y la tierra como mundo ilusorio. Tal cuestión requiere una aclaración. Para ello vamos a buscar referencias en el Texto que nos aclaren dichos conceptos: 

7El Espíritu Santo te mostrará el mundo real porque Dios te dio el Cielo (T-12.VI.5:7). 

Esta frase determina el Cielo nos ha sido dado por nuestro Creador, es decir, el Cielo es el hogar de nuestro verdadero Ser. 

7El Cielo es tu hogar, y al estar en Dios tiene también que estar en ti (T-12.VI.7:7). 

Ya sabemos lo que es el Cielo, pero ¿qué lo diferencia del mundo real? 

El mundo real es también un sueño. 2Excepto que en él los personajes han cambiado 3y no se ven como ídolos traicioneros. 4El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie para que sea el sustituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los pensamientos que la mente concibe y lo que ve (T-29.IX.7:1-4). 

A diferencia del Cielo, el mundo real pertenece al sueño, pero tiene una característica que debemos conocer: El mundo real es el estado mental en el que el único propósito del mundo es perdonar (T-30.V.1:1). 

Diremos pues, que cuando el Curso hace referencia al mundo real, está refiriéndose al mundo percibido desde la Mente Recta, el cual da lugar a la percepción verdadera, o lo que es lo mismo, a la percepción de la unidad con todo lo creado. El mundo real es la antesala que nos lleva al Cielo. La siguiente frase del Texto, nos ayuda a conocer cual es nuestra función en el Cielo y en la tierra: 7De la misma manera en que tu función en el Cielo es crear, aquí en la tierra es curar. 8Dios comparte tu función contigo en el Cielo, y el Espíritu Santo comparte la Suya contigo en la tierra (T-12.VII.4:7-8).  

2. La Biblia os dice que os volváis como niños. 2Los niños recono­cen que no entienden lo que perciben, y, por lo tanto, preguntan cuál es su significado. 3No cometas la equivocación de creer que entiendes lo que percibes, pues su significado se te escapa. 4Mas el Espíritu Santo ha preservado su significado para ti, y si tú le permites que lo interprete, Él te devolverá lo que tú despreciaste. 5Sin embargo, mientras creas que sabes cuál es el significado de lo que percibes, no verás la necesidad de preguntárselo a Él. 

Percibir desde el sistema de pensamiento del ego, nos llevará al estado de la máxima ignorancia y donde la arrogancia nos impedirá reconocer la presencia de la verdad.

La inocencia de los niños, nos inspira el estado mental más apropiado para afrontar el encuentro con la verdad. Preguntar al Maestro que tiene las respuestas verdaderas ha de llevarnos a depositar en el Espíritu Santo toda nuestra confianza. 

3. No sabes cuál es el significado de nada de lo que percibes.  2Ni uno solo de los pensamientos que albergas es completamente ver­dadero. 3Reconocer esto sienta las bases para un buen comienzo. 4No es que estés desencaminado, es que no has aceptado ningún guía. 5De lo que más necesidad tienes es de aprender a percibir, pues no entiendes nada. 6Reconoce esto, pero no lo aceptes, pues el entendimiento es tu herencia. 7Las percepciones son algo que se aprende, y ya dispones de un Maestro. 8Mas para estar dispuesto a aprender de Él tienes que estar dispuesto a poner en duda todo lo que aprendiste por tu cuenta, pues tú que no te enseñaste a ti mismo bien no deberías ser tu propio maestro. 

Desaprender lo aprendido, es el camino que debemos recorrer si queremos recordar nuestra verdadera identidad.

 

4. Solamente tú puedes privarte a ti mismo de la verdad. 2Dios, no obstante, no te negará la Respuesta que Él dio. 3Pide, pues, lo que es tuyo, lo cual no es obra tuya, y no te defiendas contra la verdad. 4Tú ocasionaste el problema que Dios ha resuelto. 5Por lo tanto, hazte únicamente esta simple pregunta: 

6¿Deseo el problema o la solución? 

7Decídete por la solución y la tendrás, pues la verás como es y, que ya dispones de ella. 

La práctica de esta invitación ha de conducirnos a reconocer si eligiendo el problema experimentaremos paz, o, por lo contrario, será eligiendo al Maestro que tiene la solución, cómo lo conseguiremos. 

