sábado, 25 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 298

LECCIÓN 298

Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo.

1. Mi gratitud hace posible que mi amor sea aceptado sin miedo. 2Y, de esta manera, se me restituye por fin mi Realidad. 3El perdón elimina todo cuanto se interponía en mi santa visión. 4Y me apro­ximo al final de todas las jornadas absurdas, las carreras locas y los valores artificiales. 5En su lugar, acepto lo que Dios establece como mío, seguro de que sólo mediante ello me puedo salvar, y de que atravieso el miedo para encontrarme con mi Amor.

2. Padre, hoy vengo a Ti porque no quiero seguir otro camino que no sea el Tuyo. 2Tú estás a mi lado. 3Tu camino es seguro. 4Y me siento agrade­cido por tus santos regalos: un santuario seguro y la escapatoria de todo lo que menoscabaría mi amor por Dios mi Padre y por Su santo Hijo.

¿Qué me enseña esta lección?

Hoy me siento "desnudo", en un estado de perfecta inocencia. Tan sólo una fuerza me mueve. Es la esencia con la que he sido creado. Es el Amor.

Cuando esa esencia cobra consciencia en mí, el tiempo y el espacio se fusionan en un único instante, eterno y verdadero. El cuerpo vibra intensamente bajo las altas frecuencias que percibe. Las leyes del mundo físico dejan de ser prioritarias en mi mente. Siento una liberación total. Todo mi ser se impregna de esa esencia y busca expandirse hacia el mundo. Es imposible contener ese potencial solo para uno mismo. Debe compartirse.

La paz lo abarca todo. La felicidad brota en nuestro interior, y no podemos evitar emocionarnos al experimentar la sensación de unidad.

Nuestros ojos contemplan un espectáculo que trasciende este mundo. Nos sentimos liberados, con la libertad de perdonar; libres para experimentar la salvación y transformar el mundo.

Amo a tu Hijo, Padre, y por medio de ese amor, también te amo, Padre.


Ejemplo-Guía: "El camino que nos conduce al Cielo, no podemos andarlo solos".

“A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. La salvación es una empresa de colaboración. No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función”. (T-4.VI.8:1-6)

Tan sólo la creencia en la separación puede ser un obstáculo que nos impida realizar el viaje hacia la salvación, el cual nos llevará de regreso a nuestro verdadero Hogar.

Las palabras que usamos para describir el proceso de "despertar" no reflejan realmente la experiencia a la que nos referimos. El término "camino" puede llevarnos a pensar que se trata de una aventura con un inicio y un final definidos. En realidad, lo que queremos expresar al usar esta palabra es la falsa creencia de que Dios está fuera de nosotros, en un Más Allá distante. Sin embargo, esto no es más que una ilusión creada por el sistema de pensamiento del ego.

Dios está en nosotros y nosotros en Él. Fuera de Él no hay nada. Por eso, la idea del "camino" no es del todo adecuada, ya que no es real. Sin embargo, la hacemos real porque, al observar el mundo que nos rodea y a los demás, creemos que debemos "movernos" para interactuar con ellos. Este movimiento también es un error, una ilusión, porque, como repito, todos estamos en Dios y todos bebemos de Su Fuente.

Esta reflexión nos invita a cuestionarnos: ¿es posible alcanzar el Cielo sin estar conectados con nuestros hermanos? Si creemos que sí, que llegar al Cielo es un logro individual, estamos enfrentándonos al verdadero obstáculo, es decir, estamos dando realidad a la separación entre Dios y Su Hijo, y entre los Hijos de Dios entre sí.

Si creemos que podemos amar a Dios sin amar a Su Hijo, estamos volviendo a enfocarnos en el obstáculo y reforzando la separación. No podemos amar a Dios si no amamos a nuestros hermanos, ya que no hay ninguna separación entre ellos.

¿Cómo deberíamos ver a un hermano?

