viernes, 31 de mayo de 2024

Capítulo 11. IV. La herencia del Hijo de Dios (2ª parte).

 IV. La herencia del Hijo de Dios (2ª parte). 

5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación, te estás culpando a ti mismo. 2no puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. 3Por eso es por lo que la culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte. 4Échate a ti mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. 5Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás lo es. 6No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo. 7Cuando Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por su Padre. 8Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la gloria y a Ambos se les glorifica juntos. 

La creencia en la culpa procede de un pensamiento erróneo. Dicho pensamiento no es otro que el haber utilizado nuestra voluntad en una dirección diferente a la de nuestro Creador.

Si la Voluntad del Padre es el Ser que somos, la voluntad del Hijo de Dios, es ser su propio creador, dando lugar al estado de separación con Su Fuente: el ego.

Des-hechar la culpa es recuperar el recuerdo de nuestra inocencia, de nuestra impecabilidad.

Culparnos y culpar a los demás forma parte del mismo proceso y, ambos, pertenecen al ego. 

6. Cristo está en el altar de Dios, esperando para darle la bienve­nida al Hijo de Dios. 2Pero ven sin ninguna condenación, pues, de lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar. 3La puerta no está atrancada, y es imposible que no puedas entrar allí donde Dios quiere que estés. 4Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre. 5Puedes negarte a entrar, pero no pueden atrancar la puerta que Cristo mantiene abierta. 6Ven a mí que la mantengo abierta para ti, pues mientras yo viva no podrá cerrarse, y yo viviré eternamente. 7Dios es mi vida y la tuya, y Él no le niega nada a Su Hijo. 

La voluntad-deseo del Hijo de Dios le llevó a abandonar el altar de Su Padre, separándose de Su Mente Una, para dar lugar a pensamientos duales y al aprendizaje a través de la percepción.

A partir de ese instante, la confusión, el conflicto, la demencia, sustituyeron su estado mental, ocasionando que el miedo ocupase el lugar donde debía existir amor. Sus ojos se cerraron a la realidad y su consciencia cayo en un profundo sueño, del cual aún no ha despertado.

El altar de Dios siempre ha estado en Su Fuente, pues de Él emana lo que somos, el Amor. Es por ello, que este punto nos hace la siguiente recomendación: “Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre”. 

7. En el altar de Dios Cristo espera Su propia reinstauración en ti. 2Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo, y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo. 3Cristo espera a que lo aceptes como lo que tú eres, y a que aceptes Su Plenitud como la tuya propia. 4Pues Cristo es el Hijo de Dios, que vive en Su Creador y refulge con Su gloria. 5Cristo es la extensión del Amor y de la belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él. 

Al igual como el Espíritu Santo se encuentra en nuestra Mente Una, Cristo es la extensión del Amor en el Hijo de Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo, representando la Santísima Trinidad, la expresión Plena de la Gloria de Dios. 

8. Bendito es el Hijo de Dios cuyo resplandor es el de su Padre, y cuya gloria él quiere compartir tal como su Padre la comparte con él. 2No hay condenación en el Hijo, puesto que no hay conde­nación en el Padre. 3Dado que el Hijo comparte el perfecto Amor del Padre, no puede sino compartir todo lo que le pertenece a Él, pues de otra manera, no podría conocer ni al Padre ni al Hijo. 4¡Que la paz sea contigo que descansas en Dios, y en quien toda la Filiación descansa! 

¡Qué así sea! 

miércoles, 29 de mayo de 2024

Capítulo 11. III. De las tinieblas a la luz.

 III. De las tinieblas a la luz. 

1. Cuando te sientas abrumado, recuerda que te has hecho daño a ti mismo. 2Tu Consolador te proveerá descanso, pues tú no pue­des proveértelo a ti mismo. 3No sabes cómo hacerlo porque si supieras nunca habrías podido sentirte abrumado. 4Si no te hicie­ras daño a ti mismo no podrías sufrir en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de Dios para Su Hijo. 5El dolor es algo ajeno a Él, ya que Él no sabe de ataques, y Su paz te rodea silenciosamente. 6Dios permanece en perfecta quietud, ya que en Él no hay con­flicto alguno. 7El conflicto es la raíz de todos los males, pues al ser ciego no ve a quien ataca. 8Siempre ataca, no obstante, al Hijo de Dios, y el Hijo de Dios eres tú. 

