miércoles, 17 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (7ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (7ª parte).


7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maes­tra. 2Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. 3Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. 4No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. 5Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

En este pasaje, Jesús nos invita a cambiar nuestra percepción para poder ver la verdad que siempre ha estado presente. Vamos a desentrañarlo juntos:

El marco de Dios vs. el marco del ego:

“Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra.”

  • El “marco” representa la forma en que interpretamos la realidad. El ego enmarca la vida con juicio, miedo y separación.
  • Dios, en cambio, ofrece un marco de luz, amor y santidad. Al aceptar Su marco, vemos la verdad: la obra maestra que somos.

La belleza de la creación divina:

“Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió…”

  • Esta belleza no es física, sino espiritual. No está hecha de carne y hueso, sino de luz y santidad.
  • Al contemplarla, reconocemos la Mente divina que la creó: la Mente de Dios, que también es nuestra verdadera mente.

La luz que revela la impecabilidad:

“Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta…”

  • El ego proyecta tinieblas: culpa, miedo, juicio.
  • Pero la santidad de Dios revela la impecabilidad —la inocencia perfecta— que siempre ha estado ahí, oculta por nuestras percepciones erradas.

La faz nunca estuvo nublada:

“No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada.”

  • Aunque hayamos percibido a nosotros mismos o a otros como “pecadores” o “culpables”, esa visión es falsa.
  • La faz —el rostro del Cristo en nosotros— nunca estuvo manchada. Dios la mantuvo intacta, esperando que la reconozcamos.

Dios la mantuvo a salvo:

“Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla…”

  • Esta es una promesa de redención: nuestra santidad no se ha perdido, solo ha sido olvidada.
  • Al aceptar el marco de Dios, podemos vernos como Él nos ve: perfectos, santos, completos.

Os sugiero una práctica contemplativa para integrar la enseñanza del punto:

Te propongo una meditación para integrar este mensaje:

  1. Cierra los ojos y respira profundamente.
  2. Visualiza un cuadro: tu rostro, rodeado por un marco.
  3. Imagina que el marco del ego (oscuridad, juicio) se disuelve.
  4. En su lugar, aparece un marco de luz dorada: el marco de Dios.
  5. Repite en tu mente: “Contemplo la obra maestra que Dios creó. Su luz revela mi impecabilidad.”
  6. Permanece unos minutos en esa contemplación.

Una propuesta de rutina espiritual diaria para favorecer la visión con el marco de Dios:

Esta práctica está diseñada para ayudarte a soltar juicios, ver la santidad en ti y en los demás, y vivir desde la certeza de Cristo en ti.

Por la mañana: Enmarcar el día con la luz.

Intención al despertar: Antes de levantarte, repite en silencio:

“Hoy elijo ver con el marco de Dios. Quiero ver la obra maestra que Él creó”.

Lectura breve: Lee un fragmento del Curso (como el que estás trabajando) o una lección del Libro de Ejercicios. Algunas sugerencias:

  • Lección 124: “Que no me olvide de que soy uno con Dios”.
  • Lección 181: “Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”.
  • Lección 273: “Mía es la quietud de la paz de Dios”.

Visualización: Imagina que cada persona que verás hoy está enmarcada por una luz dorada. Esa luz es el marco de Dios. Visualízate a ti mismo también dentro de ese marco.

Durante el día: Reencuadrar percepciones.

Cuando surja un juicio o conflicto, haz una pausa y repite:

“Esto es lo que veo con el marco del ego. Estoy dispuesto a ver con el marco de Dios”.

Luego, pregúntate:

  • ¿Qué juicio estoy haciendo aquí?
  • ¿Qué pasaría si viera a esta persona/situación como una obra maestra de Dios?
  • ¿Qué me mostraría Cristo en este momento?

Ejercicio de entrega: Si una emoción densa persiste (ira, culpa, miedo), cierra los ojos y di:

“Cristo en mí, te entrego esta percepción. Dame tu certeza.”

Por la noche: Contemplación y gratitud.

Revisión del día: Antes de dormir, repasa mentalmente los momentos en que lograste ver con el marco de Dios… y también aquellos en que no lo hiciste.

Sin juicio, simplemente observa. Luego di:

“Gracias por mostrarme la luz en mí y en mis hermanos. Mañana volveré a elegir el marco de Dios”.

