sábado, 2 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 307

LECCIÓN 307

Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad.

 1. Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. 2No hay otra volun­tad que yo pueda tener. 3Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. 4Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz: y sólo Tu Voluntad existe. 5Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste.

2. Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma.


¿Qué me enseña esta lección? 


Soy totalmente consciente de que la paz que anhela mi alma tan sólo la encontraré cuando mi único propósito sea hacer la Voluntad de Dios.
 
Fue un acto de voluntad, lo que llevó al Hijo de Dios a separarse de su Creador, y ha de ser un acto de voluntad, lo que le lleve a retornar a su único y verdadero hogar.
 
Si nuestra voluntad sirve a los deseos de proyección sobre el mundo físico, y nos identificamos con la percepción que recibimos de esa dimensión, estaremos propiciando la vivencia del conflicto, pues la dirección de esa voluntad no está orientada a la eternidad, sino a lo temporal.
 
Tan sólo el espíritu es eterno. El cuerpo físico, en cambio, es temporal.
 
La verdad se sustenta en todo aquello que no cambia, que es eterno. Por lo tanto, el mundo físico no es real, pues está sujeto al cambio. Debemos entender, por tanto, que la definición de real se basa en el concepto de temporalidad y eternidad.
 
El conflicto es el marco donde se expresa el ego. El origen del conflicto se encuentra en la falsa creencia de que somos seres pecadores, cuyo uso de la voluntad nos ha llevado a percibirnos separados de todo lo creado y del creador. Desde este punto de vista, todo lo externo es una proyección de nuestra mente, y en ese contexto, la dualidad se manifiesta como fuente de conflictividad.
 
Tan sólo la visión espiritual, la visión de la unidad, nos conduce al estado de paz. Cuando nuestra voluntad se pone al servicio de la voluntad de nuestro Padre, el conflicto no tiene cabida.
 
Todo conflicto, al igual que toda incoherencia, se manifiesta como un estado corporal de desequilibrio, de carencia y enfermedad. La unicidad y la coherencia se manifiestan como un estado de plenitud y salud.

Ejemplo-Guía: "¿Es normal tener altibajos en el proceso del despertar?"

Os resonará esta pregunta. Todos nos la hemos hecho y podemos estar haciéndonosla en estos momentos, pues parece ir adherida al proceso de aprendizaje que voluntariamente hemos elegido realizar. Se trata de una cuestión a la que damos mucha importancia, pues en esos altibajos, los bajos se convierten en tortuosas pruebas que nos enfrentan al corrosivo pensamiento de la culpa. Cuando nos juzgamos y nos condenamos, estamos construyendo nuestra propia cárcel y le estamos dando las llaves de la celda al guardián llamado miedo.

Este ejemplo me fue inspirado con la lectura de una de las aportaciones de un buen amigo, cuyas reflexiones sobre las enseñanzas del Curso os aconsejo. Me estoy refiriendo a Ramón Coribes, y el texto al que hago referencia fue escrito y compartido, por él, el día 25 de octubre en el Grupo de Facebook "Amigos de Un Curso de Milagros".

En dicho artículo, se hace referencia a una aportación recogida en el texto del Curso, concretamente en el Capítulo 12, apartado VII, párrafo 11:

"Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz hallarás paz, pues al manifestarla la verás". Sus santos testigos te rodearán porque los invocaste, y ellos vendrán a ti. He oído tu llamada y la he contestado, pero no has querido verme ni oír la respuesta que buscabas. Ello se debe a que eso no es todavía lo único que deseas. Sin embargo, a medida que yo me haga más real para ti, te darás cuenta de que, en efecto, eso es lo único que deseas. Y cuando mires dentro de ti me verás, y juntos contemplaremos el mundo real. A través de los ojos de Cristo, sólo el mundo real existe y es lo único que se puede ver. Tu decisión determinará lo que veas. Y lo que veas dará testimonio de tu decisión" (T-12.VI.11:1-9).

Si nos estábamos preguntando la razón de nuestros altibajos, ya tenemos la respuesta. Claro está, tendremos que reflexionar sobre nuestro estado mental e intentar responder, desde la honestidad, a las siguientes cuestiones:

¿Hemos aceptado nuestra misión?