El ego culpa al azar, a las circunstancias, a los demás, de su desconsuelo, de su percepción de sufrimiento y dolor. Para deshacerse de esta creencia, de estos pensamientos que emanan de su mente, proyecta sobre el mundo que le rodea toda la rabia, toda la ira, todo el miedo que lo consume con una profunda insatisfacción.

El ego no conoce la paz verdadera, pues su sistema de pensamiento está basado en el miedo, en el temor. Piensa, que la paz que añora, se encuentra fuera de él, que deben ser los demás, las circunstancias, el azar, los que le provean de esa falsa paz. El conflicto está servido bajo esa ilusoria visión. Si en su mente no hay paz, jamás la encontrará fuera. 

2. El Hijo de Dios necesita ciertamente consuelo, pues no sabe lo que hace, al creer que su voluntad no es la suya. 2El Reino es suyo, y, sin embargo, vaga sin hogar. 3Aunque su hogar está en Dios se siente solo y, rodeado de hermanos, se siente sin amigos. 4¿Cómo iba a permitir Dios que esto fuese real, cuando Él no dispuso estar solo? 5Y si tu voluntad es la Suya, estar solo no puede ser verdad con respecto a ti porque no lo es con respecto a El. 

En el punto anterior, Jesús nos dice que el conflicto es la raíz de todos los males. Ese conflicto tiene su causa en la profunda y falsa creencia de que la voluntad del Hijo de Dios no es la Voluntad del Padre. Ya hemos visto a lo largo de las enseñanzas de este Curso, como el Hijo de Dios puede dormirse y creer que su sueño es verdad, pero jamás puede morir, pues su esencia es Eterna como la de Su Creador.

El Hijo de Dios necesita ser consolado, necesita ser guiado hacia el retorno a la verdad y, ese despertar, tan sólo se lo puede ofrecer el Espíritu Santo, es decir, cuando la corrección de la percepción falsa ilumine la Mente Una y se reconozca en la Unidad de la Filiación.

La voluntad del Hijo de Dios es Conocerse como heredero de los Atributos dispuestos por Su Creador, conocerse como un Dios Creador. 

3. ¡Ay, criatura de Dios, si supieses lo que Dios dispone para ti, tu gozo sería absoluto! 2Y lo que ÉI dispone ha ocurrido, pues siem­pre fue verdad. 3Cuando venga la luz y hayas dicho: "La Volun­tad de Dios es, la mía", verás una belleza tal que sabrás que no procede de ti. 4Como resultado de tu gozo crearás belleza en Su Nombre, pues tu gozo es tan incontenible como el Suyo. 5El mundo desolado e insignificante se desvanecerá en la nada, y tu corazón estará tan rebosante de alegría que de un salto se elevará hasta el Cielo, ante la Presencia de Dios. 6No puedo, describirte cómo será esto, pues tu corazón no está todavía listo. 7Puedo decirte, no obstante, y recordártelo a menudo, que lo que Dios dispone para Sí Mismo lo dispone para ti y lo que Él dispone para ti es tuyo. 

La efímera voluntad del ego no podrá evitar que la Mente Verdadera abra nuestros ojos a la luz, al entendimiento, permitiéndonos fundir nuestra olvidada voluntad a la Voluntad del Padre.

La ilusión del sueño en el que se ha sumido la consciencia del Hijo de Dios, es como una densa niebla que dificulta la Visión Verdadera. Pero cuando venga la luz y hayas dicho: “La Voluntad de Dios es, la mía”, será el instante santo en el que esa niebla se difuminará y percibiremos la grandeza de la Mente Una. 

4. El camino no es arduo, pero es muy diferente. 2El tuyo es el camino del dolor, de lo cual Dios no sabe nada. 3Ése es el camino que en verdad es arduo y muy solitario. 4El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. 5Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. 6Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. 7La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. 8¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? 9Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. 10Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado. 

La luz y el amor, proceden de Dios y Su Hijo es portador de ambos atributos.

La oscuridad y el miedo, proceden del ego y sus “creaciones” son portadores de dolor y sufrimiento.

El camino que andemos dependerá del invitado que ocupe nuestra mente. Si elegimos al Espíritu Santo, el camino nos conducirá a la paz y a la felicidad. Si elegimos al miedo, el camino nos conducirá a la tribulación y a la aflicción. 

