La Caída
I.
Traducción Convencional: “Pero
la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios,
dijo a la mujer: ¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos
del paraíso?”.
Pasemos a
la traducción de Fabre d´Olivet: “Mientras tanto,
Nahash, el ardor cupido, envidioso, interesado, egoísta, serpenteando en el
corazón del hombre, era la pasión que arrastraba la vida elemental, el
principio interior de la Naturaleza, obra de Jehová. Y esta pasión insidiosa
dijo a Aisha, la facultad volitiva de Adam: ¿por qué os ha recomendado,
Él-los-Dioses, que no os alimentéis de toda la substancia de la esfera
orgánica?”.
Una vez
más, es de manos de la traducción realizada por Fabre d´Olivet, que conseguimos
comprender un pasaje, que se nos presenta cuanto menos pintoresco, donde hace
aparición uno de los personajes más repulsivos de la creación: la serpiente.
La
versión convencional, nos indica que se trata de la más astuta de cuantas
bestias habitaba en el campo, y atribuye su creación a Jehová. Pero esta
correspondencia no es correcta, pues esa “serpiente” no es, ni mucho menos, un
animal. Se trata de Nahash (Noum-He-Schin), el ardor cupido, envidioso,
interesado, egoísta, que serpentea en el corazón del hombre, como serpentean
los Luciferianos hospedados en nuestra columna vertebral, desde la que ejercen
el control de nuestro sistema muscular y nervioso.
Ya nos
hemos referido a estas Entidades pertenecientes a la Oleada de Vida Angélica y
decíamos que en un momento decisivo de su evolución, se negaron a realizar el
Trabajo de integración de los Elementos Fuego y Agua. Esto les llevó a quedar “rezagados”
con respecto a su Oleada de Vida y se vieron postergados al Abismo.
La Oleada
de Vida Angélica pertenece al Acto Creador de otro Elohim, por lo que no
podemos asignar su filiación al Dios de nuestro Sistema Solar. Por lo tanto, no
podemos afirmar que esa “serpiente” fuera creada por Jehová.
Al llegar al 4º Día
de la Creación, en el que nos encontramos, los Luciferes se vieron despegados
de la Oleada de Vida Angélica. No podían funcionar en un Cuerpo Vital, como lo
hacen los Ángeles, pero eran demasiado avanzados para funcionar en un cuerpo
físico como nosotros.
Necesitando, sin
embargo, un órgano físico para su trabajo evolutorio, se alojaron en la columna
vertebral del hombre, dirigiéndonos, en nuestro desarrollo espiritual, a través
de ella. Su cabeza toca nuestro cerebro y su cola limita con nuestro órgano sexual.
Cuando
traducimos el nombre de Nahash (Noum-He-Schin), y desciframos las letras que componen su
nombre, observamos que el Noum, el Principio de la máxima individualidad, deja
su impronta en las características de esta Entidad, lo que nos está desvelando,
que son expertos en el conocimiento del mundo material. Será gracias al
estrecho lazo que establecimos con los Luciferes que el Hombre despertó a su
propia conciencia individual, dando lugar a la naturaleza del ego.
El Noum
se convierte en el estímulo que inoculó el ardor cupido de Nahash para que
Aisha, la Facultad de Comprender, sintiese el deseo por “conocer” las
apetencias de ese nuevo fruto, el que le ofrecía el placer del goce material.
El He,
viene a indicarnos que ese ardor que nos impulsa a gozar de los placeres del
mundo material, seduciría nuestra naturaleza “Agua”, es decir, nuestra
naturaleza emocional, nuestros deseos, induciéndonos a “gestar” esa pasión en
nuestro interior.
El Schin,
nos promete un final feliz, esto es, existirá comunicación con nuestra
divinidad, pero es evidente, que mientras el Schin de Jesús, nos lleva al
camino de la Salvación a través del Amor, el Schin de Nahash, nos llevará a la
Salvación, pasando previamente, por el mundo de perdición.
