sábado, 6 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 249

LECCIÓN 249

El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.

1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4¿En qué pérdida se podría incurrir? 5El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin. 6Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. 7Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.

2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. 2Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. 3Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.

¿Qué me enseña esta lección?

Cierra los ojos e intenta llevar a tu mente al primer pensamiento que eligió “ver” el mundo físico y abandonar la verdadera Visión que lo mantenía en conexión directa con su Creador.

Ese primer pensamiento sintió la llamada del deseo y dispuso la voluntad al servicio de un impulso que le llevó a querer conocer por sí mismo.

Esa vivencia me recuerda a lo que ocurre con el ser humano cuando alcanza la edad para sentir por sí mismo y para decidir qué rumbo dar a su vida. Es como una recapitulación inscrita en el inconsciente colectivo de la humanidad y que se revive cada vez que alcanzamos la edad en la que degustamos el poder de elegir.

Dejamos atrás un periodo en el que han sido nuestros padres los que han decidido por nosotros; sin embargo, con la pubertad, hemos despertado a la voz de los deseos y sentimientos, los cuales nos invitan a tomar conciencia de nuestra individualidad. Nos descubrimos como seres diferenciados. Observamos que los cuerpos con los que nos identificamos son diferentes unos a otros. 
Mientras que nos encontrábamos en unión con Dios, todos gozamos de esa unidad. Ahora, sin embargo, hemos descubierto la diversidad y experimentamos la separación.

Sí, hemos elegido aprender por nuestra propia vía, pero ocurre que esta decisión nos ha llevado a experimentar el dolor, el miedo, la culpa, la desolación y el sufrimiento.

No es ese el camino que Dios dispuso para nosotros, pero nuestra elección de aprender desconectado de la Guía Divina, nos ha situado en el “camino de la perdición”, el camino de la ilusión, del error.

El perdón, es el antídoto que pone fin a esa vía de sufrimiento, de desesperación, de muerte.

Mantén cerrados tus ojos. Trasládate a ese primer pensamiento que te llevó a la división. Míralo. Tan sólo fue una decisión errónea, pero nunca un pecado. Puedes corregir ese error. Ponlo en manos del Espíritu Santo, pídele Expiación. Él corregirá tu mente y podrás ver la rectitud. El perdón disolverá el recuerdo del error y te situará en un contexto nuevo en el que podrás visionar una nueva realidad, pues la Unidad es la puerta que nos conduce a la Plenitud.

Ejemplo-Guía: "Viviendo desde el perdón"

¿Me acompañas? Te preguntarás: "¿A dónde?"

Quiero andar el camino que me ha de llevar hasta la salvación. He de decirte que dicho camino lo recorreré desnudo; bueno, mi único compañero de viaje se llama perdón. Es muy singular, pues cuando tengo hambre me da de comer; cuando siento sed, me da de beber. Cuando quiero conversación, se convierte en mi contertulio y, cuando requiero descanso, se transforma en un confortable colchón que me hace sentir en el mismo Cielo.

Sí, ha sido necesario dejar atrás aquellos viejos ropajes que evocaban antiguos recuerdos de sufrimiento, de dolor, de miedos. He dicho adiós, definitivamente, al pasado y le he agradecido su enseñanza, pero ya no la necesito, pues mi alma añora liberarse de las ataduras que me impiden experimentar la eternidad que subyace en cada nuevo presente.

¿Me acompañas? Ya sabes dónde.

¿Cómo lo andaremos? No lo sé. Pero pienso que eso no es lo más importante. Lo verdaderamente importante es que hemos elegido andarlo.

Las piedras que encontremos en la senda serán distintas piedras, pero no te preocupes por su tamaño; no sientas miedo por su aparente realidad; todas ellas se disuelven cuando las afrontas desde el perdón. ¿No lo crees? Haz la prueba.

Tu "piedra" se llama "la pérdida de un ser muy querido". Sientes un profundo odio por la persona que le ha causado la muerte y crees que no descansarás hasta que el culpable reciba su merecido. Tu mente y tu corazón se alimentan del odio y del deseo de venganza. Has perdido la paz y ese sentimiento te impide ser feliz. Piensas que esa "piedra" es tan inmensamente grande que jamás podrás acompañarme hasta el final del camino.

Recuerda que para andar el camino que nos conduce hasta la salvación, debemos abandonar nuestros viejos ropajes. Si pretendemos realizar esa travesía con el ropaje del odio y de la venganza, pronto nos agotaremos y abandonaremos la aventura.

Es preciso que en nuestra mente se haya producido una llamada que nos invite a ver las cosas de otra manera. Si seguimos creyendo que somos un cuerpo, todo lo que le ocurra a ese cuerpo nos producirá dolor, pues pensamos que somos la víctima de lo que le ocurre a ese cuerpo. Pero, cuando alcanzamos a comprender el inmenso poder que tiene nuestra mente para fabricar e imaginar, como por ejemplo, la identidad de un cuerpo, entonces podemos elegir utilizar esa mente para que nos permita ver la verdadera realidad.

Sabemos por las enseñanzas recogidas en el Curso, que no hay grados de dificultad para los milagros. Podemos decir que no hay grados que diferencien las "piedras" que se convierten en los obstáculos que creemos ver en el camino que nos conduce a la salvación. 


