jueves, 4 de enero de 2024

Principio 4: Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida.

PRINCIPIO 4

Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber.


La afirmación “Todos los milagros significan vida”, establece una relación directa entre el milagro y la vida. Pero, me pregunto si lo que llamamos vida desde la visión del ego, significa lo mismo desde el punto de vista del Espíritu. Creo, que el término vida desde el punto de vista del ego, es una ilusión. Entonces, ¿qué es la vida?

La Lección 54 del libro de ejercicios, es una Lección de repaso y en el concepto, “No veo cosas neutras”, nos refiere lo siguiente:

2Lo que veo da testimonio de lo que pienso. 3Si no pensase no existiría, ya que la vida es pensamiento. 4Permítaseme mirar al mundo que veo como la representación de mi propio estado de ánimo. 5Sé que éste puede cambiar. 6sé asimismo que el mundo que veo puede cambiar también.

La vida es pensamiento, luego el milagro, con relación a esta idea, es el pensamiento correcto, libre de todo error. En la medida que miremos al mundo desde un estado de ánimo inspirado por el amor, el mundo que percibo puede cambiar. El milagro tiene ese efecto sobre la vida, des-hace el error, que se identifica con la culpa, el castigo, la enfermedad, la muerte, para llevarnos a la visión de la inocencia, de la impecabilidad, de la curación, de la vida.

En la Lección 45, se nos enseña que Dios es la Mente con la que pienso. En el desarrollo de dicha Lección se recoge que “No existe ninguna relación entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. 4Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. 5Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará”. Ello quiere decir, que cuando ponemos nuestra mente al servicio del ego, nuestros pensamientos se identifican con el error, fabricando un mundo ilusorio. Es esa interpretación errónea la que corrige el milagro.

Podemos seguir profundizando en el significado de la vida, y en la Lección 151, se indica: “2Tu vida tiene lugar más allá del cuerpo y del mundo, más allá de todos los testigos de lo profano, dentro de lo Santo, y es tan santa como Ello Mismo. 3En todo el mundo y en todas las cosas Su Voz no te hablará más que de tu Creador y de tu Ser, el Cual es uno con Él. 4Así es como verás la santa faz de Cristo en todo, y como oirás en ello el eco de la Voz de Dios”.

La vida, al igual que los milagros, tiene lugar más allá de la visión del cuerpo y del mundo. En verdad, tanto la vida como el milagro, encuentra su Fuente en Dios, y la conexión que nos hace uno con nuestro Padre es la Mente. El milagro tiene su causa en la mente, donde corrige y des-hace el error de percepción.

El error original de la mente, es la creencia en la separación. A este respecto, debemos decir, “No puedes caminar por el mundo separado de Dios porque no podrías existir sin Él. Él es lo que tu vida es. Donde tú estás, Él está. Hay una sola vida. Ésa es la vida que compartes con Él. Nada puede estar separado de Él y vivir. (L-pI.l156.2:4-7)”

Somos Hijos de Dios y hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza. Es el Pensamiento de Dios el que nos ha creado y nunca nos ha abandonado, por lo que nunca hemos estado separados de él ni siquiera un instante. Ese Pensamiento nos pertenece y gracias a él vivimos.

En la vida, al igual que en los milagros, no existe diferentes grados, es decir, no existen diferentes clases de vida, pues la vida es como la verdad, no admite grados. En la Lección 167, nos dice sobre este particular: “3Es la única condición que todo lo que Dios creó comparte. 4Y al igual que todos Sus Pensamientos, no tiene opuesto. 5La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. 6La muerte no existe porque Dios no tiene opuesto. 7La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno.
2. En este mundo parece haber un estado que es lo opuesto a la vida. 2Tú lo llamas muerte. 3Sin embargo, hemos aprendido que la idea de la muerte adopta muchas formas. 4Es la idea subyacente a todos los sentimientos que no son de suprema felicidad. 5Es la alarma a la que respondes cuando reaccionas de cualquier forma que no sea con perfecta alegría. 6Todo pesar, sensación de pérdida, ansiedad, sufrimiento y dolor, e incluso el más leve sus-piro de cansancio, cualquier ligera incomodidad o fruncimiento de ceño, dan testimonio de la muerte. 7Por lo tanto, niegan que vives.
3. Tú crees que la muerte es algo que sólo tiene que ver con el cuerpo. 2Sin embargo, es sólo una idea, y no tiene nada que ver con lo que se considera físico”.

La muerte es el pensamiento de que estás separado de tu Crea­dor.
La muerte no puede proceder de la vida. Las ideas permane­cen unidas a su fuente.

La mente puede pensar que duerme, pero eso es todo. 2No puede cambiar su estado de vigilia. 3No puede hacer un cuerpo, ni tampoco habitar en un cuerpo. 4Lo que es ajeno a la mente no existe porque no tiene una fuente. 5La mente crea todas las cosas que existen, pero no puede otorgarles los atributos que no posee, ni tampoco cambiar su propio estado eterno de plena conciencia. 6No puede dar lugar a lo físico. 7Lo que parece morir no es sino la señal de que la mente está dormida. (L-pI.l156.6:2-7)”

“Dios es el dador de la vida”. Esta afirmación recogida en el cuarto Principio, nos revela que Dios es nuestra Fuente, es “el aire que respiro, el alimento que me sustenta y el agua que me renueva y me purifica. 3Él es mi hogar, en el que vivo y me muevo; el Espíritu que dirige todos mis actos, me ofrece Sus Pen­samientos y garantiza mi perfecta inmunidad contra todo dolor” (L-pII.l222.1:2).

Podríamos resumir este punto, diciendo que el milagro es lo que nos conduce de regreso a Dios, nos conduce a la verdadera vida.

"Su Voz", que es una de las definiciones que el Curso da del Espíritu Santo, "te guiará muy concretamente.

Se te dirá todo lo que necesites saber." Una de las preguntas más comunes que hace la gente es: Si el Curso afirma que se te dirá muy específicamente, ¿por qué yo no oigo respuestas específicas?" Estoy seguro de que todo el mundo se hace esa pregunta y tiene ese problema. Uno de los obstáculos para escuchar las cosas que el Espíritu Santo nos diría es que exigimos oírlas. Muchas veces las preguntas que le hacemos al Espíritu Santo no son realmente preguntas; son afirmaciones. Fabricamos un problema y luego exigimos que Él nos dé la respuesta, lo cual es, por supuesto, otra expresión de la arrogancia del ego al creerse que sabe cuáles son los problemas, y también cuáles son las respuestas. Pero muy a menudo cuando le pedimos ayuda a Dios u oramos pidiendo ayuda, lo que hacemos es plantear el problema como lo vemos nosotros y luego Le pedimos que nos lo resuelva y, por supuesto, cuando no lo resuelve, creemos tener un caso cerrado en contra de Él: "Dices que vas a contestarme muy concretamente, y aquí estoy. Soy tan honrado y tan serio y devoto y fiel y no oigo nada." Lo que hemos hecho, en realidad, sin percatarnos de ello, es cerrar la puerta. No es que el Espíritu Santo no nos hable, es que no podemos escucharlo. (Kenneth Wapnick – Los 50 Principios del milagro” 

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