jueves, 19 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).

VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).


3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. 2Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. 3Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. 4Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. 5Únete a lo que eres. 6No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. 7La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. 8Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

Si nuestra mente sirve a la percepción falsa, esto es, a la creencia en la separación, nuestra visión se recreará en lo externo, donde veremos proyectado aquellos aspectos que, al ser condenados en nuestro interior, decidimos juzgarlos en el otro.

Como ya hemos visto, la Salvación tan sólo es real, cuando decidamos percibir correctamente y ver la unicidad que nos une al resto de la Filiación. El Espíritu Santo nos conducirá al lugar de encuentro donde encontraremos la oportunidad de redimir el error de la separación.

4. No existe substituto para la verdad. 2la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. 3se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. 4Donde Dios está, allí estás tú. 5Ésa es la verdad. 6Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de cono­cimiento. 7Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. 8Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. 9En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. 10Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación. 

No será fruto de la casualidad, el hecho de que nos encontremos en el lugar adecuado donde se producirá el encuentro que nos permitirá alcanzar el proceso de transformación del miedo al amor, de la separación a la unidad. Ni Dios, ni el Espíritu Santo, son aficionados a los juegos de azar. Allí donde se encuentre Su Hijo, se encuentra Él Mismo, pues el Espíritu Santo, Expresión de Su Mente, se encuentra igualmente, en Su Hijo

5. El eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. 2El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. 3Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. 4No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. 5Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. 6A quien Dios se da a Sí Mismo, Dios se ha dado. 7Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia. 

Es curioso, que desde pequeños, nos inducen a creer que el Cielo y la presencia del Creador, se encuentran en una dimensión intergalactica, en los confines del universo. Pero nada más lejos de la realidad, esa creencia procede de la ignorancia del sistema de pensamiento del ego, la cual está basada en la visión de lo externo.

El Cielo, tal y como nos enseña este punto, es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador, es decir, es la Mente Una, de la que forma parte el Hijo de Dios. Es esa Unicidad lo que la Voluntad de Dios dispone para Su Hijo. Esa Unicidad debe ser la única ofrenda que llevemos al altar de nuestra consciencia. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 263

LECCIÓN 263

Mi santa visión ve la pureza de todas las cosas.

1. Padre, Tu Mente creó todo cuanto existe, Tu Espíritu se adentró en ello y Tu Amor le infundió vida. 2¿Y voy yo acaso a contemplar lo que Tú creaste como si en ello pudiese anidar el pecado? 3No quiero percibir imágenes tan tenebrosas y atemorizantes. 4Es imposible que yo pueda preferir el sueño de un loco a toda la hermosura con la que tú bendijiste la creación; a toda su pureza y dicha, así como a su eterna y serena morada en Ti.

2. Y mientras todavía nos encontremos ante las puertas del Cielo, contemplemos todo cuanto veamos a través de una visión santa y de los ojos de Cristo. 2Permite que todas las apariencias nos parez­can puras, para que podamos pasarlas de largo con inocencia, y dirigirnos juntos a la casa de nuestro Padre como hermanos y como los santos Hijos de Dios que somos.


¿Qué me enseña esta lección?

Alcanzado este punto, no podemos seguir identificados con el mundo de la separación. No podemos seguir viendo a nuestros hermanos como cuerpos, que justifican la creencia de que estamos separados unos de otros.

Dios creó a su Hijo y éste es Uno con su Creador.

La acción creadora del Hijo de Dios, le llevó a elegir entre la Unidad de donde procedía, al estar unido a su Creador, y la separación, al dirigir su atención a las vibraciones del mundo material. Desde ese momento, se identificó con el envoltorio material que le otorgaba una forma diferenciada del resto de sus hermanos. Esto supuso el origen de la conciencia de la separación y el comienzo de la temporalidad, donde la vida y la muerte se convertían en el peregrinaje del ser.

Hemos fabricado un mundo donde impera la ilusión, pues se trata de un mundo sujeto a la temporalidad, y nada que sea temporal, es real.

Tan sólo el Espíritu, que es Eterno, es Real. El Espíritu es Santo e Impecable. Libre de toda limitación. El Espíritu es Perfecto.

La visión de la separación, se fundamenta en la falsa creencia en el pecado. El miedo, es la consecuencia natural de esa falsa creencia. Al pecar, siento temor de Dios y ello, me hace consciente de que me he alejado del mundo del Amor. Para recuperar ese Estado, nos sometemos al castigo, al sufrimiento y al sacrificio, pues de este modo, pensamos que recuperaremos nuestro Estado de Inocencia.

Tan sólo la Visión Pura de que hemos sido siempre inocentes, nos llevará a gozar de la Paz que Dios ha dispuesto para su Santo Hijo.

Ejemplo-Guía: "Contemplando el mundo con los ojos de Cristo"

¿Qué significa ver con los ojos de Cristo?

Significa, ver el mundo desde la verdad. Significa, recuperar la verdadera visión.

Permitidme, compartir con todos vosotros, el apartado VI, del capítulo 12, de Un Curso de Milagros en el que nos habla de la "Visión de Cristo".