Reflexión: Perdonar, es vivir en paz.

viernes, 5 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 248

LECCIÓN 248

Lo que sufre no forma parte de mí.

1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.

2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, me permite también amar nue­vamente a Tu Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que son uno.

¿Qué me enseña esta lección?

"Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa..." Estas palabras forman parte del Acto Penitencial, oración que con frecuencia utiliza la Iglesia católica en sus actos religiosos.

Cuánto dolor encierran. Aún recuerdo el gesto que acompaña su expresión, un triple golpe en el pecho a la altura del corazón. Se convierte en nuestra sufrida declaración de que somos indignos pecadores, temerosos de ir a un infierno incandescente, si no conseguimos redimir nuestros pecados con el sacrificio y el dolor.
Qué fácil le resulta al ego mantenernos prisioneros del error. Qué fácil es para él responder al ataque con ira, con odio, con venganza. Qué fácil resulta juzgar aquello que no aceptamos de nosotros mismos.

Nuestra voluntad nos ha llevado a renunciar a la verdad y, en su lugar, hemos fabricado un mundo de certezas basadas en la ilusión, a las cuales les hemos dado la condición de la verdad.

Nuestra mente se encuentra demasiado ocupada en dar respuestas y buscar soluciones a los múltiples problemas y preocupaciones planteados por el mundo en el que cree vivir. Se encuentra tan sometida al miedo a perder, a la escasez, que no encuentra un solo segundo de paz, de sosiego, de quietud.

El sufrimiento se ha convertido en el modo de vida que caracteriza nuestra existencia. Desde que nacemos, nos enseñan que para ser alguien en la vida, hay que sacrificarse y sufrir para hacernos fuertes. El sufrimiento parece satisfacer el apetito vengativo de Dios.

Pero nada, por lo que actualmente sufrimos, es real. somos Hijos del Amor, creados por Amor, y el Amor no puede abandonarnos en manos del sufrimiento y del sacrificio.

Ha sido nuestra creencia de que nos encontramos desconectados de la Gracia de nuestro Creador, de que somos pecadores merecedores de castigo, lo que nos ha llevado a pensar que el sacrificio nos abrirá las puertas del Cielo y nos purificará de nuestros pecados.

Debemos tener la plena certeza de que Dios nos proveerá de todo cuanto necesitemos, pero para ello, debemos abrir nuestra consciencia y permitir que Él habite en ella.


Ejemplo-Guía: "Entre el sufrimiento y la felicidad, ¿qué eliges?

Lo plantearé de otra manera. Entre el cuerpo y el espíritu, ¿qué eliges?

No es necesario decirlo más alto. Está lo suficientemente claro. Es tan directo y, al mismo tiempo, sencillo, que tanta claridad nos aturde.

¿Te tambaleas? ¿Y si fuera verdad la afirmación de que no somos aquello con lo que nos hemos estado identificando hasta ahora? ¿Y si fuera verdad que el ser que cree sufrir no es real, que todo es fruto de la mente del pensante?

Es lógico, aunque irreal, que nos tambaleemos cuando lo que hemos llamado real, nuestras seguridades, nuestras creencias, nuestras posesiones, desaparezca de nuestra mente. ¿Qué será de nosotros?

Alegrémonos, pues nuestro verdadero soporte no nos ha abandonado nunca. Su presencia es una vía de felicidad, a diferencia, como nuestro antiguo soporte, el mundo material, causante permanente de sufrimiento y dolor.

Con Dios y con Su Filiación, nada nos faltará. No hay necesidad de protegernos por miedo a ser atacados. No recelo al dar por miedo a perder. No hay culpa, pues no existe la creencia en el pecado. No hay enfermedad, no hay muerte, no hay tiempo, no hay límites, pues nuestra presencia es la eternidad y es la verdadera vida.

¿Qué vamos a elegir, entre el sufrimiento y la felicidad? ¿Qué vamos a elegir, entre el cuerpo y el espíritu? ¿Entre la ilusión y la verdad? ¿Entre el miedo y el amor? ¿Entre el pecado y la inocencia? ¿Entre la escasez y la abundancia?

Reflexión: Cuando creas a un hijo, ¿no lo harías invulnerable al sufrimiento? 

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (3ª Parte).

II. Las leyes del caos (3ª Parte).


7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. 5Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

El ego se define por el deseo de ser especial. He ahí el origen de la identidad del ego. El egoísmo es la consecuencia de utilizar nuestra voluntad para favorecernos nosotros mismos, inspirados por la creencia en que estamos separados y, para muestra, un botón; nuestros cuerpos así lo confirman. La expresión coloquial: "Cada persona es un mundo" es el testimonio de que creemos en la separación como nuestra más valiosa verdad y nuestra más nítida realidad.

Si el ego aceptase por una sola vez que es el Hijo de Dios, desde ese mismo instante dejaría de serlo. Hay una razón muy sencilla de comprender para reforzar esta afirmación. Dios es Amor. El amor es unidad. El Hijo de Dios es la extensión de Dios Mismo. El Hijo de Dios es Amor. El Hijo de Dios es unidad. Luego, el Hijo de Dios no puede ser el ego. Cualquier otro pensamiento que no vea la verdad en dicha afirmación no formará parte de la Mente que compartimos con Dios. Ese pensamiento es una ilusión, o lo que es lo mismo, carece de significado y no es nada.

