viernes, 30 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).


12. ¿Negarías la verdad de la decisión de Dios, imponiendo tu mísera evaluación de ti mismo en lugar de la serena e inmutable evaluación, que Él ha hecho de Su Hijo? 2Nada puede alterar la convicción de Dios de que todo lo que Él creó goza de perfecta pureza, pues es absolutamente puro. 3No decidas contra ello porque, dado que procede de Él, no puede sino ser verdad. 4La paz mora en toda mente que acepta serenamente el plan que Dios elaboró para su Expiación, renunciando al suyo propio. 5Tú no sabes lo que es la salvación, pues no comprendes lo que es. 6No tomes decisiones con respecto a lo que es o adónde se encuentra, sino que en vez de ello pregúntaselo todo al Espíritu Santo y no tomes ninguna decisión sin Su dulce consejo.

Desde que nacemos, nos enseñan afanosamente a comunicarnos con el mundo procedente del exterior, lo que aleja la conciencia pura que acaba de nacer de la fuente verdadera que lo ha mantenido en comunicación directa con su creador. Se sustituye lo interior por lo externo, y en esa separación, perdemos el verdadero significado de lo que somos.

La percepción de lo externo nos seduce y la aceptamos como el canal más apropiado para aprender a manejarnos en el mundo. Recibimos mucha información de cómo debemos comportarnos y de cómo debemos atender nuestras tareas. Y así, sin darnos cuenta de ella, nos hemos desconectado de la Voz de nuestro verdadero guía, el cual, tendrá que hacer maravillas para devolver nuestra dormida consciencia a la única y verdadera realidad, la que se encuentra en nuestro interior.

13. Aquel que conoce el plan que Dios quiere que sigas puede enseñarte lo que éste es. 2Sólo Su Sabiduría puede guiar tus pasos en dicho plan. 3Cada decisión que tomas por tu cuenta significa únicamente que quieres definir la que es la salvación y aquello de lo que debes ser salvado. 4El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad. 5No tienes ningún otro "enemigo", y el Espíritu Santo es el único Amigo que te puede ayudar contra esta absurda distorsión de la pureza del Hijo de Dios. 6Él es el poderoso protector de la inocencia que te hace libre. 7Y Él ha decidido deshacer todo lo que podría ocultar tu inocencia de tu mente despejada.

El origen de la culpa se encuentra en la errónea interpretación que hemos hecho al pensar que hemos desobedecido a Dios al incumplir su mandato de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde ese acto, interpretado como pecaminoso, nos hemos sentido culpables de toda relación que nos lleve a elegir el miedo en vez del amor. 

De la Unidad de la Filiación, surgió la división de los seres, y dado que el miedo ha surgido como consecuencia de ser diferentes a Dios, el mundo fabricado, al que hemos dado significado, es ajeno a la verdad, por ser fruto del miedo, en vez del amor.

Por lo tanto, la salvación tan sólo es posible cuando conseguimos corregir ese error primigenio, es decir, cuando recuperamos la identidad de nuestra inocencia y escapamos de la culpabilidad ilusoria con la que nos hemos identificados.

14. Permítele, por lo tanto, ser el único Guía que sigues hacia la salvación. 2Él conoce el camino y te conduce gustosamente por él. 3Con Él no podrás sino aprender que lo que Dios desea para ti es tu voluntad. 4Sin Su dirección pensarás que puedes saber por tu cuenta lo que debes hacer, y decidirás contra tu paz tan irreme­diablemente como decidiste que la salvación residía solamente en ti. 5La salvación está en manos de Aquel a Quien Dios se la  confió para ti. 6Él no se ha olvidado de ello. 7No te olvides de Él y Él tomará todas tus decisiones por ti, las cuales serán en favor de tu salvación y de la paz de Dios en ti.

La Mente Una del Espíritu Santo, a través de la Expiación (corrección del error), no ayuda a transformar nuestra falsa percepción, de modo que abandonemos la falsa creencia en la separación y alcancemos la rectitud de la mente.

Todos estos puntos nos conducen a un único aprendizaje: pensar con la mente del Espíritu Santo y desechemos al falso guía que nos mantiene prisioneros del miedo y de la culpa: el ego.

15.  No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. 2Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. 3El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 4Lo que no puede suceder no puede tener efectos temibles. 5Descansa tranquila­mente en la fe que has depositado en Aquel que te ama y que desea librarte de la locura. 6Puede que lo que hayas elegido sea la demencia, mas la demencia no es tu realidad. 7Nunca te olvides del Amor de Dios, Quien se ha acordado de ti. 8Pues es absoluta­mente imposible que Él jamás hubiese permitido que Su Hijo dejara de formar parte de la amorosa Mente en la que fue creado, y donde se fijó su morada en perfecta paz para siempre.

Todo juicio condenatorio procede de la carencia de amor. Sentenciar al Hijo de Dios como culpable por utilizar los poderes creadores de manera errónea, es carencia de amor. Por este motivo, el Espíritu Santo sólo enseña que el pecado de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 

Dios, no ha expulsado a Su Hijo del Paraíso Terrenal, y en Su Eterno Amor, aguarda la unificación de la Filiación en utilizar la voluntad al servicio de la Unidad.

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