sábado, 20 de julio de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 202

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 202

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (182) Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar.

2¿Por qué habría de elegir quedarme un solo instante más donde no me corresponde estar, cuando Dios Mismo me ha dado Su Voz, la cual me exhorta a retornar a mi hogar?

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

Llamamos hogar al lugar donde habita nuestro cuerpo. Esa es la identidad del ego. Esa es la base firme donde se asientan sus creencias.

Pero ese hogar es ilusorio, forma parte del “sueño” que adormece nuestras mentes.
En ese hogar, convivimos con nuestras sombras, las cuales proyectamos sobre los demás. Convivimos con nuestros miedos, especialmente el de la soledad y el de la muerte.
Hacemos de ese hogar, nuestro campo de experiencia y nos alimentamos de las falsas verdades que extraemos de aquello que percibimos.

¿Cómo nuestro Padre ha podido situarnos en un hogar donde todo es ilusorio y efímero?
¿Cómo nuestro Hacedor nos va a dejar a la deriva en un mundo caótico, donde el sacrificio y el sufrimiento se han convertido en la única vía de ganarnos su respeto?

¿Acaso no es lógico que un padre ofrezca a sus hijos sus mejores regalos?
¿Acaso un padre que sea amoroso y compasivo va a elegir convertirse en el verdugo de sus propios hijos?
¿Qué padre no se complace al ver que su hijo corrige los errores cometidos?

Soy consciente de que el espacio tiempo en el que transita mi cuerpo no es mi verdadero hogar. Soy consciente de que mi hogar está junto a mi Padre, El cual espera pacientemente mi retorno. Soy consciente de ello.

Durante el tiempo que dure este transitar pasajero, haré consciente mi Divinidad en la tierra. Mis actos hablarán de Unidad, de Amor, de Felicidad.

Reflexión: Mi Salvación será una realidad, cuando haya despertado totalmente del sueño de la separación, recordando mi procedencia divina y reclame mi herencia.

viernes, 19 de julio de 2024

Capítulo 13. I. Inocencia e invulnerabilidad (2ª parte).

  I. Inocencia e invulnerabilidad (2ª parte). 

6. Cuando hayas aceptado la Expiación, te darás cuenta de que no hay culpabilidad alguna en el Hijo de Dios. 2sólo cuando veas su inocencia podrás entender su unicidad. 3Pues la idea de la culpabilidad da lugar a la creencia de que algunas personas pue­den condenar a otras, como resultado de lo cual, se proyecta sepa­ración en vez de unidad. 4Sólo te puedes condenar a ti mismo, y hacer eso te impide reconocer que eres el Hijo de Dios. 5Has ne­gado la condición de su existencia, que es su perfecta irreprochabilidad. 6El Hijo de Dios fue creado del amor, y mora en el amor. 7La bondad y la misericordia le han acompañado siempre, pues él jamás ha dejado de extender el Amor de su Padre. 

Cuando nos sentimos culpables, lo que realmente estamos haciendo es condenándonos a nosotros mismo. Cuando nos condenamos, estamos admitiendo que creemos en que podemos condenar a otros. La culpa nos muestra que creemos en la separación, pues si en vez de culpa, amásemos, ¿cómo podríamos condenarnos y condenar? 

7. A medida que percibas a los santos compañeros que viajan a tu lado, te darás cuenta de que no hay tal viaje, sino tan sólo un despertar. 2El Hijo de Dios, que nunca ha estado dormido, no ha dejado de tener fe en ti, al igual que tu Padre. 3No hay ningún camino que recorrer ni tiempo en el que hacerlo. 4Pues Dios no espera a Su Hijo en el tiempo ya que jamás ha estado dispuesto a estar sin él. 5Y, por lo tanto, así ha sido siempre. 6Permite que el fulgor de la santidad del Hijo de Dios disipe la nube de culpabili­dad que nubla tu mente, y al aceptar como tuya su pureza, aprende de él que es tuya. 

El Hijo de Dios, es Cristo, y Su Visión, el Amor, nunca ha estado dormida, siempre ha permanecido despierta y en Comunión con Su Padre, en la Eternidad.

Caminar junto a nuestros hermanos siendo conscientes de la Unidad de la Filiación, nos permitirá gozar de la Visión Crística, cuya Luz disipará la nube de culpabilidad que nubla nuestra mente. 

