sábado, 8 de junio de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 160

LECCIÓN 160

Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.

1. El miedo es un extraño en los caminos del amor. 2Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. 3Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. 4Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque diferente de ti: 5¿Quién podría estar en su sano juicio en tales circunstancias? 6¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es, y juzgar en contra de sí mismo?

2. Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea tan ajena a la verdad que habla un idioma distinto, percibe un mundo que la verdad desconoce y entiende aquello que la ver­dad juzga como carente de sentido. 2Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es suyo, mientras que el que está en su hogar es el que es el extraño. 3No obstante, qué fácil sería decir: "Este es mi hogar. 4Aquí es donde me corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que hacerlo".

3. ¿Qué razón hay para no decir esto? 2¿Cuál podría ser la razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has per­mitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? 3Nadie se dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos.

4. ¿Quién es el extraño? 2¿A quién no le corresponde estar en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo? 3¿Es acaso el miedo obra Suya, creado a Su semejanza? 4¿Es acaso el miedo lo que el amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? 5No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo, 6pues no pueden coexistir. 7Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. 8Mas si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.

5. ¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! 2Todo aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir: "Yo soy el extraño aquí. 3De modo que le cedo mi hogar a uno que es más como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío". 4Ahora se ha exilado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo, menos de esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar.

6. ¿En pos de qué va a ir ahora? 2¿Qué podría encontrar? 3Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha imposibilitado su regreso. 4Está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. 5El mila­gro vendrá. 6Pues su Ser sigue morando en su hogar. 7Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha confundido a Sí Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. 8E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo.

7. ¿Quién es el extraño?. 2¿No es acaso aquel a quien tu Ser no invoca? 3Ahora eres incapaz de reconocer a ese extraño que mero­dea entre vosotros, pues le has cedido tu legítimo lugar. 4No obs­tante, tu Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. 5Dios no está confundido con respecto a la creación. 6Está seguro de lo que es Suyo. 7Ningún extraño se puede interpo­ner entre Su conocimiento y la realidad de Su Hijo. 8Él no sabe de extraños. 9Él está seguro de Su Hijo.

8. La certeza de Dios es suficiente. 2A aquel a quien Él reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su Hijo para siempre. 3Él ha contestado tu pregunta: "¿Quién es el extraño?" 4Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un extraño  para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti. 5Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar en Él, y no es un extraño para Sí Mismo.

9. Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar en el mundo lo que es Suyo. 2Su visión no ve extraños, sino que con­templa a los Suyos y se une a ellos jubilosamente. 3Ellos lo ven como un extraño, pues no se reconocen a sí mismos. 4No obstante, a medida que le den la bienvenida, lo recordarán. 5Y Él los condu­cirá dulcemente de regreso a su hogar, donde les corresponde estar.

10. Cristo no se olvida de nadie. 2No deja de darte ni uno solo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue instituido. 3Él no se ha olvidado de ti. 4Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como Él lo hace. 5El que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la salvación.

¿Qué me enseña esta lección? 

Para el ego, el hogar es su cuerpo físico, y su único ámbito de acción, el mundo material, de cuyas percepciones se enriquece y alimenta. 

Para el Espíritu, el hogar, es el Cielo, esa “Tierra Paradisiaca” dispuesta por el Creador para que su progenie creciera y evolucionase, en un clima de Unidad y Amor y donde gozase de la Abundancia y Plenitud que dispensa la Gracia Divina. 

La percepción del cuerpo, llevó al ego a fabricar la creencia de la separación y como consecuencia de esta ilusión, le atribuye el origen que dio lugar al “Temor de Dios”; el origen del miedo a la muerte, como castigo tras haber pecado al no haber seguido las recomendaciones del Creador de "no comer del árbol prohibido”: 

8Había plantado el Señor Dios desde el principio un jardín delicioso, en que colocó al hombre que había formado 9y en donde el Señor Dios había hecho nacer de la tierra   misma   toda   suerte   de árboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar:  y también el árbol de la vida en medio del paraíso, y el árbol de la ciencia del bien y del mal... 

15Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y púsole en el paraíso de delicias, para que la cultivase y guardase. 16 Diole también este precepto diciendo: Come si quieres del fruto de todos los árboles del paraíso:  17 Más del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás..." (Génesis 2, 8-17). 

Comer del Árbol de la ciencia del bien y del mal, tendría un efecto inmediato, la muerte. 

Esa muerte hace referencia al estado o condición en la que hace aparición el ego, en contraposición, al estado o condición natural del Ser Verdadero, la eternidad. 

