domingo, 10 de marzo de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 70

LECCIÓN 70

Mi salvación procede de mí.

1. Toda tentación no es más que una variante de la tentación básica de no creer la idea de hoy. 2La salvación parece proceder de cualquier parte excepto de ti. 3Lo mismo se puede decir del origen de la culpabilidad. 4Tú no crees que la culpabilidad y la salvación estén en tu mente y sólo en tu mente. 5Cuando te des cuenta de que la culpabilidad es sólo una invención de la mente, te darás cuenta también de que la culpabilidad y la salvación tienen que encontrarse en el mismo lugar. 6Al entender esto te salvas.

2. El aparente costo de aceptar la idea de hoy es el siguiente: significa que nada externo a ti puede salvarte ni nada externo a ti puede brindarte paz. 2Significa también que nada externo a ti te puede hacer daño, perturbar tu paz o disgustarte en modo alguno. 3La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te corresponde estar por razón de lo que eres. 4No es éste un papel que se pueda aceptar parcialmente. 5Y seguramente habrás comenzado a darte cuenta de que aceptarlo es la salvación.

3. Es probable, no obstante, que aún no esté claro para ti por qué razón reconocer que la culpabilidad está en tu propia mente con­lleva asimismo darte cuenta de que la salvación está allí también. 2Dios no habría puesto el remedio para la enfermedad donde no te pudiese servir de nada. 3Así es como funciona tu mente, pero no la Suya. 4Él quiere que sanes, y por eso mantiene la Fuente de la curación allí donde hay necesidad de curación.

4. Tú has tratado de hacer justamente lo contrario, intentando por todos los medios, no importa cuán distorsionados o extrava­gantes, separar la curación de la enfermedad a la que estaba des­tinada, conservando de este modo la enfermedad. 2Tu propósito ha sido asegurarte de que la curación no tuviese lugar. 3El propó­sito de Dios ha sido asegurarse de que sí tuviese lugar.

5. Nuestra práctica de hoy consiste en darnos cuenta de que la Voluntad de Dios y la nuestra coinciden completamente en esto. 2Dios quiere que sanemos, y nosotros no queremos realmente estar enfermos, pues eso no nos hace felices. 3Al aceptar la idea de hoy, por lo tanto, estamos en realidad de acuerdo con Dios. 4Él no quiere que estemos enfermos. 5Nosotros tampoco. 6Él quiere que nos curemos. 7Nosotros también.

6. Hoy estamos listos para dos sesiones de práctica largas, cada una de las cuales debe tener una duración de diez a quince minu­tos. 2Dejaremos, no obstante, que seas tú quien decida cuándo llevarlas a cabo. 3Seguiremos esta norma en varias de las leccio­nes sucesivas, por lo que una vez más sería mejor que decidieses de antemano la mejor hora para llevar a cabo cada una de las sesiones de práctica y que luego te adhirieses lo más fielmente posible al horario establecido.

7. Empieza estas sesiones de práctica repitiendo la idea de hoy, añadiendo una afirmación en la que se vea expresado tu recono­cimiento de que la salvación no procede de nada externo a ti. 2Podrías, por ejemplo, decir lo siguiente:

3Mi salvación procede de mí. 4No puede proceder de nin­guna otra parte.

5Dedica después varios minutos, con los ojos cerrados, a revisar algunas de las fuentes externas en las que en el pasado buscaste la salvación: en otra gente, en posesiones, en diversas situaciones y acontecimientos, y en conceptos de ti mismo que intentaste con­vertir en realidad. 6Reconoce que la salvación no se encuentra en nada de eso, y dite a ti mismo:

7Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas cosas.
8Mi salvación procede de mí, y sólo de mí.

8. Trataremos ahora nuevamente de llegar a la luz en ti, que es donde realmente se encuentra tu salvación. 2No puedes encon­trarla en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando. 3No está ahí. 4Está más allá de las nubes, en la luz que se encuentra tras ellas. 5Recuerda que tienes que atravesar las nubes antes de poder llegar a la luz. 6Pero recuerda también que jamás encontraste nada que fuese duradero o que realmente qui­sieras en los tapices de nubes que te imaginabas.

