sábado, 17 de agosto de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 230

LECCIÓN 230

Ahora buscaré y hallaré la paz de Dios.

1. Fui creado en la paz. 2Y en la paz permanezco. 3No me ha sido dado poder cambiar mi Ser. 4¡Cuán misericordioso es Dios mi Padre, que al crearme me dio la paz para siempre! 5Ahora sólo pido ser lo que soy. 6¿Y podría negárseme eso cuando es eterna­mente verdad?

2. Padre, busco la paz que Tú me diste al crearme. 2Lo que se me dio entonces tiene que encontrarse aquí ahora, pues mi creación fue algo aparte del tiempo y aún sigue siendo inmune a todo cambio. 3La paz en la que Tu Hijo nació en Tu Mente aún resplandece allí sin haber cam­biado. 4Soy tal como Tú me creaste. 5Sólo necesito invocarte para hallar la paz que Tú me diste. 6Es Tu Voluntad la que se la dio a Tu Hijo.


¿Qué me enseña esta lección?

Soy tal como Dios me ha creado.
Soy un Espíritu Divino.
Soy Uno con la Mente de Dios.
Soy Uno con el Hijo de Dios.

Para recordad quién Soy, debo despertar del sueño de la ilusión. Debo reconocer la verdad. La ilusión me lleva a creer que soy un cuerpo y que me encuentro separado de Dios.
La verdad, me revela, que soy Espíritu y que mi verdadero Hogar es el Cielo y no la tierra.

Dios, nuestro Padre, nos ha creado en la Paz y en la Armonía Plena.

El conflicto es el desencuentro que se produce cuando la ilusión toma el timón de nuestras vidas.

Ejemplo-Guía: ¿Cómo puedo hallar la paz de Dios en este mundo?

¿Acaso podemos conocer lo que significa la paz de Dios?

Si no fuese posible, no seríamos el Hijo de Dios. El pensamiento sigue a su Fuente. Si somos una emanación de la Mente de Dios, podemos tener la certeza de que somos tal y como Él nos ha creado. Si Dios es paz, su Hijo no puede menos que hallar la paz, pues es su estado natural.


Pero claro, para hallar lo que creemos estar buscando, la paz, debemos dejar de ver con los ojos del cuerpo, pues para hallar la paz de Dios en este mundo no podemos identificarnos con él. Las leyes propias que rigen su "fabricación" están basadas en la ilusión: el espacio y el tiempo, dimensiones sujetas al cambio,  o lo que es lo mismo, a lo irreal.

Si queremos hallar la paz de Dios, en este mundo demente, tendremos que sanar nuestra mente, pues es nuestra mente errada la única causa que nos lleva a experimentar un estado contrario a la paz.

Si alimentamos el miedo, no hallaremos la paz, pues el miedo es la señal inequívoca de que hemos elegido al guía incorrecto, hemos elegido servir al ego, al cuerpo.

Una batería de reflexiones que nos invitan al reencuentro con nuestra verdadera esencia:

¿Cómo hallar la paz de Dios cuando nos sentimos abandonados por Él?
¿Cómo hallar la paz de Dios cuando nos sentimos vulnerables e indefensos?
¿Cómo hallar la paz de Dios cuando nuestros deseos no son complacidos?
¿Es posible experimentar la paz cuando sufrimos de escasez, de enfermedad?
¿Es posible experimentar la paz cuando somos humillados, atacados, maltratados, violados?

Reflexión: ¿Dónde se encuentra la paz de Dios?

viernes, 16 de agosto de 2024

Capítulo 13. Xl. La paz del Cielo (1ª parte).

Xl. La paz del Cielo (1ª parte).

 

1. Las mejores alternativas que el ego ofrece para contrarrestar lo que se percibe como la ruda intromisión de la culpabilidad en la paz son: el olvido, el sueño y la muerte. 2Aun así, nadie piensa que está en conflicto y abatido por una guerra cruel, a menos que crea que ambos contendientes son reales: 3Al creerlo, se ve obli­gado a escapar, pues una guerra así pondría fin a su paz mental y, por lo tanto, lo destruiría. 4Mas sólo con que se diese cuenta de que la guerra es entre un poder real y uno irreal, podría mirar en su interior y ver su libertad. 5Nadie pensaría estar abatido y ator­mentado por interminables batallas si él mismo percibiese que no tienen absolutamente ningún significado.

La elección que ha llevado al Hijo de Dios a utilizar su poder creador sin respetar la Voluntad de Su Padre, le ha llevado a la firme creencia en el pecado y en la culpabilidad.

Dios crea a Su Hijo extendiéndose a Sí Mismo siguiendo el impulso del Amor. Sin embargo, a pesar de que Su Hijo, es hijo del Amor, su mente decide seguir otros pensamientos que le llevan a inventar nuevas leyes basadas en el miedo. Un miedo que surge de la falsa creencia en la separación. La mente del Hijo de Dios ve de forma fraccionada, mientras que la Mente de Su Creador, ve desde la Unicidad.

Mientras que el Amor aporta Paz, el miedo provoca ataque. Mientras que la Expansión es Conocimiento, la proyección es ignorancia.

