LECCIÓN 248
Lo que sufre no forma parte de mí.
1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme
ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre
no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo
que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que
muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a
mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los
engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo
para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.
2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y
me permite también amar nuevamente a Tu
Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora
recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que
son uno.
¿Qué me enseña esta
lección?

"Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa..." Estas palabras forman parte del Acto Penitencial, oración que con frecuencia, utiliza la iglesia católica en sus actos religiosos.
Cuanto dolor encierran. Aún recuerdo el gesto que acompaña su expresión, un triple golpe en el pecho a la altura del corazón, se convierte en nuestra sufrida declaración de que somos indignos pecadores, temerosos de ir a un infierno incandescente, si no conseguimos redimir nuestros pecados con el sacrificio y el dolor.
Qué fácil le resulta al ego mantenernos prisioneros del error. Qué fácil
es para él, responder al ataque, con ira, con odio, con venganza. Qué fácil
resulta juzgar aquello que no aceptamos de nosotros mismos.
Nuestra voluntad nos ha llevado a renunciar a la verdad y en su lugar, hemos fabricado un mundo de certezas basadas en la ilusión, a las cuales le hemos dado la condición de la verdad.
Nuestra mente se encuentra demasiado ocupada en dar respuestas y buscar
soluciones a los múltiples problemas y preocupaciones planteados por el mundo
en el que cree vivir. Se encuentra tan sometida al miedo a perder, a la
escasez, que no encuentra un solo segundo de paz, de sosiego, de quietud.
El sufrimiento se ha convertido en el modo de vida que caracteriza
nuestra existencia. Desde que nacemos, nos enseñan que para ser alguien en la
vida, hay que sacrificarse y sufrir para hacernos fuertes. El sufrimiento,
parece satisfacer el apetito vengativo de Dios.
Pero nada, por lo que actualmente sufrimos, es real. Somos Hijos del
Amor, creados por Amor, y el Amor no puede abandonarnos en manos del
sufrimiento y del sacrificio.
Ha sido nuestra creencia en que nos encontramos desconectados de la
Gracia de nuestro Creador, de que somos pecadores merecedores de castigo, lo
que nos ha llevado a pensar que el sacrificio nos abrirá las puertas del Cielo y
nos purificará de nuestros pecados.
Debemos tener la plena certeza de que Dios nos proveerá de todo cuanto
necesitemos, pero para ello, debemos abrir nuestra consciencia y permitir que
Él habite en ella.
Ejemplo-Guía: "Entre el sufrimiento y la felicidad, ¿qué eliges?
Lo plantearé de otra manera. Entre el cuerpo y el
Espíritu, ¿qué eliges?
No es necesario decirlo más alto. Está lo suficientemente claro. Es tan directo
y, al mismo tiempo, sencillo, que tanta claridad nos aturde.
¿Te tambaleas? ¿Y si fuera verdad la afirmación de que
no somos aquello con lo que nos hemos estado identificando hasta ahora? ¿Y si
fuera verdad de que el ser que cree sufrir no es real, de que todo es fruto de la
mente del pensante?
Es lógico, aunque irreal, de que nos tambaleemos cuando, lo que hemos llamado
real, nuestras seguridades, nuestras creencias, nuestras posesiones,
desaparezca de nuestra mente. ¿Qué será de nosotros?
Alegrémonos, pues nuestro verdadero soporte, no nos ha abandonado nunca. Su
Presencia es una Vía de felicidad, a diferencia, como nuestro antiguo soporte,
el mundo material, causante permanente de sufrimiento y dolor.
Con Dios y con Su Filiación, nada nos faltará. No hay necesidad de protegernos
por miedo a ser atacado. No recelo al dar por miedo a perder. No hay culpa,
pues no existe la creencia en el pecado. No hay enfermedad, no hay muerte, no
hay tiempo, no hay límites, pues nuestra presencia es la eternidad y es la
verdadera vida.
¿Qué vamos a elegir, entre el sufrimiento y la felicidad? ¿Qué vamos a elegir,
entre el cuerpo y el Espíritu? ¿Entre la ilusión y la verdad? ¿Entre el miedo y
el Amor? ¿Entre el pecado y la inocencia? ¿Entre la escasez y la abundancia?
Reflexión: Cuando creas a un hijo, ¿no lo harías invulnerable al sufrimiento?
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