viernes, 17 de mayo de 2024

Capítulo 10. III. El dios de la enfermedad.

 III. El dios de la enfermedad.

1. No has atacado a Dios, y ciertamente lo amas. 2¿Puedes acaso cambiar tu realidad? 3Nadie puede disponer su propia destruc­ción. 4Cuando piensas que te estás atacando a ti mismo, ello es señal evidente de que odias lo que crees ser. 5eso, y sólo eso, es lo único que puedes atacar. 6Lo que crees ser puede ser muy odioso, y lo que esta extraña imagen te lleva a hacer puede ser muy destructivo. 7Mas la destrucción no es más real que la ima­gen, si bien los que inventan ídolos ciertamente los veneran. 8Los ídolos no son nada, pero sus adoradores son los Hijos enfermos de Dios. 9Dios desea verlos libres de sus enfermedades y de vuelta en Su Mente. 10No limitará en modo alguno el poder que tienes de ayudarlos, puesto que Él te lo dio. 11No tengas miedo de ese poder porque es tu salvación. 

El Curso, a lo largo de su enseñanza, establece una estrecha relación entre el estado mental del ego -creencia en la separación-, y la enfermedad. Este punto nos indica que Dios desea ver a Su Hijo libre de enfermedades, desea verlo de vuelta en Su Mente. Lo que significa que la enfermedad es la consecuencia que se origina cuando decidimos servir a la mente errada, al ego. 

2. ¿Qué otro Consolador puede haber para los Hijos enfermos de Dios, excepto Su poder a través de ti? 2Recuerda que no importa en qué parte de la Filiación se le acepte, 3Él siempre es aceptado por todos, y cuando tu mente lo recibe, Su recuerdo despierta en toda la Filiación. 4Sana a tus hermanos aceptando simplemente a Dios por ellos. 5Vuestras mentes no están separadas, y Dios tiene solamente un canal para sanar porque sólo tiene un Hijo. 6El único nexo de comunicación que le queda a Dios con Sus Hijos los une a todos ellos entre sí, y a todos ellos con Él. 7Ser consciente de esto es sanarlos, ya que es la conciencia de que ninguno de ellos está separado y, por ende, ninguno está enfermo. 

No podremos sanar si no estamos sanos. No podemos dar lo que no tenemos. Sanar o estar sano, es la evidencia de que nuestra percepción falsa se ha corregido y la falsa creencia en la separación ha sido sustituido por la Mentalidad Uno. 

3. Creer que un Hijo de Dios puede estar enfermo es creer que parte de Dios puede sufrir. 2El amor no puede sufrir porque no puede atacar. 3Recordar el amor, por lo tanto, trae consigo invul­nerabilidad. 4No te pongas de parte de la enfermedad en presen­cia de un Hijo de Dios aunque él crea en ella, pues tu aceptación de que Dios reside en él da testimonio del Amor de Dios que él ha olvidado. 5Tu reconocimiento de que él forma parte de Dios le recuerda la verdad acerca de sí mismo, que él está negando. 6¿Reforzarías aún más su negación de Dios, perdiéndote de esta manera de vista a ti mismo? 7¿O le recordarías su plenitud y te acordarías de tu Creador con él? 

Me encanta la frase: “Recordar el amor, por lo tanto, trae consigo invulnerabilidad”. El amor no ataca y cuando vivimos el amor, dejaremos de sentirnos atacados.

Cuando percibimos a nuestro hermano como enfermo, estaremos ofreciendo una visión errónea de lo que realmente somos, por lo que estaremos negando su sanación.

El sistema de pensamiento del ego no comparte, en absoluto, esta verdad. Dentro de los pilares sociales que ha fabricado, en lo que respecta a los sistemas de salud, la visión de la enfermedad es la fuente de su sustento. 

4. Creer que un Hijo de Dios está enfermo es adorar al mismo ídolo que él adora. 2Dios creó el amor, no la idolatría. 3Todas las formas de idolatría son caricaturas de la creación, y las enseñan mentes que están demasiado divididas como para saber que la creación comparte el poder y nunca lo usurpa. 4La enfermedad es idolatría porque es la creencia de que se te puede desposeer de tu poder. 5Esto, no obstante, es imposible porque formas parte de Dios, que es todo poder. 6Un dios enfermo no puede por menos que ser un ídolo, hecho a imagen y semejanza de lo que su hace­dor cree ser. 7Y esto es exactamente lo que el ego percibe en un Hijo de Dios: un dios enfermo, auto-creado, auto-suficiente, sumamente perverso y extremadamente vulnerable. 8¿Es éste el ídolo que quieres adorar? 9¿Es ésta la imagen para salvar la cual te mantienes alerta? 10¿Tienes realmente miedo de perder esto? 

