viernes, 21 de junio de 2024

Capítulo 12. III. Cómo invertir en la realidad (1ª parte).

III. Cómo invertir en la realidad (1ª parte).

 

1. Te pedí una vez que vendieses todo cuanto tuvieses, que se lo dieses a los pobres y que me siguieras. 2Esto es lo que quise decir: si no inviertes tu atención en ninguna de las cosas de este mundo, puedes enseñarle a los pobres dónde está su tesoro. 3Los pobres son sencillamente los que han invertido mal, ¡y vaya que son pobres! 4Puesto que están necesitados, se te ha encomendado que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. 5Observa lo bien que aprenderías tu lección si te negases a compartir su pobreza, 6pues la pobreza no es otra cosa que insuficiencia, y sólo hay una insu­ficiencia, ya que sólo hay una necesidad. 

En este punto, Jesús nos enseña una importante lección de la que tenemos que tomar consciencia. Utiliza el término “pobre” y lo vincula con uno de los sinónimos de dicho término, la escasez, la necesidad.

¿Cómo puede ser el Hijo de Dios, escaso, pobre, si goza de los atributos divinos que Su Padre le ha otorgado, entre los que se encuentra la Abundancia y la Plenitud?

La razón de esta percepción de escasez y de pobreza responde a la creencia de haber elegido el miedo, en sustitución del amor. 

2. Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que no quieres hacer. 2Su misma insistencia debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que te pide. 3Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salva­ción depende de no hacerlo. 4Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él, y haciendo que su error sea real para ambos. 5Insistir significa invertir, y aquello en lo que inviertes está siem­pre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. 6La pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? 7y segunda, ¿cómo se puede salvar? 

Tenemos que salvarnos de la creencia en la separación y la única manera que tenemos para salvarnos de esa creencia, es percibiendo correctamente, lo que nos llevará a recordar el pacto de amor que nos une a la Filiación Divina. 

3. Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. 2Si es tu hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla. 3Recuerda que los que atacan son pobres. 4Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento. 5Tú que podrías ayudarles estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. 6Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad.  

El sistema de pensamiento del ego, tan solo favorece la invención de un mundo donde impera el miedo. El miedo impide ver lo real, impide ver que, la necesidad del otro es nuestra propia necesidad. Creer que dar es perder, nos llevará a hacer real la escasez. 

4. Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo "des­cabellado", hazlo precisamente porque no importa. 2Niégate, y tu oposición demuestra que sí te importa. 3Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia petición. 4¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? 5Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y empobrecerte a ti y a él. 6Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. 7La pobreza es siempre cosa del ego y nunca de Dios. 8Ninguna petición es "descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más. 

Aplicar esta enseñanza en el mundo, significaría el fin de la pobreza, y cuando hablamos de pobreza, no nos estamos refiriendo tan solo a lo material, sino también, a la mental y a la emocional. Podemos ser tacaños con nuestras ideas y con nuestros sentimientos, y ello, nos llevaría a apropiarnos de las ideas y sentimientos de los demás.

Dar cuando se nos requiera, es conservar lo que tenemos. No es lo que damos, sino desde donde decidimos dar. Cuando damos nuestra negación, lo que estamos haciendo es negarnos a nosotros mismos. Si somos amor, recibiremos amor. Si negamos nuestro amor, lo que damos, realmente, es nuestra falta de amor y, será esa ausencia de amor, lo que recibiremos. 

5. La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. 2La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. 3Cualquier otra respuesta que no sea amor, surge como resultado de una confusión con respecto a "qué" es la salva­ción y a "cómo" se alcanza, y el amor es la única respuesta. 4Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, 5pues de otro modo te contarás forzosamente entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la salvación ha llegado. 

El origen, la causa de la pobreza, es un pensamiento irreal, una creencia ilusoria, pues se fundamenta en la negación de lo que realmente somos: Hijos del Amor.  

jueves, 20 de junio de 2024

Capítulo 12. II. Cómo recordar a Dios (2ª parte).