5. Dios no le oculta nada a Su Hijo, aun cuando Su Hijo quiere ocultarse a sí mismo. 2El Hijo de Dios, no obstante, no puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y le dio la luz que refulge en él. 3Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía. 4Cuando vagas sin rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. 5Los compañeros siniestros y el camino tenebroso, no son más que ilusiones. 6Vuélvete hacia la luz, pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz tan espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. 7Pues tu Padre es tu Creador y tú eres como Él. 

Caminar en la luz, es caminar de la mano de nuestro Padre, la plena garantía de que nunca perderemos el rumbo que ha de conducirnos a nuestro verdadero Hogar. 

6. Las criaturas de la luz no pueden morar en la oscuridad, pues no hay oscuridad en ellas. 2No te dejes engañar por los consoladores siniestros, ni permitas que entren en la mente del Hijo de Dios, pues no tienen cabida en Su templo. 3Cuando te sientas tentado de negar a Dios recuerda que no hay otros dioses que puedas anteponer a Él, y acepta lo que Su Voluntad dispone para ti en paz, 4pues no la puedes aceptar de ninguna otra manera. 

El Hijo de Dios es una criatura de la luz. Elegir la oscuridad a la luz, es elegir una voluntad diferente a la de Su Creador. La luz y las tinieblas no pueden coexistir. Donde hay luz no hay oscuridad y donde hay oscuridad, hay ausencia de luz. Hacer la Voluntad del Padre es vivir en la luz, la única realidad verdadera. 

7. Sólo el Consolador de Dios puede darte consuelo. 2En la quietud de Su templo, Él espera para darte la paz que es tuya. 3Da de Su paz, para que puedas entrar en el templo y encontrarla allí esperándote. 4Mas sé santo en Presencia de Dios, o, de lo contra­rio, no sabrás que estás allí, 5pues lo que no es como Dios no puede entrar en Su Mente porque no fue Su Pensamiento y, por lo tanto, no es de Él. 6Y si quieres saber lo que es tuyo, tu mente tiene que ser tan pura como la Suya. 7Protege cuidadosamente Su tem­plo, pues Él Mismo mora allí en paz. 8No puedes entrar en la Presencia de Dios con los compañeros siniestros a tu lado, pero tampoco puedes entrar solo. 9Todos tus hermanos tienen que entrar contigo, ya que hasta que no los hayas aceptado, tú no podrás entrar. 10Pues no podrás entender lo que es la Plenitud a menos que tú mismo seas pleno, y ninguna parte del Hijo puede ser excluida si su deseo es conocer la Plenitud de su Padre. 

El camino que nos conduce al Padre, es el camino del amor, el único y verdadero. Ese camino no lo andamos solos. Nuestros hermanos en la Filiación son nuestros acompañantes. Tenemos un pacto de amor para garantizar que, juntos, alcanzaremos la meta de la salvación. 

8. Puedes aceptar en tu mente a la Filiación en su totalidad y ben­decirla con la luz que tu Padre le dio. 2Serás entonces digno de morar en el templo con Él, puesto que tu voluntad no es estar solo. 3Dios bendijo a Su Hijo para siempre. 4Si tú le bendices mientras estás en el tiempo, morarás en la eternidad. 5El tiempo no puede separarte de Dios si lo usas en favor de lo eterno. 

Te bendigo, hermano, y, bendigo a Dios, nuestro Padre.

Así sea.

martes, 28 de mayo de 2024

Capítulo 11. II. La invitación a curar.

 II. La invitación a curar. 

1. Si la enfermedad es separación, la decisión de curar y de ser curadores, por lo tanto, es el primer paso en el proceso de reconocer lo que verdaderamente quieres. 2Todo ataque te aleja de esto, y todo pensamiento curativo te lo acerca. 3El Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. 4Unir tener y ser es unir, tu voluntad a la Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti es Él Mismo. 5Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu perfecto entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. 6Mas cuando atacas a cualquier parte de Dios o de Su Reino tu entendimiento no es perfecto, y, por consi­guiente, pierdes lo que realmente quieres. 

En estado ego, nuestra mente es fiel a la creencia de que estamos separados de nuestro verdadero Creador y de Su Creación. Este estado de pensamiento da lugar a la enfermedad, pues la enfermedad es la percepción de la separación.

