sábado, 24 de mayo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 144

CUARTO REPASO

LECCIÓN 144

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(127) No hay otro amor que el de Dios.
(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.


¿Qué me enseña esta lección?

(127) No hay otro amor que el de Dios.

El único amor verdadero es el amor incondicional y esta es la herencia que nuestro Creador nos dispensa, pues Su Esencia es Amor, Su Regalo es Amor y Su Creación es fruto de Su Amor.

Como Hijos de Dios, somos Hijos del Amor. El Amor se complace en la manifestación de la Unidad; es el principio que da coherencia a todo lo creado, pues establece un vínculo afín a todo lo manifestado. Todos somos uno en la Mente de nuestro Creador.

El ego confunde el amor con la posesión. Su amor es limitado y responde a una necesidad de compensar su sentimiento de culpabilidad. Cuando expresa amor hacia otra persona, está intentando encontrar el perdón que ha de redimir su miedo al pasado, en el que creyó atacar al otro en un intento de salvaguardar su integridad.

El amor no emite juicios y es libre de perdonar. Es libre de toda limitación y su expresión siempre aporta luz y corrige los errores de percepción. El amor es la manifestación de los milagros.


¿Tienes miedo a perder aquello que amas?

(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.

¿Qué puede desear aquel que lo tiene todo?

¿Acaso el Ser que somos no goza de la abundancia de su Padre?

¿Acaso el Estado del Ser ha sido expulsado del Paraíso Terrenal, donde gozaba de la Plenitud y Dicha Divina?

Esa separación, esa creencia de haber sido expulsado del Paraíso Terrenal, nos ha llevado a albergar la falsa creencia de que somos pecadores y dignos de ser castigados por ello.

La culpa nos mantiene alejados de ese Estado de Gracia y nos sitúa en el terreno del castigo, del dolor, del sufrimiento, de la necesidad, del trabajo y del rigor.

El mundo externo, el mundo físico, no puede ofrecer al Espíritu más que la confirmación de que somos Seres de Luz con capacidad creadora, con capacidad de poder expresar nuestra Divinidad.

Ninguna otra cosa puede aportar felicidad al Hijo de Dios que el tener la certeza de su identidad.

¿Qué deseas del mundo que percibes?

viernes, 23 de mayo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 143


CUARTO REPASO

LECCIÓN 143

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(125) En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.
(126) Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.


¿Qué me enseña esta lección?

(125) En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.

¿Cómo podremos oír la voz de nuestro Ser, si mantenemos nuestra mente ocupada en dar respuesta a los asuntos procedentes del mundanal ruido?

Debemos adiestrar nuestra mente de modo que preste atención tan sólo a lo que es verdad y deseche todo aquello que provenga del mundo de la ilusión.

Al igual que los músculos del cuerpo requieren de un continuo ejercitamiento para alcanzar voluminosidad y fortaleza, nuestra mente precisa de concentración y persistencia para lograr controlar la llamada de la naturaleza instintiva y pasional, propia de la personalidad egoica.

La luz debe permanecer permanentemente encendida, de modo que en todo momento y en todo lugar seamos conscientes de las elecciones que tomamos.

Si nuestra mente sirve a nuestro verdadero Ser, todo será abundante y pleno; si se identifica con el cuerpo físico, la paz será una ilusión y la búsqueda de la felicidad, una quimera.


¿A quién sirve tu mente?


(126) Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.

Somos Hijos de Dios, creados en un acto de expansión de la Mente del Creador. Somos Uno con nuestro Padre y Uno en la Filiación. Somos Uno en la Mente de Dios.

En esa unidad radica la verdad de lo que somos. Nuestro Ser es Uno en la Unidad de la Mente. En cambio, nuestros cuerpos los percibimos separados.

Si nuestra mente se identifica con el cuerpo, verá separación y percibirá en el otro, su propio estado mental. Los errores del otro serán juzgados como pecados y condenados. El perdón es entendido como una vía de salvar al otro de sí mismo, pero este gesto responde a un juicio condenatorio.

Ese es el gran error que mantiene al ego prisionero del miedo, de la culpa, del sufrimiento, de la venganza y del dolor. Sin darse cuenta, sin ser consciente de ello, está proyectando en los demás sus propias sombras; identifica en el comportamiento del otro sus propias debilidades y trata de “corregirlas” criticando y juzgándolas condenatoriamente.

Dar es recibir, pues lo que damos al otro nos lo estamos dando a nosotros mismos. Aquello que damos es una siembra, y tarde o temprano tendremos que recoger la cosecha de lo sembrado. Si no recibimos, es indicio de que no hemos dado.

¿Qué errores condenas en el otro?

Corrígelos en ti, y agradece a tu hermano que se haya ofrecido como tu espejo.

Capítulo 20. VI. El templo del Espíritu Santo (3ª parte).

