viernes, 6 de septiembre de 2024

Capítulo 14. V. El círculo de la Expiación (1ª parte).

 V. El círculo de la Expiación (1ª parte).

1. La única parte de tu mente que es real es la parte que aún te vincula con Dios. 2¿Te gustaría que toda ella fuese transformada en un radiante mensaje del Amor de Dios para ser compartido con todos los que se sienten solos por haber negado a Dios? 3Dios hace que esto sea posible. 4¿Cómo ibas a negarle Su anhelo de que se le conozca? 5Tú anhelas estar con Él, tal como Él anhela estar contigo. 6Esto es eternamente inalterable. 7Acepta, pues, lo inmutable. 8Deja el mundo de la muerte atrás, y regresa al Cielo en paz. 9Aquí no hay nada que tenga valor; todo lo que tiene valor se encuentra en el Cielo. 10Escucha al Espíritu Santo, y a Dios a través de Él. 11Él te habla de ti. 12No hay culpabilidad en ti, pues Dios se encuentra bendecido en Su Hijo, tal como el Hijo se encuentra bendecido en el Padre.

Si te estás preguntando, ¿cuál es la mente real y cuál es la mente falsa?, este punto, nos ofrece la respuesta a esta importantísima cuestión. La parte real es la parte que nos vincula con Dios, es decir, la que nos lleva a visionar la unicidad en todo lo creado. 

Ya hemos tratado la cuestión de la realidad y advertíamos que lo real es lo verdadero, o lo que es lo mismo, lo real surge de la expansión del Amor, del acto creador que se manifiesta desde la inocencia, la impecabilidad, la inmutabilidad, dando lugar a creaciones eternas e intemporales.

Dejar de desear este mundo, donde nada es verdadero, es el paso previo para regresar al Cielo, nuestro verdadero hogar y gozar de lo realmente valioso, la Visión del Amor que nos mantiene unidos a nuestro Creador y a la Filiación.

2. Todo el mundo tiene un papel especial en la Expiación, pero el mensaje que se le da a cada uno de ellos es siempre el mismo: El Hijo de Dios es inocente. 2Cada uno enseña este mensaje de modo diferente, y lo aprende de modo diferente. 3Pero hasta que no lo enseñe y lo aprenda, tendrá la vaga conciencia de que no está llevando a cabo su verdadera función, y no podrá por menos que sufrir por ello. 4La carga de la culpabilidad es pesada, pero Dios no quiere que sigas atado a ella. Su plan para tu despertar es tan perfecto como el tuyo es falible 6 no sabes lo que haces, pero Aquel que sabe está contigo. 7Tuya es Su dulzura, y todo el amor que compartes con Dios Él lo ha salvaguardado para ti. 8Él sólo quiere enseñarte a ser feliz.

Esperanzador mensaje, el que se recoge en este punto, pues nos recuerda algo que solemos olvidar con facilidad: somos inocentes e impecables.  Para aprender esta verdad, tenemos que enseñarla y compartirla con el mundo. Es ahí donde aparecen los principales escollos que nos separan de la verdad, pues, cuando fallamos en nuestras pretensiones de servir al Amor, la sombra de la culpabilidad se cierne sobre nuestra mente, oscureciéndola con tenebrosos pensamientos de autocastigos.

El saber del Espíritu Santo está en nuestro interior en espera de que le pidamos nos ayude a Expiar y corregir la falsa percepción de nuestra mente y los pesados juicios condenatorios.

¡Bendito Hijo de un Padre que bendice sin reservas, el júbilo fue creado para ti! 2¿Quién puede condenar quien Dios ha ben­decido? 3No hay nada en la Mente de Dios que no comparta Su radiante inocencia. 4La creación es la extensión natural de la per­fecta pureza. 5Tu única misión aquí es dedicarte plenamente, y de buena voluntad, a la negación de todas las manifestaciones de la culpabilidad. 6Acusar es no entender. 7Los felices aprendices de la Expiación se convierten en los maestros de la inocencia, la cual es el derecho de todo lo que Dios creó. 8No les niegues lo que les corresponde, pues no se lo estarías negando sólo a ellos.

