LECCIÓN 286
La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.
1. Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! 2¡Cuán
armoniosamente cae todo en su sitio! 3Éste es el día señalado para que llegue
a entender la lección de que no tengo que hacer nada. 4En
Ti ya se han tomado todas las decisiones. 5En Ti ya se ha resuelto
todo conflicto. 6En Ti ya se han colmado todas mis
esperanzas. 7La paz es mía. 8Mi
corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. 9Tu
Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.
2. La quietud de hoy
nos dará esperanzas de que hemos encontrado el camino y de que ya hemos
recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente
seguros. 2Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha
prometido. 3Confiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo
uno con Él.
¿Qué me enseña esta
lección?

La quietud solo es posible vivirla en el presente, en ese instante santo
que nos permite tomar consciencia de la Eternidad.
El presente, el instante santo, es lo único real, pues, los tiempos
pasados y futuros, forman parte de la visión ilusoria del ego, cuyo pensamiento
se fundamenta en lo temporal y perecedero.
La quietud, es el estado natural del Ser, el cual se encuentra en plena
comunión con la Paz de Su Padre. La quietud es nuestra elección de servir al
Amor. La quietud forma parte de nuestra visión de Unidad.
Si la quietud envuelve hoy mi corazón, es gracias a que he sido capaz de
dejar de oír la voz tentadora procedente del mundo material, que me invita a
quedar prisionero de la ilusión de la materia.
Hoy he podido hacer presente el estado de quietud en mi corazón. Hoy mis
ojos han visto la unidad que une a todos los seres. He visto mi rostro en el de
mis hermanos. Hoy me he perdonado y he recibido el perdón, recuperando mi
inocencia primigenia.
Hoy he caminado de la mano de Dios, del Cristo, del Espíritu Santo y del
resto de mis hermanos. Hoy he caminado en paz.
Ejemplo-Guía: "La única decisión que tomo es: no hacer nada"
Ejemplo-Guía: "La única decisión que tomo es: no hacer nada"
"La liberación se te concede en el instante en que la desees" (T-18.VII4:3).
¿Qué impacto te produce esta afirmación?
Me gustaría compartir con vosotros una narración que tuve ocasión de leer hace
tiempo, en una de las obras de Max Heindel -fundador de la Orden Rosacruz de
California-, el Concepto Rosacruz del Cosmos:
"Un joven fue a ver un sabio cierto día y le preguntó: señor, ¿qué debo
hacer para convertirme en un sabio? El sabio no contestó. El joven, después de
haber repetido su pregunta cierto número de veces con parecido resultado, lo
dejó y volvió al siguiente día con la misma demanda. No obtuvo tampoco
contestación alguna, y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta:
señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio?
Finalmente el sabio lo atendió y se dirigió a un río que por allí corría. Entró
en el agua llevando al joven de la mano. Cuando alcanzaron cierta profundidad,
el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, a pesar de
sus esfuerzos para desasirse de él. Al fin lo dejó salir, y cuando el joven
hubo recuperado el aliento, el sabio interrogó:
- Hijo mío, cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?
Sin vacilar contestó el joven: aire, quería aire.
- ¿No hubieras preferido mejor riquezas, placeres, poderes o amor? ¿No pensaste
en ninguna de esas cosas?
- No señor, deseaba aire y solo pensaba en el aire que me faltaba - fue la
inmediata respuesta.
- Entonces - dijo el sabio -, para convertirte en un sabio debes desear la
sabiduría con la misma intensidad con que deseabas el aire. Debes luchar por
ella y excluir todo otro fin de tu vida. Debe ser tu sola y única aspiración,
día y noche. Si buscas la sabiduría con ese fervor, seguramente te convertirás
en un sabio."
El deseo, al que está aludiendo este pasaje, al igual como ocurre en la
afirmación con la que hemos iniciado este análisis, no procede de una emoción
pasajera y caprichosa, fruto de la inestable característica de los
sentimientos, sino que procede de la manifestación de la voluntad que
se expresa en el firme anhelo que estimula nuestro corazón.
El deseo, cuando se manifiesta como el canal a través del cual expresamos
nuestra voluntad, adquiere un inmenso poder, sobre todo cuando le añadimos la
firmeza de la creencia.
"Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende que no reaccionas a nada directamente, sino a tu propia interpretación de ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. Por eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abandonarte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad" (T-12.I.1:2-8)
En el título elegido para el ejemplo-guía de hoy, se indica, de forma
velada, que el único deseo que debemos activar es el que nos lleve a la visión
de no tener que hacer nada. Ese deseo adquiere un claro matiz correctivo, pues
fue el deseo, el impulso motor que nos llevó a ver el mundo dividido, a creer
en el mundo desde la separación y a desear la muerte, antes que a la Vida.
El deseo corrector, es el deseo que nos lleva a visionar la Verdad, y ese
deseo se convierte en una realidad, cuando comprendemos que no tenemos que
hacer nada a nivel externo, sino que el deseo debe ceder su hegemonía a la
voluntad, es decir, debe abandonar la falsa creencia de la separación y
recordar la única y verdadera verdad, la Unidad.