En el estado mental de ego, la enfermedad adquiere un significado especial. Se convierte en uno de sus mejores argumentos para dar testimonio de la credibilidad de su identidad. El ego o percepción falsa, aporta “pruebas” a su mente para que niegue todos los pensamientos que, de alguna manera, puedan poner en duda su existencia. 

¿Cómo puede ser una ilusión mi existencia cuando percibo los efectos de la enfermedad en el vehículo con la que se manifiesta? ¿Cómo negar que soy lo que percibo? De este modo, el cuerpo es para el ego el ídolo al que rendir pleitesía. 

Si nuestra mente percibe la enfermedad, lo que está haciendo realmente, es poner de manifiesto que creemos en el ego y en su sistema de pensamiento, lo que significa, que nuestra mente comparte la percepción errada de lo que somos. Significa que creemos en que el hijo de Dios está separado de Su Fuente y de la Filiación a la que pertenece. 

5. Examina con calma la conclusión lógica del sistema de pensa­miento del ego y determina si lo que te ofrece es realmente lo que tú deseas, pues eso es lo que te ofrece. 2Para obtenerlo estás dis­puesto a atacar la Divinidad de tus hermanos y así perder de vista la tuya. 3Y estás dispuesto a mantenerla oculta para proteger un ídolo que crees que te salvará de los peligros que él repre­senta, pero que no existen. 

La mente no puede permanecer dividida, pues dicha división generará confusión y caos. Si creemos que somos un cuerpo y que este puede enfermar, estaremos negando el Poder con el que Dios ha creado a Su Hijo, el Poder del Amor que nos mantiene unidos a Su Fuente y es inalterable e impecable. 

6. En el Reino no hay idólatras, sino un gran aprecio por todo lo que Dios creó, debido al sereno conocimiento de que cada ser forma parte de Él. 2El Hijo de Dios no sabe de ídolos, pero sí sabe Quién es su Padre. 3En este mundo la salud es el equivalente de lo que en el Cielo es la valía. 4No es mi mérito lo que te aporto sino mi amor, pues tú no te consideras valioso. 5Cuando no te conside­ras valioso enfermas, pero la valía que te adjudico puede curarte porque la valía del Hijo de Dios es una y la misma. 6Cuando dije: "Mi paz os doy", eso es exactamente lo que quise decir. 7La paz te llega de parte de Dios a través de mí. 8Es para ti aunque tú no la pidas. 

El ego cree en la enfermedad porque es el efecto de una mente dividida. La enfermedad se manifiesta como el pensamiento que carece de la visión de unidad y de paz. La unidad y la paz no son logros que se alcanzan como una conquista personal, sino la consecuencia inevitable de recordar lo que realmente somos: el Hijo de Dios, creado del Amor de Su Padre. La unidad y la paz es el regalo que Dios nos hace y que brillará en nuestra mente cuando percibamos correctamente. 

7. Cuando un hermano está enfermo es porque no está pidiendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. 2Aceptar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión. 3Todo Hijo de Dios, no obstante, tiene el poder de negar lo ilusorio en cualquier parte del Reino simplemente negándolo completamente en sí mismo. 4Yo puedo curarte porque te conozco. 5Conozco tu valía por ti, y esta valía es lo que te hace íntegro. 6Una mente íntegra no es idólatra ni sabe de leyes conflictivas. 7Te curaré simplemente porque sólo tengo un mensaje, y ese mensaje es verdad. 8Tu fe en él te hará íntegro cuando tengas fe en mí. 

Hemos de conocer, que cada vez que percibamos la enfermedad en nosotros o en nuestros hermanos, estaremos sirviendo a la mente del ego, estaremos percibiendo la escasez y la necesidad, estaremos dando credibilidad al miedo y, sobre todo, estaremos creyendo en que estamos separados de nuestra Fuente y de los demás. 

8. No recurro a engaños para difundir el mensaje de Dios, y aprenderás esto a medida que aprendas que siempre recibes en la misma medida en que aceptas. 2Podrías aceptar paz ahora mismo por todo el mundo, y así liberarlos completamente de sus ilusio­nes, pues has oído Su Voz. 3Pero no antepongas otros dioses a Él, o no podrás oír. 4Dios no tiene celos de los dioses que inventaste, pero tú sí. 5Tú quisieras conservarlos y servirles porque crees que ellos te hicieron a ti. 6Crees que ellos son tu padre porque estás proyectando sobre ellos el pavoroso hecho de que los inventaste para reemplazar a Dios. 7Mas cuando parezcan hablarte recuerda que nada puede reemplazar a Dios, y que todos los substitutos con los que lo has intentado suplantar no son nada. 

Las leyes inventadas por el ego para dirigir su mundo, se han convertido en sus ídolos a los que venera por la sencilla razón de que argumentan a favor de su existencia. Todos esos ídolos son falsos. Son falsos porque no son creaciones nacidas desde el amor, sino que son fabricaciones surgidas de la creencia en el miedo, en el pecado, en la culpa, en el dolor. 