 II. Cómo recordar a Dios (2ª parte).

6. Quieres todavía lo que Dios dispone, y ninguna pesadilla puede impedir que un Hijo de Dios logre su propósito. 2Pues tu pro­pósito te fue dado por Dios y no puedes sino cumplirlo, ya que ésa es Su Voluntad. 3Despierta y recuerda tu propósito, pues es tu voluntad recordarlos 4Lo que ya se ha llevado a cabo por ti tiene que ser tuyo. 5No permitas que tu odio obstruya el camino del amor, pues no hay nada que pueda resistirse al Amor que Cristo le profesa a Su Padre, o al Amor que Su Padre le profesa a Él.

Nuestro despertar es una realidad, es un hecho. La razón de esta afirmación se fundamenta en el reconocimiento de lo que realmente somos. Dios es Amor, y el Hijo de Dios, no puede ser diferente a Su Padre. Si somos Amor, y no lo sabemos, no es porque no lo seamos, sino porque lo hemos olvidado. Despertar significa recordar lo que hemos olvidado. Mientras que permanecemos en el olvido de lo que somos, estamos dormidos a la realidad y experimentaremos sueños de separación. Despertar es el paso ineludible que Dios ha dispuesto para que pongamos fin a la ilusión del sueño.

7. Dentro de poco me verás, pues yo no estoy oculto porque tú te estés ocultando. 2Es tan seguro que te despertaré como que me desperté a mí mismo, porque desperté por ti. 3En mi resurrección radica tu liberación. 4Nuestra misión es escaparnos de la crucifi­xión, no de la redención. 5Confía en mi ayuda, pues yo no caminé solo, y caminaré contigo de la misma manera en que nuestro Padre caminó conmigo: 6¿No sabías que caminé con Él en paz? 7¿Y no significa eso que la paz nos acompaña durante toda la jornada?

Jesús, nuestro hermano, representa el estadio, en el que decidimos abrir nuestros ojos y despertar del sueño. Ese despertar significa la resurrección, pues en verdad, la muerte no es más que la creencia en el error de la separación. Despertar, resucitar, es creer en la Unidad de la Filiación.

8. En el amor perfecto no hay miedo. 2No haremos otra cosa que mostrarte la perfección de lo que ya es perfecto en ti. 3No tienes miedo de lo desconocido sino de lo conocido. 4No fracasarás en tu misión porque yo no fracasé en la mía. 5En nombre de la absoluta confianza que tengo en ti, confía en mí, aunque sólo sea un poco, y alcanzaremos fácilmente la meta de perfección juntos. 6Pues la perfección simplemente es y no puede ser negada. 7Negar la negación de lo perfecto no es tan difícil como negar la verdad; y creerás en lo que podemos realizar juntos cuando lo veas realizado.

Lo ilusorio, lo falso, no es un hecho. Lo ilusorio, no es real, y si no es real, no es nada. Lo que no es nada, no puede ser un hecho.

La percepción verdadera nos abre las puertas de lo que es real, por lo que tan solo aquello que percibimos correctamente, será un hecho, esto es, será la experiencia que elevará nuestra conciencia hacia la verdad.

9. Tú que has tratado de desterrar el amor no has podido lograrlo, pero tú que eliges desterrar el miedo no podrás por menos que triunfar. 2El Señor está contigo, pero tú no lo sabes. 3Sin embargo, tu Redentor vive, y mora en ti en la paz de la cual Él fue creado. 4¿No te gustaría intercambiar tu conciencia de miedo por ésta conciencia? 5Cuando hayamos superado el miedo -no ocultándolo, ni restándole importancia, ni negando en modo alguno su impacto- esto es lo que realmente verás. 6No puedes dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la verdadera visión a menos que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has juzgado contra ellos. 7Si los examinas, el Espíritu Santo los juzgará, y los juzgará correctamente. 8Sin embargo, Él no puede eliminar con Su luz lo que tú mantienes oculto, pues tú no se lo has ofrecido y Él no puede quitártelo.

