sábado, 23 de marzo de 2019

La Cuaresma (cuarentena): Significado Espiritual del nº 40

Quiero aprovechar, que nos encontramos transitando por tiempo “cuaresmal” para acercarnos al significado espiritual que encierra este evento cósmico.

Como en otras ocasiones, analizaremos el enfoque que nos aporta el saber popular, para ello consultaremos la fuente Wikipedia, y como no puede ser menos, buscaremos el sentido espiritual y esotérico, para lo cual, citaremos las enseñanzas escritas por Kabaleb. Igualmente, haremos valer el conocimiento que nos aporta la numerología, así como el Tarot, para descifrar el significado esotérico del nº 40.

Enseguida el Espíritu le empujó hacia el desierto. 13  Permaneció en él cuarenta días, tentado por Satanás, y moraba entre las fieras, pero los ángeles le servían (Marcos1, 12-13).

Nos relata la crónica sagrada que después de recibir el bautizo, Jesús, ya con la personalidad crística incorporada, fue transportado por el espíritu al «desierto» y sometido a las tentaciones del Diablo. Pasó allí cuarenta días ayunando y, nos dice Marcos, estaba con las bestias salvajes.
En el lenguaje simbólico, las bestias salvajes son nuestros instintos y bajas pasiones.

El trabajo de purificación duró cuarenta días, justo los que dura la Cuaresma. Los estudiantes de angeología saben que cuarenta son los días regidos por cada uno de los nueve coros de ángeles (ya que cada ángel tiene cinco grados de regencia en el zodíaco y hay ocho ángeles por coro (5*8=40)), y que el periodo cuaresmal que va de veinte grados de Acuario a treinta de Piscis, está regido por el coro de ángeles de Yesod, especializado en los trabajos de purificación del cuerpo vital, purificación indispensable para actuar conscientemente en los mundos de arriba y para recibir el mensaje divino que todos los años se desprende del signo de Aries cuando el sol transita por él a partir del 21 de marzo.


Cuarenta días de ayuno dejan el cuerpo «limpio», transmutan integralmente la personalidad y permiten al individuo renacer, cualesquiera que hayan sido los errores que haya podido cometer. Es difícil que una enfermedad subsista después de cuarenta días de ayuno y de ellos sale el Hombre Nuevo.


¿Qué es la Cuaresma?


La Cuaresma: del latín: quadragésima, Cuadragésimo día (antes de la pascua) es el período del tiempo litúrgico (calendario cristiano) destinado por la Iglesia católica, la Iglesia católica ortodoxa y la Iglesia anglicana, además de ciertas Iglesias evangélicas, aunque con inicios y duraciones distintas, para la preparación de la fiesta de Pascua.


Oficialmente, la Cuaresma comienza el miércoles de Ceniza y termina justo antes de la "Misa de la Cena del Señor" en la tarde del Jueves Santos. La duración de cuarenta días proviene de varias referencias bíblicas y simboliza la prueba de Jesús al vivir durante 40 días en el desierto previos a su misión pública. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio, además de los 40 años de la marcha del pueblo israelita por el desierto y los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. A lo largo del tiempo de Cuaresma, los cristianos son llamados a reforzar su fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. La Cuaresma tiene cinco domingos más el Domingo de Ramos (seis en total), en cuyas lecturas los temas de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón, son dominantes. No es un tiempo triste, sino más bien meditativo y recogido. Es, por excelencia, el tiempo de conversión y penitencia del año litúrgico. Por eso, en la misa católica no se canta el “Gloria” al final del acto penitencial (excepto el jueves santo, en la misa de la cena del Señor), ni el “Aleluya” antes del evangelio. El color litúrgico asociado a este período es el morado, asociado al duelo, la penitencia y el sacrificio a excepción del cuarto domingo que se usa el color rosa y el Domingo de Ramos en el que se usa el color rojo referido a la Pasión del Señor.

Son exactamente cuarenta los días que van del Miércoles de Ceniza al Sábado Santo, sin contar los domingos.

La Pascua tiene mucha relación con el calendario agrícola y el tiempo de renovación de la tierra. Para calcular su celebración se toman en cuenta el sol y la luna (sol de primavera y luna llena). En ese sentido, se debe buscar el primer domingo posterior a la primera luna llena de primavera septentrional (Hemisferio Norte). Una vez encontrada la Pascua, son contados cuarenta días atrás para fijar el primer día de la cuaresma, es decir, el correspondiente al llamado "miércoles de ceniza" (los domingos, según se explica arriba, no son tomados en cuenta para hacer este cálculo).