El ego está tratando de enseñarte cómo ganar el mundo y per­der tu alma. El Espíritu Santo te enseña que no puedes perder tu alma y que no hay nada que ganar en el mundo, pues, de por sí, no da nada. Invertir sin recibir beneficios es sin duda una manera segura de empobrecerte, y los gastos generales son muy altos.4No sólo no recibes ningún beneficio de la inversión, sino que el costo es enorme. Pues esta inversión te cuesta la realidad del mundo al negar la tuya, y no te da nada a cambio. No puedes vender tu alma, pero puedes vender tu conciencia de ella. No puedes perci­bir tu alma, y no la podrás conocer mientras percibas cualquier otra cosa como más valiosa” (T-12.VI.1:1-7). 

El Espíritu Santo es tu fortaleza porque sólo te conoce como espíritu. Él es perfectamente consciente de que no te conoces a ti mismo y perfectamente consciente de cómo enseñarte a recordar lo que eres. Puesto que te ama, te enseñará gustosamente lo que Él ama, pues Su voluntad es compartirlo. Dado que se acuerda de ti continuamente, no puede dejar que te olvides de tu valía. Pues el Padre jamás cesa de mantener vivo en Él el recuerdo de Su Hijo, y el Espíritu Santo jamás cesa de mantener vivo en el Hijo el recuerdo de su Pare. Dios está en tu memoria por causa de Él. Tú decidiste olvidar a tu Padre, pero eso no es realmente lo que quieres hacer, y, por lo tanto, puedes decidir de otra manera. Y tal como yo decidí de otra manera, tú también puedes hacerlo” (T-12.VI.2:1-8). 

Tú no deseas el mundo. Lo único de valor en él son aquellos aspectos que contemplas con amor. Eso le confiere la única reali­dad que jamás tendrá. Su valía no reside en sí mismo, pero la tuya se encuentra en ti. De la misma forma en que tu propia estima procede de extenderte a ti mismo, de igual modo la per­cepción de tu propia estima procede de extender pensamientos amorosos hacia el exterior. Haz que el mundo real sea real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu Santo, por lo tanto, te pertenece” (T-12.VI.3:1-6). 

“La corrección es para todos aquellos que no pueden ver. La misión del Espíritu Santo es abrirles los ojos a los ciegos, pues Él sabe que no han perdido su visión, sino que simplemente duer­men. Él los despertará del sueño del olvido y los llevará al recuerdo de Dios. Los ojos de Cristo están abiertos, y Él contemplará con amor todo lo que veas si aceptas Su visión como tuya. El Espíritu Santo mantiene a salvo la visión de Cristo para cada Hijo de Dios que duerme. En Su visión el Hijo de Dios es per­fecto y Él anhela compartir Su visión contigo. El Espíritu Santo te mostrará el mundo real porque Dios te dio el Cielo. A través del Espíritu Santo, tu Padre exhorta a Su Hijo recordar. El des­pertar de Su Hijo da comienzo cuando él empieza a invertir en el mundo real, lo cual le permite aprender a re-invertir en sí mismo. Pues la realidad es una con el Padre y con el Hijo, y el Espíritu Santo bendice el mundo real en Nombre de los Dos” (T-12.VI.4:1-10). 

Cuando hayas visto el mundo real -como sin duda lo verás- ­te acordarás de nosotros. Mas tienes que aprender el costo que supone estar dormido, y negarte a pagarlo. Sólo entonces decidirás despertar. Y entonces el mundo real aparecerá ante tu vista, pues Cristo nunca ha estado dormido. Cristo está esperando a que lo veas, pues Él nunca te ha perdido de vista. Él contempla serenamente el mundo real, que desea compartir contigo porque sabe que Su Padre lo ama. sabiendo esto, desea darte lo que es tuyo. Él te aguarda en el altar del Padre en perfecta paz, ofre­ciéndote el Amor del Padre en la serena luz de la bendición del Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo conducirá a todo el mundo a su hogar y a su Padre, donde Cristo les espera como Su Ser” (T-12.VI.5:1-9). 

“Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios. El Amor de Cristo por ti es Su Amor por Su Padre, que Él conoce porque conoce el Amor de Su Padre por Él. Cuando el Espíritu Santo te haya conducido finalmente hasta Cristo en el altar de Su Padre, la percepción se fundirá con el conocimiento porque se habrá vuelto tan santa que su transferencia a la santidad será sencillamente su extensión natural. El Amor se transfiere al amor sin ninguna interferencia, pues ambos son uno. A medida que percibas más y más elemen­tos comunes en todas las situaciones, la transferencia del entrena­miento bajo la dirección del Espíritu Santo aumentará y se generalizará. Aprenderás gradualmente a aplicarlo a todo el mundo y a todas las cosas, pues su aplicabilidad es universal. Una vez que esto se logra, la percepción y el conocimiento se vuelven tan similares que comparten la unificación de las leyes de Dios” (T-12.VI.6:1-7). 

“Lo que es uno no puede ser percibido como separado, y negar la separación es restaurar el conocimiento. En el altar de Dios, la santa percepción de Su Hijo se vuelve tan iluminada que la luz entra a raudales en ella y el espíritu del Hijo de Dios refulge en la Mente del Padre y se vuelve uno con ella. Con gran ternura Dios refulge sobre Sí Mismo, y ama la extensión de Sí Mismo que es Su Hijo. El mundo deja de tener propósito a medida que se funde con el Propósito de Dios. Pues el mundo real ha desaparecido sigilosamente en el Cielo, donde todo lo que es eterno ha existido siempre. Allí Redentor y redimido se unen en su perfecto amor por Dios y en el amor perfecto que se profesan el uno al otro. 7El Cielo es tu hogar, y al estar en Dios tiene también que estar en ti” (T-12.VI.7:1-7).