Ocultar nuestros miedos, es el reconocimiento de que son reales. Mientras que el sistema de creencias del ego, ocupe nuestra mente y dirija nuestros pensamientos, estaremos impidiendo que se produzca nuestro despertar. Examinemos nuestros pensamientos y tomemos conciencia de aquello que estamos juzgando. En ese juicio descubriremos, aquello que estamos ocultando, que permanece distante de la luz, y que nos está impidiendo, recibir la orientación verdadera del Espíritu Santo, hacia el encuentro con nuestro despertar.

10. Nos estamos embarcando, por lo tanto, en un programa muy bien organizado, debidamente estructurado y cuidadosamente planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al Espíritu Santo todo aquello que no desees. 2El sabe qué hacer con ello. 3Tú, sin embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. 4Cual­quier cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece. 5No obstante, tú tienes que estar completamente dispuesto a examinar eso que le entregas, ya que de otro modo Su conocimiento no te servirá de nada. 6Él jamás dejará de prestarte ayuda, pues prestar ayuda es Su único propósito. 7¿No es cierto acaso que tienes más razones para temer al mundo tal como lo percibes, que para mirar a la causa del miedo y abandonarla para siempre?

Sí es cierto. La percepción de un niño recién nacido, le llevará a emitir su llanto en un reconocimiento, del miedo aterrador que está sintiendo, al creerse separado de su madre.

Ese niño entrega en su madre todos sus miedos, para que, aportándole su amor de madre, le tranquilice. Lo único que le pide ese niño a su madre, es que lo cuide, que lo ame, que lo abrigue, que lo proteja, que lo alimente. Le pide lo esencial, le pide aquello que puede dar desde el amor, no desde el miedo. No le pide que ataque a otros para salvaguardarle del miedo.

No le pidamos al Espíritu Santo, que medie por nosotros para que salgamos vencedores en nuestras contiendas. No le pidamos desde el miedo, sino desde el reconocimiento de que es la Voz que ha dispuesto nuestro Padre para que nos sirva de guía en el retorno a nuestro verdadero Hogar. 

miércoles, 19 de junio de 2024

Capítulo 12. II. Cómo recordar a Dios (1ª parte).

 II. Cómo recordar a Dios (1ª parte).

1. Los milagros son simplemente la transformación de la negación en verdad. 2Si amarse uno a sí mismo significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. 3Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a sí mismos. 4Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no podrían estar enfermos. 5La tarea del obrador de mila­gros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad. 6Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos. 7Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya.

El ego piensa que el cuerpo puede enfermar, pues al percibir sus síntomas, le da esa credibilidad, y al creer des esta manera, piensa que cuerpo y mente son una misma cosa, lo que le lleva a albergar un profundo temor, pues la mente del ego se fundamenta en el miedo, en la separación y en el ataque.

La creencia en la separación es la negación de la verdad, pues el Hijo de Dios no puede estar separado de Su Padre, ni de Su Filiación.

Cuando este punto nos dice que los enfermos deben curarse a sí mismo, pues la verdad mora en ellos, lo que nos está enseñando es a transformar la negación en verdad. No es el cuerpo el que enferma, sino la mente, por lo que es en ese nivel donde debemos sanar. El milagro, a través de la Expiación -corrección del error-, nos llevará recordar la verdad que se encuentra en nuestro interior, compartiendo la Mente Una de Dios.

2. La luz brilla en todos ellos con igual intensidad independien­temente de cuán densa sea la niebla que la oculta. 2Si no le otor­gas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. 3Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. 4Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. 5Tú puedes recordar esto por toda la Filia­ción. 6No permitas que tu hermano se olvide, pues su olvido es también el tuyo. 7Pero cuando tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. 8Esto es lo que has olvidado. 9Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. 10Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar.

