
El Pensamiento es Creador..., nuestro mundo es creado a su imagen y semejanza... Nuestra realidad es el reflejo de nuestros pensamientos. Si no somos felices con el mundo que nos rodea..., cambiemos nuestra manera de pensar con respecto al mundo... En este espacio, elaboraremos "nuevos platos" para alimentar nuestra mente con la única fuerza que verdaderamente es real, la Fuerza de Atracción, la Fuerza del Amor.
sábado, 20 de julio de 2024
UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 202

viernes, 19 de julio de 2024
Capítulo 13. I. Inocencia e invulnerabilidad (2ª parte).
I. Inocencia e invulnerabilidad (2ª parte).
6. Cuando hayas aceptado
Cuando nos sentimos culpables, lo que realmente estamos haciendo es condenándonos a nosotros mismo. Cuando nos condenamos, estamos admitiendo que creemos en que podemos condenar a otros. La culpa nos muestra que creemos en la separación, pues si en vez de culpa, amásemos, ¿cómo podríamos condenarnos y condenar?
7. A medida que percibas a los santos compañeros que viajan a tu lado, te darás cuenta de que no hay tal viaje, sino tan sólo un despertar. 2El Hijo de Dios, que nunca ha estado dormido, no ha dejado de tener fe en ti, al igual que tu Padre. 3No hay ningún camino que recorrer ni tiempo en el que hacerlo. 4Pues Dios no espera a Su Hijo en el tiempo ya que jamás ha estado dispuesto a estar sin él. 5Y, por lo tanto, así ha sido siempre. 6Permite que el fulgor de la santidad del Hijo de Dios disipe la nube de culpabilidad que nubla tu mente, y al aceptar como tuya su pureza, aprende de él que es tuya.
El Hijo de Dios, es Cristo, y Su Visión, el Amor, nunca ha estado dormida, siempre ha permanecido despierta y en Comunión con Su Padre, en la Eternidad.
Caminar junto a nuestros hermanos siendo conscientes de la Unidad de la Filiación, nos permitirá gozar de la Visión Crística, cuya Luz disipará la nube de culpabilidad que nubla nuestra mente.
Este mensaje toca al corazón y no podemos evitar exclamar ¡Guau! Qué maravilla y cuánta sabiduría expresan esas palabras. Es tan obvio, que avergüenza que nuestra conciencia no clame de júbilo a esta invitación a despertar de su letargo sueño. En el ahora, en el siempre, en la eternidad, siempre permaneceremos invulnerables a la culpa. Si elegimos cualquier otro tiempo, estaremos apostando por lo que no existe y, encima, apostamos por revivir el sentimiento de culpa, o lo que es lo mismo, eligiendo ver el pasado, en el ahora, estamos eligiendo condenarnos.
Ningún estado pasado puede aportarnos paz, pues lo que no está, lo que no es real, no es nada, y, ¿puede la nada aportar paz?
9. Aceptar
Haz de tu presente, tu existencia real, y de esta manera gozarás de inmortalidad. Haz de tu presente, el pasado, y de esta manera harás real la muerte.
10. No puedes desvanecer la culpabilidad otorgándole primero realidad, y luego expiando por ella. 2Ése es el plan que el ego propone en lugar de simplemente desvanecerla. 3El ego cree en la expiación por medio del ataque, al estar completamente comprometido con la noción demente de que el ataque es la salvación. 4Y tú, que en tanta estima tienes a la culpabilidad, debes también creer eso, pues, ¿de qué otra manera, salvo identificándote con el ego, podrías tener en tanta estima lo que no deseas?
El sacrificio, el autocastigo, el dolor, el sufrimiento, son los fieles aliados que acompañan a la culpa, y se presentan como las vías de salvación como pago justo por los pecados cometidos.
El ego no quiera cargar con el peso de la culpa y ello le lleva a proyectarla fuera, viendo el pecado en los demás, los juzga y los condena. Su veredicto siempre será el de la culpa y su sentencia redentora le lleva a imponer castigos cuyos efectos aportarán la falta de libertad, el miedo, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y un largo etc.
Debemos entregar al Espíritu Santo, nuestra visión del pasado, nuestras creencias en el pecado y en la culpa, en la separación y el miedo. La Expiación corregirá esas creencias y nos llevará a visionar una nueva realidad, en la que el amor sustituirá al miedo, y donde la invulnerabilidad nos permitirá recuperar la inocencia y la pureza.
UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 201

Reflexión: ¿Qué es lo que me mantiene separado de mis hermanos? Soy consciente, de que esa distancia, es el camino de perdón que he de recorrer para alcanzar la Salvación y la Paz.
jueves, 18 de julio de 2024
Capítulo 13. I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte).
I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte).
