PRESENTACIÓN
Aún recuerdo, con perfecta nitidez, la
primera ocasión en la que hice pública mi voluntad de estudiar astrología. Con
motivo del comienzo de un nuevo curso académico, la dirección del centro reunió
a todos los alumnos y fue nombrándolos uno a uno con la intención de
preguntarles sobre las razones que les habían llevado a escoger las ramas
optativas de Ciencias o Letras. Unos decían: “me he decidido por ciencias, pues
deseo estudiar medicina”, otros anunciaban: “he decidido letras, pues mi
propósito es estudiar literatura”, y así hasta llegar mi turno. Yo, por
aquellos días, no tenía muy claro qué deseaba estudiar, sin embargo me levanté
muy decidido, y tomando la palabra, dije: “elijo ciencias, pues he decidido
estudiar astrología”.
Cada vez que evoco estos recuerdos en
mi mente creo estar oyendo las risotadas de mis compañeros y del claustro de
profesores en pleno. El Jefe de Estudios, participando de aquel clima que se
tornaba cada vez más distendido, me advirtió de que tendría que ir a estudiar
con el Dr. Jiménez del Oso. Lo que él, ni nadie de los allí presentes, al menos
conscientemente, podíamos imaginar, fue que sus palabras fueron una premonición,
pues pasado unos años, fue gracias a las publicaciones del Dr. Jiménez del Oso
que tuve ocasión de contactar, por primera vez en esta existencia, con el mundo
apasionante de los astros y del esoterismo en general.
No sabría responder, si alguien me
preguntase, por qué tomé aquella decisión. Tan solo podría decir que desde una
edad muy temprana había algo en mí que sentía atracción por el tema.
Desde mi primer descubrimiento, de la
mano de las publicaciones mencionadas, hasta hoy día, son muchas las horas de
convivencia con el saber transcendente de los astros, y ello me permite poder
compartir mis experiencias con el mundo. Siento la necesidad de hacerlo, pues
mis propias creencias en relación con el conocimiento de los astros han ido
adaptándose a importantes y considerables cambios.
Mis primeros contactos con la
astrología, ahora lo entiendo, respondían a la necesidad interna de encontrar
respuestas a lo que el futuro incierto me aguardaba. Tan solo un deseo me
guiaba: saber con antelación lo que iba a pasar. Así fue como me relacioné con
la astrología en su aspecto adivinatorio. Le dediqué mucha atención a manuales
que me aportaron la información que iba buscando. Pronto me descubrí como una
fuente de revelación para todos aquellos que estaban ansiosos por conocer lo
que el futuro les tenía reservado. Fueron momentos importantes, incluso
decisivos, pues pude comprobar el rigor científico de las influencias
astrológicas.
Sin embargo, en la medida que pasaba
el tiempo y aumentaba el número de interpretaciones, un profundo vacío crecía
conmigo. ¿Por qué sucedían aquellas cosas? ¿Qué relación existía entre los
seres para que unos protagonizasen el papel de agresor y otros el de víctimas?
¿Dónde se encontraba la razón de la suerte, del azar? ¿Existía la justicia?
Una innumerable lista de interrogantes
iba creciendo en mi mente. Ese fue el momento en el que me estaba enfrentando a
mi primer gran cambio de creencias.
Pedid y se os dará... Y así fue. No sé
cuándo lo hice, pero estoy seguro de que pedí pues, no poder cambiar el rumbo
de las cosas me estaba ahogando. Si las cosas tenían que ser así, tenía que
encontrar respuestas.
Una nueva fuente de conocimiento se
presentó en mi camino. Se trataba de la Cábala. Jamás antes había oído hablar
de la doctrina cabalística, pero si de algo estaba seguro es de que no ha sido
mi primer contacto con ella, pues nada más comenzar el estudio de sus enseñanzas,
mi consciencia despertó a un ancho océano de conocimientos transcendentes como
nunca había soñado.