Oración final:

“Padre, hoy he intentado ver con Tu visión. Ayúdame a recordar que la luz nunca se ha apagado, y que la faz de Cristo brilla en todos”.

martes, 16 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (6ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (6ª parte).

 

6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. 2Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. 3Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en el cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. 4El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su pro­pósito, no el tuyo separado del Suyo. 5Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro, y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. 6Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. 7No creas, no obs­tante, que el cuadro será destruido en modo alguno. 8Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.

En este pasaje, Jesús profundiza aún más en la metáfora del marco y el cuadro, revelando una dimensión espiritual más elevada: el Espíritu Santo como el marco divino que sostiene la obra maestra de Dios -el espíritu que habita en cada uno de nosotros-.

Analicemos cada una de las líneas principales de este punto:

El Espíritu Santo como marco eterno:

  • El Espíritu Santo no es un marco cualquiera: es el que Dios ha dispuesto para que podamos contemplar Su creación sin distorsión.
  • Este marco está unido a Dios, no separado, y su propósito es revelar la verdad, no ocultarla.

El error de invertir los papeles:

  • Cuando elegimos ver solo el marco (el cuerpo, la forma, la personalidad), estamos ignorando el cuadro (el espíritu).
  • No podemos convertir el marco en el cuadro por elección personal. El cuerpo no puede reemplazar al espíritu.

Propósitos en conflicto:

  • Nuestro propósito separado -vernos como cuerpos, como egos- empaña la visión del cuadro.
  • En cambio, el propósito de Dios, sostenido por el Espíritu Santo, preserva la pureza de Su creación.

La eternidad de la obra maestra:

  • El marco humano (el cuerpo) se desmorona, pero la obra maestra permanece intacta.
  • Lo que Dios crea es incorruptible, inmutable y eterno. No puede ser destruido ni alterado.

¿Cómo aplicar este mensaje en la vida cotidiana?

Confía en el Espíritu Santo como guía de percepción:

  • En lugar de juzgar por apariencias, pide al Espíritu Santo que te muestre la verdad detrás de cada rostro.

No te aferres al marco personal:

  • Tu cuerpo, tu historia, tus errores…, son parte del marco temporal. No definen tu esencia.
  • Reconócete como la obra maestra que Dios ha creado y sostenido en Su Espíritu.

Honra la eternidad en los demás:

  • Cada persona que ves es una obra eterna, aunque su marco parezca frágil o roto.
  • Tu tarea no es reparar el marco, sino ver el cuadro con ojos santos.

¿Cómo invocar al Espíritu Santo?: Guía práctica.

Haz una pausa consciente: Cuando sientas que estás atrapado en el juicio, la frustración o el miedo, detente. Respira profundamente. Reconoce que estás viendo el “marco” y no el “cuadro”.

“Espíritu Santo, ayúdame a ver esto como Tú lo ves.”

Este simple llamado abre la puerta a una percepción más elevada.

Entrega la situación: No necesitas resolverlo tú solo. Di mentalmente:

“Te entrego esta percepción. Corrige mi visión. Muéstrame la verdad detrás de esta forma.”

Esto no es evasión, sino confianza en una guía superior que ve más allá del ego.

Escucha con el corazón: La respuesta del Espíritu Santo no siempre llega como palabras. Puede manifestarse como:

  • Una sensación de paz repentina.
  • Un cambio de perspectiva.
  • Una inspiración inesperada.
  • Una compasión que antes no sentías.

Confía en esa suavidad. Es señal de que estás viendo el cuadro, no el marco.

Actúa desde la nueva visión: Una vez que sientas claridad, actúa desde ahí. Puede significar:

  • Perdonar sin condiciones.
  • Guardar silencio en lugar de reaccionar.
  • Ofrecer una palabra amable.
  • Retirarte con amor.

No se trata de “ganar” la situación, sino de sanarla.

Hazlo hábito: No esperes a los grandes conflictos. Invoca al Espíritu Santo en lo cotidiano:

  • Antes de una conversación.
  • Al leer un mensaje que te incomoda.
  • Al mirar a alguien que te cuesta amar.

Haz de esta práctica una forma de vida.

lunes, 15 de diciembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 349

LECCIÓN 349

Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.

