sábado, 18 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 291

¿Qué es el mundo real?

1. El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la per­cepción ofrece. 2No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste. 3Ves tu mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te trae a la mente los testigos del terror. 4El mundo real sólo lo pueden perci­bir los ojos que han sido bendecidos por el perdón, los cuales, consecuentemente, ven un mundo donde el terror es imposible y donde no se puede encontrar ningún testigo del miedo.

2. El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensa­miento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo. 2El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: través de ojos serenos y de una mente en paz. 3Allí sólo hay reposo. 4No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón. 5las escenas que se ven son apacibles, 6pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma.

3. ¿Qué necesidad tiene dicha mente de pensamientos de muerte, asesinato o ataque? 2¿De qué puede sentirse rodeada sino de segu­ridad, amor y dicha? 3¿Qué podría haber que ella quisiese conde­nar? a¿Y contra qué querría juzgar? 4El mundo que ve emana de una mente que está en paz consigo misma. 5No ve peligro en nada de lo que contempla, pues es bondadosa, y lo único que ve es bondad.

4. El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y cul­pabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha desper­tado. 2Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido redi­mido. 3El mundo real representa el final del tiempo, pues cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.

5. El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había asignado. 2Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es. 3Ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. 4Y al con­templar un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante nuestro perdón.


LECCIÓN 291

Éste es un día de sosiego y de paz.

1. Hoy la visión de Cristo contempla todo a través de mí. 2Su vista me muestra que todas las cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma visión al mundo. 3En su nombre acepto esta visión para mí, así como para el mundo. 4¡Cuánta hermosura contemplamos en este día! 5¡Cuánta santi­dad vemos a nuestro alrededor! 6se nos concede reconocer que es una santidad que compartimos, pues es la Santidad de Dios Mismo.

2. Mi mente se aquieta hoy, para recibir los Pensamientos que Tú me ofreces. 2acepto lo que procede de Ti, en lugar de lo que procede de mí. 3No sé cómo llegar hasta Ti. 4Mas Tú lo sabes perfectamente. 5Padre, guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. 6Haz que mi perdón sea total y completo y que Tu recuerdo retorne a mí.


¿Qué me enseña esta lección?

Hoy contemplo el mundo a través de los ojos del Amor, y esa visión me permite gozar de un estado de paz y de sosiego jamás experimentado hasta ahora.

Desde que el Hijo de Dios proyectara su mente en el mundo material, sus ojos dejaron de percibir la verdadera realidad y olvidó la paz que lo mantenía en conexión con su Creador.

La Visión del Cristo, la Fuerza del Perdón, ha hecho posible recuperar ese estado primigenio caracterizado por la unidad con el Padre y el gozo de Su paz.

Hoy renuncio al pecado, a la culpa, al miedo, al castigo, a la separación, a la muerte. Hoy estoy preparado para que mi Padre me abra las puertas del Cielo y me reciba en Su Hogar.


Ejemplo-Guía: "Un día, en el que estoy Presente"

Estar presente, en el ahora, nos brinda la oportunidad de soñar un sueño donde la paz y el sosiego sean los protagonistas principales. Esa presencia me hace consciente de que estoy eligiendo cómo vivir mi día. Sé que disfrutar de la paz y el sosiego no dependerá de lo que el mundo me ofrezca, sino de mi firme decisión de hacer la Voluntad de Dios. 

Esta firmeza se basa en la certeza de que soy el Hijo de Dios y de que soy tal como Él me ha creado. No puedo evitar experimentar su Gozo y, para lograrlo, dejo de lado cualquier pensamiento que me lleve a servir al sistema de creencias del ego, es decir, cualquier idea que alimente el miedo y la ilusoria creencia en la separación.

¿Sé cuál es mi meta? Recuperar la fiel alianza que une a la Filiación.

¿Sé cuál es mi función? Perdonarme y extender ese perdón, en unión con mis hermanos.

Desde esa presencia, no tendré el deseo de cambiar nada fuera de mí, y mi voluntad se enfocará únicamente en el amor, la inocencia, la impecabilidad y la invulnerabilidad. Daré sin miedo a perder; mis ojos contemplarán la brillante luz del Espíritu en lugar de percibir los cuerpos; no percibiré ataques ni atacaré para defender mi integridad. Enfrentaré el miedo y el temor sin reaccionar, porque sé que son creaciones de mi mente, y ahora niego su existencia.

Caminaré sin hundir mis pies en la arena del camino y reconoceré, en las piedras que encuentre en mi recorrido, las creencias que puse como barreras entre el Cielo y la tierra.

Os dejo esta "joya" de Un Curso de Milagros: 

La práctica del instante santo.

“Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. El instante santo es este mismo instante y cada instante. El que deseas que sea santo, lo es. El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. No demores esta decisión, pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de sí la liberación total de la pequeñez” (T-15.IV.1:1-9).

“Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella, mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti. No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. Su plan te satisfará. No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más que de Él” (T-15.IV.2:1-8).

“Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. No antepon­gas ningún plan del ego al plan de Dios, pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo dis­minuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. Sin embargo, es tu mente la que es Su anfi­trión” (T-15.IV.3:1-7).

“¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar en el que tu Padre se ha ubicado a Sí Mismo? Te darás cuenta de esto en el instante santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a todo plan que no sea el Suyo. Pues en el instante santo se encuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dispuesto a satisfacer sus condiciones. Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees. En tu práctica, procura abandonar cualquier plan que hayas aceptado a fin de encontrar grandeza en la pequeñez. No se encuentra ahí. Utiliza el instante santo sólo para reconocer que por tu cuenta no puedes saber dónde se encuentra, y que lo único que harías, sería engañarte a ti mismo” (T-15.IV.4:1-7).

“Yo me encuentro dentro del instante santo tan claramente como tú quieres que lo esté. Y el tiempo que tardes en aprender a acep­tarme, será el mismo tiempo que tardarás en hacer tuyo el instante santo. Te exhorto a que hagas que el instante santo pase a ser tuyo de inmediato, pues liberar la mente del anfitrión de Dios de la pequeñez no depende del tiempo, sino de la buena voluntad que se tenga para ello” (T-15.IV.5:1-3).

“La razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por su parte de querer nublar lo que es obvio. Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy sencilla. No empañes la simplicidad de esa razón, pues si lo haces, será únicamente porque prefieres no reconocerla ni aban­donarla. La simple razón, llanamente expuesta, es ésta: el instante santo es un momento en el que se recibe y se da perfecta comuni­cación. Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como, para dar. El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simple­mente de aceptarlo todo” (T-15.IV.6:1-8).

“¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamien­tos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salva­ción radica en que te los reserves exclusivamente para ti. Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que tú deseas compartir. Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez” (T-15.IV.7:1-5).

“Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. Pregúntate sincera­mente: "¿Deseo estar en perfecta comunicación? ¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?" Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con Él. Y la comunicación perfecta, no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento” (T-15.IV.8:1-6).

“La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros. Pero sí requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. La ino­cencia no es obra tuya. Se te da en el momento en que la desees. La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie” (T-15.IV.9:1-10).


Reflexión: ¿Qué camino recorremos para alcanzar la paz de Dios? 

viernes, 17 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 290

LECCIÓN 290

Lo único que veo es mi actual felicidad.

1. A menos que contemple lo que no está ahí, lo único que veo es mi actual felicidad. 2Los ojos que comienzan a abrirse por fin pue­den ver. 3Y deseo que la visión de Cristo descienda sobre mí hoy mismo. 4Pues lo que percibo a través de mi propia vista sin la Corrección que Dios me dio para ella, es atemorizante y doloroso de contemplar. 5Mas no voy a permitir que mi mente se siga enga­ñando un solo instante más, creyendo que el sueño que inventé es real. 6Éste es el día en que voy en pos de mi actual felicidad y en el que no he de contemplar nada que no sea lo que busco.

2. Con esta resolución vengo a Ti, y te pido que me prestes tu fortaleza, mientras procuro únicamente hacer Tu Voluntad. 2No puedes dejar de oírme, Padre. 3Pues lo que pido ya me lo has dado. 4Y estoy seguro de que hoy veré mi felicidad.


¿Qué me enseña esta lección?

Hago realidad lo que decido observar. Si enfoco mi atención en el mundo material, la energía creadora tomará la forma de partículas, que son las que constituyen la dimensión material.

La atención proyectada en el mundo físico nos hace identificarnos con los ropajes del cuerpo material, creer en la percepción de la individualidad y aceptar la idea de la separación.

La visión del ego se basa en la creencia errónea del pecado y la culpa. Sus relaciones están fundamentadas en el miedo, el ataque y la escasez. Tiene miedo del mundo que lo rodea; para protegerse, recurre al ataque como defensa y percibe que al dar, pierde algo, lo que lo lleva a acumular y poseer.
Esa visión del mundo es absurda e ilusoria. Aunque el ego insiste persistentemente en buscar la felicidad, el resultado siempre es el fracaso, ya que la felicidad no puede pertenecer a algo irreal, y el mundo material no lo es.

La felicidad reside en la dimensión eterna, siendo el estado natural de Dios. Como Hijos de Dios, tenemos el potencial de portar ese estado del Ser. Sin embargo, para alcanzar esa frecuencia, debemos enfocar nuestra mente y tomar consciencia de nuestra verdadera esencia divina: el amor. Al hacerlo, comprenderemos que somos el soñador del sueño que creemos vivir, lo que nos permitirá elegir entre crear sueños felices o experimentar oscuras pesadillas.

Seremos felices cuando dejemos atrás la creencia en el pecado, la culpa, el castigo y la separación, y en su lugar, tomemos conciencia del perdón, la inocencia, la Expiación (corrección de errores) y la unicidad.

Ejemplo-Guía: "¿A qué llamamos felicidad?

Para mí, esta es la pregunta que debemos tener en mente: ¿Dónde ponemos nuestro corazón, en los tesoros de este mundo o en los tesoros que nos ofrece el Cielo?

Donde vivo, se dice a menudo: "Cada persona es un mundo". Cada uno tiene su propio orden de prioridades. Para algunos, la felicidad radica en satisfacer las necesidades más básicas, como alimentarse y disfrutar de un buen descanso. Sin embargo, lo que para muchos es algo cotidiano y habitual, para otros no está dentro de sus prioridades, y entonces buscan la felicidad en otro tipo de cosas. Como si fuera una escalera infinita, la felicidad parece ser siempre la satisfacción de aquello que no tenemos ni poseemos. En otras palabras, la felicidad es el antídoto que nos cura de la enfermedad de la carencia, de la cual todos los egos sufren.

Aunque la búsqueda de la felicidad puede presentarse de muchas formas, todas siguen un patrón común. Es un código regido por las reglas del ego, la visión de separación. Desde la perspectiva del ego, donde dar es perder, la felicidad se mezcla con el miedo. La dinámica es así: me siento carente y necesitado, entonces busco externamente algo que satisfaga mi apetito. Cuando consigo lo que necesito, intento acumularlo para mantener el gozo de forma permanente. Pero, en lugar de disfrutar plenamente de esa satisfacción, despertamos al miedo que llevamos dentro y arruinamos todo. La felicidad se vuelve agridulce: disfrutamos, pero tememos perder lo que tenemos.

El escenario del ego, el mundo de la percepción, no es donde hallaremos la verdadera felicidad, porque está sujeto a las leyes de la temporalidad, donde todo nace y muere. En lo alto de la escalera que conduce a la felicidad, encontramos un deseo oculto que alimenta al ego: el deseo de que el cuerpo sea eterno. Podría decirse que este deseo, evocado en tantas historias creadas por la imaginación de los novelistas, es simplemente la manifestación de un recuerdo ancestral de lo que realmente somos: seres eternos. 

El ego no puede negar su deseo de imitar a Dios, por lo que fabrica un mundo gobernado por sus propias leyes. Para el ego, probar que el cuerpo puede competir con la eternidad del Ser, al ser también eterno, sería la prueba definitiva de que Dios no existe. Mientras el cuerpo puede ser percibido, juzgado y transformado, la imagen de Dios carece de esa misma credibilidad.

Pero, para que el ego alcance su plena satisfacción, también tendría que convertir el logro de la eternidad y la perpetuidad en felicidad. Sin embargo, aunque lo busca incansablemente pasando de una conquista a otra, no lo conseguirá mientras no supere el miedo, y eso no sucederá, porque si lo hiciera, dejaría de existir.

Es momento de aclarar nuestras prioridades en torno a la felicidad. Hay que recordar que es un estado mental, independiente de lo que sucede en el exterior. Es una decisión que depende de nuestra mente y nuestras creencias. Por eso, si no vamos a encontrar la felicidad en este mundo mientras estemos en él, tendremos que desaprender las creencias que nos han hecho pensar que aquí es donde la encontraremos.