8. Eres invulnerable porque estás libre de toda culpa. 2Sólo me­diante la culpabilidad puedes aferrarte al pasado. 3Pues la culpa­bilidad determina que serás castigado por lo que has hecho, y, por lo tanto, depende del tiempo unidimensional, que comienza en el pasado y se extiende hasta el futuro. 4Nadie que crea esto puede entender lo que significa "siempre", y de este modo la culpabilidad le impide apreciar la eternidad. 5Eres inmortal por­que eres eterno, y "siempre" no puede sino ser ahora. 6La culpa­bilidad, pues, es una forma de conservar el pasado y el futuro en tu mente para asegurar de este modo la continuidad del ego. 7Pues si se castiga el pasado, la continuidad del ego queda garan­tizada. 8La garantía de tu continuidad, no obstante, emana de Dios, no del ego. 9Y la inmortalidad es lo opuesto al tiempo, pues el tiempo pasa, mientras que la inmortalidad es constante. 

Este mensaje toca al corazón y no podemos evitar exclamar ¡Guau! Qué maravilla y cuánta sabiduría expresan esas palabras. Es tan obvio, que avergüenza que nuestra conciencia no clame de júbilo a esta invitación a despertar de su letargo sueño. En el ahora, en el siempre, en la eternidad, siempre permaneceremos invulnerables a la culpa. Si elegimos cualquier otro tiempo, estaremos apostando por lo que no existe y, encima, apostamos por revivir el sentimiento de culpa, o lo que es lo mismo, eligiendo ver el pasado, en el ahora, estamos eligiendo condenarnos.

Ningún estado pasado puede aportarnos paz, pues lo que no está, lo que no es real, no es nada, y, ¿puede la nada aportar paz? 

9. Aceptar la Expiación te enseña lo que es la inmortalidad, pues al aceptar que estás libre de culpa te das cuenta de que el pasado nunca existió, y, por lo tanto, de que el futuro es innecesario y de que nunca tendrá lugar. 2En el tiempo, el futuro siempre se asocia con expiar, y sólo la culpabilidad podría producir la sensación de que expiar es necesario. 3Aceptar como tuya la inocencia del Hijo de Dios es, por lo tanto, la forma en que Dios te recuerda a Su Hijo, y lo que éste es en verdad. 4Pues Dios nunca ha condenado a Su Hijo, que al ser inocente es también eterno. 

Haz de tu presente, tu existencia real, y de esta manera gozarás de inmortalidad. Haz de tu presente, el pasado, y de esta manera harás real la muerte. 

10. No puedes desvanecer la culpabilidad otorgándole primero realidad, y luego expiando por ella. 2Ése es el plan que el ego propone en lugar de simplemente desvanecerla. 3El ego cree en la expiación por medio del ataque, al estar completamente compro­metido con la noción demente de que el ataque es la salvación. 4Y tú, que en tanta estima tienes a la culpabilidad, debes también creer eso, pues, ¿de qué otra manera, salvo identificándote con el ego, podrías tener en tanta estima lo que no deseas? 

El sacrificio, el autocastigo, el dolor, el sufrimiento, son los fieles aliados que acompañan a la culpa, y se presentan como las vías de salvación como pago justo por los pecados cometidos.

El ego no quiera cargar con el peso de la culpa y ello le lleva a proyectarla fuera, viendo el pecado en los demás, los juzga y los condena. Su veredicto siempre será el de la culpa y su sentencia redentora le lleva a imponer castigos cuyos efectos aportarán la falta de libertad, el miedo, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y un largo etc.

11. El ego te enseña a que te ataques a ti mismo porque eres culpa­ble, lo cual no puede sino aumentar tu culpabilidad, pues la cul­pabilidad es el resultado del ataque. 2De acuerdo con las ense­ñanzas del ego, por lo tanto, es imposible escaparse de la culpabilidad. 3Pues el ataque le confiere realidad, y, si la culpabi­lidad es real, no hay manera de superarla. 4El Espíritu Santo sen­cillamente la desvanece mediante el sereno reconocimiento de que nunca ha existido. 5Al contemplar la inocencia del Hijo de Dios, sabe que eso es la verdad: 6Y al ser la verdad con respecto a ti, no puedes atacarte a ti mismo, pues sin culpabilidad el ataque es imposible. 7Tú estás, por lo tanto, a salvo, ya que el Hijo de Dios es inocente. 8Y al ser completamente puro, eres invulnera­ble. 