1. Así quiero liberar todas las cosas que veo, concediéndoles la libertad que busco. 2De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. 3Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. 4Padre, Tus regalos son míos. 5Cada regalo que acepto me concede un milagro que puedo dar. 6Y al dar tal como quiero recibir, comprendo que Tus milagros de curación me pertenecen.

2. Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, 2y nos concede la gracia para satisfacerlas todas. 3así, confiamos en que Él nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras men­tes según regresamos a Él.

¿Qué me enseña esta lección? 

Hoy me visitaron viejas sombras del pasado, invitándome a enfrentar recuerdos de miedo y temor. Son miedos cuya procedencia desconozco de forma consciente, pero que, sin duda, logran afectar mi integridad.

He sido plenamente consciente de la situación que he vivido. La he afrontado con calma, paz y amor. Mentalmente, lo que en otro momento habría interpretado como una agresión, esta vez lo he visto como un regalo para recuperar mi salud.

He logrado ver toda la experiencia de una forma distinta. A pesar de los contratiempos que surgieron en el camino, mantuve la calma necesaria para no dejarme arrastrar por la tensión del dolor físico. Había puesto en manos del Espíritu Santo la situación que atravesaba, y eso me daba la certeza de que todo lo que ocurriera sería provechoso para mi aprendizaje.

Mi fuerza física estaba bastante debilitada, pero la fuerza espiritual me daba el impulso necesario para sentirme seguro y protegido. Gracias a ese estado de paz interno, pude notar cómo mi cuerpo respondía con gratitud a la ayuda recibida. El tratamiento ha surtido efecto y ahora me siento muy recuperado.

Hoy he aprendido que todo cambia cuando enfrentamos las experiencias con amor y gratitud. Las dificultades se sienten de otra forma y los obstáculos dejan de serlo.


Ejemplo-guía: "Una nueva visión, una nueva experiencia"

¿No os ha pasado que, al ver una película por segunda vez, las impresiones, sensaciones y experiencias son completamente diferentes?

La película sigue siendo la misma. La única diferencia (y vaya diferencia) es que ya no somos la misma persona que la vio por primera vez, y eso se debe simplemente a que ahora la miramos con otros ojos.

A veces, vemos imágenes que despiertan nuestros miedos. Esa primera impresión nos impacta tanto que nuestro cuerpo reacciona de forma automática, guiado por ese temor. Pero entonces, se enciende una luz y nos damos cuenta de que aquella imagen, que parecía tan siniestra, no era más que la silueta de un objeto proyectando una sombra extraña, que jugaba con nuestra imaginación para crear sensaciones ilusorias. 

Con esa nueva visión, todo se transforma. Nuestro cuerpo deja de sufrir los efectos provocados por el miedo que habita en nuestra mente. Lo que llamamos realidad en este mundo no son más que imágenes falsas e ilusorias, proyectadas como sombras oscuras que nos generan un profundo temor. Esta experiencia se convierte en el inicio de una forma distinta de ver, que nos permite mirar con otros ojos y cambiar la ilusión por la verdad.

Si hasta ahora hemos vivido bajo la visión del ego, nuestras experiencias tienden a justificar el miedo, el dolor y el sufrimiento, ya que esa perspectiva está influenciada por un sistema de pensamientos y creencias fundamentadas en la ilusión de que somos seres separados.

La Visión de Cristo, con su mirada de perdón, nos llevará a percibir las cosas de otra manera, viendo unidad en lugar de separación. Las experiencias que surjan de esa Visión serán liberadoras, permitiéndonos disfrutar de la Gracia y la Dicha Divina, fruto de reconocer la inocencia en nosotros mismos y en cada uno de nuestros hermanos.

Reflexión: Aquello que quiero recibir es lo que doy.

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (5ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (5ª parte).


5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra se tratase? 2Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás haciendo. 3La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único que se puede ver. 4El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. 5Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. 6Él te ofrece Su obra maestra para que la veas. 7¿Pre­ferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?

En el punto 5, Jesús continúa utilizando la metáfora del marco y del cuadro para ayudarnos a cuestionar nuestra percepción de los demás y nosotros mismos.