¿Hemos querido ver y oír la respuesta que Dios nos da, cuando contesta a nuestra llamada?

¿Es Dios lo suficientemente real para nosotros, como para que sea lo único que deseamos?

¿Cuál es nuestra decisión en todo momento, sabiendo que esa decisión determinará lo que veamos?

¿Es posible tener dudas, ahora, de la razón de nuestros altibajos?

(…) lo que proyectas o extiendes depende de ti, pero tienes que hacer una u otra cosa, ya que ello es una ley de la mente, y antes de mirar afuera tienes que mirar adentro. Al mirar adentro eliges al guía cuya visión deseas compartir. Y luego miras afuera y contemplas sus testigos. Por eso es por lo que siempre encuentras lo que buscas. Lo que desees para ti es lo que manifestarás, y lo aceptarás del mundo porque al desearlo lo ubicaste en él. Cuando crees que estás proyectando lo que no deseas, es porque todavía lo deseas. Esto conduce directamente a la disociación, puesto que representa la aceptación de dos objetivos, cada uno de los cuales se percibe en un lugar diferente y separado del otro porque hiciste que fueran diferentes. La mente ve entonces un mundo dividido fuera de sí misma, pero no dentro de ella. Esto le da una ilusión de integridad y le permite creer que está yendo en pos de un solo objetivo. Sin embargo, mientras sigas percibiendo un mundo dividido, no habrás sanado. Pues haber sanado es ir en pos de un solo objetivo, al haber aceptado uno solo y no desear más que uno solo" (T-12.VII.7;1-11).

Reflexión: ¿Aceptamos lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros?

viernes, 1 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 306

LECCIÓN 306

El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.


1. ¿Qué otra cosa sino la visión de Cristo querría utilizar hoy cuando me puede conceder un día en el que veo un mundo tan semejante al Cielo que un viejo recuerdo vuelve a aflorar en mi conciencia? 2Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué. 3Hoy puedo ir más allá de todo temor, y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz. 4Hoy soy redimido, y vuelvo a nacer en un mundo misericordioso y solícito; un mundo lleno de bondad en el que reina la paz de Dios.

2. Y de esta manera, Padre nuestro, regresamos a Ti, recordando que nunca nos ausentamos; recordando los santos dones con los que nos has agraciado. 2 Venimos llenos de gratitud y aprecio, con las manos vacías y con nuestras mentes y corazones abiertos, pidiendo tan sólo lo que Tú concedes. 3Ninguna ofrenda que podamos hacer es digna de Tu Hijo. 4Pero en Tu Amor se le concede el regalo de Cristo.


¿Qué me enseña esta lección?

Es mi elección. Mi voluntad se pone al servicio del Amor y mi mente expandirá ese Amor en cada pensamiento, en cada sentimiento, en cada acción. 

A esta altura del camino, mi mente comprende que podemos servir al ego y visualizar un mundo ilusorio y temporal, o podemos servir al Espíritu, y visualizar un mundo donde cada ser forma parte de la Unidad del Padre. 

Nuestra consciencia es portadora de esa luz que nos ilumina el camino que debemos elegir. Identificarse con el cuerpo nos lleva al padecimiento y al sufrimiento, pues creemos que somos pecadores y merecedores del castigo que ha de librarnos del peso de la culpabilidad. 

Identificarnos con el verdadero Ser que somos nos hace copartícipes de la Creación, en la medida que nos convertimos en dadores del potencial del que somos portadores: el Amor. 

Hoy mi mente se regocija en el pensamiento de servir al Amor; hoy mis ojos tan sólo perciben la inocencia del Hijo de Dios; hoy mi Ser se siente Uno con todos los demás Seres y reconoce en la Unicidad el Sagrado Rostro de Dios.


Ejemplo-Guía: "¿Qué regalo buscas, el de Cristo o el del ego?"

Cuando regalamos, estamos dando sin necesidad de recibir nada a cambio. Me atrevería a decir que el Curso utiliza este término aludiendo a una expresión del amor, en el sentido de que damos, sin esperar una recompensa, damos con el único propósito de agradecer la existencia, damos en reconocimiento de la unidad que nos hace consciente de formar la Filiación de Dios. 

