El
jardín del Edén.
Traducción Convencional: “Al tiempo de hacer Yavé los Cielos y
la Tierra, no había aún arbusto alguno en el campo, ni germinaba la tierra
hierbas, por no haber todavía llovido Yavé Dios sobre la tierra ni haber
todavía hombre que la labrase, y sacase
agua de la tierra para regar toda la superficie del suelo. Formó Yavé Dios al
hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue
así el hombre ser animado. Plantó luego Yavé Dios un jardín en Edén, al
oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo Yavé Dios brotar en él de
la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en
el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del
mal”.
Pasemos a la traducción de
Fabre d´Oliver: “Y
así fue como concibió la Naturaleza (Jehová), antes de que la Naturaleza
existiese la tierra, y concibió su fuerza vegetativa antes de que hubiese
vegetado; ya que Jehová, el Ser de Seres, no hacía aún llover sobre la tierra,
y el universal Adam no existía aún en substancia actual, para elaborar y servir
Elemento adámico.
Era
una emanación virtual la que, elevándose con energía del seno de la Tierra,
irrigaba toda la extensión de ese mismo elemento.
Pero
Jehová, el Ser de Seres, habiendo formado la substancia de Adam de la
sublimación de las partes más sutiles del Elemento adámico, inspiró en su
entendimiento una esencia exhalada de las Vidas, y a partir de entonces Adam,
el Hombre Universal, se convirtió en una similitud de Alma viviente, universal.
Seguidamente
trazó, Jehová, Él- los Dioses, un recinto orgánico en la esfera de la
sensibilidad temporal, extraído de la anterioridad universal de los tiempos y
en el colocó a ese mismo Adam que había formado para la eternidad.
Ordenando
al Elemento adámico de hacer crecer toda especie de substancia vegetativa, tan
bella a la vista, según su naturaleza, que buena al gusto; y queriendo al mismo
tiempo que el principio substancial de las Vidas se desarrollará en el centro
del recinto orgánico con la substancia propia del bien o del mal”.
La traducción convencional
del Génesis, difícilmente puede ser aceptada por una mente racional,
acostumbrada a basar sus argumentos bajo el prisma de la lógica y de la
razón. Esta característica de la mente,
ha derivado con el paso del tiempo, en el pensamiento científico, y apostaría,
a que todos estaríamos de acuerdo si opinamos, que el contenido recogido en el
texto sagrado de la Biblia, tiene un significado alegórico, alejado de la
lógica verdad.
Pensar que Dios creó al
hombre del “polvo de la tierra”, es cuanto menos inverosímil y poco creíble,
por mucho poder que podamos atribuirle a la divinidad. En este orden de cosas,
el contenido de cada uno de los pasajes que estamos estudiando, deben ser “reinterpretados”
desde otro punto de vista. Esa otra visión, ya lo hemos visto desde el
principio de estos trabajos, es la aportada por Fabre d´Olivet. Sus
interpretaciones, aporta un material a nuestra mente que, a pesar de estar
alejada del raciocinio científico, sí aporta solidez al lenguaje del espíritu.
Entiendo que las
traducciones aportadas por Fabre, requieren ser leídas una y otra vez,
reflexionadas una y otra vez, hasta que de pronto, su significado se revela a
nuestra mente con nitidez, desvelándonos una verdad que, hasta ese momento, nos
había pasado desapercibida. Esto ocurre con la interpretación de este pasaje.
Su contenido, a primera vista, se nos antoja, oscuro y confuso; sin embargo,
cuando penetra en nuestro interior ese mensaje y estalla en nuestra conciencia,
conseguimos ver con claridad, lo que el autor nos quiere enseñar:
“Y
así fue como concibió la Naturaleza (Jehová), antes de que la Naturaleza
existiese la tierra, y concibió su fuerza vegetativa antes de que hubiese
vegetado”.
¿Qué nos está revelando este
párrafo? Por un lado, nos indica el modo en cómo Elohim-Jehová crea la
Naturaleza, antes de que la Naturaleza existiese la tierra… Ya sabemos, que la
Naturaleza existe en la tierra, a partir del 4º Día de la Creación, que es
cuando las Energías adquieren su condición más densa. Pero, dicha “naturaleza”,
ya fue creada antes de que adquiriese esa condición material, es decir, esa “naturaleza”
no es una creación de la tierra, sino de otro “estado” previo. ¿Y qué estado
precede a la fase de materialización? Ya lo hemos estudiado en el Proceso
Creativo, el autor nos está indicando que el “fruto”, la Tierra, debe su origen
a la semilla, el Fuego, la Voluntad.
Con esas palabras Fabre nos
está revelando el verdadero origen de las cosas. Todo lo material, todo efecto,
encuentra su origen en la Mente, el Plano donde se encuentran las causas. Ya
hemos tenido ocasión de hablar de que el primer acto creador consistió en
desplegar la fuerza de la Voluntad, ese impulso está en analogía con el
Elemento Fuego.
