viernes, 30 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).


12. ¿Negarías la verdad de la decisión de Dios, imponiendo tu mísera evaluación de ti mismo en lugar de la serena e inmutable evaluación, que Él ha hecho de Su Hijo? 2Nada puede alterar la convicción de Dios de que todo lo que Él creó goza de perfecta pureza, pues es absolutamente puro. 3No decidas contra ello porque, dado que procede de Él, no puede sino ser verdad. 4La paz mora en toda mente que acepta serenamente el plan que Dios elaboró para su Expiación, renunciando al suyo propio. 5Tú no sabes lo que es la salvación, pues no comprendes lo que es. 6No tomes decisiones con respecto a lo que es o adónde se encuentra, sino que en vez de ello pregúntaselo todo al Espíritu Santo y no tomes ninguna decisión sin Su dulce consejo.

Desde que nacemos, nos enseñan afanosamente a comunicarnos con el mundo procedente del exterior, lo que aleja la conciencia pura que acaba de nacer de la fuente verdadera que lo ha mantenido en comunicación directa con su creador. Se sustituye lo interior por lo externo, y en esa separación, perdemos el verdadero significado de lo que somos.

La percepción de lo externo nos seduce y la aceptamos como el canal más apropiado para aprender a manejarnos en el mundo. Recibimos mucha información de cómo debemos comportarnos y de cómo debemos atender nuestras tareas. Y así, sin darnos cuenta de ella, nos hemos desconectado de la Voz de nuestro verdadero guía, el cual, tendrá que hacer maravillas para devolver nuestra dormida consciencia a la única y verdadera realidad, la que se encuentra en nuestro interior.

13. Aquel que conoce el plan que Dios quiere que sigas puede enseñarte lo que éste es. 2Sólo Su Sabiduría puede guiar tus pasos en dicho plan. 3Cada decisión que tomas por tu cuenta significa únicamente que quieres definir la que es la salvación y aquello de lo que debes ser salvado. 4El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad. 5No tienes ningún otro "enemigo", y el Espíritu Santo es el único Amigo que te puede ayudar contra esta absurda distorsión de la pureza del Hijo de Dios. 6Él es el poderoso protector de la inocencia que te hace libre. 7Y Él ha decidido deshacer todo lo que podría ocultar tu inocencia de tu mente despejada.

El origen de la culpa se encuentra en la errónea interpretación que hemos hecho al pensar que hemos desobedecido a Dios al incumplir su mandato de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde ese acto, interpretado como pecaminoso, nos hemos sentido culpables de toda relación que nos lleve a elegir el miedo en vez del amor. 

De la Unidad de la Filiación, surgió la división de los seres, y dado que el miedo ha surgido como consecuencia de ser diferentes a Dios, el mundo fabricado, al que hemos dado significado, es ajeno a la verdad, por ser fruto del miedo, en vez del amor.

Por lo tanto, la salvación tan sólo es posible cuando conseguimos corregir ese error primigenio, es decir, cuando recuperamos la identidad de nuestra inocencia y escapamos de la culpabilidad ilusoria con la que nos hemos identificados.

14. Permítele, por lo tanto, ser el único Guía que sigues hacia la salvación. 2Él conoce el camino y te conduce gustosamente por él. 3Con Él no podrás sino aprender que lo que Dios desea para ti es tu voluntad. 4Sin Su dirección pensarás que puedes saber por tu cuenta lo que debes hacer, y decidirás contra tu paz tan irreme­diablemente como decidiste que la salvación residía solamente en ti. 5La salvación está en manos de Aquel a Quien Dios se la  confió para ti. 6Él no se ha olvidado de ello. 7No te olvides de Él y Él tomará todas tus decisiones por ti, las cuales serán en favor de tu salvación y de la paz de Dios en ti.

La Mente Una del Espíritu Santo, a través de la Expiación (corrección del error), no ayuda a transformar nuestra falsa percepción, de modo que abandonemos la falsa creencia en la separación y alcancemos la rectitud de la mente.