Me encanta la frase que se recoge en este punto, que dice: “Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios”. Los milagros tienen el poder de despertar nuestro corazón para que recuerde nuestro verdadero origen. Ese recuerdo, nos permitirá ver a nuestros hermanos, como los compañeros de viaje que han de permitirnos alcanzar nuestro destino, que no es otro que alcanzar la salvación.

3. No percibas en la enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree que no se puede ofrecer a sí mismo. 2Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que un remedio. 3Alcanzarás la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros, pues percibir en la enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio una súplica de amor. 4Y dar a un hermano lo que realmente desea es ofrecértelo a ti mismo, ya que tu padre dispone que comprendas que tu hermano y tú sois lo mismo. 5Concédele su petición de amor, y la tuya quedará concedida. 6La curación es el Amor de Cristo por Su Padre y por Sí Mismo.

La única causa que da origen a la enfermedad, se encuentra en la mente: la creencia en la separación. Dicha creencia nos indica que, hemos elegido sustituir el amor por el miedo. Toda enfermedad es carencia de amor, por lo tanto, es una llamada, una súplica a ser amado. Ofrezcamos amor, y ello significará, que hemos sanado y que conservaremos ese estado de sanación, al compartirlo con nuestros hermanos.

4. Recuerda lo que dijimos acerca de las percepciones atemorizan­tes que tienen los niños pequeños, las cuales son aterrorizantes para ellos porque no las entienden. 2Si piden iluminación y la aceptan, sus miedos se desvanecen. 3Pero si ocultan sus pesadi­llas, las conservan. 4Es fácil ayudar a un niño inseguro, ya que reconoce que no entiende el significado de sus percepciones. 5Tú, sin embargo, crees que entiendes el significado de las tuyas. 6Cria­tura de Dios, estás ocultando tu cabeza bajo unas pesadas mantas que tú mismo te has echado encima. 7Estás ocultando tus pesadi­llas en la oscuridad de tu falsa certeza y negándote a abrir los ojos y a mirarlas de frente.

El niño, al nacer, tras su primer aliento de vida, rompe en llanto, pues acaba de ser “separado” de su madre, su gestadora, su creadora. Ese llanto, es su primera súplica de necesidad de amor. Mientras que ha permanecido en el seno materno, ha gozado de todo lo necesario para su crecimiento. Podríamos comparar ese estado con la etapa del “paraíso terrenal”, en el cual, el Hijo de Dios, gozaba de la Plenitud dispuesta por Su Hacedor. La expulsión de ese “paraíso”, la consecuencia de creerse separado, es semejante al momento en el que el recién nacido rompe en llanto, anunciando que, su conciencia ha cambiado del estado de Conocimiento al de percepción. Ese llanto, es una demanda de amor, de protección, de continuar recibiendo el alimento que recibía cuando se encontraba en comunicación directa con su creador.

Ese mismo llanto, sigue formando parte del ego, aunque trata de ocultar esa necesidad, utilizando las armas que le aportan identidad, como son el miedo y el ataque. Llorar es de débiles, lo que lleva a dar muestra de su fortaleza, haciendo uso de sus armas más preciadas.

5. No nos quedemos con las pesadillas, pues no son ofrendas dig­nas de Cristo, y, por lo tanto, no son regalos dignos de ti. 2Quítate las mantas de encima y hazle frente a lo que te da miedo. 3Sólo lo que tú te imaginas que ello pueda ser es lo que te da miedo, pues la realidad de lo que no es nada no puede dar miedo. No demo­remos esto, pues el sueño de odio no se apartará de ti a menos que tengas ayuda, y la Ayuda ya está aquí. 5Aprende a mantenerte sereno en medio de la agitación, pues la quietud supone el final de la lucha y en esto consiste la jornada a la paz. 6Mira de frente cada imagen que surja para demorarte, pues el logro del objetivo es inevitable debido a que es eterno. 7Tener al amor por objetivo es algo a lo que tienes derecho, y ello es así a pesar de tus sueños.

