jueves, 17 de abril de 2025

Capítulo 19. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (2ª parte).

 D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (2ª parte).

3. Este velo, que la creencia en la muerte mantiene intacto y que su atracción protege, es el más tenebroso de todos. 2La dedicación a la muerte y a su soberanía no es más que el voto solemne, la promesa que en secreto le hiciste al ego de jamás descorrer ese velo, de no acercarte a él y de ni siquiera sospechar que está ahí. 3Éste es el acuerdo secreto al que llegaste con el ego para mante­ner eternamente en el olvido lo que se encuentra más allá del velo. 4He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga aban­donar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación.

Recordemos que nuestro estado de consciencia actual se encuentra en una fase infantil, lo que significa que estamos aprendiendo a dar nuestros primeros pasos y que sin duda nos caeremos más de una vez en una invitación a que nos levantemos y sigamos intentándolo, pues para alcanzar nuestra meta es necesario que aprendamos a andar por nosotros mismos y de este modo poder acompañar en el camino a nuestros hermanos de ruta.

Sabemos que nuestra percepción nos muestra una identidad transitoria a la que hemos llamado cuerpo, y sabemos que más allá de ese cuerpo, nuestra verdadera identidad resplandece en el mundo de la luz, de donde procedemos y donde tenemos nuestro verdadero hogar. Ahora conocemos el camino que debemos recorrer hasta alcanzar el reencuentro con nuestro hogar. Conocemos que no es un camino que debamos recorrer en soledad, sino de la mano de nuestros hermanos. Y sabemos que ese camino nos invitará a desprendernos de todas las ilusiones con las que nos hemos sentido identificados al creer que nuestras acciones han ofendido a la confianza depositada en nosotros por nuestro Creador, y esa ofensa la hemos llamado pecado, el cual ha despertado el odio hacia nosotros mismos, adquiriendo ese odio el sentimiento de la culpa. 

Este es el punto crucial de nuestra andadura espiritual, pues nos enfrentamos al más sutil de los pensamientos, la creencia en que no somos merecedores del amor de Dios, sino que nos merecemos su castigo redentor para que retomemos el camino correcto. De esta creencia se deduce que somos hijos del pecado y ello despierta en nuestra consciencia un profundo temor a Dios.

4. Observa cómo la creencia en la muerte parece "salvarte". 2Pues si ésta desapareciese, ¿a qué le podrías temer, sino a la vida? 3La atracción de la muerte es lo que hace que la vida parezca ser algo feo, cruel y tiránico. 4Tu miedo a la muerte no es mayor que el que le tienes al ego. 5Ambos son los amigos que tú has elegido, ya que en tu secreta alianza con ellos has acordado no permitir que jamás se revoque el temor a Dios, de modo que pudieses contem­plar la faz de Cristo y unirte a Él en Su Padre.

Mientras que rindamos culto en nuestra mente a la atracción de la muerte, estaremos testimoniando que seguimos creyendo que la verdadera vida se encuentra limitada a la existencia y durabilidad del cuerpo. En verdad, el miedo a la muerte significa que tenemos miedo al cuerpo, pues sin él no existiría la muerte. Se trata del error original de creer que somos lo que percibimos, lo que nos lleva a negar nuestra verdadera esencia espiritual.

Tener la certeza de lo que somos es fundamental para conocer el papel y la función del cuerpo, así como para reconocer nuestra ancestralidad y condición eterna.

Expiar ese error original es esencial para amar a Dios. Dejamos de rendir culto a lo ilusorio y pasajero, para fundirnos en la unidad que formamos con la Filiación y con Dios

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