Regalar, desde ese punto de vista, es un acto creador, un acto de expansión de lo que somos. Este tipo de regalo no requiere esfuerzo alguno. En este sentido el regalo, es un acto permanente que se lleva a cabo en todas partes y alcanza a todo el mundo.

Un Curso de Milagros nos dice: 

"Alégrate de que tu función sea curar, pues puedes otorgar el regalo de Cristo, y no puedes perder el regalo que tu Padre te hizo a ti. Ofrece el regalo de Cristo a todo el mundo y en todas partes, pues los milagros que le ofreces al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo te sintonizan con la realidad. El Espíritu Santo sabe el papel que te corresponde desempeñar en la redención, y también quiénes te están buscando y dónde encontrarlos. El conocimiento está mucho más allá de lo que te incumbe a ti como individuo. Tú que formas parte de él y que eres todo él, sólo necesitas darte cuenta de que el conocimiento es del Padre, y no tuyo. Tu papel en la redención te conduce al conocimiento mediante el re-establecimiento de su unicidad en tu mente” (T-13.VIII.7:1-6).

“Cuando te hayas visto a ti mismo en tus hermanos te liberarás y gozarás de perfecto conocimiento, pues habrás aprendido a libe­rarte a través de Aquel que sabe lo que es la libertad. Únete a mí bajo el santo estandarte de Sus enseñanzas; y conforme nos haga­mos más fuertes, el poder del Hijo de Dios cobrará vida en no­sotros, y no excluiremos a nadie ni dejaremos a nadie solo. Y de repente el tiempo cesará, y todos nos uniremos en la eternidad de Dios el Padre. La santa luz que viste fuera de ti en cada milagro que ofreciste a tus hermanos, se te devolverá. Y al saber que la luz se encuentra en ti, tus creaciones estarán allí contigo, tal como tú estás en tu Padre" (T-13.VIII.8:1-5). 

No debemos preocuparnos por saber a quién debemos otorgar nuestro regalo. El Espíritu Santo guiará a aquellos que nos estén buscando para recibir ese don. Reconozco que este mensaje me reconforta y me otorga paz, pues, en ocasiones, me he sentido angustiado por no saber cómo compartir lo que tengo que ofrecer. Desde que acepté poner en manos del Espíritu Santo esa "decisión", todo fluye, como debe fluir. 

Los regalos de este mundo tienen un gran poder de seducción para la débil naturaleza emocional con la que suele manifestarse el ego. En verdad, son tan seductores, como seductores son los deseos que añoran ser satisfechos. Un Curso de Milagros nos advierte que los regalos de este mundo carecen de valor, pero están dotados de un gran poder de atracción: 

"El dia­blo engaña con mentiras, y erige reinos en los que todo está en directa oposición a Dios. Sin embargo, atrae a los hombres en vez de repelerlos, y éstos están dispuestos a "venderle" sus almas a cambio de regalos sin ningún valor. Esto no tiene ningún sentido" (T-3.VII.2:6-8).


Reflexión: ¿Qué regalas al mundo? 

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (1ª parte).

 VII. El sacrificio innecesario (1ª parte).

1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. 2Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. 3Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. 4Puesto que goza de plenitud, no pide nada. 5Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. 6Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. 7Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.

Ya hemos visto, el significado que da el Curso a las relaciones especiales. Son aquellas que compartimos, bien con nuestra pareja, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros... Es curioso que, al referirnos a ellas, utilizamos el pronombre posesivo "nuestro", lo que nos da una importante pista para reconocer que dicha relación se da bajo unas condiciones muy determinada por el deseo de que el otro haga lo que nosotros esperamos que haga, es decir, la libertad brilla por su ausencia, por lo que estamos viviendo erróneamente, lo que hemos interpretado como una experiencia de amor. El lema de este tipo de relación, podríamos describirlo de la siguiente manera: "tanto te amo, tanto te deseo, tanto me perteneces". Cuanto mayor es la culpa que nos ha atraído hacia la persona con la que queremos compartir nuestro amor, mayor será el grado de nuestra opresión, puesto que sentiremos tanto miedo a perderla, que preferimos privarla de toda libertad, no vaya a ser que decida abandonarnos por otro amor.

