domingo, 19 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 292

LECCIÓN 292

Todo tendrá un desenlace feliz.

1. Las promesas de Dios no hacen excepciones. 2Y Él garantiza que la dicha será el desenlace final de todas las cosas. 3De nosotros depende, no obstante, cuándo habrá de lograrse eso: hasta cuándo vamos a permitir que una voluntad ajena parezca oponerse a la Suya. 4Pues mientras pensemos que esa voluntad es real, no halla­remos el final que Él ha dispuesto que sea el desenlace de todos los problemas que percibimos, de todas las tribulaciones que vemos y de todas las situaciones a que nos enfrentamos. 5Mas ese final es seguro. 6Pues la Voluntad de Dios se hace en la tierra, así como en el Cielo. 7Lo buscaremos y lo hallaremos, tal como dispone Su Voluntad, la Cual garantiza que nuestra voluntad se hace.

2. Te damos gracias, Padre, por Tu garantía de que al final todo tendrá un desenlace feliz. 2Ayúdanos a no interferir y demorar así el feliz de­senlace que nos has prometido para cada problema que podamos percibir y para cada prueba por la que todavía creemos que tenemos que pasar.


¿Qué me enseña esta lección?

Si hemos sido capaces de impregnar nuestra mente y nuestro corazón con la certeza de que Dios, nuestro Padre, lo dispone todo para que gocemos de Su Paz y de Su Dicha, estamos preparados para sustituir el miedo y experimentar la santidad del Amor.

Mientras nuestra conciencia siga identificada con el mundo físico, estaremos atados a sus leyes y a los efectos de nuestros pensamientos y emociones. Cuando el pensamiento se ve atrapado por el miedo, nos impulsa a actuar de maneras que generan resultados negativos, temiendo perder aquello con lo que nos hemos identificado, como nuestras posesiones.

Cuando nuestra conciencia despierta a los valores del Espíritu, la llamada del mundo material se percibe como una ilusión, y optamos por ignorarla. Nos dedicamos por completo a poner nuestra mente al servicio del Amor, y la expansión de ese pensamiento nos guía a crear un mundo donde la felicidad y la plenitud estén presentes en cada uno de nuestros actos.

Cuando seguimos la Voluntad de nuestro Creador, todo en nuestra vida se llena con el sello de la felicidad.

Ejemplo-Guía: "¿Confías en Dios?

Cuando confiamos en alguien, mostramos que le damos nuestra total lealtad y fe. Es una forma de reconocer que esa persona posee cualidades elevadas y representa lo que consideramos la verdad.

En nuestras relaciones con el mundo, podemos descubrir que no todas las personas con las que interactuamos regularmente son dignas de nuestra confianza. Llegamos a esta conclusión cuando nos sentimos víctimas de sus actos de deslealtad y engaño.

Podemos decir que la confianza se demuestra con actos de lealtad y fidelidad. Al llevar esta idea al ámbito espiritual y aplicarla a Dios, esa confianza debe pasar por el mismo filtro. Sin embargo, cuando la vida nos muestra su lado más difícil, y creemos que todo lo que nos sucede proviene de Dios, llegamos a la errónea conclusión de que nuestro Creador nos ha fallado. En ese momento, anunciamos que hemos perdido nuestra confianza en Él.

Este tipo de pensamiento es fácil de identificar en el comportamiento humano. En realidad, este patrón es una parte fundamental del sistema de pensamiento que define la identidad del ego. Al no reconocernos como los únicos responsables de nuestras propias creaciones y proyecciones, buscamos fuera a alguien a quien culpar por nuestras desgracias, etiquetándolo como "no confiable" porque no puede librarnos de los efectos, es decir, de las consecuencias de lo que hemos sembrado.

En el sistema de pensamiento del ego, encontramos una gran cantidad de anécdotas que cuestionan la "ineficacia" del Creador por no responder a nuestras peticiones como deseamos. Algunas son tan absurdas como increíbles, como las guerras santas o los conflictos con trasfondos religiosos. Otras resultan disparatadas, como pedir que nuestro equipo de fútbol gane un partido. Sin embargo, entre este interminable catálogo de anécdotas, también están aquellas que tocan nuestras emociones más profundas: ¿Dios, por qué permites que tus hijos mueran de hambre? ¿Por qué permites que sufran enfermedades o accidentes? ¿Por qué permites guerras, violaciones, atentados, asesinatos? ¿Por qué permites el mal?

¿Cómo le explicamos a esas personas que todo tendrá un desenlace feliz?

Cuando estamos en medio de la tormenta, resulta complicado convencer a alguien de que mantenga la calma y espere a que pase el temporal, porque el sol volverá a brillar con todo su esplendor. Cuando estamos atrapados en una oscura pesadilla, es difícil eliminar el miedo del soñador, pero unas palabras susurradas al oído, recordándole que todo es un sueño, pueden darle la confianza necesaria para recuperar su paz.

El mundo que hemos fabricado fomenta los sueños oscuros y los paisajes tormentosos, reflejando la sombra que habita en nuestro interior. La creencia en la separación nos ha hecho perder la conexión directa con nuestro Creador. Esta separación genera miedo y una completa desconfianza hacia el mundo que nos rodea, donde proyectamos nuestros pensamientos dementes. Hemos reemplazado el amor y la bondad por el miedo y el odio. Si sembramos miedo y odio, esas semillas crecerán y darán frutos, obligándonos a recoger lo que hemos cultivado. Este camino lo hemos escogido para despertar la conciencia sobre la calidad de nuestros pensamientos y acciones.

Me gusta usar la lógica al reflexionar sobre temas tan importantes como este. Si asumo el rol de padre y no soy un padre insensato, mis hijos disfrutarán de todo lo que pueda ofrecerles. Pero como padre, soy portador del principio más elevado: la libertad. Sin libertad, no podría crear, ya que estaría condicionado por influencias externas. Con ese Atributo Creador, doy vida a mi descendencia, que hereda por genética espiritual mis mismos atributos. Amo a mi descendencia y le brindaré mi apoyo para ayudarle a avanzar, pero no interferiré en su voluntad. Lo único que puedo hacer es otorgarle un mecanismo de seguridad que le ayude a recordar lo que por iniciativa propia puede olvidar. Ese "mecanismo de seguridad" es el Espíritu Santo, la Voz del Padre que guiará al hijo si este decide conectar con Él.

Creo que no existen experiencias buenas ni malas, solo experiencias. Estas son efectos que provienen de causas; es decir, no puede haber experiencia sin un pensamiento que la origine. Para corregir lo que percibimos como un efecto, debemos dirigirnos a la causa, pues así generaremos nuevos efectos y nuevas experiencias. Si la causa del sufrimiento es la creencia de estar separados, debemos corregir ese pensamiento erróneo y reemplazarlo por otro que nos lleve a la verdadera creencia en la unidad.

Podemos tomar consciencia de la verdad por la vía directa, recordando lo que realmente somos, Hijos de Dios, unidos a todo lo creado, o bien, podemos hacerlo por la vía del rigor, la cual utiliza el espacio temporal para perpetuar la enseñanza a través del aprendizaje, causa-efecto, siembro-cosecho, culpa-dolor.

Reflexión: ¿Has reflexionado sobre el estado de paz que se alcanza cuando depositamos nuestra total confianza en Dios?