En este sentido, el Texto del Curso es claro en lo que aporta. Nos muestra que cada vez que negamos la bendición a un hermano, nos sentimos despojados, ya que la negación es tan absoluta como el amor. Negar una parte de la Filiación es tan imposible como amarla solo en parte. Tampoco es posible amarla completamente solo en ciertos momentos. No podemos comprometernos plenamente solo en algunas ocasiones.

“Cuando un hermano actúa insensatamente, nos está ofreciendo una oportunidad para recibir nuestra bendición. Su necesidad es la nuestra. Realmente, necesitamos la bendición que podamos darle. No hay manera de que podamos disponer de ella excepto dándola. Ésa es la ley de Dios, la cual no hace excepciones. Carecemos de aquello que negamos, no porque haya carencia de ello, sino porque se lo hemos negado a otro, y, por lo tanto, no somos conscientes de ello en nosotros.  Nos recuerda el Curso, que “lo que crees ser determina tus reacciones, y lo que deseas ser es lo que crees que eres”. Lo que deseamos ser, entonces, determina forzosamente todas nuestras reacciones” (T-7.VII.2:1-8).

Si deseas ser una identidad separada de tu hermano, tus reacciones serán de ataque. Si, en cambio, tu deseo es poner de manifiesto tu unicidad, tu hermano se convierte en el camino que ha de conducirte de vuelta a tu verdadero hogar, el Cielo.

Somos la voluntad unida de la Filiación, cuya plenitud pertenece a todos. Emprendemos juntos el camino de regreso y, mientras avanzamos, reunimos a nuestros hermanos. Cada incremento de nuestra fuerza lo compartimos con todos, para que también puedan superar sus debilidades y sumar su fortaleza a la nuestra. Dios nos espera con los brazos abiertos y nos acogerá con alegría.

“Nunca olvides que la Filiación es tu salvación, pues la Filiación es tu Ser. Al ser la creación de Dios, es tuya, y al pertenecerte a ti, es Suya. Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la extendieras. No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes todo tu entendimiento porque estás con­templando lo que Dios creó como lo que eres, sin amor. Y puesto que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando el lugar que le corresponde en Su Propio altar” (T-11.IV.1:1-7).

Y, ¿cómo debemos amar?

“No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. El amor no hace excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios ama. No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo” (T-13.X.11:1-8).

Un mensaje alentador: “En ti no hay separación, y no hay sustituto que pueda mante­nerte separado de tu hermano. Tu realidad fue la creación de Dios, la cual no tiene sustituto. Estáis tan firmemente unidos en la verdad, que sólo Dios mora allí. Y Él jamás aceptaría otra cosa en lugar de vosotros. Él os ama a los dos por igual y cual uno solo. Y tal como Él os ama, así sois. Vosotros no estáis unidos en ilusiones, sino en un Pensamiento tan santo y tan perfecto que las ilusiones no pueden permanecer allí para mancillar el santo lugar donde os encontráis unidos. Dios está contigo, hermano mío. Unámonos en Él en paz y con gratitud, y aceptemos Su regalo como nuestra más santa y perfecta realidad, la cual compartimos con Él” (T-18.I.10:1-9).

“El Cielo le es restituido a toda la Filiación a través de tu rela­ción, pues en ella reside la Filiación, íntegra y hermosa, y a salvo en tu amor. El Cielo ha entrado silenciosamente, pues todas las ilusiones han sido llevadas dulcemente ante la verdad en ti, y el amor ha refulgido sobre ti, bendiciendo tu relación con la ver­dad. Dios y toda Su creación han entrado a formar parte de ella juntos. ¡Cuán santa y hermosa es vuestra relación, la cual la ver­dad ilumina! El Cielo la contempla y se regocija que lo hayas dejado venir a ti. Y Dios Mismo se alegra de que tu relación siga siendo tal como fue creada. El universo que se encuentra dentro de ti se une a ti junto con tu hermano. Y el Cielo contempla con amor aquello que está unido en él, junto con su Creador” “(T-18.I.11_1-8).


Reflexión: ¿Crees que el verdadero amor es selectivo?

viernes, 24 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 297

LECCIÓN 297

El perdón es el único regalo que doy.

1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.

¿Qué me enseña esta lección?