9. Dicho llanamente, pues, puede que creas que tienes miedo de la nada, pero en realidad tienes miedo de lo que no es nada. 2al darte cuenta de esto sanas. 3Oirás al Dios al que prestes atención. 4Inventaste al dios de la enfermedad, y al inventarlo te capacitaste para oírle. 5No obstante, no lo creaste, pues él no es la Voluntad del Padre. 6Por lo tanto, no es eterno, y quedará des-hecho en el instante en que indiques que estás dispuesto a aceptar solamente lo eterno. 

Para sanar el estado ilusorio de la enfermedad, tan sólo hay un camino: dejar de idolatrar aquello que sirva a la mente dividida. Seremos sanos cuando nuestra percepción se corrija y nos lleve a ver que somos Uno con todo lo Creado. Sanaremos, cuando ese estado mental sea nuestra única realidad. 

10. Si Dios no tiene más que un solo Hijo, no puede haber más que un solo Dios. 2Tú compartes la realidad con Él porque la realidad no está dividida. 3Anteponer otros dioses a Él es anteponer otras imágenes a ti mismo. 4No te das cuenta de cuánto caso les haces a tus dioses y de cuán alerta te mantienes en su favor. 5No obstante, ellos existen únicamente porque tú los honras. 6Honra sólo lo que es digno de ser honrado y tendrás paz. 7La paz es el legado de tu verdadero Padre. 8Tú no puedes engendrar a tu Padre, y el falso padre que inventaste no te procreó a ti. 9Las ilusiones no son dignas de ser honradas porque al honrarlas no estás honrando nada. 10No obstante, tampoco deben temerse, pues lo que no es nada no puede ser temible. 11Has elegido tener miedo del amor por razón de su perfecta mansedumbre, y debido a ese miedo has estado dispuesto a renunciar a la perfecta capacidad que tienes para ser útil y a la perfecta Ayuda de que dispones. 

¿Tenemos miedo al amor? ¿Cómo es posible que tengamos miedo al amor? 

No he podido evitar, que mi mente se haya sentido confundida por la afirmación que se recoge en este punto: “Has elegido tener miedo del amor…” En realidad, lo que está afirmando este mensaje, es que hemos elegido tener miedo de Dios, pues Dios es Amor.

¿Tiene algún sentido esta confusión? ¿Por qué mi mente se siente confusa? Cuesta aceptar que esté eligiendo tener miedo al amor y, por lo tanto, a Dios. 

Pero, es cierto. El sistema de pensamiento del ego nos pone trampas para que, sutilmente, lleguemos a la conclusión de que puede ofrecernos dioses que garantizarán la comprensión de lo que, según sus creencias, somos. Intenta de convencernos de que debemos sentir miedo de Dios y del amor, por la sencilla razón de que, el simple hecho de que tengamos miedo de Él, nos revela que puede ejercer el poder de castigarnos por nuestros pecados. 

Los dioses que el ego nos ofrece para garantizar nuestra libertad, nuestra independencia, nos invitan a atacar aquello que nos hace débiles, como el amor. Sí, el miedo al amor por razón de su perfecta mansedumbre, está justificado para dejar de sentirnos vulnerables. La mansedumbre del amor nos hace débiles -nos dirá el ego-. Y si le tenemos miedo a Dios, es sencillamente, porque hemos olvidado lo que ES y lo que Somos: Uno. 

11. Únicamente en el altar de Dios podrás encontrar paz. 2este altar está en ti porque Dios lo puso allí. 3Su Voz todavía te llama a retornar, y le oirás cuando dejes de anteponer otros dioses a Él. 4Puedes renunciar al dios de la enfermedad por tus hermanos; de hecho, eso es lo que tendrás que hacer si renuncias a él tú mismo. 5Pues si ves al dios de la enfermedad en alguna parte, lo has aceptado. 6Y si lo has aceptado, te postrarás ante él y lo adorarás porque fue concebido para reemplazar a Dios. 7Él es la creencia de que puedes elegir qué dios es real. Si bien está claro que esto no tiene nada que ver con la realidad, está igualmente claro que tiene mucho que ver con la realidad tal como tú la percibes. 

La enfermedad a la que se refiere el Curso, no es la enfermedad del cuerpo. Esa enfermedad se encuentra en la Causa, en la Mente, por lo que su corrección se debe llevar a cabo en ese nivel, en el de las creencias.

La enfermedad es un falso pensamiento, que nos lleva a creernos separados de nuestra Fuente Creadora.

La sanación es el pensamiento correcto que nos permite recordar y reconocer lo que somos.

jueves, 16 de mayo de 2024

Capítulo 10. II. La decisión de olvidar.