VI. El templo del Espíritu Santo (3ª parte).

7. Los idólatras siempre tendrán miedo del amor, pues nada los amenaza tanto como su proximidad. 2Deja que el amor se les acer­que y pase por alto el cuerpo, como sin duda hará, y corren despa­voridos, sintiendo cómo empiezan a estremecerse y a tambalearse los cimientos aparentemente sólidos de su templo. 3Hermano, tú tiemblas con ellos. 4Sin embargo, de lo que tienes miedo es del heraldo de la libertad. 5Ese lugar de sombras no es tu hogar. 6Tu templo no está en peligro. 7Ya no eres un idólatra. 8El propósito del Espíritu Santo está a salvo en tu relación y no en tu cuerpo. 9Te has escapado del cuerpo. 10EI cuerpo no puede entrar allí donde tú estás, pues ahí es donde el Espíritu Santo ha establecido Su templo.

Elegir al ego como nuestro maestro nos hará expertos en el arte de idolatrar la identidad en la que tiene depositada su fe, el cuerpo. En el cuerpo se encuentra el templo del ego. En dicho templo no encontraremos luz, pues la luz significa entendimiento y el cuerpo es totalmente ignorante y demente, pues sirve a leyes donde la ausencia del amor, de la verdad, de la unidad nos convierte en esclavos del miedo. El cuerpo inventa leyes para protegerse del miedo. El miedo se convierte en la respuesta a su visión ausente de amor y ello le lleva a atacar al otro en un intento de proteger su seguridad.

El ego odia aquello que idolatra, pues amarlo significaría que dejaría de sentir interés por lo que no tiene valor y, para el ego, el cuerpo es su mayor tesoro. El ego tiene miedo al amor y, aunque moviliza todos sus recursos para hallarlo, el propio miedo que siente a encontrarlo lo lleva a destruirlo. Así de demente es el sistema de pensamiento del ego.

8Las relaciones no admiten grados. 2O son o no son. 3Una rela­ción no santa no es una relación. 4Es un estado de aislamiento que aparenta ser lo que no es. 5Eso es todo. 6En el instante en que la idea descabellada de hacer que tu relación con Dios fuese pro­fana pareció posible, todas tus relaciones dejaron de tener signifi­cado. 7En ese instante profano nació el tiempo, y se concibieron los cuerpos para albergar esa idea descabellada y conferirle la ilusión de realidad. 8así, pareció tener un hogar que duraba por un cierto período de tiempo, para luego desaparecer del todo. 9Pues ¿qué otra cosa sino un fugaz instante podría dar albergue a esa loca idea que se opone a la realidad?

Ya lo hemos visto anteriormente. El término relación no hace referencia al cuerpo, sino a la Mente Recta, la que nos permite la visión de la unidad de las mentes. Esa conexión que nos hace iguales al resto de nuestros hermanos y que no es compartida cuando nuestro sistema de pensamiento sirve al ego y a su representante, el cuerpo físico.

El cuerpo no puede establecer relaciones duraderas, pues no es portador del amor, sino del miedo. ¿Qué relación basada en el miedo puede ser duradera? El ego oculta su verdadero interés y no permite a su mente el hecho de que muestre su pensamiento demente y su atracción por el miedo. Sin embargo, cuando establece un vínculo de relación no santa con el otro, no tardará en dar muestra de sus verdaderas intenciones, la de atacar y proyectar el contenido de su sentimiento de culpabilidad. Este sentimiento lo llevará a juzgar y condenar lo que considera pecaminoso en el otro. Lo que hace es proyectar su propia visión interna donde subyace un mundo de oscuridad que lo hace sentir odio hacia sí mismo.

9. Los ídolos desaparecerán y no dejarán rastro alguno con su partida. 2El instante profano de su aparente poder es tan frágil como un copo de nieve, pero sin su belleza. 3¿Es éste el sustituto que deseas en lugar de la eterna bendición del instante santo y su ilimitada beneficencia? 4¿Es la malevolencia de la relación no santa, tan aparentemente poderosa, tan mal comprendida y tan revestida de una falsa atracción lo que prefieres en lugar del ins­tante santo, que te ofrece entendimiento y paz? 5Deja a un lado el cuerpo entonces, y elevándote al encuentro de lo que realmente deseas, transciéndelo serenamente. 6Y desde Su templo santo, no mires atrás a aquello de lo que has despertado. 7Pues no hay ilusiones que puedan resultarle atractivas a la mente que las ha transcendido y dejado atrás.

Debemos recordar que las enseñanzas del Curso que estamos estudiando no van dirigidas a analizar el comportamiento del cuerpo. Esta es la principal base que nos permitirá comprender el mensaje de la enseñanza. No podemos interpretar que lo que Jesús nos dice en cada punto, en cada apartado del Curso, es para que modifiquemos y juzguemos nuestra manera de hacer las cosas. Esta dinámica pertenece al sistema de pensamiento del ego y al aprendizaje del cuerpo.

No, Jesús no está dirigiéndose al cuerpo, sino a nuestra mente. ¿De qué valdría cambiar los efectos, cuando la verdad o el error se encuentra en las causas?

Cuando el Curso nos dice que el cuerpo es ilusorio, se está refiriendo a que está regido por las leyes de la temporalidad y lo que está sujeto al cambio, simplemente, no es real, no es verdad.