Tenemos necesidad del perdón, porque nuestros ojos ven culpabilidad.

Tenemos necesidad del perdón, porque albergamos la creencia en el pecado.

Tenemos necesidad del perdón, porque sentimos temor de Dios, al que creemos haber fallado.

Observa tu existencia y notarás que, desde lo más profundo de nuestro inconsciente, surge una voz que nos vuelve adictos al castigo, al sufrimiento y al dolor, como una respuesta para satisfacer el recuerdo ancestral de un acto pecaminoso que nos condena a la culpa.

Pero el castigo no nos redime, no nos salva ni nos libera. Sólo genera dolor, nos quita la alegría, la felicidad, la paz y la armonía.

Podemos seguir eligiendo sufrir y sacrificarnos en nombre del amor, pero ningún acto de amor exige sacrificio, ya que el verdadero amor no requiere que ninguna de las partes pierda.

Mientras sigamos inmersos en el sueño, el perdón se convierte en la función más elevada que podemos realizar. El perdón nace del Amor, mientras que el castigo tiene su origen en el miedo. Y si el miedo es un pensamiento creado por nuestra mente, el castigo también lo es.

Cuando nos perdonamos, alcanzamos la vibración más elevada, una frecuencia capaz de influir en quienes comparten esa sintonía. Al ofrecer nuestro perdón, elevamos la vibración de nuestros hermanos. Dar lo que poseemos nos permite conservarlo, y esa luz que emerge del acto purificador del amor nos eleva hacia nuestra naturaleza divina.

¡Me perdono y declaro mi inocencia!

¡Perdono al mundo y proclamo la salvación!

Ejemplo-Guía: "Regalando perdón"

La enseñanza del perdón no nos es extraña. Incluso me atrevería a decir que es nuestra más fiel enseñanza en la aventura que hemos emprendido juntos, de des-hacernos de las viejas creencias y abrir nuestra mente a la verdad que nos permitirá recordar lo que somos.

Estamos en la lección 297, pero recordemos que el tema del perdón ya se ha abordado en seis lecciones anteriores: la 63, 121, 122, 134, 247 y 249. Y aseguro que esta no será la última vez; todavía lo encontraremos en otras cinco lecciones más. Así de importante es. De hecho, sabemos que forma parte esencial de nuestra función en este mundo.

En este mundo, muchas veces, cuando queremos tener un gesto amable con alguien querido, optamos por obsequiarle un regalo. Sin embargo, no podemos negar que, en muchas ocasiones, no sabemos qué elegir. Nos preguntamos: "¿Le gustará?", "¿Ya lo tendrá?", "¿Lo necesitará?". Pues bien, hoy Un Curso de Milagros nos guía para tomar la mejor decisión al compartir nuestros regalos con los demás. 

Si no quieres equivocarte en tu decisión, recuerda que el perdón es un regalo que siempre debemos ofrecer.

Permitidme que haga un poco de marketing del perdón. Está claro que a todo el mundo le agrada. ¿A quién no le gusta ser perdonado cuando comete un error? El perdón no discrimina por religiones, credos, filosofías o creencias. Es sencillo de comprender y de practicar, aunque a veces lo complicamos al preferir tener la razón, incluso si eso nos cuesta nuestra paz interior.

El perdón no distingue razas, edades, estatus ni condiciones sociales. El perdón verdadero no es ostentoso ni arrogante. Tampoco se guía por afiliaciones, partidos o ideologías políticas.

Una de las maravillas del perdón es que es completamente gratuito y, una vez que lo tienes, es para siempre. Posee una cualidad única y especial: cuanto más lo das, más recibes. No es algo exclusivo de países ricos o desarrollados, ni necesitas hacer filas en grandes almacenes para obtenerlo. De hecho, ni siquiera tienes que moverte para disfrutarlo. Solo necesitas adoptarlo como tu guía, tu maestro, tu condición, tu función; en otras palabras, simplemente serlo. Porque si no eres perdón, no podrás darlo ni compartirlo.