2. No es la Voluntad de Dios que Su Hijo viva en estado de guerra. 2Por lo tanto, el imaginado "enemigo" que Su Hijo cree tener es totalmente irreal3No estás sino tratando de escapar de una guerra encarnizada de la que ya te has escapado. 4La guerra ya terminó, pues has oído el himno de la libertad elevarse hasta el Cielo. 5Grande es la dicha y el regocijo de Dios por tu liberación porque tú no creaste la libertad. 6Mas de la misma manera en que no creaste la libertad, tampoco creaste una guerra que pudiese poner en peligro dicha libertad. 7Nada destructivo ha existido nunca ni existirá jamás. 8La guerra, la culpabilidad y el pasado desaparecieron al unísono en la irrealidad de donde vinieron.

El sistema de pensamiento del ego, favorece los enfrentamientos, pues sus leyes han sido creadas para protegerse del miedo, sin reconocer, que ese miedo forma parte de su sistema de creencias. Al ver al otro como alguien ajeno a nosotros mismos, como alguien que nos desposeerá de lo que tenemos si no se lo impedimos, nos llevará a un estado de ansiedad constante, de temor permanente, y, será entonces, cuando decidimos pasar a la defensiva haciendo uso de nuestra mejor  arma: un buen ataque.

Para dejar de vivir en el miedo, tenemos que cambiar nuestra percepción errada y elegir ver las cosas de otra manera, en la que nuestra creencia en la separación ceda su hegemonía a la Visión de la Unidad. 

3. Cuando todos estemos unidos en el Cielo, no valorarás nada de lo que valoras aquí. 2Pues nada de lo que valoras aquí lo valoras completamente, y, por lo tanto, no lo valoras en absoluto. 3Sólo aquello a lo que Dios otorgó valor tiene valor, y el valor de lo que Dios aprecia no es susceptible de ser juzgado, pues ya se fijó. 4Su valor es absoluto. 5Las únicas alternativas que tienes ante ti son apreciarlo o no. 6Valorarlo parcialmente significa que se desconoce su valor. 7En el Cielo está todo lo que Dios valora. 8Allí nada es, ambiguo. 9Todo es claro y luminoso, y suscita una sola res­puesta. 10En el Cielo no hay tinieblas ni contrastes. 11Nada varía 12ni sufre interrupción alguna. 13Lo único que se experimenta es una sensación de paz tan profunda que ningún sueño de este mundo ha podido jamás proporcionarte ni siquiera el más leve indicio de lo que dicha paz es.

Este punto nos invita a realizar un trabajo creativo de imaginación que nos permita vislumbrar nuestro estado como habitante del Cielo. Nos han enseñado a pensar en el cielo y en la tierra, como espacios donde se desarrollará nuestra existencia, bien como un cuerpo físico, bien como un alma, tras la muerte de dicho cuerpo.

Sin embargo, ahora tengo otra manera de ver el significado de los conceptos Cielo y Tierra. El Cielo es el Hogar de Dios y de Su Hijo. Podríamos decir, que es el Hogar verdadero y real, donde El Creador se experimenta a Si Mismo en su creación.

Siendo así, la "tierra" no forma parte del Cielo, ni de la Experiencia del Creador, al no haber sido creado por Él. Por lo tanto, la tierra no es el hogar verdadero y real. Diremos que la tierra es el hogar ilusorio fabricado por el Hijo de Dios, inventado desde el estado de Sueño, en el que se encuentra su conciencia.

En el Cielo impera la Unidad, la Luz, la Paz. En la tierra, impera la dualidad, el día y la noche, la luz y las tinieblas; la división y las guerras.

Tan sólo la percepción verdadera, nos permitirá recordar que la tierra es una morada irreal, donde nos será imposible encontrar la paz total.  

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 229

LECCIÓN 229

El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy.

1. Busco mi verdadera Identidad, y la encuentro en estas pala­bras: "Soy Amor, pues el Amor fue lo que me creó". 2Ahora no necesito buscar más. 3El Amor ha prevalecido. 4Ha esperado tan quedamente mi regreso a casa, que ya no me volveré a apartar de la santa faz de Cristo. 5Y lo que contemple dará testimonio de la verdad de la Identidad que procuré perder, pero que mi Padre conservó a salvo para mí.

2. Padre, te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identi­dad inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó. 2Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. 3Amén.


¿Qué me enseña esta lección?

Muchas veces me pregunto, ¿cuál sería el impulso que inspiró a Dios para llevar a cabo su Creación?

Recuerdo haber leído a los Místicos, que Dios se encuentra en un proceso de Crecimiento Evolutivo semejante al nuestro. Para continuar su fase de ascenso evolutiva, Dios debía hacer uso de sus Poderes Creadores y que mejor forma de hacerlo, que Expandiendo de Si Mismo Su Mente Creadora y dando lugar a Su Hijo, la Filiación llamada Humanidad.

A esos niveles de Consciencia, todo acto creador sigue un solo impulso, el que le inspira la Fuerza Creadora por excelencia, la Fuerza del Amor. El Amor, desde ese punto de vista, se convierte en la Esencia de Todo Acto Creador, es más, todo acto que no esté inspirado por el Amor, no será un acto Creador.

Nuestro Creador, nos creó por Amor, y esa Fuerza Celestial, forma parte de nuestro Ser, lo que significa que nuestras acciones creadoras deben ser la expresión natural del Amor.

Amor es Unidad y no separación. ¿Preguntémonos si nuestras acciones son portadoras de unidad o de separación? Si son portadoras de Unidad, estamos sirviendo al Espíritu. Si son portadoras de separación, estamos sirviendo al ego.