La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

Según San León, la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana” (Esta definición es deducida del análisis del sermón 42).

Se trataba, por tanto, de un tiempo, introducido por la imitación de Cristo y de Moisés, en el que la comunidad cristiana se esforzaba en realizar una profunda renovación interior. El Catecismo de la Iglesia Católica retoma esta idea y la expresa de la siguiente manera: “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto”.

El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma, se realiza el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente de los fieles católicos. La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior al ser éstos quemados. Mientras el sacerdote impone la ceniza dice una de estas dos expresiones: "Arrepiéntete y cree en el evangelio" (Mc 1,15) o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Gén 3,19)

El Miércoles de Ceniza es el primer día de la Cuaresma en los calendarios litúrgicos católico, protestante y anglicano. Se celebra cuarenta días antes del inicio de Semana Santa, es decir, del Domingo de Ramos. La ceniza es elaborada o extraída de los Ramos benditos de la Semana Santa anterior, es decir, los del Domingo de Ramos, estos se incineran y de ahí sale la Santa Ceniza.
Este día ocurre en diferente fecha cada año, de acuerdo con la fecha móvil de Pascua. Puede acontecer entre el 4 de febrero y el 10 de marzo.

¿Por qué miércoles?
Cuando en el siglo IV, se fijó la duración de la Cuaresma en 40 días, ésta comenzaba 6 semanas antes de la Pascua (Para calcular la fecha de la Pascua se usaba el Computus), en domingo, el llamado domingo de "cuadragésima". Pero en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y aquí surgió un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en día domingo por ser "día de fiesta", la celebración del día del Señor. Entonces, se movió el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer sábado del mes.

Este día, que es para los católicos día de ayuno y abstinencia, igual que el Viernes Santo, se realiza la imposición de la ceniza a los fieles que asisten a misa. Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza de los fieles como signo de la caducidad de la condición humana; como signo penitencial, ya usado desde el Antiguo Testamento; y como signo de conversión, que debe ser la nota dominante durante toda la Cuaresma.

40 días de purificación y la tentación.

El ayuno de Jesús tuvo lugar en el “desierto” que representa esa tierra sin cultivar que une la personalidad sagrada a la profana, que va del mundo estructurado y material a la región de la Gracia y del Amor. Es una tierra que debe ser cultivada; ese desierto debe convertirse en un camino de rosas. Ello significa, para el discípulo, que esos cuarenta días de ayuno deben transcurrir en un lugar desde el que pueda vivir intensamente la vida espiritual.
Esto debe consistir en asimilar los programas de que son portadores los rostros angélicos, en primer lugar los correspondientes a los ocho ángeles lunares, cuyo domicilio zodiacal se encuentra situado entre los veinte grados de Acuario y treinta grados de Piscis; en segundo lugar los programas de los cuarenta últimos rostros que rigen, a razón de uno por día y que se inician con Yehuiah, el n° 33, primero de los ángeles Potencias de Gueburah.

Los cuarenta días de ayuno no deben transformarse en un tiempo muerto, sino en un periodo muy activo, en el que el alma humana pasa revista a toda su existencia y procede a una reconsideración profunda de sí misma. Para que el Hombre Nuevo pueda nacer, es preciso que sea elaborado, que el discípulo facilite un trabajo, sin perder de vista que es la divinidad interna, la que llevamos dentro, la que trabaja, y sólo cuando ésta se ha movido, la divinidad externa produce las circunstancias que ayudarán la primera a realizar su propósito.

Si el aspirante a los ayunos no dispone de soledad para realizarlos, si tiene que practicarlos en el ajetreo de la vida mundana, con deberes sociales y familiares que cumplir, es mejor que no realice la prueba. Siempre puede entrenarse ayunando ciertos días, como el corredor de fondo, cuando se prepara para la gran prueba. Esta misma preparación le acercará al objetivo, es decir, creará las circunstancias que le permitirán un día realizar su transmutación.