Reflexión: ¿Qué entiendes por visión pura?

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VIII. El santo lugar de encuentro (1ª parte).

VIII. El santo lugar de encuentro (1ª parte).

1.  Has escondido en las tinieblas, la gloria que Dios te dio, así como el poder con que Él dotó a Su inocente Hijo. 2Todo ello yace oculto en cada rincón tenebroso, envuelto en culpabilidad y en la oscura negación de la inocencia. 3Detrás de las sombrías puertas que has cerrado no hay nada porque no hay nada que pueda opacar el regalo de Dios. 4El que las hayas cerrado es lo que te impide reconocer el poder de Dios que refulge en ti. 5No destie­rres el poder de tu mente, sino permite que todo lo que oculta tu gloria sea llevado ante el juicio del Espíritu Santo para que allí quede disuelto. 6Todo aquel a quien Él quiere salvar para la gloria es salvado para ella. 7El le prometió al Padre que tú serías liberado de la pequeñez y llevado a la gloria a través Suyo. 8Él es completamente fiel a lo que le prometió a Dios, pues comparte con Él la promesa que se le dio para que la compartiese contigo.

Cuando la mente sirve al ego, hablamos de la mente errada, la mente que fabrica una realidad ilusoria y perecedera. Esa mente nos lleva a percibir falsamente, pues ve un mundo separado, donde las mentes deciden dar más valor a lo externo que al mundo interior. 

Cuando la mente sirve al Espíritu Santo, hablamos de la mente recta, la mente que crea la única realidad verdadera y eterna. El Espíritu Santo nos mantiene unidos a la Mente de Dios. La mente una, nos lleva percibir correctamente, pues ve un mundo donde las mentes están unidas, donde las mentes deciden dar más valor a lo interno que al mundo externo.

2. Él aún la comparte, para tu beneficio. 2Cualquier otra cosa que te prometa algo diferente, sea grande o pequeño, de mucho o poco valor, Él lo reemplazará con la única promesa que se le dio para que la depositara sobre el altar a tu Padre y a Su Hijo. 3No hay ningún altar a Dios que no incluya a Su Hijo. 4cualquier cosa que se lleve ante dicho altar que no sea igualmente digna de Ambos, será reemplazada por regalos que sean completamente aceptables tanto para el Padre como para el Hijo. 5¿Puedes acaso ofrecerle culpabilidad a Dios? 6No puedes, entonces, ofrecérsela a Su Hijo. 7Pues Ellos no están separados, y los regalos que se le hacen a uno, se le hacen al otro. 8No conoces a Dios porque des­conoces esto. 9Y, sin embargo, conoces a Dios y también sabes esto. 10Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. 11Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. 12La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. 13En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. 14Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. 15El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. 16por lo tanto, así es.

El Hijo de Dios, ha sido creado a Imagen y Semejanza de Su Padre, lo que establece una igualdad entre ambos. Sin embargo, cuando la mente decide actuar por su cuenta, se desvincula de la verdad y da lugar a una realidad ilusoria, donde la percepción da credibilidad a la creencia en la separación.

La Salvación no es un camino que debamos andar solos, sino en unión amorosa con nuestros hermanos, con los cuales, formamos la Filiación Divina. La Salvación se produce cuando tomamos la firma decisión de Ser lo que Somos, el Hijo de Dios indivisible de la Mente de Su Padre.

El Amor es la Esencia con la que Dios nos ha creado, y por tanto, es el Amor, la vía de comunicación que debe establecer la Unicidad de la Filiación.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 262

LECCIÓN 262

No dejes que hoy perciba diferencias.

1. Padre, tienes un solo Hijo. 2Y es a él a quien hoy deseo contemplar. 3Él es Tu única creación. 4¿Por qué habría de percibir miles de formas en lo que sigue siendo uno solo? 5¿Por qué habría de darle miles de nombres, cuando con uno solo basta? 6Pues Tu Hijo tiene que llevar Tu Nombre, ya que Tú lo creaste. 7No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí. 8Pues él es parte de mí, así como yo de él, y ambos somos parte de Ti que eres nuestra Fuente. 9Estamos eternamente uni­dos en Tu Amor y somos eternamente el santo Hijo de Dios.

2. Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día la verdad acerca de nosotros mismos. 2Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. 3Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.


¿Qué me enseña esta lección?

En mi corazón, ha resonado este mensaje. Al leerlo, mi mente se ha abierto a la Verdad, la única Verdad: Somos una Unidad con todo lo Creado.

Hoy, esa Verdad, ha adquirido un tono más certero. Hasta este momento, he teorizado con el concepto de la Unidad. He llegado a comprender su significado. Pero, ha sido en un instante, que he vivido la realidad que envuelve el Acto Creador de Dios: Hemos sido creados como Unidad y con un potencial para expresarnos a nivel individual.

El nombre Sagrado Elohim, significa El-los Dioses. Ese nombre se encuentra latente en nuestro genoma espiritual. Somos Hijos de Dios, y hemos heredado sus dones creadores.

