viernes, 15 de noviembre de 2024

Capítulo 15. X. La hora del renacer (3ª parte).

X. La hora del renacer (3ª parte).

7. ¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exi­girte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus rela­ciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completa­mente. 6crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.

Visto desde el sistema de creencias del ego, la afirmación "amar totalmente supondría un sacrificio total, seguro que gana la atención de sus más fieles adeptos. Sí, esa es la condición que tenemos que cumplir para formar parte de la legión de voluntarios que formarán las fuerzas de defensa de las leyes del ego. Ser sus adeptos, significa que hemos jurado fidelidad a sus falsas creencias, a que estamos dispuestos a sacrificarnos para defender el baluarte donde se custodia su más preciado tesoro, el miedo. Sí, el enemigo no es otro que el amor, y para evitar que su esencia contagie a nuestros "aliados" debemos estar dispuestos a darle muerte. ¿Cómo? No dejando que le gane la partida al miedo, es decir, alimentando ese miedo al amor.

La única manera de acabar con la hegemonía del miedo, no es hacer un acto de sacrificio en nombre del amor. Todo es más fácil y menos dolorosos. Lo único que tenemos que hacer es permitir que la esencia de nuestra verdadera identidad se exprese, se expanda, a través de nosotros, compartiéndola con los demás.

8. Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y única­mente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, pare­cería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5Él le atribuiste la traición del ego, e invi­taste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.

Hemos interpretado que nuestro acto de desobediencia al mandato de  nuestro Creador, de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, supuso un pecado, al que los Textos Sagrados, ha llamado "Pecado Original", en un intento de recordarnos de que ese acto es lo que ha dado origen a nuestro estado actual. Esa creencia original, ese pensamiento original, propició la idea de que éramos culpables de tal fechoría y que, por lo tanto, deberíamos ocultarnos a los ojos del Creador, para no recibir el justificado castigo que dicha acción requería. La elección de ocultar ese temor, ese miedo, le llevó a inventar un acto compensatorio, y fue así, como imaginó que debía sacrificarse en nombre del amor, para, de alguna manera, equilibrar la balanza "pecado-redención", esto es, reconozco que he "metido la pata", que he enfadado al Creador, pero con el sacrificio, seguro que sabrá reconocer mi arrepentimiento y me perdonará.

Bueno, realmente, el ego, tenía que encontrar el modo de garantizar su recién apariencia, por un lado, y ofrecer garantías de que utilizaría la moneda del "amor-sacrificio" para mantener oculta su verdadera creencia, de cara a los demás (engañar a la mente), su miedo al amor, su negativa real a amar, pues ello significaría su final.

9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad abso­luta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternati­vas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que deci­dir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de pro­yectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios. 

Retomamos una vez más, una lección que se repite, reiteradamente, en las enseñanzas que nos aporta el Curso en Milagros. Me refiero a la libre elección, como una expresión del Principio Creador por excelencia, la voluntad.

La alternativa es una y fácil de entender. O elegimos al ego-miedo, o elegimos al Espíritu-Amor. Todos nosotros tenemos experiencias que nos ayudarán a tomar una elección. Estamos en condiciones de reconocer, que cuando hemos elegido como guía al ego, las percepciones que experimentamos nos hablan de sacrificios, de sufrimiento y de dolor. 

jueves, 14 de noviembre de 2024

Capítulo 15. X. La hora del renacer (2ª parte).

 X. La hora del renacer (2ª parte).

4. En tus manos está hacer que esta época del año sea santa, pues en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora. 2Es posible hacer esto de inmediato, pues lo único que ello requiere es un cambio de percepción, ya que únicamente come­tiste un error. 3Parecen haber sido muchos, pero todos ellos son en realidad el mismo. 4Pues aunque el ego se manifiesta de muchas formas, es siempre la expresión de una misma idea: 5lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo.

¿Estás dispuesto a deshacer lo aprendido bajo la guía de la creencia en el miedo? ¿Te imaginas lo que ello significa? Dejar de sentirnos prisioneros de la culpa, de la creencia en el pecado, nos situará frente a frente con el instante santo, con el presente, en el que podemos elegir ser libres. Dejemos de creer en el miedo y seremos libres para amar, libres para expresar nuestra santidad.