Al final de su ayuno, Jesús recibe la visita del tentador que lo somete a tres tentaciones, una para el cuerpo físico, otra para el cuerpo de deseos y la tercera para el mental. La primera se refería al hambre. Después de cuarenta días sin comer, el tentador sugirió al espíritu de Jesús que convirtiera las piedras en pan; es decir, que utilizara sus poderes espirituales para alterar el orden natural en su propio provecho.
Esta es una prueba que un día u otro ha de presentarse al discípulo: la utilización de sus poderes en su provecho personal. Esa voz interna será acompañada de todas las sutilezas requeridas, a fin de que el discípulo considere justificadas sus proposiciones. Le dirá que para cumplir su misión bien es preciso que se alimente, es decir, que exija de aquellos a quienes destina sus enseñanzas, el dinero necesario para vivir, para organizar la enseñanza y difundirla lo más ampliamente posible. Muchos son los que han cedido a ese tipo de sugerencias y venden hoy sus conocimientos con la excusa, profanamente válida, de que tienen que vivir.

La segunda tentación se refiere a su naturaleza emotiva. El tentador lo transporta a lo alto de la torre del templo de Jerusalén y lo invita a que se arroje de ella, asegurándole que los ángeles acudirían para sostenerle. Es decir, lo estaba invitando a que hiciera una demostración pública de sus poderes, a fin de que quedara patente para todo el mundo que él era un ser fuera de serie y le prestaran obediencia, no por una doctrina y por una actitud coherente con ella, sino por el fenómeno que habían observado.
Esa tentación también la sufrirá el discípulo y son también numerosos los que han sucumbido a ella. Muchos son, en la fauna espiritualista, los que se llaman maestros o profesores, porque dicen haber sido contactados por los extraterrestres, o recibido una misión de un santo, de la Virgen o del mismo Cristo, o aún pretenden ser su reencarnación o la de personajes ilustrísimos. Otros fían su maestría en otro tipo de fenómenos: afirman fabricar oro o lo fabrican realmente, tuercen cucharas, proclaman sus visitas a otros planetas, y un largo, etcétera. Todos ellos han cedido a la tentación de adquirir un prestigio mundano a base de producir fenómenos ante las multitudes asombradas. La auténtica espiritualidad no se manifiesta de esta forma, sino mediante una vida discreta y una obra útil a los demás.

La tercera tentación va dirigida al cuerpo mental. El tentador transporta a Jesús a una montaña muy elevada, desde la cual pueden verse todos los reinos del mundo y se los ofrece si acepta adorarlo, es decir, si adopta los métodos de acción de Satán y no los de Cristo.
Ésta es la prueba del orgullo, del envanecimiento que todo discípulo deberá pasar. El conocimiento aísla, aparta al adepto del mundo y son muchos los que buscan la alta montaña que ponga tierra por medio entre ellos y los habitantes del valle, buscando un saber cada vez más intenso, escalando así una montaña más y más elevada, en lugar de transmitir sus conocimientos a los que viven a niveles inferiores (en comprensión) al suyo. Muchas grandes almas se han perdido en esa montaña desde la cual Satán ofrece todos los reinos del mundo, y también Max Heindel, en unas notas biográficas, refiere cómo los hermanos mayores de la Rosacruz probaron a un candidato a sus enseñanzas, pidiéndole a cambio que las guardara secretas, a lo cual ese candidato accedió, quedando así automáticamente descalificado.

Muchos conocedores de la alta ciencia se reservan información, porque piensan que si la transmiten, los demás sabrían tanto como ellos o, peor aún, siembran sus escritos de errores con la pretensión de que los auténticos adeptos los descubran. Lo importante para ellos es que los que viven en el valle permanezcan en él para poder vivir solos en la montaña. Bien dijo Juan que había venido a “preparar el camino del Señor y allanar sus senderos”. Allanar los senderos ha de ser un trabajo constante del discípulo, y no crear montañas que lo separen de los demás por un abismo de conocimientos inútiles.

Por otra parte, muchos son los que viven mentalmente en la montaña, pero arrastrando un cuerpo emocional que no ha podido escalarla. Con los pensamientos en lo alto y los deseos en el valle, cuando los unos tratan de alcanzar a los otros, ven que el camino les conduce inevitablemente al jardín de las muchachas en flor que el mago Klingsor ha plantado en las últimas rampas del sendero que lleva al castillo de Monsalvat, tal como nos refiere la leyenda de Parsifal, y en ese jardín naufragan todas sus pretensiones, y allí se quedan humillados y confusos.