8No hay manera de liberarse o escapar. 2La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. 5Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

"Darse cuenta" es tomar conciencia. Es un gesto que nos brinda la razón, la mente recta, cuando alcanzamos la vibración que nos permite percibir correctamente, esto es, dejar de ver el mundo dual y ver tan solo el mundo de la unidad. No hay más, pero tampoco menos.

Estamos tan absortos en el sistema de pensamiento del ego, que nuestra consciencia se encuentra dormida y ajena a la verdad. Estamos como hipnotizados por una voz que nos guía a experimentar los efectos del error original, el cual nos hace sentir débiles ante el impulso desenfrenado de una naturaleza instintiva que tan solo busca satisfacer el deseo de ser especial. Adoptamos la arrogancia, el miedo y el ataque para sentirnos fuertes y poderosos; sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es ocultar la más profunda huella de nuestro dolor, el creernos pecadores y ser el objetivo de venganza de Dios, al cual consideramos despiadado.

Si has tenido en alguna ocasión un momento de lucidez y te has dado cuenta de cuál es la causa de nuestro sufrimiento, aférrate a esa visión, pues sin duda te habrá mostrado que ningún mal puede proceder del uso del amor, mientras que la creencia en el miedo y en la separación se convierte en el pensamiento más adictivo que practicamos y en el único responsable de que percibamos un mundo caótico y demente.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apro­pia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino con­ducir a esto. 6Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

La dinámica que se describe en este punto es muy curiosa, pero también muy demencial.

Por un lado, tenemos el deseo de ser especial. Por otro, el efecto que ese deseo ocasiona en nuestra mente, el de sentirnos diferentes a nuestro Creador y de naturaleza pecaminosa. Ese acto de rebeldía es interpretado como pecado y nos hace sentir sucios y desmerecedores del amor de Dios, el cual decide expulsarnos del Paraíso Terrenal, o lo que es lo mismo, abandonarnos a un mundo incierto donde tendremos que ganarnos el pan de cada día.

Al sentirnos sucios y desahuciados, ocultamos en nuestro interior los más oscuros impulsos que nos inspiran el deseo de ser especial. Al no poder dominar estos oscuros deseos, los condenamos interiormente y buscamos un modo de purificarnos interiormente, para lo cual elegimos el autocastigo y la proyección de ese "eficaz" remedio. Es cuando proyectamos el juicio sobre el mundo que nos rodea e identificamos en los demás esos mismos deseos oscuros que ocultamos, llevándonos a su condena.

Pero he aquí que la mente curiosa del ego se dirá: "Seguro que lo que oculta con tanto esmero debe ser de gran valor". Y guiado por ese impulso de ser especial, se lanza a usurpar en el otro lo que supone de tanto valor como para ser ocultado. Cuando lo descubre se da cuenta que responde a una naturaleza pecaminosa y que debe ser condenada y purifica para su salvación.

Y todo ello por elegir entregar su mente a la fabricación de un mundo ilusorio, donde permanece separado salvo en el pensamiento de su inventor. 

jueves, 4 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 247

LECCIÓN 247

Sin el perdón aún estaría ciego.

1. El pecado es el símbolo del ataque. 2Si lo veo en alguna parte, sufriré. 3Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcan­zar la visión de Cristo. 4Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. 5Ven hermano, déjame contemplarte. 6Tu hermosura es el reflejo de la mía. 7Tu impecabilidad, la mía propia. 8Has sido perdonado, y yo junto contigo.

2. Así es como quiero ver a todo el mundo hoy. 2Mis hermanos son Tus Hijos. 3Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. 4Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.

¿Qué me enseña esta lección?

Atacar es ir en contra de… Si el pecado es el símbolo del ataque, ello significa que la acción a la que hemos llamado “pecado” representa el acto de no llevar a cabo la Voluntad de nuestro Padre, es decir, es el acto de actuar de una manera aislada a Él. De ahí procede la creencia, que ha dado lugar al ego, de que estamos separados de nuestro Creador.

Pero esa creencia es imposible, salvo que creamos en ella. Si así lo hacemos, estaremos viviendo la ilusión de la muerte, del castigo, de la culpa, del dolor, de la tristeza y el sufrimiento.

Un hijo es fruto de la obra creadora del padre, y esta vinculación sería imposible y falsa si no compartieran la misma Unidad.

La semilla se perpetúa a través del fruto, de tal modo que semilla y fruto forman una unidad integral. La semilla se perpetúa a través del fruto, de tal modo que semilla y fruto forman una unidad integral.

La semilla de Dios somos todos nosotros, los cuales formamos la Filiación Divina. El Rostro de Dios se encuentra reflejado en cada uno de sus Hijos y, todos juntos, formamos una Unidad con Él.

Ejemplo-Guía: "La curación de la ceguera".

El título de esta lección me ha inspirado a reflexionar sobre el símbolo de la "ceguera".

