II. El que te salva de las tinieblas (7ª parte).
7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. 2Contempla su belleza, y entiende
En este pasaje, Jesús nos invita a cambiar nuestra percepción para poder ver la verdad que siempre ha estado presente. Vamos a desentrañarlo juntos:
El marco de Dios vs. el marco del ego:
“Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra.”
- El “marco” representa la forma en que interpretamos la realidad. El ego enmarca la vida con juicio, miedo y separación.
- Dios, en cambio, ofrece un marco de luz, amor y santidad. Al aceptar Su marco, vemos la verdad: la obra maestra que somos.
La belleza de la creación divina:
“Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió…”
- Esta belleza no es física, sino espiritual. No está hecha de carne y hueso, sino de luz y santidad.
- Al contemplarla, reconocemos la Mente divina que la creó: la Mente de Dios, que también es nuestra verdadera mente.
La luz que revela la impecabilidad:
“Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta…”
- El ego proyecta tinieblas: culpa, miedo, juicio.
- Pero la santidad de Dios revela la impecabilidad —la inocencia perfecta— que siempre ha estado ahí, oculta por nuestras percepciones erradas.
La faz nunca estuvo nublada:
“No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada.”
- Aunque hayamos percibido a nosotros mismos o a otros como “pecadores” o “culpables”, esa visión es falsa.
- La faz —el rostro del Cristo en nosotros— nunca estuvo manchada. Dios la mantuvo intacta, esperando que la reconozcamos.
Dios la mantuvo a salvo:
“Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla…”
- Esta es una promesa de redención: nuestra santidad no se ha perdido, solo ha sido olvidada.
- Al aceptar el marco de Dios, podemos vernos como Él nos ve: perfectos, santos, completos.
Os sugiero una práctica contemplativa para integrar la enseñanza del punto:
Te propongo una meditación para integrar este mensaje:
- Cierra los ojos y respira profundamente.
- Visualiza un cuadro: tu rostro, rodeado por un marco.
- Imagina que el marco del ego (oscuridad, juicio) se disuelve.
- En su lugar, aparece un marco de luz dorada: el marco de Dios.
- Repite en tu mente: “Contemplo la obra maestra que Dios creó. Su luz revela mi impecabilidad.”
- Permanece unos minutos en esa contemplación.
Una propuesta de rutina espiritual diaria para favorecer la visión con el marco de Dios:
Esta práctica está diseñada para ayudarte a soltar juicios, ver la santidad en ti y en los demás, y vivir desde la certeza de Cristo en ti.
Por la mañana: Enmarcar el día con la luz.
Intención al despertar: Antes de levantarte, repite en silencio:
“Hoy elijo ver con el marco de Dios. Quiero ver la obra maestra que Él creó”.
Lectura breve: Lee un fragmento del Curso (como el que estás trabajando) o una lección del Libro de Ejercicios. Algunas sugerencias:
- Lección 124: “Que no me olvide de que soy uno con Dios”.
- Lección 181: “Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”.
- Lección 273: “Mía es la quietud de la paz de Dios”.
Visualización: Imagina que cada persona que verás hoy está enmarcada por una luz dorada. Esa luz es el marco de Dios. Visualízate a ti mismo también dentro de ese marco.
Durante el día: Reencuadrar percepciones.
Cuando surja un juicio o conflicto, haz una pausa y repite:
“Esto es lo que veo con el marco del ego. Estoy dispuesto a ver con el marco de Dios”.
Luego, pregúntate:
- ¿Qué juicio estoy haciendo aquí?
- ¿Qué pasaría si viera a esta persona/situación como una obra maestra de Dios?
- ¿Qué me mostraría Cristo en este momento?
Ejercicio de entrega: Si una emoción densa persiste (ira, culpa, miedo), cierra los ojos y di:
“Cristo en mí, te entrego esta percepción. Dame tu certeza.”
Por la noche: Contemplación y gratitud.
Revisión del día: Antes de dormir, repasa mentalmente los momentos en que lograste ver con el marco de Dios… y también aquellos en que no lo hiciste.
Sin juicio, simplemente observa. Luego di:
“Gracias por mostrarme la luz en mí y en mis hermanos. Mañana volveré a elegir el marco de Dios”.
Oración final:
“Padre, hoy he intentado ver con Tu visión. Ayúdame a recordar que la luz nunca se ha apagado, y que la faz de Cristo brilla en todos”.








