viernes, 8 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VIII. La única relación real (2ª parte).

 VIII. La única relación real (2ª parte).

4. Piensa en esto por un instante: Dios te dio la Filiación para asegurar tu perfecta creación. 2Ése fue Su regalo, pues tal como Él no se negó a darse a Sí Mismo a ti, tampoco se negó darte Su creación. 3Todo lo que jamás fue creado es tuyo. 4Tu única rela­ción es la relación que tienes con todo el universo. 5Y ese universo, al ser de Dios, está mucho más allá de la mísera suma de todos los cuerpos separados que percibes. 6Pues todas las partes del universo están unidas en Dios a través de Cristo, donde se vuelven semejantes a su Padre. 7Cristo sabe que Él no está sepa­rado de Su Padre, Quien constituye Su única relación, en la que Él da tal como Su Padre le da a Él.

Magnífica reflexión la que nos brinda este punto. Tenemos que pensar, que nuestros hermanos, al igual que nosotros, son Hijos de Dios. Esta simplicidad, la hemos olvidado por completo, pues, cuando nos miramos, nos vemos y creemos especiales, separados del resto de la Filiación. ¡Cuánta arrogancia hay en esa creencia! De todos los humanos, precisamente, nosotros, nos creemos el hijo preferido, el hijo especial. Por otro lado, al ser parte de la Creación de Dios, ¿cómo podemos pensar que podemos privar a los demás de su libertad, ofreciéndoles como intercambio nuestro amor condicionado?

5. El Espíritu Santo es el intento de Dios de liberarte de lo que Él no entiende. 2Y por razón del Origen del intento, éste no puede fracasar. 3El Espíritu Santo te pide que respondas tal como Dios lo hace, pues quiere enseñarte lo que tú no entiendes. 4Dios respon­derá a toda necesidad, sea cual fuere la forma en que ésta se manifieste. 5El Espíritu Santo, por consiguiente, mantiene este canal abierto para recibir la comunicación de Dios a ti y la tuya a Él. 6Dios no entiende tu problema de comunicación, pues Él no lo comparte contigo. 7Tú eres el único que cree que es comprensible. 9EI Espíritu Santo sabe que no lo es, y, sin embargo, lo entiende porque tú lo inventaste.

El papel de mediador del Espíritu Santo es esencial en el Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo. La venda que nos impide ver la verdad, nos produce tal ceguera, que nos hemos habituado a vivir en la oscuridad, donde las sombras se confunden con la realidad, cuando en verdad son imágenes e ilusiones.

La Metafísica, nos afirma, que El Espíritu Santo forma parte del Aspecto Trino de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su papel en el Proceso Creativo, le ha llevado a adoptar un guión de intermediario, entre el Padre y El Hijo. Dicho papel, en la dimensión terrenal, le convierte en el Maestro que, aun sabiendo que las sombras, sombras son, esto es,  imágenes ilusorias, las utiliza para inspirar, en el estado de sueño en el que se encuentra la conciencia del Hijo de Dios, reflejos y señales que le hagan recordar su verdadera realidad.

Desde el plano perceptivo, el Espíritu Santo, utilizará sus vibraciones para llevar al Hijo de Dios a tener sueños que le revelen su origen y condición. Estos sueños, son llamados sueños felices, y, su final, no será otro que el instante santo del despertar

6.  La conciencia de lo que Dios no puede saber y de lo que tú no entiendes reside únicamente en el Espíritu Santo. 2Su santa fun­ción consiste en aceptar ambas cosas y, al eliminar de ellas todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. 3Él hará eso porque ésa es Su función. 4Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposi­ble en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que esa es la Voluntad de Dios. 5Y permite que Aquel cuyas enseñan­zas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. 6Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.

El Espíritu Santo, no cree en el tiempo, pero al formar parte de la creencia del Hijo, lo utilizará para llevar a cabo su función más elevada, la de ofrecer el tiempo necesario para que se aprenda, que el tiempo es una ilusión y que forma parte del sistema de pensamiento del ego, el cual, debemos desaprender y sustituirlo por la única enseñanza verdadera, la que nos revela que somos Hijos de Dios, Hijos del Amor y que formamos parte de Creación de Dios: La Filiación.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VIII. La única relación real (1ª parte).