Entonces, ¿qué es lo real y verdadero? Lo que no es el cuerpo, ni el ego. Lo que es invisible para el ego y que es verdadero para el Espíritu Santo. Lo único que realmente somos; lo único que hemos sido siempre; lo único que eternamente seremos. El Hijo de Dios, que creado a su imagen y semejanza, nos convierte en seres espirituales. Por lo tanto, debemos entender que estas enseñanzas tienen como principal objetivo darnos a conocer lo que somos y a tener fe en ello.

San Agustín nos dijo: Ama y haz lo que quieras. No es lo que hacemos, sino lo que somos, lo que es esencial. En ello debe basarse nuestra fe. Podríamos parafrasear las palabras de San Agustín y expresar: ¡Sé y haz lo que quieras!

jueves, 22 de mayo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 142

CUARTO REPASO


LECCIÓN 142

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(123) Gracias Padre por los regalos que me has concedido.
(124) Que no me olvide de que soy uno con Dios.


¿Qué me enseña esta lección?

(123) Gracias, Padre, por los regalos que me has concedido.


El mayor regalo que nos ha concedido Dios es habernos creado de Sí Mismo y habernos dado la posibilidad de adquirir su Condición Creadora.

¿Qué hijo no estaría agradecido al Ser que le ha dado la existencia?

¿Qué Padre abandona a su hijo a su suerte?

¿Qué Padre no alimenta y protege a su descendencia?

Tan sólo los estados demenciales son capaces de enturbiar la feliz alianza de un hijo y un padre.

Nuestra mente, nuestro corazón, deben, al unísono, exclamar con plena certeza y confianza que somos Hijos de Dios, herederos legítimos de nuestro Hacedor y gozamos de su Perfección y de su Plenitud.

¿Qué regalos les ofreces y compartes con tus hijos?

Todas nuestras creaciones son nuestros hijos, ¿cómo nos relacionamos con ellas?

(124) Que no me olvide de que soy uno con Dios.

El olvido de que somos Uno con Dios nos ha llevado a la falsa creencia de que estamos separados de la Fuente de la Creación.

El olvido de que somos Uno con Dios ha dado lugar al miedo y hemos identificado
 el Rostro de nuestro Creador con el temeroso rostro del Rigor.

El olvido de que somos Uno con Dios nos ha llevado a sentirnos indignos, pecadores, culpables, merecedores del castigo redentor, merecedores del sufrimiento y del dolor.

El olvido de que somos Uno con Dios nos hizo creer que habíamos perdido nuestra inocencia y que ya no éramos merecedores de la protección de nuestro Padre.

Pero hoy hemos recuperado la memoria de lo que somos; hemos despertado del largo sueño que nos ha mantenido fieles a creencias erróneas. Hoy soy consciente de que soy como Dios me creó: Perfecto; Pleno; Dichoso y Feliz.


¿Cómo te sientes al ser consciente de que eres Hijo de Dios?

¿Cómo afrontarás la vida, ahora que eres consciente de lo que eres?

Capítulo 20. VI. El templo del Espíritu Santo (2ª parte).

VI. El templo del Espíritu Santo (2ª parte).

4. El amor no tiene templos sombríos donde mantener misterios en la oscuridad, ocultos de la luz del sol. 2No va en busca de poder, sino de relaciones. 3El cuerpo es el arma predilecta del ego para obtener poder mediante las relaciones que entabla. 4sus relaciones sólo pueden ser profanas, pues lo que verdaderamente son, él ni siquiera lo ve. 5Las desea exclusivamente como ofren­das con las que sus ídolos medran. 6Todo lo demás simplemente lo desecha, pues lo que ello podría ofrecerle él no le otorga ningún valor. 7Al estar desamparado, el ego trata de acumular tantos cuerpos como pueda para que sirvan de altares para sus ídolos y así convertirlos en templos consagrados a sí mismo.

Si el sistema de pensamiento del ego se fundamenta en las leyes de la temporalidad, la experiencia de relación con el mundo estará impregnada de esa misma creencia, por lo que tan solo podremos esperar que sus resultados den lugar a experiencias temporales que, como tales, serán dolorosas y frustrantes, aportando tan solo argumentos al ego de que su existencia es real y de que su sistema de pensamiento es el correcto. Su lema se resume en la siguiente afirmación: "Todo lo que nace muere".

De este modo, el ego entiende que la relación especial que establece con el mundo está llamada a su destrucción y, por lo tanto, no puede aportarnos la felicidad deseada. Si la relación con el mundo no nos aporta felicidad eterna, entonces Dios no existe. Ese es el principal argumento de lo que el ego considera su venganza hacia el "desamor" de Dios. Dios no me quiere a su lado, luego lo niego y me niego a creer en su existencia. Si existiese, nos libraría de todo el dolor de este mundo.

Todos estos argumentos serían verdad si procediesen de la realidad, es decir, si Dios fuese la causa de las desgracias que le atribuye el ego. Pero la causa de esa fuente de amargas experiencias se encuentra en la creencia en el pecado, en la creencia en la separación, lo que nos hizo creer ser los habitantes de un mundo inhóspito y carente de amor.