5. No es necesario seguir al miedo por todas las tortuosas rutas subterráneas en las que se oculta en la oscuridad, para luego emerger en formas muy diferentes de lo que es. 2Pero sí es nece­sario examinar cada una de ellas mientras aún conserves el prin­cipio que las gobierna a todas. 3Cuando estés dispuesto a considerarlas, no como manifestaciones independientes, sino como diferentes expresiones de una misma idea, la cual ya no deseas, desaparecerán al unísono. 4La idea es simplemente ésta: crees que es posible ser anfitrión del ego o rehén de Dios. 5Éstas son las opciones que crees tener ante ti, y crees asimismo que tu decisión tiene que ser entre una y otra. 6No ves otras alternativas, pues no puedes aceptar el hecho de que el sacrificio no aporta nada. 7El sacrificio es un elemento tan esencial en tu sistema de pensamiento, que la idea de salvación sin tener que hacer algún sacrificio no significa nada para ti. 8Tu confusión entre lo que es el sacrificio y lo que es el amor es tan aguda que te resulta impo­sible concebir el amor sin sacrificio. 9Y de lo que debes darte cuenta es de lo siguiente: el sacrificio no es amor sino ataque. 10Sólo con que aceptases esta idea, tu miedo al amor desaparece­ría. 11Una vez que se ha eliminado la idea del sacrificio ya no podrá seguir habiendo culpabilidad. 12Pues si hay sacrificio, alguien siempre tiene que pagar para que alguien gane. 13la única cuestión pendiente es a qué precio y a cambio de qué.

¿Por qué elegimos el sacrificio, con preferencia al verdadero amor?

Podríamos plantear esta cuestión de otra manera, ¿por qué razón elegimos sufrir, a ser feliz?

Es evidente, que estos planteamientos van dirigidos al sistema de pensamiento del ego, el cual, los mantiene custodiado como uno de sus principales tesoros. La respuesta a estas cuestiones se encuentra en los intereses del ego. El valora más, todo aquello que reafirme y fundamente a su identidad, antes de enfrentarse a la verdadera realidad que le ofrece la creencia en el Amor.

Prefiere, utilizar el amor disfrazado de sacrificio hacia el otro, que reconocer la unidad que comparten sus mentes. La unidad que ofrece la visión del amor, significaría su declaración de inexistencia, esto es, su final.

Los argumentos que utiliza el sistema de pensamiento del ego para defender la valía del sacrificio como expresión de amor, son muy sutiles. Forman parte de la más astuta de sus argucias para evitar que descubramos, que detrás de esa artimaña, lo que realmente esconde es su miedo al amor, pues amar es su desaparición.

6. Como anfitrión del ego, crees que puedes descargar toda tu culpabilidad siempre que así lo desees, y de esta manera comprar paz. 2no pareces ser tú el que paga. 3Y aunque si bien es obvio que el ego exige un pago, nunca parece que es a ti a quien se lo exige. 4No estás dispuesto reconocer que el ego, a quien tú invitaste, traiciona únicamente a los que creen ser su anfitrión. 5El ego nunca te permitirá percibir esto, ya que este reconocimiento lo dejaría sin hogar. 6Pues cuando este reconocimiento alboree claramente, ninguna apariencia que el ego adopte para ocultarse de tu vista te podrá engañar. 7Toda apariencia será reconocida tan sólo como una máscara de la única idea que se oculta tras todas ellas: que el amor exige sacrificio, y es, por lo tanto, insepa­rable del ataque y del miedo. 8Y que la culpabilidad es el costo del amor, el cual tiene que pagarse con miedo.

Ya lo veíamos en la reflexión del punto anterior, los argumentos del ego para convencernos de que el sacrificio es un acto de amor por los demás, se encuentran siempre bien ocultos a nuestra conciencia, para evitar que descubramos, que, en verdad, el sacrificio siempre tiene un elevado precio y ese precio forma parte de la letra pequeña en el contrato que mantenemos en nuestras relaciones especiales con la persona hacia la que nos sentimos atraídos por el recuerdo inconsciente de la culpa. Ese precio, no persigue otra cosa que perpetuar esa culpa, y si no lo tenemos claro, no te preocupes, el ego se encargará de recodárnoslo: "Así es como me pagas el sacrificio que he hecho por ti..."

¿Lo has inscrito ya con tinta permanente? "lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo" 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Capítulo 15. X. La hora del renacer (1ª parte).