Toda creencia en el ataque comienza con uno mismo. Nos sentimos atacados, por la sencilla razón de que nos estamos atacando. Si en vez de castigarnos, nos amásemos, no veríamos el castigo en los demás.

Si nos sentimos culpables, juzgaremos y culparemos los actos de los demás, pues, todo lo que es lícito para nosotros, lo exigiremos en los demás.

Si no sanamos nuestra mente de la enfermedad que nos lleva a padecer del cáncer de la separación, iremos contagiando al mundo con ese falso virus que nos corroe interiormente.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IV. Tu papel en la Expiación (3ª parte).

IV. Tu papel en la Expiación (3ª parte).


7. A menos que seas inocente no puedes conocer a Dios, cuya Voluntad es que lo conozcas. 2Por lo tanto, tienes que ser inocente. 3Mas si no aceptas las condiciones necesarias para saberlo, es que has negado a Dios y no lo reconoces, si bien, te rodea por todas partes. 4A Dios no se le puede conocer sin Su Hijo, cuya inocencia es la condición en la que se le puede conocer. 5Aceptar que Su Hijo es culpable es una negación del Padre tan absoluta que impide que el conocimiento pueda ser reconocido por la misma mente en la que Dios Mismo lo depositó. 6¡Si tan sólo escuchases y te dieses cuenta de cuán absolutamente imposible es esto! 7No dotes a Dios de atributos que tú comprendes. 8Tú no lo creaste, y cualquier cosa que comprendas no forma parte de Él.

El lenguaje de Dios es fácil de identificar, pues tan sólo habla en términos de Amor Incondicional. El amor manifiesta nuestra condición de inocencia primigenia, pues lo que nace de la pureza, es puro, y todo cuanto emana del amor es eterno, por lo que la pureza, igualmente, forma parte de nuestra verdadera esencia. Conectar con la vibración de la inocencia, de la pureza, del amor, requiere, simplemente, ser conscientes de que somos Uno con el resto de la Filiación. Ese pensamiento de Unidad nos permitirá reconocer a Dios en cada uno de nuestros hermanos. Esta es la única y verdadera visión que nos permitirá conocer a nuestro Creador.

8. Tu tarea no es construir la realidad. 2La realidad está aquí sin que tú la hayas tenido que construir, pero no sin ti. 3Tú que has tratado de renunciar a ti mismo y que tan poco has valorado Dios, escúchame hablar en favor de ti y de Él. 4No puedes com­prender cuánto te ama tu Padre, pues en tu experiencia mundana no hay paralelo que te pueda ayudar a comprenderlo. 5En la tie­rra no hay nada comparable, ni nada que jamás hayas sentido aparte de Él se parece en lo más mínimo a Su Amor. 6Tú no pue­des ni siquiera dar una bendición con perfecta dulzura. 7¿No te gustaría conocer a Uno que da para siempre, y que lo único que sabe es dar? 

Nuestra tarea no es construir la realidad, pues la realidad está aquí sin que la hayamos tenido que construir, pero no sin nosotros. Parece una contradicción, pero no lo es. Cuando utilizamos el sistema de pensamiento del ego, aquello que llamamos realidad, es fruto de lo que percibimos con nuestros sentidos físicos. Sin embargo, aquello que percibimos desde la temporalidad carece del valor de la realidad, pues como nos enseña este Curso, la realidad, al igual como la verdad, no cambian, son eternas. 

Nuestra realidad no la hemos creado nosotros por sí mismo, pero no puede existir sin nuestro ser. 

En el mundo que percibimos desde la visión del ego, no nos permite conocer la verdadera realidad, así como, las expresiones que emanan de ella misma. La realidad verdadera es esencia espiritual con capacidad para expandir la fuerza del Amor Incondicional. Alcanzar la percepción verdadera de esta realidad significa que nuestra mente recta vibra en frecuencia del Cielo.