Donde quiera que mires, deja tu regalo. Así, contagiarás con su presencia y contribuirás a crear una cadena interminable, cuyo final solo se alcanzará cuando cada Hijo de Dios sea parte de ella. En ese momento, el perdón se habrá integrado en la Filiación y, con este acto, estaremos ofreciendo a Dios su regalo más valioso: la compleción.


Reflexión: "Todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy".

Capítulo 24. VI. Cómo escaparse del miedo (1ª parte).

VI. Cómo escaparse del miedo (1ª parte).

1. El mundo se aquieta ante la santidad de tu hermano, y la paz desciende sobre él dulcemente y con una bendición tan completa que desaparece todo vestigio de conflicto que pudiese acecharte en la oscuridad de la noche. 2Él es quien te salva de tus sueños de terror. 3Él sana tu sensación de sacrificio y tu temor de que el viento disperse lo que tienes y lo convierta en polvo. 4En él des­cansa tu certeza de que Dios está aquí y de que está contigo ahora. 5Mientras él sea lo que es, puedes estar seguro de que es posible conocer a Dios y de que lo conocerás. 6Pues Él nunca podría abandonar a Su Propia creación. 7Y la señal de que esto es así reside en tu hermano, que se te da para que todas tus dudas acerca de ti mismo puedan desaparecer ante su santidad. 8Ve en él la creación de Dios, 9pues en él su Padre aguarda tu reconoci­miento de que Él te creó como parte de Sí Mismo.

Entre las ideas principales que nos ofrece este punto encontramos las siguientes:

Ve la santidad y el valor en los demás: El texto invita a reconocer lo mejor en las personas que te rodean, viendo en ellas la creación de Dios y una fuente de paz y certeza.

En la lección 37, leemos:

“Tu propósito es ver el mundo a través de tu santidad. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada y todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. [...] Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo.” (L-37.1:2-4, 3:1-2)

En el Texto, se recoge:

“La santidad de tu hermano es la salvación tuya.”
(T-22.VI.8:1)

La relación con los demás es esencial para tu propio crecimiento espiritual: Al valorar y respetar a tu hermano, desaparecen tus dudas y temores, y te acercas al conocimiento de Dios.

En el Anexo al Manual: Psicoterapia, podemos leer:

“¿Qué mejor propósito podría una relación tener que el de invitar al Espíritu Santo a entrar en ella y dar Su Propio gran regalo de regocijo?”
(P-1.I.2:1)

La paz y la seguridad se encuentran en la conexión y el reconocimiento mutuo: Al ver la santidad en los demás, encuentras tranquilidad y confianza en que Dios está presente contigo.

En la vida diaria, esto significa mirar más allá de los errores o apariencias de los demás, buscar lo bueno en ellos, y recordar que tu bienestar y crecimiento están ligados a cómo ves y tratas a quienes te rodean.

Apliquemos estas ideas para alguna situación específica de la vida, como por ejemplo las relaciones familiares:

Padres e hijos: Cuando un hijo comete errores o tiene miedo, los padres pueden elegir ver su valor y potencial, apoyándolo con amor y confianza en vez de enfocarse solo en sus fallos. Así, el hijo se siente seguro y capaz de superar sus miedos.

Entre hermanos: Si hay discusiones o celos entre hermanos, el texto invita a mirar más allá de los conflictos y reconocer que cada uno es valioso y digno de respeto, lo que ayuda a restaurar la paz y fortalecer la relación.

En pareja: Cuando surgen desacuerdos, en vez de centrarse en lo negativo, puedes elegir ver la bondad y la “santidad” en tu pareja, recordando que ambos están juntos para apoyarse y crecer, lo que facilita la reconciliación y la confianza.

jueves, 23 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 296

LECCIÓN 296

El Espíritu Santo habla hoy a través de mí.

1. El Espíritu Santo necesita hoy mi voz para que todo el mundo pueda escuchar Tu Voz y oír Tu Palabra a través de mí. 2Estoy resuelto a dejar que hables a través de mí, pues no quiero usar otras palabras que las Tuyas, ni tener pensamientos aparte de los Tuyos, pues sólo los Tuyos son verdaderos. 3Quiero ser el salvador del mundo que fabriqué. 4Pues ya que lo condené, quiero liberarlo, de manera que pueda escapar y oír la Palabra que Tu santa Voz ha de comunicarme hoy.