VIII. La única relación real (1ª parte).

1. El instante santo no es un sustitutivo de tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. 2fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu libera­ción. 3Tiene que aprovechar cualquier señal o indicación de que estás dispuesto a aprender de Él lo que es la verdad. 4No se demora en utilizar cualquier cosa que le ofrezcas en favor de eso. 5Su interés por ti y el cuidado que te profesa son ilimitados. 6En vista del miedo que tienes del perdón, que Él percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, Él te ense­ñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pér­dida, sino que, por el contrario, es tu salvación. 7Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completa­mente absuelto.

Desde el sistema de pensamiento del ego, practicar el perdón supone una pérdida para el que lo aplica, pues, el ego piensa que el perdón nos hace débiles ante los demás.

No es difícil de entender el pensamiento del ego, cuando su lema es "ataca para no ser atacado". El orgullo, la vanidad, el egoísmo, son su carta de presentación a la hora de afrontar una relación. El miedo lo oculta con gestos de amor, pero dichos gestos están condicionados, es decir, adquiere el siguiente significado: "te amor siempre que hagas lo que yo te diga". La privación de libertad, queda al descubierto, cuando decide amar de manera especial, imponiendo sus condiciones, las cuales va utilizando poco a poco.

Sí, el ego tiene miedo al amor y tiene miedo al perdón, por lo que, debemos elegir entre el modo de amar condicionado, o, amar incondicional que nos enseña el Espíritu Santo. Si elegimos el amor incondicional, aprenderemos, igualmente, a perdonar completamente, lo que nos lleva al reconocimiento de que en verdad no hay nada que deba ser perdonado.

2. Escúchale gustosamente, y aprende de Él que no tienes necesi­dad de relaciones especiales en absoluto. 2Lo único que buscas en ellas es aquello que desechaste. 3Y a través de ellas nunca podrás aprender el valor de lo que descartaste, lo cual, sin embargo, sigues anhelando con todo tu corazón: 4Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear que sea lo único que hay. 5El Hijo de Dios tiene tanta necesidad de que estés dispuesto a tratar de lograr esto, que es imposible concebir una necesidad mayor. 6Contempla la única necesidad que Dios y Su Hijo comparten, y que quieren satisfacer juntos. 7No estás solo en esto. 8La voluntad de tus creaciones te llama para que compartas tu voluntad con ellas. 9Por lo tanto, dale la espalda a la culpabilidad en paz y dirígete hacia Dios y hacia tus creaciones.

El Curso nos enseña, que las relaciones especiales están inspiradas en la creencia en la culpa. Como bien recoge este punto, lo única que buscamos en dichas relaciones es aquello que desechamos, y lo hicimos, por miedo al amor. A través de la relación especial nos sentimos atraídos a compensar lo que no hemos sido capaz de completar, de elevar a la condición de unidad y de paz.

El instante santo, una vez Expiado nuestros errores mentales, nos permite visionar lo que realmente somos y esta visión nos lleva a reconocer en el otro al hermano con el formamos parte de la Filiación. Esa visión no será condicionada, no será particular y personal, será universal, lo que significa que amaremos a todos y cada uno de los Hijos de Dios, por igual.

El Espíritu Santo y el instante santo, nos enseñan que no tenemos necesidad de relaciones especiales, pues, este tipo de relación pertenece al sistema de pensamiento del ego.

3. Relaciónate únicamente con lo que nunca te abandonará y con lo que nunca podrías abandonar. 2La soledad del Hijo de Dios es la soledad de su Padre. 3No rechaces la conciencia de tu comple­ción, ni procures restituírtela tú mismo. 4No tengas miedo de poner la redención en manos del Amor de tu Redentor. 5Él no te fallará, pues viene de parte de Uno que no puede fallar. 6Acepta tu sensación de fracaso como una simple equivocación con res­pecto a quién eres. 7Pues el santo anfitrión de Dios se encuentra más allá de todo fracaso, y nada que su voluntad disponga puede ser negado. 8Estás eternamente en una relación tan santa, que invoca a todo el mundo a escaparse de la soledad y a unirse a ti en tu amor. 9Y todo el mundo tiene que buscar el lugar donde estás y encontrarte allí.

El miedo al abandono, persigue al ego en su experiencia de relación especial, lo que lo lleva a defender celosamente aquello que considera es suyo. La persona con la que se relaciona pasa a formar parte de su "tesoro" particular, de sus posesiones y conquistas, y, el simple hecho de pensar que puede perderlo, le lleva "armarse hasta los dientes", para defender lo que cree pertenecerle. El miedo, se expresa como un exceso de amor que quema al otro.