El amor verdadero, se caracteriza, precisamente, por permitir al ser amado, gozar de la libertad. El amor verdadero, da lo que es, amor incondicional. Mientras que el amor del ego, da lo que es, amor condicionado por nuestros miedos.

2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. 2mantiene al dador aferrado a él mediante la culpabilidad. 3Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. 4No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. 5Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. 6Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. 7Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor y no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.

¿Te has dado cuenta de que nadie está dispuesto a reconocer la culpa? Cuando alguien nos juzga como culpables, nuestra reacción inmediata es negarlo y culpar a otros, es decir, proyecta sus pensamientos ocultos, en un intento de quedar impune de la sentencia que se le impone.

De la misma manera, cuando entablamos una relación especial, lo que realmente estamos haciendo es intentar compensar al otro del sentimiento de culpa (inconsciente) que nos hace sentirnos atraídos por esa persona. Sin darnos cuenta, proyectamos sobre ella nuestra propia condena, y juzgaremos sus actos, recriminando su punidad, y adoptando el papel de salvador, ofreciéndole lo que mal interpreta como amor. El ego da lo que tiene, ya lo hemos visto, y cuando exclama: ¡te amo!, lo que verdaderamente está ofreciendo es su deseo de poseer la libertad del otro, pues su miedo no lo puede ocultar por mucho tiempo y siempre se manifestará con gestos que justificará como beneficiosos para la persona con la cual hemos establecido esa relación especial.

3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. 2Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. 3Nadie abandonaría lo que considera valioso. 4Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completa­mente a ciegas. 5medida que la llevemos ante la luz, tu única­ pregunta será: "¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?" 6No tienes nada que perder si la examinas detenida­mente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. 7Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.

Cuando nuestra mente se pone a imaginar, fabrica un mundo basado en el miedo, cuyas consecuencias no serán otras que el dolor y el sufrimiento.

Me pregunto, ¿por qué no hemos elegido imaginar un mundo de amor y libertad? La respuesta ha acudido a mi mente de forma inmediata. Ese mundo, esa realidad, no podemos imaginarla, porque ya ha sido creada por nuestro Hacedor. Es más, esa realidad es lo que somos, si elegimos ver nuestra verdadera identidad, la de ser Hijos de Dios. Esa realidad, es de la que gozábamos antes de que decidiéramos utilizar nuestra mente de forma diferente, esto es, para imaginar y fabricar una realidad ficticia que dio lugar a la errónea creencia en el pecado, en la separación y en la culpa.

Lo que hemos fabricado con nuestra imaginación, lo hemos real en nuestro sueño. Lo que elegimos imaginar, se ha convertido en una grotesca pesadilla, en un infierno incandescente en el que vagamos, en un intento de pagar nuestra deuda con el pecado que hemos creído cometer.

Pero no debemos tener miedo de mirar el miedo, pues no puede ser visto, sencillamente, porque es fruto de nuestra imaginación y carece de realidad, salvo que nosotros creamos que la tiene. De igual manera, debemos mirar la culpabilidad sin que la creencia en su existencia sea algo real para nuestra mente. Eleva tu creencia en la culpa hacia tu Mente Recta, y percibirás tu inocencia, tu realidad, la cual disipará la oscuridad en la que antes albergabas tu creencia en la culpa.

jueves, 31 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).

6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. 2Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. 3Nada ha cambiado. 4Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. 5Nadie que aún no haya experimentado el descorri­miento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin expe­rimentar miedo alguno. 6Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. 7No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. 8Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. 9No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. 10Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios com­parten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.

Bonita manera de explicar lo que experimentaremos cuando decidamos vivir el instante santo. Se descubre el velo que cubría la realidad. 

Esa realidad, no es la realidad con la que se identifica el ego. Esa realidad no significa que debamos morir en el cuerpo para acceder a su visión. Esa realidad, siempre ha estado ahí, pues representa nuestro verdadero ser. Esa realidad, lo que somos, significa un cambio de percepción del mundo que nos rodea, donde decidimos ver las cosas de otra manera, tal y como son. Sí, percibiremos el cuerpo, pero no lo reconoceremos como nuestra verdadera identidad.