Ejemplo-Guía: "Amor o miedo, ¿Qué estás eligiendo?

El debate está servido. Permitirme que os proponga un tema de reflexión: ¿tenemos miedo a amar?

Siempre he tenido dificultad para comprender la razón por la cual elegimos dar cobijo al miedo, cuando en verdad no lo deseamos en nuestras vidas. Gracias a las enseñanzas de Un Curso de Milagros he podido encontrar una razón para justificar que esto ocurra: el miedo no forma parte de nuestra esencia, pero ha sido una fabricación de nuestra mente y, su hacedor, el ego, lo adora, lo necesita, pues sin sus argumentos, es decir, si no nos identificáramos con el miedo, o lo que es lo mismo, si no tuviésemos miedo, entonces dejaríamos de abonar la tierra en la que crecen los frutos que alimentan a la creencia de la separación, a la identidad del ego.


Si no tenemos miedo a la enfermedad, a la muerte, a la pérdida, a la escasez, a la necesidad, al dolor, al sufrimiento, etc, entonces, nos sentiríamos en total libertad para expresar nuestra verdadera identidad y poder expresar nuestra condición natural: el amor.

Sí, la respuesta a la reflexión que he compartido es que tenemos miedo a amar. No me estoy refiriendo al amor carnal, a ese aspecto de la atracción física entre dos personas y que confundimos con el verdadero amor. El Amor al que me refiero hay que escribirlo con mayúsculas pues se está refiriendo a la Esencia del Ser que Somos como Hijos de Dios. Cuando Amamos, estamos viendo al mundo desde la Unidad. Cuando Amamos fluimos con la vida en todos su aspectos. Cuando Amamos, no juzgamos condenatoriamente y nos sentimos liberado de cualquier apego a lo material.

Tememos al Amor, pues nos lleva a respetar por encima de todas las cosas la libertad. En una relación humana, confundimos el deseo que sentimos por la otra persona, con el amor incondicional. Pero nos damos cuenta de la diferencia entre ambos tipos de amor, en la medida en que sentimos un profundo dolor interno, cuando el ser amado desea expresarse libremente. El simple hecho de sentir miedo por el dolor que pueda sufrir un ser querido, nos está indicando que aún no estamos expresando el verdadero Amor. No todo el mundo está de acuerdo con lo que acabamos de afirmar, pero deberíamos saber, que el sufrimiento forma parte de un plan de aprendizaje elegido por nuestra conciencia, y nada, ni nadie, puede interferir en nuestras libres elecciones.

Nos movemos en un mundo de creencias, y si yo creo que el dolor ha de indicarme el modo correcto de actuar, lo inscribiré en mis hábitos de conducta y lo haré necesario para mi aprendizaje, para mi despertar. Eso no quiere decir, que no existan otros tipos de creencias, que pueden argumentar cosas muy diferentes, pero que tienen, en definitiva, el mismo efecto.

Un Curso de Milagros, nos aporta información para que tomemos consciencia de que todas las creencias tomadas en este mundo, son ilusiones. Ese debe ser nuestro principal punto de apoyo para caminar hacia el encuentro con el instante santo en el que se producirá nuestro despertar, nuestra liberación.

Reflexión: Sobre el Amor.

jueves, 15 de agosto de 2024

Capítulo 13. X. Tu liberación de la culpabilidad (2ª parte).

X. Tu liberación de la culpabilidad (2ª parte).

8. Ahora se te concede poder sanar y enseñar, para dar lugar a lo que algún día será ahora, 2pero que de momento aún no lo es. 3El Hijo de Dios cree estar perdido en la culpabilidad, solo en un mundo tenebroso donde el dolor le acosa por todas partes desde el exterior. 4Cuando haya mirado en su interior y haya visto la radiante luz que allí se encuentra, recordará cuánto lo ama su Padre. 5Y le parecerá increíble que jamás hubiese podido pensar que su Padre no le amaba y que lo condenaba. 6En el momento en que te des cuenta de que la culpabilidad es una locura totalmente injustificada y sin ninguna razón de ser, no tendrás miedo de contemplar la Expiación y de aceptarla totalmente.

No podemos menospreciar el poder que tiene la mente. Si la mente se pone al servicio del ego, o lo que es lo mismo, sirve a la creencia en la separación, el pecado y la culpa, entonces, fabricaremos un mundo irreal e ilusorio que nos mantendrá  muy ocupados, dándole credibilidad.

La única vía de salvación, es elegir de nuevo y poner nuestra mente al servicio de Dios, al servicio del Amor. 

9. Tú que has sido despiadado contigo mismo, no recuerdas el Amor de tu Padre. 2Y al contemplar a tus hermanos sin piedad, no recuerdas cuánto Lo amas. 3Tu amor por Él, no obstante, es por siempre verdadero. 4La perfecta pureza en la que fuiste creado se encuentra dentro de ti en paz radiante. 5No temas mirar a la excelsa verdad que mora en ti. 6Mira a través de la nube de culpa­bilidad que empaña tu visión, más allá de la oscuridad, hasta el santo lugar donde verás la luz. 7El altar de tu Padre es tan puro como Aquel que lo elevó hasta Sí Mismo. Nada puede impedir que veas lo que Cristo. quiere que veas. 9Su Voluntad es como la de Su Padre, y Él es misericordioso con todas las criaturas de Dios, tal como quisiera que tú lo fueses.