La capacidad de ver el mundo que contemplamos con los ojos del cuerpo nos lleva a identificarnos con un mundo irreal e ilusorio y, sin embargo, se convierte en uno de los principales sentidos físicos que da origen a la creencia errónea de que somos un cuerpo.

Si aquello que vemos es lo irreal, ¿qué es lo real?

Podríamos decir que lo real es aquello que no vemos. Pero no lo vemos, por la razón lógica de que no existe, sino porque en el sistema de creencia del ego, aquello que no percibimos con nuestros sentidos físicos no existe.

Pero debemos completar esta reflexión. No podemos dejarla en ese nivel de análisis. Tenemos que añadir que lo que no ven nuestros ojos físicos no es porque no exista, sino porque hemos elegido, con nuestra mente, no verlo. ¿Por qué esa elección?

Tal vez nos cueste creer esa deducción. Tal vez nos estemos diciendo que estamos deseosos de ver el mundo espiritual, pero nuestros ojos físicos no nos lo muestran. Y es cierto que eso ocurre. La razón de que ello sea así está implícita en el contenido del argumento dado, es decir, no lo vemos, pues nuestros ojos físicos no nos permiten ver aquello que hemos negado con nuestra mente. Si no creemos en la Unidad del Espíritu; si tenemos miedo a Dios y al Amor, los ojos de nuestra mente estarán cerrados para esa realidad.

La "ceguera" es un símil que viene a revelarnos sobre el estado de nuestra consciencia. Si estamos identificados con el mundo de la percepción, nuestros ojos tan sólo creerán en aquello que sean capaces de ver. Ese estado es similar a la situación del ciego, pues nos hace incapaces de ver la realidad del mundo espiritual.

No debemos confundir la verdadera visión espiritual con la videncia espontánea de los planos más sutiles al denso, de donde los videntes extraen visiones que nos presentan como verdades trascendentes.

El Mundo de Dios es un Campo de Luz que es captado por la mente, la cual proyecta esa luz dando lugar a diferentes niveles. Este Curso nos enseña que esos niveles son frutos de la interpretación de la mente, identificando solamente como real al Mundo Unitario de Dios. 

Formando parte del sueño que estamos soñando, nuestra mente se irá liberando de las densas capas que le impiden visualizar el Mundo Divino, sin interferencia de niveles intermedios. Pero en ese proceso de liberación, muchos se quedan a medio camino cuando vislumbran el reflejo del Mundo de Dios en estadios donde aún la Unidad adquiere rostros separados. La pista que ha de servirnos para saber reconocer que ese estado no es el Mundo de Dios nos la aporta el hecho de que el miedo sigue formando parte de las emociones que se perciben cuando entramos en contacto con dichos niveles de conciencia. Un ejemplo de lo que queremos decir lo podemos experimentar en la manifestación terrenal del sueño. Cuando dormimos, es el plano astral donde se desarrolla nuestra conciencia. Ese nivel de conciencia está influenciado por nuestros miedos y, aunque nos muestra un mundo más sutil, no es el Mundo Verdadero donde tenemos nuestro Hogar.

Cuanto más identificados nos encontremos con el mundo de las formas, con el sistema de pensamiento del ego, nuestro nivel de ceguera será mayor. La liberación de ese estado que nos impide ver la realidad se convierte en una invitación a realizar la función que Dios nos tiene encomendada: Perdonar.

El perdón es el antídoto contra el miedo y se convierte en el camino de la salvación y de la paz.

Reflexión: Cuando vemos al otro, ¿vemos pecado o salvación, miedo o amor?

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (2ª Parte).

 II. Las leyes del caos (2ª Parte).

4. La segunda ley del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por  lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. 2Este principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. 3Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. 4De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sen­tencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. 5Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

El pecado es la consecuencia directa derivada del error original. La causa del pecado se encuentra en la creencia en que hemos desobedecido a Dios eligiendo separarnos de Él y tomando las riendas de nuestra existencia a pesar de que las condiciones del mundo que percibimos son caóticas.

El mundo del ego muestra el deseo de ser especial, y este entorno satisface la nueva naturaleza instintiva que ha impulsado a usar la fuerza de voluntad para cumplir esos deseos.

El Hijo de Dios requerirá mantener intacto el altar donde rinde culto a la sagrada fuerza de la voluntad, pues será de su mano que conseguirá disponerlo todo para elegir de nuevo y retomar el rumbo que ha de conducirle al estado de consciencia primigenio en el cual gozaba del estado de plenitud propiciado por Su Creador.

La voluntad ha estado al servicio del deseo de ser especial y se convirtió en su sirviente. Pero la esencia de la voluntad es un impulso que emana de la Divinidad y está permanentemente viva y dispuesta para servir a la mente que compartimos con Dios. Cuando esa sea nuestra elección, tan solo tendremos que dirigir la luz que emana de la voluntad hacia el Cielo y, cuando esto ocurra, quedaremos extasiados por el maravilloso espectáculo que experimentaremos. Nuestra voluntad y la de nuestro Padre se funden y una explosión de júbilo y dicha emanará de nuestra mente, disolviendo cualquier error y cualquier ilusión.

5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. 2Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. 3Pues uno de ellos no puede sino estar por siem­pre condenado, y por el otro. 4Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. 5su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. 6Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. 7Y su temor a Dios y el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.