Todos estos puntos nos conducen a un único aprendizaje: pensar con la mente del Espíritu Santo y desechemos al falso guía que nos mantiene prisioneros del miedo y de la culpa: el ego.

15.  No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. 2Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. 3El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 4Lo que no puede suceder no puede tener efectos temibles. 5Descansa tranquila­mente en la fe que has depositado en Aquel que te ama y que desea librarte de la locura. 6Puede que lo que hayas elegido sea la demencia, mas la demencia no es tu realidad. 7Nunca te olvides del Amor de Dios, Quien se ha acordado de ti. 8Pues es absoluta­mente imposible que Él jamás hubiese permitido que Su Hijo dejara de formar parte de la amorosa Mente en la que fue creado, y donde se fijó su morada en perfecta paz para siempre.

Todo juicio condenatorio procede de la carencia de amor. Sentenciar al Hijo de Dios como culpable por utilizar los poderes creadores de manera errónea, es carencia de amor. Por este motivo, el Espíritu Santo sólo enseña que el pecado de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 

Dios, no ha expulsado a Su Hijo del Paraíso Terrenal, y en Su Eterno Amor, aguarda la unificación de la Filiación en utilizar la voluntad al servicio de la Unidad.

jueves, 29 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).


8. Dios es la única Causa, y la culpabilidad es algo ajeno a Él. 2No le enseñes a nadie que te ha hecho daño, pues si lo haces, te esta­rás enseñando a ti mismo que lo que es ajeno a Dios tiene poder sobre ti. 3Lo que no tiene causa no puede existir. 4No des testimonio de ello, ni fomentes el que ninguna mente lo crea. 5Recuerda siem­pre que la mente es una, y que la causa es una. 6No aprenderás a comunicarte con esta unicidad hasta que no aprendas a negar lo que no tiene causa y a aceptar como tuya la Causa que es Dios. 7El poder que Dios le ha dado a Su Hijo es de él, y no hay nada más que Su Hijo pueda ver o elija contemplar sin imponerse a sí mismo la pena de la culpabilidad, en lugar de la feliz enseñanza que gustosamente le ofrecería el Espíritu Santo.

Cuando este punto nos dice que Dios es la única Causa, nos está revelando que la única Causa de todo acto creador es el Amor de donde emana la Mente Una. Ya hemos visto a lo largo del apartado que estamos analizando, que tan sólo el Amor nos ofrece el principio de la libertad y que para poner fin a la rueda kármica que fabrica el miedo (dando desde el miedo recibimos tan sólo miedo), tenemos que activar el poder de la única Causa, el poder del Amor (dando amor cuando recibimos dolor).

Lo que no tiene causa no puede existir. Elegir cualquier otra fuente creadora, que no proceda del amor, dará lugar a la fabricación del error, de la ilusión y de la separación.

9. Siempre que eliges tomar una decisión para ti solo estás pen­sando destructivamente y la decisión será errónea. 2Te hará daño por razón del concepto de decisión que te condujo a ella. 3No es verdad que puedas tomar decisiones por tu cuenta, o para ti solo. 4Ningún pensamiento del Hijo de Dios puede estar separado o tener efectos aislados. 5Cada decisión que se toma, se toma para toda la Filiación, es aplicable tanto a lo interno como a lo externo y afecta a una constelación mucho mayor que nada que jamás hayas podido concebir.

La mente es una y la Filiación ha sido creada de una única Mente, la de Dios. Compartimos con Él Su Mente y tenemos el poder de crear utilizando la mente expandiendo el Amor. Pensar que cuando utilizamos la mente no afecta a la totalidad de la Filiación, es escindirnos de la verdad y servir al error. 