El “marco vacío” representa el cuerpo físico, mientras que la “obra maestra” simboliza el espíritu, la verdadera esencia divina que habita en cada ser humano.

Analicemos los puntos clave en el pasaje:

Contemplar el marco vacío es como enfocarse únicamente en el cuerpo de una persona, ignorando su verdadera naturaleza espiritual.

La obra maestra de Dios es el espíritu, eterno e impecable, que no necesita adornos ni limitaciones físicas para ser visto o valorado.

El cuerpo es temporal y no define la esencia; es solo un contenedor pasajero.

La pregunta final —“¿Preferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?”— nos invita a reflexionar sobre si estamos eligiendo ver lo superficial en lugar de lo esencial.

El mensaje central: Este texto nos llama a mirar más allá de las apariencias físicas y reconocer la divinidad en cada persona. Ver con los ojos del espíritu, no con los del cuerpo, es un acto de reverencia hacia lo que Dios ha creado.

Ayuda práctica para ver más allá del cuerpo.

Reconocer la esencia en cada encuentro.

  • Cuando interactúas con alguien, intenta ver más allá de su apariencia, comportamiento o historia personal.
  • Pregúntate: ¿Estoy viendo el marco (el cuerpo, la personalidad) o la obra maestra (el espíritu)?

Practicar la verdadera empatía:

  • La empatía espiritual no se basa en compartir sufrimiento, sino en reconocer la luz en el otro.
  • Si alguien está pasando por un momento difícil, en lugar de enfocarte en su dolor, recuerda que su esencia permanece intacta y divina.

Transformar juicios en contemplación:

  • Cada vez que juzgas a alguien por su cuerpo, acciones o palabras, estás contemplando el marco vacío.
  • En cambio, puedes elegir contemplar su espíritu con reverencia, como una obra maestra de Dios.

Usar el perdón como herramienta de visión:

  • El perdón, según Un Curso de Milagros, no es condonar el error, sino reconocer que el error nunca tocó la verdad del ser.
  • Al perdonar, estás eligiendo ver el cuadro en lugar del marco.

Cultivar la visión espiritual en ti mismo:

  • No solo se trata de ver a los demás con ojos espirituales, sino también a ti mismo.
  • Recuerda: tú también eres una obra maestra. No te reduzcas al marco de tus errores, tu cuerpo o tus pensamientos.

Ejercicio diario sugerido:

Antes de dormir o al despertar, piensa en alguien con quien hayas tenido dificultad. Visualízalo como una obra de arte divina, rodeado de luz. Di mentalmente: “Hoy elijo ver tu verdad, no tu forma. Eres la obra maestra de Dios.”

domingo, 14 de diciembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 348

LECCIÓN 348

Ni mi ira ni mi temor tienen razón de ser, pues Tú me rodeas. Y Tu gracia me basta para satisfacer cualquier necesidad que yo perciba.

1. Padre, déjame recordar que Tú estás aquí y que no estoy solo. 2Pues estoy rodeado de un Amor imperecedero. 3No hay razón para nada, excepto para la paz y alegría perfectas que comparto Contigo. 4¿Qué necesidad tengo de ira o de temor, 5cuando lo único que me rodea es la seguridad perfecta? 6¿Cómo puedo sentir miedo cuando la eterna pro­mesa que me hiciste jamás se aparta de mí? 7Estoy rodeado de perfecta impecabilidad. 8¿Qué puedo temer, cuando la santidad en la que Tú me creaste es tan perfecta como la Tuya Propia?

2. La gracia de Dios nos basta para hacer todo lo que Él quiere que hagamos. 2Y eso es lo único que elegimos como nuestra voluntad, así como la Suya.


¿Qué me enseña esta lección? 

El amor nos brinda un camino de paz, alegría y felicidad, mientras que el miedo nos conduce por una senda de odio, ira, temor, tristeza, infelicidad, amargura y dolor.

Si nos dieran, con total seguridad, la oportunidad de elegir uno de esos dos caminos, ¿cuál escogeríamos?

La respuesta parece sencilla: el camino del amor. ¿Quién optaría por el sendero del sufrimiento, pudiendo escoger el de la felicidad?

Sin embargo, aunque esa respuesta parezca fácil y lógica, no debe serlo, ya que elegimos constantemente el camino del dolor. ¿Por qué?