En estado Espíritu, nuestra mente es fiel a la creencia de que somos una Unidad en la Mente de nuestro Creador y de que formamos una Unidad en la Filiación Divina. Este estado de pensamiento da lugar a la curación, pues la curación es la percepción correcta de lo que somos. 

2. Curar, por lo tanto, se convierte en una lección de entendi­miento, y cuanto más la practicas mejor maestro y alumno te vuel­ves. 2Si has negado la verdad, ¿qué mejores testigos de su realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por ella? 3Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre ellos, pues estando dis­puesto a unirte a ellos es como te curarás. 4Todo milagro que obras te habla de la Paternidad de Dios. 5Todo pensamiento curativo que aceptas, proceda éste de un hermano o de tu propia mente, te enseña que eres el Hijo de Dios. 6En todo pensamiento hiriente que albergues, independientemente de donde lo percibas, yace la negación de la Paternidad de Dios y de tu relación filial con Él.  

Curar, es sanar la percepción errónea de estar separados. El tránsito de la percepción errada a la percepción verdadera, lleva consigo una lección de entendimiento. Dicho proceso forma parte del despertar de la consciencia, esto es, la Expiación que nos concede nuestra Mente Recta, el Espíritu Santo, permitiéndonos la comprensión de que somos los únicos soñadores de nuestros sueños. 

3. Y la negación es tan total como el amor. 2No puedes negar parte de ti mismo porque el resto parecerá estar separado de ti, y, por lo tanto, desprovisto de significado. 3Y al no tener significado para ti, no lo entenderás. 4Negar el significado de algo equivale a no comprenderlo. 5Únicamente puedes curarte a ti mismo porque únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. 6Tienes necesidad de ella porque no te entiendes a ti mismo, y por lo tanto, no sabes lo que haces. 7Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que realmente quieres. 

La visión que nos aporta el ego, es un mundo carente de significado, pues nos muestra un mundo carente de amor. La primera lección del Libro de Ejercicios nos enseña: “Nada de lo que veo, significa nada”. Ya hemos visto, que el objetivo de este Curso es ofrecernos el entrenamiento necesario para que nuestra mente recuerde la verdad de lo que somos.

El punto que estamos analizando, nos dice que “negar el significado de algo equivale a no comprenderlo”. Esta información parece contradecirse con el mensaje que nos ofrece la lección 1 del Libro de Ejercicios. Pero no lo hace, pues el único significado posible es el que nos ofrece lo verdadero, lo real, lo inmutable, lo eterno.

Las “creaciones” del ego, carecen de significado, pues son frutos de la percepción errónea, la que nos lleva a creer en un mundo separado de Su Fuente.

Las creaciones del Hijo de Dios, sí tienen significado. El único posible es que son portadoras de la verdad, la que se comparte con Su Creador. No podemos negar el significado de estas creaciones, pues de hacerlo estaríamos reconociendo que no comprendemos lo que somos y, por lo tanto, no comprendemos la naturaleza de Dios. 

4. La curación es señal de que quieres reinstaurar la plenitud. 2Y el hecho de que estés dispuesto ello elo que te permite oír-la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. 3Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. 4¿Qué podría haber que el Hijo de Dios no pudiese alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en él? 5Mas la invitación tiene que proceder de ti, pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu hués­ped, será quien morará en ti. 

Invitar al Espíritu Santo, a la Mente Recta, a nuestra morada, significa elegir servir a la Voluntad del Padre, que es nuestra única y verdadera voluntad. Significa que reconocemos a nuestra verdadera Paternidad. 

5. El Espíritu Santo no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la bienvenida, puesto que no sería oído. 2El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de extraños. 3Necesita tu protección, únicamente porque la atención que le prestas es señal de que deseas Su Compañía. 4Piensa como Él aunque sólo sea por un momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan resplandeciente que inundará tu mente para que Él se convierta en tu único Invitado. 5Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la bienvenida que le das al Espíritu Santo. 6Él no se ausentará, pero habrás hecho una alianza contra Él. 7Sea cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará. 8Puedes confiar plenamente en Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. 9Mas tú necesitas mucho más que paciencia. 

