jueves, 19 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).

VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).


3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. 2Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. 3Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. 4Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. 5Únete a lo que eres. 6No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. 7La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. 8Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

Si nuestra mente sirve a la percepción falsa, esto es, a la creencia en la separación, nuestra visión se recreará en lo externo, donde veremos proyectado aquellos aspectos que, al ser condenados en nuestro interior, decidimos juzgarlos en el otro.

Como ya hemos visto, la Salvación tan sólo es real, cuando decidamos percibir correctamente y ver la unicidad que nos une al resto de la Filiación. El Espíritu Santo nos conducirá al lugar de encuentro donde encontraremos la oportunidad de redimir el error de la separación.

4. No existe substituto para la verdad. 2la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. 3se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. 4Donde Dios está, allí estás tú. 5Ésa es la verdad. 6Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de cono­cimiento. 7Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. 8Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. 9En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. 10Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación. 

No será fruto de la casualidad, el hecho de que nos encontremos en el lugar adecuado donde se producirá el encuentro que nos permitirá alcanzar el proceso de transformación del miedo al amor, de la separación a la unidad. Ni Dios, ni el Espíritu Santo, son aficionados a los juegos de azar. Allí donde se encuentre Su Hijo, se encuentra Él Mismo, pues el Espíritu Santo, Expresión de Su Mente, se encuentra igualmente, en Su Hijo

5. El eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. 2El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. 3Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. 4No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. 5Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. 6A quien Dios se da a Sí Mismo, Dios se ha dado. 7Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia. 

Es curioso, que desde pequeños, nos inducen a creer que el Cielo y la presencia del Creador, se encuentran en una dimensión intergalactica, en los confines del universo. Pero nada más lejos de la realidad, esa creencia procede de la ignorancia del sistema de pensamiento del ego, la cual está basada en la visión de lo externo.

El Cielo, tal y como nos enseña este punto, es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador, es decir, es la Mente Una, de la que forma parte el Hijo de Dios. Es esa Unicidad lo que la Voluntad de Dios dispone para Su Hijo. Esa Unicidad debe ser la única ofrenda que llevemos al altar de nuestra consciencia. 

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