La aparición del tentador representa un episodio que todo candidato debe ineludiblemente vivir. En efecto, al elevarse hacia los mundos superiores, el aspirante entra en contacto consciente con el Mundo del Deseo, iniciando esa relación, como es natural, por las zonas más bajas de dicho mundo, o sea aquéllas en las que residen los Luciferianos. Se encontrará entonces a su merced y se verá asaltado por ellos y rodeado de su solicitud, siendo objeto de su pretensión de instruirlo. Esos anfitriones harán lo posible para que el huésped se quede a residir allí, para que no “suba” más arriba y le harán ver todas las ventajas que ofrece su mundo. Los Luciferianos atacan siempre al candidato por su vertiente más débil, presentándole las pruebas en las que más fácilmente puede sucumbir.

Habiendo superado las pruebas de Satán, nos dice el texto sagrado, éste se retiró y aparecieron los ángeles para servirle. Este episodio de la vida de Jesús nos refiere el siguiente paso.  Si en el camino de ascenso a los mundos espirituales debemos efectuar un tránsito obligatorio por las regiones inferiores del Mundo del Deseo, si sabemos no detenernos allí, el próximo paso nos conducirá a las regiones superiores de dicho mundo, donde residen los ángeles, y allí nos encontraremos ya en seguridad. Jesús tuvo que vivir todos estos episodios, porque éste es el itinerario obligado para aquellos que emprenden el camino que va de lo humano a lo divino, o sea de la naturaleza de Jesús a la de Cristo.

Referencias del nº 40

El número cuarenta en la mayoría de los casos parece ser usado por Dios para representar un periodo de prueba o juicio.

Cuarenta días:
  • Gén. 7.4: “Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice”. 
  • Gén. 7.12: “y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches”. 
  • Gén. 7.17: “Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra”. 
  • Gén. 8.6: “Sucedió que al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho”. 
  • Gén. 50.3: “Y le cumplieron cuarenta días, porque así cumplían los días de los embalsamados, y lo lloraron los egipcios setenta días”. 
  • Ex. 24.18: “Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches”. 
  • Ex. 34.28: “Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos”. 
  • Deut. 9.9: “Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua”. 
  • Deut. 9.11: “Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto”. 
  • Deut. 9.18: “Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo”. 
  • Deut. 9.25: “Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir”. 
  • Deut. 10.10: “Y yo estuve en el monte como los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches; y Jehová también me escuchó esta vez, y no quiso Jehová destruirte”. 
  • Mat. 4.2: “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”. 
  • Mar. 1.13: “Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían”. 
  • Luc. 4.2: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre”. 
  • Hech. 1.3: “a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”. 

Cuarenta años:

  • Ex. 16.35: “Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán”. 
  • Núm. 14.33: “Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto”. 
  • Núm. 32.13: “Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová”. 
  • Deut. 8.2: “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”. 
  • Deut. 29.5: “Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie”. 
  • Jos. 5.6: “Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que todos los hombres de guerra que habían salido de Egipto fueron consumidos, por cuanto no obedecieron a la voz de Jehová; por lo cual Jehová les juró que no les dejaría ver la tierra de la cual Jehová había jurado a sus padres que nos la daría, tierra que fluye leche y miel”. 
  • 2Sam. 5.4: “Era David de treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años”. 
  • 1Rey. 2.11: “Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén”. 
  • 1Rey. 11.42: “Los días que Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel fueron cuarenta años”. 
  • Neh. 9.21: “Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies”. 
  • Sal 95.10: “Cuarenta años estuve disgustado con la nación,y dije: Pueblo es que divaga de corazón,y no han conocido mis caminos”. 
  • Hech. 7.30: “Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza”. 
  • Hech. 7.36: “Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años”. 
  • Hech. 7.42: “Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? 
  • Hech. 13.18: “Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto”. 
  • Heb. 3.9: “Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años”. 
  • Heb. 3.17: “¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto”.



Isaac tenía 40 años de edad cuando contrajo matrimonio con Rebeca (Gén. 25:20).
Esaú tenía 40 años de edad cuando contrajo matrimonio con Judit (Gén. 26:34).
Las basas de plata estuvieron en grupos de 40 (Ex. 26:19 & 21).

En Egipto los Faraones eran enterrados 40 días después de su muerte, ese tiempo estaba consagrado a la preparación del difunto para el "Viaje", el alma necesitaba 40 días para la separarse definitivamente de los 3 componentes del ser: cuerpo, alma, espíritu.