El descubrimiento del cuerpo, nos llevó a identificarnos con su ilusoria realidad y a olvidar nuestro origen divino: 

9Entonces el Señor Dios llamó a Adán y díjole: ¿Dónde estás?  10El cual respondió: He oído tu voz en el paraíso y   he temido y llenándome de vergüenza porque estoy desnudo, y así me he escondido. 11Replicóle:  Pues ¿quién te ha hecho advertir que estás desnudo, sino el haber comido del fruto de que yo te había vedado que comieses? (Génesis 3, 9-11). 

Mientras que sigamos alimentando la creencia de que nuestro hogar es el cuerpo y atribuyéndole al Espíritu la calidad de “extraño” estaremos negando el Amor y potenciando el miedo a la muerte. 

Es hora de despertar. Es hora de recuperar la verdadera visión que nos permita sentirnos ciudadanos conscientes del Paraíso.



Ejemplo-Guía: ¿Dónde se encuentra nuestro hogar?


¿En el mundo que percibes? ¿En el Cielo que proclama las Sagradas Escrituras? ¿Dónde?


Es evidente que no nos estamos refiriendo a las cuatro paredes en la que hemos instituido nuestro domicilio particular. El hogar al que la lección hace referencia es la realidad con la que nos hemos identificado: ¿cuerpo o Espíritu? ¿mundo o Cielo?

Allí donde tenemos nuestro tesoro, es donde ponemos nuestro corazón. Si nuestras creencias nos llevan a pensar que somos un cuerpo, estaremos confirmando el sistema de pensamiento que ha fabricado el ego, y, al convertirnos en su servidor, estaremos convirtiéndonos en "víctimas" de sus leyes, es decir, recibiremos lo que damos, y en esa misma medida, al dar desde la visión en la escasez y en el miedo a perder, recibiremos necesidad y sufrimiento.

Las enseñanzas que estamos recibiendo del Curso de Milagros, nos lleva a cambiar nuestra manera de pensar, dicho de otro modo, nos invita a elegir entre el mundo -fuente del miedo- y el Cielo -fuente del Amor-. Me atrevería a decir, que, si tuviese que resumir cuáles son las claves del Curso, la más importante es tomar consciencia de lo que somos. Elegir al Ser verdadero que somos nos lleva a poner nuestro corazón en lo esencial: el Amor.

La Visión del Amor, es la Visión del Cristo. El Hijo de Dios ha sido creado de la Esencia del Amor, luego el Hijo de Dios es la Esencia de Cristo. 

El planteamiento es verdaderamente fácil, si eligiendo desde la visión del miedo, propia del ego, la vida nos conduce al dolor y al sufrimiento, ¿por qué elegimos ese camino? 

¿Cuál es tu opinión? ¿Crees que tu vida sería diferente si eligieras desde la Visión de Cristo?
 


Reflexión: ¿Quién fabrica el miedo?

viernes, 7 de junio de 2024

Capítulo 11. VI. El despertar a la redención (1ª parte)

 VI. El despertar a la redención (1ª parte) 

1. Es imposible no creer en lo que ves, pero es igualmente imposi­ble ver lo que no crees. 2La percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias. 3La percepción no se estabiliza hasta que las creencias se cimientan. 4De hecho, pues, lo que ves es lo que crees. 5Eso es lo que quise decir con: "Dichosos los que sin ver creyeron", pues aquellos que creen en la resurrección la verán. 6La resurrección es el triunfo definitivo de Cristo sobre el ego, no atacándolo sino transcendién­dolo. 7Pues Cristo ciertamente se eleva por encima del ego y de todas sus "obras", y asciende hasta el Padre y Su Reino. 

Voy a recuperar un pasaje recogido en el evangelio de San Juan, en el que se pone de manifiesto la enseñanza que recoge este punto del Curso: la incredulidad de Tomás. 

La incredulidad de Tomás es el episodio del Evangelio de Juan donde el apóstol Tomás niega la Resurrección de Cristo, mientras no vea y toque personalmente las heridas infligidas a Jesús en la Cruz. 

El episodio se narra solamente en el Evangelio de Juan, pero no en los tres Evangelios sinópticos. ​El texto de Juan 20:24–29 según la versión Reina-Valera es: 

24 Empero Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

25 Dijéronle pues los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

26 Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Vino Jesús, las puertas cerradas, y púsose en medio, y dijo: Paz a vosotros.

27 Luego dice a Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel.

28 Entonces Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío, y Dios mío!

29 Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron. 

El ego no ve a Cristo, pues no cree en él, no cree en lo que no percibe, en lo que no experimenta, en lo que no ve. Para ver a Cristo hay que experimentar Su Amor y esta percepción es la verdadera, es decir, no necesita ver para creer. Esa percepción es verdadera porque procede de la Mente Una, la que nos permite recordar que somos Cristo, el Hijo de Dios. 