La respuesta es el temor. Tenemos miedo al amor. Nos hemos identificado tanto con el mundo material y de la percepción, que nos parece imposible reconocer que nuestra verdadera naturaleza es la inocencia, la impecabilidad, la abundancia y la plenitud, y no la necesidad ni la escasez. Creemos que al dar perdemos lo que entregamos, cuando en realidad es dando como recibimos.

Nuestro miedo viene de tiempos ancestrales y se apoya en la creencia errónea de que hemos violado la Ley de Dios, lo que nos hace sentirnos víctimas de su enojo y su ira.

Proyectamos en Él nuestra visión y le cargamos nuestras frustraciones. Reflejamos en Él nuestra ira, nuestro odio y nuestro instinto de venganza, cuando en realidad todo eso nos pertenece.

Nuestro Creador es amor y nos formó a partir de ese amor, por lo tanto, somos amor.

¿Qué podemos esperar del amor? Simplemente amor.


Ejemplo-guía: "Despojándonos de nuestras viejas y falsas vestiduras".

Al leer el contenido de esta lección, me vino a la mente una idea que quiero compartir con todos y que da título al ejemplo guía de hoy: “despojarse de las viejas vestiduras”.

Tuve una visión en la que me veía cubierto con viejos y pesados ropajes. Todos eran fácilmente reconocibles, ya que los había elegido yo mismo con el único propósito de proyectar la imagen que deseaba en cada ocasión.

Lo curioso de aquella escena era que cada prenda se superponía a la anterior, formando un grueso equipaje ambulante que me acompañaba a cada paso. Sentía el peso sobre mi cuerpo, y aunque se había convertido en un obstáculo que me impedía caminar con soltura y libertad, no sentía la necesidad de desprenderme de ninguna de ellas. 
Me decía: "Puedes tirar este abrigo que está deshilachado", pero justo cuando parecía que iba a deshacerme de él, otra voz me advertía: "¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Recuerda que el invierno es largo y podrías lamentar no tener esa prenda que te ha dado tantos momentos de confort". Así que desisto de la idea de dejarlo, aunque hacerlo me habría dado un poco más de libertad.

Las proyecciones de mi mente me llevan a una nueva visión, que siento más cercana a la verdad. Un nuevo escenario cobra vida ante mis ojos renovados. Esta vez, veo con claridad cómo me desprendo de mis viejas vestiduras. Con cada prenda que dejo atrás, me siento más ágil, más libre, más animado. Pensé que por un momento notaría las inclemencias del clima, pero, de forma milagrosa, no percibo tal sensación. En cambio, siento una cálida brisa que envuelve mi cuerpo desnudo, brindándome una placentera sensación de bien-ser.

Entiendo, gracias a estas proyecciones que mi mente tan generosamente me ha brindado, que todas las vestiduras que nos han acompañado por el mundo han tenido su papel destacado y nos han llevado a un punto del camino en el que ya no podemos seguir con ellas, porque lo que nos espera más adelante no valora lo que ofrecen.

Es necesario volver a nuestra desnudez original, ese estado de ser que nos une con nuestro Creador. Ese momento marca el renacer del Espíritu y el final de la personalidad temporal, del ego. Representa el triunfo del amor sobre el miedo, de la unidad sobre la falsa idea de separación, de la inocencia sobre la creencia en el pecado, de la impecabilidad sobre la culpa, de la vida sobre la muerte, de la eternidad sobre el tiempo y de la verdad sobre la ilusión.

Reflexión: ¡Padre! ¿Cómo puedo sentir miedo cuando la eterna pro­mesa que me hiciste jamás se aparta de mí?

sábado, 13 de diciembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 347

LECCIÓN 347

La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mi.

1. Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. 2Rectifica mi mente, Padre mío, 3pues está enferma. 4Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. 5así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara por mí. 6Él ve lo que yo contemplo, sin embargo, conoce la verdad. 7ÉI ve el dolor, mas comprende que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. 8Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. 9Que sea Él Quien juzgue hoy. 10No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. 11Y hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.

2. Escucha hoy. 2Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama.


¿Qué me enseña esta lección? 