Este proceso de estados de conciencia, ha quedado recogido en los Textos
Sagrados, en particular en el Libro del Génesis (narrativa del proceso de
fabricación del ego), donde a través de las peripecias de Adán y Eva se nos
describe los inicios de la creación del hombre. Adán como arquetipo de la
Voluntad, y, Eva, como arquetipo del deseo. El hecho de que sea Eva la que coma
del "fruto prohibido", del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal,
nos está hablando de especial protagonismos que tiene la fuerza del deseo para
dar lugar a la pérdida de la pureza, de la inocencia y fabricar un escenario a
parte del que Dios dispuso para Su Hijo, el Paraíso. Más adelante, la narración
bíblica nos cuenta que Eva, al ser interrogada por Dios, le contestó que
"la serpiente me engañó y comí". Fue entonces cuando Dios maldijo a la
serpiente, sentenciando que, a partir de ese instante podría perpetua enemistad
entre la serpiente y la mujer, añadiendo que el linaje de la mujer -esto es,
las obras procedentes de los deseos-, le aplastará la cabeza.
Sería muy largo, aunque no carente de significado, llevar a cabo un exhaustivo
análisis de estos pasajes, pero entiendo que nos desviará del propósito que
nos guía en estos momentos. Me conformo con haceros partícipes de la importancia
que tiene la ruta que nos marca el Libro Sagrado. Eva, se convierte en la
puerta de entrada hacia el mundo de perdición y es Eva, o, mejor dicho, los
frutos de Eva -deseos-, la llamada a aplastar la cabeza a la serpiente, cuyo
significado, aún no lo he mencionado, significa "ardor cupido"
(Nahash, en hebreo).
Pero, si no hago nada, ¿qué hago? Es la pregunta que puedes estar haciéndote.
Entiendo que requiera una aclaración, para aliviar tal preocupación.
Si reflexionamos sobre el uso que hacemos del deseo, llegaremos a la conclusión
de que es la causa que origina el mundo que hemos fabricado. Tengo un deseo y
no me conformo con desearlo, tengo que satisfacerlo. Una vez que logro
satisfacer ese deseo, surge otro deseo, el no perder lo que he conseguido, y
entonces, hacemos consciente la emoción del miedo, aunque, dicho sea de paso,
ese miedo ya surgió con el deseo.
La propuesta que nos hace esta lección, es utilizar el deseo para recordar lo
real, no para hacer real lo ilusorio. El deseo -Eva- que decide quedar seducida
por el ardor cupido de la serpiente, es el deseo que nos lleva a fabricar un
mundo separado, un mundo ilusorio, un mundo de pecado, un mundo de miedo. Pero
ese deseo -Eva- cuando haya sufrido los rigores de la experiencia de la
percepción del mundo fabricado, pariendo con dolor sus criaturas, es decir,
aprendiendo por la vía del sufrimiento, llegará un día, llegará a un estado de
consciencia, que le permitirá descubrir que ese mundo ya no le satisface. Ese
día Eva tomará la decisión de aplastar la cabeza de la serpiente, o lo que es
lo mismo, tendrá un último deseo, poner fin a los deseos y ceder su hegemonía a
Adán redimido, esto es, a la consciencia de la Unidad.
Si has ahondado en esta reflexión, tal vez hayas intuido, que, sin deseos, el
cuerpo pierde su protagonismo y tiende a su desaparición. Mientras que esto
ocurre, puedes hacer lo que quieras, pero no desde el deseo representado por
Eva-Serpiente. No desde el miedo a perder. No desde la creencia en la
separación. En el camino del aspirante, el deseo se convierte en una vía de
sublimación, y ello lo convierte en el centro de sus logros. Pero la sola
visión del deseo como objetivo, nos lleva a hacer realidad su poder, cuando en
verdad, desde el Cielo, el deseo, no es real.
Pongo fin a este análisis, no sin antes dejaros referencias extraídas del
Capítulo 18, de Un Curso de Milagros, más concretamente, las recogidas en el
Apartado VII, punto 4, en adelante:
"No tengo que hacer nada”.“Es imposible aceptar el instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque sólo sea por un instante, a no ver el pasado ni el futuro. No te puedes preparar para él sin ubicarlo en el futuro. La liberación se te concede en el instante en que la desees. Son muchos los que se han pasado toda una vida preparándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. Este curso no pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se propone ahorrar tiempo. Tal vez estés tratando de seguir un camino muy largo hacia el objetivo que has aceptado. Es extremadamente difícil alcanzar la Expiación luchando contra el pecado. Son muchos los esfuerzos que se llevan a cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se aborrece. No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación, ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro” (T-18.VII.4:1-11).Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os restituye el universo a ambos. Ya estás listo. Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada. Sería mucho más efectivo ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que debes hacer. Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta, ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubrimiento: "No tengo que hacer nada" (T-18.VII.5:1-6).“He aquí la liberación final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. Tú no tienes necesidad de ese tiempo. Se te ha economizado tiempo porque tú y tu hermano estáis juntos. Éste es el medio especial del que este curso se vale para economizarte tiempo. No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. "No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. Créelo aunque sólo sea por un instante, y lograrás más que con un siglo de contemplación o de lucha contra la tentación” (T-18.VII.6:1-8).“Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente” (T-18.VII.7:1-8).“Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia" (T-18.VII.8:1-5).
Recordemos, que, aun sabiendo que este mundo no es real, podemos estar en
él, con el único propósito de utilizar sus medios, entre ellos, el cuerpo, para
comunicar la Verdad que hemos recordado y, de este modo, colaborar
conscientemente en el Plan de Salvación, que Dios ha dispuesto para Su Hijo.
Cuando la fuerza del deseo deje de seducirnos, el potencial “Eva”, se
integrará en Adán, en la Voluntad, dando lugar al feliz aliaje entre los
opuesto. Ello llevará a nuestra mente a sentirse fecundada por la fuerza de la
Imaginación Creadora y las vivencias que
antes perseguíamos externamente como un aliciente para satisfacer
nuestros deseos, se convertirá en una maravillosa vivencia interna creadora.
Reflexión: ¿Cómo afrontamos nuestros problemas?
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