sábado, 28 de octubre de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 301

¿Qué es el Segundo Advenimiento?

1. El Segundo Advenimiento de Cristo, que es tan seguro como Dios, es simplemente la corrección de todos los errores y el resta­blecimiento de la cordura. 2Es parte de la condición que reins­taura lo que nunca se perdió y re-establece lo que es eternamente verdad. 3Es la invitación que se le hace a la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de las ilusiones: la señal de que estás dis­puesto a dejar que el perdón descanse sobre todas las cosas sin excepción y sin reservas.

2. La naturaleza totalmente inclusiva del Segundo Advenimiento de Cristo es lo que le permite envolver al mundo y mantenerte a salvo en su dulce llegada, la cual abarca a toda cosa viviente junto contigo. 2La liberación a la que el Segundo Advenimiento da lugar no tiene fin, pues la creación de Dios es ilimitada. 3La luz del perdón ilumina el camino del Segundo Advenimiento porque refulge sobre todas las cosas a la vez y cual una sola. 4Y así, por fin, se reconoce la unidad.

3. El Segundo Advenimiento marca el fin de las enseñanzas del Espíritu Santo, allanando así el camino para el juicio Final, en el que el aprendizaje termina con un último resumen que se exten­derá más allá de sí mismo hasta llegar a Dios. 2En el Segundo Advenimiento todas las mentes se ponen en manos de Cristo, para serle restituidas al espíritu en el nombre de la verdadera creación y de la Voluntad de Dios.

4. El Segundo Advenimiento es el único acontecimiento en el tiempo que el tiempo mismo no puede afectar. 2Pues a todos los que vinieron a morir aquí o aún han de venir, o a aquellos que están aquí ahora, se les libera igualmente de lo que hicieron. 3En esta igualdad se reinstaura a Cristo como una sola Identidad, en la Cual los Hijos de Dios reconocen que todos ellos son uno solo. 4Y Dios el Padre le sonríe a Su Hijo, Su única creación y Su única dicha.

5. Ruega, pues, por que el Segundo Advenimiento tenga lugar pronto, pero no te limites a eso. 2Pues necesita tus ojos, tus oídos, tus manos y tus pies. 3Necesita tu voz. 4Pero sobre todo, necesita tu buena voluntad. 5Regocijémonos de que podamos hacer la Vo­luntad de Dios y unirnos en Su santa luz. 6¡Pues mirad!, el Hijo de Dios es uno solo en nosotros, y podemos alcanzar el Amor de nuestro Padre a través de él.


LECCIÓN 301

Y Dios Mismo enjugará todas las lágrimas.

1. Padre, a menos que juzgue no puedo sollozar. 2Tampoco puedo experi­mentar dolor o sentirme abandonado o creer que no se me necesita en este mundo. 3Éste es mi hogar porque no lo juzgo, y, por lo tanto, es únicamente lo que Tú quieres que sea. 4Hoy lo quiero contemplar sin condenarlo, a través de ojos felices que el perdón haya liberado de toda distorsión. 5Hoy quiero ver Tu mundo en lugar del mío. 6Y me olvidaré de todas las lágrimas que he derramado, pues su fuente ha desaparecido. 7Padre, hoy no juzgaré Tu mundo.                           `

2. El mundo de Dios es un mundo feliz. 2Los que lo contemplan pueden tan sólo sumar a él su propia dicha y bendecirlo por ser causa de una mayor dicha para ellos. 3Llorábamos porque no entendíamos. 4Pero hemos aprendido que el mundo que veíamos era falso, y hoy vamos a contemplar el de Dios.


¿Qué me enseña esta lección?

Juzgar el mundo nos lleva a prestarle nuestra atención y a verlo con los ojos del cuerpo, los cuales tan sólo perciben la separación.

El juicio es la puerta que nos lleva a la condena. Si condenamos, estamos atacando y estableciendo una relación de odio, de dolor, de sufrimiento, con el mundo que nos rodea.

Cada vez que emitimos un juicio, estamos olvidando nuestra verdadera realidad; estamos negando la Unidad que nos mantiene unido a todo lo creado y estamos proyectando en los demás la visión que tenemos de nosotros mismos, de la consciente y de la inconsciente.

En cambio, cuando nuestra mirada descubre a Dios en el rostro de los demás, estamos percibiendo correctamente y reconociendo el verdadero vínculo que nos une a todo lo creado.
Ese reconocimiento, nos hace tomar consciencia, de que el juicio que hacemos de los demás es el juicio que hacemos de nosotros mismos. Todo lo que damos, nos lo damos a nosotros, pues recibimos aquello que hemos dado.