 II. La decisión de olvidar.

1. A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. 2El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. 3Lo que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un ataque contra la verdad. 4Sientes miedo porque la has olvidado. 5has reemplazado tu conocimiento por una con­ciencia de sueños, ya que tienes miedo de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. 6Cuando aceptas aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible. 

Este punto, despierta mi interés por alcanzar a comprender cuál sería el impulso que llevó al hijo de Dios a creerse “separado” de Su Creador.

En el estudio realizado del Libro de Ejercicios, concretamente en la Lección 320 titulada, “Mi Padre me ha dado todo poder”, tuvimos ocasión de analizar el poder de la voluntad y decíamos lo siguiente:

 “Cuando la voluntad-semilla no sirve a la verdad, el fruto que cosecharemos no será agradable, será más bien, el fruto que abre nuestros ojos a una realidad ilusoria, como ese fruto que, tras ser mordido por Eva, nos llevó, ilusoriamente, al descubrimiento de nuestra desnudez y a ser expulsados del estado de comunión con nuestro Creador, representado por el Jardín del Edén. El "pecado" de Adán no habría podido afec­tar a nadie, si él no hubiese creído que fue el Padre Quien le expulsó del paraíso. Pues a raíz de esa creencia se perdió el conocimiento del Padre, ya que sólo los que no le comprenden podían haber creído tal cosa”. Os dejo el enlace para acceder al artículo completo:

https://aprendiendouncursodemilagros.blogspot.com/2017/11/ucdm-libro-de-ejercicios-leccion-320.html 

Ese acto de voluntad primigenio, dio origen a la disociación, a la separación de nuestra Fuente Original, de nuestro Creador. El Estado de Dios es el Conocimiento y Su Creación gozaba de ese Estado. Entiendo, que el impulso de la fuerza creadora propició el deseo de “ver un mundo separado”, lo que ocasionó olvidar su Origen, olvidar el Conocimiento. Ese olvido-disociación da lugar al miedo, como consecuencia de ser los causantes de ese estado de separación.

Conocimiento es Unidad, es Filiación. La disociación del Conocimiento, sitúa al Hijo de Dios bajo la creencia ignorante del pecado.  

2. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la realidad trae consigo más que una mera ausencia de miedo. 2En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la creación. 3Ofrécele al Espí­ritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. 4Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. 5Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad. 6No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese recordar radica el conocimiento de ti mismo. 

Renunciar a la disociación va más allá que la mera ausencia del miedo, pues el miedo es un efecto ilusorio al carecer de causa real. Tal sólo el olvido del conocimiento es la causa que hay que corregir, y debemos hacerlo, recordando lo que realmente somos: Hijos del Amor. 

3. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. 2Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado. 3La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es la contrapartida perceptual de lo que en el Reino es crear. 4Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. 5Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. 6Pero expresa tu deseo de recor­darle, y ¡oh maravilla!, 7Él te dará todo sólo con que se lo pidas. 

Activemos nuestro corazón y escuchemos lo que nos tiene que decir. Su voz nos hablará de amor, de nuestra esencia real y verdadera. Desde el corazón resucitaremos a la realidad que somos. Desde el corazón recordaremos que somos el Hijo de Dios y uniremos nuestra voluntad a la Suya. 

4. Cuando atacas te estás negando a ti mismo. 2Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. 3Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar 4Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprende­rías por qué esto siempre da miedo. 5Si además reconocieses que formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo primero. 

Cuando hacemos uso del ataque, estamos proyectado el ataque que dirigimos a nosotros mismos, pues ese ataque revela que estamos negando nuestra verdadera realidad. El ataque sirve a la errónea creencia de la separación. Mientras que la aceptación sirve a la verdad. 

5. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. 2No puede ser otra cosa. 3Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. 4Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. 5si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. 6Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú estás eligiendo conscientemente no recordarlo. 

El ataque demuestra que hemos elegido olvidarnos de Dios y de vernos tal y como nos Creó. 

6. Si te dieses cuenta de los estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. 2La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas. 3De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quie­res no es paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa pueda ser. 4Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, sólo con que lo observes. 5Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. 6Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo de recordarle. 

¿Qué deseamos con tanta intensidad, que nos lleva a negar nuestra identidad divina?

Separarnos del Conocimiento nos ha llevado al estado ilusorio de la ignorancia.

Separarnos de Dios nos ha llevado al estado irreal de la escasez y de la necesidad.

Separarnos de la Filiación nos ha llevado al estado demente de la individualidad. 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Capítulo 10. I. En Dios estás en tu hogar.

  I. En Dios estás en tu hogar.


1. No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. 2Pero recuerda que a Dios le resulta igual­mente imposible. 3La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. 4Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo por­que las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. 5Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. 6¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? 7Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de que tu destie­rro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe.

Crear, es el acto de Extensión de Dios. El Hijo de Dios, es el acto de Extensión del Amor llevado a cabo por Su Hacedor. Somos tal y como nuestro Padre nos ha creado.

