Estas líneas no pretenden desarrollar un estudio extenso y profundo del significado que encierra el término Amor, entre otras razones porque no estoy capacitado para hacerlo, pues considero que el Amor no es un concepto teórico que se pueda comprender con la mente, sino una experiencia individual que, curiosamente, cuando se vive, nos lleva directamente a la visión de la unicidad.
El motivo que me anima a dejar estas reflexiones, es compartir una experiencia que considero reveladora, tanto en cuanto, hasta hoy, tan sólo había conseguido acercarme a ella desde el punto de vista teórico, cognoscitivo, desde el entendimiento mental.
Hoy, mi corazón ha recibido la certeza de que el Amor, tan solo es posible experimentarlo, cuando aceptamos y respetamos nuestro Libre Albedrío y el de los demás. Cuando mi corazón ha recibido esa visión, todo mi Ser, incluido mi cuerpo físico, ha percibido una inmensa sensación de gozo, de dicha, de felicidad y lo que considero muy importante, de libertad, pues tan sólo el Amor nos aporta esa experiencia gozosa, mientras que el miedo, nos mantiene prisioneros de creencias, como el dolor, el sufrimiento, el tener y poseer, etc
¿Qué significa Amar el Libre Albedrío, el propio y el de los demás? ¿Acaso, cuando deseo lo mejor para mi familia, para mis amigos, para el mundo, no los estoy amando?
Acerquémonos, en primer lugar, a la segunda de las cuestiones planteadas, y la primera se contestará, por si misma.
Estamos muy familiarizados con la creencia, de que desear lo bueno es amar. Pero, ¿qué ocurre cuando ese deseo se ve frustrado? ¿Ya no amamos? ¿Decidimos identificarnos como víctimas del destino? ¿Culpamos a Dios de nuestra mala fortuna, como consecuencia del pago a nuestros pecados?
Observemos nuestro comportamiento. Pongamos por caso, de que la vida nos sorprende con un regalo material, nos toca el primer premio en la lotería. Nuestra cuenta bancaria se ha inflado de repente y ahora, nuestra mayor preocupación es quitarnos de encima a los muchos banqueros que nos visitarán para conseguir que depositemos nuestro dinero en sus arcas. Sí, si en ese momento, alguien nos preguntase como nos sentimos, le diríamos que muy felices y aceptamos de buenas ganar la experiencia. Esa respuesta, responde a la creencia de que la felicidad depende de factores externos a nosotros. Podemos comprobarlo, si nos place.
Analicemos ahora otra secuencia, de las muchas que se producen en la vida. Nuestro hijo lleva unos meses quejándose de molestias físicas. En principio no le hemos dado mayor importancia, pensando que tales hecho no revestían mayor importancia. Decidimos llevarle al médico y tras los resultados de la exploración, el médico nos comunica que nuestro hijo tiene un cáncer. En esos momentos, la vida nos da un vuelco. A nuestra mente llega información muy variopinta, pero toda ella se caracteriza por un mismo color, el negro. Lo vemos todo de ese color. Donde antes había luz y discernimiento, ahora todo es oscuridad y depresión. La palabra cáncer tiene un efecto destructivo en nuestras emociones. Somos la misma persona que antes había aceptado la experiencia del premio de lotería con un profundo optimismo y satisfacción. En ese momento, toda en nuestra vida brillaba de una manera especial. Ahora, no conseguimos percibir ni un solo rayo de esa luz.
Si alguien nos dijese, que afrontando la vida de la manera que hemos expuesto en el segundo caso, no estamos expresando Amor, no le creeríamos, es más, seguro que nos causaría una profunda desilusión, la cual le llevaría a mantener lejos a la persona que se ha atrevido a plantear tal cuestión.
Sin embargo, cuando estamos hablando del verdadero Amor, ya hemos adelantado algo, es preciso que respondamos aceptando la libertad de los demás.
Tal vez os estoy preguntando, ¿dónde se encuentra la libertad en la dolorosa y amarga experiencia de la enfermedad de nuestro hijo?
Esa cuestión es lógica desde la visión y desde la creencia del ego, el cual tan solo cree en el mundo de las formas, en el cuerpo físico y en la percepción de lo que toca y siente con los sentido corporeo-mentales. Para el ego, la vida, lo real, es lo que experimenta el cuerpo desde que nace hasta que muere. Con la muerte, finaliza la existencia. Por lo tanto, es lógico que sus planteamientos le lleven a sentir temor por las enfermedades críticas, como el cáncer.
Desde el planteamiento del ego, no se está respetando el Libre Albedrío de la persona que experimenta una vivencia. El ego, no reconoce que tan solo es un envoltorio, un vehículo, que es conducido por un conducto, nuestro verdadero Ser, el cual, elige el camino y la ruta que va a recorrer ese vehículo. En ese trayecto, puede elegir tener experiencias, de las llamadas afortunadas, como la vivida con el premio de lotería, y también puede elegir tener experiencias, de las llamadas amargas, como la vivida con la enfermedad de nuestro hijo.
Siguiendo esa idea, la enfermedad de nuestro hijo ha sido elección de su conductor. La razón no es otra que aportarles las experiencias necesarias para que avance conciencialmente.
Si esto es así, debemos actuar como nuestro Padre actúa con nosotros, esto es, respetando nuestro Libre Albedrío, pues El nos ha dotado de ese Atributo Divino al crearnos a Su Imagen y Semejanza.
Por lo tanto, la máxima expresión del Amor, que es Dios, nos muestra su Amor, respetando el uso de nuestra voluntad. De esta manera, lo que está permitiendo es que cada uno de sus Hijos goce de la libertad de elegir su propio proceso de aprendizaje.
Para muchos, puede parecer carente de sentimiento y de emociones, el actuar respetando la experiencia de nuestro hijo, por el simple hecho de que haya sido su elección. Pero, ¿qué pasa con lo que sentimos?
De nuevo, el ego nos ofrece argumento desde su lógica y desde su propia visión separada de los demás. Entiende que para amar hay que sufrir. Pero no es cierto. No hay mayor Amor que aquel que respeta la elección propia y la de los demás. Si tuviésemos acceso a la visión espiritual, si tuviésemos acceso al conocimiento de nuestro Espíritu, ello nos permitiría contemplar y entender, cómo lo que hemos llamado conductor, nuestro Ser Espiritual, ha elegido en los mundos espirituales, antes de encarnar en el mundo físico, las experiencias que ayudarán a evolucionar al encarnante. A veces esas experiencias, desde la visión corporeo-mental se interpretan como traumáticas, pero al saber que responden a la libre elección, hay que aceptarlas y comprender que ellas le ayudarán en su proceso evolutivo y conciencial.
En cuantas ocasiones, nos hemos visto en la necesidad de tomar drásticas decisiones con la sana intención de rectificar el comportamiento erróneo de un hijo. La intención no es dañarle, sino ayudarle a tomar conciencia de sus errores.
Amar, o lo que es lo mismo, respetar el Libre Albedrío nos lleva a vivir la vida con plena aceptación de todo cuanto nos ocurre, pues reconocemos en todas y cada una de las experiencias vividas, que son el resultado de la libre elección realizada por nuestro verdadero Ser en los mundos espirituales, donde, realmente, tenemos nuestro Hogar.
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