Si la identidad corporal es la consecuencia de utilizar la voluntad para lograr satisfacer el deseo de ser especial, o lo que es lo mismo, el deseo de ser individual, distinto, diferente a todos, y dicha acción es entendida como "pecado", la falsa identidad con la cual nos hemos identificado nos hace creer que nos hemos separado de Dios al elegir ser de otra manera.

De este modo, multiplicamos el germen de la división, de la dualidad. Nos sentimos separados de nuestro Creador y de Su Creación. 

La segunda ley del caos exige que la razón nos muestre el verdadero significado de la verdad: "Somos Uno con Todo lo Creado". De esta manera, lo que hemos interpretado como pecado, ahora lo vemos como un error que, para ser corregido, tan solo debemos elegir desde nuestra voluntad el deseo de fundirnos en la Visión Crística, la que nos permite ver la Unidad.

6. En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. 2He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder. 3Ni siquiera se considera necesario pre­guntarle si eso que se ha decretado que son Sus creencias es ver­dad. 4Su Hijo le puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la palabra de Su Hijo o estar equivocado. 5Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser eterno. 6Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

La sustitución de la verdad por la ilusión ha llevado a la mente a mostrar uno de los aspectos más característicos del sentimiento de ser especial, la arrogancia.

El pensamiento arrogante se cree dueño de la verdad y trata de imponerla a los demás de manera despótica. Sin embargo, lo que está encubriendo dicho pensamiento es el sentimiento de debilidad ante su naturaleza pecadora. Para que nadie descubra esa debilidad, hacemos uso de la arrogancia para dirigir la atención del otro lo más alejada posible de nuestra falta de fortaleza. 

El miedo acompaña muy de cerca al pensamiento arrogante. El miedo, guiado por la visión de la separación, nos induce a atacar al otro dando muestras de un poder desmedido que no posee, sino que trata de enmascarar su debilidad. De igual modo que ataca a su hermano, lo hace con Dios, al que enjuicia como un ser vengativo y despiadado, que se siente defraudado por Su Hijo al que considera un débil pecador y que le ha sentenciado a ser merecedor de todos los castigos y calamidades.

Es el mundo al revés. El Hijo corrigiendo al Padre y describiendo Su Identidad de una manera errónea.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 246

LECCIÓN 246

Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.

1. Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. 2Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. 3Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.

2. Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a TiPadre mío. 2Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. 3reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. 4Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. 5Amén.

¿Qué me enseña esta lección?

No podemos amar a nuestro Padre si no nos amamos a nosotros mismos. Esto es así, pues el Hijo es una extensión del Padre; es una parte de Sí Mismo; el Hijo ha sido creado a Su Imagen y Semejanza. 

De igual forma, no podemos amar a nuestros hermanos si ese amor no se encuentra en nuestro interior. Cuando nos amamos, estamos tomando consciencia de la unidad que gobierna sobre todo lo creado. No podemos amar una parte de nosotros y odiar otra. Eso no es posible, pues la dualidad no forma parte del Amor Unificador. 

Podemos, y de hecho así lo hacemos, amar nuestra naturaleza más elevada y noble y, sin embargo, odiar aquellos aspectos de nuestro yo de los que no nos sentimos orgullosos. En estos casos, experimentaremos circunstancias en las que nos veremos atraídos por aquellas personas que nos inspiran elevados valores, mientras que sentiremos aversión por aquellas otras que representan los bajos instintos. 

Amar a Dios significa amar a nuestros hermanos y amarnos a nosotros mismos. Amar la Filiación. 

El deseo de sentirnos especiales es una prueba que nos ofrece la oportunidad de valorar el verdadero sentido de la unidad.


Ejemplo-Guía: "Reflexionando sobre el Amor".

Muchos decimos amar a Dios; sin embargo, odiamos a aquellos que nos dañan. La lección de hoy nos enseña que no podemos amar a Dios si no amamos, igualmente, a Su Hijo.

Sí, desde la perspectiva de la percepción, desde la visión de la separación y de la dualidad, es posible amar un elevado ideal y al mismo tiempo odiar aquello que aborrecemos. Pero esta visión es errónea, pues el verdadero Amor está basado en la certeza de que formamos parte de una misma Filiación y que esa vinculación se encuentra plenamente unida a nuestra Fuente, a la Mente de nuestro Creador.

Es imposible amar a Dios y no amar a Su creación, pues ambos forman una unidad.


En nuestro maniobrar humano, observamos que muchos padres tienen preferencias por uno de sus hijos en detrimento de otros. La escala de niveles, frutos de un sistema de pensamiento basado en el juicio, en la división y en la diferenciación, nos lleva a seleccionar nuestro amor, sometiéndolo a un sistema de medida.


Amo lo que considero bueno y beneficioso y rechazo lo que considero malo o perjudicial. La razón de que este sistema de pensamiento se exprese de esta manera la encontramos en la creencia de que existe un "afuera" que nos produce un profundo miedo y tratamos de identificarlo para protegernos de él. Esa proyección fabricada por nuestra mente nos lleva a identificarnos como cuerpos separados, siendo la imagen del otro la que nos amenaza. De igual modo, las circunstancias que experimentamos son valoradas como agresoras a nuestros intereses, a nuestros deseos, lo que nos convierte en víctimas de un fatal destino, cuando en verdad, ese "destino" no es más que la proyección de nuestro mundo interno.


"Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a TiPadre mío".  Esta expresión, define de manera hermosa la ruta que nos lleva directamente a la plenitud del alma, pues nos conduce, de manera inequívoca, hasta las puertas del Cielo. No importa el camino, pues todos los caminos, sin filtros de juicios, nos conducen hacia la Salvación.

Si desde nuestro corazón somos capaces de expresar la frase anterior, sin duda, estaremos en condición de gozar de la paz de Dios, pues el Amor recorrerá cada una de las células de nuestro ser.


Reflexión: ¿Hay diferencia entre querer y amar?

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (1ª Parte).

II. Las leyes del caos (1ª Parte).

1. Puedes llevar las "leyes" del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para la razón y para la ver­dad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente, para que poda­mos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.

Tan sólo aquello que es verdad tiene significado. La razón nos invita a reflexionar sobre dicha afirmación, ya que entenderlo nos llevará a una evidente conclusión: "Si no tiene significado, no es nada". En el Libro de Ejercicios del Curso, las primeras lecciones nos enseñan que los pensamientos sobre este mundo no tienen significados; por lo tanto, si carecen de significado, no son nada.

Cuando pensamos, lo hacemos condicionados por el pasado, lo que impide ver el único tiempo real, el presente. Trasladando a nuestro presente el pasado, lo que hacemos es interponer un velo que nos impide corregir cualquier error al que le hemos otorgado el significado de pecado.

Si realmente queremos cambiar, debemos empezar a entender cómo funciona nuestra mente y cómo nuestro cerebro inscribe nuestras creencias y modula nuestro comportamiento de manera autónoma e inconsciente. Como bien nos dice Jesús, tan solo tenemos que contemplar esos pensamientos sin significados y trascenderlos.

2. La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios, éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creen­cia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más impor­tantes que otras, y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.

Decíamos en el punto anterior que tan solo la verdad tiene significado y la razón de ello responde a que el Hijo de Dios es Uno con Su Creador y con Su Creación. La creencia en la separación defendida por el sistema de pensamiento del ego es un pensamiento erróneo y falso que nos lleva a la percepción de un mundo donde las ilusiones, sin significados, han sustituido a la verdad y a la realidad.

Desde el punto de vista del sistema de pensamiento del ego, la creencia en la separación favorece el culto a múltiples verdades. Cada personaje es dueño de su verdad, la cual entiende irreconciliable con las verdades de los demás, pues atenta directamente contra su deseo de ser especial.

Mientras que para la razón la verdad es inalterable y única, para la mente ilusoria, la verdad de hoy es la base de las verdades del mañana.

3. Observa cómo parece ser esto un impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas, sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se apli­can a todas ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.

Si no es verdad, no tiene significado, y si no tiene significado, es nada. Si no es verdad, es ilusión y no tiene significado. Si es ilusión, es nada. Para la razón, la verdad es una y su significado magnifica la idea de la unidad que rige la Creación de Dios. Para la verdad, no hay grados a la hora de percibir el error, es decir, no hay pequeños errores, ni grandes errores. Tan solo hay un error, el cual tiene un solo origen: la creencia en la separación.

El sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la soledad, la escasez, el miedo, etc., son manifestaciones de ese error original. Corregir el error nos invita a deshacernos de la falsa creencia en la separación y recordar nuestra afinidad con la Filiación.  

martes, 2 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 245

LECCIÓN 245

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.

2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.

¿Qué me enseña esta lección?

Para poder oír la Voz de Dios, sentir Su paz, hemos de acallar el murmullo del ego, hemos de aquietar nuestra mente. 

Mientras nuestra mente sintonice la emisora que lo mantiene conectado al mundo material, estaremos sirviendo a la ilusión. En este mundo nos percibimos separados de la Fuente que nos ha creado. Nuestra libertad está condicionada por el peso del pecado, de la culpa, y nos fabricamos un mundo en el que el castigo, el sufrimiento, el dolor, el sacrificio, se convierten en los suplementos imprescindibles para alcanzar nuestra purificación, nuestra salvación.

Para lograr vibrar a tono con la paz de Dios, debemos despertar a nuestra divinidad, debemos hacer consciente nuestro verdadero Ser. Para caminar en paz, debemos ser paz y no hay otro camino que el de la Unidad, el del Amor Incondicional.



Ejemplo-Guía: "¿Cómo puedo ayudar a los demás a encontrar la paz?

Antes de responder a esta cuestión, considero primordial hacernos la siguiente pregunta: ¿Es posible la paz en este mundo?

Parece contradictorio plantear dicha reflexión cuando estamos deseosos de poder ayudar a los demás a encontrar la paz. Sin embargo, la realidad que percibimos parece convencernos de que dicha paz no es posible lograrla en este mundo.

En el Manual del Maestro, podemos encontrar un punto dedicado exclusivamente a dar respuesta a la cuestión que hemos planteado:

¿Es posible la paz en este mundo? 