Debemos entregar al Espíritu Santo, nuestra visión del pasado, nuestras creencias en el pecado y en la culpa, en la separación y el miedo. La Expiación corregirá esas creencias y nos llevará a visionar una nueva realidad, en la que el amor sustituirá al miedo, y donde la invulnerabilidad nos permitirá recuperar la inocencia y la pureza.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 201

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 201

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (181) Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

2No hay nadie que no sea mi hermano3He sido bendecido con la unidad de la que gozo con el universo y con Dios mi Padre, el único Creador de la totalidad que es mi Ser, el cual es eternamente uno conmigo.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

La visión de los cuerpos nos confirma que somos seres separados. Desde esta perspectiva errónea en la que se sustenta las creencias del ego, el otro es algo ajeno a mí y sus intereses se convierten en una amenaza permanente para mis intereses mundanos.  

Las relaciones especiales que se derivan de las necesidades del propio ego están fundamentadas en la necesidad de redimir el recuerdo de antiguas heridas causadas por el remordimiento y la culpa. Esta necesidad de “purificación” nos lleva a buscar a aquel que atacamos y establecer con él un vínculo de compromiso basado en sentimientos de compensación. El sacrificio por el otro se convierte en la moneda con la que pretendemos pagar nuestras culpas.

Pero todas estas relaciones especiales, así como cualquier otro tipo de relación surgidas desde la visión de la separación, estarán alimentadas por el miedo y el sufrimiento. Proyectamos sobre el otro aquello que nos hace sentirnos “sucios”, “pecadores”, inferiores”, “débiles” y a través del juicio, condenamos en los demás lo que no aceptamos de nosotros mismos. No podemos olvidar, que vemos fuera aquello que somos internamente.

Cuando se produzca en nosotros el despertar del sueño de la separación, cuando concibamos sólo y exclusivamente la Unidad que nos mantiene unidos al Padre, entonces, tan sólo podremos amar. Dando amor es como recibiremos amor. Pues dando es como tenemos. Lo que damos al otro, es como si nos lo diéramos a nosotros mismos, pues somos una Unidad.

Reflexión: ¿Qué es lo que me mantiene separado de mis hermanos? Soy consciente, de que esa distancia, es el camino de perdón que he de recorrer para alcanzar la Salvación y la Paz.

jueves, 18 de julio de 2024

Capítulo 13. I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte).

 I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte). 

1. Dije anteriormente que el Espíritu Santo comparte el objetivo de todos los buenos maestros, cuya meta final es hacerse innecesa­rios al enseñarles a sus alumnos todo lo que ellos saben. 2Eso es lo único que el Espíritu Santo desea, pues dado que comparte el Amor del Padre por Su Hijo, intenta eliminar de la mente de éste toda traza de culpabilidad para que así pueda recordar a su Padre en paz. 3La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos, y al Padre sólo se le puede recordar estando en paz. 4El amor y la culpabilidad no pueden coexistir, y aceptar uno supone negar el otro. 5La culpabilidad te impide ver a Cristo, pues es la negación de la irreprochabilidad del Hijo de Dios. 

Este punto nos enseña dos aspectos interesantes. Por un lado, nos indica el objetivo que comparten los buenos maestros, entre los que se encuentra el Espíritu Santo, y nos dice que, su meta final es hacerse innecesarios al enseñarles a sus alumnos lo que ellos saben. El buen maestro debe saber cuándo debe retirarse en su labor de enseñar, para que el estudiante tome el timón de su barco y comience a navegar por sí solo.

Por otro lado, nos revela, que esa decisión debe tomarse cuando hayamos enseñado que la culpabilidad es la creencia que nos impide recordar nuestra condición de Hijo de Dios. 

2. En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. 2¿Cómo, entonces ibas a poder verlo? 3Al hacerlo invisi­ble, surgió el mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes. 4Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. 5Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa. 

La culpa nos lleva a escondernos de Dios, al creer que fue Él quien nos expulsó del Paraíso. Bajo esa falsa creencia, el ego justifica su identidad, pues es hijo de la separación. Recuperar la Inocencia, la irreprochabilidad de Cristo, el Hijo de Dios, exige ver las cosas de otra manera, cambiar la percepción errada y visionar el mundo real. 