Tan solo lo que ha sido creado desde el Amor, es real y eterno.

El mundo imaginado por el ego, no es un acto de creación, pues no es un acto de extensión del amor. El Curso hace referencia a esa falsa creación con el término “fabricación”. Los pilares en los que se asienta ese mundo son efímeros, temporales, por lo que no son reales. Tan sólo lo real es eterno. Tan sólo la verdad es eterna e invariable. Lo falso es temporal y cambiante.

No conocemos nuestras creaciones, pues no están basadas en el amor. 

2. En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad: 2¿Deseas real­mente hacerlo? 3Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. 4Mas en el ins­tante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. 5Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despier­tas fueron violadas mientras dormías. 6¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente?

Estar percibiendo el mundo del ego, es un estado mental irreal e ilusorio semejante al del sueño. El sueño se convierte en una experiencia muy cercana en la que podemos experimentar lo fácil que es confundir lo irreal con lo real. Si no fuese así, el contenido de una pesadilla no nos afectaría, pues sabríamos que es irreal. Pero, la realidad es otra. Cuando dormimos, percibimos la fantasía de nuestros sueños como si fuesen muy reales y para nuestra mente, es difícil discernir la verdad de su existencia. 

3. ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños con­flictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? 2No recuerdas estar despierto. 3Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. 4Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. 5Lo que es posible no se ha logrado todavía. 6Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno. 7Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora.

La diferencia entre lo real y lo irreal se basa en el siguiente criterio: lo que es real no cambia. Por tal motivo, la verdad es real, pues es inalterable. En cambio, lo irreal es falso pues su percepción es temporal sujeta al cambio.

Lo real y lo irreal se encuentran en nuestra mente, pero tan sólo lo real perdurará, pues es eterna, mientras que lo irreal e ilusorio, al no ser verdad, no será nada y desaparecerá en lo temporal.

Nuestro origen es Amor, pero hemos fabricado una falsa identidad que nos ha llevado a olvido de lo que somos.

Feliz recuerdo de lo que somos. 

4. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo cora­zón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. 2Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. 3Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.

El término “recordar” lleva dentro la palabra corazón. Viene del bajo latín recordare, que se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y un elemento cordare formado sobre el nombre cor, cordis (‘corazón’). Antiguamente se creía que el corazón era la sede de la memoria.

Desear de todo corazón es una invitación a despertar del sueño en el que hemos olvidado lo que somos en verdad.

Feliz despertar. 

martes, 14 de mayo de 2024

Capítulo 10. Los ídolos de la enfermedad: Introducción.

  CAPÍTULO X

LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD

 

Introducción

1. Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. 2Tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. 3No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. 4Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabili­dad. 5Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. 6Fueron promulgadas para tu protec­ción y son tan inviolables como tu seguridad. 

En el Capítulo I, del Texto, se nos revela, que éste es un curso de entrenamiento mental.

La Introducción con la que se inicia este nuevo capítulo, nos invita a poner en práctica el entrenamiento de nuestra mente, pues aceptar que no hay nada externo a nosotros es todo un reto para nuestro habitual sistema de pensamiento, que no es otro que el del ego.

Por lo tanto, debemos tener muy en cuenta el contenido que se recoge en la Introducción del Curso, pues en él se resume las bases de esta Enseñanza:

Este curso puede, por lo tanto, resumirse muy simplemente de la siguiente manera:

2Nada real puede ser amenazado.

3Nada irreal existe.

4En esto radica la paz de Dios. 

Podemos elegir el sistema de pensamiento del ego, el cual está fundamentado en la percepción falsa del tiempo. Si lo hacemos así, nuestra mente negará la verdad de lo que somos y estaremos perpetuando las erróneas creencias que nos llevan a experimentar los efectos del sufrimiento y del dolor. 

Este Curso nos ofrece la oportunidad de ver las cosas de otra manera, es decir, nos facilita el entrenamiento mental que nos permitirá recordar lo que realmente somos y nos llevará a percibir este mundo desde una mente recta. 

2. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. 2¿Qué puede existir excepto Él? 3Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. 4Tus creaciones, al igual que tú, representan una aporta­ción para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. 5¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? 6Tu santa mente deter­mina todo lo que te ocurre. 7La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.

El mundo que percibimos no ha sido creado por Dios. Tan solo el Hijo de Dios lo Es.

En el uso creador de la mente, el hijo de Dios ha imaginado un mundo separado al de sus Hacedor y en nombre de su autoría se ha visto como su propio creador. Es nuestra mente la que determina todo lo que nos ocurre. Es nuestra mente la que determina si deseamos ver un mundo separado, un mundo externo o, por el contrario, deseamos ver la realidad de lo que somos, aceptando que nada externo a nosotros puede alterar la Paz con la que hemos sido creado. 

3. Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí Mismo. 2Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí Mismo. 3Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. 4Por eso es por lo que tu mente es santa. 5¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? 6¿Qué podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? 7Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. 8Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. 9Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, "¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mí?" 10Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. 11Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.

