La interpretación realizada por Fabre
d´Olivet en su libro “La lengua hebraica restituida”, puede leerse de tres
maneras: en sentido propio, figurado y hieroglífico. En este sentido, la
primera palabra con las que Moisés da comienzo al relato de la Creación , Bereschit,
adquieren los siguientes significados:
Sentido propio: “En el principio, antes de
todo”.
Sentido figurado: “En principio, en potencia
de ser”.
Sentido hieroglífico: “El principio motor del
universo es la Voluntad ”.
Las enseñanzas cabalísticas nos revelan, a
diferencia de cómo se ha interpretado convencionalmente, que nuestro sistema
solar no fue creado de la nada. La palabra “Bara”, traducida por “creó” ha dado
motivo de confusión, al entender que dicho acto creador se llevó a cabo de la
nada. Fabre d´Olivet, nos aclara que su sentido es el de hacer algo de algo;
sacar de un elemento desconocido; hacer pasar del principio a la esencia, hacer
igual lo que era distinto. Ese “algo de algo”, ese “elemento desconocido”, se
conoce con el nombre de Zodiacales, cuyas Esencias se pusieron a disposición de
Dios para que tuviese lugar el Proceso Creador.
Bereschit Bara Elohim, cuya traducción
convencional es “Al principio creó Dios”, adquiere un significado muy diferente
cuando aplicamos la Traducción aportada por Fabre d´Olivet: ”En
el principio, El-los-Dioses, el Ser de Seres, creó en Principio…”
Moisés dar al Creador el nombre de Elohim (Aleph-Lamed-He-Yod-Mem),
término que se traduce por El-los-Dioses, expresando así de manera perfecta la Unidad Divina y al
mismo tiempo su Pluralidad, puesto que el Creador de nuestro sistema solar no
es un ser individual, sino una Oleada de Vida, como la nuestra, la humana. Dios
es uno, pero formado por miles de millones de seres que un Día fueron entidades
separadas.
Nos dice Fabre en su interpretación que
Elohim elaboró los “Principios”. En el sentido hieroglífico, estos “Principios”
se llaman Voluntad. Podemos decir, que la semilla de la Voluntad fue la primera
creación, y este hecho queda recogido en el término con el que se inicia el
relato sagrado, Bereschit (Beith-Reish-Aleph-Shin-Yod-Tav)-, puesto que el
Aleph se sitúa en tercer lugar, el correspondiente al Hijo, y el Aleph
representa la
Voluntad Ejecutora. Las seis letras que forma esta primera
palabra tienen una estrecha relación con los Trabajos propios que se
desarrollan en los seis Días de la
Creación.
Como hemos adelantado, la Voluntad nace en el
primer Día, pero no es operativa hasta el 3º, pues es en esta fase cuando la
energía se manifiesta en su fase exteriorizadora. Cuando analizamos el proceso
creador de una planta, observamos cuatro fases. La primera, la siembra de la
semilla, la cual está en analogía con el Principio de la Voluntad. La segunda
fase se corresponde con la interiorización de la semilla en la tierra que ha de
darle cobijo. La tercera fase, se identifica cuando la planta brota al
exterior; esta circunstancia nos permite ver externamente lo sembrado y llevar
a cabo una identificación consciente. Por último, la fase cuarta, la que nos
manifiesta el final de proceso. En este ejemplo, está dando lugar a la etapa de
los frutos.
El Principio de la Voluntad, al haberse
activado en el Primer Día de la Creación, podemos decir, que es el Principio
más elevado, y con ello queremos indicar que dicho Principio encierra un
inmenso Poder. Cada vez que movilizamos en nosotros la Voluntad , volvemos al
Principio, al Origen, nos permite empezar de nuevo, nos purifica, limpiando
todos los errores que hayamos podido generar.
Trabajos
del 1º Día de la Creación:
Traducción convencional: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra
estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la faz del abismo, pero el
espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: “Haya luz”
y hubo luz. Y vio Dios que era buena y la separó de las tinieblas; y a la Luz llamó día y a las
tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero”.
Traducción de Fabre d´Olivet: “En el Principio, Elohim, El-los Dioses, el Ser de Seres creó, en
principio, lo que constituye la existencia de los Cielos y de la Tierra. Pero la Tierra no era más que una
potencia contingente de ser dentro de una potencia de ser; la Oscuridad , fuerza
astringente y comprensiva, envolvía el Abismo, fuente infinita de la existencia
potencial; y el Espíritu Divino, soplo expansivo y vivificante, ejercía aún su
acción generadora por encima de las Aguas, imagen de la universal pasividad de
las cosas. Manifestando su Voluntad, dijo Dios: “La Luz será”, y la Luz (elemento inteligible),
fue. Y considerando esta esencia luminosa como buena, determinó una forma de
separación entre la Luz
y la Oscuridad.
Designando El-los Dioses, esta Luz –elemento inteligible-
bajo el nombre de Día, manifestación fenoménica universal, y esta Oscuridad,
existencia sensible y material, bajo el nombre de Noche, manifestación negativa
y mutación (oscilación, movimiento) de las cosas; y tal había sido el
occidente, y tal había sido el oriente, el objetivo y el medio, el término y el
arranque de la primera manifestación fenoménica”.
Adelantábamos en los puntos anteriores, que
la interpretación de Fabre nos revela que en el 1º Día de la Creación Elohim
elabora los “Principios”, y hemos establecido una analogía entre esa “Idea”, el
Principio de la Voluntad como motor de todas las cosas y la fase creadora de “siembra”.
Con esta base, podemos preguntarnos ¿a qué tierra se refiere la crónica
sagrada, si en esta fase se creó el “Principio”.
