viernes, 4 de octubre de 2024

Capítulo 15. EL INSTANTE SANTO. I. Los dos usos del tiempo (1ª parte).

 Capítulo 15

EL INSTANTE SANTO

 

I. Los dos usos del tiempo (1ª parte).

1. ¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocu­paciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? 2Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más. 3El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. 4Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedi­cado que sólo aprendas de Él. 5Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo en el que aprender.

Cuando utilizamos el poder heredado de nuestro Padre, el poder creador, el tiempo no existe tal y como lo concebimos actualmente con la visión del sistema de pensamiento del ego. Causa y Efecto forman una unidad y se manifiestan en un mismo instante y perduran eternamente.

La creación del Hijo de Dios, da testimonio de ese instante eterno. La causa, la Mente de Dios. El efecto, Su Pensamiento, el cual dio lugar a Su Hijo.

La enseñanza del Espíritu Santo adquiere esa misma cualidad creadora y cuando se produce, experimentamos el Instante Santo.

En el Cielo, el tiempo no existe. Tan sólo existe en el mundo material, donde el tiempo, da un sentido temporal a la ley de causa y efecto. Pongamos un ejemplo que nos ayude a la comprensión de lo que decimos.

La semilla, es la causa que da origen al fruto, esto es, al efecto. Pero su manifestación requiere de todo una cronología de acontecimientos que completan el ciclo. La semilla debe contar con una tierra propicia para su crecimiento y para favorecer que se convierta en una planta con capacidad para dar sus frutos.

El modo de enseñar del tiempo, tal y como se recoge en este punto, es ayudarnos a aprender a gozar de perfecta calma y sosiego. Este aprendizaje se produce en el instante presente, en el instante eterno, cuando ponemos el tiempo, es decir, el aprendizaje en manos del Espíritu Santo.

Si elegimos como maestro al ego, el tiempo de aprendizaje estará sujeto al proceso cronológico que he referido en el ejemplo de la semilla. Requeriremos que pasen las fases, lo que favorecerá que el camino sea más largo y riguroso.

Como bien expresa este apartado, el Maestro de Dios debe seguir las enseñanzas del Espíritu Santo y hacer de cada instante, una acción creadora, un Instante Santo.

2. La razón del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se encuentran en un futuro remoto. 2Sin embargo, no es así, 3pues el Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él. 4Él tiempo es Su amigo a la hora de enseñar. 5No causa deterioro en Él como lo hace en ti. 6Todo el deterioro que el tiempo parece ocasionar se debe únicamente a tu identificación con el ego, que se vale del tiempo para reforzar su creencia en la destrucción. 7El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del obje­tivo y del final del aprendizaje. 8Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. 9Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin.

Si reflexionamos sobre el modo en el que aprendemos en la vida, seguro que encontraremos diferencias en las vías de aprendizaje elegidas. Igualmente, descubriremos, que la más frecuente de esas vías, es la proporcionada por el ego.

Pongo un ejemplo de lo que quiero compartir: aprendiendo a relacionarme con los demás.

En esta experiencia de aprendizaje, podemos elegir ver al otro como alguien ajeno a nosotros y como fruto de esa visión basada en la creencia en la separación, decido ponerme a la defensiva a la hora de relacionarme con esa persona y juzgo su manera de ser desde mi propia visión (miedo a amarlo), lo que propicia la falta de entendimiento entre las partes. La falta de amor es sustituida por el miedo, lo que nos lleva a experimentar dolor y sufrimiento. Nuestras actuaciones desencadenan efectos que despertarán sentimientos de culpa, lo que a su vez, nos impulsará a redimir nuestros errores. Esta secuencia, en el tiempo, se prolonga, hasta que nuestra consciencia elige ver de otra manera la vivencia de relación y dejando de juzgar al otro desde nuestra visión dual. El perdón es la mejor medicina para sanar ese síndrome que nos amenaza con extenderse interminablemente.