La felicidad, como el Plan de Salvación, no es un logro individual. No podemos ser plenamente felices si nuestro hermano no lo es. De hecho, alcanzaremos la verdadera felicidad cuando decidamos que nuestra dicha está en hacer felices a los demás. Al dar lo que tenemos, en lugar de perderlo, lo recibiremos multiplicado. Cuanta más felicidad compartamos, más felices seremos.


Reflexión: ¿Qué necesitamos para ver tan solo la felicidad?

Capítulo 24. V. El Cristo en ti (1ª parte).

V. El Cristo en ti (1ª parte).

1. El Cristo en ti está muy quedo. 2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre. 4El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irreme­diablemente como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.

En este punto, Jesús nos está enseñando el inmenso poder que tiene el deseo, diciéndonos que su poder apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. Sin dicho "poder", el deseo de ser especial no hubiese podido fabricar el mundo de la ilusión.

"Desear otorga realidad tan irremediablemente como ejercer la voluntad crea". Por tal razón, no podemos subestimar la naturaleza del deseo de ser especial, pues nos llevará a hacer real el mundo en el que hayamos depositado nuestra fe.

¿Cómo reconocer si estamos deseando de manera especial cuando el mundo que nos muestra es la realidad en la que creemos?

"Por sus frutos los conoceréis", recoge la Biblia en el Nuevo Testamento. Si aplicamos las enseñanzas del Curso, podemos parafrasear dicho mensaje: "Por sus efectos los conoceréis". Pues no hay efecto sin causa, ni causa sin efecto, lo que nos permitirá reconocer la causa conociendo sus efectos. Si dicho efecto-fruto es amargo, si nos priva de la paz y la felicidad, entonces la causa responde al deseo de ser especial, a la creencia en la separación y al juicio condenatorio del pecado o, lo que es lo mismo, responde a la ilusión y al engaño.

En cambio, si el efecto-fruto es agradable y dulce, si nos aporta paz y felicidad, entonces la causa responde al deseo de compartir la Voluntad del Padre, que no es otra que ejerzamos nuestra Voluntad de amar libremente.

2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuen­tre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.

El sistema de pensamiento del ego se caracteriza por aplicar unas leyes contrarias al Mundo de Dios, pues tal deseo es lo que lo hace sentirse especial, diferente al Creador y a Su creación. Ese modo de pensar nos lleva a percibir el mundo al revés y todo nuestro comportamiento responde a la creencia de llevar la contraria al Creador.

En este sentido, al referirnos en el punto anterior a la ley de causa y efecto, hemos dicho que son lo mismo, que forman una unidad, lo que nos facilitará la comprensión del origen y los efectos de todo cuanto existe. Pero dado que el ego es el efecto del error, concibe dicha ley al contrario y establece que el efecto, es la causa y que la causa es el efecto. Es decir, si desde el punto de vista de la verdad, la causa es la mente, donde radica el poder creador, y el efecto son las creaciones basadas en la verdad, para el ego, son dichas creaciones las que son consideradas como causa, es decir, con el poder de generar efectos en nuestras vidas. Si el cuerpo es el máximo exponente de su creación, será considerado como la causa que dará origen a todas nuestras acciones. Esta manera de ver las cosas lleva al ego a considerar al cuerpo como el causante de todos sus pecados y lo dota con el poder para hacer daño y para atacar.

Intercambiar el funcionamiento de la ley de causa y efecto nos ha llevado a creer que lo que hacemos nos está sucediendo realmente. Si nos creemos pecadores, entendemos que Dios esté enfadado con nosotros y no hay otro camino para redimir nuestra culpa que aceptando Su castigo. Un sinsentido. 

jueves, 16 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 289

LECCIÓN 289

El pasado ya pasó. No me puede afectar.

1. A menos que el pasado se haya borrado de mi mente, no podré contemplar el mundo real. 2Pues en ese caso no estaría contem­plando nada, sino viendo lo que no está ahí. 3¿Cómo podría entonces percibir el mundo que el perdón ofrece? 4El propósito del pasado fue precisamente ocultarlo, pues dicho mundo sólo se puede ver en el ahora. 5No tiene pasado. 6Pues, ¿a qué se le puede conceder perdón sino al pasado, el cual al ser perdonado desapa­rece?
2. Padre, no me dejes contemplar un pasado que no existe. 2Pues Tú me has ofrecido Tu Propio sustituto: un mundo presente que el pasado ha dejado intacto y libre de pecado. 3He aquí el final de la culpabilidad. 4aquí me preparo para Tu paso final. 5¿Cómo iba a exigirte que siguieses esperando hasta que Tu Hijo encontrase la belleza que Tu dispusiste fuese el final de todos sus sueños y todo su dolor?


¿Qué me enseña esta lección?

Vivir en el pasado es como estar atrapado en una cárcel, prisionero de los barrotes de la culpa, que impiden la libertad de buscar la salvación.

Mientras sigamos viviendo en la dimensión del pasado, estaremos atrapados en una ilusión de algo que ya no existe, negándonos la oportunidad de corregir los errores cometidos. En el pasado, perdonar es imposible.

Es en el momento presente donde la eternidad nos ofrece un horizonte lleno de posibilidades, y donde tenemos la libertad absoluta de elegir, hacer real el perdón y liberarnos del peso de la culpa.

Vivir en el pasado es una elección que condiciona nuestro estado anímico. Los pensamientos y sentimientos que nos atan al pasado suelen anclarnos en ese estadio temporal y sus recuerdos despiertan emociones traumáticas.

Cada presente es un instante bendecido por Dios, ya que nos brinda la oportunidad de percibir las cosas de una forma distinta. Los errores se corrigen, si así lo decidimos, en cada instante presente. 

Ya no hay razón para seguir creyendo que es necesario mantener una actitud que nos conduce repetidamente a experiencias de fracaso o desilusión.

Ese es el auténtico potencial divino que llevamos dentro. En cada momento presente, tenemos la capacidad de crear una nueva realidad.

Ejemplo-Guía: "Cuando te veo, te juzgo desde el pasado y no te veo realmente en el presente".

¿Por qué el pasado es tan importante para el ego y nuestra experiencia en el sueño? 