10. Los que aceptan la Expiación son invulnerables. 2Pero los que creen ser culpables reaccionarán ante la culpabilidad porque cree­rán que es la salvación, y no se negarán a verla ni a ponerse de su parte. 3Creen que incrementar la culpabilidad es la manera de auto-protegerse. 4No lograrán comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño. 5Todo esto procede del hecho de que no creen que lo que desean sea bueno. 6Mas se les dio la voluntad porque es algo santo. y porque les brindará todo lo que necesitan, lo cual les llegará tan naturalmente como la paz que no conoce límites. 7Nada que su voluntad no les provea tiene valor alguno. 8Pero como ellos no entienden su propia voluntad, el Espíritu Santo la comprende por ellos silenciosa­mente y les da lo que desean sin que se tengan que esforzar o afanar, y sin dejarlos con la imposible carga de tener que decidir por su cuenta qué es lo que desean o necesitan.

Aceptar la Expiación es recordar nuestra verdadera identidad espiritual. Es decidir poner en manos del Espíritu Santo todas nuestras decisiones, pues reconocemos en Él, al verdadero Maestro, al guía que nos iluminará el camino que nos hace invulnerables e inocentes.

El Principio de la voluntad, al igual que los Principios del Amor y del Conocimiento, los hemos heredados de Dios. Cuando los utilizamos para crear, generamos obras de amor que gozan de la eternidad.

Caer en el olvido de lo que somos, ha propiciado, igualmente, que hemos olvidado la grandeza de los Principios con los que hemos sido creados, lo que nos lleva a elegir otros patrones a los que hemos dado credibilidad, como el deseo, el miedo y la culpa.

11. Jamás se dará el caso de que tengas que tomar decisiones por tu cuenta. 2No estás desprovisto de ayuda, y de una Ayuda que conoce la solución. 3¿Te conformarías con unas migajas, que es todo lo que por tu cuenta puedes ofrecerte a ti mismo, cuando Aquel que te lo da todo simplemente lo pone a tu disposición? 4Él nunca te preguntará qué has hecho para ser digno del regalo de Dios. 5Así pues, no te lo preguntes a ti mismo. 6Acepta, en cambio, Su respuesta pues Él sabe que tú eres digno de todo lo que Dios dispone para ti. 7No trates de librarte del regalo de Dios que el Espíritu Santo tan libre y gustosamente te ofrece. 8Él te ofrece sólo lo que Dios le dio para ti. 9No tienes que decidir si eres merecedor de ello o no. 10Dios sabe que lo eres.

Afortunadamente, somos como Dios nos ha creado. Somos Su Hijo Bienamado, y como nuestro amoroso Padre, ha dispuesto la ayuda del Espíritu Santo, para que nuestra mente sea capaz de recordar y reconocer su verdadera identidad, cuando sumido en la ilusión del falso sueño se sienta perdido, atacado, vulnerado, dañado y atormentado.

Dios sabe lo que somos.

miércoles, 28 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).


4. Cada día, cada hora y cada minuto, e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección, entre el ego y el Espíritu Santo. 2El ego es la elección en favor de la culpa­bilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia. 3De lo único que dispones es del poder de decisión. 4Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay ninguna otra alternativa. 5Ni la verdad ni la ilusión traspasan los límites de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas no pueden ser verdad. 6Eres cul­pable o inocente, prisionero o libre, infeliz feliz.

Este punto atesora tanta sabiduría que cualquier resistencia a no aceptar lo que en él se recoge con tanta sencillez, sin duda responde a que nuestra mente está atrapada prestando sus servicios al sistema de pensamiento incorrecto, el que niega la posibilidad de que Dios pueda existir en su máxima expresión de Amor y Libertad.

¿Somos conscientes de a quién sirve nuestra mente?

5. El milagro te enseña que has optado por la inocencia, la liber­tad y la dicha. 2El milagro no es causa sino efecto. 3Es el resultado natural de haber elegido acertadamente, y da testimonio de tu felicidad, la cual procede de haber elegido estar libre de toda culpa. 4Todo aquel a quien ofreces curación, te la devuelve. 5Todo aquel a quien ofreces ataque lo conserva y lo atesora guardán­dote rencor por ello. 6El que te guarde rencor no es irrelevante: tú creerás que lo hace. 7Es imposible ofrecerle a otro lo que no deseas sin recibir esta sanción. 8El costo de dar es recibir. 9Recibi­rás o bien una sanción que te hará sufrir, o bien la feliz adquisi­ción de un preciado tesoro.