Si elegimos la vía de aprendizaje del Espíritu Santo, dejaremos en Sus manos, igualmente, el modo en cómo recibir el mensaje de su enseñanza. Puede ser una lectura espiritual, el contenido de una charla en la que participamos como oyente, incluso, el impacto que se produce en nuestra consciencia cuando leemos un eslogan publicitario anunciado en un tablón. Lo cierto es, que, independientemente del modo en cómo se manifiesta su mensaje, nuestra mente sintonizará con Su Enseñanza y, en un instante, nuestros ojos, que antes permanecían cerrados, se abrirán, viendo con total nitidez, que el único modo de llevar paz a nuestra relación con los demás, es permitiendo que esa paz forme parte de nuestro interior, de nuestro corazón. El tiempo se colapsa, cuando nuestra mente se pone al servicio del Espíritu Santo, pues nos libera de las secuencias temporales que exigen la culpa y el juicio, para ser trascendidas.

3. El ego es un aliado del tiempo, pero no un amigo. 2Pues descon­fía tanto de la muerte como de la vida, y lo que desea para ti, él no lo puede tolerar. 3Él ego te quiere ver muerto, pero él no quiere morir., 4El resultado de esta extraña doctrina no puede ser otro, por lo tanto, que el de convencerte de que él te puede perseguir más allá de la tumba. 5al no estar dispuesto a que ni siquiera en la muerte encuentres paz, te ofrece inmortalidad en el infierno. 6Te habla del Cielo, pero te asegura que el Cielo no es para ti. 7Pues, ¿qué esperanzas pueden tener los culpables de ir al Cielo?

El ego es el hijo del hombre, que ha elegido el miedo, en sustitución del Amor. Su sistema de pensamiento está basado en la percepción, la cual, a su vez, se erige por la creencia en la separación. Sin dicha creencia, el ego, no existiría, y todos sus argumentos están teñidos por el tinte de la dualidad y de la temporalidad. Sabe que su existencia es efímera, lo que le lleva a utilizar la idea de la muerte como uno de sus más firmes pilares para dar credibilidad a su falsa identidad. La muerte le lleva a negar la realidad de la vida y, sin embargo, siente un profundo temor por la muerte, pues el significado que le otorga, es su propio final.

El ego sueña con ser inmortal, pero su sistema de pensamiento, niega dicha posibilidad, pues ante la percepción del deterioro temporal del cuerpo, deduce que dicha inmortalidad ha de encontrarse en el infierno, que no es más que el lugar ilusorio donde purgar sus pecados. 

jueves, 3 de octubre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (5ª parte).

 XI. La prueba de la verdad (5ª parte).

13. Sólo aquellos que reconocen que no pueden saber nada a menos que los efectos del entendimiento estén con ellos, pueden realmente aprender. 2Para lograrlo tienen que desear la paz, y nada más. 3Siempre que crees que sabes, la paz se aleja de ti porque has abandonado al Maestro de la paz. 4Siempre que reconoces que no sabes, la paz retorna a ti, pues has invitado al Espí­ritu Santo a que retorne, al haber abandonado al ego por Él. 5No acudas al ego para nada. aEso es lo único que necesitas hacer. 6El Espíritu Santo, por Su Propia iniciativa, ocupará toda mente que, de esta manera, le haga sitio.

El saber del ego está contaminado por el virus de la creencia en el pecado y en la culpa, por lo que, sus enseñanzas, jamás nos podrán aportar paz.

Por esa razón, este punto nos invita a cambiar nuestra creencia en que sabemos lo que hay que hay que aprender. 

14. Si quieres paz tienes que abandonar al maestro del ataque. 2El maestro de la paz nunca te abandonará. 3Tú puedes apartarte de Él, pero Él jamás se apartará de ti, pues la fe que tiene en ti es Su entendimiento. 4Dicha fe es tan firme como la que tiene, en Su Creador, y Él sabe que tener fe en Su Creador incluye necesaria­mente tener fe en Su creación. 5En esta consistencia reside Su santidad a la que Él no puede renunciar, pues no es Su Voluntad hacerlo. 6Teniendo siempre presente tu perfección, Él le da el don de la paz a todo aquel que percibe la necesidad que tiene de ella y que desea alcanzarla. 7Hazle sitio a la paz, y ésta vendrá 8Pues el entendimiento se encuentra en ti, y la paz procede inevitablemente de él.

¿Cómo podemos hacer sitio a la paz, para que forme parte de nuestra vida? 