3. Al examinarte a ti mismo y juzgar honestamente tus acciones, puede que sientas la tentación de preguntarte cómo es posible que puedas estar libre de culpa. 2Mas ten en cuenta lo siguiente: no es en el tiempo donde no eres culpable, sino en la eternidad. 3Has "pecado" en el pasado, pero el pasado no existe. 4Lo que es siempre no tiene dirección. 5El tiempo parece ir en una dirección, pero cuando llegues a su final, se enrollará hacia el pasado como una gran alfombra extendida detrás de ti, y desaparecerá. 6Mien­tras sigas creyendo que el Hijo de Dios es culpable seguirás caminando a lo largo de esa alfombra, creyendo que conduce a la muerte. 7Y la jornada parecerá larga, cruel y absurda, pues en efecto, lo es. 

Para percibir el mundo real, nuestras creencias deben cambiar, nuestra mente debe servir tan solo al Espíritu, cuya esencia es el Amor. No podemos ver quienes somos, si nuestra percepción se basa en el tiempo. Tan solo el presente nos puede mostrar la verdad, pues tan solo el presente es eterno. Ver desde el pasado o desde el futuro, nos impedirá reconocernos realmente. Cargamos con la falsa creencia en el pecado y en la culpa, debido a que nuestra mente se alimenta del pasado, lo que le lleva a temer, igualmente, el futuro. Es en el presente donde únicamente podremos crear un nuevo mundo, el mundo real, esto es así, porque el presente es inocente y nos permite elegir desde la inocencia y no desde el dolor. 

4. El viaje en que el Hijo de Dios se ha embarcado es en verdad inútil, pero el viaje en el que su Padre le embarca es un viaje de liberación y dicha. 2El Padre no es cruel, y Su Hijo no puede herirse a sí mismo. 3La venganza que teme y que ve, nunca recaerá sobre él, pues aunque cree en ella, el Espíritu Santo sabe que no es verdad. 4El Espíritu Santo se encuentra al final del tiempo que es donde tú debes estar, puesto que Él está contigo. 5Él ya ha des-hecho todo lo que es indigno del Hijo de Dios, pues ésa fue la misión que Dios le dio. 6lo que Dios da, siempre ha sido. 

Como bien expresa en punto anterior, la jornada parece larga, cruel y absurda, pues en efecto lo es.

Si miramos el mundo que percibimos actualmente, no es de extrañar que pensemos que nos queda un largo camino por recorrer. El tiempo se convierte en nuestro compañero, invitándonos a aprender día a día, que no podemos continuar haciendo real los horrores del mundo.

La fuerza de las enseñanzas del Curso en Milagros radica en la nueva visión que nos aporta para ver el mundo de otra manera. Una de las lecciones más importante que nos ofrece es reconocer que no es el mundo de afuera el que debemos cambiar, sino nuestro mundo interno, el que ocupa las creencias en nuestra mente. 

5. Me verás a medida que aprendas que el Hijo de Dios es inocente. 2Él siempre anduvo en busca de su inocencia, y la ha encon­trado. 3Pues cada cual está tratando de escapar de la prisión que ha construido, y no se le niega la manera de encontrar la libera­ción. 4Puesto que reside en él, la ha encontrado. 5Cuándo ha de encontrarla es sólo cuestión de tiempo, y el tiempo no es sino una ilusión. 6Pues el Hijo de Dios es inocente ahora, y el fulgor de su pureza resplandece incólume para siempre en la Mente de Dios. 7El Hijo de Dios será siempre tal como fue creado. 8Niega tu mundo y no juzgues al Hijo de Dios, pues su eterna inocencia se encuentra en la Mente de su Padre y lo protege para siempre. 

Como ya hemos comentado, es en el presente, en el ahora, donde podremos reencontrarnos con nuestra inocencia. Es en el ahora, donde ni el pasado ni el futuro tienen presencia, salvo que decidamos que la tengan. La corrección debe realizarse en nuestra mente para que podamos percibir de manera fiable, para poder ver el mundo real, libre de culpa, de miedo, de sufrimiento y dolor. Ese cambio, aunque se produce en nuestra mente, también afecta a las mentes de nuestros hermanos. Al sanar nuestra mente, estamos sanando la de los demás. Sanar la falsa creencia en la separación, nos permitirá reconocer la fuerza que nos une al resto de la Filiación. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 200

LECCIÓN 200

No hay más paz que la paz de Dios.