Desde ese momento y hasta ahora, la
angustia interna que poco a poco se fue apoderando de mí, fue desapareciendo,
ocupando su lugar una permanente alegría, pues mis vacíos internos, mis
múltiples interrogantes, fueron encontrando respuestas.
Lo que más agradezco a la Cábala es el
haberme ofrecido la oportunidad de encontrar el sendero que he de andar; y
sobre todo, el haberme dado los medios para recorrerlo sin necesidad de “muletas”,
es decir: con mis propios esfuerzos.
Comprendí, hace algún tiempo, que la evolución de la astrología es paralela a la del ser humano. Hubo un tiempo, en el que los Guías eran necesarios para el desarrollo de la consciencia del hombre. Esto ha sido así mientras que nuestros vehículos espirituales -cuerpo emocional y mental-, se encontraban en su fase infantil. Ahora es el momento de actuar haciendo uso del bagaje obtenido. Todos y cada uno de nosotros llevamos un Maestro interno. De nuestros esfuerzos depende el que oigamos su voz y canalicemos nuestras acciones de acuerdo a su Programa o, por el contrario, decidamos quedar dependientes de las circunstancias externas para realizar los Trabajos.
Comprendí, hace algún tiempo, que la evolución de la astrología es paralela a la del ser humano. Hubo un tiempo, en el que los Guías eran necesarios para el desarrollo de la consciencia del hombre. Esto ha sido así mientras que nuestros vehículos espirituales -cuerpo emocional y mental-, se encontraban en su fase infantil. Ahora es el momento de actuar haciendo uso del bagaje obtenido. Todos y cada uno de nosotros llevamos un Maestro interno. De nuestros esfuerzos depende el que oigamos su voz y canalicemos nuestras acciones de acuerdo a su Programa o, por el contrario, decidamos quedar dependientes de las circunstancias externas para realizar los Trabajos.
En cierta ocasión, cuando me encontraba
preparando un trabajo para el desarrollo de una conferencia, mientras leía el
Génesis y parte de los Evangelios, tuve una grata revelación, que hasta ese
momento me había pasado inadvertida. Si tomamos el Génesis, I-14, podemos
leer lo relativo al proceso de creación llevado a cabo en el cuarto Día,
trabajo que consistió en la aparición en el cielo de las lumbreras y de las
estrellas.
Necesitaríamos mucho más espacio del
que nos concede este apartado para desarrollar el sentido transcendente de la dinámica
recogida en este capítulo, pero lo que sí diremos, a título de resumen, es que
los trabajos descritos en el cuarto Día de la creación dan lugar al origen de
las influencias de los astros sobre la evolución del Ser. En verdad, las
lumbreras y las estrellas han servido al hombre como señales en las estaciones,
es decir: en sus ciclos evolutivos.
Nos estamos refiriendo al Génesis, y
ello nos lleva a afirmar, que estas influencias están destinadas al hombre en
su nacimiento, en lo relativo a un nuevo estado de consciencia. Este estado ha
recibido el nombre de involución, y con ello se trata de describir el proceso
de aprendizaje de la conciencia en la conquista de la individualidad. Se trata
de la odisea del hombre paradisiaco, que perdiendo su estado
Virginal-Pleno-Uno, despierta a su potencial creador, lo cual le lleva a un
estado de aparente Separación-Dualidad.
Desde este punto de arranque, han sido
muchas las experiencias cosechadas, muchos los puertos visitados por el alma
humana y, en esa andadura, siempre acompañada de un fiel e ilusorio compañero:
el olvido de uno mismo. Pero, ¿hasta cuándo se cuestionará el alma inquieta y
cansada de bregar en busca de paz y sosiego?
Mientras tanto, y durante todo el
tiempo, el viajero incansable, tan solo ha podido contar con las señales
provenientes del cielo, un cielo que se antoja evocador de mejores tiempo.