¿Por qué vivimos el presente como si estuviéramos atrapados en el pasado y dejamos pasar las oportunidades que nos brinda? Reflexionemos sobre lo que nos enseña el Curso:

"El ego tiene una extraña noción del tiempo, y ésa podría muy bien ser la primera de sus nociones que empiezas a poner en duda. Para el ego el pasado es importantísimo, y, en última instancia, cree que es el único aspecto del tiempo que tiene significado. Recuerda que el hincapié que el ego hace en la culpabilidad le permite asegurar su continuidad al hacer que el futuro sea igual que el pasado, eludiendo de esa manera el presente. La noción de pagar por el pasado en el futuro hace que el pasado se vuelva el factor determinante del futuro, convirtiéndolos así en un continuo sin la intervención del presente. Pues el ego considera que el presente es tan sólo una breve transición hacia el futuro, en la que lleva el pasado hasta el futuro al interpretar el presente en función del pasado" (T-13.IV.4:1-5).

"El "ahora" no significa nada para el ego. El presente tan sólo le recuerda viejas heridas, y reacciona ante él como si fuera el pasado. El ego no puede tolerar que te liberes del pasado, y aunque el pasado ya pasó, el ego trata de proteger su propia imagen reaccionando como si el pasado todavía estuviese aquí. Dicta tus reacciones hacia aquellos con los que te encuentras en el presente tomando como punto de referencia el pasado, empañando así la realidad actual de aquellos. De hecho, si sigues los dictados del ego, reaccionarás. ante tu hermano como si se tratase de otra persona, y esto sin duda te impedirá conocerlo tal como es. Y recibirás mensajes de él basados en tu propio pasado, porque, al hacer que el pasado cobre realidad en el presente, no te permitirás a ti mismo abandonarlo. De este modo, te niegas a ti mismo el mensaje de liberación que cada uno de tus hermanos te ofrece ahora" (T-13.IV.5:1-7). 

Suelo practicar el vivir el presente tal como es, una nueva oportunidad para sanar esa visión "borrosa" y "turbia" que llevamos arrastrando desde el pasado.

En las relaciones, es común que tengamos una opinión sobre alguien basada en hechos pasados. Al volver a verlo, nuestra mente de inmediato nos trae esa opinión anticuada e injusta, ya que ignoramos si esa persona ha cambiado. Sin embargo, lo que realmente debe cambiar para que veamos un cambio en esa persona es nuestra manera de percibirla.

“De las sombrías figuras del pasado es precisamente de las que te tienes que escapar. No son reales, y no pueden ejercer ningún dominio sobre ti, a menos que las lleves contigo. Pues contienen las áreas de dolor que hay en tu mente, y te incitan a atacar en el presente como represalia por un pasado que no existe. Y esta decisión es una que te acarreará dolor en el futuro. A menos que aprendas que todo el dolor que sufriste en el pasado es una ilusión, estarás optando por un futuro de ilusiones y echando a perder las múltiples oportunidades que el presente te ofrece para liberarte. El ego quiere conservar tus pesadillas e impedir que despiertes y te des cuenta de que pertenecen al pasado.

¿Cómo podrías reconocer un encuentro santo si lo percibes simplemente como un encuentro con tu pasado? Pues en ese caso no te estarías reuniendo con nadie, y el compartir la salvación, que es lo que hace que el encuentro sea santo, quedaría excluido de tu visión. El Espíritu Santo te enseña que siempre te encuentras contigo mismo, y el encuentro es santo porque tú lo eres. El ego te enseña que siempre te encuentras con tu pasado, y que debido a que tus sueños no fueron santos, el futuro tampoco puede serlo, y el presente no tiene ningún significado” (T-13.IV.6:1-11).

Termino con lo siguiente: 

"Es evidente que la percepción que el Espíritu Santo tiene del tiempo es exactamente la opuesta a la del ego. La razón de ello es igualmente clara, pues la percepción que ambos tienen del propósito del tiempo es diametralmente opuesta. Para el Espíritu Santo el propósito del tiempo es que éste finalmente se haga innecesario. El Espíritu Santo considera que la función del tiempo es temporal, al estar únicamente al servicio de Su función docente que, por definición, es temporal. Hace hincapié, por lo tanto, en el único aspecto del tiempo que se puede extender hasta el infinito, ya que el ahora es lo que más se aproxima a la eternidad en este mundo. En la realidad del "ahora", sin pasado ni futuro, es donde se puede empezar a apreciar lo que es la eternidad. Pues sólo el "ahora" está aquí, y sólo el "ahora" ofrece las oportunidades de los encuentros santos en los se puede encontrar la salvación” (T-13.IV.7:1-7).

“El ego, por otra parte, considera que la. función del tiempo es extenderse a sí mismo en lugar de extender la eternidad, pues, al igual que el Espíritu Santo, el ego considera que el objetivo del tiempo es el mismo que el suyo. El único propósito que el ego percibe en el tiempo, es que, bajo su dirección, haya continuidad entre pasado y futuro, y que el presente quede excluido a fin de que no se pueda abrir ninguna brecha en su propia continuidad. Su continuidad, por consiguiente, te mantiene en el tiempo, mientras que el Espíritu Santo quiere liberarte de él. La interpretación que el Espíritu Santo hace de los medios para alcanzar la salvación es la que tienes que aprender a aceptar, si quieres compartir Su objetivo, que no es otro que tu salvación” (T-13.IV.8:1-4).

“Tú también interpretarás la función del tiempo según interpretes tu propia función. Si aceptas que tu función en el mundo del tiempo es curar, harás hincapié únicamente en el aspecto del tiempo en el que la curación puede tener lugar. La curación no se puede llevar a cabo en el pasado. Tiene que llevarse a cabo en el presente para así liberar el futuro. Esta interpretación enlaza el futuro con el presente, y extiende el presente en vez del pasado. Mas si crees que tu función es destruir, perderás de vista al presente y te aferrarás al pasado a fin de asegurar un futuro destructivo. Y el tiempo será tal como tú lo interpretes, pues, de por sí, no es nada" (T-13.IV.9:1-7).

Reflexión: "El mundo real sólo se puede ver en el ahora".

Capítulo 24. IV. Ser especial en contraposición a ser impecable (3ª parte).