La Naturaleza, es la
expresión de las cuatro fases creadoras que se recogen en el sagrado nombre de
Jehová. Ya explicamos en el capítulo anterior, el significado de cada una de
las cuatro fases (Yod-He-Vav-2º He). No podemos perder de vista en el “momento”
en el que estamos, es decir, tenemos que tener presente, que estamos abordando,
de un modo específico, los acontecimientos que se producen en el 4º Día de la
Creación, en el que hemos dicho, que la Obra adquiere su “rostro” más denso y
la conciencia se identifica con las “formas”. Digo esto, porque cuando el autor
nos revela de que Jehová “concibió la Naturaleza, antes de que la Naturaleza
existiese la tierra”, nos está realmente diciendo, que en ese 4ª Día, debe
existir un “campo” donde Jehová ya hubiese dado forma virtual a lo que más
tarde sería la existencia de la “tierra”.
Y ese “campo”, definición
adoptada por la excelente periodista y escritora Lynne McTaggart, en su obra “El
campo”, viene a referir la existencia de un “plano de manifestación” donde la
energía, antes de expresarse en su condición corpuscular, densa, física, lo
hace en una extensión más sutil, lo que la física cuántica ha determinado como “onda”.
Esta idea, está explicando, lo que Fabre d´Olivet nos está revelando con su
traducción. La tierra antes de adquirir ese estado, ya ha sido creada en otro
plano de energía más sutil. Este “campo” lo llama Max Heindel, la Región
Etérica del Mundo Físico, y los cabalistas, lo sitúan en el Plano de Formación,
el constituido por los Séfiras Netzah, Hod y Yesod.
Aunque no es el espacio para
profundizar en el estudio de la Región Etérica, si es necesario indicar, que
dicha región está compuesta por cuatro Éteres: El Éter Químico, el Éter de
Vida, el Éter Luminoso y el Éter Reflector.
Tenemos pues que el Mundo
Físico también está siguiendo el patrón cósmico de la dualidad, estableciendo
dentro de ese Mundo, dos niveles, en este caso la superior –la región etérica- está relacionada con la parte espiritual,
dando lugar al “Cuerpo Etérico o Vital”, y la inferior, está relacionada con la región
física, dando lugar al Cuerpo Físico. Podemos adelantar, que el Cuerpo Etérico,
es el doble exacto del Cuerpo Físico, y es que no podría ser de otra manera,
pues se trata de la “matriz” creada por el Creador, que se materializaría en las formas físicas.
“y concibió su fuerza vegetativa antes de que hubiese vegetado”, en
este mensaje debemos encontrar la característica principal del Cuerpo Etérico,
la de aportar la energía vital “vegetativa” y fecundante que permitiría al
cuerpo material desarrollar sus funciones vitales. Si reflexionamos un poco
sobre este particular, podemos decir, que cada órgano del cuerpo físico, cada
función de los mismos, está estrechamente relacionado con su doble etérico, es
decir, con los órganos vitales que actúan como sus moldes. Si nuestro hígado
enferma, previamente, el hígado etérico
lo ha hecho, y dado que la energía que se manifiesta en dicho campo no
es física, tendremos que ir a la energía que transforma ese Cuerpo Etérico y
esa energía no puede ser otra que la emocional y la mental, la que son
suministrada por los Vehículos Superiores, estos son, el Cuerpo Mental y el
Cuerpo de Deseos.
Acabamos de explicar, algo
que la ciencia no acaba de comprender, pero sí las nuevas corrientes que tratan
la sanación. Un nuevo paradigma nos está acercando a concebir al hombre en su
sentido integral y holístico. La metodología aplicada por Enric Corbera y que
ha dado lugar a la Bioneuroemoción, es un claro ejemplo de aplicar la sanación
actuando sobre las energías sutiles, sobre las emociones y los pensamientos. Para
poder sanar el cuerpo físico, que dicho sea de paso no tiene el poder para
enfermar, debemos sanar la mente. Entre las funciones del Éter Reflector
encontramos la de actuar como canal por el cual el pensamiento impresiona el
cerebro humano. Si acuñamos errores de percepción, estos serán captados por el
Cuerpo del Pensamiento y transmitido al cerebro de tal modo que nos llevará a
actuar erróneamente, dando lugar a situaciones indeseadas que más tarde
somatizará el cuerpo, con el único propósito de revelarnos que algo falla en
nuestra mente.
“…Jehová,
el Ser de Seres, no hacía aún llover sobre la tierra, y el universal Adam no
existía aún en substancia actual, para elaborar y servir Elemento adámico”.