2. ¿Qué prefieres, unirte a la resurrección o a la crucifixión? 2¿Condenar a tus hermanos o liberarlos? 3¿Te gustaría trascen­der tu prisión y ascender hasta el Padre? 4Estas preguntas son todas la misma y se contestan al unísono. 5Ha habido mucha con­fusión con respecto a lo que significa la percepción, debido a que la palabra se usa con el significado de "conciencia" y también con el de "interpretación de la conciencia". 6No obstante, no puedes ser consciente sin interpretar, pues lo que percibes es tu propia interpretación. 

Elijo la resurrección, elijo el despertar, elijo trascender la prisión donde vemos limitada nuestra percepción verdadera y ascender hasta el Padre, donde la percepción ya no es necesaria, pues creeremos en Él, sin la necesidad de percibir, de ver lo que no es visible, salvo para los ojos del ego. 

3. Este curso es muy claro. 2Si no lo ves así, es porque estás haciendo interpretaciones contra él, y, por lo tanto, no crees lo que dice. 3puesto que lo que crees determina tu percepción, no per­cibes el significado del curso y, consecuentemente, no lo aceptas. 4Con todo, diferentes experiencias conducen a diferentes creen­cias, y a través de éstas, a diferentes percepciones. 5Pues las per­cepciones se aprenden mediante creencias, y la experiencia ciertamente enseña. 6Te estoy conduciendo a una nueva clase de experiencia que cada vez estarás menos dispuesto a negar: 7Aprender de Cristo es fácil, pues percibir con Él no entraña nin­gún esfuerzo. 8Sus percepciones son tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las distorsiones que introduces en ésta. 9Deja que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que ves con creencias pueriles indignas del Hijo de Dios. 10Pues hasta que Cristo no sea aceptado completamente, el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano. 

Si nuestra percepción es guiada por el ego, nuestras creencias nos llevarán a negar la verdad: el amor, la felicidad, la alegría, la unicidad, la libertad. 

4. Yo soy tu resurrección y tu vida. 2Vives en mí porque vives en Dios. 3todos tus hermanos viven en ti, tal como tú vives en cada uno de ellos. 4¿Cómo ibas a poder, entonces, percibir indignidad en un hermano sin percibirla en ti mismo? 5¿Y cómo ibas a poder percibirla en ti mismo sin percibirla en Dios? 6Cree en la resurrec­ción porque ésta ya se ha consumado, y se ha consumado en ti. 7Esto es tan cierto ahora como lo será siempre, pues la resurrec­ción es la Voluntad de Dios, Quien no sabe de tiempo ni de excepciones. 8Pero no hagas excepciones o, de lo contrario, no percibirás lo que se ha consumado para ti. 9Pues ascendemos hasta el Padre juntos, como fue en un principio, como es ahora y como será siempre, pues ésa es la naturaleza del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó. 

Sí, vivimos en Jesús, vivimos en Cristo y vivimos en Dios, pues la existencia que compartimos es la Mente Una. La afirmación “todos tus hermanos viven en ti, tal como tú vives en cada uno de ellos”, nos aporta ese profundo significado de que formamos una unidad al compartir la Mente Una. La resurrección es la Voluntad de Dios, pues nos revela que somos tal y como Nos ha creado: Seres espirituales dotados de Sus mismos poderes creadores. Tan solo la mente tiene el poder de crear. 

5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo de Dios, ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, 2pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó como si es el Dios qué lo creó a él. 3Por eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá única­mente al dios que acepte. 4El dios de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. 5Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. 6El Dios de la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada: 7No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. 8Lo único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad. 

No podemos subestimar el poder de devoción del Hijo de Dios, pues su mente puede servir a la verdad o al error, es decir, obedecerá únicamente al dios que acepte.

La voluntad del ego lo lleva a identificarse con un mundo de sacrificios y sus fabricaciones le llevan a percibir el dolor, la pérdida y la muerte.

La Voluntad de Dios nos lleva a conocer lo que realmente somos y a crear un mundo inspirado por el Amor, donde percibiremos la alegría, la felicidad y la eternidad. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 159

LECCIÓN 159

Doy los milagros que he recibido.

1. Nadie puede dar lo que no ha recibido. 2Para dar algo es pre­ciso poseerlo antes. 3En este punto las leyes del Cielo y las del mundo coinciden: 4Pero en este  punto difieren también. 5El  mundo cree que para poseer una cosa tiene que conservarla. 6La salvación enseña lo contrario. 7Al dar es como reconoces que has recibido. 8Es la prueba de que lo que tienes es tuyo.

2. Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: 2Aceptas que el perdón se ha consumado en ti cuando perdonas. 3En tu hermano te reconoces a ti mismo, y así, te das cuenta de que eres pleno. 4No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. 5Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo.