5. El templo del Espíritu Santo no es un cuerpo, sino una relación. 2El cuerpo es una aislada mota de oscuridad; una alcoba secreta y oculta; una diminuta mancha de misterio que no tiene sentido, un recinto celosamente protegido, pero que aun así no oculta nada. 3Aquí es donde la relación no santa se escapa de la realidad, y donde va en busca de migajas para sobrevivir. 4Ahí quiere arrastrar a sus hermanos, a fin de mantenerlos atrapados en la idolatría. 5Ahí  se siente a salvo, pues el amor no puede entrar. 6El Espíritu Santo no edifica Sus templos allí donde el amor jamás podría estar. 7¿Escogería Aquel que ve la faz de­ Cristo como Su hogar el único lugar en el universo donde ésta no se puede ver?

Todo estudiante de un Curso de Milagros conoce que las enseñanzas que nos aporta no van dirigidas al cuerpo, el símbolo representativo del sistema de pensamiento del ego. No pone énfasis en cambiar lo que hacemos, al entender que no hay que cambiar los efectos, sino que se dirige principalmente a la causa, la cual se encuentra en la mente.

Jesús en este punto nos recuerda esta enseñanza cuando nos dice que el templo del Espíritu Santo no es un cuerpo, sino una relación. Nos está diciendo que lo que entendemos por relación desde la visión egoica, desde el cuerpo, no forma parte de la verdad, pues ese tipo de relación no es santa. Tan solo la relación santa, la que basa la relación verdadera entre las mentes, es donde se encuentra el templo del Espíritu Santo, donde se encuentra la fuente de la Expiación, de la Mente Recta que nos corrige la percepción falsa en verdadera.

Percibir la relación desde la visión del Espíritu Santo nos lleva a ver la luz que nos permite ver a nuestros hermanos como nuestra fuente de salvación, pues seremos testigos de los lazos de unión que hacen nuestras mentes una con la de Dios.

6. Tú no puedes hacer del cuerpo el templo del Espíritu Santo, y el cuerpo nunca podrá ser la sede del amor. 2Es la morada del idólatra, y de lo que condena al amor. 3Pues ahí el amor se vuelve algo, temible y se pierde toda esperanza. 4Aun los ídolos que ahí son adorados están revestidos de misterio y se les mantiene aparte de aquellos que les rinden culto. 5Éste es el templo consa­grado a la negación de las relaciones y de la reciprocidad. 6Ahí se percibe con asombro el "misterio" de la separación y se le con­templa con reverencia. 7Lo que Dios no dispuso que fuese se mantiene ahí "a salvo" de Él. 8Pero de lo que no te das cuenta es de que aquello que temes en tu hermano y te niegas a ver en él, es lo que hace que Dios te parezca temible y que no lo conozcas.

El cuerpo es para el ego su principal prueba para argumentar a favor de su creencia en la separación. Es, igualmente, su principal testigo y al mismo tiempo defensor de que no existe la unidad, la igualdad, en el mundo donde rigen sus leyes. Por lo tanto, el cuerpo no puede ser el templo del Espíritu Santo, no puede albergar la visión de la unicidad que nos mantiene unidos al resto de la humanidad.

Ya lo hemos comentado a lo largo del estudio que estamos realizando. El cuerpo es el "hijo del miedo". Esto es así debido a que el ego ve en el cuerpo físico la causa que le ha llevado a desobedecer el mandato divino de no comer del Árbol Prohibido, cuya consecuencia desencadenó la visión errónea en la "expulsión" del Paraíso y la condena a trabajar duramente para ganarse el pan de cada día. Todo ese pasaje recogido en la Biblia es alegórico y nos revela de manera simbólica el génesis de la falsa creencia en la separación y en el pecado. Todo el contenido que se narra en las Escrituras Sagradas nos describe el proceso en el que la mente del hombre elige libremente proyectar su atención a una nueva dimensión donde lo tangible sustituye a lo invisible, donde la división sustituye a la unidad y donde el deseo se apodera de la voluntad de amar, la característica principal de la Fuente de donde procedemos, de la Mente de Dios. 

miércoles, 21 de mayo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 141

CUARTO REPASO

Introducción


1. 
Damos comienzo ahora a un nuevo repaso, conscientes esta vez de que nos
 estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad. 2Hoy empezaremos a prepararnos para lo que sigue más adelante. 3Tal es nuestro propósito para este repaso y para las lecciones que siguen. 4Así pues, repasaremos las lecciones más recientes y sus pensamientos centrales de forma que faciliten el estado de prepa­ración que ahora queremos alcanzar.

2. Hay un tema central que unifica cada paso del repaso que ahora emprendemos, el cual puede enunciarse de manera muy simple con estas palabras:

2Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

 3Esto es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es. 4Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como co-creador con Él. 5Éste es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo. 6Pues en su mente no puede haber otros pensamientos, salvo los que su Padre comparte con él. 7La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia. 8No obstante, es verdad eternamente.