1. Deja de buscar. 2No hallarás otra paz que la paz de Dios. 3Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos de­sengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. 4Deja de buscar. 5No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

2. Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felici­dad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. 2No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. 3Pues no estarás sino pidiendo la derrota.

3. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felici­dad y vida eterna en una paz que no tiene fin. 2Pide esto, y sólo puedes ganar. 3Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. 4Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 5Per­dónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 6Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida?

4. Regresa a casa. 2Jamás encontraste felicidad en lugares extra­ños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún signifi­cado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. 3No te corres­ponde estar en este mundo. 4Aquí eres un extraño. 5Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie.

5. Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. 2Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Perma­necerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar ben­dito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. 4Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. 5Y al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es.

6. ¿Qué función tiene el perdón? 2En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, 3pues es desconocido en el Cielo. 4Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 5¿No es acaso un propósito loable ayudar al biena­mado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aun­que son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? 6¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo?

7. No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Volun­tad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 2¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? 3Este no puede ser real, ya que nunca fue creado. 4¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? 5¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? 6Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios.

8. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 2Pero se empieza a tener paz en él cuando se le per­cibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 3La paz es la res­puesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. 4Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios.

9. No volvamos a perder el rumbo hoy. 2Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. 3Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 4Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. 5Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. 6El Padre llama; el Hijo le oirá. 7Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo sepa­rado de Dios, en el que los cuerpos son reales.

10. Ahora reina el silencio. 2Deja de buscar. 3Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. 4Ahora se encuentran bajo tus pies. 5Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. 6Por fin la paz ha sido reconocida, y tú pue­des sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor.

11. Hoy no buscamos ídolos. 2La paz no se puede encontrar en ellos. 3La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 4¡Que la paz sea con nosotros hoy! 5Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad; y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañe­rismo. 6Pues la paz es unión, si procede de Dios. 7Hemos abando­nado toda búsqueda. 8Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos:

9No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.


¿Qué me enseña esta lección?

Para encontrar paz debo estar limpio de culpa. Y la culpabilidad es la condición que hemos fabricado al albergar la creencia de que somos pecadores y de que hemos sido expulsados del Jardín del Edén, el hogar dispuesto por Dios para su Filiación. 

Mientras que permanezcamos identificados con ese “sueño", en el que nos vemos separados de nuestro creador, buscaremos, ansiosamente, la paz, pues reconocemos en ella nuestra verdadera condición espiritual. Sin embargo, para que ese re-encuentro tenga lugar, tenemos que “despertar” y re-conocer que somos Uno con Todo lo Creado. 

No podremos estar en paz, mientras busquemos el castigo para redimir nuestra conciencia pecadora. No podemos estar en paz, mientras pensemos que debemos sufrir para alcanzar el perdón de nuestros pecados. No podemos estar en paz, mientras creamos que debemos sacrificarnos por los demás para lograr su perdón. 

Estaremos en paz, cuando tomemos consciencia de lo que Somos: Amor. 

Estaremos en paz, cuando hagamos consciente a través de nuestras acciones el Pensamiento de la Unidad y reconozcamos en el rostro de nuestros Hermanos, el Sagrado Rostro de Dios.


Ejemplo-Guía: "¿Has identificado ya lo que te priva del gozo de la Paz de Dios?

Fácil y directa. La cuestión que he elegido para reflexionar sobre la lección de hoy, no da lugar a equívocos, ni a otras interpretaciones. Aunque, estoy proyectando una afirmación que quizás no compartas. He podido obviar que tal vez no compartas mi opinión de que la única y verdadera paz es la que Dios nos otorga.

Es posible que, en mi anhelo por fundirme en ese remanso de felicidad, que supone la Paz de Dios, me haya olvidado de esa parte de mí que aún se encuentra prisionera de las falsas creencias. Si he de ser honesto conmigo y con las Enseñanzas, si mis ojos aún perciben el infierno experimentado por uno tan solo de mis hermanos, ese infierno se encuentra en mi interior. Si me hubiese liberado de sus cadenas, no lo percibiría, lo que no significa que uno de mis hermanos pueda estar experimentándolo. La diferencia está en verlo o no verlo, en percibirlo o no percibirlo, o lo que es lo mismo, en haberlo integrado en nuestra consciencia o en no haberlo hecho.