Si estás leyendo esto, tu mente se encuentra en el proceso de entrenamiento que ha de facilitarle el encuentro con la verdad. El ejercicio que se nos pide que realicemos es cambiar la percepción del mundo en el que creemos existir, esto es, abandonar la mentalidad falsa y dar testimonio de la Mentalidad Una, la mentalidad verdadera. Gracias a este ejercitamiento de nuestra mente, el mundo temporal, con sus expresiones más elocuentes, el tiempo y el cuerpo, serán utilizados para cambiar nuestra percepción y para obrar milagros: el tiempo nos conducirá a lo eterno y el cuerpo nos llevará a comunicar el amor.

lunes, 13 de mayo de 2024

Capítulo 9. VIII. La grandeza en contraposición a la grandiosidad.

VIII. La grandeza en contraposición a la grandiosidad.

 1. La grandeza es de Dios y sólo de Él. 2Por lo tanto, se encuentra en ti. 3Siempre que te vuelves consciente de ella, por vagamente que sea, abandonas al ego automáticamente, ya que en presencia de la grandeza de Dios la insignificancia del ego resulta perfecta­mente evidente. 4Cuando esto ocurre, el ego cree -a pesar de que no lo entiende- que su "enemigo" lo ha atacado, e intenta ofre­certe regalos para inducirte a que vuelvas a ponerte bajo su "pro­tección". 5El auto-engrandecimiento es la única ofrenda que puede hacer. 6La grandiosidad del ego es la alternativa que él ofrece a la grandeza de Dios. 7¿Por cuál de estas dos alternativas te vas a decidir?

Encuentro en mi mente, un pensamiento que me dice: “lo que es, es, sin necesidad de tener que demostrarlo”. He tenido la oportunidad de encontrarme con hermanos en los que he percibido una cualidad, intrínseca, en ellos, la cual fluía de manera natural en cada uno de sus gestos y palabras. Esa cualidad se caracterizaba por mostrar un halo de grandeza envuelta en los ropajes de la humildad. Su grandeza expresada desde la sencillez, desde la generosidad, desde el amor, no pretendía nublar, ni ensombrecer, a nadie, ni a nada. Simplemente se mostraba tal cual y ello, permitía reconocer la noble naturaleza de la grandeza.

Reconozco, que me he sentido atraído por el modo de ser de estos hermanos y los he reconocido como “maestros” en mi vida. 

También, he tenido la oportunidad de encontrarme con hermanos en los que he percibido la cualidad, intrínseca y forzada, de la grandiosidad. Esa cualidad, no era expresada desde la sencillez, sino desde la arrogancia y para mantenerse firme, exigía de otros una atención basada en el poder desmedido. 

Sí, ambas cualidades deben encontrarse en mi mente, pues ambas han sido percibidas por ella. El verlas es una muestra de que la deseamos y de que creemos en ellas. El error que hay que corregir se encuentra en la elección que hagamos de seguir a una u otra. 

2. El propósito de la grandiosidad es siempre encubrir la desespe­ración. 2No hay esperanzas de que pueda hacerlo porque no es real. 3Es un intento de contrarrestar tu sensación de pequeñez, basado en la creencia de que la pequeñez es real. 4Sin esta creencia la grandiosidad no tendría sentido y no la desearías en absoluto. 5La esencia de la grandiosidad es la competencia porque la grandiosidad siempre implica ataque. 6Es un intento ilusorio de eclip­sar pero no de deshacer. 7Dijimos anteriormente que el ego oscila entre la sospecha y la perversidad. 8Permanece receloso mientras te desesperes contigo mismo. 9Pasa a la perversidad cuando deci­des no tolerar más tu auto-degradación e ir en busca de ayuda. 10Entonces te ofrece como "solución" la ilusión del ataque. 

La impotencia es un rasgo de pequeñez propia del sistema de creencia del ego. El ego piensa que es nuestro creador, pero sus creaciones son falsas y temporales, pero ello no quita que se compare con el verdadero Creador, demostrando su identidad y realidad con pensamientos de grandiosidad. Sus argumentos le son válidos para asegurarse su credibilidad: el miedo, el cuerpo, el dolor, el sufrimiento, la necesidad, etc. No duda en hacer uso del ataque para asegurar sus firmes argumentos, lo cual lo mantiene permanentemente ocupado en deshilachar la madeja de los conflictos que ha fabricado. 

3. El ego no entiende la diferencia que hay entre la grandeza y la grandiosidad porque no ve la diferencia que hay entre los impul­sos milagrosos y las extrañas creencias del ego que él mismo ha inventado. 2Te dije que el ego es consciente de que su existencia está amenazada, pero no hace distinciones entre estos dos tipos de amenaza tan diferentes. 3Su profunda sensación de vulnerabi­lidad le impide juzgar, excepto con ataques. 4Cuando el ego se siente amenazado, su única elección estriba en si atacar ahora o retirarse para atacar más tarde. 5Si aceptas su oferta de grandiosi­dad atacará inmediatamente. 6Si no, esperará. 