Pongamos nuestras relaciones en manos del Amor de nuestro Redentor. El nos enseñará a Amar de manera incondicional y a compartir nuestro amor con el resto de la humanidad en escala de igualdad. 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Interpretación Astro-Cabalística del Evangelio de Marcos (INTRODUCCIÓN)

INTRODUCCIÓN

Aquellos que han estudiado minuciosamente los detalles exotéricos de los Libros Sagrados, entre ellos los Evangelios, han querido ver en la obra redactada por San Marcos la influencia clara y nítida de uno de los actores principales en el guion protagonizado por Jesús-Cristo. Me estoy refiriendo a Simón, a quien el Maestro llamaría Pedro.

Todos los investigadores coinciden en que San Marcos fue un redactor de hechos históricos que cultivó su arte con una exquisita sencillez, con la cual nos presenta a un Jesús con los rasgos peculiares de un ser humano, y al mismo tiempo realza su aspecto trascendente, misterioso y divino. En definitiva, nos acerca a la comprensión del Hombre-Dios del que todos somos portadores en estado potencial y que Él, el Maestro, el Hijo del hombre, nos enseñaría a conquistar.


DOS FACTORES ESOTÉRICOS SIGNIFICATIVOS

Marcos representa el evangelio del Elemento Aire, el intelectual. El propósito de su relato es narrar de un modo comprensible a la mente humana la dualidad que se da cita en el hombre cuya evolución es la más elevada con respecto al resto de la humanidad. Al describirnos los valores humanos de Jesús, el cronista nos permite identificarnos con su vida, con sus acciones; facilita que podamos seguir sus mismas huellas, pues sus logros están al alcance de todos nosotros. Por otro lado, al describirnos sus valores espirituales, al hacernos comprensible su Designio, su Misión, al permitirnos entender su Propósito, nos está describiendo un proceso lógico que todos debemos seguir para desarrollar las potencialidades de las que somos portadores, pues todos somos hijos y herederos de los poderes de Dios.

La labor de Marcos nos instruye sobre el Cristo interno que habita en cada hombre y sobre los "trabajos", a nivel humano, que debemos desarrollar para conquistar la consciencia Crística. Nos facilitará, igualmente, la asimilación intelectual de lo divino que, en el caso de San Juan -Evangelio de Fuego-, aparece expresado en un lenguaje abstracto, arquetípico y rico en simbología.

El Evangelio de Marcos es más asequible a la razón y nos revela, en los dieciséis capítulos, los dieciséis "Estados de Energía" o los dieciséis "Tránsitos" que debe recorrer el alma humana en la conquista de su condición divina. Desarrollar ese viaje sobre la senda Zodiacal es cubrir los Doce Arquetipos Divinos integrando, a su vez, los Cuatro Estados de Transición entre los diferentes Elementos.

La cifra 16 nos lleva, pues, a la idea de perfeccionamiento de los "Trabajos Divinos", y existen testimonios recogidos por autores, como Claude de Saint Martín en su obra "Las Relaciones", donde nos hablan de un alfabeto primitivo que se componía de 16 signos. Asimismo, Lacour, Barrois, Court de Gébelin, Fabre de Olivet y, más recientemente, Kabaleb, nos hablan de la existencia de esos 16 Estados primitivos que darían lugar a posteriores alfabetos.

Lo cierto es que, las revelaciones astrológicas en su manifestación, nos llevan a evidenciar esos dieciséis "peldaños" que, ineludiblemente, toda alma ha de recorrer.

El presente trabajo trata sobre el estudio de esos Dieciséis Estados de Consciencia, enfocándolos desde el punto de vista astrológico/cabalístico o, lo que es lo mismo, desde el punto de vista creativo del universo macrocósmico y microcósmico, así como desde el análisis de la vida de Jesús, en cuyos trazos veremos, dibujadas de un modo maravilloso, las mismas verdades que se expresan en el conocimiento de los Zodiacales.

En definitiva, haremos un extraordinario viaje por el mundo del conocimiento y de la sabiduría ancestral en el que iremos descubriendo claves y verdades que están recogidas, en un lenguaje sencillo, en la Crónica de la Vida del Maestro y que se detallan en la Obra de San Marcos.

Interpretación Astro-Cabalística del Evangelio de Marcos (PRESENTACIÓN)


PRESENTACIÓN

Aún recuerdo, con perfecta nitidez, la primera ocasión en la que hice pública mi voluntad de estudiar astrología. Con motivo del comienzo de un nuevo curso académico, la dirección del centro reunió a todos los alumnos y fue nombrándolos uno a uno con la intención de preguntarles sobre las razones que les habían llevado a escoger las ramas optativas de Ciencias o Letras. Unos decían: "me he decidido por ciencias, pues deseo estudiar medicina", otros anunciaban: "he decidido letras, pues mi propósito es estudiar literatura", y así hasta llegar mi turno. Yo, por aquellos días, no tenía muy claro qué deseaba estudiar, sin embargo, me levanté muy decidido, y tomando la palabra, dije: "elijo ciencias, pues he decidido estudiar astrología". 