Contemplar el mundo con los ojos del espíritu, con la visión de la Unidad, nos hace contemplar el verdadero rostro de Dios.

Ejemplo-Guía: "La dinámica del juicio"

La definición oficial que nos aporta la Real Academia Española del término juzgar, es el siguiente:

  • Dicho de un juez o un tribunal: Determinar si el comportamiento de alguien es contrario a la ley, y sentenciar lo procedente.
  • Dicho de un juez o un tribunal: Determinar si un hecho es contrario a la ley, y sentenciar lo procedente.
  • Formar opinión sobre algo o alguien.
  • Considerar a alguien o algo de la manera que se indica.
  • Creer u opinar algo.
  • Afirmar, previa la comparación de dos o más ideas, las relaciones que existen entre ellas.
De estas aportaciones, me quedo con dos ideas que considero interesantes para afrontar el tema que hemos elegido como reflexión: creer y comparar.

El juicio está basado en una creencia y el juicio nos lleva a comparar lo que percibimos con dicha creencia. Luego la clave del juicio se encuentra en el nivel de las "causas", esto es, en el nivel de la mente, donde emanan nuestras creencias.

Tenemos que tener en cuenta, que cuando hablamos de  "creencia", no nos estamos refiriendo a "Conocimiento", el cual hace referencia a la comunicación directa con nuestro Creador. La creencia forma parte de la visión elegida por el Hijo de Dios y que da lugar a la separación. En el mundo de la Unidad, en la Eternidad, en el Cielo, existe el Conocimiento, esto es, la vía real de relación con nuestra Fuente Creadora.

La creencia da lugar al juicio porque está basada en la visión de la separación, de la dualidad y desde ese escenario lleva a cabo la labor de comparar, su visión con la de los demás. Podemos decir, que el juicio es el que nos lleva a dar valor a lo que percibimos. Si nuestra percepción es juzgada (interpretada) como buena, el valor que le otorgamos a la experiencia formará parte de lo que llamamos positivo, mientras que si es juzgada como mala, el valor que le otorgamos a esa experiencia, formará parte de lo que llamamos negativa. De este modo, la creencia-juicio va constituyendo nuestro habitual sistema de pensamiento, y nuestras mente reacciona de forma automática a dichas creencias, lo que se traduce, que ante perspectivas que nuestra mente interprete similares a experiencias previas, siempre daremos la misma respuesta, incluso mucho antes de que se produzca, es más, en muchas ocasiones, ni llegan a producirse, pero la disposición de nuestra mente a través de la creencia adquirida, nos lleva a responde de forma inconsciente a dicha posibilidad.

Pongamos un ejemplo: a lo largo de nuestra vida nos hemos visto en la necesidad de afrontar ciertos retos, y cada vez que lo hemos hecho, no hemos conseguido nuestro objetivo. Nuestra mente juzga dichas experiencias y llegamos a la conclusión de que no servimos para lo que estamos intentando. Ese juicio (con rasgos condenatorio) se inscribe en nuestra mente como una creencia: ¡no valgo para esto...!
Pero la vida, no deja de llevarnos a situaciones semejantes, es más, aquello que intentamos conseguir, nos agrada. Nos acaban de llamar para una nueva entrevista en la que tenemos una nueva oportunidad para ver satisfecha nuestras expectativas. No podemos evitar, que desde nuestra mente fluyan pensamientos de temor, basados en experiencias del pasado. La inseguridad adquiere tal dimensión, que nos bloqueamos. El miedo nos atenaza, en ocasiones hasta tal punto, que de manera inconsciente generamos circunstancias que se conviertan en obstáculos que nos impidan afrontar la experiencia. ¿Quién no se ha puesto enfermo con tan sólo pensar que se tiene que enfrentar a una vivencia que le produce miedo? Cuando pequeño, cuando no quería ir a la escuela, me inventaba una enfermedad, la cual hacía real.