Ésta es una pregunta que todo el mundo debe hacerse.  Es ver­dad que la paz no parece ser posible aquí. Sin embargo, la Pala­bra de Dios promete otras cosas que, al igual que ésta, parecen imposibles. Su Palabra ha prometido paz. Ha prometido tam­bién que la muerte no existe, que la resurrección tendrá lugar y que el renacimiento es la herencia del hombre. El mundo que ves no puede ser el mundo que Dios ama, y, sin embargo, Su Palabra nos asegura que Él ama al mundo. La Palabra de Dios ha prometido que aquí es posible la paz, y lo que Él promete no puede ser imposible. Mas es cierto que hay que contemplar el mundo de otra manera, si es que se han de aceptar Sus promesas. Lo que el mundo es, ya ha sido determinado. Tú no puedes elegir lo que debe ser. Pero sí puedes elegir cómo lo quieres ver. De hecho, eso tienes que elegirlo” (M-11.1:1-12). 

Volvemos nuevamente al tema de los juicios. Esta vez pregún­tate qué es más probable que sea verdad: tus juicios o la Palabra de Dios. Pues ambos afirman cosas diferentes acerca del mundo, y tan opuestas que no tiene objeto tratar de reconciliarlas. Dios ofrece salvación al mundo, tus juicios quieren condenarlo. Dios afirma que la muerte no existe; tu juicio ve a la muerte como el final inevitable de la vida. La Palabra de Dios te asegura que Él ama al mundo; tus juicios afirman que el mundo no es digno de ser amado. ¿Quién tiene razón? Pues uno de los dos tiene que estar equivocado. No puede ser de otra manera” (M-11.2:1-9). 

El texto explica que el Espíritu Santo es la Respuesta a todos los problemas a los que tú has dado lugar. Estos problemas no son reales, pero eso no significa nada para los que creen en ellos. todo el mundo cree en lo que ha hecho, pues lo hizo creyendo en ello. esta extraña y paradójica situación que no tiene sen­tido ni significado, de la cual, no obstante, no parece que haya forma de escaparse, Dios ha enviado Su juicio para reemplazar al tuyo. Con gran ternura, Su juicio sustituye al tuyo. por me­dio de esa sustitución, lo incomprensible se vuelve comprensi­ble. ¿Es posible la paz en este mundo? En tu juicio no lo es ni lo será nunca. Pero en el juicio de Dios, lo único que se refleja aquí es paz” (M-11.3:1-9). 

La paz es imposible para los que ven conflictos e inevitable para los que ofrecen paz. ¡Cuán fácilmente, pues, te puedes escapar del juicio que tienes acerca del mundo! No es el mundo lo que hace que la paz parezca imposible. El mundo que ves es lo que es imposible.   No obstante, el juicio de Dios acerca de este mundo distorsionado lo ha redimido y preparado para que le dé la bienvenida a la paz. Y la paz desciende sobre él en jubilosa respuesta. Ahora la paz puede estar aquí, ya que ha entrado un Pensamiento de Dios. ¿Qué otra cosa sino un Pensamiento de Dios podría trocar el infierno en Cielo sólo por ser lo que es? La tierra se postra ante su Presencia, que llena de gracia se inclina en respuesta, para elevarla de nuevo. Ahora la pregunta es diferen­te. Ya no es: ¿Es posible la paz en este mundo?, sino: ¿Cómo sería posible que no hubiese paz aquí?” (M-11.4:1-12).

Ya habrás intuido que nos resultará imposible ayudar a los demás a encontrar la paz si esa paz no forma parte de nuestra mente. Lo recordamos una vez más: no podemos dar lo que no tenemos. Por otro lado, es dando como recibimos; es dando como conservamos lo que damos. Nuestra verdadera esencia es paz, pero lo hemos olvidado a raíz de poner nuestra mente al servicio del ego. Recuperar nuestra consciencia de que somos paz pasa por recordar lo que somos, seres espirituales, el Hijo de Dios, impecable, inocente y puro.


La paz, cuando forma parte de nuestra consciencia, se expande en cada uno de nuestros gestos. Esa paz es contagiosa. Luego, no debemos preguntarnos cómo podemos ayudar a los demás a encontrar la paz, sino que la cuestión es ser conscientes de nuestra verdadera identidad. Lo demás vendrá por añadidura.

Reflexión: ¿Podemos dar paz, si no la hemos conquistado interiormente?

Capítulo 23. I. Las creencias irreconciliables (6ª parte).

I. Las creencias irreconciliables (6ª parte).

11. ¿Cómo iba a ser posible que el santuario de Dios se volviese contra sí mismo y tratase de subyugar al que allí mora? 2Piensa en lo que ocurre cuando la morada de Dios se percibe a sí misma como dividida: 3el altar desaparece, la luz se vuelve tenue y el templo del Santísimo se convierte en la morada del pecado. 4todo se olvida, salvo las ilusiones. 5Las ilusiones pueden estar en conflicto porque sus formas son diferentes. 6Y batallan única­mente para establecer qué forma es real.

En el punto anterior hemos utilizado la analogía de la gestación a nivel físico y el proceso creativo de la Divinidad. Me gustaría utilizarla una vez más para tratar un aspecto que considero significativo, al menos desde el punto de vista intelectual, entendiendo que su comprensión puede ser de ayuda para el entendimiento de los misterios que encierra el universo.