X. La hora del renacer (1ª parte).

1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.

Para mí, la Navidad, la temporada en la que celebramos el nacimiento de Jesús en el mundo, siempre ha despertado un sentimiento "especial" en mi interior. Al referir que ese sentimiento es especial, lo hago con la intención de diferenciarlo de los sentimientos habituales y cotidianos que se experimentan a lo largo del resto del año, en los que, las sensaciones más frecuentes no son capaces de inspirarme paz y felicidad. 

Tal vez, la razón de que la Navidad sí despierte en mí, esas sensaciones de felicidad y alegría, responda a la seducción que me ofrece el disfrutar de las calles engalanadas con sus luces brillantes y de colores; con los cánticos de villancicos y con las tiendas abarrotadas de regalos, a cuál más seductor. Sí, es fácil dejarse contagiar por el ambiente navideño. Los belenes, los árboles de navidad, el olor de los hogares, donde las familias se sienten llamadas a convivir en paz, en verdad, son inspiradores y nos brindan la oportunidad de participar en esa puesta en escena, que parece despertar en cada uno de nosotros, el recuerdo del verdadero significado que se festeja, el renacer del Amor, el renacer de la Luz, en la noche más oscura del año.

No voy a entrar, en el uso que hace el ego de la Navidad, pues, estoy seguro que no es necesario decir, que está manipulada para satisfacer las carencias propias del sistema de pensamiento que postula: la codicia, el egoísmo, la posesión, el miedo...

Lo que sí voy a hacer, es plantear una reflexión sobre el uso que hace el Espíritu Santo de la Navidad. El mensaje del renacer de Jesús, en un humilde pesebre rodeado del calor de una mula y un buey, como reza la tradición, es una clara invitación a que reconozcamos, que el Amor no es especial, no debe seguir las leyes del ego, donde las apariencias es lo que prima, por encima de lo esencial. El Espíritu Santo utiliza esa simbología navideña para inspirarnos el recuerdo de lo esencial que hay en nuestro interior. Las luces, los regalos, los encuentros familiares, todos los personajes que rodean la navidad, llevan el mismo mensaje a nuestra consciencia. Debemos ser portadores de luz y amor, debemos dar lo que tenemos y compartillo con los demás, debemos ser creadores de paz y felicidad. Ese es el significado de la Navidad, el renacer de nuestra verdadera identidad.

2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.

Tendríamos que inscribirlo con tinta permanente, el mensaje que se recoge en este punto y que, el ego, se niega a creer: "reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se impone al acto de dar".

Para dar, no supone ningún esfuerzo, cuando percibimos la vida desde la verdad, esto es, desde la Visión Crística de la Unidad. Dar es la expresión natural del Amor Incondicional. Sin embargo, la escasez y la necesidad, son falsos pensamientos que se han apoderado de nuestra mente al albergar la creencia en la separación, en el pecado y en la culpa. El ego piensa, está convencido, de que cuando da, pierde, lo que le lleva a creer, igualmente, que dar, siempre es un acto de sacrificio y así se lo recuerda a aquel al que da, despertando y perpetuando el sentimiento de la culpa en el otro.

"Me he sacrificado toda la vida por ti, y así me lo pagas" Seguro que reconocerás en el contenido de esa expresión, la identidad del ego.

3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.

Aunque el acto de dar, lo percibimos como una acción externa, lo que nos sitúa en el escenario del ego, en verdad, responde a una extensión de nuestra mente, pues, si reflexionamos sobre esta dinámica, descubriremos que, dar, es una expresión del Amor, lo que significa que cuando damos desde esa frecuencia, lo que damos goza de la garantía de lo eterno. Esto significa, que cuando damos desde el amor, el otro no está obligado a devolvernos lo que le hemos dado. Su gracia, sellará el ciclo Dar-Recibir-Dar.

En cambio, cuando damos desde la frecuencia ego, lo que damos, lo hacemos desde el miedo (a perder), por lo que condicionamos dicho acto, con la exigencia de que se nos devuelva en la misma proporcionalidad a lo que hemos dado, sino exigimos un interés por lo dado. ¿Os resuena esto? El ego cuando da, aun viviéndolo como un sacrificio, siempre lo hace esperando recibir algo a cambio. No lo hace desinteresadamente. 

martes, 12 de noviembre de 2024

Capítulo 15. IX. El instante santo y la atracción de Dios (2ª parte).