Veremos y experimentaremos nuestras relaciones con los demás, pero lo haremos desde la visión de lo real, esto es, reconociendo en el otro a nuestro hermano en la Filiación, lo que nos llevará, de forma conjunta, a andar el camino que ha de conducirnos a la salvación, juntos.

7. La paz llegará a través de nosotros. 2Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. 3Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. 4con ello entenderías el significado del amor. 5Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. 6El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. 7Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. 8Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces per­fectamente.

El principal error que acompaña el sistema de pensamiento del ego, es pensar, creer, que el cuerpo tiene más valor y poder que las ideas. La razón de que esto sea así, responde a que se ha identificado con aquello que percibe, y los órganos de percepción, han ocupado toda la fuerza de su mente, llevándole a pensar que es un cuerpo. La paz está negada para una mente que no cree en su fuente, en el amor, en la unidad, en el ser espiritual.

8. En el instante santo se recuerda Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. 2Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. 3No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. 4Sin su fuente, la exclusión se desvanece. 5Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu con­ciencia. 6Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas  con ideas. 7Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador, y lo que es Su creación junto con Él.

Ya lo hemos manifestado en el análisis de este apartado. Somos Mentes y creadores o fabricadores de ideas. El ego, al no compartir esta verdad, utiliza la fe que tiene depositada en su falsa realidad, en el cuerpo, para poner obstáculos a la comunicación. Utiliza el cuerpo, como vehículo para expresar palabras que dan testimonio de lo que piensa, de sus ideas, pero en verdad, es una manera de ocultar su negación a reconocer que la fuente verdadera del ser se encuentra en la Mente y no el cuerpo.

Las ideas que el ego expresa dividen, pues son frutos de un minucioso trabajo de investigación, donde la unidad de la verdad se ha fragmentado en pedazos, convirtiendo la verdad en piezas de un puzle. Ocupamos nuestro tiempo es escudriñar los misterios de la naturaleza, pero en esa búsqueda, cada vez estamos más lejos de la verdad, al no reconocer, que la Fuente de la Creación se encuentra en compartir la Mente de Dios, del Amor.

Por último, os comparto una curiosidad que procede del estudio del comportamiento del ego. El ego no tiene fe en las ideas, las considera teorías que, para ser aceptadas por su sistema de pensamiento, deben pasar la prueba del "algodón" es decir, deben llevarse a la práctica para dar testimonio de su "verdad". ¿De dónde procede esta inseguridad? Precisamente de la falsedad propia de las creencias de ego, esto es, de creer en el miedo, en la culpa, en la separación, en la ilusión y en la percepción falsa. El ego da lo que tiene y si lo que tiene, son esas creencias, es lógico que cuando recibimos una propuesta en forma de ideas, no creamos en ella, y exijamos que se muestre en el terreno de lo tangible. Tan sólo así creerá en dicha idea. ¿Os resuena este comportamiento? El mismo Tomás,  aun siendo apóstol de Jesús, aun habiendo sido testigo de sus enseñanzas y milagros, decidió no creer en su resurrección, sin antes introducir sus dedos en las heridas del Maestro.

Por lo tanto, debemos elegir, entre creer la verdad de lo que somos, Hijos del Amor, o negar tal existencia y seguir rindiendo culto a nuestra falsa identidad.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (2ª parte).

3. Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. 2Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. 3Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. 4Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 5Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.

El pretender imponer nuestros deseos sobre los demás, nos llevará a un vano intento de que sean y se comporten tal y como nosotros creemos que deben hacerlo. De este modo, estamos retroalimentando la necesidad de reconocimiento y poder, característico del sistema de pensamiento del ego.

Pero, claro, el otro, es posible, que no esté dispuesto a convertirse en nuestra marioneta, y, aunque no es consciente de ello, su presencia en nuestra vida no es casual, pues, haciendo honor al pacto de amor que nos une -aún no recordándolo-, nos proporcionará las respuestas que necesitamos oír para ayudarnos a tomar consciencia de que estamos errando en nuestra manera de entender la relación. Toda relación, basada en estas circunstancias, se convierten en una oportunidad, para ambos, para descubrir, que en verdad están buscando el amor guiados por la creencia en el miedo, lo que les impedirá expresarse desde el respeto a la libertad. Amar es brindar al otro la posibilidad de ser libre. En esa ecuación, el miedo, el pecado y la culpa, no intervienen, por lo que el resultado final, será vivir el Amor verdadero.