Si analizamos todo el proceso de creación a nivel humano, desde que el esperma masculino se une al óvulo femenino formando un embrión, cuyo crecimiento con el paso de los meses lo convertirá en una réplica potencial de sus progenitores. Esa criatura tiene en común con la Divinidad que posee los mismos atributos creadores que su hacedor. Además de este aspecto, también encuentro otros detalles que comparten en común; es más, diría que el proceso creativo a nivel humano escenifica fielmente el proceso creativo de la Divinidad y la trayectoria tomada por el resultado de dicha obra, en el caso del hombre, la criatura naciente, y en el caso de la Divinidad, el Hijo de Dios.

Ya hemos hablado del punto en común que ambos procesos comparten a la hora de analizar el estado de gestación. En ambos procesos, la criatura pasa por una fase en la que "su creador" le dispensa todo lo que necesita para su crecimiento. En el caso del proceso creativo humano, la criatura no tiene consciencia individualizada, es decir, es totalmente inconsciente de lo que le rodea. La cuestión es: ¿El Hijo de Dios en esa etapa paradisiaca era también totalmente inconsciente? ¿Tenía conciencia individualizada? Por las enseñanzas recibidas en los textos sagrados, todo parece indicar que no la tenía. Se adquiere tras el proceso de la transgresión, es decir, tras haber comido del fruto del árbol del bien y del mal. Al descubrir su desnudez, sintieron vergüenza y se cubrieron con la hoja de una parra. A partir de ese momento se desencadena todo lo relativo a la expulsión y al castigo de tener que ganarse el pan con el sudor de su frente.

Rica simbología para explicar lo mismo que ocurre con el nacimiento de la criatura a nivel humano. Una vez que se produce la primera toma de consciencia con el plano físico, se produce el llanto que abre sus pulmones a la vida en un nivel más denso. Ya el alimento no se produce a nivel interno, sino que se requiere un esfuerzo para conseguirlo de los pechos de la madre.

Sí, estamos de acuerdo en que este episodio forma parte de la ilusión que la mente ha fabricado con el objeto de adquirir una identidad acorde al nivel vibratorio en el que ha prestado su atención hasta el punto de hacerlo real para su mente errada.

El hecho de que las enseñanzas de UCDM en este apartado nos hagan referencia a la acción de recordar para volver a conectar con la verdad olvidada, nos sugiere que un nuevo episodio, el protagonizado por el "hijo pródigo", nos muestra una posible ayuda para comprender que, si bien el Hijo de Dios pudo ser inconsciente de su propia condición divina, sus errores mentales basados en el deseo de ser especial, una vez agotada la energía propiciada por dicho deseo, lo hagan recordar su linaje y le inspiren la voluntad de volver sobre sus pasos y retornar a los brazos de su padre, que lo recibirá con alegría y profunda satisfacción.

12. Las ilusiones encuentran ilusiones; la verdad se encuentra a sí misma. 2El encuentro de las ilusiones conduce a la guerra. 3Mas la paz se extiende a sí misma al contemplarse a sí misma. 4La guerra es la condición en la que el miedo nace, crece e intenta dominarlo todo. 5La paz es el estado donde mora el amor y donde busca compartirse a sí mismo. 6La paz y el conflicto son opuestos. 7Allí donde uno mora, el otro no puede estar; donde uno de ellos va, el otro desaparece. 8Así es como el recuerdo de Dios queda nublado en las mentes que se han convertido en el campo de batalla de las ilusiones. 9Mas Su recuerdo brilla muy por encima de esta guerra insensata listo para ser recordado cuando te pongas de parte de la paz.

Cuando analizamos el estado de la Plenitud podemos interpretarlo como la ausencia de necesidad, como la ausencia de deseos por lo que no se tiene. Ser Pleno es gozar de la abundancia.

La etapa paradisiaca de la que gozaban Adán y Eva nos evoca ese estado de Plenitud y Abundancia, o dicho de otro modo, no conocían la necesidad ni se sentían tentados por el deseo. 

La Biblia en la narración del Génesis, en el episodio de la tentación llevada a cabo por la serpiente -encarnación del diablo- nos narra cómo Eva fue tentada a comer del árbol del bien y del mal con la promesa de satisfacer el deseo de ser como Dios. En esa argucia se ocultaba la verdadera razón de la tentación, el despertar la conciencia al ardor del deseo de ser especial.

Podemos decir que el deseo de ser especial fue la causa del despertar de la individualidad y de la separación o pensamiento dual.   Al ceder el poder de nuestra voluntad y ponerlo al servicio del deseo, estamos "creando" una realidad paralela que, al carecer de la esencia que da cohesión a todo y la hace eterna, el amor, se constituyó como una realidad ilusoria con capacidad para multiplicarse y autodestruirse, pues la fuerza que la mueve es la de repulsión.

En cambio, cuando la mente responde a la rectitud, se restablece el verdadero orden cimentado por los sólidos e inquebrantables pilares del amor y todo cuanto creamos es portador de paz y plenitud. El amor es la fuente de la fuerza de atracción y tiene el poder de expandirse eternamente.