Me pregunto cómo podemos ayudarnos a no juzgar, cuando nuestra mente está hecha para comprender, analizar, reflexionar, examinar, reconocer la verdad y aprender.

Desde que nacemos, aprendemos a sacar conclusiones de nuestras experiencias. La educación que recibimos nos condiciona sobre lo que debemos o no debemos pensar. Esto es bueno, aquello es malo. La mente se ve forzada a emitir juicios de valor para distinguir lo que es correcto de lo que no lo es. Lo que consideramos malo lo rechazamos, intentando expulsarlo de nuestras vidas para evitar que nos afecte.

Hemos aprendido a usar la mente de forma analítica. Nos han enseñado que debemos juzgar y, al hacerlo, terminamos justificando la idea de que estamos separados unos de otros. Siguiendo esa creencia, vemos el juicio como algo válido para protegernos de lo que no nos conviene. Ese es el argumento del ego y el camino que nos lleva a vivir el dolor, el sufrimiento, el castigo, la ira, el miedo, la venganza, la enfermedad y la muerte.

Si en cambio nuestra visión nos permite ver la realidad, podremos construir nuestras vidas sobre los pilares del Amor y la Unidad. Entonces, y sólo entonces, dejaremos de emitir juicios separados, pues resultaría absurdo condenar al otro cuando ese otro y nosotros formamos una sola unidad.

El milagro solo es posible cuando actuamos con amor. Si juzgamos por nuestra cuenta, desde la separación, ese amor desaparece. Por eso, el juicio es la idea que nos impide disfrutar del milagro.

Muchas veces juzgamos tratando de corregir nuestros errores, pero ese juicio, al carecer de amor, nos aleja del verdadero antídoto: el milagro. Juzgar nos hace sentir culpa, y la culpa despierta a la bestia del castigo.


Ejemplo-guía: "¿Entendemos el papel del juicio?

"No juzguéis y no seréis juzgados"; lo que quiere decir es que, si juzgas la realidad de otros, no podrás evitar juzgar la tuya propia (T.3.VI.1:4).

He elegido este ejemplo-guía sabiendo que el tema del "juicio" y de "juzgar" no siempre se comprende bien, y esa confusión provoca conflictos mentales, ya que el no juzgar se interpreta como una invitación a no discernir, no entender o no comprender, función propia de una mente que ha olvidado la Fuente del Conocimiento.

La verdad es que, en más de una ocasión, me he sorprendido defendiendo que hay que evitar el juicio condenatorio. Pero esa afirmación solo es cierta a medias. Si nos quedamos únicamente con la idea de evitarlo por el daño que podamos causar a otros, estamos dejando de lado lo esencial; nos fijamos solo en las consecuencias, cuando la verdadera corrección debe hacerse en la causa. Si percibimos la condena en alguien más, es porque en nuestra propia mente existe esa condena. 

Es en ese nivel donde debe surgir la ausencia de juicio, es decir, la visión de la inocencia y la impecabilidad. Juzgar afuera, cuando en realidad nos estamos juzgando a nosotros mismos, nos conduce al comportamiento errado de la mente.

Ver el mundo que hemos creado nos lleva a juzgar, ya que juzgar es una función de la mente, la misma que nos ha llevado a "juzgar por nuestra cuenta" y a percibir una realidad ilusoria: el mundo que creemos ver. Por lo tanto, entendiendo que la causa original del mundo que percibimos es la mente, será también desde la mente que debamos corregir el error; es decir, será el juicio correcto (mente recta = Espíritu Santo) el que nos permita percibir de forma adecuada.

En este sentido, debemos entender el juicio como la acción que nos lleva a pensar, reflexionar, comprender, discernir y meditar, convirtiéndose en un fiel aliado de la conciencia. 

De todos modos, este escenario que describimos, no podemos olvidarlo, forma parte del mundo del sueño. El juicio ha dado origen al mundo de la percepción, al mundo de la separación. Si no creyéramos estar separados, disfrutaríamos del Conocimiento, que no emite juicios. Así lo expresa el Curso:

"La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto, permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca" (T-3.VI.2:1-12).  

"No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. En presencia del conocimiento, todo juicio queda automáticamente suspendido, y este es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción" (T-3.VI.3:1-6).

Reflexión: Entregar todos nuestros juicios al Espíritu Santo.