IX. El instante santo y la atracción de Dios (2ª parte).

4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno, o entre Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo único que se te dio. 2El amor siempre producirá expansión. 3El ego es el que exige límites, y éstos representan sus exi­gencias de querer empequeñecer e incapacitar. 4Si te limitas a ver a tu hermano como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo, habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. 5Su cuerpo es incapaz de dártelo, 6y tú no debes buscarlo a través del tuyo. 7Entre vuestras mentes, no obstante, ya existe continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su unión para que la soledad desaparezca del Cielo.

El ego, con la mirada puesta en el recuerdo del pasado y en las expectativas del futuro, establece sus relaciones especiales llamado por el deseo de liberarse de la culpa que le priva de la paz interior. En su iniciativa de conquistar el amor del otro, ocultará ese deseo de purificación, de redención, y proyectará la culpa inconsciente en el otro, de modo, que no tardará en teñir dicha relación con rencores y exigencias que limitarán la libertad de la persona amada. En este tipo de relación, el cuerpo se convierte en el señuelo que atraerá nuestra atención y lo que despertará nuestros deseos y pasiones para convencernos de que tenemos que hacer suyo aquel regalo de la naturaleza. Puede ser enamoramiento o pasión, lo que le guíe, pero en cualquier caso, dista mucho de ser amor verdadero, pues sus actos descubrirán que ese enamoramiento, esa pasión, se ha consumido dejando tan sólo las cenizas de un hermoso recuerdo mientras duró.

La relación, cuando es inspirada por el Espíritu Santo, nos permitirá experimentar las relaciones ilimitadas, las que se fundamentan en la unidad de las mentes.

5. Sólo con que le permitieses al Espíritu Santo hablarte del Amor que Dios te profesa y de la necesidad que tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la atracción de lo eterno. 2Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. 3Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. 4¿No desearías intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? 5Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y sólo aquellos que desees ver libres de los límites que el ego quisiera imponer sobre ellos, pueden ofre­certe el regalo de la libertad.

¿Si nos están ofreciendo el Cielo, vamos a desear el infierno? No, verdad. Entonces, ¿por qué seguimos fieles al infierno? ¿Por qué seguimos creyendo en la separación? ¿Por qué seguimos rindiendo culto al cuerpo? ¿Por qué seguimos teniendo miedo al amor?

Si estás leyendo estas líneas es porque, ambos, tú y yo, aún nos encontramos en el mundo de la percepción, lo que significa que aún estamos soñando. Sí, podemos interpretarlo como parte de un sueño feliz, en el cual, estamos compartiendo un modo diferente de ver las cosas de otra manera, a como la hemos percibidos anteriormente. Sí, tenemos un cuerpo y nuestros ojos perciben el mundo físico bajo las leyes del ego, aunque no creemos en ello. Somos afortunados por ello. Pero lo que percibimos, no es, ni por asomo, una muestra de lo que nos ofrece la Luz cuando nos encontremos de retorno en nuestro Hogar, el Cielo. En ese Estado de Consciencia, dejamos de percibir cuerpos, para ver la Luz del Espíritu. El placer físico que se sienten por la unión de los cuerpos en el acto sexual, no es comparable, con el placer espiritual que nos regala la Visión de los demás Seres de Luz.

Seremos habitantes del Cielo, de manera permanente, cuando dejemos de necesitar sentirnos especiales y diferentes a lo que realmente somos.

6. No tienes la menor idea de los límites que le has impuesto a tu percepción ni de toda la belleza que podrías ver. 2Pero recuerda esto: la atracción de la culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. 3La atracción que Dios siente por ti sigue siendo ilimi­tada, pero puesto que tu poder es el Suyo, y, por lo tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. 4La impor­tancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios. 5tu visión se torna débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de limitar su comunicación. 6No busques la Expiación en mayor separación, 7ni limites tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el Espíritu Santo tiene que deshacer para liberarlo. 8Pues es su propia creencia en la limitación lo que lo ha aprisionado.