3. La visión de Cristo es un milagro. 2Viene de mucho más allá de sí misma, pues refleja el Amor Eterno y el renacimiento de un amor que, aunque nunca muere, se ha mantenido velado. 3La visión de Cristo representa el Cielo, pues lo que ve es un mundo tan semejante al Cielo que lo que Dios creó perfecto puede verse reflejado en él. 4En el espejo tenebroso que el mundo presenta sólo se pueden ver imágenes distorsionadas y fragmentadas. 5El mundo real representa la pureza del Cielo.

4. La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros. 2Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. 3Es el vínculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo. 4Cristo no ve peca­dos en nadie. 5Y ante Su vista, los que son incapaces de pecar son todos uno. 6Su santidad les fue otorgada por Su Padre y por Cristo.

5. La visión de Cristo es el puente entre los dos mundos. 2Y tú puedes tener absoluta confianza de que su poder te sacará de este mundo y te llevará a otro que ha sido santificado por el perdón. 3Las cosas que aquí parecen completamente sólidas, allí son meras sombras, transparentes, apenas visibles, relegadas al olvido a veces e incapaces de poder opacar la luz que brilla más allá de ellas. 4A la visión se le ha restituido la santidad, y ahora los ciegos pueden ver.

6. Éste es el único regalo del Espíritu Santo, el tesoro al que pue­des recurrir con absoluta certeza para obtener todas las cosas que pueden contribuir a tu felicidad. 2Todas ellas ya se encuentran aquí, 3y se te dan sólo con que las pidas. 4Aquí las puertas no se cierran nunca, y a nadie se le niega la más mínima petición ni su necesidad más apremiante. 5No  hay enfermedad que no esté ya curada, carencia que no se haya suplido, ni necesidad que no haya sido satisfecha en éste, el áureo tesoro de Cristo.

7. Aquí es donde el mundo recuerda lo que perdió cuando fue construido. 2Pues aquí se lo repara y se le renueva, pecó bajo una nueva luz. 3Lo que estaba destinado a ser la morada del pecado se convierte ahora en el centro de la redención y en el hogar de la misericordia, donde se cura a todos los que sufren y donde se Ies da la bienvenida. 4A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar donde le aguarda su salvación. 5Nadie es un extraño aquí. 6Nadie le pide nada a otro salvo el regalo de aceptar la bienvenida que se le ofrece.

8. La visión de Cristo es la tierra santa donde las azucenas del perdón echan raíces. 2Ése es su hogar. 3Desde ahí se pueden llevar hasta el mundo pero jamás podrán crecer en sus tierras estériles y superficiales. 4Tienen necesidad de la luz y del calor, así como del amoroso cuidado que la caridad de Cristo les provee. 5Necesitan el amor con el que Él las contempla. 6Y se convierten en Sus emisarios, que dan tal como recibieron.

9. Toma lo que quieras de Su depósito, para que sus tesoros pue­dan multiplicarse. 2Las azucenas no abandonan su hogar cuando se traen al mundo. 3Sus raíces siguen aún allá. 4No abandonan su fuente, sino que llevan su beneficencia consigo, y convierten al mundo en un jardín como aquel del que vinieron, y, al que retornarán con una fragancia todavía mayor. 5Ahora son doblemente benditas. 6Han transmitido los mensajes de Cristo que traían y éstos les han sido devueltos. 7Y ellas se los llevan devuelta gustosamente a Él.

10. Contempla el caudal de milagros desplegados ante ti para que los des. 2¿No eres acaso merecedor de ésos mismos regalos cuando Dios Mismo dispuso que se te concediesen? 3No juzgues al Hijo de Dios, sino sigue el camino que Dios ha señalado, 4Cristo ha soñado el sueño de un mundo perdonado. 5Ese es Su regalo, a través del cual puede tener lugar una dulce transición de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza., 6Permi­támonos por un instante soñar con Él. 7Su sueño nos despierta a la verdad. 8Su visión nos provee de los medios por los que regresar a nuestra santidad eterna en Dios, la cual nunca perdimos.

¿Qué me enseña esta lección? 

Para el ego, dar es perder y este sistema de pensamiento le lleva a sentirse escaso y necesitado, pues al no dar, lo que posee lo pierde, al no ser compartido. Al igual que el agua estancada llega a corromperse, la energía del amor, debe llevarnos a compartir aquello que Somos. 

¿Cómo dar las pertenencias terrenales con las que se identifica el cuerpo, la morada del ego? Si las doy, me quedo sin ellas. Aquello que no se renueva, enferma. 

Cuando se produce en nosotros el despertar de la consciencia, cuando decidimos ver con los ojos del Espíritu, el espectáculo que visualizamos nos lleva a evidenciar la Unidad que relaciona a todo lo creado. Ya no tenemos duda, aquellos que Somos es una parte de la Gran Filiación que conforma la Santa Descendencia de Dios. 