Cada vez que evoco estos recuerdos en mi mente creo estar oyendo las risotadas de mis compañeros y del claustro de profesores en pleno. El Jefe de Estudios, participando de aquel clima que se tornaba cada vez más distendido, me advirtió de que tendría que ir a estudiar con el Dr. Jiménez del Oso. Lo que él, ni nadie de los allí presentes, al menos conscientemente, podíamos imaginar, fue que sus palabras fueron una premonición, pues pasado unos años, fue gracias a las publicaciones del Dr. Jiménez del Oso que tuve ocasión de contactar, por primera vez en esta existencia, con el mundo apasionante de los astros y del esoterismo en general… 

No sabría responder, si alguien me preguntase, por qué tomé aquella decisión. Tan solo podría decir que desde una edad muy temprana había algo en mí que sentía atracción por el tema. 

Desde mi primer descubrimiento, de la mano de las publicaciones mencionadas hasta hoy día, son muchas las horas de convivencia con el saber transcendente de los astros, y ello me permite poder compartir mis experiencias con el mundo. Siento la necesidad de hacerlo, pues mis propias creencias en relación con el conocimiento de los astros han ido adaptándose a importantes y considerables cambios.

Mis primeros contactos con la astrología, ahora lo entiendo, respondían a la necesidad interna de encontrar respuestas a lo que el futuro incierto me aguardaba. Tan solo un deseo me guiaba: saber con antelación lo que iba a pasar. Así fue como me relacioné con la astrología en su aspecto adivinatorio. Le dediqué mucha atención a manuales que me aportaron la información que iba buscando. Pronto me descubrí como una fuente de revelación para todos aquellos que estaban ansiosos por conocer lo que el futuro les tenía reservado. Fueron momentos importantes, incluso decisivos, pues pude comprobar el rigor científico de las influencias astrológicas. 

Sin embargo, en la medida que pasaba el tiempo y aumentaba el número de interpretaciones, un profundo vacío crecía conmigo. ¿Por qué sucedían aquellas cosas? ¿Qué relación existía entre los seres para que unos protagonizasen el papel de agresor y otros el de víctima? ¿Dónde se encontraba la razón de la suerte, del azar? ¿Existía la justicia? 

Una innumerable lista de interrogantes iba creciendo en mi mente. Ese fue el momento en el que me estaba enfrentando a mi primer gran cambio de creencias. 

Pedid y se os dará… Y así fue. No sé cuándo lo hice, pero estoy seguro de que pedí, pues no poder cambiar el rumbo de las cosas me estaba ahogando. Si las cosas tenían que ser así, tenía que encontrar respuestas. 

Una nueva fuente de conocimiento se presentó en mi camino. Se trataba de la Cábala. Jamás antes había oído hablar de la doctrina cabalística, pero si de algo estaba seguro es de que no ha sido mi primer contacto con ella, pues nada más comenzar el estudio de sus enseñanzas, mi consciencia despertó a un ancho océano de conocimientos trascendentales como nunca había soñado. 

Desde ese momento y hasta ahora, la angustia interna que poco a poco se fue apoderando de mí fue desapareciendo, ocupando su lugar una permanente alegría, pues mis vacíos internos, mis múltiples interrogantes, fueron encontrando respuestas.


Lo que más agradezco a la Cábala es el haberme ofrecido la oportunidad de encontrar el sendero que he de andar; y sobre todo, el haberme dado los medios para recorrerlo sin necesidad de "muletas", es decir: con mis propios esfuerzos.

Comprendí, hace algún tiempo, que la evolución de la astrología es paralela a la del ser humano. Hubo un tiempo en el que los guías eran necesarios para el desarrollo de la consciencia del hombre. Esto ha sido así mientras que nuestros vehículos espirituales -cuerpo emocional y mental- se encontraban en su fase infantil. Ahora es el momento de actuar haciendo uso del bagaje obtenido. Todos y cada uno de nosotros llevamos un "maestro" interno. De nuestros esfuerzos depende el que oigamos su voz y canalicemos nuestras acciones de acuerdo a su programa o, por el contrario, decidamos quedar dependientes de las circunstancias externas para realizar los trabajos.