El sueño que hemos elegido soñar, nos mantiene prisionero de la ilusión, del error, de la demencia. ¿Cómo podemos pensar que nuestro Creador nos ha castigado por nuestros pecados? Esa interpretación nos indica que allí donde había conocimiento, hemos elegido sustituirlo por percepción, una manera errónea de entender lo experimentado. Allí donde había amor, ahora tan solo hay miedo. Donde había Plenitud, ahora vemos separación y donde había Abundancia, tan solo vemos escasez.

¿No es demente ese pensamiento? 

10.  Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser libe­rado. 2Ésa es la única manera de mirar en tu interior y ver la luz del amor refulgiendo con la misma constancia y certeza con la que Dios Mismo ha amado siempre a Su Hijo. 3Y con la que Su Hijo lo ama a Él. 4En el amor no hay cabida para el miedo, pues el amor es inocente. 5No hay razón alguna para que tú, que siempre has amado a tu Padre, tengas miedo de mirar en tu interior y ver tu santidad. 6Tú no puedes ser como has creído ser. 7Tu culpabili­dad no tiene razón de ser porque no está en la Mente de Dios, donde tú estás. 8Y ésta es la sensatez que el Espíritu Santo quiere restituirte. 9Él sólo desea desvanecer tus ilusiones. 10Pero quiere que veas todo lo demás. 11Y en la visión de Cristo te mostrará la perfecta pureza que se encuentra por siempre dentro del Hijo de Dios.

El Curso nos enseña que nadie puede dar lo que no tiene, y añade, que tener es Ser. Para poder liberar a otros de la culpabilidad, tendremos que verlos tan y como han sido creados, esto es, impecables e inocentes. Esa es la Visión que nos regala Cristo, el rostro divino del Amor. 

Tendremos que Expiar el error que nos mantiene prisioneros de la creencia en la separación, para poder ver más allá de la ilusión y recordar nuestra verdadera identidad. 

11. No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. 2El amor no hace excepciones. 3Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. 4Sólo puedes amar tal como Dios ama. 5No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. 6Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. 7Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. 8Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo. 9A él le digo: 

10Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y per­manece muy quedo. 11Contempla serenamente su san­tidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

"Solo podemos amar como Dios ama". Esta afirmación nos parecerá inalcanzable si nuestra mente no está dispuesta a servir tan sólo a Dios. 

En nuestro bagaje espiritual, tenemos la impresión de que avanzamos lentamente hacia la meta que nos hemos propuesto alcanzar: la perfección espiritual. Esta experiencia la vivimos como un largo recorrido que nos brinda la oportunidad de ir superando pruebas, relacionadas con el apego a aquello que consideramos procedentes de la naturaleza egoica. En ese trayecto, en ocasiones, pensamos que hemos conseguido avanzar mucho y de que estamos casi en la fase final del camino.

Este punto nos pone muy fácil el reconocer nuestro nivel de consciencia. Tan sólo hay que contestarse una pregunta: ¿Amas como Dios ama? 

12. Ni una sola de las ilusiones que has albergado contra él ha mancillado en forma alguna su inocencia: 2Su radiante pureza, que no se ve afectada en modo alguno por la culpabilidad y es completamente amorosa, brilla dentro de ti. 3Contemplémosle juntos y amémosle, 4pues en tu amor por él radica tu inocencia. 5sólo con que te contemples a ti mismo, la alegría y el aprecio que sentirás por lo que veas erradicará la culpabilidad para siem­pre. 6Gracias, Padre, por la pureza de Tu santísimo Hijo, a quien creaste libre de toda culpa para siempre.

Mientras que continuemos creyendo que nos encontramos separados de nuestros hermanos en la Filiación, estaremos negando a Dios y estaremos reafirmándonos en el error de creer que podemos "crear" un mundo real.

¿Qué padre, con un mínimo de cordura, puede desear que sus hijos se ataquen unos a otros? 

Podemos elegir, entre el miedo o el amor. Las consecuencias del miedo, son evidentes, pues causan un profundo dolor. Mientras que el amor, tan solo nos aporta paz y felicidad.

Ante tales evidencias, ¿por qué apostamos por el miedo?

13. Al igual que tú, yo deposito mi fe y mi creencia en lo que tengo en gran estima. 2La diferencia es que yo amo solamente lo que Dios ama conmigo, y por esa razón el valor que te otorgo transciende el valor que tú te has atribuido a ti mismo, y es incluso igual que el valor que Dios Mismo te otorgó. 3Amo todo lo que Él creó y le ofrezco toda mi fe y todo el poder de mi creencia. 4Mi fe en ti es tan inquebrantable como el amor que le profeso a mi Padre. 5Mi confianza en ti es ilimitada, y está desprovista del temor de que tú no me oigas. 6Doy gracias al Padre por tu hermosura, y por los muchos dones que me permitirás ofrecerle al Reino en honor de su plenitud, que es la de Dios.

Jesús nos recuerda en este punto, la importancia que tiene el hecho de poner la fe al servicio de lo que estimamos, de aquello a lo que le damos valor. 

Tendremos que preguntarnos con honestidad, ¿qué anhelos persigue nuestro corazón? La respuesta nos indicará si realmente amaremos como Dios ama, o, por el contrario, amaremos bajo la presión del miedo, es decir, de forma egoísta.