9. Puesto que todas las ilusiones de salvación te han fallado, segu­ramente no querrás quedarte en las nubes buscando en vano ído­los falsos, cuando te sería tan fácil llegar hasta la luz de la verdadera salvación. 2Trata de ir más allá de las nubes utilizando cualquier medio que te atraiga. 3Si te resulta útil, piensa que te estoy llevando de la mano, y que te estoy guiando. 4Y te aseguro que esto no será una vana fantasía.10. Para las sesiones de prácticas cortas y frecuentes de hoy, recuér­date a ti mismo que la salvación procede de ti y que nada, salvo tus propios pensamientos, puede impedir tu progreso. 2Estás libre de toda interferencia externa. 3Estás a cargo de tu salvación. 4Estás a cargo de la salvación del mundo. 5Di, entonces:

6Mi salvación procede de mí.
7No hay nada externo a mí que me pueda detener.
8En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia.


¿Qué me enseña esta lección?

Esta afirmación define un hecho que es real, pues toda "causa" se encuentra en mi mente. Tanto la verdad, como el error, encuentran su fuente en ella y nosotros elegimos servir a una u a otro.

Cuando nos encontramos identificados con la conciencia de separación característica del ego, proyectamos fuera nuestras necesidades internas. De este modo, cuando sentimos miedo, buscamos la protección en los demás; cuando sentimos dolor, sufrimiento o enfermedad, buscamos en el exterior a la persona que sea capaz de calmarnos y curarnos. Pensamos que no existe relación alguna entre esos sentimientos y nuestros pensamientos.

Sin embargo, cuando adoptamos la consciencia de unidad, cuando nos regocijamos en el amor, comprendemos que el verdadero poder reside en nuestro interior.

Conoceremos que la causa de todo lo que se manifiesta en nuestro mundo, responde a la emanación de un pensamiento.

Nuestra salvación se encuentra en la unidad de nuestra mente.

Desde pequeños, nos preparan para que busquemos fuera de nosotros la fuente que ha de alimentarnos, que ha de protegernos, que ha de guiarnos, que ha de aportarnos felicidad y dicha.

Mientras que hemos permanecido en el vientre de nuestra madre, hemos mantenido una comunicación directa con ella. Nos ha alimentado, nos ha protegido, nos ha dado calor, no ha mantenido en un “paraíso”, aunque no hemos sido consciente de ello. Este estado propio de la fecundación, es una recapitulación del estado en el que nos encontrábamos antes de creernos separados de nuestro Creador.

El nacimiento físico, lo podemos asemejar a ese momento ancestral en el que el Hijo de Dios adquiere la conciencia individual y se desconecta de la comunicación directa que caracteriza el pasaje del “Paraíso Terrenal”. La expulsión alegórica, tal y como nos lo describe la Biblia, nos ha llevado a creer que, nuestro Creador, nos castiga por haber desobedecido su mandato de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

El recién nacido, desde que es parido por su madre, se enfrenta a un mundo inhóspito en el que requiere recibir una respuesta desde el exterior para cubrir sus instintos básicos. Sus necesidades biológicas deben ser satisfechas para garantizar su supervivencia.

La visión del mundo material y esa necesidad de recibir, se postula como una línea vital del pensamiento del ego, y se institucionaliza en nuestro código mental, de tal modo, que, nuestra existencia, en general, y nuestra felicidad, en particular, está en manos de los demás.

Esta lección viene a recordarnos que esa creencia es errónea y debe dar paso a una creencia verdadera, la cual, nos despierte a la realidad que somos, un ser espiritual, pleno y permanentemente unido a Su Hacedor, en el Cual, se encuentra Su Fuente de Existencia.

Este paso de transición de una conciencia de separación, a una consciencia de unicidad, nos lleva a la conquista de un estado que podemos llamar "endiosamiento", o lo que es lo mismo, la certeza de que somos el Hijo de Dios.


Ejemplo-Guía: ¿A quién hemos cedido el poder de nuestra salvación?

Esta cuestión, que hemos empleado como ejemplo-guía, nos ayudará a tomar consciencia de la enseñanza que nos ofrece esta lección. Nos permitirá, por un lado, identificar cómo es un hábito adquirido en nuestras vidas, el depositar el poder de que seamos o no felices, en manos de los demás, es decir, comprenderemos la dinámica que nos lleva a sentirnos "víctimas" de aquello que nos sucede en nuestro deambular humano, cuando en realidad, no son los demás los que tienen ese empoderamiento, salvo que nosotros se lo permitamos.