Si aplicamos las
correspondencias numéricas a cada una de estas letras, obtendremos su
representación cabalística, si la ubicamos en el Árbol Cabalístico. El Noum
numéricamente es 14 = 5; el He es 5 y el Schin es 21 = 3. Tendríamos pues,
Gueburah por dos veces y Binah. Es decir, Nahash está representando la Columna
de la Izquierda o lo que es lo mismo, la Senda del Rigor, donde la conciencia
se adquiere por la vía del dolor.
La suma de todas sus letras
nos lleva a una cifra muy significativa desde el punto de vista espiritual, 40.
Ese periodo representa un tiempo de cuarentena, que sin duda es necesario para
reconquistar la condición espiritual de la que se gozaba en el “paraíso”. 40 =
4, y el cuatro es Hesed, el Centro donde que expresa la Tierra de Miel y Leche
dispuesta para ser habitada por el Hijo de Dios, esto es, el Edén, donde el
Hombre cuenta con los Poderes Divinos dispuestos para su evolución.
Antes de continuar con el
siguiente punto, me gustaría compartir las enseñanzas transmitidas por Max
Heindel, con relación a este pasaje:
“Anteriormente a la Caída, la conciencia no estaba enfocada
en el Mundo Físico. El hombre estaba inconsciente de la propagación, del nacimiento y de la muerte. Los Ángeles que tenían a su cargo y trabajaban
el cuerpo vital (el medio de propagación)
regulaban la función procreadora y juntaban los sexos en ciertas estaciones del año.
Entonces
el
período
de
la gestación
no
ocasionaba molestia
alguna y el parto se hacía sin dolor, estando sumergidos los
padres en un sueño profundo.
El nacimiento y
la
muerte no implicaban soluciones de continuidad
en la conciencia.
Su conciencia estaba dirigida directamente
hacia adentro. Percibía las
cosas físicas de una manera espiritual, como
cuando las percibimos en
sueños, en cuyo momento todo lo que vemos está dentro de nosotros mismos.
Cuando "sus
ojos fueron abiertos" y su conciencia
fue
dirigida hacia
afuera,
a los hechos del Mundo Físico, se alteraron esas condiciones. La propagación fue dirigida
no por los Ángeles, sino por el hombre, quien
ignoraba
la operación
de las
fuerzas solares
y
lunares. Y también abusó de la función sexual, empleándola para gratificar sus
sentidos, siendo el resultado de todo esto que el dolor acompañó el proceso de la gestación y nacimiento. Entonces su conciencia
se localizó
en
el
Mundo Físico, si
bien todas
las cosas
no
se le
aparecieron con nitidez hasta la última parte de la Época Atlante. Sólo entonces
comenzó a conocer la muerte debido a la solución de
continuidad que se producía en su conciencia cuando pasaba a los
mundos superiores después de morir y cuando retrocedía
al Mundo
Físico para renacer.
La apertura de sus "ojos"
se efectuó de la siguiente
manera: Recordaremos que cuando se separaban los sexos, el macho se convirtió en una expresión de la Voluntad, que es una parte de la
doble fuerza anímica (del alma); expresando la hembra, por su parte, la Imaginación.
Esas
dos fuerzas, Voluntad e Imaginación, son ambas necesarias para la propagación de los cuerpos. Desde la separación de los sexos, una de
esas dos fuerzas permanece, sin embargo, con cada individuo, y únicamente la parte que se da es utilizable para la generación. De ahí la necesidad para el ser unisexual que expresaba una sola clase de fuerza anímica, de unirse a otro que expresara la fuerza anímica
complementaria. Además,
la parte de fuerza anímica no utilizada en la propagación es utilizable
para
el crecimiento interno. Mientras el hombre empleara totalmente la doble fuerza sexual para la generación, no podría realizar nada en el sentido de crecimiento anímico propio. Pero desde entonces la parte
no empleada mediante los órganos sexuales ha sido apropiada por el
espíritu para construir el cerebro y la laringe para su
expresión.