El milagro es el resultado, el fruto, de toda creación amorosa, cuyos efectos nos deleita con el dulce sabor de la inocencia, de la libertad y de la dicha.

Tanto para bien, como para mal, el costo de dar es recibir. Si damos amor, recibiremos amor. Si damos odio, rencor, dolor, recibiremos sus mismos efectos.

6. Nadie le impone sanción alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. 2Cada oportunidad que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por la luz y el miedo por el amor. 3Si la rechaza, se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su hermano y entrar con él en la luz. 4Al otorgarle poder a lo que no es nada, desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún poder. 5al no disipar las tinieblas, se vuelve teme­roso de ellas y de la luz. El gozo que resulta de aprender que las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección que el Espíritu Santo enseña, y que desea que tú enseñes con Él. 7Enseñarla es Su gozo, tal como será el tuyo.

Cualquier acto de amor que no conlleve el principio de la libertad, no puede ser confundido con el amor verdadero, el cual, al igual que la verdad, siempre nos hará libres.

La única respuesta sanadora a cualquier acción que nos prive de la libertad es el amor, pues, el que expande su miedo es carente, precisamente, del amor. Al dar y al compartir su miedo, recibirá los efectos de su propio miedo, corriendo el riesgo de perpetuar su error entrando en un círculo interminable de dolor. Tan sólo el que se libera de las pesadas cadenas de la culpa, responde al miedo con amor, aportando luz allí donde tan sólo había oscuridad.

7. Así es como se enseña esa simple lección: la ausencia de culpa es invulnerabilidad. 2Por lo tanto, pon de manifiesto tu invulne­rabilidad ante todo el mundo. 3Enséñales que no importa lo que traten de hacerte, tu perfecta libertad de la creencia de que algo puede hacerte daño demuestra que ellos son inocentes. Ellos no pueden hacer nada que te haga daño, y al no dejarles pensar que pueden, les enseñas que la Expiación, que has aceptado para ti mismo, es también suya. 5No hay nada que perdonar. 6Nadie puede hacerle daño al Hijo de Dios. 7Su culpabilidad es total­mente infundada, y al no tener causa, no puede existir.

Llevar a la práctica el contenido de lo que nos enseña este punto, pondría fin al mundo de demencia en el que nos encontramos. Ya no habría necesidad de identificar a los culpables, pues al liberarnos de nuestra propia culpa, no la veríamos proyectada en los demás.

Las mentes se unirían en la creencia de que el amor es el camino verdadero que nos permitiría el encuentro con la felicidad y ello nos daría alas para volar por encima de todo aquello que estuviese vinculado con el miedo y la culpabilidad. 

martes, 27 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

1. El alumno feliz no puede sentirse culpable por el hecho, de tener que aprender. 2Esto es tan fundamental para el aprendizaje que jamás debiera olvidarse. 3El alumno que está libre de culpa aprende con facilidad porque sus pensamientos son libres. 4Esto conlleva, no obstante, el reconocimiento de que la culpabilidad no es la salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito.

No podemos olvidar que el sentimiento de culpa pertenece al proceso mental fabricado por el ego. Si el alumno feliz se sintiese culpable por el hecho de tener que aprender, lo que realmente está reconociendo es que en su sistema de pensamiento, aún existe una parte que cree estar separada de Su Creador, El Cual es Perfecto e Impecable. Pensar que tener que aprender no está a la altura del Hijo de Dios, pues aprender significa que carecemos de algo, nos puede llevar al sentimiento de culpa al no creernos perfectos. 

Sentir culpa nos hace prisioneros de nuestros falsos pensamientos basados en el miedo y en la separación. Estar libres de culpa, en cambio, hace que gocemos del principio de la libertad, el cual se manifiesta cuando servimos al amor y a la verdad.