Dios, que se ha dado a Si Mismo, a través de su Creación, recibe como fruto de su Acto las experiencias que le ofrece su Hijo. 

De igual modo, aquello que su Hijo comparte con el mundo, retornará como fruto a su verdadero y único sembrador. 

Nuestra Mente es Santa y cuando sirve a Cristo, el Arquetipo del Amor, nos convertimos en sus fieles mensajeros y nuestras obras están impregnadas de la pureza de ese Amor.


Ejemplo-Guía: "No doy porque tengo miedo a perder"


Ya lo decíamos ayer, dar y recibir, sembrar y cosechar, forman parte de una misma unidad. Como bien expresa esta lección, es una ley que comparten el Cielo y el mundo.

A pesar de ello, existe una gran resistencia a la hora de aceptar la ley de causa y efecto, a pesar de su evidencia, a pesar de su fácil comprensión.

Ocurre, que nadie quiere reconocer que aquello que recibe es fruto de su siembra, cuando los frutos son amargos. Pero esa resistencia no pueda negar la realidad de la ley y tarde o temprano tendremos que asumir la responsabilidad de nuestros actos.

Si elevamos esa Ley a la visión del Espíritu, la resistencia desaparece y el miedo a afrontar la verdad deja de tener sentido. Tomar consciencia de lo que somos, un Ser Espiritual, nos facilitará la comprensión a la hora de reconocer que somos herederos de los Atributos con los que Nuestro Padre nos ha creado, es decir, si Dios es Amor, nosotros, su Hijo, somos Amor. Por lo tanto, cuando tomamos consciencia de que somos Amor y lo expandimos, al igual como lo hizo Nuestro Hacedor, lo que estamos haciendo es un acto de creación y esa semilla se multiplicará abundantemente.


Al igual como Dios se completa con su Hijo, con su Obra, el Hijo de Dios se completa a través de sus obras de amor. Si recibiendo es como tomamos consciencia de lo que damos, podemos decir, que el Amor que dispensemos hacia nuestro Creador, le llenará del gozo y de la plenitud de conocer que Su Obra es Perfecta.


Cuando hemos elegido como tema del ejemplo, la experiencia de temor que sentimos cuando damos por miedo a perder, no nos estamos refiriendo tan sólo al aspecto material. La afirmación abarca todos los aspectos de nuestro ser. Por ejemplo, no perdonamos, porque pensamos que ese acto nos humilla, nos hace débiles, lo que vivimos como una pérdida.

Si nos trasladamos al terreno de las relaciones de pareja, es muy significativo que la gran mayoría de los fracasos de relación en ese nivel se produzcan porque nos convertimos en posesivos y egoístas, lo que nos lleva a expresarnos en esos términos como causa del temor a perder al ser que creemos amar, y digo creemos, porque realmente no es Amor verdadero el que sentimos por ella, pues si así fuera, respetaríamos por encima de todo su libertad, lo que significa que no tendríamos miedo a perder.

Fijaros la información tan valiosa que podemos obtener de nosotros mismos, reflexionando sobre aquello que estamos recibiendo. Se requiere mucha valentía y honestidad con uno mismo para afrontar esa búsqueda que nos llevará a lo más profundo de nuestro ser, a esa zona oscura del subconsciente donde almacenamos todas las emociones que hemos juzgados negativas y a las que mantenemos condenadas a vivir prisioneras de nuestra reprimida conciencia. Pero como nada puede permanecer oculto, serán los demás, los que nos recordarán cómo somos, haciéndonos receptores de la energía que un día pusimos en circulación y habíamos olvidado.

Cuando descubrimos el Espíritu Crístico en nuestro interior y en el resto de nuestros hermanos, estaremos en condiciones de compartir ese regalo de Dios con el mundo. Como bien expresa la lección, la Visión de Cristo es un milagro, por lo que compartir esa Visión nos hará hacedores de milagros.


Reflexión: ¿Puedes dar lo que no tienes?

jueves, 6 de junio de 2024

Capítulo 11. V. La dinámica del ego (3ª parte)

 V. La dinámica del ego (3ª parte)


13. El ego analiza, el Espíritu Santo acepta. 2Sólo por medio de la aceptación se puede llegar a apreciar la plenitud, pues analizar significa fragmentar o separar. 3Tratar de entender la totalidad fragmentándola es, claramente el enfoque típicamente contradic­torio que el ego utiliza para todo. 4El ego cree que el poder, el entendimiento y la verdad radican en la separación, y que para establecer esta creencia tiene que atacar. 5Al no darse cuenta de que es imposible establecer esa creencia, y obsesionado por la convicción de que la separación es la salvación, el ego ataca todo lo que percibe, desmenuzándolo en partes pequeñas y desconectadas sin ninguna relación significativa entre sí, y desprovistas, por lo tanto, de todo significado. 6El ego siempre substituirá lo que tiene significado por el caos, pues si la separación es la salva­ción, la armonía es una amenaza. 