Elohim, expresa la Unidad y al mismo tiempo la Multiplicidad. La semilla es capaz de propagarse en múltiples frutos que a su vez, da lugar a nuevas semillas.

El Hijo de Dios es Uno y Múltiple. Ha sido en el proceso de expresión de la individualidad que ha procesado la creencia de que es un ser diferente a los demás. Su identificación con el cuerpo material, le ha llevado a adquirir una falsa identidad, que tan sólo logrará corregir, retornando al Estado Primigenio de la Unidad, y eso tan sólo es posible, cuando se reconoce como Espíritu y no como cuerpo.

Llegar a alcanzar la Visión de la Unidad, despertará nuestra consciencia del sueño de la ilusión y nos movilizaremos para hacer real esa visión en el mundo.

Ejemplo-Guía: "¿Cómo tratarías al mundo, sabiendo que somos uno?

No podemos dar aquello que no tenemos, y con ello quiero decir, que no podemos tratar a los demás de una manera distinta a como nos tratamos a nosotros mismos.

Reflexionar sobre ello, nos permitirá dar un paso muy importante que nos invitará a realizar un cambio en nuestro sistema de pensamiento.

Nuestro modus operandis, nos revela que no tan solo tratamos a los demás de la misma manera que nos tratamos a nosotros mismos, sino que, además, somos inconscientes de ello, eligiendo juzgar fuera de nosotros todo aquello que nos recuerda nuestra naturaleza interna. Los demás, hacen de espejos de nosotros mismos y nos ofrecen, permanentemente, la oportunidad de vernos tan y como somos en nuestro fuero interno.

Te invito a mirar, con sinceridad y honestidad, a tu interior. Tómate tu tiempo, esta propuesta exige un ejercicio de memoria, pero sobre todo un ejercicio de amor hacia uno mismo. En la medida en que nos neguemos a reconocer nuestras "sombras", en la medida en que pretendamos ocultar nuestras debilidades, en esa misma medida, será la dimensión del obstáculo que tendremos que salvar para alcanzar la paz interior.

En esa mirada, tal vez descubras a una parte de ti que se autocastiga, que se aplica un exceso de rigor, que se condena, que se critica, que se agrede con el castigo de la culpa. Si te has encontrado con esa visión de ti mismo, pregúntate, ¿cómo no vas a castigar, condenar, criticar, agredir, a los demás?

Tal vez no te preocupe esa revelación de ti mismo, ni te preocupe el maltrato a los demás. Prefieres seguir con tu sistema de pensamiento y creer que el otro se encuentra separado de ti.

Pero si te has cansado de dar esa respuesta y decides ver las cosas de otra manera, tal vez te interese realizar un ejercicio de imaginación y visualizar un mundo en el que reine la unidad entre todos sus seres. ¿Cómo tratarías a los demás?

La respuesta, estoy seguro de que la habrás intuido, no responderá esa pregunta en cuestión, sino que la replanteará: ¿cómo me voy a tratar a mí mismo para tratar a los demás desde la unidad?


Reflexión: ¿Cómo entiendes la Unidad del Hijo de Dios?

martes, 17 de septiembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 261

¿Qué es el cuerpo?

1. El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios se imagina haber erigido para separar partes de su Ser de otras partes. 2Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. 3Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. 4Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es. 5¿De qué otro modo, si no, podría estar seguro de que permanece dentro del cuerpo, y de que mantiene al amor afuera?

2. El cuerpo no perdurará. 2Sin embargo, para él eso supone una doble seguridad. 3Pues la temporalidad del Hijo de Dios es la "prueba” de que sus cercas funcionan y de que están llevando a cabo la tarea que su mente les asignó. 4Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser ata­cado? 5¿Quién podría ser el vencedor? 6¿Quién la presa? 7¿Quién podría ser la víctima? 8¿Quién el asesino? 9Y si él no muriese, ¿qué "prueba" habría de que el eterno Hijo de Dios puede ser des­truido?

3. El cuerpo es un sueño. 2Al igual que otros sueños, a veces pa­rece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños. 3Pues sólo el amor puede crear de verdad, y la verdad jamás puede temer. 4Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado. 5Mas podemos cambiar el propósito que el cuerpo obedece si cambiamos de parecer con respecto a su finalidad.

4. El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. 2Aunque el cuerpo fue concebido para condenarlo al infierno para siempre, el objetivo del Cielo ha substituido a la búsqueda del infierno. 3El Hijo de Dios busca la mano de su her­mano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. 4Ahora el cuerpo es santo. 5Ahora su propósito es sanar la misma mente para dar muerte a la cual fue concebido.

5. Te identificarás con lo que pienses que te ha de dar seguridad. 2Sea lo que sea, creerás que ello es lo que tú eres. 3Tu seguridad reside en la verdad, no en las mentiras. 4El amor es tu seguridad. 5El miedo no existe. 6Identifícate con el amor, y estarás a salvo. 7Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. 8Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser.

LECCIÓN 261

Dios es mi refugio y seguridad.

1. Me identificaré con lo que creo es mi refugio y mi seguridad. 2Me veré a mí mismo allí donde percibo mi fuerza y pensaré que vivo dentro de la ciudadela en la que estoy a salvo y en la que no puedo ser atacado. 3No dejes que hoy busque seguridad en el peligro ni que trate de hallar mi paz en ataques asesinos. 4Vivo en Dios. 5En Él encuentro mi refugio y mi fortaleza. 6En Él radica mi Identidad. 7En Él reside la paz eterna. 8Y sólo allí recordaré Quién soy realmente.