2. Tal vez estés acostumbrado a utilizar la inocencia simplemente para contrarrestar el dolor de la culpabilidad, y no la ves como algo con valor propio. 2Crees que la culpabilidad y la inocencia son valiosas, y que cada una representa un escape de lo que la otra no te ofrece. 3No quieres tener solamente una de ellas, pues sin ambas te consideras a ti mismo incompleto, y, por lo tanto, infeliz. 4Sin embargo, sólo puedes estar completo en tu inocencia, y sólo en tu inocencia puedes ser feliz. 5En esto no hay conflicto. 6Desear de algún modo la culpabilidad, en cualquier forma que sea, hará que dejes de apreciar el valor de tu inocencia y que no la puedas ver.

Este punto viene a reforzar lo que hemos dicho en el anterior. La certeza en la inocencia, la visión de que somos puros e impecables, dispone nuestra mente a aprender desde la libertad: enseñar es aprender.

En cambio, cuando nuestro sistema de pensamientos trata de servir a dos señores a la vez, entonces, la culpa y la inocencia intercambian su hegemonía en nuestros pensamientos y ello no favorece el estado de paz y de libertad.

3. No puedes establecer ningún acuerdo con la culpabilidad, y al mismo tiempo escaparte del dolor que sólo la inocencia mitiga. 2Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. 3Cada vez que el dolor de la culpabilidad parezca atraerte, recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad, no podrás aprender a ser feliz. 4Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que nace del Amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente: 

5Pondré de manifiesto lo que experimente.

6Si Soy inocente no tengo nada que temer.

7Elijo dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.

8Quiero aceptar mi inocencia poniéndola de manifiesto compartiéndola.

9Quiero llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.

 

Nos afirma este punto, que vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. Este mundo no ha sido creado, pues si así fuese gozaríamos de la esencia propia de todas las creaciones, del Amor. Este mundo ha sido fabricado, y es la muestra de la carencia y de la necesidad, los frutos propios del miedo. 

Mientras que el amor crea y se expande, permitiendo que la mente se exprese desde la pureza y la impecabilidad, el miedo fabrica y se contrae sobre sí mismo, favoreciendo que la mente se exprese desde la culpa y el pecado.

lunes, 26 de agosto de 2024

Capítulo 14. II. El alumno feliz (2ª parte).

II. El alumno feliz (2ª parte).


5. Cuando le enseñas a alguien que la verdad es verdad, lo apren­des con él. 2Y así aprendes que lo que parecía ser lo más difícil de entender es lo más fácil. 3Aprende a ser un alumno feliz, 4pues jamás aprenderás cómo hacer que lo que no es nada sea todo. 5Pero date cuenta de que ésa ha sido tu meta, y reconoce cuán descabellada ha sido 6Alégrate de que haya sido des-hecha, pues cuando la examinas honestamente, queda des-hecha. 7Dije ante­riormente: "No te conformes con lo que no es nada", pues has creído que lo que no es nada podía hacerte feliz. 8Mas eso no es verdad.

Nada de este mundo, excepto, el Amor, es verdad. El amor es eterno y, al igual que la verdad, no cambia. Es inalterable. No decide amar con diferencias, diciendo, a ti te quiero un poco más que a él. El amor es ciego en el mundo del ego, pues no ve las diferencias entre lo creado. El amor Es y extiende lo que Es. Si no se manifiesta en la integridad, no es verdadero amor. El amor no está condicionado, ni limitado. Ninguna cadena de este mundo, por muy gruesas que sean, podrán privarle la libertad. El amor no teme, no conoce el miedo.

Cuando enseñamos la verdad, estamos compartiendo amor y lo estamos aprendiendo, pues nos hacemos conscientes de lo que somos.

6. Si quieres ser un alumno feliz tienes que entregarle al Espíritu Santo todo lo que has aprendido para así desaprenderlo. 2Y luego empezar a aprender las gozosas lecciones que se suceden rápida­mente sobre los sólidos cimientos de que la verdad, es verdad. 3Pues lo que se construye sobre ellos es verdad, y está basado en la verdad. 4Todo un universo de aprendizaje se revelará ante ti en toda su maravillosa simplicidad. 5Y puesto que tendrás la verdad ante ti, no desearás volver la vista atrás.