En cierta ocasión, cuando me encontraba preparando un trabajo para el desarrollo de una conferencia, mientras leía el Génesis y parte de los Evangelios, tuve una grata revelación, que hasta ese momento me había pasado inadvertida. Si tomamos el Génesis, I-14, podemos leer lo relativo al proceso de creación llevado a cabo en el Cuarto Día, trabajo que consistió en la aparición en el cielo de las lumbreras y de las estrellas.

Necesitaríamos mucho más espacio del que nos concede este apartado para desarrollar el sentido transcendente de la dinámica recogida en este capítulo, pero lo que sí diré, a título de resumen, es que los trabajos descritos en el Cuarto Día de la Creación dan lugar al origen de las influencias de los astros sobre la evolución del Ser. En verdad, las lumbreras y las estrellas han servido al hombre como señales en las estaciones, es decir: en sus ciclos evolutivos.

Nos estamos refiriendo al Génesis, y ello nos lleva a afirmar que estas influencias están destinadas al hombre en su nacimiento, en lo relativo a un nuevo estado de consciencia. Este estado ha recibido el nombre de involución y con ello se trata de describir el proceso de aprendizaje de la conciencia en la conquista de la individualidad. Se trata de la odisea del hombre paradisiaco, que, perdiendo su estado "Virginal-Pleno-Uno", despierta a su potencial creador, lo cual le lleva a un estado de aparente "Separación-Dualidad".

Desde este punto de arranque, han sido muchas las experiencias cosechadas, muchos los puertos visitados por el alma humana y, en esa andadura, siempre acompañada de un fiel e ilusorio compañero: el olvido de uno mismo. Pero, ¿hasta cuándo se cuestionará el alma inquieta y cansada de bregar en busca de paz y sosiego?

Mientras tanto, y durante todo el tiempo, el viajero incansable tan solo ha podido contar con las señales provenientes del cielo, un cielo que se antoja evocador de mejores tiempos. luces que se presentan, ora amigas, ora enemigas… presagios que atormentan el espíritu cuando vienen acompañados de siniestros augurios que no podemos evitar. Esas voces, que hablan desde el cielo, no son interpretadas correctamente y, poco a poco, vamos perdiendo el interés por ellas. Dejamos de creerlas, y nos negamos a poner en sus manos nuestro destino.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo, los astros determinarán nuestra existencia? ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para recibir los frutos de nuestro trabajo humano?

En respuesta a esta profunda inquietud, el mensaje recogido en Marcos, Cap 14, 24-27, viene a revelarnos el final que todos debemos alcanzar:
"24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su brillo, 25 y las estrellas se caerán del cielo, y los poderes de los cielos se conmoverán. 26 Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad. 27 Y enviarán a sus ángeles, y juntarán a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo".
No hay alma encarnada sobre la tierra, que no tenga almacenado el registro del bagaje adquirido en su proceso de individualización. Si tuviese que dar título a estos registros, éste sería "tribulación".


En efecto, este alma vieja ha sido protagonista en todos los guiones escenificados por los grandes autores de la historia humana, desde Adam hasta Jesús. Pero llegará el día en que cese la tribulación. El Hijo del hombre ha conquistado nuestra consciencia y ya no es necesario que el sol, la luna y las estrellas luzcan para nosotros desde el exterior, pues su luz forma parte de nuestro ser interno.

Nuestra consciencia nos elevará por encima de las nubes, y se expresará con gran poder y majestad. Es la hora de cambiar el rumbo de nuestra nave, y a golpe de timón abandonar el proceso involutivo. Cargados con nuestra propia individualidad, buscaremos el reencuentro con la unidad olvidada, y orientaremos nuestras acciones para que den testimonio de la Nueva Consciencia: Ser uno con todo lo creado. Este proceso es conocido como "Evolutivo".

Aquellos seres que nos han servido de guías en nuestro estado de ceguera espiritual -Ángeles-, cuando se produzca este cambio de rumbo, es decir, cuando nos hayamos convertido en Hijos del hombre, serán enviados por nosotros de un modo consciente, es decir, ejerceremos nuestra potestad sobre los planos en los que ellos se manifiestan, y ese poder se testimoniará uniendo a los Cuatro Elementos -cuatro vientos-, en un solo encuentro entre el Ser-Dios-Cielo y el Ser Humano-Tierra, el Ser Uno, el Ser que somos.