14. Alabado seas tú que haces que el Padre sea uno con Su Propio Hijo. 2Por separado, no somos nada, pero unidos, brillamos con un fulgor tan intenso que ninguno de nosotros por sí solo podría ni siquiera concebir. 3Ante el glorioso esplendor del Reino la cul­pabilidad se desvanece, y habiéndose transformado en bondad ya nunca volverá a ser lo que antes fue. 4Cada reacción que expe­rimentes estará tan purificada que será digna de ser ofrecida como un himno de alabanza a tu Padre. 5Ve en lo que Él ha creado únicamente una alabanza a Él, pues Él nunca cesará de alabarte ti. 6Nos hallamos unidos en esta alabanza ante las puertas del Cielo donde sin duda habremos de entrar debido a nuestra ino­cencia. 7Dios te ama. 8¿Cómo iba a poder yo, entonces, no tener fe en ti y amarlo a Él perfectamente?

Se pone de manifiesto en lo recogido en este punto, el lazo de unión que existe entre Dios y Su Hijo, el cual, nos permite comprender que donde rige la ley de la igualdad, no puede existir grados diferentes de amor, pues de producirse tal hecho, no podríamos ver dicha igualdad. Considero esta afirmación muy importante y reflexionar sobre su contenido permitirá a nuestra mente contemplar los pensamientos ilusorios que emanamos cuando decidimos amar con el filtro del juicio. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 228

LECCIÓN 228

Dios no me ha condenado. Por lo tanto, yo tampoco me he de condenar.

1. Mi Padre conoce mi santidad. 2¿Debo acaso negar Su conoci­miento y creer en lo que Su conocimiento hace que sea imposi­ble? 3¿Y debo aceptar como verdadero lo que Él proclama que es falso? 4¿O debo más bien aceptar Su Palabra de lo que soy, toda vez que Él es mi Creador y el que conoce la verdadera condición de Su Hijo?,

2. Padre, estaba equivocado con respecto a mí mismo porque no recono­cía la Fuente de mi procedencia. 2No me he separado de ella para aden­trarme en un cuerpo y morir. 3Mi santidad sigue siendo parte de mí, tal como yo soy parte de Ti. 4Mis errores acerca de mí mismo son sueños. 5Hoy los abandono. 6Y ahora estoy listo para recibir únicamente Tu Palabra acerca de lo que realmente soy.


¿Qué me enseña esta lección?

¡Despierta! Deja de castigarte. Deja de sentir temor por el castigo divino. Deja de sentirte merecedor del dolor y del castigo. No eres culpable de nada. No has pecado. Has querido emular a tu Creador, dando vida a una voluntad que te ha llevado a creer que has traicionado a Tu Hacedor.

Eso no es posible. Eso nunca ocurrió. Pon en manos del Espíritu Santo tus asuntos y pídele Expiación para corregir esos errores.

Has olvidado tu santidad, pero Dios, nuestro Padre, te lo recuerda. Él está permanentemente a nuestro lado, en espera de que su Hijo, despierte del sueño de la ilusión.

Si nos condenamos; si nos juzgamos, estaremos privándonos de amor. Toda condena es una invitación al miedo y un rechazo del amor. Si nos condenamos, veremos la condena en el otro y para protegernos de lo que interpretaremos como una ataque, atacaremos, en señal de venganza.


Ejemplo-Guía: ¿Es necesario creer en Dios, para tomar consciencia de nuestra inocencia y de nuestra impecabilidad? 

¿Eres creyente? ¿Dios, existe?

Tal vez pienses que esta pregunta está fuera de lugar y des por hecho de que todos los estudiantes de Un Curso de Milagros, son creyentes y participan de la existencia de Dios.

Bueno, nos vamos a entretener un poco y para hacerlo más interesante, haré una declaración con tintes polémicos: yo no "creo" en Dios y tampoco "creo" en que Dios exista tal y como solemos utilizar esos términos. Os anticipo, antes de que aporte más información sobre este debate, que las creencias sobre la existencia de Dios ha dado, a lo largo de la historia, más de un guión sangriento como consecuencia de las guerras basadas en creencias religiosas. "Yo creo en Dios-Yo no creo en Dios: pues nos peleamos a ver quién tiene la razón".

Las creencias, estoy seguro de que te sonará, pertenecen al modo de pensar del ego. Tanto es así, que el pensamiento original que dio lugar a la creencia en la separación, es la causa-madre que ha parido el resto de creencias que nos llevan a identificarnos con un mundo separado y dividido, a un mundo basado en el miedo y en la culpa.

No hace mucho, me encontré con unos escritos que hablan sobre el tema de la creencia y la existencia en Dios. Su autor es Emilio Carrillo y el título del libro es Dios. Os dejo unas líneas muy interesantes:

“Creencia” y “existencia” de Dios.

Hola, Emilio… ¿Podemos comenzar esta conversación con una cuestión muy directa y que requiere una respuesta franca y, hasta cierto punto, comprometida?

¡Claro! ¿Para qué, si no, ha querido la Providencia que mantengamos este encuentro…?

¿Eres “creyente”?

No.

¿Existe Dios?

No.

Te agradezco tu sinceridad y que no te andes por las ramas. Pero, entonces, ¿por qué hablas tanto de Dios en tus charlas y textos?