4. No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. 2Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. 3Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. 4Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en Él se fortalece al compartirla. 5Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. 6Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. 7En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.

Hemos sido creados de la Mente de Dios, a Su Imagen y Semejanza. La Mente crea pensamientos y crea ideas. Cuando la esencia, la energía, de esos pensamientos e ideas, es el amor, hablamos de pensamientos creativos, pensamientos verdaderos, pensamientos que son eternos. En cambio, la mente, también tiene la capacidad de imaginar. Cuando lo hace, ya no crea, sino fabrica. La diferencia entre crear y fabricar lo establece la calidad de la esencia, de la energía. Los pensamientos creativos fluyen del amor y son eternos. Los pensamientos imaginados, fabricados, fluyen del miedo, de la separación y son temporales.

Para el ego, sus "creaciones" son imaginaciones, no reales y temporales.

Elegir el uso que le vamos a dar a nuestra Mente, es la diferencia entre vivir en el Cielo o en la tierra; entre ser feliz o infeliz; entre vivir en paz o en conflicto; entre estar sanos o enfermos.

5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. 2Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. 3En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. 4Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. 5El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. 6De esto se deduce que sólo puedes dar. 7Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. 8En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. 9Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. 10Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. 11En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. 12Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.

Utilicemos, ahora, en este instante, nuestra mente para ver la verdad que nos rodea en todo lo creado. Mira a tu hermano, puede ser tu pareja, tus padres, tus familiares, tu jefe, tu mejor amigo, tu mayor enemigo. Míralos, como nunca los habías mirado hasta ahora, libres de culpa, inocentes y puros. Míralos, y reconócete en ellos. Siente esa unidad, ese eterno lazo que te une a ellos. Estarás recordando, el pacto de amor que firmasteis como parte una de la Filiación. Estás viviendo un instante santo, en que recuerdas la santidad que te une a todos ellos.

¿Seguirás creyendo que cuando das, pierdes? ¿Seguirás creyendo en que tu mejor defensa es el ataque? ¿Seguirás condenándolos? ¿Seguirás juzgándolos? ¿Seguirás imponiéndoles tus deseos? 

martes, 29 de octubre de 2024

Capítulo 15. VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

 VI. El instante santo y las leyes de Dios (1ª parte).

1. Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir culpabilidad. 2es igualmente imposible condenar parte de una relación y encontrar paz en ella. 3De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales, si bien no hay conflicto alguno entre ellas. 4Tener absoluta fe en que cada una de ellas tiene la capacidad de satisfacerte completa­mente, sólo puede proceder de una perfecta fe en ti mismo. 5Mas no puedes tener fe en ti mismo mientras sigas sintiendo culpabili­dad. 6Y seguirás sintiendo culpabilidad mientras aceptes la posi­bilidad -y la tengas en gran estima- de que puedes hacer que un hermano sea lo que no es sólo porque tú lo desees.

Debemos recordar, que el origen del conflicto se encuentra en el deseo de ser diferente, lo que ha dado lugar a la creencia en que somos nuestros propios creadores y que nuestra identidad está separada de cualquier otra. Tal creencia se remonta al acto, juzgado como pecaminoso, que nos llevó a infringir el mandato de nuestro Creador, de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Nuestros ojos se abrieron a un mundo diferente al que estábamos conectados anteriormente (Paraíso Terrenal) y descubrimos nuestra desnudez, símbolo de la inocencia propia del Ser, lo que nos llevó a avergonzarnos de ello y a cubrirlos para ocultar nuestra culpa.

Nuestra relación, hasta ese momento, directa con Dios, nos llevó a percibir de manera distinta, el mundo que nuestros ojos hicieron realidad. Nuestra identidad inocente y divina, adquirió un nuevo ropaje, al que se le ha llamado cuerpo. Lo que era Uno, ahora se percibe como separado. La verdad, recibida de forma directa a través de nuestra comunicación con Dios, a través del vínculo de la Mente Una, pasó al olvido, y, tal y como nos narran las escrituras, el hombre cayó en un profundo sueño, del que aún no ha despertado.