Por mi mismo, no puedo saber la respuesta, pues la escuela de pensamiento del ego, no me aporta el saber correcto para conseguirlo. Todo lo contrario, sus lecciones tan sólo consiguen alejarme de la respuesta correcta.

Pediré al Espíritu Santo que me muestre la respuesta correcta, pues el único impulso que me guía a ello es desear la paz. Si mi voluntad no fuese la paz, jamás conseguiría ver las circunstancias dónde poder sembrar esa voluntad-semilla. Esas circunstancias nos la ofreceré el Espíritu Santo, propiciando el escenario adecuado para que podamos compartir esa paz y hacer que se extienda por doquier.

15. El poder de Dios, de donde el entendimiento y la paz emanan, es tan tuyo como Suyo. 2Tú crees que no conoces a Dios única­mente porque sólo es imposible conocerlo. 3Mas si contemplas las obras imponentes que Él hará a través de ti, te convencerás de que las hiciste a través de Él. 4Es imposible negar la Fuente de unos efectos que son tan poderosos que es imposible que proce­dan de ti. 5Hazle sitio Él, y te encontrarás tan lleno de poder que nada podrá prevalecer contra tu paz. 6Y ésta será la prueba por la que reconocerás que has entendido. 

"Por sus obras los conoceréis" 

Las obras del ego, todas llevan el mismo sello, el del miedo. En cambio, las obras de Dios, se reconocen porque se expanden como la fuerza del Amor.

En nuestro actual estado de conciencia, nos resultará fácil reconocer las obras procedentes del sistema de pensamiento del ego, pues, al ser efectos del miedo, todas ellas, nos llevarán a experimentar la ausencia de paz.

Cuando abandonemos la escuela del ego y en su lugar elijamos la escuela del Espíritu Santo, nuestras obras tendrán como fruto la expansión de la paz, y ello será la muestra de nuestro reconocimiento como Hijo de Dios.  

miércoles, 2 de octubre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (4ª parte).

 XI. La prueba de la verdad (4ª parte).

10. Aquel que te ha liberado del pasado quiere enseñarte que estás libre de él. 2Lo único que Él desea es que aceptes Sus logros como tuyos porque los logró para ti. 3Y por tal razón, son tuyos. 4Él te ha liberado de lo que fabricaste. 5Puedes negarle, pero no puedes invocarle en vano. 6Él siempre da Sus regalos en substitución de los tuyos. 7Él quiere que Su resplandeciente enseñanza se arrai­gue con tal firmeza en tu mente, que ninguna lección tenebrosa de culpabilidad pueda morar en lo que Él ha santificado con Su Presencia. 8Dale gracias a Dios de que Él esté ahí y de que obre a través de ti. 9Pues todas Sus obras son tuyas. 10ÉI te ofrece un milagro por cada uno que le dejes obrar a través de ti.

Terminábamos la reflexión anterior, diciendo que el fruto que obtendremos al mirar con ojos nuevos, será la paz. Ese será el regalo de nuestro milagro, el logro que habremos alcanzado eligiendo caminar con el Espíritu Santo

11. El Hijo de Dios será siempre indivisible: 2De la misma manera en que somos uno solo en Dios, así también aprendemos cual uno solo en Él. 3El Maestro de Dios se asemeja tanto a Su Creador como el Hijo al Padre, y, a través de Su Maestro, Dios proclama Su Unicidad y la de Su Hijo. 4Escucha en silencio, y no le levantes la voz. 5Pues Él enseña el milagro de la unicidad, y ante Su lección la división desaparece. 6Enseña como Él aquí, y recordarás que siempre has creado como tu Padre. 7El milagro de la creación nunca ha cesado, pues lleva impreso sobre sí el sello sagrado de la inmortalidad. 8Esto es lo que la Voluntad de Dios dispone para toda la creación, y toda la creación se une para disponer lo mismo.

Sin tan solo creyésemos que el Hijo de Dios es indivisible, las trompetas de los Querubines que custodian las puertas del Cielo, proclamarían nuestra salvación. La Visión Crística nos enseña esta verdad. El Hijo de Dios es uno solo en Dios.

¿Cómo podríamos ver a nuestros hermanos separados de nosotros?