3. Comencemos nuestra preparación tratando de entender las múltiples formas tras las que se puede ocultar muy cuidadosa­mente la falta de verdadero perdón. 2Puesto que son ilusiones, no se perciben simplemente como lo que son: defensas que te impi­den ver y reconocer tus pensamientos rencorosos. 3Su propósito es mostrarte otra cosa y demorar la corrección mediante auto­engaños diseñados para que ocupen su lugar.

4. Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. 2Tus auto-engaños no pueden ocupar el lugar de la verdad, 3de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas. 4Así es como daremos comienzo a cada período de práctica de este repaso, preparando nuestras mentes para que comprendan las lecciones que nos corresponde leer y comprendan el significado que tienen para nosotros.

5. Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte. 2Haz que tu mente tenga una acti­tud receptiva, despéjala de todo pensamiento engañoso y deja que sólo éste la ocupe completamente y elimine los demás:

3Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

4Cinco minutos que le dediques a este pensamiento serán sufi­ciente para encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado y para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir ese día.

6. Éstos no procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él. 2así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. 3De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto. 4Y así como Su compleción se une a Él, del mismo modo Él se unirá a ti que te completas al unirte a Él y al Él unirse a ti.

7. Después de haberte preparado, lee simplemente cada una las dos ideas que se han asignado para el repaso de ese día. 2Luego cierra los ojos y repítelas lentamente para tus adentros. 3No hay prisa ahora, pues estás utilizando el tiempo para el propósito que se le dio. 4Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. 5Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él. 6no utilizaremos en nuestra práctica otro formato que éste.

8. Cada vez que el reloj marque la hora, trae a la mente el pensa­miento con el que comenzó el día y pasa un momento de recogi­miento con él. 2Luego repite las dos ideas correspondientes a ese día sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.

9. No vamos a añadir otros pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. 2No necesitamos otra cosa que esto para que se nos dé felicidad y descanso, eterna quie­tud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. 3concluiremos cada día de práctica a lo largo de este repaso tal como lo comenza­mos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra fe, sustituyó en el mundo la luz por la oscuridad, el gozo por los pesares, la paz por el sufrimiento y la santidad por el pecado.

10. Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cum­plimiento de Su Palabra. 2cuando expongas tu mente de nuevo a las ideas del día antes de irte a dormir, Su gratitud te envolverá en la paz en la que Su Voluntad dispone que estés para siempre, y que ahora estás aprendiendo a reivindicar como tu herencia.

LECCIÓN 141

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(121) El perdón es la llave de la felicidad.
(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo.


¿Qué me enseña esta lección?

(121) El perdón es la llave de la felicidad.

¿Acaso crees que puedes alcanzar la felicidad si te recreas en la culpa?

Si te sientes culpable, verás y condenarás la culpa en el otro.

Intentas ocultar la pesada carga de la culpa, aceptando el castigo como vía de redención y de salvación.

¿Cómo puedes pensar que el dolor, el sufrimiento, la enfermedad te van a liberar de la cárcel que te mantiene prisionera de la culpa?

La única llave que te puede abrir las puertas de la salvación la encontrarás en el perdón.

Perdonar significa que tu amor ha sustituido a tu miedo.


(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo.

¿Te conformarías con menos, sabiendo que el perdón te abre las puertas del Paraíso?

No se puede perdonar si no se ama. La pérdida de esa capacidad de amar y su sustitución por el miedo fue lo que originó el comienzo del sueño y la creencia en un mundo ilusorio e irreal.

Recuperar la condición primigenia que caracterizaba la llamada etapa “paradisíaca” supone el despertar de la conciencia y el reencuentro con la unidad perdida.

El perdón es el reconocimiento del poder del amor por encima de la creencia errónea en la separación y la caída en la concepción del pecado.

La creencia en la separación nos hace escasos y necesitados, mientras que la práctica del perdón nos hace abundantes y dichosos.


¿Dónde crees que debe empezar tu perdón?

Capítulo 20. VI. El templo del Espíritu Santo (1ª parte).

VI. El templo del Espíritu Santo (1ª parte).

1. El significado del Hijo de Dios reside exclusivamente en la rela­ción que tiene con su Creador. 2Si residiese en cualquier otra cosa estaría basado en lo contingente, pero no hay nada más. 3Y este hecho es totalmente amoroso y eterno. 4El Hijo de Dios, no obs­tante, ha inventado una relación no santa entre él y su Padre. 5Su verdadera relación es una de perfecta unión e ininterrumpida continuidad. 6La relación que él inventó es parcial, egoísta, fragmentada y llena de temor. 7La que su Padre creó se abarca y se extiende totalmente a sí misma. 8La que él inventó es totalmente auto-destructiva y se limita a sí misma.

Una visión basada en un sistema de pensamiento cuya creencia en la separación es su máximo postulado no puede crear una relación estable y verdadera (no cambiante). Si utiliza el ingrediente de la separación, del pecado, para elaborar sus platos favoritos, su relación con el mundo, todo cuanto toque, estará impregnado de esa visión y sus frutos nos llevarán a la experiencia de la división y la destrucción.

Nos enseña este punto que el significado del Hijo de Dios reside exclusivamente en la relación que tiene con su Creador, la cual está bendecida por la esencia del Amor. Por lo tanto, dicha relación es eternamente santa y no está sujeta a la contingencia de lo irreal e ilusorio, a lo temporal.