IV. Ser especial en contraposición a ser impecable (3ª parte).

4. Te dije anteriormente que no te detuvieses a examinar los medios con los que se logra la salvación, ni cómo se alcanza ésta. 2Pero examina detenidamente si es tu deseo ver a tu hermano libre de pecado. 3Para todo aquel que se cree especial la respuesta tiene que ser "no". 4Un hermano libre de pecado es enemigo de su especialismo, mientras que el pecado, de ser posible, sería su amigo. 5Los pecados de tu hermano justificarían tu especialismo y le darían el significado que la verdad le niega. 6Todo lo que es real proclama que él es incapaz de pecar. 7Todo lo que es falso proclama que sus pecados son reales. 8Si es un pecador, tu reali­dad entonces no es real, sino únicamente un sueño de que eres especial que dura sólo un instante, antes de desmoronarse y con­vertirse en polvo.

Si en la interpretación de aquello que nos sucede la hacemos desde el deseo de ser especial, estaremos desvinculándonos de la Fuente del Amor de donde procedemos realmente, lo que significa que nos estamos negando a nosotros mismos y en su lugar adoptando una falsa identidad que nos guiará por la senda del dolor y el sufrimiento.

El deseo de ser especial es la causa que origina nuestra creencia en la separación y, por lo tanto, en la causa cuyos efectos serán el miedo, el pecado, la culpa, el dolor, el sufrimiento, el sacrificio y la muerte. El mundo que se percibe bajo esa visión es un mundo de perdición, pues es la consecuencia de nuestra autocondena.

El mundo de salvación está trazado por Dios para Su Hijo y supone tan sólo un instante santo, una decisión que nos conecta con el recuerdo de Dios y de la Verdad y que nos lleva a la visión crística de la unicidad. En esa visión ya no estamos separados, sino que caminamos de la mano junto al resto de la Filiación, la cual tiene encomendada como misión el salvaguardar la integridad de la unidad en la mente del Hijo de Dios. Existe un pacto entre Dios y Su Hijo por el que cada uno de ellos se ofrece como "regalo de luz" para iluminar la senda de cada uno de ellos.

5. No defiendas este sueño insensato, en el que Dios se halla pri­vado de lo que ama y tú te encuentras más allá de la posibilidad de salvarte. 2Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás com­pletamente en paz, o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. 3Tu sensación de ser espe­cial pareció estar a salvo a causa de ello. 4Y así, salvaste a lo que habías designado como tu salvador y crucificaste al que Dios te dio en su lugar. 5Y de este modo, estás en la misma encrucijada que él, pues sois un solo ser. 6Por lo tanto, el especialismo es su "enemigo” así como el tuyo.

Jesús, de una manera hermosa y cautivadora, nos ofrece una "pista" que nos ayudará a reconocer la pureza de nuestras mentes. Muchos estudiantes, en nuestra incertidumbre por conocer si estamos siguiendo a la verdad o a las ilusiones, buscamos señales y respuestas que nos saquen de esa duda. Sí, esa falta de fe procede del ego. Pero dado que nos encontramos en el mundo del sueño y que la propia enseñanza se nos ha dado en ese escenario temporal, no nos viene mal recibir una "pista" para reconocer nuestro estado.

En este sentido, Jesús nos dice que cuando no estamos completamente en paz, o cuando experimentamos cualquier clase de dolor, es que estamos percibiendo un pecado en nuestro hermano y nos hemos regocijado por lo que creímos ver en él.

¡Guau! La verdad es tan sencilla de ver cuando se nos muestra.

Tan sólo cuando recordamos a Dios y aceptamos que somos tal y como nos ha creado, podremos gozar de su paz. La ausencia de esa paz es una alarma que debe sonar en nuestra mente para indicarnos que ha dejado de servir al amor y ha permitido que el deseo de ser especial ocupe su lugar. Si esto ocurre, no debemos preocuparnos ni castigarnos. Tan sólo tenemos que recordar que esa desviación ya ha sido corregida por Dios y no puede causar efecto alguno, pues ya no existe. Por lo tanto, recuperemos la memoria de Dios y de lo que somos y volveremos a gozar de la paz que compartimos con toda la creación.

miércoles, 15 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 288

LECCIÓN 288

Que me olvide hoy del pasado de mi hermano.

1. Éste es el pensamiento que me conduce a Ti y me lleva a mi meta. 2No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano. 3Y para conocer mi Fuente, tengo primero que reconocer lo que Tú creaste uno conmigo. 4La mano de mi hermano es la que me conduce a Ti. 5Sus pecados están en el pasado junto con los míos, y me he salvado porque el pasado ya pasó. 6No permitas que lo siga abrigando en mi corazón, pues me desviaría del camino que me lleva a Ti. 7Mi hermano es mi salvador. 8No dejes que ataque al salvador que Tú me has dado. 9Por el contrario, déjame honrar a aquel que lleva tu Nombre, para así poder recordar que es el mío también.

2. Perdóname hoy. 2sabrás que me has perdonado si contem­plas a tu hermano en la luz de la santidad. 3Él no puede ser menos santo que yo, y tú no puedes ser más santo que él.


¿Qué me enseña esta lección?

Somos una sola Unidad en la Filiación que Dios creó. Dios hizo a su Hijo a Su Imagen y Semejanza, y como Su Pensamiento es Uno, Su creación también es Una.

El Hijo de Dios, en la eternidad, se expresa en la unidad. En lo temporal, se manifiesta en la individualidad. Cuando se expresa en la unidad, crea con la fuerza del amor. Pero cuando lo hace desde la individualidad, fabrica desde el miedo, y sus "creaciones" llevan consigo la marca de la culpa y el pecado.

El Hijo de Dios tiene como propósito crear desde el Amor y la Unidad, pero para lograrlo debe "recordar" el camino que lo lleva a Su Padre, acompañado de sus hermanos. Dios no estará completo hasta que Su Hijo recupere el estado original de plenitud.

La proyección de la mente en el mundo material impulsó la separación y el desarrollo de aspectos diferenciados. Al entrar en la dimensión física, la Unidad se fragmentó, dando origen a una gran variedad de matices. Cada uno de estos matices forma parte de la unidad. Es la fuerza del Amor la que mantiene cohesionada esta diversidad. La luz blanca, símbolo de lo espiritual, la pureza y la unidad, puede descomponerse en todos los colores del espectro visible al pasar por un prisma (dispersión refractiva). En la naturaleza, esta descomposición crea el arcoíris.

Es importante reflexionar sobre esta lección, ya que a menudo ponemos todo nuestro empeño en mejorarnos a nivel personal, pero olvidamos que quienes nos acompañan en nuestro caminar forman parte de nuestra verdadera realidad. Debemos compartir nuestra luz para que ilumine donde más se necesite.

