
Mientras que nos encontrábamos en Unión con Dios, todos gozamos de esa unidad. Ahora sin embargo, hemos descubierto la diversidad y experimentamos la separación.
Ejemplo-Guía: "Viviendo desde el perdón"
¿Me acompañas? Te preguntarás ¿a dónde?
Quiero andar el camino que me ha de llevar hasta la Salvación. He de decirte, que dicho camino lo recorreré desnudo, bueno, mi único compañero de viaje se llama perdón. Es muy singular, pues cuando tengo hambre me da de comer; cuando siento sed, me da de beber. Cuando quiero conversación, se convierte en mi contertulio y cuando requiero descanso, se transforma en un confortable colchón que me hace sentir en el mismo Cielo.
Sí, ha sido necesario dejar atrás aquellos viejos ropajes que evocaban antiguos recuerdos de sufrimiento, de dolor, de miedos. He dicho adiós, definitivamente, al pasado y le he agradecido su enseñanza, pero ya no la necesito, pues mi alma añora liberarse de las ataduras que me impiden experimentar la eternidad que subyace en cada nuevo presente.
¿Me acompañas? Ya sabes dónde.
¿Cómo lo andaremos? No lo sé. Pero pienso que eso no es lo más importante. Lo verdaderamente importante es que hemos elegido andarlo.
Las piedras que encontremos en la senda, serán distintas piedras, pero no te
preocupes por su tamaño; no sientas miedo por su aparente realidad, todas
ellas, se disuelven cuando las afrontas desde el perdón. ¿No lo crees? Haz la
prueba.
Tu "piedra" se llama "la pérdida de un ser muy querido".
Sientes un profundo odio por la persona que le ha causado la muerte y crees que
no descansarás hasta que el culpable reciba su merecido. Tu mente y tu corazón
se alimentan del odio y del deseo de venganza. Has perdido la paz, y, ese
sentimiento, te impide ser feliz. Piensas que esa "piedra", es tan
inmensamente grande, que jamás podrás acompañarme hasta el final del camino.
Recuerda que para andar el camino que nos conduce hasta la Salvación, debemos
abandonar nuestros viejos ropajes. Si pretendemos realizar esa travesía con el
ropaje del odio y de la venganza, pronto nos agotaremos y abandonaremos la
aventura.
Es preciso que en nuestra mente se haya producido una llamada que nos invite a
ver las cosas de otra manera. Si seguimos creyendo que somos un cuerpo, todo lo
que le ocurra a ese cuerpo, nos producirá dolor, pues pensamos que somos la
víctima de lo que le ocurre a ese cuerpo. Pero, cuando alcanzamos a comprender
el inmenso poder que tiene nuestra mente para fabricar e imaginar, como por
ejemplo, la identidad de un cuerpo, entonces podemos elegir utilizar esa mente
para que nos permita ver la verdadera realidad.
Sabemos por las enseñanzas recogidas en el Curso, que no hay grados de dificultad para los milagros. Podemos decir, que no hay grados que diferencien las "piedras" que se convierten en los obstáculos que creemos ver en el camino que nos conduce a la Salvación.
Reflexión: Perdonar, es vivir en paz.
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