La creencia en la separación lleva a la mente a utilizar el juicio, el análisis, la fragmentación, en un intento de comprender lo que carece de significado, pues su visión es parcial y fragmentada, negando la evidencia de la totalidad, de lo que es integral.

Aplicado al mundo de las relaciones, el ego, a través del juicio, proyecta su creencia en la separación, y percibe de forma ajena a su persona, aspectos de si mismo que, de no verlos en su interior, no serían percibidos fuera.

14. Las interpretaciones que el ego hace de las leyes de la percep­ción son, y no pueden sino ser, exactamente las opuestas a las del Espíritu Santo. 2El ego se concentra en el error y pasa por alto la verdad. 3Hace que todos los errores que percibe sean reales, y concluye -utilizando su razonamiento típicamente circular- que la idea de una verdad consistente no tiene sentido por razón de los errores. 4El siguiente paso, entonces, es obvio. 5Si la idea de una verdad consistente no tiene sentido, la inconsistencia tiene que ser verdad. 6Teniendo muy presente el error, y, protegiendo lo que ha hecho real, el ego procede al siguiente paso en su sis­tema de pensamiento: el error es real y la verdad es un error. 

El ego tan solo ve aquello en lo que cree. El cree en el error porque es lo que ve en su identidad, en su falso ser. Solo cree en lo que ve y ese pensamiento le lleva a creer en el error y los proyecta en el exterior a través de su sistema de juicios.

 

15. El ego no trata de comprender esto, lo cual es obviamente incomprensible, pero trata por todos los medios de demostrarlo y eso es lo que hace constantemente. 2Valiéndose del análisis para atacar el significado, el ego logra pasarlo por alto, y lo que le queda es una serie de percepciones fragmentadas que él unifica en beneficio propio. 3Esto se convierte, entonces en el universo que percibe. 4Y es este universo lo que a su vez se convierte en la demostración de su propia realidad. 

El ego no ve la verdad de la unidad, simplemente, porque es la consecuencia de haber elegido ver desde la separación. Por lo tanto, todo cuanto cree ver está basado en la percepción falsa de su identidad.

 

16. No subestimes el poder de atracción que las demostraciones del ego ejercen sobre aquellos que están dispuestos a escucharle. 2La percepción selectiva escoge sus testigos cuidadosamente, y el testimonio de esos testigos es, congruente. 3Los argumentos en favor de la locura son convincentes para los locos, 4pues todo razonamiento concluye allí donde comienza, y no hay sistema de pensamiento que pueda trascender su propia fuente. 5Aun así, el razonamiento que carece de sentido no puede demostrar nada, y aquellos a quienes convence no pueden sino estar engañados. 6¿Cómo iba a poder enseñar verdaderamente el ego, cuando pasa por alto la verdad? 7¿Cómo iba a poder percibir lo que ha negado? 8Sus testigos dan testimonio de su negación, pero no de lo que ha negado. 9El ego mira de frente al Padre y no lo ve, pues ha negado a Su Hijo. 

El ego mira de frente al Padre y no lo ve, pues ha negado a Su Hijo, esto es, porque no cree en la Unidad y en el Amor.

 

17. ¿Te gustaría recordar al Padre? 2Acepta a Su Hijo y lo recorda­rás. 3No hay nada que pueda demostrar que Su Hijo es indigno, pues no hay nada que pueda probar que una mentira es verdad. 4Lo que ves en Su Hijo a través de los ojos del ego es una demos­tración de que Su Hijo no existe. aSin embargo, dondequiera que el Hijo esté allí tiene que estar el Padre. 5Acepta lo que Dios no niega, y ello te demostrará su verdad. 6Los testigos de Dios se alzan en Su Luz y, contemplan lo que Él creó. 7Su silencio es la señal de que han contemplado al Hijo de Dios, y en la Presencia de Cristo no tienen que demostrar nada, pues Cristo les habla de Sí Mismo y de Su Padre. 8Guardan silencio porque Cristo les habla, y son Sus palabras las que brotan de sus labios. 

¿Te gustaría recordar al Padre? Acepta a Su Hijo y lo recordarás, es decir, acepta el Amor en tu mente y percibirás correctamente lo que es ilusorio de lo que es verdad. Aceptar el Amor, es tener la certeza de que somos Uno con nuestros hermanos y con Dios. 