Un ejemplo nos ayudará a entender lo que aportamos.

"Mis padres son muy severos y muy exigentes. Les tengo mucho miedo. Nada de lo que hago les parece bien y siempre me están reprochando lo que hago y diciéndome que no valgo para nada.

 Hago, todo lo posible para ganarme su agradecimiento, para que reconozcan que sí sirvo para muchas cosas. Pero por mucho que lo intento, nunca consigo unas palabras de reconocimiento, ni tan siquiera una sonrisa de aprobación.

Ahora ya soy mayor y tengo edad para enfrentarme a la vida, pero cada vez que me enfrento a unas circunstancias en las que tengo que integrarme en la sociedad, siempre doy un paso atrás, pues, en mi interior, tengo miedo a que me rechacen y me recriminen de que soy torpe y estúpido. Cada vez estoy más marginado y me siento más solo".

Se trata de una vivencia, desgraciadamente, muy reconocible y que sin duda deja mucho resentimiento en nuestro interior. Podemos apreciar, cómo desde una primera fase, se nos traslada un código de aprendizaje basado en el desamor, en la separación, en el castigo y en la culpa. Esa amalgama de sentimientos, van calando en nuestra mente hasta tal punto que se convierten en una forma de afrontar la vida. Lo que hago, lo hago, no porque me guste, sino para que le guste a los demás. Así, la felicidad, que es un estado innato del Ser, se proyecta sobre el "otro" y le otorgamos el poder de aportarnos respuestas que puedan ser portadoras de felicidad o no.

En nuestro ejemplo, este chico, se ve como una víctima de la educación recibida, pero en verdad, él elige en todo momento adaptar su comportamiento a las exigencias que percibe en el exterior. No voy a entrar en un análisis profundo que nos permitiría comprender el por qué y el para qué, ese chico ha elegido vivir en una familia con unos padres con esas características, pero lo que sí vamos a recalcar es, que en la medida en que decidamos dejar de ser víctimas para asumir el verdadero papel de co-creadores, en esa medida, dejaremos de ceder el poder de dirigir nuestras vidas a los demás y nos convertiremos en nuestros propios directores de orquesta.

Dejemos la mente “antigua” a un lado, sí, esa parte de nuestra mente que nos mantiene ciegos a la realidad. Obsérvate. Cierra los ojos y busca la quietud en el presente. Relaja tu mente y busca en los archivos de tu memoria una anécdota en la que te veas relacionándote con el mundo. No tardarás en identificar una experiencia semejante, pues estamos fabricando, permanentemente, infinidad de ellas.

Observa cómo te sientes cuando recibes de los demás una respuesta. ¿Atacas? ¿Asumes? ¿Aceptas? ¿Afirmas? ¿Niegas? ¿Te reprimes? ¿Te ocultas? ¿Te alegras?

Ahora contesta, ¿quién es el que tiene esas sensaciones? Sí, en efecto, eres tú, siempre eres tú, aunque a veces, muchas veces, te pase inadvertido. Párate aquí, pues este es el momento clave, en el que tomas consciencia de que nadie externo a ti, puede hacer que te sientas de una manera u otra. Siempre, en todos los momentos de tu vida, eres tú, el que decide sentir de una manera u otra.

Puedes estar viendo una película de cine, acompañado de tu amig@; ambos estáis, uno junto al otro, viendo la misma película. Ante una escena en particular, uno de los dos se emociona, pero el otro, no lo hace. Al final de la película, le preguntamos a ambos qué tal le ha parecido el film. Uno se ha metido tanto en el papel del protagonista, que sus ojos brillan como causa de la emoción. El otro, expresa que se ha aburrido de lo lindo. ¿Quién ha tomado la decisión? La vida es como una película. No son las escenas las que nos producen un tipo de sentimiento u otro, somos nosotros los que elegimos ese sentimiento.

La cuestión es, ¿de quién depende tu salvación?

Reflexión: Cuando juzgas, ¿dónde se encuentra la condena, en el acto que percibes o en tu modo de verlo y/o juzgarlo?

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