2. No dejes que vaya en pos de ídolos, 2Padre mío, pues lo que deseo es estar Contigo en casa. 3Elijo ser tal como Tú me creaste y encontrar al Hijo que Tú creaste como mi Ser.


¿Qué me enseña esta lección?

Desde pequeño, recuerdo, que cuando hacía frente a episodios de miedos, buscaba la presencia inmediata de mis seres queridos, pues ellos tenían el poder de calmar mi ansiedad y alejar mis temores. Hoy, comprendo, que el amor que sentía por ellos, era suficiente para sentirme seguro y protegido.

El Amor disipa el miedo. El Amor aporta seguridad y protección. El Amor es la Esencia con la que hemos sido Creados por nuestro Hacedor. El Amor es nuestra condición natural.

El miedo, es la ausencia de Amor. El miedo, procede de la identificación errónea con el cuerpo material, el cual se siente amenazado al creerse separado de los demás cuerpos. El miedo es la consecuencia de la ilusión del pecado. Sentimos temor de Dios, pues interpretamos que nuestro acto creador, ha despertado su ira y justificado su venganza. El miedo reclama nuestro sacrificio y suscita la experiencia del sufrimiento, como vías de purificación y redención. El miedo  pone fin a su hegemonía, cuando permitimos que la Luz penetre en nuestra consciencia y disipe la oscuridad del temor. La Luz es el símbolo de la Unidad, mientras que las tinieblas es el símbolo de la separación.

¿Qué padre no protege a su hijo?

Dios es nuestro refugio y su Luz -el Amor- nos protege.


Ejemplo-Guía: "Vivir sin miedos"

La creencia en que el cuerpo nos aporta seguridad, nos ha llevado a la fabricación de formas, cada vez más terroríficas, para superar nuestros miedos.

El ego no le tiene miedo al cuerpo, le tiene miedo al amor. No tenerle miedo al amor, significaría el fin de su identidad, el reconocimiento de que, su mundo, es irreal, es una ilusión.

Te imaginas un mundo en que se puedas vivir sin miedos. Vencer el miedo en este mundo, es el paso previo al retorno de nuestro despertar. Dentro del sueño, tener consciencia de que somos los soñadores de nuestros sueños, nos invita a elegir tener sueños felices. Tal vez haya sido necesario, experimentar pesadillas y recibir el consuelo de nuestros progenitores, para darnos cuenta de la ilusión de nuestros temores.

Es de esta forma como podremos dejar de dar significado al miedo, cuando aceptamos la presencia de Dios en nuestras mentes, en nuestras vidas. En ese encuentro, en ese instante santo, recordamos nuestra verdadera identidad y entregamos nuestras defensas al Espíritu Santo, el cual guía nuestras mentes hasta la "indefensión".

Vivir sin miedos, tiene un sólo requisito previo, dejar de creer en la separación. Tomar consciencia de que nada externo a nosotros existe, y, por lo tanto, nada externo nos puede dañar, nos elevará a un estado de total libertad.


Utilicemos nuestra imaginación para crear pensamientos libres de miedos. Ese pensamiento adoptará un "cuerpo", convirtiéndose en experiencias, que nos llevarán a percibir de manera correcta, con la visión unificadora de que todo forma parte del Todo.


Reflexión: ¿Qué te aporta más seguridad, el miedo o el amor?

Capítulo 14. VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (2ª parte).

VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (2ª parte).

5. Cuando una mente cree en la oscuridad y se niega a abando­narla, la luz no puede entrar. 2La verdad no lucha contra la igno­rancia, ni el amor ataca al miedo. 3Lo que no necesita protección no tiene necesidad de defenderse a sí mismo. 4Las defensas son invenciones tuyas. 5Dios las desconoce. 6El Espíritu Santo las usa en favor de la verdad sólo porque tú las inventaste contra ella. 7La percepción que de acuerdo con Sus propósitos Él tiene de ellas, simplemente las transforma en una llamada a lo que has atacado con ellas. 8Las defensas, al igual que todo lo demás que has inventado, tienen que ser transformadas dulcemente en algo beneficioso para ti y ser reinterpretadas por el Espíritu Santo de medios de auto-destrucción a medios de conservación y libera­ción. 9La tarea del Espíritu Santo es imponente, pero el poder de Dios está con Él. 10Llevar a cabo esa tarea, por lo tanto, es algo tan fácil para Él, que se logró en el mismo instante en que se le dio para ti. 11No demores tu retorno la paz preguntándote cómo va a poder Él llevar a cabo lo que Dios le encomendó. 12Deja eso en manos de Uno que sabe. 13No se te pide que lleves a cabo tareas de tal magnitud. 14Se te pide únicamente que hagas lo poco que Él sugiere, confiando tan sólo en que, si Él te lo pide, tú lo puedes hacer. 15Verás cuán fácilmente puedes llevar a cabo todo lo que Él te pida.

El Amor no puede interferir en las decisiones adoptadas por nuestro libre albedrío. Por tal motivo, el Amor adquiere el significado de libertad. Cualquier expresión del amor que no sea capaz de aportar libertad, no es verdadero amor.