1. Dije anteriormente que el Espíritu Santo comparte el objetivo de todos los buenos maestros, cuya meta final es hacerse innecesarios al enseñarles a sus alumnos todo lo que ellos saben. 2Eso es lo único que el Espíritu Santo desea, pues dado que comparte el Amor del Padre por Su Hijo, intenta eliminar de la mente de éste toda traza de culpabilidad para que así pueda recordar a su Padre en paz. 3La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos, y al Padre sólo se le puede recordar estando en paz. 4El amor y la culpabilidad no pueden coexistir, y aceptar uno supone negar el otro. 5La culpabilidad te impide ver a Cristo, pues es la negación de la irreprochabilidad del Hijo de Dios.
Por otro lado, nos revela, que esa decisión debe tomarse cuando hayamos enseñado que la culpabilidad es la creencia que nos impide recordar nuestra condición de Hijo de Dios.
2. En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. 2¿Cómo, entonces ibas a poder verlo? 3Al hacerlo invisible, surgió el mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes. 4Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. 5Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa.
La culpa nos lleva a escondernos de Dios, al creer que fue Él quien nos expulsó del Paraíso. Bajo esa falsa creencia, el ego justifica su identidad, pues es hijo de la separación. Recuperar la Inocencia, la irreprochabilidad de Cristo, el Hijo de Dios, exige ver las cosas de otra manera, cambiar la percepción errada y visionar el mundo real.
Para percibir el mundo real, nuestras creencias deben cambiar, nuestra mente debe servir tan solo al Espíritu, cuya esencia es el Amor. No podemos ver quienes somos, si nuestra percepción se basa en el tiempo. Tan solo el presente nos puede mostrar la verdad, pues tan solo el presente es eterno. Ver desde el pasado o desde el futuro, nos impedirá reconocernos realmente. Cargamos con la falsa creencia en el pecado y en la culpa, debido a que nuestra mente se alimenta del pasado, lo que le lleva a temer, igualmente, el futuro. Es en el presente donde únicamente podremos crear un nuevo mundo, el mundo real, esto es así, porque el presente es inocente y nos permite elegir desde la inocencia y no desde el dolor.
4. El viaje en que el Hijo de Dios se ha embarcado es en verdad inútil, pero el viaje en el que su Padre le embarca es un viaje de liberación y dicha. 2El Padre no es cruel, y Su Hijo no puede herirse a sí mismo. 3La venganza que teme y que ve, nunca recaerá sobre él, pues aunque cree en ella, el Espíritu Santo sabe que no es verdad. 4El Espíritu Santo se encuentra al final del tiempo que es donde tú debes estar, puesto que Él está contigo. 5Él ya ha des-hecho todo lo que es indigno del Hijo de Dios, pues ésa fue la misión que Dios le dio. 6Y lo que Dios da, siempre ha sido.
Como bien expresa en punto anterior, la jornada parece larga, cruel y absurda, pues en efecto lo es.
Si miramos el mundo que percibimos actualmente, no es de extrañar que pensemos que nos queda un largo camino por recorrer. El tiempo se convierte en nuestro compañero, invitándonos a aprender día a día, que no podemos continuar haciendo real los horrores del mundo.
La fuerza de las enseñanzas del Curso en Milagros radica en la nueva visión que nos aporta para ver el mundo de otra manera. Una de las lecciones más importante que nos ofrece es reconocer que no es el mundo de afuera el que debemos cambiar, sino nuestro mundo interno, el que ocupa las creencias en nuestra mente.
5. Me verás a medida que aprendas que el Hijo de Dios es inocente. 2Él siempre anduvo en busca de su inocencia, y la ha encontrado. 3Pues cada cual está tratando de escapar de la prisión que ha construido, y no se le niega la manera de encontrar la liberación. 4Puesto que reside en él, la ha encontrado. 5Cuándo ha de encontrarla es sólo cuestión de tiempo, y el tiempo no es sino una ilusión. 6Pues el Hijo de Dios es inocente ahora, y el fulgor de su pureza resplandece incólume para siempre en
Como ya hemos comentado, es en el presente, en el ahora, donde podremos reencontrarnos con nuestra inocencia. Es en el ahora, donde ni el pasado ni el futuro tienen presencia, salvo que decidamos que la tengan. La corrección debe realizarse en nuestra mente para que podamos percibir de manera fiable, para poder ver el mundo real, libre de culpa, de miedo, de sufrimiento y dolor. Ese cambio, aunque se produce en nuestra mente, también afecta a las mentes de nuestros hermanos. Al sanar nuestra mente, estamos sanando la de los demás. Sanar la falsa creencia en la separación, nos permitirá reconocer la fuerza que nos une al resto de la Filiación.
UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 200

Para encontrar paz debo estar limpio de culpa. Y la culpabilidad es la condición que hemos fabricado al albergar la creencia de que somos pecadores y de que hemos sido expulsados del Jardín del Edén, el hogar dispuesto por Dios para su Filiación.
Mientras que permanezcamos identificados con ese “sueño", en el que nos vemos separados de nuestro creador, buscaremos, ansiosamente, la paz, pues reconocemos en ella nuestra verdadera condición espiritual. Sin embargo, para que ese re-encuentro tenga lugar, tenemos que “despertar” y re-conocer que somos Uno con Todo lo Creado.
No podremos estar en paz, mientras busquemos el castigo para redimir nuestra conciencia pecadora. No podemos estar en paz, mientras pensemos que debemos sufrir para alcanzar el perdón de nuestros pecados. No podemos estar en paz, mientras creamos que debemos sacrificarnos por los demás para lograr su perdón.
Estaremos en paz, cuando tomemos consciencia de lo que Somos: Amor.
Estaremos en paz, cuando hagamos consciente a través de nuestras acciones el Pensamiento de la Unidad y reconozcamos en el rostro de nuestros Hermanos, el Sagrado Rostro de Dios.
Ejemplo-Guía: "¿Has identificado ya lo que te priva del gozo de la Paz de Dios?
Fácil
y directa. La cuestión que he elegido para reflexionar sobre la lección de hoy,
no da lugar a equívocos, ni a otras interpretaciones. Aunque, estoy proyectando
una afirmación que quizás no compartas. He podido obviar que tal vez no
compartas mi opinión de que la única y verdadera paz es la que Dios nos otorga.
Es
posible que, en mi anhelo por fundirme en ese remanso de felicidad, que supone
la Paz de Dios, me haya olvidado de esa parte de mí que aún se encuentra
prisionera de las falsas creencias. Si he de ser honesto conmigo y con las Enseñanzas,
si mis ojos aún perciben el infierno experimentado por uno tan solo de mis
hermanos, ese infierno se encuentra en mi interior. Si me hubiese liberado de
sus cadenas, no lo percibiría, lo que no significa que uno de mis hermanos
pueda estar experimentándolo. La diferencia está en verlo o no verlo, en
percibirlo o no percibirlo, o lo que es lo mismo, en haberlo integrado en
nuestra consciencia o en no haberlo hecho.
Cuando estemos preparados para ver tan solo la inocencia fuera de nosotros,
entonces, estaremos dispuestos para gozar de la Dicha y de la Paz que Dios ha
dispuesto en nosotros. Esta situación nos está revelando de que nuestra consciencia
despierta del sueño en el que ha permanecido dormida.
Te
preocupa no saber cuándo estás preparado para experimentar esa comunión de Paz.
Pues no debes tener esa preocupación, no tendrás dudas. Será cómo encontrarse
rodeado de luz o de oscuridad. En la luz, nada se ocultará a tus ojos. En la
oscuridad, seguirá deseando luz para ver. Y, ¿cómo se evidencia esa situación?
Si ves la paz, la tendrás. Si no la ves, la buscarás. La vida nos ofrece lecciones
que Dios quiere que aprendamos. La recompensa de esas lecciones de Vida, es la
Paz. Pongamos unos ejemplos:
- Me dirijo al trabajo en mi coche nuevo. Al llegar a un cruce, otro
vehículo pierde el control y me golpea en la parte trasera, destrozándola
por completo. Dejamos ahí la escena.
Si esta circunstancia la viviésemos como protagonistas, ¿responderíamos igual que si la estuviésemos observando como tercera persona? No pasa nada, si tu respuesta es no. En una encuesta, el “no”, ganaría por mayoría absoluta. Pero, esa opinión reafirmada por la mayoría tan solo nos confirma, que nuestra conciencia se encuentra compartiendo la creencia en la separación, es decir, lo que me pasa a mí, nada tiene que ver con lo que le pase al vecino.
Podríamos incluso ahondar en nuestros argumentos y afirmar: ¿Estaría bueno que también me tuviesen que afectar los problemas ajenos? Lo más significativo de esta última reflexión es que en el fondo de este mecanismo de defensa, encontramos un profundo temor a sufrir. No queremos sufrir. Con ello, lo que estamos expresando de una manera inconsciente es que reconocemos que el modo en cómo percibimos el mundo nos produce dolor.
Volviendo al ejemplo del golpe en nuestro vehículo nuevo, si lo vivimos en primera persona, responderemos desde el dolor personal, lo que sin duda nos llevará a una situación de sufrimiento, lo que conlleva la ausencia de paz.