En los últimos años, la actividad que vengo desarrollando en relación con la astrología me lleva a difundir estos conocimientos. Es una experiencia, muy común, que los estudiantes me transmitan su deseo de que les interprete sus cartas. Su petición me traslada a mis primeros contactos con la interpretación adivinatoria. Sin embargo, aquellos tiempos forman parte de mis creencias viejas, de una consciencia anterior en la que me sentía identificado con el "hombre viejo", el "hombre tribulación".

Ahora, creo en el Hijo del hombre con poder y majestad sobre sí mismo y sobre todo lo creado. Y así se lo transmito a mis compañeros de ruta. Confío en que su alma esté preparada para asumir su propia existencia; para que su personalidad pasajera recuerde su pasado, recuperando la memoria ancestral de su verdadera esencia.

La propia experiencia me revela que el hombre está preparado para recibir esa "nueva enseñanza". Cuando su aproximación a la Ciencia Madre le revele quién es en verdad, en su consciencia se producirá un espectáculo hermoso y maravilloso. Por primera vez, se sentirá con el poder suficiente para ser su propio guía.

Con este único propósito, que va más allá de cualquier deseo personal, pongo a disposición del hombre el contenido de un nivel de conocimiento que espera ser transcendido por el propio hombre, pues no hay mayor verdad que aquella que nace con el deseo de ser cimiento de nuevas verdades.

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (4ª parte).

 VII. El sacrificio innecesario (4ª parte).

11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. 2¿Cómo iba a poder, entonces, comunicarse contigo, mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? 3Obviamente es una locura creer que vas a ser abandonado si te comunicas verda­deramente. 4Sin embargo, son muchos los que creen esto. 5Pues creen que sus mentes tienen que ser algo privado, o, de lo contra­rio, las perderían, pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen siendo suyas. 6La unión de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. 7Pues los cuerpos son incapaces de per­donar, 8Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena.

Para poder comunicarnos con el Espíritu Santo y poder oír Su Voz, debemos conocer cuál es el canal por el que emite su mensaje. ¿Qué significa esto? Sencillamente que, cuando elegimos oír la voz del ego, nuestra mente esté sintonizando la frecuencia inventada por el ego, donde su sistema de pensamiento emite tan sólo mensajes basado en la falsa creencia de que estamos separados unos de otros y que nuestra identidad es el cuerpo físico. Mientras que nuestra mente no elija sintonizar otra frecuencia, continuaremos sirviendo a la ilusión, al ego.

Radio "miedo", debe de ser sustituido por Radio "amor". Se trata de nuestra elección, de nuestro deseo de dejar de oír los mensajes que nos producen daño y dolor, para recrearnos en los mensajes del Espíritu Santo que nos conectará con el amor, invitándonos a compartirlo con nuestros hermanos.

12. La ilusión de que el cuerpo  goza de autonomía y de que es capaz de superar la soledad es tan sólo una estratagema del ego para establecer su propia autonomía. 2Mientras creas que estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir a tu hermano a su cuerpo, y a confinarlo allí mediante la culpabilidad. 3te sentirás a salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas. 4Pues el ego siempre enseña que la soledad se supera mediante la culpabilidad, y que la comunicación es la causa de la soledad. 5Y a pesar de la evidente demencia de esta lección, son muchos los que la han aprendido.

La comunicación debe basarse en el amor, para evitar que se convierta en adoctrinamiento, que es lo que practica el sistema de pensamiento del ego, cuando tiene como único objetivo perpetuar su falsa identidad.

La comunicación, cuando expande el amor, aporta libertad, y, es desde este estado de consciencia, que decidimos ver cómo la comunicación nos lleva a comprender la unidad que mantiene unida a las mentes. Es a través de la comunicación de dichas mentes cuando experimentamos la Presencia de Dios y consolidamos la unión de la Filiación.

13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación radica en la culpabilidad. 2La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar que la comunicación es la sal­vación a aquellos que creen que es condenación. 3Él llevará a cabo Su función, pues el poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.          

El Espíritu Santo, favorecerá el instante santo, en el que se producirá el encuentro de las mentes que deben aprender a comunicarse guiados por su deseo de recordar su verdadera identidad. Cuando se produce esa alineación de ideas, la Mente Una se mostrará a nuestra consciencia permitiendo la Visión Crística, o lo que es lo mismo, la Visión de Unidad que siempre ha formado parte de la Creación de Dios, la Filiación.