La inocencia, la indefensión, son expresiones del Amor, y ese Amor, al proceder de Dios, no concibe el miedo, por lo que no requiere, ni necesita defenderse de nada.

El miedo ataca al amor, negándolo, y este ataque responde a un mecanismo de defensa para proteger su falsa existencia. El amor no ataca al miedo, pero nos inspira para que lo miremos de frente, pues sabe que no podremos ver lo que no existe.

El Espíritu Santo, utiliza la defensa para proteger la verdad de lo falso, llevándonos a través de la Expiación a corregir la percepción errónea por la percepción verdadera.

6. El Espíritu Santo sólo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos que le hayas ocultado. 2Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la oscuridad y la desvanezca con Su luz. 3Si lo invitas, Él entrará gustosamente. 4Y llevará la luz a la oscuridad si le franqueas la entrada a ella. 5Pero Él no puede ver lo que mantienes oculto. 6Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. 7La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para ti y para Él. 8Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tene­brosos y secretos, y contémplalos con Él. 9Él abriga la luz y tú la oscuridad. 10Ambas cosas no pueden coexistir cuando las contempláis juntos. 11Su juicio prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya. 

Cuando decidimos poner nuestros deseos al servicio de la voluntad, lo que estamos haciendo es movilizando el principio de la luz, del entendimiento, y cuando esto se produce, nos conectamos con la frecuencia del Espíritu Santo, al cual le ofrecemos esa llamada de invocación para que la Mente Recta, restituya en nuestro interior nuestro nivel de percepción, consiguiendo que donde antes había oscuridad, ahora haya luz.

7. Uniéndote a Su manera de ver es como aprendes a compartir con Él la interpretación de la percepción que conduce al conoci­miento. 2Por tu cuenta no puedes ver. 3Compartir la percepción con Aquel que Dios te ha dado te enseña a reconocer lo que ves. 4Es el reconocimiento de que ninguna cosa que ves significa nada por sí sola. 5Ver con Él te mostrará que todo significado, inclu­yendo el tuyo, no procede de una visión doble, sino de la dulce fusión de todas las cosas en un solo significado, una sola emoción y un solo propósito. 6Dios tiene un solo Propósito, y lo comparte contigo. 7La única visión que el Espíritu Santo te ofrece brindará esta unicidad a tu mente con una claridad y una luminosidad tan intensas que por nada del mundo dejarías de aceptar lo que Dios quiere que tengas. 8Contempla tu voluntad, y acepta que es la Suya, y que todo Su Amor es tuyo. 9¡Que todo honor se te rinda ti a través del Espíritu Santo, y, a través de Él, a Dios! 

Si formamos parte de la Mente de Dios, igualmente, en nuestra mente debe encontrarse la Mente del Espíritu Santo, la Mente Recta. Si esto es verdad, y, como hemos visto, la verdad, simplemente es, cuando invocamos al Espíritu Santo, no estamos invocando una fuerza exterior a nosotros, sino la Extensión de la Mente de Dios y la Voz que habla por Él, donde tenemos nuestro verdadero Hogar,

En nuestro interior se encuentra la Mente Recta, el Espíritu Santo, y como bien nos invita este punto, debemos unirnos a Su manera de ver, para que la Expiación desempeñe su papel, esto es, corregir la percepción falsa del ego, por la percepción verdadera del Espíritu.

La manera de ver del Espíritu Santo, nos llevará a la Visión Crítica, la que se expresa a través del Amor

lunes, 16 de septiembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 260

LECCIÓN 260

Que recuerde que Dios me creó.

1. Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque en mi demencia creí que así había sido. 2No obstante, en cuanto que Pensamiento Tuyo, no he aban­donado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. 3Tu Hijo, Padre mío, Te llama hoy. 4Que recuerde que Tú me creaste. 5Que recuerde mi Identidad. 6Y que deje que mi impecabilidad vuelva a alzarse ante la visión de Cristo, a través de la cual deseo hoy contemplar a mis hermanos y contemplarme a mí mismo.

2. Ahora recordamos nuestra Fuente, y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad. 2Sómos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.

¿Qué me enseña esta lección?

No puedo recordar aquello en lo que no creo.

Vemos aquello en lo que creemos, y esa es la razón por la que nos encontramos plenamente identificados con el cuerpo, pues el ego es la creencia en que somos tan sólo un vehículo material.

Tener certeza en lo que Somos, nos llevará a recordar que Dios nos creó. Ese instante de recordar, se traduce a un estado de toma de consciencia, que debe llevarnos a actuar de acuerdo a la condición que hemos hecho consciente.

No podemos conformarnos con llevar a cabo un mero acto mental en el que nos decimos: “Soy Hijo de Dios”. Esta afirmación, puede quedar vacía, sin contenido, si no va acompañada de la firme decisión de poner nuestra Voluntad al servicio del Amor, de la Verdad.

¿Esto qué quiere decir? Sencillamente, que debemos hacer que todos y cada uno de nuestros actos, sean la manifestación del Amor. En las relaciones con el mundo, dejaremos de juzgar y condenar a nuestros hermanos y, en cambio, veremos en sus rostros, el Sagrado Rostro de la Divinidad.

Ejemplo-Guía: "Creados a Su Imagen y Semejanza"

Cuando elegí este tema de debate y reflexión, me surgió una pregunta que quiero compartir con vosotros: ¿Qué imagen tengo de Dios?