Según San Agustín, el número 40 representa la perfección: "Las Leyes fueron dadas en 10 mandamientos, estos han sido predicados en el mundo entero, (en su época estaba compuesto de 4 partes): Oriente, Occidente, Mediodía y aquilón, (10x4=40).

Durante 40 días Buda ayunó antes de comenzar su apostolado.

En el Islam el número 40 también es importante:
  • 40 compañeros.
  • 40 perfectos.
  • El Universo esta sostenido por 40 pilares.
  • 40 columnas soportan la cúpula de la Mezquita de Omar en Jerusalén.
  • En la Edad Media, los musulmanes se depilaban las axilas cada 40 días.
  • En la lengua Persa y Turca al gusano "mil patas" lo llaman "40 patas".
  • No olvidemos el cuento de "Ali Baba y los 40 ladrones".   

Visión de la Numerología

En el número 40 se dan cita dos claves ocultas en la que se asienta las enseñanzas cabalistas:
  • El Sagrado Nombre de Jehová: Yod-He-Vav-He.
  • El Árbol Cabalístico.

El Rostro Divino de Jehová nos revela las 4 fases de todo proceso creador:

1.      Iniciar.
2.      Interiorizar.
3.      Exteriorizar.
4.      Materializar.

Cada una de esas fases está relacionada con los 4 vehículos con los que está dotado el ser humano:

1.      Cuerpo Mental.
2.      Cuerpo de Deseos.
3.      Cuerpo Vital o Etérico.
4.      Cuerpo Físico.

El Árbol Cabalístico, es el esquema donde se recogen los 10 Centros de Conciencia, llamados Séfiras, representando el Gran Cuerpo Divino. El Trabajo Espiritual del ser humano es tomar consciencia de cada uno de esos Centros, lo que nos llevará a la condición de Ser Dioses Creadores.

1.      Kether (Voluntad)
2.      Hochmah (Amor)
3.      Binah (Inteligencia Activa-Ley)
4.      Hesed (Poder-Abundancia Paradisiaca)
5.      Gueburah (Justicia-Rigor)
6.      Tiphereth (Armonía-Consciencia)
7.      Netzah (Belleza)
8.      Hod (Razón)
9.      Yesod (Fundamento-Cristalización)
10.   Malkuth (Materialización)

Cuando unimos el número 4, o lo que es lo mismo, cuando utilizamos todos nuestros vehículos en armonía y utilizamos las Energías Espirituales de cada uno de los 10 Séfiras, obtenemos el número 40, lo que nos aproxima a la idea de que estamos capacitados para emprender una labor creadora, o lo que es lo mismo, llevar al terreno práctico la sabiduría adquirida.

Visión del Tarot

La Letra Hebrea que representa al nº 40 es el Mem y el Arcano del Tarot, es la Muerte.
La regencia astrológica es Capricornio.
Causalmente, el nacimiento de Jesús, se produce bajo la regencia de ese mismo signo. Capricornio es la puerta de entrada al Elemento Tierra, donde la conciencia se oscurece, corriendo el riesgo de perder su conexión con la personalidad espiritual.
El mundo del Mem y el de Capricornio, nos pone a prueba en la medida que nos invita a actuar de acuerdo a las Leyes Divinas. Es el momento iniciático en el que el discípulo debe construir una realidad que sea conforme a las leyes del amor.
El Arcano de la Muerte, encierra ese significado de “muerte de lo espiritual”, pues nos encontramos en el punto más alejado de nuestro “origen”.
Con el 40, seremos tentados, al igual como lo fue Jesús, por las voces del ego, cuya conciencia se basa en la falsa creencia de la separación y la división.
Se hace necesario, una labor purificadora, que como hemos visto, nos lleva a “ayunar” para quedar limpio y así, poder afrontar la más dura de las travesías espirituales.


La vida de Jesús, nos narra el itinerario que ha de recorrer el alma humana para alcanzar el  Reino de los Cielos, la puerta de entrada a su verdadero Hogar. El escenario del Mem, el terrenal, nos permite tomar consciencia de nuestro potencial creador. La clave, tal y como nos la ha enseñado el Maestro, es no quedar apegados a dicho mundo, el cual, es perecedero y transitorio, pues la evolución nos invita a continuar nuestro camino y seguir conquistando nuevos Planos de Consciencia.

1 comentario:

  1. Excelente información descrita de forma clara y exacta desde el punto de vista psicológico cosmológico y místico gracias

    ResponderEliminar