9. Los Hijos del Cielo viven en la luz de la bendición de su Padre, pues saben que están libres de pecado. 2La Expiación fue estable­cida como un medio de restaurar la inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tanto, se habían negado el Cielo sí mismas. 3La Expiación te muestra la verdadera condición del Hijo de Dios. 4No te enseña lo que eres, o lo que tu Padre es5El Espí­ritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a elimi­nar los obstáculos que se interponen entre ti y lo que sabes. 6Su memoria es tuya. 7Si recuerdas lo que has fabricado estarás recordando lo que no es nada. 8El recuerdo de la realidad se encuentra en Él, y, por lo tanto, en ti.

En este punto, se nos clarifica la función que realiza la Expiación del Espíritu Santo. No se puede confundir con el Conocimiento de Dios, ni de Su Hijo. La Expiación al corregir la percepción falsa, nos muestra nuestra verdadera condición, ayudándonos a recordar lo que ya se encuentra en nuestra memoria, pues, el recuerdo de la realidad se encuentra en dios, y, por lo tanto, en nosotros.

10. Los culpables y los inocentes son totalmente incapaces de entenderse entre sí. 2Cada uno percibe al otro diferente de como se percibe sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunica­ción entre ellos, pues cada uno ve al otro de modo distinto de como se ve a sí mismo. 3Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conoci­miento de lo que tú eres con Dios. 4sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que es Dios. 5Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues, lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha exis­tido. 6La  comunicación con Dios es vida. 7Sin ella nada puede existir en absoluto.

Si no fuese porque ya llevamos realizado un interesante recorrido por las enseñanzas del Curso de Milagros, esta afirmación, nos resultaría impactante para nuestro actual sistema de pensamiento. Estamos habituados a pensar que la autoría del cuerpo físico recae sobre sí mismo y que es nuestra única realidad, la que percibimos, la que somos capaces de ver y sentir. Lo que llamamos existencia, lo que llamamos vida, depende del cuerpo físico y su interacción con el mundo que lo rodea. Sin embargo, este punto nos afirma, que tan sólo la comunicación con nuestro verdadero Creador, Dios, es vida y sin ella, nada puede existir en absoluto.

Antes de que neguemos esta afirmación, debemos entender el contenido de esta afirmación. No tan solo existe aquello que percibimos con nuestros sentidos físicos. La existencia hay que reconocerla en términos de realidad o ilusión, en términos de verdad o falsedad. Esto es así, porque tan sólo lo que es eterno es real, es verdad y por lo tanto, existe. Mientras que lo que es temporal, aunque sea percibido, no es real, no es verdad y por lo tanto no existe. 

Como bien empieza este punto, los culpables, los que perciben erróneamente, son totalmente incapaces de entender con los inocentes, es decir, con los que viven en el Cielo y son Eternos.  

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IV. Tu papel en la Expiación (2ª parte).

 IV. Tu papel en la Expiación (2ª parte).


4. No tienes que comprender lo que es la creación para hacer lo que tienes que hacer antes de que ese conocimiento cobre sentido para ti. 2Dios no rompe barreras, pues no las creó. 3Cuando las abandonas, desaparecen. 4Dios no puede fracasar, pues jamás ha fracasado en nada. 5Decide que Dios está en lo cierto con respecto a ti, y que eres tú el que está equivocado. 6Él te creó de Sí Mismo, si bien, dentro de Sí Mismo. 7Él sabe lo que eres. 8Recuerda que no hay alternativa a Él. 9No puede haber nadie, por lo tanto, que no goce de Su Santidad, ni nadie que no merezca Su perfecto Amor. 10No dejes de llevar a cabo tu función de amar en un lugar falto de amor que fue engendrado de las tinieblas y el engaño, pues así es como se deshacen las tinieblas y el engaño. 11No te falles a ti mismo, antes bien, ofrécele a Dios y a ti mismo Su irreprochable Hijo. 12A cambio de este pequeño regalo de aprecio por Su Amor, Dios Mismo intercambiará tu regalo por el Suyo.