14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. 2En el ins­tante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. 3Y la culpabilidad, cuyo único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. 4No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en él pensamientos privados. 5El estar dispuesto a entablar comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad com­pletamente. 6Con esto, el completo perdón se consuma, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos juegan en ella. 7Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. 8Y comprendes que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú seas completo. 9Pues tu compleción hace que cobres conciencia de que formas parte del ámbito de Dios. 10Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal como fuiste creado y tal como eres. 

En el instante  santo, recordaremos el pacto de amor que establecimos con nuestros hermanos en el Cielo. En ese instante, la relación ya no responde a la necesidad de limpiar nuestros pecados y de liberarnos de nuestras culpas. En ese instante santo, el amor se manifiesta en su grandeza y contagia a las mentes que han elegido la comunicación para favorecer el cumplimiento del Plan de Salvación dispuesto por el Creador para Su Hijo.

martes, 5 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (3ª parte).

 VII. El sacrificio innecesario (3ª parte).

7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. 2Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo por el otro y lo odia por ello. 3Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. 4No está enamorado del otro en absoluto. 5Simplemente cree estar enamorado del sacrificio. 6Y por ese, sacrificio que se impone a sí mismo, exige que el otro acepte la culpabilidad y que se sacrifi­que a sí mismo también. 7El perdón se hace imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. 8De la única manera en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpabilidad que mantiene a todas sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.

La compensación de la culpa, lleva al ego, a establecer relaciones especiales y a sacrificarse, en nombre de lo que entiende es el amor, por ella. El sacrificio se muestra como una ofrenda de amor que exigirá ser compensada, ser pagada por la misma moneda, esto es, con el propio sacrificio. Y de este modo, se escriben los guiones de las relaciones especiales, basadas en el sacrificio como demostraciones de amor, cuando en realidad, amar verdaderamente, no exige ningún sacrificio, sino entrega desinteresada e incondicional que nos brinda la posibilidad de expresarnos con total libertad.

No tardaremos en reprochar al otro los sacrificios que hemos realizado para su bienestar, cuando en realidad, lo que estamos haciendo es ocultar que nuestro sacrificio responde a un intento de liberarnos de nuestra culpa inconsciente, la cual, vemos proyectada en la demanda de atención que nos inspira la otra persona

8. Sin embargo, tales relaciones tan sólo dan la impresión de estar intactas, 2pues para el ego lo único que las relaciones significan es que los cuerpos están juntos. 3Esto es lo que el ego siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso no parece ser importante. 4Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su sacrificio, él es feliz. 5Para él la mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. 6Las ideas son básicamente algo sin importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. 7Y ése es el criterio del que se vale para juzgar si  las ideas son buenas o malas. 8Todo aquello que hace que el otro se sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es "bueno". 9Lo que lo libera de la culpabilidad es "malo", pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar, y, por lo tanto, se "marcharía".

Que el amor "mal entendido" que practica el ego, es una afirmación, queda recogido y explicado en este punto. La identidad del ego, su ilusoria realidad, es el cuerpo físico y no la mente. Refuerza su creencia en la separación, precisamente, argumentando que los cuerpos son diferentes y ocupan espacios diferentes. Al no darle valor a la mente y a las ideas, no es capaz de establecer la igualdad que une a la humanidad por el hecho de compartir la misma Fuente Creadora, la Mente.

Es fiel a la creencia de que la percepción procede del cuerpo, bien sea a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto. Sin embargo, olvida, que, en el estado de sueño, también se percibe, y, ello es posible debido a que la fuente de percepción, realmente, es la mente, que es la que permite la percepción del cuerpo.

La identidad del ego, su existencia irreal, no sería posible, si la mente dejase de creer en el pecado, en la separación, en la culpa y en el miedo. Es por esta razón, de que elabora todas sus argucias para evitar que dichos condicionantes desaparezcan. Mientras el cuerpo esté ahí para recibir sacrificio, él es feliz, pues está perpetuando su legado, su sistema de pensamiento.

9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. 2Y aquellos que se unen ante su altar acep­tan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. 3En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedi­cadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. 4Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. 5El otro­ siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minu­cias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. 6La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. 7Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere.

Este punto nos ofrece una clave importante que nos ayuda a conocer las artimañas del ego. "No nos damos cuenta de lo que el ego realmente quiere". Sí, sus métodos son muy sutiles para llevarnos como conejillos de india hasta el matadero, donde nos exigirá el mayor de los sacrificios para calmar nuestros sentimientos de culpa, los cuales, sin lugar a dudas, habrá sido propiciado por las falsas creencias con la que nos adoctrina, entre la que sobresale, la creencia en que podemos hacernos daño.