El Hijo de Dios ha olvidado su verdadera identidad, lo que le ha llevado a introducir un ajuste en su visión que ha interferido en la calidad de dicha relación santa, sustituyéndola por el especialismo. La unidad y el amor han sido sustituidos por la división y el miedo. Lo eterno ha sido sustituido por lo temporal y la vida ha sido sustituida por la muerte.

2. Nada puede mostrar mejor este contraste que la experiencia de ambas clases de relación, la santa y la no santa. 2La primera se basa en el amor, y descansa sobre él serena e imperturbada. 3El cuerpo no se inmiscuye en ella en absoluto. 4Ninguna relación de la que el cuerpo forma parte está basada en el amor, sino en la idolatría. 5El amor desea ser conocido, y completamente compren­dido y compartido. 6No guarda secretos ni hay nada que desee mantener aparte y oculto. 7Camina en la luz, sereno y con los ojos abiertos, y acoge todo con una sonrisa en sus labios y con una sinceridad tan pura y tan obvia que no podría interpretarse erró­neamente.

Dentro de la irrealidad de este mundo, encontramos una función en él, al igual que en el cuerpo, que nos permite utilizarlo como un laboratorio en el que podemos percibir los efectos de nuestras creencias e ideas. La experiencia se convierte en un valor añadido en el proceso de aprendizaje. Desde este punto de vista, cuando el dolor y el sufrimiento son los frutos cosechados de nuestras siembras, si nuestra mente es coherente y responsable de que somos los sembradores, podemos sacar conclusiones de que hemos descuidado nuestra siembra y que los frutos obtenidos son amargos. Tendremos que aprender de los errores cometidos y corregirlos para obtener frutos dulces y apetitosos.

En nuestra relación con el mundo, sabremos reconocer si hemos elegido la dirección adecuada, esto es, si hemos elegido la relación santa o la no santa, si han dado lugar a experiencias de amor o de miedo. Si hemos extendido nuestro amor incondicional a través de la relación, ese amor será contagioso y se dará lugar a una cadena en la que el amor se expandirá multiplicándose. Si en cambio hemos establecido nuestra relación desde el miedo, ese mismo miedo se convertirá en la limitación que aprisionará dicha experiencia de relación. Nos sentiremos presos y, al mismo tiempo, carceleros, privándonos de la libertad y limitando la libertad de los demás.

Quizás sea el momento de analizar nuestras relaciones con el mundo y preguntarnos qué experiencia estamos obteniendo de ella.

3. Mas los ídolos no comparten. 2Aceptan, pero lo que aceptan no es correspondido. 3Se les puede amar, pero ellos no pueden amar. 4No entienden lo que se les ofrece, y cualquier relación en la que entran a formar deja de tener significado. 5El amor que se les tiene ha hecho que el amor no tenga significado. 6Viven en secreto, detestando la luz del sol, felices, no obstante, en la penumbra del cuerpo, donde pueden ocultarse y mantener sus secretos ocultos junto con ellos mismos. 7Y no tienen relaciones, pues allí no se le da la bienvenida a nadie. 8No le sonríen nadie, ni ven a los que les sonríen a ellos.

El ego busca el amor fuera de sí mismo, pues la visión que tiene de sí no es completa, está fragmentada y le lleva a la creencia de necesitar aquello que ha perdido, la unidad, la paz.

Esa visión de necesidad está basada en la errónea creencia en la separación con Dios, lo que le ha llevado a perder su inocencia primigenia y a sentirse un pecador. Esa pérdida, gozar del amor de Dios, le lleva a interpretar que no es digno de sí mismo y por ello elige el odio y el autocastigo en un intento de purgar su culpa y redimirse del pecado. La visión del desamor lo lleva, de una manera impulsiva, a buscar el amor fuera de él. Ignora que no puede dar lo que no tiene. Lo que tenía, el amor de Dios, le fue arrebatado y ahora lo único que cree tener es miedo. Por lo tanto, al ver lo que tiene, lo comparte con el mundo que le rodea y lo proyecta en los demás, pues su sola visión lo amenaza con autodestruirse. De este modo, busca amor, pero lo hace a su manera, odiando y atacando; limitando y aportando temor. El amor que busca está inspirado en el culto al cuerpo, que es la identidad que percibe como real. Ese amor le lleva a ver al otro como un ídolo, pues el cuerpo es su mayor ídolo de culto.

De este modo, el ego es incapaz de establecer una relación santa. Sus relaciones siempre son especiales y obtienen como resultado la exaltación del miedo y del dolor.

martes, 20 de mayo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 140

LECCIÓN 140

La salvación es lo único que cura.

1. La palabra "cura” no puede aplicársele a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. 2Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta "mejor". 3Mas cuando trata de curar a la mente, no la consi­dera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. 4Sus medios de curación, por lo tanto, no pueden sino sustituir una ilusión por otra. 5Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano.

2. Mas no se ha curado. 2Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para restablecerse. 3Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. 4No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. 5¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? 6Pues o bien uno está dor­mido o bien despierto. 7En esto no hay términos medios.

3. Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. 2Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño, a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. 3Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. 4Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños desaparecen. 5así, sanan para toda la eternidad.

4. La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enferme­dad. 2Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. 3Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabili­dad. 4La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. 5Pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. 6Y eso es ciertamente curación. 7Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.

5. ¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! 2Pues la curación tiene que proceder de la santi­dad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. 3Dios mora en templos santos. 4Allí donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso. 5No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. 6Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse, de Su beneficencia. 7No hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.

6. Éste es el pensamiento que cura. 2No hace distinciones entre una irrealidad y otra. 3Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. 4Esto no es magia. 5Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. 6No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente seriedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. 7Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.

7. No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. 2La cura­ción se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces apli­carse a lo que está enfermo para que se pueda curar. 3Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. 4La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. 5No hay otro cambio que éste. 6Pues, ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen sustancia, realidad, núcleo, ni nada que sea verdaderamente diferente?

8. Lo que hoy nos proponemos es tratar de cambiar de mentali­dad con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente alternar entre una y otra. 2Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nues­tras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. 3Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. 4Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que se pueda extraviar. 5Sólo necesitamos bus­carla y la hallaremos.

9. Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. 2Hoy iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. 3Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. 4En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. 5Todas las ilusiones son falsas, y se pueden sanar precisamente porque no son verdad.

10. Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talis­manes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. 2Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios. 3Ésta es la única Voz que puede curar. 4Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios.

11. Nos despertamos oyéndolo a Él, y le permitimos que nos hable durante cinco minutos al comenzar el día, el cual concluiremos escuchando de nuevo durante cinco minutos antes de irnos a dormir. 2Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por sepa­rado, sino todos de una vez. 3Pues todos son lo mismo. 4No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. 5Lo oímos ahora. 6Hoy venimos a Él.

12. Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el cora­zón exaltado y la mente atenta, oremos:

2La salvación es lo único que cura.
3Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.

4sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes, ni ofrecernos pruebas de que es real. 5Esto es lo que aprenderemos hoy. 6Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. 7Hoy es el día en que nos llega la curación. 8Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.

¿Qué me enseña esta lección? 

¿Qué busca el ego haciendo real la enfermedad? ¿Qué lección cree aprender a través del dolor? 

El origen de la enfermedad, para el ego, al igual que el del dolor, encuentra una única causa, el sentimiento de culpabilidad que le hace merecedor de un castigo redentor. 

La mente, al limitar la conciencia en los ropajes del mundo físico, quedó prisionera de la visión aportada por la percepción de los sentidos, los cuales se convirtieron en la vía más directa de aprendizaje, y pronto sustituyó a la conexión espiritual que la antecedió. 

De este modo, surge la naturaleza del ego, el cual se identifica totalmente con el mundo que percibe externamente y adopta la creencia errónea de que es un ser individual separado del resto. 

Sin embargo, el Hijo de Dios, identificado con la personalidad mundana, mantiene un recuerdo ancestral que le susurra tenuemente su verdadero origen. Esta voz interior le produce temor y miedo, pues interpreta que su identificación con el mundo externo viola, de alguna manera, las leyes de Dios. 

Ese miedo le origina una profunda pesadumbre y comienza la búsqueda de redimir su pecado, para lo cual debe purificar su culpa con el castigo y la severidad del riguroso destino. La enfermedad se convierte en una fiel aliada que trata de compensar las pesadillas de sus sueños. 

Es preciso oír el Plan de Salvación dispuesto por Dios para Su Hijo. Ese Plan nos invita a despertar de nuestro letargo y recuperar la visión espiritual de nuestra verdadera identidad. La mente que ha fabricado la creencia en la separación debe rectificar esa visión y crear relaciones santas basadas en lazos de Amor y Unidad. 

Es por ello que podemos determinar que la Salvación es lo único que cura.


Ejemplo-Guía: La culpa nos enferma. "Saber qué somos nos cura".

La lección de hoy no ha podido ser más clara. Para muchos de nosotros, el tema de la enfermedad es motivo de preocupación.

Sí, soy consciente de lo que estoy decidiendo. Soy consciente de que con esa afirmación estoy dando la respuesta de por qué la enfermedad se convierte en una preocupación: la estamos haciendo real, cada vez que le prestamos atención.

Si hemos cumplido con las tareas pertinentes que nos exigía la lección previa, y hemos logrado dar la respuesta adecuada a la pregunta "¿qué soy?", estaremos preparados para dar un paso significativo hacia la curación, ya que la enfermedad es una de las ilusiones con las que el ego nos atrapa en su falsa identidad.


Si soy un cuerpo, es lógico que enferme, y es igualmente lógico que muera. Con esta reflexión, el ego nos define lo que es la vida según su sistema de pensamiento.

Pero, si tenemos la certeza de que no somos un cuerpo, sino que somos un Ser Espiritual, entonces estaremos experimentando la visión del despertar, y con ello, estamos proclamando nuestra plenitud, un estado de sanación mental, que nos lleva de retorno a nuestro verdadero Hogar.