“La Tierra no era más que una potencia
contingente de ser”, en efecto, dicha tierra no tenía solidez como la que ahora
conocemos. Sin embargo, sí existía una “potencia contingente de ser” al
servicio de Elohim, la constituida por los 12 Zodiacales. Esa “tierra potencial”
se ofrecía como la tierra material se ofrece a la semilla, para ser gestada y
dar lugar a la planta.
Tal y como nos narran las Escrituras, el
primer trabajo que llevó a cabo Elohim fue crear la Luz, término que traduce
Fabre como la “elementizacción inteligible”. Se trata de la facultad que ha de
permitirnos entender, comprender y
organizar el desorden primigenio con el que se manifestaba la mezcla de
materiales Zodiacales.
Continua el texto: “La Oscuridad envolvía el
Abismo”. La palabra Abismo, según el significado aportado por Fabre d´Olivet se
traduce como: “el estado incomprensible de una cosa cuando aún no existe, pero
que sin embargo se encuentra en potencia de existir”. Ese Abismo estaba
envuelto por la Oscuridad ,
palabra que según Fabre, significa “un combate, una oposición violenta entre
principios contrarios del frío y del calor”.
Ese era el estado caótico y original con el
que se manifestaban los Zodiacales. Elohim, activando el Principio de la Luz,
tendría que poner orden dentro de los Elementos mezclados en la “tierra
Zodiacal”, entre el futuro Fuego, la futura Agua, el futuro Aire y la futura
Tierra, todos ellos elementos en potencia de ser.
Podemos decir, que la Voluntad Creadora y la
creación de la Luz forman una unidad integral y con ello queremos poner de
manifiesto, que cuando movilizamos nuestra Voluntad contamos con el Potencial
de Luz necesario para que la iniciativa se convierta en Obra. La semilla,
encierra en sí misma todo el potencial del futuro árbol.
Existen en la actualidad avances científicos
que vienen a confirmar el proceso que estamos describiendo, con el ánimo de
comprender (arrojar luz) la dinámica creadora narrada en los textos sagrados.
Uno de estos estudios científicos es el
aportado por el investigador alemán Fritz Albert Popp, profesor de Física
en la Universidad de Marburgo (República Federal de Alemania), acaba de arrojar
una nueva luz sobre un tema que apasiona tanto a médicos como a biólogos y
físicos: la emisión de radiación luminosa por parte de las células animales y
vegetales. El doctor Popp ha constatado recientemente la existencia de este
proceso natural de los seres vivos, calificada de hipótesis hasta ahora, y ha
puesto de manifiesto la gran importancia que ello supone para el tratamiento de
numerosas enfermedades; entre ellas, el cáncer.
Según sus
conclusiones, las células sanas no emiten ondas luminosas de forma caótica,
sino rítmica y coherentemente (entendiendo por coherencia un
parámetro indicador de la validez del intercambio de información en una
comunicación), característica de los rayos láser. Ello supone un nuevo punto de
vista para el concepto de enfermedad, puesto que las células sanas han
demostrado ser excelentes acumuladores de fotones y poseen mayor capacidad para
conservar su energía que cualquier otro acumulador técnicamente realizable.
Su punto de vista, viene a indicarnos que cuanto mas evolucionado, más sano (estado de coherencia), menos luz irradia exteriormente y más luz concentra; cuanto menos evolución, enfermedad (falta de coherencia), más luz irradia exteriormente.
“El Abismo era una Fuente Infinita de Existencia
Potencial”, continua la narración y en ese Abismo, “Dios ejercía su acción
generadora por encima de las Aguas, imagen de la universal pasividad de las
cosas”.
Ya hemos hablado que las Esencias de los
Zodiacales estaban constituidas por Elementos en estado potencial. Nos
encontramos al Fuego, al Agua, al Aire y a la Tierra. Por lo tanto, podemos
decir, que las Aguas a las que se refiere el punto anterior son las procedentes
de Cáncer, Escorpio y Piscis. No es casualidad que por encima de esas Aguas se
encuentren los signos de Fuego, Aries, Leo y Sagitario.
Su primera tarea consistió en hacer la Luz en el elemento Fuego. En
la lengua hebraica, Fuego y Luz se escriben de la misma manera, Aleph-Vav-Reish
(Aur).
Una vez creada la Luz, el siguiente trabajo
realizado por Elohim consistió en separar ese Principio del resto, esto es, de
la Oscuridad. Si reflexionamos un poco sobre lo que acabamos de expresar,
podemos caer en la cuenta, de que la Oscuridad no es una creación de Dios, sino
que responde al estado de cosas existente cuando inició su Obra.
Al Principio de la Luz, le dio el nombre de
Día (Yod-Vav-Mem). Fabre interpreta ese término como “conglomerado de Luz,
concentración del elemento inteligible”. Y a la Oscuridad le dio el
nombre de Noche (Lamed-Yod-Lamed-He). Fabre ve en esa palabra dos fuerzas que
se oponen, pero que al mismo tiempo se ligan y se buscan, una atrayendo hacia
el centro y la otra tendiendo alejarse de él.
“Y tal había sido el Occidente y tal había
sido el Oriente, el objetivo y el medio, el término y el arranque de la primera
manifestación fenoménica”, continua el texto sagrado.
Según Fabre la palabra Oriente significa: “una
cosa cuyo curso está regulado y que se presenta constantemente igual, una cosa
que se renueva sin cesar”. Occidente “recuerda al espíritu algo oscuro,
alejado, desaparecido”.
En términos cabalísticos, el 1º Día de la
Creación está tutelado por el primero de los Séfiras del Árbol Cabalístico, Kether,
el primer aspecto de la divinidad, la representación del rostro del Padre.
Podemos considerarnos “hijos de Kether”, “hijos de la Luz”.
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