¡Cómo no voy a hacerlo cuando Dios es Todo y se manifiesta y acontece a cada instante!

Si esto es así, no comprendo tus contestaciones previas.

Me has preguntado si soy “creyente”, que deriva del verbo “creer”, y si Dios “existe”, conjugación del verbo “existir”. ¿Me permites que acudamos al Diccionario de la Academia de la Lengua para verificar el significado de “creer” y “existir”?


¡Tú mismo…!

En lo relativo a “creer”, el Diccionario señala siete acepciones. La primera es “Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”. La segunda, “Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios”. Y la sexta acepción se refiere, sin ambages, a “creer en Dios”. En cuanto a “existir”, la Academia ofrece tres posibles usos: “Dicho de una cosa, ser real y verdadera”; “tener vida”; y “haber, estar o hallarse”.

Aplicado al caso, lo que el Corazón y mi experiencia consciencial y espiritual me indican es que ninguna de estas definiciones o determinaciones tienen nada que ver con Dios. ¡Absolutamente nada!

Porque el entendimiento humano sí puede “alcanzar” a Dios, ya que Dios es, íntima y primordialmente, cada uno de nosotros. Y Dios no puede “revelarnos” nada, pues no es ajeno o distinto a nosotros mismos y la “revelación” exige una diferenciación y una separación entre quien la da y quien la recibe. Por ello, con relación a Dios, de nada valen ni el verbo “creer” ni la expresión “creyente”.

Y porque Dios no es una “cosa”, ni “tiene” vida, ni “está” ni se “halla” en parte alguna, tampoco en el célebre Cielo. Por lo que a Dios tampoco le es de asignación el verbo “existir”, ni cabe, por tanto, afirmar que “Dios existe”. 

Más adelante, formando parte del contenido de otra pregunta, Emilio concluye con una reflexión con la cual me siento totalmente identificado:

"En este escenario y atendiendo a tu pregunta, es indudable que son numerosas las personas que, en el lenguaje cotidiano, se declaran “creyentes” o hablan de “creer” en Dios o de que Dios “existe”. Y es perfecto, no pasa nada. Simplemente, en su proceso evolutivo, aún no han tomado consciencia de que así, desde sus pensamientos, ideas y esquemas mentales, están marcando una división y una distancia y fabricando una frontera entre Dios y ellas, lo que conduce a la visión de Dios como algo o alguien “exterior”. Pero esa escisión y esa barrera son sólo una ficción mental; no son reales". 

En efecto, creer en un Dios externo, es una declaración propia de los juicios del ego. Si somos Hijos de Dios y hemos sido emanados de Su Mente como una Expansión Creadora, no podemos Ser diferentes a como Dios nos ha creado, es decir, no podemos ser un cuerpo separado de su Fuente, sino, la esencia misma de la Fuente.

 

Concluyo con una reflexión: Si Dios hubiese condenado a su Hijo, en realidad, se habría condenado a sí Mismo. De igual manera, cada vez que condenamos a un hermano, lo que estamos haciendo es condenándonos a nosotros mismos.

Reflexión: ¿Puedo  "ser" algo separado de Dios?

miércoles, 14 de agosto de 2024

Capítulo 13. X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).

X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).


1. Estás acostumbrado a la noción de que la mente puede ver la fuente del dolor donde ésta no está. 2El  dudoso servicio de tal desplazamiento es ocultar la verdadera fuente de la culpabilidad y mantener fuera de tu conciencia la percepción plena del que dicha noción es demente. 3El desplazamiento siempre se perpetúa mediante la ilusión de que la fuente de la culpabilidad, de la cual se desvía la atención, tiene que ser verdad, y no puede sino ser temible, o, de lo contrario, no habrías desplazado la culpabilidad hacia lo que creíste que era menos temible. 4Estás dispuesto, por consiguiente, a mirar toda clase de "fuentes", siempre y cuando no sea la fuente que yace más adentro con la que no guardan relación alguna.

En este primer punto, se nos revelan una serie de aspectos relativos al uso que hace el sistema de pensamiento del ego con relación a la culpabilidad. La mente cuando sirve al ego, lo hace bajo la creencia en la separación y ello propicia que el punto de mira se ponga en lo externo, es decir, elige proyectarse en el exterior desviando la fuente de donde emana la verdadera causa que le hace sentir el dolor que acompaña al sentimiento de culpa.

Para no soportar la pesada carga de la culpa, que le lleva a verse como un pecador, elige proyectarse en el exterior y corregir la culpa en la fuente equivocada, esto es, a través de sus relaciones con los demás.

2. Las ideas dementes no guardan ninguna relación real, pues por eso es por lo que son dementes. 2Ninguna relación real puede estar basada en la culpabilidad ni contener una sola mancha de culpabilidad que mancille su pureza. 3Pues todas las relaciones en las que la culpabilidad ha dejado impresa su huella se usan únicamente para evitar a la  persona y evadir la culpabilidad. 4¡Qué relaciones tan extrañas has entablado para apoyar este extraño propósito! 5te olvidaste de que las relaciones reales son santas, y de que no te puedes valer de ellas en absoluto. 6Son para el uso exclusivo del Espíritu Santo, y esto es lo que hace que sean puras. 7Si descargas tu culpabilidad sobre ellas, el Espíritu Santo no puede entonces usarlas. 8Pues al apropiarte para tus propios fines de lo que deberías haberle entregado a Él, Él no podrá valerse de ello para liberarte. 9Nadie que en cualquier forma que sea quiera unirse a otro para salvarse él solo, hallará la salvación en esa extraña relación. 10No es una relación que se comparta, y, por consiguiente, no es real.