Cuando estemos preparados para ver tan solo la inocencia fuera de nosotros, entonces, estaremos dispuestos para gozar de la Dicha y de la Paz que Dios ha dispuesto en nosotros. Esta situación nos está revelando de que nuestra consciencia despierta del sueño en el que ha permanecido dormida.

Te preocupa no saber cuándo estás preparado para experimentar esa comunión de Paz. Pues no debes tener esa preocupación, no tendrás dudas. Será cómo encontrarse rodeado de luz o de oscuridad. En la luz, nada se ocultará a tus ojos. En la oscuridad, seguirá deseando luz para ver. Y, ¿cómo se evidencia esa situación?

Si ves la paz, la tendrás. Si no la ves, la buscarás. La vida nos ofrece lecciones que Dios quiere que aprendamos. La recompensa de esas lecciones de Vida, es la Paz. Pongamos unos ejemplos:

  • Me dirijo al trabajo en mi coche nuevo. Al llegar a un cruce, otro vehículo pierde el control y me golpea en la parte trasera, destrozándola por completo. Dejamos ahí la escena.

Si esta circunstancia la viviésemos como protagonistas, ¿responderíamos igual que si la estuviésemos observando como tercera persona? No pasa nada, si tu respuesta es no. En una encuesta, el “no”, ganaría por mayoría absoluta. Pero, esa opinión reafirmada por la mayoría tan solo nos confirma, que nuestra conciencia se encuentra compartiendo la creencia en la separación, es decir, lo que me pasa a mí, nada tiene que ver con lo que le pase al vecino. 

Podríamos incluso ahondar en nuestros argumentos y afirmar: ¿Estaría bueno que también me tuviesen que afectar los problemas ajenos? Lo más significativo de esta última reflexión es que en el fondo de este mecanismo de defensa, encontramos un profundo temor a sufrir. No queremos sufrir. Con ello, lo que estamos expresando de una manera inconsciente es que reconocemos que el modo en cómo percibimos el mundo nos produce dolor. 

Volviendo al ejemplo del golpe en nuestro vehículo nuevo, si lo vivimos en primera persona, responderemos desde el dolor personal, lo que sin duda nos llevará a una situación de sufrimiento, lo que conlleva la ausencia de paz. 

Si la experiencia la vivimos en tercera persona, como un observador, nuestra respuesta nos llevará a emitir un juicio condenando al culpable de lo sucedido, pero no nos afectará en lo personal. A pesar de ello, dicha respuesta tampoco nos aporta una situación de satisfacción, de gozo y de paz. En verdad, lo que estamos haciendo es proyectar nuestra creencia en la separación, y para ello, utilizamos nuestra habitual arma, el juicio condenatorio, el cual, nos permite quitarnos la presión de la culpa, proyectándola sobre el comportamiento de otros. 

Ambas respuestas, nos llevan a la misma situación: atacamos fuera para protegernos de nuestros miedos. 

Ahora, imagina que tus creencias te hacen partícipe de una manera de pensar diferente a la que hemos descrito más arriba. Sí, tú eres el protagonista del coche nuevo, el cual ha sido golpeado y destrozado en su parte trasera. Pero para ti, más allá del apego que puedas sentir por tu vehículo, das más valor al modo en cómo respondes a las vivencias que la vida te ofrece. Valoras, por encima de cualquier hecho, la paz, pues tienes la certeza, de que esa paz es el fruto de un profundo reconocimiento, de que eres el Hijo de Dios. Esa creencia, te llevará a ver en el incidente una simple anécdota que te ofrece la oportunidad de perdonar, y, sobre todo, de liberar de la culpa al agente que ha causado "aparentemente" la infracción.  

Si nos ponemos en el lugar del infractor, con plena conciencia de que hemos tenido la "culpa" de lo sucedido, ¿cómo nos sentiríamos si el conductor al que hemos destrozado su flamante coche nuevo, no le diese mayor importancia a lo sucedido, si no que se preocupa por nuestra situación personal? Ese comportamiento, lo agradeceríamos y llenaría nuestro corazón de gratitud. Es un acto de visión unitaria.

