miércoles, 10 de abril de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 101

LECCIÓN 101

La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

1. Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. 2Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. 3Todavía crees que la salvación requiere que sufras como peni­tencia por tus "pecados". 4Pero no es así. 5No obstante, no podrás evitar pensar que lo es, mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.

2. Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. 2La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. 3Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad. 4Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y por eso es por lo que cla­man. 5Pues saben que eso es lo que les espera, y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará, de modo que puedan saldar la deuda que tienen con Dios. 6Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. 7Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.

3. Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. 2El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. 3La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. 4Su ira es insaciable e in­clemente, aunque totalmente justa.

4. ¿Quién buscaría un castigo tan brutal? 2¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece? 3¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento? 4Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. 5Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.

5. Hoy necesitas las sesiones de práctica. 2Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitable­mente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suce­der, pues carece de causa. 3Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. 4El pecado no existe. 5Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.

6. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa. 2La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo. 3No tengas miedo de la Voluntad de Dios. 4Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha for­jado en tu febril imaginación. 5Di:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7El pecado no existe ni tiene consecuencias.

8Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. aLuego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brin­darán a tu mente.

7. Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. 2Escápate hoy de la locura. 3Ya estás firme­mente plantado en el camino que conduce a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para que vayas aún más deprisa hacia la meta de paz que te aguarda. 4El pecado no existe. 5Recuerda esto hoy, y repite en silencio tan a menudo como puedas:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.

¿Qué me enseña esta lección? 

A lo largo de la historia de la humanidad, hemos participado, de una manera u otra, de un error colectivo, el cual se encuentra inscrito en el inconsciente de la raza humana. Ese magno error, es la creencia en el “pecado”. Haber violado el precepto divino de “no comer del Árbol del Bien y del Mal”, nos hace merecedores del castigo divino y de sufrir la expulsión de la condición paradisíaca de la cual gozábamos, previa, a la violación de esa ley. 

Desde entonces, nos hemos alimentado de la creencia en la culpa; hemos ido creciendo con un profundo sentimiento de desvalorización al no haber estado a la altura de nuestro creador. El creernos merecedores de ese “castigo” nos lleva a sentir miedo por la “ira divina”, el cual nos sentenció al padecimiento y al arduo trabajo para garantizar nuestro sustento físico.

Sin embargo, esas creencias están fundamentadas en el error. Hemos sustituido la Grandeza de nuestro Padre, por un rostro vengativo y justiciero, que se complace en recibir el regalo de nuestro sacrificio. 

Somos Hijos de Dios, parte Una de su Expansión Mental. Creados a su “Imagen y Semejanza”. Mira por un instante en tu corazón. ¿Acaso encuentras algún indicio de temor, de odio, de rencor? Míralo de nuevo, no confundas su pureza, con el ardor de tus deseos. No permitas que ese velo enturbie tu visión. Lo ves. Cada latido es una muestra de Vida; de Amor. 

Nuestra capacidad creadora, nos lleva a imitar al Padre. En nuestro papel paternal, ¿no estaríamos dispuestos a perdonar los errores de nuestros hijos? Si como aprendices, somos capaces de dar esa respuesta y con ello, ofrecemos un “plan de salvación para nuestro hijo”, ¿qué no será capaz nuestro Padre de perdonar? Es más, Él, no ve el error, pues sabe con total certeza, que somos Perfectos. Ver el error como un pecado, es una apuesta por la culpa y por la necesidad de rectificación. 

La única Voluntad de mi Padre es que sea Feliz. Esa es mi propia Voluntad hacia mis hijos.

 

Ejemplo-Guía: "¿Qué vas a elegir, sufrir o ser feliz?"

No, seguramente no te imaginarás a Adán y a Eva, como los causantes de nuestras desgracias, como los pecadores originales que sucumbieron a la tentadora oferta de la serpiente. 

No, seguro que interpretarás de una manera alegórica ese pasaje ancestral de la Biblia. Pero, igual de seguro, intuirás que lo que representan en nuestra conciencia los arquetipos de Adán y Eva, sí será revelador a la hora de entender el profundo significado que nos representan con la escena de comer del fruto del Árbol del Bien y del Mal. 

La humanidad en su totalidad, queda representada por esos arquetipos: la fuerza potencial de la dualidad de la cual adquirimos conciencia tras el acto de que nuestros deseos (Eva), aceptasen abrir los ojos al mundo de la ilusión, inspirado por la figura de la serpiente paradisíaca (el ardor cupido). A partir de ese instante, la percepción se convierte en la vía de aprendizaje, dando lugar a la conciencia de la individualidad (ego) y a la creencia de la separación y del pecado. 

¿Qué significado tiene el pecado para que haya ejercido tanta influencia en nuestras vidas? 

El pecado es una creencia fabricada por el ego. Si antes de producirse el estado llamado de separación, manteníamos una conexión directa con nuestro Creador, ese estado de Plenitud y Abundancia (Paraíso Terrenal) nos hacía uno con Todo, no existía necesidad, ni carencia. 

Sin embargo, con la separación, es decir, con la desconexión directa con nuestro Creador, aparece la percepción de necesidad, pues nuestros ojos se han abierto a un mundo desconocido e ilusorio. Este nuevo estado, aun siendo irreal, nos lleva a la percepción de que tenemos que alimentarnos y dar respuestas a las necesidades del cuerpo físico, vehículo que demanda ser atendido biológicamente. Es el comienzo de la gran aventura de la vida física. Sembramos y cosechamos. Es la ley.  

Cada vez que sembramos desde la separación, movilizamos fuerzas contrarias al orden cósmico, es decir, fuerzas contrarias al amor. Sembramos desde el miedo y ello nos reportará efectos de miedo. Si atacamos, seremos atacados. Si damos, recibimos. 

El pecado es la respuesta al miedo. Miedo a creer que hemos perdido la Gracia de Dios. 

Pero, es el momento de hacernos algunas preguntas. ¿No habremos estado equivocados? ¿No habremos interpretado erróneamente esa identificación con el mundo de percepción? 

¿Y si no somos un cuerpo? ¿Y si nuestra existencia no acaba con la muerte? ¿Y si el sufrimiento no es necesario para salvarnos? ¿Y si todo el dolor se desvanece cuando perdonamos? 

Aunque en verdad, tan sólo hay una pregunta: ¿Y si no estamos separados de nuestro Creador? 

¿Estarías dispuesto a vivir la vida desde esa visión? Es una elección.

Reflexión: ¿Piensas que debes ser castigado por tus errores? ¿Cómo actúas ante el error, el propio y/o de los demás?

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