Como bien recoge este punto, cuando las relaciones están basadas en el sentimiento de redimir la culpa, dichas relaciones no son reales, sino ilusorias, pues están sirviendo a la falsa creencia de que el Hijo de Dios es un pecador y un merecedor de sufrimiento, la única medicina capaz de redimir el sentimiento de culpa.

El modo en cómo elige el ego alcanzar la purificación de sus pecados, es a través del dolor.

Sin embargo, el único camino que ha de conducirnos a la salvación, nos lo dispensa el Espíritu Santo, inspirándonos establecer relaciones reales con los demás, esto es, relacionarnos desde la firme certeza de que formamos parte de la Filiación.

3.  En cualquier unión con un hermano en la que procures descar­gar tu culpabilidad sobre él, compartirla con él o percibir su culpabilidad, te sentirás culpable. 2No hallarás tampoco satisfacción ni paz con él porque tu unión con él no es real. 3Verás culpabilidad en esa relación porque tú mismo la sembraste en ella. 4Es inevita­ble que quienes experimentan culpabilidad traten de desplazarla, pues creen en ella. 5Sin embargo, aunque sufren, no buscan la causa de su sufrimiento dentro de sí mismos para así poder aban­donarla. 6No pueden saber que aman, ni pueden entender lo que es amar. 7Su mayor preocupación es percibir la fuente de la culpabilidad fuera de sí mismos, más allá de su propio control.

Hay un dicho en mi tierra, que reza de la siguiente manera: "lo que mal empieza, mal acaba". Si lo aplicamos a la enseñanza que estamos tratando, podremos comprender, que si la causa de la culpa es creer en el pecado, podemos tener por seguro, que los efectos que experimentaremos, serán acorde con esa creencia, es decir, serán dolorosos.

Si la creencia en la separación, nos ha llevado a creernos pecadores, estaremos apostando por ver pecado en nuestras relaciones, pues, desde la creencia en el pecado no podemos ver más que pecadores, y si aceptamos el dolor como la medicina que calmará nuestra culpa, infringiremos dolor en los demás, para liberarlos de su culpa

4. Cuando mantienes que eres culpable, pero que la fuente de tu culpabilidad reside en el pasado, no estás mirando en tu interior. 2El pasado no se encuentra en ti. 3Las extrañas ideas que asocias con él no tienen sentido en el presente. 4Dejas, no obstante, que se interpongan entre tú y tus hermanos, con quienes no entablas ver­daderas relaciones en absoluto. 5¿Cómo puedes esperar valerte de tus hermanos como un medio para solventar el pasado y al mismo tiempo verlos tal como realmente son?. 6Aquellos que se valen de sus hermanos para resolver problemas que no existen no pueden encontrar la salvación. 7No la quisiste en el pasado. 8¿Cómo pue­des esperar encontrarla ahora si impones tus vanos deseos en el presente?

El ego cree en el tiempo, pues su vía de percepción le aporta información en base a la transitoriedad y a la temporalidad. Esa percepción le lleva a defender que la causa de su dolor se encuentra en el pasado, pues identifica la fuente de su culpa en un acto que tuvo lugar en el pasado. 

Ambas creencias son erróneas, pues, el pasado no se encuentra en ninguna parte y menos, aún, en nosotros. 

Podemos elegir, vivir el pasado en nuestro presente, con lo cual estaríamos desechando la oportunidad de renacer de nuevo, de ver las cosas desde otro punto de vista, de dejar de juzgarnos y de juzgar a los demás de un estado temporal que ya no existe.

5. Resuélvete, por consiguiente, a dejar de ser como has sido. 2No te valgas de ninguna relación para aferrarte al pasado, sino que vuelve a nacer cada día con cada una de ellas. 3Un minuto, o incluso menos, será suficiente para que te liberes del pasado y le entregues tu mente a la Expiación en paz. 4Cuando les puedas dar la bienvenida a todos, tal como quisieras que tu Padre te la diese a ti, dejarás de ver culpabilidad en ti mismo. 5Pues habrás aceptado la Expiación, la cual seguía refulgiendo en tu interior mientras soñabas con la culpabilidad, si bien no la veías porque no buscabas dentro de ti.

Aceptar la Expiación, nos permitirá liberarnos de la culpa, pues habremos abierto nuestros ojos a la realidad y, lo que antes percibiamos transitorio y temporal, ahora lo haremos desde el ahora, el eterno presente, el único tiempo en el que la salvación es posible.

6. Mientras de algún modo creas que está justificado considerar a otro culpable, independientemente de lo que haya hecho, no bus­carás dentro de ti, donde siempre encontrarías la Expiación. 2A la culpabilidad no le llegará su fin mientras creas que está justifi­cada. 3Tienes que aprender, por lo tanto, que la culpabilidad es siempre demente y que no tiene razón de ser. 4El propósito del Espíritu Santo no es desvanecer la realidad. 5Si la culpabilidad fuese real, la Expiación no existiría. 6El propósito de la Expiación es desvanecer las ilusiones, no considerarlas reales y luego per­donarlas.

