sábado, 6 de enero de 2024

Principio 6: Los milagros son naturales. Cuando no ocurren, es que algo anda mal.

PRINCIPIO 6

Los milagros son naturales. Cuando no ocurren, es que algo anda mal.


Cuando hemos analizado el Principio 5, advertíamos una de las condiciones del milagro, veíamos que el milagro debe ser un hábito y debe realizarse involuntariamente. Advertíamos, igualmente, que no deben ser controlados conscientemente, pues al estar nuestra conciencia identificada con el ego –error-, lo utilizaríamos para dar continuidad a la ilusión, a lo irreal.

El Principio 6, nos introduce una condición en la línea ya trazada, los milagros son naturales. Con ello, está ahondando en la idea de su procedencia, en su cualidad divina: el milagro significa vida y Dios es el dador de la vida. El milagro encuentra su Fuente en el Amor y Dios es Quien dispensa ese Amor a través de su creación: el Hijo de Dios.

Lo natural simboliza la cualidad esencial y característica de la cual proviene. Podemos decir, que los milagros son naturales pues su Fuente es el Amor y el Amor procede de Dios.

El ego o pensamiento de separación, no puede realizar el milagro pues no encuentra su “causa” en Dios. Es más, la manifestación del milagro, al corregir ese error primigenio, el error de creernos separados de Dios, pone fin a su ilusión y por lo tanto pone fin a su ficticia existencia.

Para realizar un milagro, debemos previamente recibirlo, y con ello debemos entender, que debemos “recordar” nuestra condición natural, nuestra condición divina, nuestro linaje espiritual. Aún permaneciendo en el sueño, debemos desear los beneficios del milagro, pues como ya hemos dicho en otra ocasión, tenemos derecho a él. Desde el sueño, en el que permanecemos dormidos, no sabemos qué es lo que tenemos que hacer para dar expresión al milagro, pero sí podemos pedir a la Voz que habla por Dios, al Espíritu Santo, que nos permita despertar dentro del sueño, que nos permita abrir los ojos y comprobar que ya no vivimos una pesadilla, que podemos dirigir la fuerza de nuestra mente y elegir cómo interpretar las escenas que forman parte de nuestro sueño; podemos elegir tener sueños felices.

Ese despertar, nos llevará a recordar lo que somos realmente y ese será el milagro que el Espíritu Santo nos ofrece para que lo compartamos con el mundo. En la acción de dar, en la medida en que extendemos nuestra condición natural y amorosa, nos permitirá retener  esa condición, la cual crecerá abundantemente, al recibir el fértil riego de las aguas de nuestro amor y el cálido sol de nuestra consciencia.

Cuando en nuestro sueño, observamos que nos encontramos experimentando pesadillas, cuando nos sentimos víctimas del dolor, del castigo, del miedo, de la tristeza, de la enfermedad, de la muerte, de las pérdidas y de la escasez, entonces es que las cosas no van bien, es decir, estamos dejando que nuestro ego reparta sus cartas y nos mantenga atrapado en el juego de la ilusión. En ese juego, el milagro no puede manifestarse, pues no puede utilizarse su fuente para engalanar una personalidad que se cree enemigo del Creador.

Podemos pensar que estamos despiertos dentro del sueño. Hemos recibido la llamada del Espíritu Santo en nuestra mente y nos ha llevado a ver que hemos alimentado el error de creer que estamos separados. Un peligro acecha al soñador en este punto del camino, el deseo de ser especial. Sí, acaba de descubrir que el ser un obrador de milagros se hace sentir bien. Es quizás lo que añoraba dentro del sueño, incluso, se siente feliz, pues ahora podrá ser un benefactor para los demás, salvar sus vidas, guiar sus caminos, curar sus enfermedades. En este punto, puede olvidar que sigue soñando, y sin embargo, su estado de iluminación le lleve a pensar que no lo está.

A pesar de ese estado “ilusorio” de elevación, el soñador iluminado no se ha percatado de que sigue viendo el conflicto, el dolor, la escasez, la enfermedad, el cuerpo, y con ello, lo está haciendo real. Identificarse con estos guiones del sueño, nos está indicando que “algo anda mal” y cuando intentemos realizar los milagros veremos que no se ven realizados, es decir, vemos que nuestro deseo de aliviar el dolor del otro no ha surtido efecto. Lo que estamos haciendo es olvidando que esa situación no es real, pero la estamos haciendo real.

Estamos aquí, únicamente, para ser útiles… debemos entender ese sentido de la utilidad, como el deseo de hacer la Voluntad del Padre. Pongamos en manos del que habla por su Voz todos nuestros asuntos y dejemos que Él, guie nuestros pasos allí donde debamos extender nuestro Amor, es decir, hacer real el milagro.

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