En realidad, la transgresión conocida como pecado original, responde al deseo de ser diferente de su creador. Si crear es la expansión del amor y su fruto es la eternidad, cualquier otro acto que no sea expandir dicha esencia, carecerá de esa misma condición.

Negar esa verdad, nos llevará a percibir erróneamente la realidad, dicho de otro modo, percibiremos lo ilusorio y lo falso. 

El verdadero valor no se encuentra en lo perecedero, sino en lo eterno. Lo temporal no es real, pues tan sólo lo que no cambia, como la verdad, lo es. 

Cuando expandimos nuestro amor, estamos creando eternidad y estamos creando realidad, esto es, estamos manifestando nuestra divinidad.

5. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo, y luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. 2Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. 3¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? 4Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. 5De este modo, Él te enseñará a eliminar la tremenda carga que te has echado encima al no amar al Hijo de Dios y al tratar de enseñarle culpabilidad en vez de amor. 6Abandona ese frenético y demente afán que te priva del gozo de vivir con tu Dios y Padre, y de despertar felizmente a Su Amor y a Su Santidad, las cuales, conjuntamente, constituyen lo que es verdad en ti y hacen que seas uno con Él.

Elegir al ego como guía de nuestras decisiones, nos conducirá sin duda al encuentro con el dolor, el sufrimiento y la infelicidad, pues su percepción es errónea y se relaciona con el mundo que le rodea desde la creencia en el miedo y en la culpa.

Las Enseñanzas de Un Curso de Milagros, nos dice que Dios dispuso que su Voz se manifestara a través del Espíritu Santo, cuya Mente Una, nos revela el camino que debemos recorrer para alcanzar la salvación. Por lo tanto, entreguemos a la Voz de Dios, todas nuestras decisiones, para que se convierta en nuestro único y verdadero guía.

6. Una vez que has aprendido a decidir con Dios, tomar decisio­nes se vuelve algo tan fácil y natural como respirar. 2No requiere ningún esfuerzo, y se te conducirá tan tiernamente como si te estuviesen llevando en brazos por un plácido sendero en un día de verano. 3Decidir parece ser algo difícil debido únicamente a tu propia volición. 4El Espíritu Santo no se demorará en contestar cada pregunta que le hagas con respecto lo que debes hacer. 5Él lo sabe. 6El te lo dirá y luego lo hará por ti, 7Y tú, que estás can­sado, verás que ello es más reparador que dormir, 8pues puedes llevar tu culpabilidad a tus sueños, pero no ahí.

Si en verdad queremos que la Voz de Dios guíe nuestros pasos, tendremos que ser honestos y deshacernos de todos las falsas creencias que nos han llevado a pensar que somos nuestros propios creadores. Igualmente, tendremos que abandonar todo deseo de satisfacernos egoístamente de los demás, de ser especial. Tendremos que desaprender el sistema de pensamiento que hasta ahora hemos seguido y estar dispuestos a prestar oídos tan sólo a la Voz que habla por Dios, para distinguir su lenguaje amoroso del lenguaje codicioso empleado por el ego.

martes, 3 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IV. Tu papel en la Expiación (1ª parte).

 IV. Tu papel en la Expiación (1ª parte).

1. Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expiación en él. 2Pues al proclamarla en él haces que sea tuya y ves lo que buscabas. 3Mas no verás el símbolo de la inocencia de tu hermano refulgiendo en él mientras todavía creas que no se encuentra en él. 4Su inocencia es tu Expiación. 5Concédesela, y te darás cuenta de la verdad de lo que has reconocido. 6No obstante, para que la verdad pueda ser recibida, tiene primero que ofrecerse, del mismo modo en que Dios se la dio primero a Su Hijo. 7El primero en el tiempo no significa nada, pero el Primero en la eternidad es Dios el Padre, Quien es a la vez Primero y Uno. 8Más allá del Primero no hay ningún otro, pues no hay ninguna secuencia, ni segundo ni tercero, ni nada excepto el Primero.