5. Tal vez te quejes de que este curso no es lo suficientemente específico como para poderlo entender y aplicar. 2Mas tal vez no hayas hecho lo que específicamente propugna. 3Éste no es un curso de especulación teórica, sino de aplicación práctica. 4Nada podría ser más específico que el que le digan a uno que si pide recibirá. 5El Espíritu Santo te dará la respuesta para cada problema específico mientras creas que los problemas son específi­cos. 6Su respuesta es a la vez una y muchas mientras sigas creyendo que el que es Uno es muchos 7Puede que tengas miedo de Su especificidad por temor a lo que crees que ésta pueda exigirte. 8Mas es únicamente pidiendo como aprenderás que lo que procede de Dios no te exige nada en absoluto. 9Dios sólo da, nunca quita. 10Cuando te niegas a pedir, es porque crees que pedir equivale a quitar en vez de a compartir. 

Si pedimos desde la visión del ego, la petición de ayuda recibirá la respuesta de su destinatario, es decir, si pedimos desde la conciencia de separación y del beneficio propio, la respuesta que recibiremos nos exigirá mantener esa creencia viva y las soluciones propuestas nos llevarán a experimentar la separación de una manera más evidente y exigiéndonos respuestas donde nos veremos en la tesitura de atacar para ganar.

En cambio, si nuestra petición la ponemos en manos del Espíritu Santo, el contenido de esa petición no debe perseguir que nuestro comportamiento nos lleve a utilizar el ataque para conseguir nuestra meta, sino que llevará implícita la acción de dar para recibir. 

6. El Espíritu Santo te dará sólo lo que es tuyo, sin pedirte nada a cambio. 2Pues lo que es tuyo es todo lo que existe, y lo compartes con Dios. 3Ésa es su realidad. 4¿Podría el Espíritu Santo, que sólo dispone restituir, ser capaz de interpretar incorrectamente la pre­gunta que necesitas hacer para darte cuenta de Su respuesta? 5Has oído la respuesta, pero no has comprendido bien la pregunta. 6Crees que pedirle consejo al Espíritu Santo es pedir que se te prive de algo. 

Si pides ser amado, el ego te responderá que hagas uso de tu valer para conseguir ese amor. En cambio, la respuesta del Espíritu Santo, será más simple, te dirá da lo que tienes y lo recibirás: Da amor y lo recibirás, pero no lo des egoístamente para recibirlo, sino con naturalidad, pues tu condición real es amor. 


7. Criatura de Dios, no entiendes a tu Padre. 2Crees en un mundo que arrebata porque crees que arrebatando puedes obtener lo que quieres. 3Y esa percepción te ha costado perder de vista el mundo real. 4Tienes miedo del mundo tal como lo ves, pero el mundo real sigue siendo tuyo sólo con que lo pidas. 5No te lo niegues a ti mismo, pues únicamente puede liberarte. 6Nada que proceda de Dios puede esclavizar a Su Hijo, a quien Él creó libre y cuya liber­tad está al amparo de Su Ser. 7Bienaventurado tú que estás dispuesto a pedirle la verdad a Dios sin miedo, pues sólo así podrás aprender que Su respuesta es la liberación del miedo. 

Hemos perdido la visión del mundo real, pues hemos elegido ver desde la creencia en la separación. El mundo real es el que nos muestra nuestra verdadera esencia divina, nuestra verdadera identidad espiritual. El mundo real es la extensión del pensamiento que emana de la Mente Una. El mundo real es donde compartimos y experimentamos la comunión con la Filiación.

Para ver el mundo real, tan solo tenemos que elegir verlo, tal y como es, libre de la creencia en la separación. 

8.  Hermosa criatura de Dios, estás pidiendo solamente lo que te prometí. 2¿Crees que yo te iba a engañar? 3El Reino de los Cielos está dentro de ti. 4Ten fe en que la verdad está en mí porque yo sé que está en ti. 5Los Hijos de Dios no tienen nada que no compartan. 6Pídele la verdad a cualquier Hijo de Dios, y me la habrás pedido a mí. 7Cada uno de nosotros tiene dentro de sí la respuesta para poder dársela a cualquiera que la pida. 