Sí, el sufrimiento y el sacrificio son los regalos, no desinteresadamente, que nos brinda el ego. Su interés es el de que permanezcamos rindiéndole culto, fortaleciendo la creencia de que somos hijos del pecado y por tal motivo, debemos condenarnos y liberarnos de nuestra culpa.

10. Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has enta­blado una relación especial que el ego ha "bendecido", pues la ira es su bendición. 2La ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. 3La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales. 4La culpabilidad es la única necesidad del ego, y mientras te sigas identificando con él, la culpabilidad te seguirá atrayendo. 5Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comunicación. 6Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte.

La ira nos lleva a juzgar, despiadadamente, al otro. En ese juicio, no hay amor. La ignorancia de lo que somos, el error que nos lleva a creernos separados unos de otros, nos lleva a utilizar a los demás como chivos expiatorios de nuestros pensamientos ocultos. Expresamos ira en nuestros juicios, porque nos condenamos a nosotros mismos, porque creemos que podemos pecar, porque nos sentimos culpables, porque no aceptamos nuestra oscuridad. Preferimos combatirla y atacarla cuando la percibimos en el otro. De este modo, creemos que nos vamos a libertar de ella.

lunes, 4 de noviembre de 2024

Capítulo 15. VII. El sacrificio innecesario (2ª parte).

 VII. El sacrificio innecesario (2ª parte).

4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. 2Pues la doctrina fundamen­tal del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. 3El ego no le desea el bien a nadie. 4No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intencio­nes. 5Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. 6así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusiva­mente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.

Es el mecanismo que ha inventado el ego para zafarse de la culpa que siente en su interior. La culpa procede de la creencia en el pecado, y el pecado, procede del miedo que sentimos al creer que hemos desobedecido a nuestro Creador. Sí, nuestra mente se encuentra muy ocupada, intentando gestionar estos pensamientos, que le impiden oír la Voz de la Verdad, la Voz que nos reclama para que abramos nuestros ojos y comprobemos que todo ha sido una pesadilla, que todo ha sido fruto de nuestra imaginación, que NUNCA hemos abandonado nuestro Hogar, tan sólo caímos en un pesado sueño, del que AHORA hemos despertado.

En esa pesadilla, nos hemos creído separados de Dios y del resto de la Filiación. En esa pesadilla, creímos no estar a la altura del Amor y decidimos cobijarnos en la penumbra del miedo, donde podíamos ocultar nuestros pensamientos de culpa. En esa pesadilla, decidimos establecer una realidad basada en la percepción externa, lo cual nos ofrecía la oportunidad de proyectar nuestros pecados, nuestra culpa, nuestra ira y frustración, condenando a los demás.

¡Gracias, Padre! porque ahora Te Veo y veo mi verdadera realidad.

5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpabilidad, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. 2Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios Mismo ha elegido, como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. 3En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarle, examine­mos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. 4Pues es indu­dable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. 5Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.

Este punto nos brinda una oportunidad para liberarnos de la culpa y del miedo con el que afrontamos nuestras relaciones especiales. Esa oportunidad es el instante santo, esto es, la decisión de mirar y analizar nuestra relación especial y entregarla al Espíritu Santo, la Mente Recta, para que nos permita Expiar nuestros errores, y dejemos de hacer realidad el miedo y la culpa, y, en su lugar, miremos con ojos nuevos esa relación, donde descubriremos que nuestro hermano, fiel al pacto de amor que hemos establecido en el Cielo, está mostrándonos nuestra verdadera realidad y guiándonos hacia la senda que nos conducirá a la salvación.

6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engran­dece. 2El "sacrificio", que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. 3Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. 4No obstante, dado que el ego se relaciona con la "realidad" tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. 5Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo. 6Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados, y habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.

En la misma proporción, de que los demás, cumpliendo su pacto de amor, nos brindan la oportunidad de tomar el camino que nos llevará a la salvación, nosotros respondemos a ese mismo patrón, para ellos, de tal modo, que la relación que nos une, debe trascender el hecho de que sea especial, para convertirse en una relación verdadera, donde las mentes se funden en la Unidad.

Aquellos que se sienten culpables esperan ser atacados, nos dice el Curso. Pero será nuestra decisión, el responder o no, a las necesidades de los demás. Analizar nuestras relaciones debe llevarnos a tomar consciencia de las exigencias que se producen en ellas, y si detectamos una provocación que nos incita a responder con nuestra ira y ataque, recordemos que somos Hijos de la Luz y que esa provocación es una magnífica oportunidad para poner en práctica nuestra Visión Crística y respondamos con amor, en vez de con odio.