Permítanme reflexionar en voz alta. Si nunca he visto a Dios, ¿cómo puedo tener una imagen suya? Pero, si la cita bíblica afirma que he sido creado a Su Imagen y yo tengo conciencia de mi propia imagen, entonces, Dios tiene que tener un cuerpo. Esta reflexión no es ninguna tontería. La cultura, sobre todo la pintura y la escultura, nos ha hecho llegar una visión de un Dios poderoso, musculoso, con una larga melena y una copiosa barba blanca y con una aureola de luminosidad, como expresión simbólica de su identidad Divina. ¿Cómo puedo pensar que Dios es algo diferente a esa imagen tan cultivada?

Todos sabemos que ese lenguaje, utilizado por los artistas, pertenece a lo simbólico. Pero lo que sí reviste importancia de esa visión de Dios, es que, independientemente de la forma que adquiera (pensamos que dado su inmenso poder puede adquirir cualquier forma), se encuentra fuera de nosotros, es decir, nos dirigimos a Él como si se encontrará en el exterior, en una dimensión superior.

Entonces, ¿hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza? Sí.

Esta afirmación nos lleva a plantear una nueva cuestión. Si hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza, entonces, la imagen que tenemos de nosotros mismos no es real. Es decir, si Dios no tiene forma corporal, su Hijo tampoco debe tenerla. Hemos alcanzado un punto que viene a confirmar uno de los principales mensajes que nos aporta Un Curso de Milagros: "El mundo que percibimos no es real".

Un Curso de Milagros nos refiere con relación al tema que estamos analizando, lo siguiente:

“La afirmación "Dios creó al hombre a imagen y semejanza pro­pia" necesita ser reinterpretada. "Imagen" puede entenderse como "pensamiento", y "semejanza" como "de una calidad semejante." Dios efectivamente creó al espíritu en Su Propio Pensa­miento y de una calidad semejante a la Suya Propia. No hay nada más" (T-3.V.7:1-4). 

Esta aclaración es importante hacerla, pues el Curso da una interpretación diferente al término "imagen" y no conocerla puede dar motivos a confusión. 

"(...) es imposible que puedas percibirte a ti mismo correcta­mente. No tienes una imagen que puedas percibir. La palabra "imagen" está siempre vinculada a la percepción y no forma parte del conocimiento. Las imágenes son simbólicas y representan algo diferente de ellas mismas" (T-3.V.4:4-7). 

Al no ser un cuerpo, no podemos tener una imagen de lo que somos realmente, pues el Espíritu, al no ser visible en el mundo, no puede ser percibido.

 Si pensamos que somos un cuerpo, es lógico que otorguemos a nuestros padres físicos la autoría de nuestra creación. Cuando se produce el proceso de nuestro despertar, esa visión sufre una profunda transformación, pues la figura del padre físico es trascendida por la Presencia del Padre verdadero, del Padre Espiritual. Esto no quiere decir, que nos mostremos distantes con nuestros hacedores físicos, digo esto, porque he sido testigo de la rotura de familias al intentar aplicar, lo que debe ser un proceso natural, de una manera exagerada y extrema (teórica). Tan sólo debemos hacernos una pregunta para saber si estamos haciendo el proceso de forma natural: ¿cómo puedo dejar de amar a mi padre físico, aludiendo que no es nuestro verdadero Padre, cuando realmente es nuestro hermano?


Reflexión: Recuerda que eres invulnerable: ¿cómo te sientes?

Capítulo 14. VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (1ª parte).

 

VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (1ª parte).

1. ¿Qué deseas? 2Pues en tus manos está poder disponer de la luz o de la oscuridad, del conocimiento o de la ignorancia, pero no de ambas alternativas a la vez. 3Los opuestos deben ponerse uno al lado del otro en vez de mantenerse separados. 4Pues su separa­ción sólo existe en tu mente, y, al igual que tú, se reconcilian al unirse. 5En la unión todo lo que no es real inevitablemente desa­parece, pues la verdad es unión. 6De la misma manera en que la oscuridad desaparece ante la luz, de igual modo la ignorancia se desvanece cuando alborea el conocimiento. 7La percepción es el medio a través del cual se lleva la ignorancia ante el conoci­miento. 8La percepción, no obstante, tiene que estar desprovista de engaño, pues de otra manera se convierte en el mensajero de la ignorancia en vez de en un ayudante en la búsqueda de la verdad.

Este apartado, en su corta extensión condensa un potencial de sabiduría que debemos integrar en nuestra consciencia, si es nuestra voluntad alcanzar el "despertar" o, dicho de otro modo, hallar la salvación.

En primer lugar, nos hace conscientes de la pregunta que debemos hacernos sin demora alguna: ¿qué deseamos?. El deseo es el motor que junto a nuestra voluntad, nos lleva a servir a la verdad o a la ilusión, a lo real o a lo falso, al amor o al miedo, a la luz o a la oscuridad. Vemos aquello que deseamos, pues el deseo se convierte en la tierra propicia para que sembremos la semilla de nuestra voluntad. De la unión de la voluntad y el deseo, puede fluir la creación o la fabricación. Es una decisión.