Cuando la mente, el foco a través expresamos nuestros pensamientos, se pone al servicio del miedo, nos lleva a la visión de la separación, es decir, a la percepción falsa a través de la cual vemos al otro como alguien externo a nosotros y cuyo único objetivo es atacarnos con su manera de percibirnos. Aquello que excluimos en nuestra mente se proyecta fuera de nosotros y adopta la imagen del enemigo, por lo que decidimos protegernos de él, utilizándolo como espejo de nuestras debilidades.

Cuando este punto nos enseña que aceptar la inocencia de un hermano es ver la Expiación en él, está mostrándonos el camino de la salvación, pues en la medida en que corregimos nuestros errores mentales, nuestros pensamientos incorrectos, estaremos, igualmente, corrigiendo nuestra percepción, de modo que sustituiremos lo falso por lo verdadero, y el otro, se convierte en el camino que debemos recorrer compartiendo la esencia que nos ha creado y que nos hace iguales, el amor.

2. Tú que perteneces a la Primera Causa, que fuiste creado por Él a Su Semejanza y como parte de Él, eres mucho más que simple­mente inocente. 2El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente pertur­bada que pensó que sí estaba ahí. 3Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. 4Pues hasta que no lo alcances, seguirás creyendo que estás separado de Él. 5Tal vez sientas Su Presencia a tu lado, pero no podrás saber que eres uno con Él. 6Esto no se puede enseñar. 7El aprendizaje se ocupa única­mente de la condición en la que ello ocurre por su cuenta.

La condición de Hijo de Dios, no es una conquista que se alcanza cuando se ha perdido dicha condición. Ser el Hijo de Dios es un estado inmutable y eterno que no está sujeto al cambio. No es un estado del ser que por propia decisión adquiere la condición de pecador y tras un proceso de aprendizaje alcanza de nuevo su condición de inocencia.

El Hijo de Dios ha sido creado como parte del Creador, lo que lo hace eternamente puro e inalterable. Creer que el Hijo de Dios puede pecar, es creer que el Hijo de Dios se encuentra separado de Su Creador. Esa creencia ha dado lugar a una situación irreal e imaginaria, a la que se le ha dado un valor del que carece: la realidad.

3. Cuando hayas permitido que todo lo que empaña a la verdad en tu santísima mente sea des-hecho y, consecuentemente, te alces en gracia ante tu Padre, Él se dará a Sí Mismo a ti como siempre lo ha hecho. 2Darse a Sí Mismo es lo único que Él sabe, y así, todo conocimiento consiste en eso. 3Pues lo que Él desconoce no existe, y, por consiguiente, no se puede dar. 4No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. 5Pide, más bien, cómo aprender a per­donar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. 6La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen en práctica. 7Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. 8Hasta que no lo aprendas te sentirás culpable, 9pues en última instancia y sea cual fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu mente. 10¿Cómo ibas a poder escapar de esa culpabilidad si dejas de cumplir tu función aquí?

Creernos separados de Dios nos mantiene alimentando permanentemente el error basado en la creencia de que podemos existir separados de Él. Nos sentimos pecadores y buscamos Su Gracia para que perdone nuestros pecados. Pero no nos damos cuenta, de que ese juicio condenatorio nos lleva a condenar al mundo, pues no podemos evitar juzgarlo desde nuestra propia culpa. No nos damos cuenta, de que jamás hemos estado separados de nuestro Padre, al que le hemos otorgado el papel de Juez, al igual como nosotros juzgamos a nuestros hermanos.

Olvidar lo esencial, esto es, olvidar que somos Hijos del Amor, nos lleva a negar la verdad, la cual no es otra que reconocer que como Hijos del Amor, siempre hemos formado parte de Dios.