El ego, piensa erróneamente, que Dios es su enemigo, pues se siente abandonado en un mundo que él ha fabricado, pero del que no reconoce su autoría. El recién nacido, demanda con su llanto, los cuidados de su madre, pero en la medida que va adquiriendo conciencia, el significado de lo verdadero se va olvidando, lo que llevará a buscar nuevos significados, aquellos que le hagan sentirse dueños de sí mismo y capaces de afrontar sus miedos haciendo uso del poder que le otorga la estrategia del ataque. Pero ese niño no podrá negar permanentemente lo verdadero. Crecerá y descubrirá su condición creadora. Ese reconocimiento, le ofrece la oportunidad de recordar el amor que es capaz de dar un padre/madre por su hijo. Desde ese instante, no cesará en su voluntad por cuidar y proteger a ese hijo.

martes, 18 de junio de 2024

Capítulo 12. I. El juicio del Espíritu Santo (2ª parte)

 Capítulo 12 

El PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO 


6. La única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. 2Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las perci­bes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia: 3Toda sensación de esfuerzo procede de tus intentos de no hacer simplemente eso. 4¡Cuán simple es, entonces, el plan de Dios para la salvación! 5No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad porque la realidad no suscita conflicto alguno. 6No hay sino un solo Maestro de la realidad, el Cual entiende lo que ésta es. 7Este Maestro no cambia de parecer con respecto la realidad porque la realidad no cambia. 8Si bien tus interpretaciones de la realidad no tienen sentido en tu estado dividido, las Suyas son por siempre fieles a la verdad. 9Él te las da porque son para ti. 10No intentes "ayudar" a un hermano a tu manera, pues no pue­des ayudarte ti mismo. 11Mas oye sus ruegos que claman por la Ayuda de Dios, y reconocerás de este modo la necesidad que tú mismo tienes del Padre. 

Para dar una respuesta verdadera, a la petición de ayuda de los demás, debemos corregir nuestra percepción errónea por la percepción verdadera, esto es, debemos sustituir el miedo por el amor.

Desde nuestra conciencia ego, interpretaremos el mundo como una agresión a nuestros intereses, lo que impedirá dar una respuesta apropiada. El sistema de pensamiento del ego, favorece la percepción del conflicto, del cual no se siente responsable. 

7. Las interpretaciones que haces de las necesidades de tu hermano son las interpretaciones que haces de las tuyas propias. 2Al prestar ayuda la estás pidiendo, y si percibes tan sólo una necesi­dad en ti serás sanado. 3Pues reconocerás la Respuesta de Dios tal como deseas que ésta sea, y si de verdad la deseas, ciertamente será tuya. 4Cada súplica a la que respondes en el Nombre de Cristo acerca más a tu conciencia el recuerdo del Padre. 5En inte­rés de tu propia necesidad, pues, oye toda petición de ayuda como lo que es, para que Dios pueda responderte a ti. 

El camino que nos conduce a la salvación, no es un camino que debamos recorrer en la soledad. Es más, ese camino solo podremos reconocerlo, cuando percibamos la necesidad de nuestro hermano, como nuestra propia necesidad. Ese gesto, será real, cuando percibamos desde la visión crística, desde la visión del Hijo de Dios, desde la certeza en la Unidad. 