Así seguía construyendo
el hombre durante la última parte de la Época
Lemúrica y los primeros dos tercios de la Época Atlante, hasta que,
por medio del ya mencionado empleo de la mitad de su fuerza sexual, se convirtió en un
ser pensante, razonador, completamente consciente.
En el hombre, el cerebro es el eslabón entre el espíritu y el mundo externo. Los Ángeles pertenecen
a una
evolución diferente y no han estado nunca aprisionados
en un cuerpo tan denso y pesado como el nuestro. Aprendieron a obtener conocimiento
sin
necesidad de cerebro físico. Su vehículo inferior es el cuerpo vital.
El espíritu, por medio de una parte de la fuerza sexual dirigida hacia adentro, construye el cerebro para ir atesorando
el conocimiento del Mundo Físico, y la misma fuerza se sigue
empleando para alimentar y seguir construyendo el cerebro hoy en
día.
La fuerza estará mal empleada mientras el hombre la conserve, pues
debería salir para procrear, pero el hombre la retiene con propósitos egoístas. No sucede así con los Ángeles. Estos no han experimentado división alguna de sus poderes anímicos, y, por lo
tanto, pueden exteriorizar
su
doble fuerza anímica sin reservarse nada egoístamente.
La fuerza que se exterioriza con el propósito de crear otro ser es Amor. Los Ángeles exteriorizan
todo su amor sin egoísmo o deseo de
compensación, fluyendo
así la Sabiduría en ellos.
El hombre exterioriza únicamente parte de su amor: El resto lo guarda egoístamente y lo emplea para construir sus órganos internos de expresión, para mejorarse a sí
mismo; de suerte que su amor es egoísta y sensual. Con una parte de su poder anímico
creador, ama interesadamente a otro ser porque desea la cooperación en la
procreación. Con la otra parte de su poder anímico
creador, piensa
(también por razones egoístas), porque desea conocimientos.
Los Ángeles aman sin deseo, pero el hombre tuvo que pasar por el
egoísmo. Debe desear y trabajar interesadamente
para adquirir sabiduría, a fin de que pueda alcanzar en
un escalón más elevado, el desprendimiento de todo interés.
Los Ángeles lo ayudaron a propagarse aún después de la subversión
de parte de la fuerza anímica.
Lo
ayudaron también a construir el
cerebro físico, pero no tenían conocimiento alguno que pudiera ser
transmitido por su intermedio,
porque no sabían cómo usar tal
instrumento y
no podía hablar directamente a un ser con cerebro. Todo lo que ellos podían
hacer era dirigir la expresión física del amor del hombre y guiarlo a través de las emociones de una manera amante e inocente, salvando así al hombre del dolor y sufrimiento incidental que
el ejercicio
de las funciones sexuales podía
producirle haciéndolo
sin sabiduría.
Si este régimen hubiera subsistido, el hombre hubiera seguido siendo un
autómata guiado por Dios, y nunca se habría convertido en una personalidad, un individuo. El que se haya convertido en individuo ha
sido debido a una clase de entidades mucho más malignas, llamadas
los
Espíritus Luciferes.
Estos espíritus eran una clase de rezagados de la oleada de
vida de los Ángeles. En el Período Lunar se encontraban mucho más allá de la
gran
masa de aquellos que actualmente son nuestra más avanzada humanidad. No han progresado tanto como los Ángeles, que eran la humanidad adelantada de la Luna; pero, sin embargo, estaban mucho
más
avanzados que nuestra humanidad
actual, y, por lo tanto, era
imposible
para ellos tomar un cuerpo
denso como
el
que
hemos tomado nosotros; no obstante, no podían tener conocimiento sin un órgano interno, un cerebro físico. Estaban,
por decirlo así, a mitad de camino entre el hombre,
que tiene cerebro,
y los Ángeles, que no
necesitan nada. En una palabra, eran semidioses.
Se encontraban, pues, en una situación muy seria. El único camino
que podían encontrar para expresarse a sí mismos y adquirir
conocimientos era usar el cerebro físico del hombre, pues podían hacerse comprender por un ser físico, dotado de cerebro, lo que no
podían hacer los Ángeles.