12. Aquellos que nunca se olvidan de que no saben nada, y que finalmente están dispuestos a aprenderlo todo, lo aprenderán. 2Pero mientras confíen en sí mismos, no aprenderán. 3Pues habrán destruido su motivación de aprender pensando que ya saben. 4No creas que sabes nada hasta que pases la prueba de la paz perfecta, pues la paz y el entendimiento van de la mano y nunca se les puede encontrar aparte. 5Cada uno de ellos trae con­sigo al otro, pues la ley de Dios es que no estén separados. 6Cada uno es causa y efecto del otro, de forma tal que donde uno de ellos está ausente, el otro no puede estar.

Desaprender lo aprendido, es una invitación a dejar de seguir el sistema de pensamiento del ego, pues sus enseñanzas están basadas en la falsa creencia de la separación, por lo que, el resultado de dichas enseñanzas, no nos aportará el logro que realmente alcanzar, la paz, pues, este logro tan sólo se alcanza cuando nuestras creencias sirven al amor.

martes, 1 de octubre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (3ª parte).

XI. La prueba de la verdad (3ª parte).

7. Tú no puedes ser tu propio guía hacia los milagros, pues fuiste tú el que hizo que fuesen necesarios. 2debido a ello, se te prove­yeron los medios con los que puedes contar para que se produz­can los milagros. 3El Hijo de Dios no puede inventar necesidades que Su Padre no pueda satisfacer sólo con que se dirija a Él leve­mente. 4Mas Él no puede forzar a Su Hijo a que se dirija a Él y seguir siendo Él Mismo. 5Es imposible que Dios pueda perder Su Identidad, ya que si la perdiese, tú perderías la tuya. 6Y dado que Su Identidad es la tuya, Él no puede cambiar lo que Él es, pues tu Identidad es inmutable. 7El milagro reconoce la inmutabilidad de Dios al ver a Su Hijo, como siempre ha sido, y no como lo que él quiere hacer de sí mismo. 8El milagro produce efectos que sólo la inocencia puede producir, y así, establece el hecho de que la inocencia es real.

En este punto, se nos confirma una de las características esenciales del Amor, la inmutabilidad.

Si Dios pudiese forzar a Su Hijo a que se dirija a Él, estaría alterando la esencia característica del Amor, la cual se basa en el Principio de la Libertad. Esa "interferencia", aún siendo en beneficio del Hijo, modificaría su verdadero Ser, y como consecuencia de ello, dada la Unidad que comparte con Su Padre, dicha modificación ser vería reflejada, igualmente, en Él.

Dios Conoce a Su Hijo, pues se conoce a Sí Mismo. Tan sólo aguarda que Su Hijo despierte y reconozca que todo ha sido un sueño.

8. Tú que tan aferrado estás a la culpabilidad y tan comprometido a seguir así, ¿cómo ibas a poder establecer por tu cuenta tu ino­cencia? 2Eso es imposible. 3Asegúrate, no obstante, de que estás dispuesto a reconocer que es imposible. 4Lo único que limita la dirección del Espíritu Santo es que crees que puedes estar a cargo de una pequeña parte de tu vida o que puedes lidiar con ciertos aspectos de ella por tu cuenta. 5De esta manera, quieres convertir al Espíritu Santo en alguien que no es confiable, y valerte de esta imaginaria inconfiabilidad como una excusa para ocultar de Él ciertas lecciones tenebrosas que has aprendido. 6Y al así limitar la dirección que deseas aceptar, eres incapaz de depender de los milagros para que resuelvan todos tus problemas.

La culpabilidad oscurece nuestra inocencia. Consecuente con la falsa creencia del pecado, se nos antoja imposible, vernos tal y como somos, puros e impecables. Tan sólo el camino del perdón, nos abrirá las puertas que nos permitirá gozar de la paz.

En realidad, se trata de establecer un nuevo diálogo con nuestra mente y pedirle que sintonice el canal que nos permita comunicarnos con el Espíritu Santo, pues sintonizar su frecuencia hará que la Expiación nos ilumine el verdadero camino hasta la salvación.