8. Al aplicar cada vez más la interpretación del Espíritu Santo las reacciones de otros, irás cobrando mayor conciencia de que Su criterio es igualmente aplicable a las tuyas. 2Pues reconocer el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario para demostrar la necesidad de escapar. 3El Espíritu Santo tiene aún que transformar el miedo en verdad. 4Si se te dejase con el miedo, una vez que lo hubieses reconocido, habrías dado un paso que te alejaría de la realidad en vez de acercarte a ella. 5No obstante, hemos señalado repetidamente la necesidad de reconocer el miedo y de confrontarlo cara a cara como un paso crucial en el proceso de desvanecer al ego. 6Considera entonces lo mucho que te va a servir la interpretación que hace el Espíritu Santo de los motivos de los demás. 7Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a con­siderar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha ense­ñado que el miedo en sí es una petición de ayuda. 8Esto es lo que realmente quiere decir reconocer el miedo. 9Si tú no lo proteges, el Espíritu Santo lo re-interpretará. 10En esto radica el valor prin­cipal de Aprender a percibir el ataque como una petición de amor. 11Ya hemos aprendido que el miedo y el ataque están inevitable­mente interrelacionados. 12Si el ataque es lo único que da miedo, y consideras al ataque como la petición de ayuda que real­mente es, te darás cuenta de la irrealidad del miedo. 13Pues el miedo, es una súplica de amor, en la que se reconoce inconsciente­mente lo que ha sido negado. 

Hermano, elevemos nuestras súplicas al Espíritu Santo, para que nos otorgue la Expiación. La corrección de la falsa creencia en la separación, desvanecerá la falsa creencia en el miedo. Esa corrección, hará posible que la respuesta que damos a la súplica de nuestro hermano, sea acorde a la respuesta que nos otorga el Espíritu Santo a las nuestras, esto es, reconocer la necesidad del otro en nosotros mismos, como una necesidad de sustituir el miedo por el amor. 

9. El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida. 2Si al percibirlo en otros aprendes a subsanar esa sensación de pérdida, se elimina la causa básica del miedo. 3De esa manera, te enseñas a ti mismo que no hay miedo en ti. 4Los medios para erradicarlo se encuentran en ti, y has demostrado esto al dárselos a otros. 5El miedo y el amor son las únicas emociones que eres capaz de experimentar. 6Una es falsa, pues procede de la nega­ción, y la negación depende, para poder existir, de que se crea en lo que se ha negado. 7Al interpretar correctamente el miedo como una afirmación categórica de la creencia subyacente que enmas­cara, estás socavando la utilidad que le has atribuido al hacer que sea inútil. 8Las defensas que son inservibles se abandonan automáticamente. 9Si haces que lo que el miedo oculta pase a ocupar una posición inequívocamente preeminente, el miedo deja de ser relevante. 10Habrás negado que puede ocultar al amor, lo cual era su único propósito. 11El velo que habías puesto sobre la faz del amor habrá desaparecido. 

El estado conocido como “Paraíso Terrenal”, hace referencia al estado de Unidad existente entre el Creador y Su Creación, entre el Padre y Su Hijo. En ese estado imperaba la condición heredada por el Hijo: pureza, inocencia, abundancia, impecabilidad, plenitud, Unidad.

Nos narran los Textos Sagrados, que un acto volitivo del Hijo, “comer la fruta del árbol prohibido”, provocó el enfado del Padre, el cual, decidió expulsarlo del Edén, lo cual, ocasionó que el Hijo perdiese el estado de Plenitud del cual gozaba.

Esa sensación de pérdida se convirtió en la causa del miedo. La culpa, sustituyó a la impecabilidad, al igual, como el miedo, sustituyó al amor y la separación a la unicidad.

Reconocer en nuestro hermano, el conducto a través del cual, recuperar la inocencia que jamás perdimos, nos permitirá recordar que somos el Hijo de Dios y que, nuestra pérdida, no es más que una ilusión. 

10. Si deseas contemplar el amor, que es la realidad del mundo, ¿qué mejor cosa podrías hacer que reconocer en toda defensa con­tra él la súplica de amor subyacente? 2¿Y de qué mejor manera podrías darte cuenta de su realidad que respondiendo a esa súplica dando amor? 3La interpretación que el Espíritu Santo hace del miedo ciertamente lo desvanece, pues la conciencia de la ver­dad no se puede negar. 4De esta manera el Espíritu Santo reem­plaza al miedo por el amor y transforma el error en verdad. 5Y de esta manera aprenderás de Él cómo reemplazar tu sueño de sepa­ración por el hecho innegable de la unidad. 6Pues la separación no es otra cosa que la negación de la unión, y si se interpreta correctamente, da testimonio de tu eterno conocimiento de que la unión es verdad. 