El cuerpo es el emblema del ego que testimonia sobre el principio de separación. Pero ese símbolo externo de su identidad le produce un profundo temor, pues representa la causa de su pecado y de su desobediencia al Creador. El cuerpo se convierte en el vehículo que da origen a la culpa: el descubrimiento de la individualidad supone el reconocimiento del pecado original.

Cuerpo, pecado y culpa forman una asociación que da lugar a la enfermedad como expresión de la desarmonía y la incoherencia, de lo ilusorio e irreal.

Toda liberación de estas creencias supone el Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo, como un mecanismo de seguridad.

Reflexión: La vida que percibimos, es un sueño fabricado por nuestra mente. ¿Qué opinión te aporta esta afirmación?

Capítulo 20. V. Los heraldos de la eternidad (4ª parte).

 V. Los heraldos de la eternidad (4ª parte).

7. ¿Cómo ibas a poder calcular la valía de quien te ofrece seme­jante regalo? 2¿Cambiarías ese regalo por otro? 3Ese regalo resti­tuye las leyes de Dios nuevamente a tu memoria. 4Y sólo por recordarlas, te olvidas de las leyes que te mantenían prisionero del dolor y de la muerte. 5No es éste un regalo que el cuerpo de tu hermano te pueda ofrecer. 6El velo que oculta el regalo, tam­bién lo oculta a él. 7Él es el regalo, sin embargo, no lo sabe. 8Tú tampoco lo sabes. 9Pero ten fe en que Aquel que ve el regalo en ti y en tu hermano lo ofrecerá y lo recibirá por vosotros dos. 10Y a través de Su visión lo verás, y a través de Su entendimiento lo reconocerás y lo amarás como tuyo propio.

Podríamos decir que el regalo viene a satisfacer lo que deseamos y lo que deseamos es aquello en lo que creemos. El ego valora los regalos que recibe del mundo que percibe y que es fruto del mundo que ha deseado ver. Los regalos del espíritu le son indiferentes ya que no cree en ello, pues lo invisible no es fruto de su deseo, por tal motivo no lo ve. A la hora de elegir regalos, el ego elige aquellos que proceden del cuerpo, el símbolo de su identidad. Sin embargo, los regalos procedentes del mundo material no nos ofrecerán la paz y la dicha, pues todos los regalos que proceden de él son efímeros y temporales. Es más, vienen envueltos en un papel que nos produce miedo, pues el temor a perder aquello que envuelve formará parte intrínseca del propio regalo.

Por lo tanto, todo el sistema de pensamiento del ego afianzado en la creencia en la separación y en el pecado no puede ofrecernos el regalo que ha de permitirnos ser felices y vivir en paz. El único regalo que puede ofrecernos ese eterno valor es el que nos ofrece la Visión Crística y la Mente Recta del Espíritu Santo. La visión de la unidad que nos mantiene unidos a las mentes de todos los Hijos de Dios, así como la comprensión de que formamos parte de la Filiación, nos ofrecerá el regalo de aquello que somos, el recuerdo de nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios emanados de Su Fuente Creadora donde tenemos nuestro hogar.

Así pues, comparto mi gratitud a todos y cada uno de mis hermanos, pues en ellos reconozco el regalo con el que Dios, nuestro Padre, nos bendice.

8. Consuélate, y siente cómo el Espíritu Santo cuida de ti con amor y con perfecta confianza en lo que ve. 2Él conoce al Hijo de Dios y comparte la certeza de su Padre de que el universo des­cansa a salvo y en paz en sus tiernas manos. 3Consideremos ahora lo que tiene que aprender a fin de poder compartir la confianza que su Padre tiene en él. 4¿Quién es él, para que el Creador del universo ponga a éste en sus manos, sabiendo que en ellas está a salvo? 5Él no se ve a sí mismo tal como su Padre lo conoce. 6Sin embargo, es imposible que Dios se equivoque con respecto a dónde deposita Su confianza. 

La Visión Crística y la Mente Recta del Espíritu Santo no están contagiadas por la creencia en que nuestra verdadera identidad es corporal. Es más, no ven su realidad por la sencilla razón de que el cuerpo no es real, es una ilusión fruto de las leyes de la temporalidad. La Voz que habla por Dios, así como el Espíritu del Amor Crístico, tan solo nos pueden ofrecer Su Visión verdadera y mostrarnos nuestra verdadera realidad en la que la luz irradia a través de nuestro ser espiritual, expandiendo la verdad del amor por doquier, pues esa es su naturaleza, esa es su condición y esa es su ley.

Tenemos que aprender esa lección, pues es la única lección que tenemos que aprender. En ella se agrupa todo lo que es verdad y real. Aprender que somos el Hijo de Dios nos permitirá ofrecer a nuestro Padre el regalo de la compleción y nos permitirá compartir con Él la fuente del verdadero Conocimiento. La Creación en Una. La Creación es la Filiación. La Creación es el Hijo de Dios. Esta verdad no puede ser concebida desde la mente corporal, pero sí lo es desde la Mente Recta que nos muestra que, más allá de una creencia, somos lo que somos y no podemos ser algo diferente a lo que somos. Dios Es y Su Hijo Es.