Ya lo hemos visto en el análisis de los puntos que preceden a este. No debemos subestimar el poder que tiene el ego, pues este poder procede de nuestra condición divina, y podemos utilizarlo erróneamente, para hacer real lo ilusorio.
Estoy seguro, que la afirmación "la importancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios", me va a ayudar a elegir correctamente, a desaprender lo aprendido bajo el guía incorrecto, el ego. La lección más importante, pues es la única lección qué debemos aprender, es a negar la culpabilidad y a aceptar nuestra inocencia y nuestra impecabilidad.

7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. 2A medida que le permitas  al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ata­que, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. 3En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. 4Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. 5La realidad de esta relación se convierte en la única verdad que jamás podrías desear. 6Toda verdad reside en ella. 

En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. Esto es así, porque el instante santo es la Visión de la verdad que emana de la mente Recta, la que se une conscientemente a la de Dios.

La comunicación verdadera es la que se c 

lunes, 11 de noviembre de 2024

Capítulo 15. IX. El instante santo y la atracción de Dios (1ª parte).

 IX. El instante santo y la atracción de Dios (1ª parte).

1. Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus her­manos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. 2Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. 3Mas es necesario que aprendas exacta­mente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. 4Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es perma­nente. 5Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. 6Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. 7Dios ya está listo, tú no.

La teoría, la lectura de textos espirituales, es una fase importante que nos conduce al cambio de la percepción, a ver las cosas de otra manera. Pero, es, igualmente importante, el conocer que no es única fase que debemos abordar para conseguir el objetivo final, que nuestra visión verdadera sustituya a la percepción.

Con tan solo la teoría, no lograremos transformar nuestra conciencia. Debemos elegir al Maestro, al Guía, que habla por Dios, a la Mente Recta, al Espíritu Santo, y entregarle nuestra voluntad y nuestro deseo de elevar nuestra oscuridad, hacia la luz que nos permitirá alcanzar la Visión Crística, la visión de la unidad.

En el instante santo, nuestros ojos de abren a la verdad que envuelve a todo lo creado y, en esa nueva visión, percibiremos correctamente la luz, los Grandes Rayos, que nos une a la Fuente de la que hemos sido emanados.

Si al mirar a nuestros hermanos, lo hacemos identificados con el sistema de pensamiento del ego, tan solo visualizaremos su ropaje temporal e ilusorio, su cuerpo material.

2. Nuestra tarea consiste en continuar, lo más rápidamente posi­ble, el ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a todas exactamente como lo que son. 2Pues es imposi­ble que reconozcas que lo que crees que quieres no te ofrece absolutamente ninguna gratificación. 3El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el ego es el símbolo de la separación. 4Y ambos no son más que intentos de entorpecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla. 5Pues la comunicación tiene que ser ilimitada para que tenga significado, ya que si no tuviese significado te dejaría insatisfecho. 6La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido establecidas por Dios, son ilimitadas.

A través de la comunicación, expresamos, compartimos el contenido que alberga nuestra mente. Si al relacionarnos con nuestros hermanos, lo hacemos desde la creencia en la separación, la comunicación compartirá nuestros miedos y lo hará, atacando y dando muestras de ira. Lo que realmente se está consiguiendo con esta falsa y vacía comunicación es ampliar la distancia que nos separa de los demás.

En cambio, cuando utilizamos la comunicación para compartir nuestra visión en la unidad, estaremos expandiendo la esencia del amor y estaremos propiciando, creando, un mundo donde reinará la paz y la felicidad. Estaremos recreando el "nuevo paraíso".

3. En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. 2Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. 3Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. 4Mas esto nunca tendrá lugar. 5Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objeti­vos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.

Así, el poder que alimenta al ego, a su sistema de pensamiento, no procede de él, sino de nuestra mente, la cual ha elegido creer en la separación, en el pecado, en la culpa, en el cuerpo, en el miedo.

No debemos subestimar el poder que alimenta al ego, pues, ese poder procede de nosotros. Si ponemos nuestra voluntad al servicio del deseo de ser especial y diferente a los demás, estamos reconociendo la existencia del ego y lo estamos fortaleciendo. El ego, es fuerte, si le prestamos nuestra creencia, si creemos en su existencia y si adoptamos sus sistema de pensamiento como verdadero.

No se trata de atacar a todos sus símbolos, entre ellos, al cuerpo. Se trata de no fortalecerlo creyendo que es nuestra verdadera identidad. Podemos utilizar el cuerpo para percibir correctamente y para potenciar la comunicación basada en el amor unificador.