En efecto, Jehová tan sólo
había desplegado su Voluntad Creadora. Fijaros que estamos en el 4º Día, en el
que tendrá lugar la maduración de la Primera Oleada de Vida, la Humana. Todo
está dispuesto para que en ese estado, se despliegue la Naturaleza de Jehová
(Yod-He-Vav-2º He), pero a estas alturas del trayecto creador, Jehová ha puesto
en funcionamiento la fase Yod, la fase del Fuego. A partir de este momento, el
autor, nos define que el creador aún no había hecho llover sobre la tierra, es
decir, debía, era necesaria dar el siguiente paso, el correspondiente al Agua,
pues sin el estímulo de las emociones y deseos, ninguna obra podrá alcanzar su
fase final. Sin el agua, la semilla morirá.
De igual modo, era necesario
que el universal Adam, es decir, la humanidad, que no existía aún en substancia
actual, es decir, aún se manifestaba en su Cuerpo Etérico, recibiese ese “impulso”
motivador que tan sólo puede aportar el Agua de los Deseos. Esa Agua, debía
formar parte de la naturaleza de Adam, pues cuando adquiriese su Cuerpo Físico,
debía ser un Ser Completo, es decir, debía estar dotado de un Cuerpo Mental con
el cual pensar; de un Cuerpo de Deseos, con el cual sentir y por supuesto, de
un Cuerpo Físico con el cual poder
actuar, o lo que es lo mismo “servir de Elemento adámico”. Recordemos que Adam
se traduce por las letras Aleph-Daleth-Mem, que podemos traducirla por la “Hacer
la Voluntad del Padre en la Tierra”, o lo que es lo mismo, actuar como seres
creadores y construir una “tierra” con las pesas y medidas con las que ha
construido el Universo.
Fabre, al “polvo de la
tierra” le llama “Elemento adámico preexistente”. En ningún momento, interpreta
que Adam fuese un hombre de carne y hueso, sino una similitud de alma viviente,
un ser capaz de registrar experiencias, de almacenarlas y de desarrollarse en
función del sentido de esas experiencias acumuladas en su alma. Todas estas
funciones están aludiendo a la Región Etérica del Cuerpo Físico. Invito al
lector, si desea profundizar sobre este tema, a consultar la obra de Max
Heindel, “Concepto Rosacruz del Cosmo”.
“Seguidamente
trazó, Jehová, Él- los Dioses, un recinto orgánico en la esfera de la
sensibilidad temporal, extraído de la anterioridad universal de los tiempos y
en el colocó a ese mismo Adam que había formado para la eternidad”.
Ese recinto orgánico al que
se refiere el traductor, hace alusión al diseño del cuerpo humano y de la
tierra física. Decimos diseño, pues la situó en la “esfera de la sensibilidad
temporal, extraído de la anterioridad de los tiempos”. Esa esfera alude al Mundo
del Deseo, que constituye la esfera inmediata superior a la terrestre. De la
esfera-deseos emana la esfera terrestre, producto éste procedente de la
“anterioridad universal de los tiempos”, o sea elaborado en otros periodos.
“Ordenando
al Elemento adámico de hacer crecer toda especie de substancia vegetativa, tan
bella a la vista, según su naturaleza, que buena al gusto; y queriendo al mismo
tiempo que el principio substancial de las Vidas se desarrollará en el centro
del recinto orgánico con la substancia propia del bien o del mal”.
Este último párrafo es
sumamente importante que se comprenda, pues nos está desvelando, algo más
trascendente que la propia creación de unos frondosos árboles con los que Adam
debía alimentarse. Jehová no está
haciendo referencia aquí a esta cuestión física. El Génesis, en su conjunto, no
está expresando realidades materiales, sino espirituales. Está mostrándonos la “guía”
que sigue nuestra propia Creación como una Esencia emanada de una Conciencia
Superior, de la cual partimos dotados con una serie de facultades en estado
potencial que deben ir desarrollándose progresivamente hasta alcanzar la
condición última de Seres Creadores. Jehová se preocupa por dotarnos de una
alimento que es fundamental para nuestro crecimiento anímico: el Conocimiento
del Bien y del Mal.
Es imprescindible que el
Alma Humana sepa conocer los materiales con los que se ha diseñado la Obra
Divina: El Fuego, el Agua, el Aire y la Tierra. Sabemos que cada uno de esos
Elementos, se han manifestado y han creado “espacios” donde la dualidad se ha
puesto de manifiesto. Es necesario que tengamos la capacidad de distinguir
entre el Bien y el Mal. Entre la Luz y la Oscuridad. Es por ello, que “quiere”
que el “principio substancial de las Vidas”, es decir, la conciencia, tenga absceso
a ese “conocimiento”.
De este punto se deduce, que
el discernimiento del bien y del mal, no se adquiere por la vía de la experiencia,
sino que es una condición innata en el Ser: la voz de la conciencia.
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