9. ¿Crees que el Espíritu Santo se negaría a darte lo que quiere que tú des? 2No tienes ningún problema que Él no pueda resol­ver ofreciéndote un milagro. 3Los milagros son para ti. 4todo miedo, dificultad o dolor que tengas ya ha sido des-hecho. 5Él los ha llevado todos ante la luz, al haberlos aceptado por ti y haber reconocido que nunca existieron. 6No hay ninguna lección tene­brosa que Él no haya iluminado ya por ti. 7Las lecciones que quieres enseñarte a ti mismo, Él ya las ha corregido. 8No existen en Su Mente en absoluto. 9Pues el pasado no ejerce ningún con­trol sobre Él ni sobre ti. 10Él no ve el tiempo como lo ves tú. 11Y cada milagro que te ofrece corrige el uso que haces del tiempo, y lo pone a Su servicio.

Si nuestra mente alberga el recuerdo de un pasado tintado de dolor, sufrimiento y culpa, como consecuencia de haber cometido acciones faltas de amor, no podremos evitar que cada nuevo día de nuestra vida, ese dolor y sufrimiento sea revivido, aportándonos un profundo pesar e impidiéndonos que gocemos de un instante de paz.

¿Qué nos impide superar ese pasado? ¿Qué nos impide dejar de sufrir? 

La respuesta, no es otra que nuestra negativa a dejar el pasado donde está, es decir, a dejar de hacerlo real en nuestro presente, pues ese pasado, ya pasó, y cada presente, es una nueva oportunidad para sanarlo.

Tan sólo el perdón puede llevarnos a la liberación de las culpas que nos oprimen por acciones pasadas. El perdón bien aplicado empieza por uno mismo, pues no podemos dar lo que no tenemos. En verdad, cuando nos personamos a nosotros mismos, también perdonamos a los demás, pues la separación tan sólo existe en nuestra mente y no es real.

Miremos, en cada presente, con ojos nuevos, y allí donde antes veíamos culpa, veamos ahora, inocencia. El fruto que obtendremos será la paz. 

lunes, 30 de septiembre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes juzgar la verdad o el valor de este curso. 2Pero Dios no te aban­donó. 3Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. 4Esta lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él gustosamente comparte con Su Hijo. 5Aprende lo que es Su felicidad, la cual es también la tuya. 6Mas para alcanzar esto tienes primero que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas listas para recibir, y no cerradas para agarrar. 7Toda lección tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto que tú ya no la deseas. 8E intercambiará gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. 9Jamás creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene signi­ficado alguno.

El origen del ego no es la luz, sino la oscuridad. El origen del ego no es el Amor, sino el miedo. No es la Unidad, sino la separación. No es la Vida, sino la muerte. No es la Eternidad, sino la temporalidad. Si esto es así, que lo es, las enseñanzas que nos otorga el ego no nos aportará el Conocimiento que sí compartimos con nuestro Creador. 

Por lo tanto, es nuestra elección, seguir al maestro correcto, que ha de despertar nuestra consciencia a la luz, el Espíritu Santo, o continuar, participando de la escuela de la ignorancia propia del ego.

5. Existe una sola prueba -tan infalible como Dios- con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. 2Si en reali­dad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. 3A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. 4La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. 5Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra forma. 6Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo reemplazará las leccio­nes tenebrosas que tú  no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.

Ya hemos dicho, que el origen del ego es el miedo, y ese miedo es la consecuencia de elegir la separación al Amor. Esa elección se ha inscrito en la mente del Hijo de Dios, como  la pérdida de su santidad, de su pureza, de su inocencia, lo que le ha llevado a la falsa creencia en el pecado. 

El pecado, a su vez, origina culpa y la culpa, exige redención a través del castigo y del dolor.

Como bien recoge este punto, la prueba, tan infalible como Dios, con la que podemos reconocer si lo que hemos aprendido es verdad, es la ausencia de miedo, o lo que es lo mismo, la firme creencia en la Unidad, pues tan sólo el Amor, puede ofrecernos paz y puede llevarnos a compartir paz.

6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan dia­metralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. 2¿Cómo ibas a poder saberlo? 3Tu papel es muy simple. 4Sólo tie­nes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. 5Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. 6Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:

7No conozco el significado de nada, incluido esto.
8No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
9No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
10Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. 11Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas Él.

Desaprender lo aprendido, tan sólo es posible si elegimos vivir desde el presente, con la total certeza de que es ese espacio atemporal donde podremos comunicarnos con el Guía que Dios ha dispuesto para que encontremos el camino de retorno hasta Su Hogar