La culpa ancestral se ha grabado en el genoma humano y forma parte de su inconsciente de una manera colectiva. Esa culpa tiñe toda experiencia de relación, en un intento de recuperar la pérdida de  la esencia del amor con la que Dios creó a Su Hijo. La búsqueda del amor se vive como una profunda necesidad, pero ya no oímos la voz directa de nuestro Hacedor, guiando nuestros pasos. Ahora, hemos depositado nuestra confianza en otro maestro, el ego, el cual gobierna con sus leyes y normas toda nuestra existencia, la cual, está erigida sobre los falsos y débiles pilares de miedo.

2. La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto. 2así, buscas afuera lo que no se puede encontrar afuera. 3Yo te ofrezco la perfecta fe que tengo en ti, en lugar de todas tus dudas. 4Pero no te olvides de que la fe que tengo en todos tus hermanos tiene que ser tan perfecta como la que tengo en ti, pues, de lo contrario, el regalo que te hago sería limitado. 5En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. 6Y, por lo tanto, le amamos.

El pecado, se ha convertido en la creencia más absurda en la que hemos depositado nuestra fe. Se trata de una creencia fanática que nos impide recordar lo que realmente somos. El pecado, siendo fruto de nuestra imaginación, se ha convertido en un pensamiento que nos condena eternamente a experimentar el sufrimiento y el dolor.

El pecado, genera culpa y la culpa, en un loco deseo de dejar de sentirla, nos lleva a infligirnos duros castigo, en un intento de recuperar nuestra pureza original. Pero ese modo de ver y tratar la culpa, forma parte del sistema de pensamiento del ego,  el cual, no está dispuesto a que dejemos de creer en la culpa, pues de hacerlo, su existencia peligraría, por la sencilla razón, de que la culpa tan sólo se supera aplicando el amor, perdonando. 

El sistema del pensamiento del ego recomienda como remedio más eficaz, el autocastigo y nos dice: ¡arrepiéntete!, y nos hace pronunciar, repetidas veces, nuestro reconocimiento de que hemos sido pecadores y que somos culpables por nuestros actos y de nuestros pensamientos pecaminosos. Para lo cual, debemos aplicarnos un duro castigo que nos haga recordar, en otras ocasiones, que debemos ser puros. Este método intenta corregir la ausencia de amor, con actos cuyo origen es el miedo.

Tomar consciencia de que hemos errado, es reconocer que el error no es pecado y que dicho error tiene corrección. En esa ecuación, no interviene para nada el pensamiento de la culpa. Si en nuestra experiencia de relación, nos hacemos conscientes de que estamos errando por falta de amor verdadero, no vamos a flagelarnos por sentirnos culpables de tal hecho. El plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo, contempla que recorramos ese camino junto a nuestros hermanos. Si aplicamos esta verdad a nuestra experiencia de relación, veremos a la persona con la que nos relacionamos, como nuestro mejor acompañante para, juntos, andar el camino que nos llevará a la salvación. Ese acompañante, tiene un pacto de amor con nosotros y, aquello que aporte a nuestra vida, tendremos que verlo desde ese punto de vista, es decir, debemos reflexionar sobre su aportación, pues en ella veremos lo que tenemos que aprender y lo que tenemos que corregir, para alcanzar la meta perseguida, el amor verdadero.

lunes, 28 de octubre de 2024

Capítulo 15. V. El instante santo y las relaciones especiales (3ª parte).

V. El instante santo y las relaciones especiales (3ª parte).

8. Todo el mundo aquí en la tierra ha entablado relaciones espe­ciales, y aunque en el Cielo no es así, el Espíritu Santo sabe cómo infundirlas de un toque celestial aquí. 2En el instante santo nadie es especial, pues no le impones a nadie tus necesidades personales para hacer que tus hermanos parezcan diferentes. 3Sin los valores del pasado, verías que todos ellos son iguales y semejantes a ti, 4y que no hay separación alguna entre ellos y tú. 5En el instante santo ves lo que cada relación ha de ser cuando percibas únicamente el presente.

Bendito instante santo, el que nos permite recuperar la Visión Una, la visión de Cristo en nuestra mente. Desaprender lo aprendido, es fundamental para recuperar dicha visión, y para ello, debemos dejar de dar valor al pasado, para que de este modo, cada presente, cada instante, decidamos ver con ojos nuevos, con una mente inocente ávida de recordar lo que realmente somos: Hijos del Amor.

