
Cuando damos gracias, realmente estamos compartiendo un acto de comprensión de la experiencia a la que nos sentimos agradecidos. Existe en el agradecimiento un grado de complicidad y de reconocimiento de la Unidad.
Dar gracias a nuestro Padre por la luz que refulge en nosotros, es reconocer que somos Hijos de Dios y de que somos portadores de Sus Cualidades Divinas. Es reconocer que gozamos de Su Paz, y que aceptamos libremente llevar a cabo la función que nos ha encomendado para llevar a cabo Su Plan de Salvación: Amar-Perdonar.
Hoy es un día festivo, pues gozamos de la consciencia
de que somos Uno con Todo lo Creado. Es un día festivo, porque hemos despertado
del pesado sueño que nos mantenía prisionero de los falsos valores del ego. Hoy
es un día festivo, porque se, con plena certeza, lo que Soy.
Ejemplo-Guía: "Practicando el agradecimiento"
AAcabo de realizar un ejercicio para ser consciente de la emoción que se despierta en mi interior cada vez que recibo las gracias de alguien. He cerrado los ojos y he centrado mi atención en la verbalización de la palabra "gracias" pronunciada por otra persona, de manera sincera.
He dejado que ese mensaje llenase todo mi interior y que envolviese mi corazón. En ese instante, se ha activado en mi mente el recuerdo del pacto de Amor que perdura en la eternidad y que nos hace cómplices de una misma Voluntad. Esa Voluntad es la Gloria del Padre que bendice a Su Filiación con el regalo de la Unidad.
El agradecimiento me lleva a recordar lo que verdaderamente soy: Uno con Todo lo Creado. El agradecimiento emana del Pensamiento Uno y del Amor Incondicional. Al recordar ese pacto, estoy reconociendo que tu papel en el guión de mi existencia no responde a la casualidad, sino que atiende a la única realidad, a la única verdad: Todos formamos parte de la Mente de Dios.
¿Esto qué significa? La complicidad a la que he hecho referencia se traduce en una toma de consciencia que ha de llevarnos a la certeza de que todo cuanto nos ocurre en la vida tiene como propósito nuestro despertar, es decir, hacernos conscientes de que no somos cuerpos separados unos de otros y que nuestra salvación es una realidad cuando abandonamos la falsa creencia en la separación.
¿Entonces, el enemigo, forma parte de esa complicidad?
Sí. En verdad, el papel del enemigo, al igual que el resto de papeles, son
nuestras propias proyecciones. Al creer en ellas, las hacemos realidad y la
única manera de hacerlas conscientes en nuestro interior es experimentándolas
externamente.
Mi enemigo puede ser mi propio orgullo, pero soy tan orgulloso que no puedo
aceptarlo, lo que significa que no soy consciente de ello. La única manera que
elegimos, inconscientemente, para tomar consciencia de ello, es proyectarnos en
los demás y cuando observamos en ellos nuestras propias debilidades, las condenamos.
Lo que estamos haciendo, es compartiendo nuestra propia condena.
Ese "enemigo" hace su papel en el guión de nuestro programa y se
convierte en un magnífico "maestro" para que alcancemos nuestro
despertar.
El agradecimiento no tiene un solo destino, es decir, no tan solo debe ser compartido cuando recibimos regalos que interpretamos como buenos. El agradecimiento reconoce que todo cuanto nos ocurre responde a la necesidad de nuestro despertar, por lo tanto, el enemigo también debe recibir nuestro agradecimiento, profundo y sincero.
Reflexión: ¿Por qué si somos una unidad, percibimos la división fuera de nosotros?
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