Lo único que pretendo con este ejemplo es poner de manifiesto, que la Paz verdadera, forma parte de nuestro interior, pues es la condición natural de nuestro Ser Espiritual. Para percibir dicha paz en este mundo, tenemos que ceder la hegemonía de nuestra vida al Espíritu y no a la personalidad egoica.


Reflexión: No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

miércoles, 17 de julio de 2024

Capítulo 13. El Mundo Inocente. Introducción.

   Capítulo 13 

EL MUNDO INOCENTE

 

Introducción.  

1. Si no te sintieses culpable no podrías atacar, pues la condena­ción es la raíz del ataque. 2La condenación es el juicio que una mente hace contra otra de que es indigna de amor y merecedora de castigo. 3en esto radica la división, 4pues la mente que juzga se percibe a sí misma como separada de la mente a la que juzga, creyendo que, al castigar a otra mente, puede ella librarse del cas­tigo. 5Todo esto no es más que un intento ilusorio de la mente de negarse a sí misma y de eludir la sanción que dicha negación con­lleva. 6No es un intento de renunciar a la negación, sino de afe­rrarse a ella. 7Pues la culpabilidad es lo que ha hecho que el Padre esté velado para ti y lo que te ha llevado a la demencia. 

La disociación de la mente tiene su origen en la creencia en el “pecado” y su efecto inmediato, la culpa. Creer que hemos desobedecido a Dios, al comer de la fruta del Árbol Prohibido del Conocimiento del Bien y del Mal, nos sentencia a ser pecadores y a expiar la culpa por nuestra acción.

La Mente Una, elige ver de otra manera, elige dejar de ver Su Condición y se proyecta al exterior en una nueva forma de ver, la cual sustituye el conocimiento por la percepción.

En ese nuevo estado de visión, la Mente Una es negada, pues, la percepción nos muestra un mundo dividido, lo que da credibilidad a la creencia de estar separados de Dios. 

2. La aceptación de la culpabilidad en la mente del Hijo de Dios fue el comienzo de la separación, de la misma manera en que la aceptación de la Expiación es su final. 2El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloque­cido. 3Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. 4Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. 5Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. 6Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. 7Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. 8Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. 9Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. 10Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. 11Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel. 

Este punto, nos describe con plena claridad, las creencias en las que se sustenta el sistema de pensamiento del ego. ¿Cómo podemos desear ver este mundo sin significados? 

3. Si éste fuese el mundo real, Dios sería ciertamente cruel. 2Pues ningún Padre podría someter a Sus hijos a eso como pago por la salvación y al mismo tiempo ser amoroso. 3El amor no mata para salvar. 4Si lo hiciese, el ataque sería la salvación, y ésta es la inter­pretación del ego, no la de Dios. 5Sólo el mundo de la culpabili­dad podría exigir eso, pues sólo los que se sienten culpables podrían concebirlo. 6El "pecado" de Adán no habría podido afec­tar a nadie, si él no hubiese creído que fue el Padre Quien le expulsó del paraíso. 7Pues a raíz de esa creencia se perdió el conocimiento del Padre, ya que sólo los que no le comprenden podían haber creído tal cosa. 

El ataque que se infligió a si mismo el Hijo de Dios, eligiendo el miedo, al amor, dio lugar a la auto-condena que le llevó a verse un “pecador” digno de ser “castigado” por su desobediencia al Creador. Creer que Dios le expulsó del paraíso, es negar la realidad de Dios, pues, el Amor no condena, no juzga, no separa, no castiga. El Amor ve tan solo la impecabilidad, pues es Impecable y Perfecto. 

4. Este mundo es la imagen de la crucifixión del Hijo de Dios. 2hasta que no te des cuenta de que el Hijo de Dios no puede ser crucificado, éste será el mundo que verás. 3No podrás compren­der esto, no obstante, hasta que no aceptes el hecho eterno de que el Hijo de Dios no es culpable. 4Él sólo merece amor porque sólo ha dado amor. 5No se le puede condenar porque él nunca ha con­denado. 6La Expiación es la última lección que necesita aprender, pues le enseña que puesto que nunca pecó, no tiene necesidad de salvación. 

La Expiación es la corrección de la mente errada, la corrección de la creencia en el pecado, en el miedo, en la separación. La Expiación abre los ojos a la Visión de Cristo, a la Visión del Amor y nos ilumina para que recordemos nuestra verdadera identidad: Hijos de Dios.