Este punto nos aproxima a una verdad que es como el verdadero Amor, no se puede explicar, tan solo se puede experimentar, para conocerlo. La presencia del Espíritu Santo en nuestra mente es eterna, pero lo hemos olvidado. El gesto de llamarlo, de invocarlo, es una demostración de que desconocemos su realidad, pues estamos olvidando de que nuestra verdadera esencia es Espiritual, lo que debe llevarnos a comprender, que es imposible que el Espíritu Santo se encuentre fuera de nosotros.

Tal vez, nuestra educación religiosa nos influya para pensar que Dios se encuentra fuera de nosotros. Pero esta interpretación procede de las enseñanzas del ego, que cree en la separación y que se cree su propio creador.

El Hijo de Dios está unido a Su Creador, pues es una extensión de Su Mente. 

6. No podrás descansar hasta que sepas cuál es tu función y la lleves a cabo, pues sólo en esto pueden estar completamente uni­das la Voluntad de tu Padre y la tuya. 2Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo a ti. 3Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su función se convirtió en la tuya. 4Invita este conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo pueda enturbiar. 5El Invitado que Dios te envió te enseñará cómo hacer esto sólo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a dejar que se expanda. 6No es necesario que estés enteramente dispuesto a ello porque Él lo está. 7Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará tanto que gustosamente dejarás que éste se expanda. 8Y mediante esta expansión, comenzarás a recordar la creación. 

Así es. 

7. ¿Qué prefieres ser, del ego o anfitrión de Dios? 2Aceptarás únicamente a aquel que invites. 3Eres libre de determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo ha de permanecer contigo. 4Mas esto no es auténtica libertad, pues depende todavía de cómo la consideres. 5El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no puede ayudarte a menos que tú se lo pidas. 6Y el ego no es nada, tanto si lo invitas a que entre como si no. 7La auténtica libertad radica en darle la bienvenida a la realidad, y de tus invi­tados, sólo él Espíritu Santo es real. 8Date cuenta, pues, de Quién mora en ti, reconociendo simplemente lo que ya se encuentra ahí, y no te conformes con consoladores imaginarios, pues el Conso­lador de Dios se encuentra en ti. 

Una nueva reafirmación en el mensaje que ha de aportarnos la certeza de lo que realmente somos. El Espíritu Santo actúa desde el Amor, es decir, respetando nuestra libertad. Debe ser nuestra voluntad, la que permita oír la Voz del invitado que Dios ha dispuesto para Su Creación. Esa pequeña dosis de voluntad que ha de llevarnos a elegir a quién preferir, al ego o a Dios.

lunes, 27 de mayo de 2024

Capítulo 11. I. Los regalos de la paternidad (2ª parte).

 I. Los regalos de la paternidad (2ª parte). 


7. ¿Cómo iba a ser posible que una parte de Dios estuviese excluida de Su Amor o que una parte de Su Amor pudiese ser restringida? 2Dios es tu patrimonio porque Su único regalo es Él Mismo. 3¿De qué otra manera podrías dar, salvo como Él da, si quieres saber cuál es el regalo que Él te hizo? 4Da, pues, sin límites ni mesura, para que te des cuenta de cuánto te ha dado Él. 5Tu capacidad para aceptar a Dios depende de que estés dispuesto a dar como Él da. 6Tu paternidad y tu Padre son uno. 7La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. 8De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad emana de la Suya. 9Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él. 

¿Qué mejor manera de conocer la dicha que siente el Padre al crear a Su Hijo, que creando como Él nos ha creado? Amar como Él nos Ama, nos llevará a la certeza de que somos Uno con Su Mente. 

8. No sabes, no obstante, lo que tu voluntad dispone. 2Eso no es extraño si te percatas que negar equivale a "no saber". 3La Volun­tad de Dios es que tú eres Su Hijo. 4Al negar esto, niegas tu propia voluntad, y, por lo tanto, no puedes saber lo que es. 5Debes pre­guntar cuál es la Voluntad de Dios con respecto a todo porque Su Voluntad es también tu voluntad. 6Tú no sabes lo que es, pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti. 7Pregúntale, por lo tanto, cuál es la Voluntad de Dios para ti, y Él te dirá cuál es la tuya. 8No se puede hacer demasiado hincapié en el hecho de que tú no lo sabes. 9Siempre que lo que el Espíritu Santo te diga aparente ser una coacción, es únicamente porque no has reconocido tu voluntad. 