En el reino del ego, en el reino de la separación, la ley que impera es la de tener, poseer, cuanto más mejor, sin importar, cómo lo conseguimos. El reino del ego, es un reino que favorece la competencia entre sus habitantes, pues se valora más la posición que ocupe en la sociedad, que la condición del ser.

En cambio, en el Reino de los Cielos, en el Reino de la Unidad, de la Filiación, la ley que impera es la del Amor, la de compartir, la de extender. Ese Reino está dentro de cada Hijo de Dios. Darlo es conservarlo. Por ello, compartámoslo con todos nuestros hermanos.

miércoles, 12 de junio de 2024

Capítulo 11. VII. La condición de la realidad.

 VII. La condición de la realidad. 

1. El mundo que tú percibes no pudo haber sido creado por el Padre, pues el mundo no es tal como tú lo ves. 2Dios creó única­mente lo eterno, y todo lo que tú ves es perecedero. 3Por lo tanto, tiene que haber otro mundo que no estás viendo. 4La Biblia habla de un nuevo Cielo y de una nueva tierra, mas esto no puede ser cierto en un sentido literal, pues lo que es eterno no puede volver a ser creado. 5Percibir de manera diferente es sencillamente perci­bir de nuevo, lo cual implica que antes, o en el ínterin, no estabas percibiendo en absoluto. 6¿Cuál es entonces el mundo que le espera a tu percepción cuando finalmente lo veas? 

En el presente apartado, el Curso profundiza en la comprensión de la condición de lo que es real y de lo que es ilusión. El estudiante manifiesta en sus aportaciones la dificultad que encuentra a la hora de reconocer el significado de ambos términos. Dicha dificultad radica, principalmente, en el hábito adquirido en el uso del sistema de pensamiento propio del ego, el cual favorece la creencia de que lo real es todo aquello que percibimos con los sentidos físicos y lo ilusorio, es lo contrario, es decir, lo que no percibimos, no existe.

Sin embargo, UCDM nos ofrece otra interpretación bien distinta. Nos aclara que el mundo que el ego percibe, no ha sido creado por el Padre, lo que significa que no es real, no es eterno, es un mundo temporal y perecedero.

Para ver el mundo creado por Dios, el real, el eterno, debemos cambiar nuestras creencias, debemos ver desde la Mente Recta, desde la unicidad y no desde la separación. Entonces, sólo entonces, percibiremos de manera verdadera el mundo real.

El mundo se percibe desde la mente, no desde las formas. La visión procede de la mente no de los sentidos físicos. Esa es la razón por la cual, el mundo real se percibe cuando elegimos ver -creer-, de otra manera, lo que antes veíamos -creyendo- en la separación. 

2. Todo pensamiento amoroso que el Hijo de Dios jamás haya tenido es eterno. 2Los pensamientos amorosos que su mente per­cibe en este mundo constituyen la única realidad de éste. Siguen siendo percepciones porque él todavía cree estar separado. 4Mas son eternos porque son amorosos. 5Y al ser amorosos son semejantes al Padre, y, por lo tanto, no pueden morir. 6El mundo real ciertamente se puede percibir. 7Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no percibir nada más. 8Pues si percibes tanto el bien como el mal, estarás aceptando lo falso y lo verdadero, y no estarás distinguiendo claramente entre ellos. 

Muy aclaratoria, la información recogida en este punto. En este mundo, el físico, a pesar de ser temporal, perecedero, es posible percibir lo real. Esta percepción se logra cuando elegimos crear con pensamientos amorosos, pues esos pensamientos emanan del amor y el amor es eterno. 

El mundo real ciertamente se puede percibir, nos dice este punto, y nos aclara que esto es posible tan solo cuando decidimos percibir de forma verdadera, esto es, percibir desde la unidad y no desde la separación. 

3. El ego tal vez vea algo bueno, pero nunca ve sólo lo bueno. 2Esa es la razón de que sus percepciones sean tan variables. 3No rechaza la bondad por completo, pues eso sería inaceptable para ti. 4Pero siempre añade a lo real algo que no es real, confundiendo así la ilusión con la realidad. 5Pues las percepciones no pueden ser parcialmente verdaderas. 6Si crees tanto en la verdad como en la ilusión, no podrás saber cuál de ellas es cierta. 7Para establecer tu propia autonomía trataste de crear de manera diferente de como crea tu Padre, creyendo que lo que hiciste podía ser distinto de Él. 8No obstante, todo lo que es verdad es como Él. 9Percibir única­mente el mundo real te conducirá al Cielo real, ya que te capaci­tará para comprenderlo. 