18. Cada hermano con quien te encuentras se convierte en un tes­tigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibas en él. 2Todo el mundo te convence de lo que quieres percibir y de la realidad del reino en favor del cual has decidido mantenerte alerta. 3Todo lo que percibes da testimonio del sistema de pensa­miento que quieres que sea verdadero. 4Cada uno de tus herma­nos tiene el poder de liberarte si tú decides ser libre. 5No puedes aceptar falsos testimonios acerca de un hermano a menos que hayas convocado falsos testigos contra él. 6Si no te habla de Cristo, es que tú no le hablaste de Cristo a él. 7No oyes más que tu propia voz, y si Cristo habla a través de ti, le oirás.  

Recibimos aquello que damos, pues lo que damos, es a nosotros mismos a quien se lo damos. Si damos amor, nuestro hermano nos responderá con el mismo amor que le hemos dado. Si damos odio, nuestro hermano nos responderá con el mismo odio que le hemos dado. Cada hermano con quien te encuentras se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibas en él. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 158

LECCIÓN 158

Hoy aprendo a dar tal como recibo.

1. ¿Qué se te ha dado? 2Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor. 3No has abandonado tu Fuente, por lo tanto, sigues siendo tal como fuiste creado. 4Esto se te dio en forma de un conocimiento que no puedes perder. 5Ese conocimiento se le dio asimismo a todas las cosas vivientes, pues sólo mediante él viven.

2. Has recibido todo esto. 2No hay nadie en este mundo que no lo haya recibido. 3No es éste el conocimiento que tú transmites a otros, pues ése es el conocimiento que la creación dio. 4Nada de esto se puede aprender. 5¿Qué es, pues, lo que vas a aprender a dar hoy? 6Nuestra lección de ayer evocó un tema que se expone al principio del texto. 7La experiencia, a diferencia de la visión, no se puede compartir de manera directa. 8La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. 9Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar.

3. Ese momento ya ha sido fijado. 2Esto parece ser bastante arbi­trario. 3No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino. 4Todos lo han dado ya, aunque todavía no hayan emprendido la jornada. 5Pues el tiempo tan sólo da la impresión de que se mueve en una sola dirección. 6No hacemos sino emprender una jornada que ya terminó. 7No obstante, parece como si tuviera un futuro que todavía nos es desconocido.

4. El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilu­sión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. 2No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cam­bia. 3El guión ya está escrito. 4El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado. 5Pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde termina, desde donde la podemos ver en retrospectiva, imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo ocurrido.

5. Un maestro no puede dar su experiencia, pues no es algo que él haya aprendido. 2Ésta se reveló a sí misma a él en el momento señalado. 3La visión, no obstante, es su regalo. 4Esto él lo puede dar directamente, pues el conocimiento de Cristo no se ha per­dido, toda vez que Él tiene una visión que puede otorgar a cual­quiera que la solicite. 5La Voluntad del Padre y la Suya están unidas en el conocimiento. 6No obstante, hay una visión que el Espíritu Santo ve porque la mente de Cristo también la contem­pla.

6. Aquí el mundo de las dudas y de las sombras se une con lo intangible. 2He aquí un lugar tranquilo en el mundo que ha sido santificado por el perdón y el amor. 3Aquí se reconcilian todas las contradicciones, pues aquí termina la jornada. 4La experiencia ­que no se puede aprender, enseñar o ver simplemente se encuen­tra ahí. 5Esto es algo que está más allá de nuestro objetivo; pues trasciende lo que es necesario lograr. 6Lo que nos interesa es la visión de Cristo. 7Esto sí que lo podemos alcanzar.

7. La visión de Cristo está regida por una sola ley. 2No ve el cuerpo, ni lo confunde con el Hijo que Dios creó. 3Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo; una idea que yace más allá de lo que puede ser palpado; una pureza que no se ve men­guada por errores, por lamentables equivocaciones, o por los ate­rrantes pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado. 4No ve separación. 5Y contempla a todo el mundo, y todas las circunstancias, eventos o sucesos, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo.

8. Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo tiene que enseñarlo. 2Lo único que es necesario es el reconocimiento de que el mundo no puede dar nada cuyo valor pueda ni remota­mente compararse con esto; ni fijar un objetivo que no desapa­rezca una vez que se haya percibido esto. 3Y esto es lo que vas a dar hoy: no ver a nadie como un cuerpo 4y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo en santidad.

9. Así es como sus pecados le son perdonados, pues la visión de Cristo tiene el poder de pasarlos a todos por alto. 2En Su perdón se desvanecen. 3Al ser imperceptibles para el Uno, simplemente desaparecen, pues la visión de la santidad que se halla más allá de ellos viene a ocupar su lugar. 4No importa en qué forma se manifestaban, cuán enormes parecían ser ni quién pareció sufrir sus consecuencias. 5Ya no están ahí. 6Y todos los efectos que pare­cían tener desaparecieron junto con ellos, al haber sido erradicados para ya nunca más volver.