¿Podría crear algo desde el miedo? Podría pensar que sí, pero para poder enfrentarme a ese miedo y vencerlo, tendré que adiestrarme en el uso de la autodefensa, para que, cuando me encuentre con el miedo tenga alguna oportunidad de vencerle. Tendré que buscar las armas necesarias para asegurar el éxito de esa empresa. Pronto, nos daremos cuenta, que creer en lo que nos produce miedo, nos impedirá crear, es decir, nos impedirá realizar aquello que nos hemos propuesto. El miedo nos lleva a tomar decisiones ilusorias. Vemos sombras que son proyecciones de realidades que nada tienen que ver con lo verdadero. Y decidimos protegernos de ella, atacando, en un intento de poder asegurar nuestra victoria. 

No. La creación es algo natural y goza de la grandeza natural del propio acto, pues está inspirada desde el amor. En cambio, crear desde el miedo, exige actos grandilocuentes, en los que el uso del poder, del ataque, es lo que garantizará nuestro fracaso existencial. 

4. El ego queda inmovilizado en presencia de la grandeza de Dios porque Su grandeza establece tu libertad. 2Aun la más leve indica­ción de tu realidad expulsa literalmente al ego de tu mente ya que deja de interesarte por completo. 3La grandeza está totalmente desprovista de ilusiones y, puesto que es real, es extremadamente convincente. 4Mas la convicción de que es real te abandonará a menos que no permitas que el ego la ataque. 5El ego no escatimará esfuerzo alguno por rehacerse y movilizar sus recursos en contra de tu liberación. 6Te dirá que estás loco, y alegará que la grandeza no puede ser realmente parte de ti debido a la pequeñez en la que él cree. 7Pero tu grandeza no es ilusoria porque no fue invención tuya. 8lnventaste la grandiosidad y le tienes miedo porque es una forma de ataque, pero tu grandeza es de Dios, Quien la creó como expresión de Su Amor. 

La grandeza es una expresión natural de la naturaleza Divina. La grandeza, no percibe al ego, pues no cree en la separación, ni en el miedo. La grandeza emana pureza, impecabilidad y sencillez.

El ego no ve la grandeza pues no cree en ella. Creer en ella, significaría el fin de su existencia. El ego para mantener su hegemonía en la mente utiliza los argumentos descritos en el punto anterior: miedo, separación, dolor, sufrimiento, etc. 

5. Desde tu grandeza tan sólo puedes bendecir porque tu gran­deza es tu abundancia. 2Al bendecir, la conservas en tu mente, protegiéndola así de las ilusiones y manteniéndote a ti mismo en la Mente de Dios. 3Recuerda siempre que no puedes estar en nin­guna otra parte, excepto en la Mente de Dios. 4Cuando te olvidas de esto, te desesperas y atacas. 

Nuestra verdadera realidad permanece en la Mente de Dios. 

6. El ego depende exclusivamente de que estés dispuesto a tole­rarlo. 2Si estuvieses dispuesto a contemplar tu grandeza no podrías desesperarte, y, por lo tanto, no podrías desear al ego. 3Tu grandeza es la respuesta de Dios al ego porque es verdad. 4La pequeñez y la grandeza no pueden coexistir, ni tampoco pueden sucederse alternadamente. 5La pequeñez y la grandiosidad, por otra parte, no tan sólo pueden, sino que se ven obligadas a alter­nar, puesto que ninguna de las dos es verdad y se encuentran, por lo tanto, en el mismo nivel. 6Al ser éste el nivel de los cam­bios, se experimenta como un constante alternar, siendo los extre­mos su característica principal. 

“Lo que es, es”. La grandeza es y se expresa en la naturalidad de la naturaleza Divina. Dios es Unidad y toda Su Creación es Una. La grandeza, al ser una expresión Divina goza de la Unidad, lo que significa que no tiene opuestos y es eterna. 

“Lo que no es, no existe”. La grandiosidad expresa la naturaleza del ego, el cual es la mente dividida. La grandiosidad es la fabricación del ego y se basa en la visión de la separación. La dualidad se manifiesta en los extremos, en los opuestos, razón por la cual, la pequeñez y la grandiosidad, se alternan en las manifestaciones del ego. 

7. La verdad y la pequeñez se niegan mutuamente porque la grandeza es verdad. 2La verdad no cambia, siempre es verdad. 3Cuando pierdes la conciencia de tu grandeza es que la has reem­plazado con algo que tú mismo inventaste. 4Quizá con la creencia en la pequeñez, quizá con la creencia en la grandiosidad. 5Mas cualquiera de ellas no puede sino ser demente porque no es ver­dad. 6Tu grandeza nunca te engañará, pero tus ilusiones siempre lo harán. 7Las ilusiones son engaños. 8No puedes triunfar, pero estás exaltado. 9Y en tu estado de exaltación buscas a otros que son como tú y te regocijas con ellos. 