El mundo del ego, se percibe desde la creencia en la separación, lo que favorece los pensamientos duales: yo-tú; bueno-malo, etc. Esa visión tan variable nos lleva a tener respuestas y comportamientos muy inestables y ambiguos, llevándonos a la búsqueda de una verdad que se escapa permanentemente por no conocer la esencia que le aporta consistencia, es decir, por la ignorancia y el miedo a conocer el verdadero amor. 

4. Percibir la bondad no es conocimiento, mas negar lo opuesto a la bondad te permite reconocer una condición en la que los opues­tos no existen. 2Y ésta es la condición del conocimiento. 3Sin esta conciencia no habrás satisfecho sus condiciones, y hasta que no lo hagas no sabrás que ya dispones de él. 4Has concebido muchas ideas que has interpuesto entre tu Creador y tú, y estas creencias constituyen el mundo que percibes. 5La verdad no está ausente aquí, pero está velada. 6No sabes cuál es la diferencia entre lo que tú has fabricado y lo que Dios creó, y de este modo no sabes cuál es la diferencia entre lo que tú has fabricado y lo que tú has crea­do. 7Creer que puedes percibir el mundo real es creer que puedes conocerte a ti mismo. 8Puedes conocer a Dios porque Su Voluntad es que se le conozca. 9De todo lo que has fabricado, el mundo real es lo único que el Espíritu Santo ha conservado para ti, y la salva­ción consiste en percibir únicamente eso, ya que es el reconoci­miento de que la realidad es únicamente lo que es verdad. 

En efecto, mientras que nuestra mente dual gobierne nuestros pensamientos, la búsqueda de la verdad nos llevará a escudriñar un mundo fraccionado, en el que la ignorancia dará lugar a la duda, a la confusión y a la locura. No conocer el verdadero significado del amor, nos mantendrá ocupados en multitud de formas de percibir la percepción verdadera de la esencia de la que hemos sido creador. Experimentaremos una gran variedad de sentimientos, al que llamaremos amor, pero que se desmoronan cuando tratamos de experimentarlo desde el miedo, lo que sin duda, favorecerá la aparición del sufrimiento y del dolor.

lunes, 10 de junio de 2024

Capítulo 11. VI. El despertar a la redención (2ª parte)

 VI. El despertar a la redención (2ª parte) 


5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo de Dios, ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, 2pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó como si es el Dios qué lo creó a él. 3Por eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá única­mente al dios que acepte. 4El dios de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. 5Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. 6El Dios de la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada: 7No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. 8Lo único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad. 

No podemos subestimar el poder de devoción del Hijo de Dios, pues su mente puede servir a la verdad o al error, es decir, obedecerá únicamente al dios que acepte.

La voluntad del ego lo lleva a identificarse con un mundo de sacrificios y sus fabricaciones le llevan a percibir el dolor, la pérdida y la muerte.

La Voluntad de Dios nos lleva a conocer lo que realmente somos y a crear un mundo inspirado por el Amor, donde percibiremos la alegría, la felicidad y la eternidad. 

6. La resurrección no puede sino atraerte irresistiblemente a que le ofrezcas tu lealtad con agrado porque es el símbolo de la dicha. 2Su irresistible poder reside en el hecho de que representa lo que tú quieres ser. 3La libertad de abandonar todo aquello que te hiere, te humilla y te atemoriza no se te puede imponer, pero se te puede ofrecer a través de la gracia de Dios. 4Y tú puedes aceptarla mediante Su gracia, pues Dios es misericordioso con Su Hijo y lo acepta sin reservas como Suyo: 5¿Quién es, entonces, tuyo?. 6El Padre te ha dado todo lo que es Suyo, y Él Mismo es tuyo junto con todos tus hermanos. 7Protégelos en su resurrección, pues, de lo contrario, no despertarás en Dios, rodeado de la seguridad de lo que es tuyo para siempre. 

Así es, la resurrección representa lo que queremos ser: la Filiación Divina, la Mente Una. 