Adentrémonos en las enseñanzas compartidas en el Curso y busquemos información que nos ayude a profundizar sobre el tema del juicio:

El Capítulo 3,  apartado VI, está dedicado a "Los juicios y el problema de la autoridad". Recordemos su contenido:
VI. Los juicios y el problema de la autoridad
1. Hemos hablado ya del juicio Final, aunque no con gran detalle. 2Después del juicio Final no habrá ningún otro. 3Dicho juicio es simbólico porque más allá de la percepción no hay juicios. 4Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgas la realidad de otros no podrás evitar juzgar la tuya propia.
2. La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. 2Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. 3He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. 4Los juicios siempre entrañan rechazo. 5Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. 6Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. 7Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. 8Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. 9Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. 10En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, 11pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. 12Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.
3. No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. 2Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. 3De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. 4Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. 5No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. 6En presencia del conocimiento todo juicio queda, automáticamente suspendido, y éste es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción.
4. Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. 2Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. 3Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. 4Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. 5De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.
5. Cuando te sientes cansado es porque te has juzgado a ti mismo como capaz de estar cansado. 2Cuando te ríes de alguien es por­que has juzgado a esa persona como alguien que no vale nada. 3Cuando te ríes de ti mismo no puedes por menos que reírte de los demás, aunque sólo sea porque no puedes tolerar la idea de ser menos que ellos. 4Todo esto hace que te sientas cansado, ya que es algo básicamente descorazonador. 5No eres realmente capaz de estar cansado, pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. 6La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable. 7Es curioso que una habilidad tan debili­tante goce de tanta popularidad. 8No obstante, si deseas ser el autor de la realidad, te empeñarás en aferrarte a los juicios. 9También les tendrás miedo, y creerás que algún día serán usados con­tra ti. 10Sin embargo, esta creencia sólo puede existir en la medida en que creas en la eficacia de los juicios como un arma para defender tu propia autoridad.
6. Dios ofrece únicamente misericordia. 2Tus palabras deben reflejar sólo misericordia porque eso es lo que has recibido y eso es lo que deberías dar. 3La justicia es un expediente temporal, o un intento de enseñarte el significado de la misericordia. 4Es juz­gadora únicamente porque tú eres capaz de cometer injusticias.
¿Qué nos dice el Curso con respecto al origen del juicio?
"En la mente que Dios creó perfecta como Él Mismo se adentró un sueño de juicios. Y en ese sueño el Cielo se trocó en infierno, y Dios se convirtió en el enemigo de Su Hijo. ¿Cómo puede desper­tar el Hijo de Dios de este sueño? Es un sueño de juicios. Para despertar, por lo tanto, tiene que dejar de juzgar. Pues el sueño parecerá prolongarse mientras él forme parte de él. No juzgues, pues el que juzga tiene necesidad de ídolos para evitar que sus juicios recaigan sobre él mismo. No puede tampoco conocer al Ser al que ha condenado. No juzgues, pues si lo haces, pasas a formar parte de sueños malvados en los que los ídolos se convier­ten en tu "verdadera" identidad, así como en la salvación del jui­cio que, lleno de terror y culpabilidad, emitiste acerca de ti mismo."
Las enseñanzas nos dice, que "Todo lo que vemos afuera es el juicio de lo que vemos dentro. Si es nuestro propio juicio, será erróneo, pues nuestra función no es juzgar".
En cambio, si es el juicio del Espíritu Santo será correcto, pues Su función es juzgar. En este sentido, el Curso añade: 
"Tú compartes Su función sólo cuando juzgas tal como Él lo hace, sin juzgar nada por tu cuenta. Juzgarás contra ti mismo pero Él juzgará a tu favor."
¿Cómo juzga el Espíritu Santo?
"El Espíritu Santo separa lo verdadero de lo falso en tu mente, y te enseña a juzgar cada pensamiento que dejas que se adentre en ella a la luz de lo que Dios puso allí. El Espíritu Santo, con vistas a reforzar el Reino en ti, conserva lo que está de acuerdo con esa luz, y acepta y purifica lo que está parcialmente de acuerdo con el Reino. Mas lo que está en completo desacuerdo lo rechaza juzgando contra ello."
Y sigue:
"El Espíritu Santo no te enseña a juzgar a otros porque no quiere que enseñes nada que sea erróneo, y que, de este modo, tú mismo lo aprendas. No sería consistente si te permitiera reforzar lo que debes aprender a evitar. En la mente del pensador, por lo tanto, el Espíritu Santo es enjuiciador, pero sólo a fin de unificar la mente de modo que pueda percibir sin emitir juicios. Esto le permite a la mente enseñar sin emitir juicios y, por consiguiente, aprender a estar libre de ellos. Esta rectificación es necesaria sólo en tu mente, a fin de que dejes de proyectar en lugar de extender."

Reflexión: Cuando juzgas, te juzgas a ti mismo. 

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