Si deseamos alcanzar el propósito para el que fuimos creados, si aspiramos a expandir la fuerza del Amor, debemos lograr conquistar la Unidad Original.


Ejemplo-Guía: "Tu hermano puede ser tu verdugo o tu salvador".

Una perspectiva de lo que sucede en el mundo nos ofrece una visión clara de lo que ocurre en nuestro interior, ya que percibimos el mundo en el que creemos, y aquello en lo que creemos es lo que deseamos. Así, concluimos que el mundo caótico que experimentamos es la proyección de los deseos insensatos que surgen de una mente errada.

Aún podemos encontrarnos en el grupo de quienes prefieren ignorar la verdad y rechazan cualquier conexión con lo que sucede en el mundo. Ese mundo "externo" parece no tener relación con lo que sentimos y creemos por dentro. Sin embargo, esta postura se desmorona cuando la vida nos pone frente a conflictos que amenazan nuestros "tesoros". En esos momentos, despierta sin duda la bestia que llevamos dentro, lanzando rugidos feroces para defenderse de lo que percibe como un ataque a su integridad.

El que esté libre de pecados, que tire la primera piedra. Ya lo dijo el Maestro.

Para encontrar paz en el exterior, primero debemos cultivarla en nuestro interior. Aplicando esta idea al mensaje de la lección de hoy, podemos decir que, para dejar atrás el pasado de nuestros hermanos, primero debemos dejar atrás el nuestro. ¿Qué significa esto? Simplemente, si creemos haber pecado, sentiremos culpa, justificaremos el castigo, y todo esto será parte de un pasado que seguimos reviviendo constantemente en nuestro presente.

Con esa perspectiva y esa creencia, al reflexionar internamente y evaluar con sinceridad nuestras acciones, surge la pregunta: ¿cómo es posible estar libres de culpa? El Curso agrega al respecto: 

"Mas ten en cuenta lo siguiente, no es en el tiempo donde no eres culpable, sino en la eternidad. Has "pecado" en el pasado, pero el pasado no existe. Lo que es siempre no tiene dirección. El tiempo parece ir en una dirección, pero cuando llegues a su final, se enrollará hacia el pasado como una gran alfombra extendida detrás de ti, y desaparecerá. Mien­tras sigas creyendo que el Hijo de Dios es culpable seguirás caminando a lo largo de esa alfombra, creyendo que conduce a la muerte. Y la jornada parecerá larga, cruel y absurda, pues en efecto, lo es" (T-13.I.3:2-7). 

Si proyectamos nuestro "pecado" o nuestra "culpa" sobre nuestros hermanos, viéndolos como portadores de pecado y culpa, ellos asumirán el papel de verdugos en nuestras vidas. Les reprocharemos ser la causa de nuestras desgracias y nuestra falta de paz, cuando en realidad, entre ellos y nosotros existe un "pacto de amor". Este pacto nos permite servirnos mutuamente como "espejos", reflejando nuestro mundo interno, no para atacar, sino para ayudarnos a reconocer lo que negamos de nosotros mismos. Ese papel nos convierte en salvadores de nuestros hermanos. Es un papel de reciprocidad donde damos y recibimos. Al final, descubriremos que somos la emanación de una misma Fuente, que somos Uno en la Santa Filiación de Dios.

¿Qué relación existe entre la culpa y el pasado?

"Eres invulnerable porque estás libre de toda culpa. Sólo mediante la culpabilidad puedes aferrarte al pasado. Pues la culpabilidad determina que serás castigado por lo que has hecho, y, por lo tanto, depende del tiempo unidimensional, que comienza en el pasado y se extiende hasta el futuro. Nadie que crea esto puede entender lo que significa "siempre", y de este modo la culpabilidad le impide apreciar la eternidad. Eres inmortal porque eres eterno, y "siempre" no puede sino ser ahora. La culpabilidad, pues, es una forma de conservar el pasado y el futuro en tu mente para asegurar de este modo la continuidad del ego. Pues si se castiga el pasado, la continuidad del ego queda garantizada. La garantía de tu continuidad, no obstante, emana de Dios, no del ego. Y la inmortalidad es lo opuesto al tiempo, pues el tiempo pasa, mientras que la inmortalidad es constante" (T-13.I.8:1-9).

Reflexión: ¿Qué porcentaje de pasado hay en tu presente? 

Capítulo 24. IV. Ser especial en contraposición a ser impecable (2ª parte).

IV. Ser especial en contraposición a ser impecable (2ª parte).

3. Sólo puedes hacerte daño a ti mismo. 2Hemos repetido esto con frecuencia, pero todavía resulta difícil de entender. 3A las mentes empeñadas en ser especiales les resulta imposible enten­derlo. 4Pero a las que desean curar y no atacar les resulta muy obvio. 5El propósito del ataque se halla en la mente, y sus efectos sólo se pueden sentir allí donde se encuentra dicho propósito. 6La mente no es algo limitado, y a eso se debe que cualquier propósito perjudicial le haga daño a toda ella cual una sola. 7Nada podría tener menos sentido para los que se creen especia­les. 8Nada podría tener mayor sentido para los milagros. 9Pues los milagros no son sino el resultado de cambiar del propósito de herir al de sanar. 10Este cambio de propósito pone "en peligro" el especialismo, pero sólo en el sentido de que la verdad supone una "amenaza" para todas las ilusiones. 11Ante ella no pueden quedar en pie. 12No obstante, ¿qué consuelo encontraste jamás en ellas para que le niegues a tu Padre el regalo que te pide y para que en lugar de dárselo a Él se lo des a ellas? 13Si se lo das a Él, el universo es tuyo. 14Si se lo das a las ilusiones, no recibes ningún regalo a cambio. 13Lo que le has dado a tu especialismo te ha llevado a la bancarrota, dejando tus arcas yermas y vacías, con la tapa abierta invitando a todo lo que quiera perturbar tu paz a que entre y destruya.

Tal y como hemos visto en el punto anterior, el cuerpo, al carecer de propósito, no puede dañar. El propósito se encuentra en la mente y, desde este punto de vista, son las creencias las que nos llevan a pensar que el cuerpo puede dañar, cuando en realidad el daño se encuentra en la mente al desear apostar por el deseo de ser especial o, lo que es lo mismo, por el miedo.

Si nuestra mente otorga al cuerpo el propósito de dañar, es señal de que albergamos pensamientos de ira y de miedo, los cuales surgen cuando nos creemos separados de Dios y del amor.