La culpa es un pensamiento erróneo, por lo que requiere ser tratada desde la Expiación, de modo que su luz disipe la oscuridad de donde emana dicho pensamiento.

7. El Espíritu Santo no conserva ilusiones en tu mente a fin de atemorizarte, ni te las enseña con miedo para mostrarte de lo que te ha salvado. 2Eso de lo que te ha salvado ha desaparecido. 3No le otorgues realidad a la culpabilidad ni veas razón alguna que la justifique. 4El Espíritu Santo hace lo que Dios quiere que haga, y eso es lo que siempre ha hecho. 5Ha visto la separación, pero sólo conoce la unión. 6Enseña a sanar, pero sabe también lo que es la creación. 7El Espíritu Santo quiere que veas y enseñes tal como Él lo hace, y a través de Él. 8No obstante, lo que Él sabe tú lo desco­noces aunque es tuyo.

Nos dice este punto, como si de un jeroglífico se tratase, que, lo que sabe El Espíritu Santo nosotros lo desconocemos aunque es nuestro. Entiendo que la respuesta es conocer la unión, pues al Ser la Filiación como Uno. Lo desconocemos porque estamos identificado con el sueño del ego, pero en verdad, es nuestro, porque es lo que somos. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 227


LECCIÓN 227

Éste es el instante santo de mi liberación.

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. 2Pensé hacer otra voluntad. 3Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. 4Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abri­gaba no afectaron en modo alguno mi realidad. 5Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. 6Éste es el instante santo de mi liberación. 7Padre, sé que mi voluntad es una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. 2En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. 3En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.


¿Qué me enseña esta lección?

Si nos seguimos identificando con el cuerpo; si creemos que ese envoltorio representa nuestra identidad, nuestra realidad, nuestra verdad, entonces, es que aún permanecemos “dormidos”.

Ese estado de conciencia, nos lleva a creer que permanecemos separados de nuestro Creador; nos lleva a creer que hemos actuado de manera contraria a las Leyes de Dios; nos lleva a creer en el pecado; nos lleva a creer, que debemos sufrir las consecuencias de nuestro acto pecaminoso y para ello, justifica y da la bienvenida al castigo, al sufrimiento, al dolor; nos lleva a creer que debemos sentir temor de nuestro Padre, pues Él ha juzgado nuestra acción creadora como un agravio a su Voluntad y nos ha expulsado del Paraíso Terrenal.

Pero hoy es un día dichoso y feliz, pues nuestra consciencia despierta de su sueño y dirige su mirada hacia la única y verdadera Realidad, lo que le permite ver lo que Somos: Un Ser Espiritual.

Ese despertar nos permite tener la certeza de que Somos Inocentes; de que Somos el Santo Hijo de Dios; de que Somos Perfectos; de que Somos Uno con nuestro Padre y con su Filiación; de que Somos Abundantes y Felices; de que contribuimos conscientemente en el Plan Divino de Salvación, ejecutando fielmente, nuestra función, el perdón.

Ejemplo-Guía: "Me pregunto, ¿habrá una señal que me indique cuál es el instante santo de mi liberación?

Podría ser una inquietud compartida por muchos estudiantes. ¿Cómo sabremos que estamos preparados para la liberación?

En muchas ocasiones, participamos de la creencia que nuestra liberación está en manos de algún maestro, de algún gurú, de alguien de condición santa. Intuyo que no hay un solo camino que nos conduzca al instante santo del despertar. Pero, creo que independientemente del camino elegido para alcanzar la meta, lo importante es que debemos lograr un nivel de consciencia, que sin duda será igual para todos los aspirantes: la consciencia de la Unidad con nuestro Creador.

Los maestros, gurús y personas santas que encontremos en el camino, podemos verlas como las señales de tráfico que anuncian al conductor las muchas variantes de la carretera, pero ellos, no pueden aportarnos, ni vendernos el instante en el que se produce el despertar. Ese instante santo es una experiencia que nos conduce a la percepción verdadera, la que nos ilumina y nos permite comprobar que siempre hemos sido el soñador de nuestros sueños.


Enseñanzas como la que estamos estudiando, realizan el mismo papel que los maestros y guías espirituales. Nos aportan una información que debemos completar llevándola a la experiencia. La teoría no debemos confundirla con la iluminación. Puedo ser un magnífico disertador de las enseñanzas, aglutinar grandiosos foros, y, sin embargo, mi conciencia permanece identificada con el mundo de la percepción.


Conocemos las señales del mundo del ego. Todas ellas se fundamentan en el miedo, en la culpa y en el dolor como vía redentora. Mientras que nuestros pensamientos rindan culto a esos falsos ídolos, seguiremos perteneciendo a este mundo.


Cuando las viejas ataduras dejen de mantenernos prisionero de las tenebrosas voces del miedo, entonces estaremos preparados para recibir ese instante liberador que nos anuncie que nos hemos salvado de este mundo. No importa que permanezcamos en él por un tiempo, pues ya no lo identificaremos como nuestro verdadero hogar, y sus regalos han dejado de satisfacernos.


Te bendigo hermano, si llegado este día, has degustado las mieles de la iluminación.


Reflexión: Respiro profundamente. Miro el mundo y no veo en él nada que tenga valor. La ilusión da paso a la verdad y me siento liberado. Gratitud.