Como ya dijimos, en la última parte de la Época
Lemúrica el hombre
no podía ver el Mundo
Físico
tal como
lo vemos
actualmente
nosotros. Para él el Mundo del Deseo era mucho más real. Tenía la conciencia de sueño con ensueños del Período Lunar: Una conciencia
pictórica interna;
pero
estaba inconsciente del mundo exterior. Los Luciferes no encontraban dificultad alguna en manifestarse a esa
conciencia interna y llamar su atención hacia su forma exterior, la que
antes no había percibido. Le enseñaron cómo podía dejar de seguir siendo simplemente el esclavo de los
poderes exteriores,
y
como podría convertirse
en su propio dueño y señor y parecerse a los dioses "conociendo el mal y el bien".
También le hicieron comprender que
no debía tener aprensión de que su cuerpo muriera, ya que en sí
mismo poseía la capacidad de formar nuevos cuerpos sin necesidad de
que los Ángeles mediaran. Todas estas cosas se las dijeron con el
propósito de que dirigiera su conciencia
hacia el exterior para la
adquisición del conocimiento.
Esto lo hicieron los Luciferes con el objeto de aprovecharse y adquirir conocimientos conforme el hombre los fuera obteniendo. Y le proporcionaron dolor y sufrimiento, cuando
antes no tenía ninguno de los dos; pero también
le dieron la inestimable bendición de la
emancipación de las influencias y la dirección externa, comenzando entonces el hombre el camino de la
evolución
de
sus poderes
espirituales, una evolución que algún día le permitirá construir por sí
mismo con tanta sabiduría como los Ángeles
y los otros Seres que lo
guiaron antes de que ejercitara su voluntad.
Antes de que el hombre fuera iluminado
por los Espíritus Luciferes,
aquél no había conocido ni la enfermedad, ni el dolor, ni la muerte.
Todas estas cosas fueron el resultado del empleo
ignorante de la
facultad procreadora
y su abuso para la gratificación de los sentidos.
Si el hombre hubiera continuado siendo un autómata guiado por Dios,
no habría conocido ni la enfermedad, ni
el dolor, ni la muerte, hasta hoy;
pero tampoco habría obtenido la conciencia cerebral y la
independencia resultante de la iluminación por los Espíritus Luciferes, los "dadores de luz", quienes le abrieron el entendimiento y le enseñaron a emplear su entonces confusa visión para obtener
conocimientos del Mundo
Físico, que estaba destinado a conquistar.
Desde ese entonces
había dos fuerzas obrando en el hombre. Una fuerza es la de los Ángeles, quienes formaban nuevos
seres en la
matriz por medio del Amor, que se dirigía
hacia abajo para la
procreación; son, por lo tanto, los perpetuadores de la raza.
La otra fuerza es la de los Espíritus Luciferes, quienes son los
instigadores de todas las actividades mentales, por medio de la otra parte de la fuerza sexual, que se dirige hacia
arriba para el trabajo cerebral”.
Es evidente, que este pasaje
sagrado no ha sido bien interpretado a lo largo de la historia. Muestra de
ello, lo podemos observar aún en nuestros días, cuando distinguimos un trato
desigual a la hora de tratar al hombre y a la mujer.
El hecho de que el Adam Universal
y su compañera Aisha, la Facultad de Comprender, siguieran los Patrones trazados
por su Creador y protagonizasen la división de los sexos, y que la naturaleza
femenina, fuese la “tentada” por ese ardor cupido al que hemos hecho
referencia, ha dado pie a la censura, a la maldición de la representante de esa
feminidad, la mujer.
La ceguera que nos lleva a
actuar de este modo, es un claro indicio de que permanecemos víctimas de
nuestra ignorancia, y necesitamos, “culpar” a un aspecto de nuestra Unidad
escindida, para "protegernos" de nuestros miedos. Seguimos viéndonos como almas
separadas unas de otras…, seguimos percibiendo a Dios fuera de nosotros…,
seguimos sintiéndonos víctimas de nuestro destino, cuando somos los únicos
responsable de nuestras acciones.
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