jueves, 10 de abril de 2025

Capítulo 19. C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte.

 C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte.


1.  A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar -y ser libera­dos- del culto a la muerte. 2Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. 3No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. 4Nadie puede morir a menos que elija la muerte. 5Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. 6La culpabilidad es asimismo algo temido y temible. 7Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sien­ten atraídos por ella y la buscan. 8Y lo mismo ocurre con la muerte. 9Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre toda cosa viviente porque el ego es el "enemigo" de la vida.

La liberación del culto a la muerte nos pide que dejemos de creer en ella tal y como nos lo ha enseñado el ego. A lo largo del contenido de las enseñanzas que vamos analizando en este Curso, hemos podido conocer las claves más importantes para saber, al menos teóricamente, lo que somos y cuál es nuestra misión. Hemos visto cómo el papel de la mente juega un papel estelar, dado que, dependiendo a quién decida elegir, a quién decida servir, nuestra identidad será una u otra cosa, es decir, un cuerpo físico, si nuestra elección es el ego y su creencia en la separación, o espíritu, si nuestra elección es el Espíritu Santo, la Mente Recta.

Cuando nos encontramos identificados con el sistema de pensamiento, es inevitable que podamos dejar de creer en las leyes que rigen en su "reino", las cuales se fundamentan en la creencia en el tiempo y en el ciclo vital de nacimiento y muerte. En este mundo todo es temporal, de ahí que sea considerado ilusorio y falso, pues lo real y verdadero no cambia, es eterno.

Por lo tanto, como decíamos al inicio, dejar de creer en la muerte nos lleva a cambiar de manera de pensar, de ver las cosas. Nos lleva a cambiar de creencia en lo que somos y, con la nueva percepción, ver la realidad, esta es, que no estamos limitados por las leyes del tiempo porque el espíritu es inmortal.

2. Mas una sombra no puede matar. 2¿Qué es una sombra para los que viven? 3Basta con que la pasen de largo para que desapa­rezca. 4¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración no es a la vida; los "pecadores" enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte? 5Toca a cual­quiera de ellos con las dulces manos del perdón, y observa cómo desaparecen sus cadenas, junto con las tuyas. 6Ve cómo se des­poja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. 7Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. 8Esto no es arro­gancia. 9Es la Voluntad de Dios. 10¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? 11¿Qué significado podría tener la muerte para ti? 12Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. 13Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. 14Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. 15la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensa­miento de Dios.

Para el ego, la vida, la existencia es sinónimo de presencia. El ser tiene dependencia del estar. Y su verdad está sustentada en la percepción que adquiere a través de los sentidos físicos, lo que le lleva a afirmar que aquello que no percibe no existe. Su mejor testigo para dar credibilidad a su verdad es el cuerpo, el cual se convierte en su bien más preciado, pues tiene la certeza de que es el portador de la felicidad, de la paz, del placer, así como el portador de todos sus males, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.

Para el espíritu, la existencia es sinónimo de Ser y no está sujeto a ninguna limitación. Su verdad está sustentada en la visión de la unidad y en la esencia del amor. Su mayor testigo es la unicidad de las mentes, la cual se completa en la Filiación. El amor que une a todas las mentes es la fuente de donde emana la verdadera felicidad, la paz, la dicha, la vida. 

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