La felicidad es el estado que se alcanza cuando servimos a la verdad. Podemos decir, que es uno de los frutos que se cosecha cuando hemos puesto nuestra voluntad en manos del amor y lo hemos compartido en nuestros actos creadores.

Para ser merecedores del fruto de la felicidad, debemos estar dispuestos a cambiar nuestro mente errada, la que ha dado lugar a la creencia en la separación, la que nos ha llevado a la arrogante iniciativa de crear un mundo diferente al de Dios, donde el miedo sustituye al amor, dando lugar a creaciones falsas y dementes.

El alumno feliz debe desaprender lo aprendido, pues esas lecciones no proceden del Creador de la Verdad, sino del fabricante de lo ilusorio.

El que ha probado el dulzor del fruto de la verdad, habrá gozado de la experiencia que acompaña al estado de la felicidad y, en adelante, tan sólo servirá a la verdad.

7. El alumno feliz satisface las condiciones del aprendizaje en este mundo, de la misma forma en que satisface las condiciones del conocimiento en el Reino. 2Todo ello se basa en el plan del Espíritu Santo para liberarte del pasado y revelarte el camino hacia la libertad. 3Pues la. verdad es verdad. 4¿Qué otra cosa podía o pudo jamás serlo? 5En esta simple lección se encuentra la llave de la lóbrega puerta que crees está cerrada para siempre. 6Construiste esa puerta de la nada, y detrás de ella no hay nada. 7La llave no es más que la luz que con su resplandor desvanece las siluetas, for­mas y temores de lo que no es nada. 8Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz. 9Pues, al igual que tus hermanos, no te das cuenta de que la luz ha llegado y de que te ha liberado del sueño de las tinieblas.

El alumno feliz ya no siente placer satisfaciendo los deseos egoístas que hasta hora lo habían seducido y lo mantenían hipnotizado llevándole a la percepción de un mundo irreal e ilusorio. Sumido en esa pesadilla, ha perseguido hasta la saciedad alcanzar la felicidad, pero sus intentos han sido infructuosos y agotado de experimentar fracaso tras fracaso, su mente alcanza un punto en el que necesita reencontrarse con la paz y la felicidad.

Ese punto de inflexión, viene acompañado por el deseo de ver las cosas de otra manera, o lo que es lo mismo, por el deseo de sustituir sus erróneos pensamientos basados en el miedo y sustituirlos por el único sentimiento que le permitirá encontrar la felicidad, el Amor.

8. Ve a tus hermanos libres, y aprende de ellos cómo liberarte de las tinieblas. 2La luz que refulge en ti los despertará, y ellos no dejarán que sigas durmiendo. 3La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe. 4Allí donde todo es claro, todo es santidad. 5La quietud de su simplicidad es tan irresistible que te darás cuenta de que es imposible negar la simple verdad, pues no hay nada más. 6Dios está en todas partes y Su Hijo mora en Él junto con todo lo demás. 7¿Cómo puede entonar cantos fúnebres cuando esto es cierto?

Tan sólo la verdad nos hará libres, pues la verdad es Amor y el Amor, si no aporta libertad, no es amor. Ver a nuestros hermanos libres, significa verlos desde el Amor, es decir, verlos desde la Unidad. Si vemos a nuestros hermanos desde el Amor, ello significa que nuestra mente sirve a la verdad, es decir, sirve al amor.

El mundo que hemos fabricado no favorece el amor, pues nuestra percepción de él no es verdadera. Cuando percibimos el mundo que nos rodea, lo vemos como un mundo aparte de nosotros mismos. Esa visión adolece del espíritu de la unicidad, por lo que, nuestra visión no estará percibiendo la verdad, y si no es verdad, habrá carencia de amor y por la misma razón, carencia de felicidad.