La Caída II.
Traducción Convencional: “Y respondió la mujer a la serpiente:
“Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en
medio del paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis siquiera,
no vayáis a morir”
Y dijo la serpiente a la mujer: “No, no moriréis; es que sabe Dios
que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios,
conocedores del bien y del mal”.
Pasemos a la traducción de Fabre d´Olivet: “Y Aisha, la Facultad volitiva,
respondió a este Ardor cupido: podemos alimentarnos sin temor del fruto
sustancial del recinto orgánico.
Pero en cuanto el fruto de la
substancia misma que está en el centro de este recinto, nos ha dicho,
Él-los-Dioses, no lo convirtáis en alimento, no hagáis de él aspiración de
vuestra alma, de miedo a que no os hagáis inevitablemente morir.
Entonces Nahash, dijo: no, no es de
muerte que os haréis inevitablemente morir.
Ya
que sabe bien, Él-los-Dioses, que el día en que os alimentéis de esa
substancia, vuestros ojos se abrirán a la luz, y teme que seáis tales como Él,
conociendo el bien y el mal”.
Ya hemos visto en el
capítulo anterior, como la Humanidad era guiada por los Ángeles, Entidades que
estaban al servicio de Jehová. Advertíamos como la conciencia era similar a la
de un ensueño y se encontraba orientada hacia el mundo interno.
Tal y como se recoge en la
narración convencional de este pasaje, la divinidad actúa de un modo
incoherente, pues por un lado dispone en el recinto orgánico de un medio de
aprendizaje y por otro, prohíbe hacer uso de él. Es como si nos hubiese dotado
de un cerebro y nos advirtiese que no lo utilicemos para expresar nuestros
pensamientos, nuestra capacidad de discernir.
El hecho de que ese “medio
de aprendizaje” estuviese situado en el recinto orgánico, nos está indicando
que en los “planes” de Jehová estaba que la Humanidad se alimentase de Él, del
Conocimiento del Bien o del Mal. Pero a su debido tiempo, es decir, cuando los
Vehículos con los que había dotado a su creación, hubiesen alcanzado mayor
desarrollo, cuando su Cuerpo de Deseo y su Cuerpo Mental, fuesen capaces de
asimilar ese Saber.
Pero, como ya hemos dicho a
lo largo de este estudio, el Adam Universal y su compañera Aisha, eran
portadores en estado potencial de todas las facultades con las que contaba su
Creador. Habían sido creados a su imagen
y semejanza. Por lo tanto, tenían la facultad de “elegir” libremente, de
desplegar su Voluntad, sus Deseos y sus Pensamientos para llevar a cabo sus
Propósitos.

A partir de ese momento,
interviene Aisha, la Facultad Volitiva, la Facultad de Comprender, pues su
función era ver reflejada la Voluntad externamente para una mejor comprensión
de sus actos. Aisha representa el rostro receptivo de esa Humanidad Primigenia,
la cual era sensible a recibir, a interpretar la “voz” de los Luciferes. Pero para
que esa “voz” llegase hasta los oídos de Aisha, era necesario que se sintiera
apetencia por recibirla, es decir, que existiese el deseo de “Conocer”.
Cada vez que movilizamos
nuestros deseos y pensamientos y los orientamos a la conquista del mundo material,
estamos conectándonos con los Luciferes, los cuales, depositarán en nosotros el
ardor cupido, envidioso, que nos motivará a conseguir el propósito perseguido.
Cada vez que movilizamos
nuestros deseos y pensamientos y los impregnamos de amor hacia los demás,
estamos permitiendo que los Ángeles canalicen esas energías en beneficio de la
Humanidad.

Podemos concretar este
punto, diciendo que la impaciencia por conocer el Bien y el Mal hizo que la
Obra se le fuera de las manos al Creador, y así el Hombre, en lugar de ser un
vehículo dócil para su Yo Espiritual, se convirtió en su Velo. La aparición del mal no se
debió a la iniciativa de los Luciferianos, sino a nuestra incapacidad de
absorber las energías creadoras de las huestes divinas a las cuales nos
conectamos, potenciando con las energías desperdiciadas, lo negativo, lo que
nos viene al revés.
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