7. No hallarás paz hasta que hayas extraído los clavos de las manos del Hijo de Dios y hayas sacado la última espina de su frente. 2El Amor de Dios rodea a Su Hijo, a quien el dios de la crucifixión condena. 3No enseñes que mi muerte fue en vano. 4Enseña, más bien, que no morí, demostrando que vivo en ti. 5Pues poner fin a la crucifixión del Hijo de Dios es la tarea de la redención, en la cual todo el mundo juega un papel igualmente importante. 6Dios no juzga a Su inocente Hijo. 7Habiéndose dado a Sí Mismo a él, ¿cómo iba a poder juzgarlo? 

La Mente Una no puede negarse a si misma. La Mente Una no puede morir. Podemos olvidar su verdadera condición y creer que podemos utilizarla para atacar a todo aquello que nos atemoriza. Podemos utilizarla para negar la verdad y para inventarnos un mundo donde la percepción del mismo nos lleve a identificarnos con una ilusión de lo que no somos. La Mente Una no puede juzgar, pues la visión que nos aporta no ve la separación. 

8. Te has crucificado a ti mismo y te has puesto una corona de espinas sobre la cabeza. 2Aun así, no puedes crucificar al Hijo de Dios, pues la Voluntad de Dios no puede morir. 3Su Hijo ha sido redimido de su propia crucifixión, y tú no puedes condenar a muerte a quien Dios ha dado vida eterna. 4El sueño de la crucifi­xión aún descansa pesadamente sobre tus ojos, pero lo que ves en sueños no es la realidad, mientras sigas percibiendo al Hijo de Dios como crucificado, es que estás dormido. 6Y mientras creas que puedes crucificarle estarás simplemente teniendo pesadillas. 7Tú que estás comenzando a despertar, todavía eres consciente de tus sueños y aún no los has olvidado. 8Te olvidarás de ellos y cobrarás conciencia de Cristo cuando otros despierten para com­partir contigo tu redención.

La Voluntad de Dios no puede morir, ni la identidad de Su Hijo, tampoco. No obstante, el hijo puede elegir tener una visión de la verdad distinta a la de Su Padre, puede elegir creer en lo que percibe y esa experiencia mostrarle un mundo separado. Puede elegir dormir y tener pesadillas en sus sueños. Pero, la resurrección pondrá fin al camino de la crucifixión, y con ello, se producirá el despertar de una masa crítica de hermanos con los cuales compartir el camino que nos conducirá a la redención, a la salvación. 

9. Despertarás a tu propia llamada, pues la Llamada a despertar se encuentra dentro de ti. 2Si vivo en ti, tú estás despierto. 3No obstante, tienes que ver las obras que llevo a cabo a través de ti, o, de lo contrario, no percibirás que las he llevado a cabo en ti. 4No pongas límites a lo que crees que puedo hacer a través de ti, o no aceptarás lo que puedo hacer por ti. 5Esto, no obstante, ya ha tenido lugar, y a menos que des todo lo que has recibido, no sabrás que tu redentor vive y que has despertado con él. 6La redención se reconoce únicamente compartiéndola. 

La Llamada a despertar se encuentra en nosotros, pues forma parte intrínseca de la Mente Una, la que compartimos con nuestro Creador y con nuestros hermanos de Filiación. Ese despertar debemos compartirla con cada uno de ellos. 

10. El Hijo de Dios está a salvo. 2Lleva únicamente esta conciencia a la Filiación, y tu papel en la redención será tan importante como el mío. 3Pues tu papel tiene que ser como el mío si lo aprendes de mí. 4Si crees que el tuyo está limitado, no haces sino limitar el mío. 5No hay grados de dificultad, en los milagros porque todos los Hijos de Dios tienen el mismo valor, y su igualdad es su unicidad. 6Todo el poder de Dios reside en cada una de sus partes por igual, y nada que contradiga Su Voluntad es grande o pequeño. 7Lo que no existe no tiene tamaño ni medida. 8Para Dios todo es posible. 9Y a Cristo le es dado ser como el Padre. 

No imagines un mundo de salvación, de liberación, donde no participen todos y cada uno de los Hijo de Dios. Todo el poder de Dios reside en cada una de sus partes por igual. En ello, radica la resurrección y la percepción verdadera que ha de poner de manifiesto la experiencia de la Mente Una.