V. El Cristo en ti (4ª parte).
6. El Cristo en ti está muy quedo. 2Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el trayecto. 3Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. 4Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. 5Y lo que ves es igual a ti. 6Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? 7Él te contempló primero, pero reconoció que no estabas completo. 8De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. 9Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios.
Cristo es el único Hijo de Dios y se encuentra en la mente de cada uno de ellos. Su fuerza y su poder es el Amor Incondicional que nos permite vivir en la verdad de la Unicidad. Jesús, que hizo consciente al Cristo en él, nos invita en este punto a recordar esa "presencia" en nuestra mente, pues se encuentra en la quietud que nos brinda la paz de Dios.
Su visión es la del Espíritu Santo, es Una con todo lo creado y, cuando decidimos ponernos en Sus manos, le estamos pidiendo que nos acompañe en este mundo y que participe en todas las decisiones que debamos tomar para que la percepción falsa sea sustituida por la verdadera. Por lo tanto, la visión de Cristo nos inspirará el pensamiento amoroso del perdón, el cual elevará nuestras mentes hasta las puertas del Cielo donde nos fundiremos conscientemente con el resto de la Filiación y con Dios.
En este mundo de percepción al que dio lugar el deseo de ser especial, el Hijo de Dios no se ve completo. Ha seguido la guía del falso maestro, el cual le ha enseñado las leyes del caos basadas en la creencia de un mundo separado y condenado por la visión del pecado.
Cristo, el Espíritu Uno, reconoce en nosotros ese pensamiento de escasez que nos hace incompletos y nos ofrece la esencia del amor a través del perdón para que restituyamos en nosotros la creencia en la separación por la de la unicidad.
7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. 2La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. 3Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. 4Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. 5Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. 6Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. 7La visión de Cristo es lo único que se puede ver. 8El canto de Cristo es lo único que se puede oír. 9La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él.
La presencia de Cristo en la mente de Jesús le llevó a exhortar: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" Juan, 14-6.
Jesús no se está refiriendo al mundo del sueño. No se está refiriendo a los caminos que nos ofrece la percepción física, ni a las verdades que nos ofrece el sistema de pensamiento del ego, el cual confunde la vida con la muerte. La comunión de Jesús con Cristo le llevó a la visión de la unicidad, la cual le permitió alcanzar la percepción verdadera y recordar que dicha visión, la del perdón, es el verdadero camino, la verdad y la vida.
¿Acaso no es el amor el que nos conduce de nuevo hasta nuestro verdadero Hogar? ¿Acaso no es el amor lo único verdadero? ¿Acaso no es el amor la vida eterna?
La visión de Cristo es lo único que se puede ver, porque es lo único real y verdadero. En la visión del ego y su sistema de pensamiento, el camino es el sufrimiento y el dolor, pues el pecado, su creencia especial, tan sólo ofrece culpa y el deseo de purificación a través del sacrificio y la renuncia. La verdad, que es la unicidad, se encuentra fragmentada en cientos, miles de pedazos. La vida se confunde con la muerte, pues a lo que el ego llama vida es un viaje permanente hacia la muerte.
¿Con quién deseas caminar? ¿Con el ego o con Cristo?
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