El ego ha negado la verdadera Voluntad, pues ha negado la Existencia de Dios, la verdadera Paternidad del Hijo de Dios. Ha sustituido esa Voluntad por el deseo de sentirse su propio creador. Ese deseo le lleva a creerse especial y separado del resto de la humanidad y sus iniciativas, inspiradas en el miedo, tan sólo dan lugar a circunstancias que le llevan a experimentar el sufrimiento y el dolor.

El Espíritu Santo responderá a nuestra pregunta cuando, desde el corazón, busquemos conocer cuál es nuestra voluntad. Esa voluntad no es diferente a la de nuestro Creador. Y dicha Voluntad es que nos conozcamos en la verdad que somos: Su Hijo bien amado. 

9. La proyección del ego hace que la Voluntad de Dios parezca ser algo externo a ti, y, por lo tanto, que no es tu voluntad. 2De acuerdo con esta interpretación parece que fuese posible que la Voluntad de Dios y la tuya estuviesen en conflicto. 3Dios, pues, parece exigirte algo que tú no le quieres dar, privándote así de lo que anhelas. 4¿Cómo iba a ser posible que Dios, que sólo desea lo que es tu voluntad, fuese capaz

de eso? 5Tu voluntad es Su vida, que Él te ha dado. 6Ni siquiera en el tiempo puedes vivir sepa­rado de Él. 7Dormir no es estar muerto. 8Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir. 9La inmortalidad es Su Voluntad para Su Hijo y la voluntad de Su Hijo para sí. 10El Hijo de Dios no puede disponer la muerte para sí mismo porque su Padre es Vida y Su Hijo es como Él. 11La creación es tu voluntad porque es Su Voluntad. 

Este punto, hace referencia a un aspecto importante de la Enseñanza que nos transmite el Curso. El Hijo de Dios es eterno y no puede morir. La muerte es un pensamiento erróneo procedente del sistema de pensamiento del ego. Lo que el ego llama muerte, forma parte del sueño de muerte que se produce mientras que nos encontremos dormidos. “Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir”. 

10. No puedes ser feliz a menos que hagas lo que realmente es tu voluntad, y esto no se puede cambiar porque es inmutable. 2Es inmutable porque es la Voluntad de Dios y la tuya, pues de otro modo Su Voluntad no podría extenderse. 3Tienes miedo de saber cuál es la Voluntad de Dios porque crees que no es la tuya. 4Esta creencia es lo que da lugar a la enfermedad y al miedo. 5Todo síntoma de enfermedad y de miedo emana de ella porque es la creencia que hace que no quieras saber. 6Al creer esto te ocultas en la oscuridad, negando que la luz se encuentre en ti. 

Hacer la Voluntad de Dios es reconocer que somos Su Hijo, que somos inmortales, impecables, inocentes y puros, que formamos una Unidad con Él y Su Filiación. En esta certeza, radica nuestra felicidad. Esa es nuestra voluntad y, como tal, debemos contribuir en su extensión. 

11. Se te pide que confíes en el Espíritu Santo únicamente porque Él habla por ti. 2Él es la Voz que habla por Dios, pero nunca olvi­des que Dios no dispuso estar solo. 3Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone. 4Recuerda siempre que lo que Dios da, Él lo conserva, de modo que nada que ÉI dé puede contradecirle. 5que compartes Su Vida, tienes que compartirla para poder conocerla, pues compartir es conocer. 6Bienaventurado tú que estás aprendiendo que oír la Voluntad de tu Padre es conocer la tuya. 7Pues tu voluntad es ser como Él, Cuya Voluntad es que así sea. 8La Voluntad de Dios es que Su Hijo sea uno y que esté unido a Él en Su Unicidad. 9Por eso es por lo que la curación representa el inicio del reconocimiento de que tu voluntad es la Suya. 

Hermosa lección la que se recoge en este punto: “Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone”. Es la fuerza del Amor Incondicional la que Dios comparte con Su Hijo. Ese Amor se comparte, pero no se impone.

Si lo aplicamos a las relaciones de amor de nuestro mundo, estaremos haciendo la Voluntad del Padre, la Voluntad del Cielo, en la Tierra. Es la única vía para experimentar la Paz y la Felicidad que Dios nos regala en cada instante de nuestra existencia.