Si deseamos contemplar el amor, cambiemos nuestra creencia de haber sido expulsados del Paraíso Terrenal y sentirnos merecedores del castigo de Dios. Somos el Hijo de Dios y nuestra condición, a imagen y semejanza de la del Padre, es la Perfección.

lunes, 17 de junio de 2024

Capítulo 12. I. El juicio del Espíritu Santo (1ª parte)

Capítulo 12 

El PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO 

 

I. El juicio del Espíritu Santo 

1. Se te ha dicho que no le otorgues realidad al error, y la manera de hacer esto es muy simple. 2Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. 3Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. 4Comprende que no reaccionas a nada directamente, sino a tu propia interpretación de ello. 5Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. 6Por eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. 7Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abando­narte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. 8Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad. 

Si elegimos ver la vida desde el sistema de pensamiento del ego, desde la percepción que nos lleva a interpretar un mundo separado, un mundo basado en el miedo y en la culpa, estaremos apostando por el error y, todas nuestras creencias llevarán el sello de ese error, al que le daremos la autoría de nuestra identidad.

Esta idea se desvanece, ante la luz de la verdad. Esa luz, nos aporta el entendimiento de lo que es verdadero. La ilusión es perecedera, mientras que lo verdadero es eterno. La percepción falsa nos lleva a creer que el ser es temporal. En cambio, la percepción verdadera, no revela nuestra verdadera identidad y, cuando nuestra consciencia se abre a la visión de la verdad, nos reconocemos como el Hijo de Dios, Eterno y Uno con el resto de la Filiación.

El sistema de pensamiento del ego, nos lleva a interpretar el error como la verdad. De este modo, perpetua el error, pues de no hacerlo, su identidad desaparecería. 

2. Analizar los motivos del ego es algo muy complicado, muy confuso y nunca se hace sin la participación de tu propio ego. 2Todo el proceso no es sino un intento inequívoco de demostrar que tienes la capacidad de comprender lo que percibes. 3Esto lo prueba el hecho de que reaccionas ante tus interpretaciones como si fuesen correctas. 4Puedes entonces controlar tus reacciones en lo que respecta a tu comportamiento, pero no en lo que respecta a tus emociones. 5Esto obviamente divide o ataca la integridad de tu mente, poniendo a uno de sus niveles contra otro. 

La falsa percepción a la que es fiel el sistema de pensamiento del ego, le lleva a interpretar la vida desde el nivel corpóreo, en la que sitúa la credibilidad de su identidad, el cuerpo. Esta percepción, está basada en la creencia de que la verdad se encuentra en aquello que se percibe, es decir, en el mundo de los efectos. Un ejemplo de ello, es pensar que el cuerpo puede enfermar, o lo que es lo mismo, creer que el cuerpo es la causa de sus propios efectos. Se trata de una confusión de niveles, que el Curso aclara, indicándonos que el error hay que corregirlo en el nivel donde se encuentra su fuente.

El nivel de las “causas” se encuentra en la mente, mientras que el nivel de los efectos, se encuentra en el mundo de la percepción, en el mundo físico. 

3. Sólo hay una forma sensata de interpretar motivos. 2Y por tra­tarse del juicio del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo alguno por tu parte. 3Todo pensamiento amoroso es verdadero. 4Todo lo demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte. 5¿Cómo puede estar justificado reaccionar con ira ante la súplica de un hermano? 6Ninguna reacción podría ser apropiada, excepto estar dispuesto a ayudarle, pues eso, y sólo eso, es lo que está pidiendo. 7Ofrécele cualquier otra cosa, y te estarás arrogando el derecho de atacar su realidad al interpre­tarla como mejor te parezca. 8Tal vez no esté completamente claro para ti el peligro que esto supone para tu propia mente. 9Si crees que una petición de ayuda es otra cosa, reaccionarás ante esa otra cosa. 10Tu reacción, por lo tanto, será inadecuada a la realidad tal como ésta es, pero no a la percepción que tú tienes de ella. 