Por otro lado, este punto nos enseña que los opuestos deben ponerse uno al lado del otro en vez de ponerlos separados. Nos dice que la separación solo existe en nuestra mente, mientras que los opuestos están llamados a su integración, a su unión. Considero muy importante tener presente esta verdad.

Para finalizar, este apartado nos afirma que la percepción es el medio a través del cual se lleva la ignorancia ante el conocimiento, no sin antes superar lo falso e irreal.

2. La búsqueda de la verdad no es más que un honesto examen de todo lo que la obstaculiza. 2La verdad simplemente es. 3No se puede perder, buscar ni encontrar. 4Está dondequiera que estés, pues está en tu interior. 5Aun así, puedes reconocerla o pasarla por alto, o bien puede ser real o falsa para ti. 6Si la ocultas, se vuelve irreal para ti por haberla ocultado y haberla revestido de miedo. 7La verdad yace oculta bajo cada piedra angular de miedo sobre la que has erigido tu demente sistema de creencias. 8Pero no puedes saber esto, pues al ocultar la verdad en el miedo, no ves razón alguna para creer que mientras más mires de frente al miedo menos lo verás y más claro se hará lo que oculta.

Ya hemos tenido ocasión de analizar el significado de lo que es la verdad y de lo que es lo falso. La verdad se caracteriza porque es inalterable, no cambia. Es eterna. Mientras que lo falso está sujeto al cambio y a la temporalidad. Es efímero.

La verdad es, porque procede de Aquel que Extendió Su Esencia Creadora, el Amor, y Dios Es.

Por tal razón, la verdad se encuentra en nuestro interior, pues somos el Hijo de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza. 

Si ocultamos la verdad en nuestro interior, la estaremos ocultando con el miedo, esto es, la ausencia de Amor. Ocultar la verdad por miedo, es la señal inequívoca de que no nos estamos amando, sino negándonos. Al negarnos, proyectamos ese pensamiento al exterior y negamos igualmente la verdadera identidad de nuestros hermanos. Esa negación, se expresará en forma de ataque en un intento de defendernos de nuestros miedos.

3.  Es imposible convencer a los que no saben de que saben. 2Desde su punto de vista no es verdad que sepan. 3Pero como Dios lo sabe, es verdad. 4Éstos son puntos de vista claramente opuestos acerca de la realidad de los que "no saben". 5Para Dios, no saber es algo imposible. 6No saber, por lo tanto, no es un punto de vista, sino simplemente una creencia en algo que no existe. 7Lo único que les ocurre a los que no saben es que abrigan esa creen­cia, y debido a ello, se equivocan con respecto a sí mismos. 8Se han definido a sí mismos de manera diferente de como fueron crea­dos. 9Su creación no fue un punto de vista, sino una certeza. 10Cuando la incertidumbre se lleva ante la certeza, se abandona toda convicción de que sea real.

No creemos que formemos parte de la Mente de Dios, pues lo percibimos fuera de nosotros, como algo inalcanzable. Nosotros pertenecemos a la tierra y Dios, pertenece al Cielo. El cielo se nos antoja como un acto de fe y nuestro encuentro con el Creador tan sólo se producirá tras la muerte y no sin antes haber purgado todos nuestros pecados.

El habernos identificados con la falsa apariencia de lo que creemos ser, un cuerpo físico y terrenal, nos lleva a la percepción errónea de lo que somos, lo que nos lleva a la creencia de que ignoramos saber cómo hemos sido creados.

Cuando se produce el cambio de percepción de lo que realmente somos, se recupera, igualmente, el recuerdo de aquello que hemos sido sabido siempre, pues la verdad nunca nos ha abandonado.

4. Hemos estado haciendo hincapié en el hecho de que lo indesea­ble debe llevarse ante lo deseable, y lo que no se desea ante lo que se desea. 2Te darás cuenta de que ésta es la manera de alcanzar la salvación si te detienes a considerar lo que es la disociación. 3La disociación es un proceso de pensamiento distorsionado, en el que se abrigan dos sistemas de creencias que no pueden coexistir. 4Si se pone uno al lado del otro, resulta imposible aceptarlos a los dos. 5Pero si uno de ellos se mantiene oculto del otro, su separa­ción parece mantenerlos vigentes a los dos y hace que parezcan ser igualmente reales. 6Poner uno al lado del otro, por lo tanto, se convierte en motivo de miedo, pues si haces eso, no podrás por menos que dejar de aceptar uno de ellos. 7No puedes quedarte con los dos, pues cada uno supone la negación del otro. 8Si se mantienen separados, este hecho se pierde de vista, pues al estar entonces en lugares diferentes es posible creer firmemente en los dos. 9Ponlos uno al lado del otro, y su absoluta incompatibilidad resultará evidente de inmediato. 10Uno de ellos tiene que desapa­recer porque el otro se ve en el mismo lugar.

De nuevo se pone de manifiesto la importancia de ser consciente de nuestras decisiones. Sabemos que no podemos servir a dos señores a la vez, pues, la verdad es irreconciliable con lo falso. El único modo de poner fin a la mente dual, ahora sirvo al miedo, ahora sirvo al amor, es llevar lo falso ante la verdad, de modo que al verlos uno al lado del otro, podamos percibir lo que es, de lo que no es. ¿Cómo lo sabremos? Sencillamente, lo que es, siempre lo es y lo será, mientras que lo que no es, no lo es y nunca lo será.