Si la experiencia la vivimos en tercera persona, como un observador, nuestra respuesta nos llevará a emitir un juicio condenando al culpable de lo sucedido, pero no nos afectará en lo personal. A pesar de ello, dicha respuesta tampoco nos aporta una situación de satisfacción, de gozo y de paz. En verdad, lo que estamos haciendo es proyectar nuestra creencia en la separación, y para ello, utilizamos nuestra habitual arma, el juicio condenatorio, el cual, nos permite quitarnos la presión de la culpa, proyectándola sobre el comportamiento de otros.
Ambas respuestas, nos llevan a la misma situación: atacamos fuera para protegernos de nuestros miedos.
Ahora, imagina que tus creencias te hacen partícipe de una manera de pensar diferente a la que hemos descrito más arriba. Sí, tú eres el protagonista del coche nuevo, el cual ha sido golpeado y destrozado en su parte trasera. Pero para ti, más allá del apego que puedas sentir por tu vehículo, das más valor al modo en cómo respondes a las vivencias que la vida te ofrece. Valoras, por encima de cualquier hecho, la paz, pues tienes la certeza, de que esa paz es el fruto de un profundo reconocimiento, de que eres el Hijo de Dios. Esa creencia, te llevará a ver en el incidente una simple anécdota que te ofrece la oportunidad de perdonar, y, sobre todo, de liberar de la culpa al agente que ha causado "aparentemente" la infracción.
Si nos ponemos en el lugar del infractor, con plena conciencia de que hemos tenido la "culpa" de lo sucedido, ¿cómo nos sentiríamos si el conductor al que hemos destrozado su flamante coche nuevo, no le diese mayor importancia a lo sucedido, si no que se preocupa por nuestra situación personal? Ese comportamiento, lo agradeceríamos y llenaría nuestro corazón de gratitud. Es un acto de visión unitaria.
Lo único que pretendo con este ejemplo es poner de manifiesto, que la Paz verdadera, forma parte de nuestro interior, pues es la condición natural de nuestro Ser Espiritual. Para percibir dicha paz en este mundo, tenemos que ceder la hegemonía de nuestra vida al Espíritu y no a la personalidad egoica.
Reflexión: No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.
miércoles, 17 de julio de 2024
Capítulo 13. El Mundo Inocente. Introducción.
Capítulo 13
EL MUNDO INOCENTE
Introducción.
1. Si no te sintieses culpable no podrías atacar, pues la condenación es la raíz del ataque. 2La condenación es el juicio que una mente hace contra otra de que es indigna de amor y merecedora de castigo. 3Y en esto radica la división, 4pues la mente que juzga se percibe a sí misma como separada de la mente a la que juzga, creyendo que, al castigar a otra mente, puede ella librarse del castigo. 5Todo esto no es más que un intento ilusorio de la mente de negarse a sí misma y de eludir la sanción que dicha negación conlleva. 6No es un intento de renunciar a la negación, sino de aferrarse a ella. 7Pues la culpabilidad es lo que ha hecho que el Padre esté velado para ti y lo que te ha llevado a la demencia.
La Mente Una, elige ver de otra manera, elige dejar de ver Su Condición y se proyecta al exterior en una nueva forma de ver, la cual sustituye el conocimiento por la percepción.
En ese nuevo estado de visión, la Mente Una es negada, pues, la percepción nos muestra un mundo dividido, lo que da credibilidad a la creencia de estar separados de Dios.
Este punto, nos describe con plena claridad, las creencias en las que se sustenta el sistema de pensamiento del ego. ¿Cómo podemos desear ver este mundo sin significados?
3. Si éste fuese el mundo real, Dios sería ciertamente cruel. 2Pues ningún Padre podría someter a Sus hijos a eso como pago por la salvación y al mismo tiempo ser amoroso. 3El amor no mata para salvar. 4Si lo hiciese, el ataque sería la salvación, y ésta es la interpretación del ego, no la de Dios. 5Sólo el mundo de la culpabilidad podría exigir eso, pues sólo los que se sienten culpables podrían concebirlo. 6El "pecado" de Adán no habría podido afectar a nadie, si él no hubiese creído que fue el Padre Quien le expulsó del paraíso. 7Pues a raíz de esa creencia se perdió el conocimiento del Padre, ya que sólo los que no le comprenden podían haber creído tal cosa.
El ataque que se infligió a si mismo el Hijo de Dios, eligiendo el miedo, al amor, dio lugar a la auto-condena que le llevó a verse un “pecador” digno de ser “castigado” por su desobediencia al Creador. Creer que Dios le expulsó del paraíso, es negar la realidad de Dios, pues, el Amor no condena, no juzga, no separa, no castiga. El Amor ve tan solo la impecabilidad, pues es Impecable y Perfecto.
La Expiación es la corrección de la mente errada, la corrección de la creencia en el pecado, en el miedo, en la separación. La Expiación abre los ojos a la Visión de Cristo, a la Visión del Amor y nos ilumina para que recordemos nuestra verdadera identidad: Hijos de Dios.