Si reflexionas y analizas tus respuestas ante los invites que nos hace la vida, descubrirás que identificas exteriormente al causante de nuestras desgracias, condenándolos como el culpable de lo que nos está ocurriendo. Es en este punto en el que tenemos que preguntarnos cómo estamos pensando, cómo estamos interpretando mentalmente lo vivido. ¿Estás viendo agresión? ¿Estás viendo ataque? ¿Estás viendo injusticia? ¿Desde dónde estás interpretando de este modo?

Si has respondido, desde la mente, estarás muy cerca de descubrir que lo que interpretas desde la mente es voluntario. Nadie te obliga a pensar de una manera u otra. Siempre elegimos hacerlo de acuerdo con nuestras creencias. Estas pueden servir a la verdad, al amor o a la ilusión, lo irreal. Lo externo, lo que nos ocurre desde afuera, al igual que el cuerpo, no tiene propósito, no es nada. Es en nuestra mente donde ocurre todo lo que le damos valor y hacemos real.

Si decidimos identificarnos con el ego y su sistema de pensamiento, responderemos a la experiencia externa desde el miedo y nuestra mente nos llevará a la conclusión de que nos están atacando. Para salvoguardar nuestra seguridad, nos defenderemos y lo haremos atacando igualmente.

Si decidimos poner en manos de la verdad el hecho ilusorio que hemos percibido, estaremos utilizando la razón y siguiendo la guía del Espíritu Santo. Entonces nos sentiremos libres para elegir correctamente cómo interpretar lo que hemos percibido. Si elegimos el amor, pasaremos por alto el pensamiento de ataque y dolor y en su lugar decidiremos perdonar y liberarnos de la culpa que nos tienta desde el inconsciente invitándonos a tomar decisiones basadas en el miedo.

martes, 14 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 287

LECCIÓN 287

Tú eres mi única meta, Padre mío, sólo Tú.

1.  ¿Adónde querría ir sino al Cielo?  2¿Qué podría sustituir a la felicidad?  3¿Qué regalo podría preferir a la paz de Dios?  4¿Qué tesoro querría buscar, hallar y conservar que pudiera compararse con mi identidad? 5¿Cómo iba a preferir vivir con miedo que con amor?

2. Tú eres mi meta, Padre mío.  2¿Qué otra cosa aparte de Ti podría desear?  3¿Qué otro camino iba a desear recorrer sino el que conduce a Ti?  4¿Y qué otra cosa sino Tu recuerdo podría significar para mí el final de los sueños y de las sustituciones fútiles de la verdad?  5Tú eres mi única meta.  6Tu Hijo desea ser como Tú lo creaste.  7¿De qué otra manera, sino, podría esperar reconocer a mi Ser y volverme uno con mi Identidad?

¿Qué me enseña esta lección?

¿Quién no se ha cuestionado alguna vez cuál es el propósito para el que fue creado?

Desde pequeños, nos enseñan y preparan para perseguir metas centradas únicamente en logros materiales: estudios, carrera, familia y éxitos. Todo ello, dentro de la limitada dimensión temporal de una vida.

Cualquiera de nosotros puede notar que alcanzar esas metas no nos trae felicidad, sino todo lo contrario. Es un camino que nos obliga a ser competitivos y en el que la victoria viene con un alto costo: la pérdida de la paz.

Eso forma parte del entorno creado por el ego, así que no podemos esperar encontrar la verdad en ese contexto.

Habremos de transformar nuestra perspectiva y mirar con los ojos del Espíritu. Así, la única meta que debemos abrazar es alcanzar la condición que llevamos como potencial en nuestro interior: Ser como Dios nos ha creado.

Sí, esa es nuestra meta. Somos como Dios nos creó, a Su Imagen y Semejanza. Crecemos orientados hacia esa única meta real, la que nos brinda paz y felicidad.

Tan sólo existe un camino que ha de llevarnos hacia el logro de esa meta. Es el camino del Amor, de la Unidad. Podremos demorar nuestra partida, pero tarde o temprano, lo andaremos, pues es el verdadero camino.

Ejemplo-Guía: "¿Cuál es nuestra meta?

Es claro que este tema puede generar mucho debate, pero intentaremos simplificarlo organizando las posibles respuestas. En este sentido, podríamos distinguir entre metas materiales y metas espirituales.

Un ejemplo de meta material podría ser tener riqueza y muchas posesiones. Por otro lado, un ejemplo de meta espiritual sería ayudar a los demás.

Dependiendo de tu perspectiva personal, puedes alinearte con una corriente u otra, pero la pregunta que quiero plantear es: si este mundo no es real, ¿por qué sentimos la necesidad de actuar y poseer cosas? Ya hemos reflexionado en una lección anterior sobre no tener que hacer nada, excepto contemplar la verdad de que somos una unidad con todo lo creado.

Un Curso de Milagros lo expresa de este modo: 

"La única meta del que se ha decidido por el camino de los milagros es restaurar completamente la Filiación" (T-1.VI.3:14). 

No importa lo que hagas, sino la "visión" con la que diriges tus pensamientos. Estos pueden contemplar un mundo donde la separación sostiene nuestro sistema de creencias o un mundo donde prevalece la unidad, promoviendo así la experiencia de la Filiación.

Recordemos lo que nos dice el Curso sobre la meta final perseguida por el ego: 

"La pena de muerte es la meta final del ego porque está convencido de que eres un crimi­nal que merece la muerte, tal como Dios sabe que eres merecedor de la vida. La pena de muerte nunca abandona la mente del ego, pues eso es lo que siempre tiene reservado para ti al final. De­seando destruirte como expresión final de sus sentimientos hacia ti, te deja vivir solo para que esperes la muerte. Te atormentará mientras vivas, pero su odio no quedará saciado hasta que mue­ras, pues tu destrucción es el único fin que anhela, y el único fin que le dejará satisfecho" (T-12.VII.12:2-5).

Tengo que admitir que esta afirmación me impactó mucho la primera vez que la leí, principalmente porque me costó entenderla. Al principio, la interpreté como un "suicidio", pero esa interpretación es incorrecta. El ego busca argumentos para justificar su "realidad", y no hay mejor argumento que demostrar que no somos eternos, haciendo tangible la temporalidad. El ego asume que la vida es un paso temporal entre el nacimiento y la muerte, y esa creencia es su prueba más clara de que no somos el Hijo de Dios.