10. Así es como aprendes a dar tal como recibes. 2Y así es como la visión de Cristo te contempla a ti también. 3Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo. 4Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados. 5Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios.

11. Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. 2No obstante, el tiempo aún nos tiene reservado un regalo, en el que el verdadero conocimiento se refleja de manera tan precisa que su imagen comparte su invisi­ble santidad y su semejanza resplandece con su amor inmortal. 3Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. 4Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también.

¿Qué me enseña esta lección? 

Reconozco que esta lección me ha fascinado. Ha sido totalmente reveladora. 

En primer lugar, una confirmación esencial: Somos mente. Hemos sido creados a través de un Acto de Expansión de la Mente Creadora de Dios. Hemos sido creados del Amor. Libre de todo pecado. 

El tiempo es una mera ilusión. Lo que llamamos experiencia supone el fin de una jornada que ya se estableció mentalmente. En el tiempo, tal y como lo experimenta el ego, el presente es el ahora. Sin embargo, en la Eternidad, lo que llamamos en el tiempo, “presente” es el pasado, pues, las decisiones que en él ahora experimentamos, ya fueron tomadas por nuestra mente. 

Nada de cuanto vivimos en el mundo material responde al azar. Todo tiene su origen en la Mente. 

Esto que estamos analizando, podemos entenderlo mejor si lo comparamos a lo que sucede en el trabajo desempeñado por un arquitecto. Su objetivo es construir un edificio. En primer lugar, elabora mentalmente una idea de él. Lo ve en su mente. Esta idea despierta sus emociones y le aporta un incentivo motivador o por el contrario la rechaza. Posteriormente, decide plasmarlo en los planos. El edificio que ahora se traduce en una serie de trazos y medidas, ya existe realmente, pero lo hace a nivel mental. Cuando decidimos construirlo, la experiencia será la plasmación de lo elaborado mentalmente.

La cuestión es, ¿dónde nace el edificio? 

La mente puede servir al ego o al Espíritu. La identificación con el ego, nos lleva a identificarnos con la errónea creencia de que somos el cuerpo. En cambio, la identificación con el verdadero Ser, con el Espíritu, nos lleva a no dar valor al cuerpo y a ver en el otro la única Esencia Verdadera. Desde esa visión Todos Somos Uno. Somos Impecables y Eternos. 

Cuando damos y compartimos esa Visión de inocencia e impecabilidad, perdonamos al mundo y nos perdonamos a nosotros mismos. Recibimos lo que hemos dado.


Ejemplo-Guía: "¿Cómo das al mundo?

La manera como afrontamos y vivimos la vida, tiene todo que ver con nuestra mente.

Cada gesto, cada comportamiento, cada acción, es el efecto, el resultado de nuestros pensamientos. Nuestra mente es el origen, la causa, de todo cuando experimentamos en el mundo de los efectos, en el mundo material. Con esta afirmación, se hace evidente de que tenemos que abandonar la práctica habitual de identificarnos con el papel de víctima y asumir la realidad de que somos los únicos causantes de todo cuanto nos ocurre.

Dar y recibir, expresa una unidad inseparable. Cada vez que emitimos un pensamiento, estamos emitiendo una energía, que al igual como una semilla, crecerá y dará sus frutos. Sembrar y cosechar, expresan una unidad inseparable.

Si todo es mente, si la causa de todo cuando vivimos encuentra su origen en el pensamiento, es interesante plantearse a quién está sirviendo nuestra mente. Si sirve al ego, los efectos, ya los conocemos, pues los experimentamos a diario: la privación de la felicidad.

Si sirve al Espíritu, los efectos son semejantes a tener un sueño feliz, donde gozaremos de la experiencia de la Presencia de Dios, pues tendremos consciencia de ir de su mano.

Cuando damos, desde la perspectiva del ego, lo hacemos desde el temor de perder lo que damos y esa es la razón por la que ponemos intereses a aquello que damos. 
Este modo de dar, nos está indicando que nuestra visión está plenamente identificada con el cuerpo y cuando percibimos a nuestros hermanos, lo que vemos en ellos es una fuente de agresión de la que debemos protegernos.

Cuando damos, desde la perspectiva del Espíritu, lo hacemos desde la confianza y desde la certeza, de que aquello que damos con amor, lo recibiremos multiplicado.
Este modo de dar, nos está indicando que nuestra visión ya no percibe el cuerpo como nuestra identidad, sino que lo trasciende, y en su lugar, ve la Luz propia del Ser Espiritual. Esta visión nos lleva a ver en cada uno de nuestros hermanos la Presencia de Cristo.


Reflexión: ¿Eres Mente o eres un cuerpo?