Luces que se presentan, ora amigas, ora enemigas... presagios que atormentan el
espíritu, cuando vienen acompañados de siniestros augurios que no podemos
evitar. Esas voces, que hablan desde el cielo, no son interpretadas
correctamente y, poco a poco, vamos perdiendo el interés por ellas. Dejamos de
creerlas, y nos negamos a poner en sus manos nuestro destino.
¿Hasta cuándo?... ¿hasta cuándo, los
astros determinarán nuestra existencia? ¿Hasta cuándo tendremos que esperar
para recibir los frutos de nuestro trabajo humano?.
En respuesta a esta profunda
inquietud, el mensaje recogido en Marcos, Cap 14, 24-27, viene a revelarnos el
final que todos debemos alcanzar:
“24 Pero en aquellos días, después de
aquella tribulación, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su brillo, 25 y
las estrellas se caerán del cielo, y los poderes de los cielos se conmoverán. 26
Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y
majestad. 27 Y enviarán a sus ángeles, y juntarán a sus elegidos de los cuatro
vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”.
No hay alma encarnada sobre la tierra,
que no tenga almacenada el registro del bagaje adquirido en su proceso de
individualización. Si tuviese que dar título a estos registros, éste sería
“tribulación”.
En efecto, este alma vieja ha sido
protagonista en todos los guiones escenificados por los grandes autores de la
historia humana, desde Adam hasta Jesús. Pero, llegará el día en que cese la
tribulación. El Hijo del hombre ha conquistado nuestra consciencia y ya no es
necesario que el sol, la luna y las estrellas luzcan para nosotros desde el
exterior, pues su luz forma parte de nuestro ser interno.
Nuestra consciencia nos elevará por
encima de las nubes, y se expresará con gran poder y majestad. Es la hora de
cambiar el rumbo de nuestra nave, y a golpe de timón abandonar el proceso
involutivo. Cargados con nuestra propia individualidad buscaremos el
reencuentro con la unidad olvidada, y orientaremos nuestras acciones para que
den testimonio de la Nueva Consciencia: SER UNO CON TODO LO CREADO. Este
proceso es conocido como Evolutivo.
Aquellos seres que nos han servido de
Guías en nuestra ceguera espiritual -Ángeles-, cuando se produzca este cambio
de rumbo, es decir, cuando nos hayamos convertidos en Hijos del hombre, serán
enviados por nosotros de un modo consciente, es decir, ejerceremos nuestra
potestad sobre los planos en los que ellos se manifiestan, y ese poder se
testimoniará uniendo a los Cuatro Elementos -cuatro vientos-, en un solo
encuentro entre el Ser-Dios-Cielo y el Ser Humano-Tierra, el Ser Uno, el Ser
que Somos.
En los últimos años, la actividad que
vengo desarrollando en relación con la astrología me lleva a difundir estos
conocimientos. Es una experiencia, muy común, que los estudiantes me transmitan
su deseo de que les interprete sus cartas. Su petición me traslada a mis
primeros contactos con la interpretación adivinatoria. Sin embargo, aquellos
tiempos forman parte de mis creencias viejas, de una consciencia anterior en la
que me sentía identificado con el “hombre viejo”, el “hombre tribulación”.
Ahora, creo en el Hijo del hombre con
poder y majestad sobre sí mismo y sobre todo lo creado. Y así se lo transmito a
mis compañeros de ruta. Confío en que su alma esté preparada para asumir su
propia existencia; para que su personalidad pasajera recuerde su pasado recuperando la memoria ancestral de su verdadera esencia.
La propia experiencia me revela que,
el hombre, está preparado para recibir esa Nueva Enseñanza. Cuando su aproximación
a la Ciencia Madre le revele quién es en verdad, en su consciencia se producirá
un espectáculo hermoso y maravilloso. Por primera vez, se sentirá con el poder
suficiente para ser su propio guía.
Con este único propósito, que va más
allá de cualquier deseo personal, pongo a disposición del hombre el contenido
de un nivel de conocimiento que espera ser transcendido por el propio hombre,
pues no hay mayor verdad que aquella que nace con el deseo de ser cimiento de
nuevas verdades.
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