En un ambiente más positivo, es importante recordar que la salvación es nuestro objetivo. Como nos enseña el Curso, no hay nada más que decidir aparte de eso. Nuestra única meta es unirnos a nuestros hermanos y compartir con el Espíritu Santo la misión que le hemos pedido.

Quizás todo esto nos parezca un canto de sirena y nos cueste encontrar el rumbo, definir con claridad cuál debería ser nuestra meta, sabiendo que estamos soñando. 

A continuación, compartiré un fragmento del Curso de Milagros, que considero una auténtica joya. Este nos ofrece una reflexión valiosa que nos anima a aplicarla en nuestra vida diaria y nos revela cómo el sistema de pensamiento del ego nos hace sentir como víctimas, cuando en realidad somos los únicos creadores de nuestros sueños.

Cómo fijar la meta

“La aplicación práctica del propósito del Espíritu Santo es extremadamente simple, aunque inequívoca. De hecho, para poder ser simple tiene que ser inequívoca. Lo simple es sólo lo que se entiende fácilmente, y para ello, es evidente que debe ser claro. El objetivo del Espíritu Santo opera dentro de un marco general, pero Él te ayudará a hacerlo específico, porque la aplicación práctica es específica. El Espíritu Santo provee ciertas directrices muy concretas que se pueden aplicar en cualquier situación, pero recuerda que tú aún no te has dado cuenta de que su aplicación es universal. A estas alturas, por lo tanto, es esencial utilizarlas en toda situación separadamente, hasta que puedas ver más allá de cada situación con mayor seguridad, y con un entendimiento mucho más amplio del que ahora posees” (T-17.VI.1:1-7).

“En cualquier situación en que no sepas qué hacer, lo primero que tienes que considerar es sencillamente esto: "¿Qué es lo que quiero que resulte de esta situación? ¿Qué propósito tiene?" El objetivo debe definirse al principio, pues eso es lo que determinará el resultado. El ego procede a la inversa. La situación se convierte en lo que determina el resultado, que puede ser cualquier cosa. La razón de este enfoque desorganizado es evidente. El ego no sabe qué es lo que quiere que resulte de la situación. Es consciente de lo que no quiere, pero sólo de eso. No tiene ningún objetivo constructivo en absoluto” (T-17.VI.2:1-9).

“Sin un objetivo constructivo, establecido de antemano y claramente definido, la situación simplemente parece ocurrir al azar y no tiene ningún sentido hasta que ya ha ocurrido. Entonces miras en retrospectiva, y tratas de reconstruirla para ver qué sentido tuvo. Y no podrás sino equivocarte. No sólo porque tus juicios están vinculados al pasado, sino porque tampoco tienes idea de lo que debió haber ocurrido. No se estableció ningún objetivo con el que armonizar los medios. Y ahora el único dictamen que puede hacerse es si al ego le gusta lo que pasó o no, si es aceptable para él o si clama por venganza. La ausencia de un criterio establecido de antemano que determine el resultado final, hace que sea dudoso el que se pueda entender y que sea imposible evaluarlo” (T-17.VI.3:1-7).

“El valor de decidir de antemano lo que quieres que ocurra es simplemente que ello te permite percibir la situación como un medio para hacer que tu objetivo se logre. Haces, por lo tanto, todo lo posible por pasar por alto todo lo que interferiría en su logro, y te concentras sólo en lo que te ayuda a conseguirlo. Es obvio que este enfoque ha hecho que la manera en que distingues lo verdadero de lo falso sea más parecida a la del Espíritu Santo. Lo verdadero viene a ser lo que se puede utilizar para lograr el objetivo, y lo falso, lo inútil desde ese punto de vista. La situa­ción tiene ahora sentido, pero sólo porque el objetivo ha hecho que lo tenga” (T-17.VI.4:1-6).

“Tener a la verdad por objetivo tiene otras ventajas prácticas. Si la situación se usa en favor de la verdad y la cordura, su desenlace no puede ser otro que la paz. Y esto es así independiente de cuál sea el desenlace. Si la paz es la condición de la verdad y la cordura, y no puede existir sin ellas, allí donde hay paz tienen que estar también la verdad y la cordura. La verdad viene por su propia iniciativa. Si experimentas paz, es porque la verdad ha venido a ti, y así, no podrás sino ver el desenlace correctamente, pues el engaño no puede prevalecer contra ti. Podrás reconocer el desenlace precisamente porque estás en paz. En esto se puede ver una vez más lo opuesto a la manera de ver del ego, pues el ego cree que es la situación la que da lugar a la experiencia. El Espíritu Santo sabe que la situación es tal como el objetivo la determina, y que se experimenta de acuerdo con ese objetivo” (T-17.VI.5:1-9).

“Tener a la verdad por objetivo requiere fe. La fe está implícita en la aceptación del propósito del Espíritu Santo, y esta fe lo abarca todo. Allí donde se ha establecido el objetivo de la verdad, allí tiene que estar la fe. El Espíritu Santo ve la situación como un todo. El objetivo establece el hecho de que todo aquel que esté involucrado en la situación desempeñará el papel que le corresponde en la consecución del mismo. Esto es inevitable. Nadie fracasará en su cometido. Esto parece requerir mucha más fe de la que tú tienes ahora, y mucha más de la que tú puedes dar. Esto es así, no obstante, sólo desde el punto de vista del ego, pues el ego cree que la manera de "resolver" los conflictos es fragmentán­dolos, y, así, no percibe la situación como un todo. El ego, por consiguiente, intenta dividir la situación en segmentos y lidiar con cada uno de ellos por separado, pues tiene fe en la separación y no en la unidad” (T-17.VI.6:1-10).

“Cuando el ego se enfrenta a un aspecto de la situación que parece ser difícil, trata de trasladarlo a otro lugar y resolverlo allí. Y parecerá tener éxito, salvo que ese intento entra en conflicto con la unidad, y no puede por menos que enturbiar el objetivo de la verdad. Y no se podrá experimentar paz, salvo en fantasías. La verdad no ha venido porque la fe ha sido negada, al no haberse depositado donde por derecho propio le corresponde estar. De este modo pierdes el entendimiento de la situación que el objetivo de la verdad te brindaría. Pues las soluciones que proceden de fantasías no aportan sino una experiencia ilusoria, y una paz ilusoria no es la condición que le permite la entrada a la verdad” (T-17.VI.7:1-6).

Reflexión:  ¿Qué regalo podría preferir a la paz de Dios?