La percepción de un mundo separado, da lugar al miedo y al ataque, siendo este último, la respuesta que damos para protegernos del miedo. Tanto el miedo, como el ataque, pertenecen al mundo de la percepción falsa, al nivel de los efectos, por lo que su corrección hay que dirigirla al nivel de las causas, que como ya hemos dicho, se encuentra en nuestra mente. El miedo no es real, pues su causa está basada en la mente errada, la que cree en la separación, a la que interpreta como la verdad.

El Espíritu Santo, a través de la Expiación, corrige el error de nuestra mente y, allí donde antes se albergaba la creencia en la separación, en el miedo, ahora, tan solo encontramos Amor, es decir, recordamos nuestra verdadera esencia.

El Amor, es el único pensamiento verdadero, pues pone de manifiesto lo que realmente somos. Podremos dedicar toda nuestra vida a la búsqueda de la verdad. Quizás esa búsqueda nos lleve a lugares lejanos para encontrarla, o nos exija llevar a cabo importantes sacrificios para demostrar que estamos preparados para adquirir esa verdad. Este punto de la enseñanza, nos lo pone muy fácil: Todo pensamiento amoroso es verdadero. 

4. No hay nada que te impida reconocer todas las peticiones de ayuda exactamente como lo que son, excepto tu necesidad imaginaria de atacar. 2Esta necesidad es lo único que hace que estés dispuesto a entablar interminables "batallas" contra la realidad, en las que niegas que la necesidad de curación sea real hacién­dola irreal. 3No harías eso si no fuese por el hecho de que no estás dispuesto a aceptar la realidad tal como es, y, por consiguiente, te privas de ella. 

Si percibimos a nuestros hermanos como seres separados de nosotros mismos, cualquier solicitud de ayuda por parte de ellos, será interpretado desde la creencia en el miedo, y ello, nos llevará a percibirlo como un ataque. El ego, pensará ¿Qué mejor defensa ante un ataque, que atacar primero? La negación de aceptación a responder a la ayuda solicitada, ya es una respuesta carente de amor, es decir, es una manera de responder desde el ataque. 

5. Decirte que no juzgues lo que no entiendes es ciertamente un buen consejo. 2Nadie que sea parte interesada puede ser un tes­tigo imparcial porque la verdad se habrá convertido para él en lo que él quiere que sea. 3Si no estás dispuesto a percibir una petición de ayuda como lo que es, es porque no estás dispuesto a prestar ayuda ni a recibirla. 4Dejar de reconocer una petición de ayuda es negarse a recibir ayuda. 5¿Mantendrías que no la necesi­tas? 6Sin embargo, eso es lo que mantienes cuando te niegas a reconocer la súplica de un hermano, pues sólo respondiendo a su súplica puedes ser tú ayudado. 7Niégate ayudarle, no podrás reconocer la Respuesta que Dios te dio ti. 8El Espíritu Santo no necesita tu ayuda para interpretar motivos, pero es indudable que tú necesitas la Suya. 

El Curso nos enseña que “dar es recibir”, que aquello que damos a los demás, nos lo estamos dando a nosotros mismos. Esto es así, pues se basa en la verdad de la unicidad, que impera en la consciencia de Filiación.

Cuando respondemos desde el ataque a una solicitud de ayuda, lo que estamos haciendo, es dar lo que tenemos, esto es, la respuesta de nuestro miedo, la respuesta del ataque que nos estamos infligiendo, al considerarnos separados de la fuente verdadera, la del Amor.