Este punto nos recuerda, que nuestra función en la tierra es aprender a perdonar y a recordar lo que realmente somos. Cuando aceptamos esa verdad, nuestra percepción se torna verdadera, es decir, nuestra mente deja de servir al miedo y a la creencia en la separación y, en su lugar, se pone al servicio del amor, lo que que nos llevará a reconocer la inocencia en los demás y a liberarnos de las pesadas cadenas de la culpa.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (5ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (5ª parte).


16. Dile únicamente al Espíritu Santo: "Decide por mí", y está hecho. 2Pues Sus decisiones reflejan lo que Dios sabe acerca de ti y ante esa luz cualquier clase de error es imposible. 3¿Por qué luchas tan frenéticamente por tratar de prever lo que no puedes saber, cuando tras cada decisión que el Espíritu Santo toma por ti se encuentra el conocimiento? 4Aprende de Su sabiduría y de Su Amor, y enseña Su respuesta a todos los que luchan en las tinie­blas, pues al hacerlo decides por ellos y por ti.

Si no crees en la afirmación contenida en este punto, es porque aún te encuentras formando parte del pelotón de los que rinden culto a la culpa. Estás cansado de sufrir, de ser infeliz, pero aun te siente llamado a autocastigarte por una razón sin sentido, cuyo único fin es demostrarte que has decidido vivir alejado del amor.

Invoca en tí, al Espíritu Santo y dile: "decide por mí". Deja las armas que han sido tus defensas hasta ahora para protegerte del dolor y del miedo. Ahora tus manos, no se encuentran solas, pues están firmemente adheridas a las manos que te ofrece amorosamente el Espíritu Santo. Déjate llevar, por la paz que ahora te envuelve. Él sabe dónde conducir tus pasos para que se produzca el feliz reencuentro con la salvación.

17. ¡Qué grato es decidir todas las cosas a través de Aquel que da Su equitativo Amor a todos por igual! 2Él no excluye a nadie de ti. 3Por lo tanto, te da lo que es tuyo porque tu Padre quiere que lo compartas con Él. 4Deja que el Espíritu Santo sea tu guía en todo, y no te vuelvas atrás. 5Confía en que Él responderá de inmediato y con Amor a todos los que de algún modo se vean afectados por tus decisiones. 6todo el mundo se ve afectado. 7¿Te echarías al hombro la responsabilidad de tener que decidir qué es lo único que redundaría en beneficio de todos? 8¿Cómo ibas a saberlo?

A partir de ahora, te sentirás más liviano, sin tener que llevar pesadas cargas. Tu nuevo estado de ánimo se verá reflejado en los rostros de los demás, en los que se percibe una expresión de aceptación, de concordia, de amabilidad. Son la muestra de la respuesta que tu nueva mente está propiciando en tu caminar. Ya no percibes el miedo en sus rostros, pues no se ven amenazados por tu ignorancia.

Sigues soñando, lo sabes, pero ahora, has decidido tener sueños felices.

18. Te has enseñado a ti mismo el hábito completamente antinatural de no comunicarte con tu Creador. 2Sin embargo, permaneces en estrecha comunicación con Él, y con todo lo que mora en Él, lo cual mora también en ti. 3Desaprende, mediante el amoroso con­sejo del Espíritu Santo, el aislamiento que aprendiste, y aprende la feliz comunicación que desechaste, pero que aun así no pudiste perder.

Sí, hermano, ahora te sientes parte de la Filiación. Ahora sí sabes dónde dirigir tu mirada para reconocer tu verdadera identidad. Cada uno de tus hermanos, te la muestran gratuitamente, y comprendes, en esa nueva visión, que la salvación es compartida con ellos.

19. Siempre que tengas dudas acerca de lo que debes hacer, piensa en Su Presencia y repite para tus adentros esto y sólo esto:  

2Él me guía y conoce el camino que yo no conozco.

3Mas nunca me privará de lo que quiere que yo aprenda.

4Por eso confío en que me comunicará todo lo que sabe por mí. 

5Déjale entonces que te enseñe quedamente cómo percibir tu ino­cencia, la cual está ya ahí.

¡Qué así sea!