
¿Qué me enseña esta lección?
Cuando elegimos servir al ego, la mente se identifica con el mundo temporal de las formas, se alimenta de la percepción que recibe de ese plano de manifestación. Desde su particular punto de visión, analiza, escruta e investiga, minuciosamente, con el propósito de encontrar un significado a lo que fabrica y juzga como real. Sin embargo, esa percepción es errónea y, por lo tanto, no encontrará el verdadero significado o propósito de la auténtica realidad.
La pregunta que suele plantear ante una circunstancia vivencial es "¿por qué?", pero la respuesta que obtiene por esta vía, lo único que hace es justificar su sentido de culpa y de miedo. El porqué no le lleva a concebir la verdadera relación entre los seres. Su respuesta la percibe en primera persona y la vive como una venganza a su permanente ataque al mundo espiritual.
La pregunta debería ser ¿para qué?, pues su respuesta conlleva la búsqueda del profundo significado que encierra la experiencia. El "¿para qué?" facilita la toma de consciencia y da sentido y un propósito a lo que vivimos. Desde esta perspectiva, cada experiencia ocurre en beneficio de nuestro despertar, es decir, todo cuanto nos ocurre suma para ayudarnos a "recordar" lo que hemos olvidado, la verdadera identidad que somos.
Ejemplo-Guía: "Me desespera el comportamiento de mi hijo".
¿Quién no se ha preguntado en alguna ocasión por qué nos pasan las cosas que nos pasan?
Imaginemos por un momento que tenemos consciencia de la causa que nos ha llevado a vivir unos efectos en particular. Por ejemplo, nos hemos atiborrado de comida, hemos sido incapaces de controlar nuestra gula y, como consecuencia de ello, nuestro estómago nos responde con un cuadro de indigestión que nos lleva a sentirnos enfermos.
Ante esa situación, conocido el porqué nos ha ocurrido este hecho, podemos reaccionar de muchas maneras. Podemos no darle importancia a lo ocurrido, con lo cual, en otra situación semejante, podemos volver a actuar de igual modo, o podemos sentirnos culpables por haber sido incapaces de controlarnos, con lo cual nos estamos otorgando todos los derechos a ser castigados con una experiencia dolorosa que nos recuerde nuestra culpa, nuestro "pecado".
El conocer el porqué no nos aporta la verdadera respuesta de la experiencia vivida. Nuestra interpretación se ha quedado en el nivel de los efectos. Hemos analizado su repercusión, el malestar que nos ha causado y lo hemos relacionado con nuestra gula. Pero no hemos ido a la fuente, a la causa, es decir, no nos hemos hecho la pregunta adecuada, es decir, no nos hemos preguntado ¿para qué? hemos vivido esa experiencia.
Si nos preguntamos el porqué en el ejemplo guía que estamos analizando, seguro que encontraremos muchas respuestas y todas bien argumentadas desde la visión del ego. Seguro que sabremos encontrar los motivos suficientes para justificar que el comportamiento de nuestro hijo nos desespera. Diremos que es un vago, un irresponsable, un vividor, un esto, un lo otro..., pero esos porqués no nos llevan a comprender el verdadero significado de la vivencia, y lo que no vemos en ese momento es que esa experiencia no es casualidad, sino causalidad.
El ¿para qué? no nos sitúa en el nivel de comprensión que nos puede aportar nuestra mente identificada con el cuerpo físico y con el mundo de separación. Tendremos que buscar en nuestro corazón, donde se alberga la verdadera sabiduría, para "re-cordar" lo que somos realmente. Somos seres espirituales, unidos en una misma Fuente Espiritual. Nuestras mentes se encuentran entrelazadas y unidas. Desde esa visión llegaremos a comprender que nuestro hijo no es fruto de la casualidad, sino de la causalidad. Él nos ha elegido como padres antes de encarnar en el vehículo material. Y lo ha hecho para cumplir el "pacto espiritual" acordado entre ambos. Las experiencias que estamos viviendo son una oportunidad maravillosa para que se produzca nuestro despertar, para que alcancemos el perdón y los vínculos de odio y de rencor se conviertan en vínculos de amor.
Ese es el significado de la vivencia que estamos analizando como ejemplo. Si nuestro corazón consigue hacernos recordar ese profundo significado, tendremos la opción de elegir nuevamente cómo vivir nuestra relación con nuestro hijo. Es importante que, para que se produzca ese recuerdo, nos digamos a nosotros mismos que no sabemos el significado de aquello que estamos viviendo, pero tenemos la certeza de que es para nuestro beneficio. Ese estado supone una "limpieza" para favorecer que en ese espacio de comprensión surja la nueva verdad.
Preguntémonos, siempre, ¿para qué? estamos viviendo esa experiencia.
Reflexión: Todo existe para tu beneficio. ¿Cómo te sientes con esta afirmación?