9. Dios te conoce ahora. 2Él no recuerda nada, pues siempre te ha conocido exactamente como te conoce ahora. 3El instante santo refleja Su conocimiento al desvanecer todas tus percepciones del pasado, y al eliminar de esta manera el marco de referencia que inventaste para juzgar a tus hermanos. 4Una vez que éste ha de­saparecido, el Espíritu Santo lo sustituye con Su Propio marco de referencia, 5el cual es simplemente Dios. 6La intemporalidad del Espíritu Santo radica sólo en esto. 7Pues en el instante santo, el cual está libre del pasado, ves que el amor se encuentra en ti y que no tienes necesidad de buscarlo en algo externo y de arrebatarlo culpablemente de donde pensabas que se encontraba.

Así es. El instante santo, es nuestra decisión de hacer del presente nuestra verdadera realidad, es decir, negar lo que no somos, el ego, y vernos en nuestra grandeza, en nuestro máximo esplendor, en nuestra verdadera esencia, con nuestro verdadero ropaje de amor, de unidad, de paz, de felicidad, de inocencia, de pureza, de vida, de eternidad.

10. Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante santo porque la bendición es ilimitada. 2En el instante santo la Filiación se beneficia cual una sola, y al quedar unida en tu bendición, se vuelve una para ti. 3El significado del amor es el que Dios le dio. 4Atribúyele cualquier otro significado que no sea el que Él le otorga, y te será imposible entenderlo. 5Dios ama a cada uno de tus hermanos como te ama a ti, ni más ni menos. 6Al igual que tú, tiene necesidad de todos ellos por igual. 7En el tiempo, se te ha dicho que obres milagros tal como yo te indique, y que permitas que el Espíritu Santo te traiga aquellos que te andan buscando. 8Mas en el instante santo te unes directamente a Dios, y todos tus hermanos se unen en Cristo. 9Aquellos que están unidos en Cristo no están separados en modo alguno. 10Pues Cristo es el Ser que la Filiación comparte, de la misma manera en que Dios comparte Su Ser con Cristo.

El instante santo, es nuestra elección de abandonar el amor condicional y especial, por el amor incondicional y uno. Elevar el estado de nuestra relación especial al estado de relación inspirada por el instante santo, abrirá nuestros ojos al amor verdadero, al amor que nos hace uno en la Filiación Divina. Dejaremos de sentir miedo por el amor.

11. ¿Crees que puedes juzgar al Ser de Dios? 2Dios lo creó inmune a todo juicio: como resultado de Su necesidad de extender Su Amor. 3Puesto que el amor se encuentra en ti, no tienes otra nece­sidad que extenderlo. 4En el instante santo no hay conflicto de necesidades, ya que sólo hay una necesidad. 5Pues el instante santo se extiende hasta la eternidad y hasta la Mente de Dios. 6únicamente ahí tiene sentido el amor, y únicamente ahí puede ser comprendido.

El amor, tal y como lo entiende el ego, es seleccionador. Ya lo hemos visto a lo largo de este análisis. El amor, cuando elegimos vivir el instante santo, ya no está bajo la visión del juicio, sino que se entrega a la visión de la Unidad. Ahora seremos conocedores de lo que somos, pues, habremos accedido al Conocimiento del verdadero y único significado del Amor.

El juicio pertenece al sistema de pensamiento del ego, pues su creencia en la separación le ha llevado a olvidar la realidad del Espíritu, el cual, comparte la Unidad de la Mente de Dios.

El juicio es una creencia basada en la percepción errónea del mundo que visionamos exteriormente. Es una proyección  de la autocondena que nos infringimos al rechazar nuestro miedo y nuestra propia culpa. El juicio es la falsa interpretación de lo que somos. Al creernos escindidos del amor, tenemos miedo de él, y, ello, esto es, esa ausencia, al ser percibida en los demás, nos lleva a condenarlos y a juzgarlos.

En el instante santo se produce nuestro despertar. Nuestros ojos se abren a la verdad, a la realidad que somos y nos reconocemos como HIjos de Dios, formando parte de la Filiación Divina.