El sistema de creencias del ego le lleva a construir su realidad ilusoria con los pilares de la pequeñez (escasez) y la grandiosidad (arrogancia-ataque). El mundo que ha fabricado el ego lleva ese sello y es una fuente de sufrimiento y dolor. 

8. Es fácil distinguir la grandeza de la grandiosidad, pues el amor puede ser correspondido, pero el orgullo no. 2El orgullo no pro­ducirá milagros, y te privará, por lo tanto, de los verdaderos testi­gos de tu realidad. 3La verdad no está velada ni oculta, pero el que sea evidente para ti depende del gozo que lleves a sus testigos, que son quienes te la mostrarán. 4Ellos dan testimonio de tu gran­deza, pero no pueden dar testimonio del orgullo porque el orgullo no se puede compartir. 5Dios quiere que contemples lo que Él creó porque lo que Él creó es Su gozo. 


El orgullo es una expresión que cuando la percibimos, en el otro, no nos pasa inadvertida. Despierta el pensamiento de la pequeñez que se oculta en nuestras falsas creencias y nos lleva a emitir un juicio condenatorio hacia el arrogante, en un intento de seguir ocultando nuestra pequeñez. El orgullo hace pocos amigos y si los hace, éstos, no serán duraderos.
 

9. ¿Cómo puede ser que tu grandeza sea arrogancia cuando Dios Mismo da testimonio de ella? 2¿Y puede lo que no tiene testigos ser real? 3¿Qué beneficio se podría derivar de ello? 4Si no se puede derivar ninguno, el Espíritu Santo no puede usarlo. 5Lo que Él no puede transformar en la Voluntad de Dios no existe en absoluto. 6La grandiosidad es algo ilusorio porque su propósito es reempla­zar a tu grandeza. 7Pero lo que Dios ha creado no puede ser reem­plazado. 8Dios está incompleto sin ti porque Su grandeza es total, y tú no puedes estar excluido de ella. 

El orgullo hace pocos amigos, decía en el punto anterior. Esto es así, porque la grandiosidad no puede ser compartida. Tan solo los actos basados en el amor y en la unidad, pueden ser compartidos. El amor atrae, mientras que el miedo ahuyenta. La grandiosidad no favorece la unión, pues no se puede compartir. La grandiosidad no favorece la atracción de los testigos de nuestra verdadera realidad, los que favorecerán el encuentro con la salvación, con la verdad. 

10. Tú eres absolutamente irreemplazable en la Mente de Dios. 2Nadie más puede ocupar tu lugar en ella, y mientras lo dejes desocupado, tu eterno puesto aguardará simplemente tu regreso. 3Dios te recuerda esto a través de Su Voz, y Él Mismo mantiene a salvo tus extensiones dentro de Su Mente. 4Mas no las conocerás hasta que regreses a ellas. 5No puedes reemplazar al Reino, ni puedes reemplazarte a ti mismo. 6Dios, que conoce tu valía, no lo permitiría, y, por lo tanto, no puede suceder. 7Tu valía se encuen­tra en la Mente de Dios y, por consiguiente, no sólo en la tuya. 8Aceptarte a ti mismo tal como Dios te creó no puede ser arrogan­cia porque es la negación de la arrogancia. 9Aceptar tu pequeñez es arrogancia porque significa que crees que tu evaluación de ti mismo es más acertada que la de Dios. 

“Lo que es, es”. Somos el Hijo de Dios. Somos la extensión de Su grandeza. Somos, junto a nuestros hermanos, la Filiación de Dios. 

11. Sin embargo, si la verdad es indivisible, tu evaluación de ti mismo tiene que ser la misma que la de Dios. 2Tú no estableciste tu valía, y ésta no necesita defensa. 3Nada puede atacarla ni pre­valecer contra ella. No varía. 5Simplemente es. 6Pregúntale al Espíritu Santo cuál es tu valía y Él te lo dirá, pero no tengas miedo de Su respuesta, pues procede de Dios. 7Es una respuesta exaltada por razón de su Origen, y como el Origen es verdad, la respuesta lo es también. 8Escucha y no pongas en duda lo que oigas, pues Dios nunca engaña. 9Él quiere que reemplaces la creencia del ego en la pequeñez por Su Propia Respuesta exal­tada a lo que tú eres, de modo que puedas dejar de ponerla en duda y la conozcas tal como es. 

“Lo que es, es”: Soy el Hijo de Dios y en mi grandeza, te reconozco como mi hermano en la Filiación del Padre.

¡Qué así sea!