2. Hoy sólo enseñaremos lo que queremos aprender, y nada más. 2De este modo, nuestro objetivo de aprendizaje queda libre de conflictos, lo cual nos permite alcanzarlo con facilidad y rapidez. 3¡Cuán gustosamente viene el Espíritu Santo a rescatarnos del infierno cuando permitimos que a través de nosotros Sus ense­ñanzas persuadan al mundo para que busque y halle el fácil sen­dero que conduce a Dios!

¿Qué me enseña esta lección?

Dentro del sueño en el que vivimos, la palabra juega un papel crucial, ya que a través de ella comunicamos y compartimos con el mundo el contenido de nuestros pensamientos y emociones.

Nuestras creencias encuentran en las palabras un medio de comunicación que refleja nuestra identidad, valores y principios, y en última instancia, expresa quién creemos ser.

Cuando expresamos juicios condenatorios con nuestras palabras, en realidad estamos proyectando el nivel de exigencia y condena que aplicamos hacia nosotros mismos.

Podemos usar nuestras palabras para expresar miedo o amor. Si optamos por el miedo, lo que decimos se impregna de culpa. Nos juzgamos y condenamos a nosotros mismos, quedando únicamente el castigo como la forma de purificación que consideramos efectiva.

Cuando nuestras palabras están llenas de amor, transmitimos al receptor el Espíritu de la Paz, la Alegría y la Felicidad. Realmente estamos creando algo hermoso.

La palabra emite un tono vibratorio que, como la música, tiene el poder de fabricar o crear. Al fabricar, generamos ilusión, y todo lo ilusorio, como lo temporal, inevitablemente muere. En cambio, al crear, damos vida y generamos eternidad.

Los textos sagrados nos enseñan que el Verbo es creador, y ese Verbo es nuestra palabra. ¡Cuidémosla! Al hablar, recordemos que el contenido de nuestras palabras se dirige también hacia nosotros mismos, ya que nuestros hermanos y nosotros somos Uno.

Ejemplo-Guía: "Sobre la enseñanza".

Estoy de acuerdo con la idea que plantea el Curso al señalar que Dios no enseña, ya que enseñar implica una carencia que Dios sabe que no existe. Dios no está en conflicto, y enseñar tiene como propósito generar cambios, pero Dios solo creó lo inmutable. Así, la separación no fue una pérdida de la perfección, sino una interrupción en la comunicación.

Perdimos la comunicación directa con nuestro Creador y optamos por escuchar la voz del ego, que irrumpió de manera estridente en nuestra mente. Quizás te preguntes por qué Dios no lo impidió, pero el Curso explica que no lo silenció porque erradicarlo habría sido un ataque. Habiendo sido cuestionado, Él no cuestionó. Él simplemente ofreció la Respuesta: nuestro Maestro, el Espíritu Santo.

Enseñar puede hacerse de muchas formas, pero, como nos muestra el Curso, la mejor manera es a través del ejemplo. Aunque esto es verdad, no debemos olvidar el poder de la palabra, y en este aspecto, debemos reconocer que podemos hablar desde el espíritu o desde el ego.

Hay una forma de distinguir qué es lo que nos motiva. Si hablamos desde el espíritu, hemos decidido seguir las palabras "Detente y reconoce que yo soy Dios". Estas palabras son inspiradoras porque reflejan sabiduría y las expresamos desde el "ánimo", desde el alma. Por otro lado, si hablamos desde el ego, renegamos del conocimiento en lugar de confirmarlo, y esto se manifiesta en un estado de desánimo.

En base a lo que menciono, puedo confirmar por mis propias experiencias que, al ponernos al servicio del Espíritu Santo y actuar como canales de su mensaje, es como si no fuéramos nosotros quienes habláramos. A veces llegamos a expresar mensajes de los que ni siquiera éramos conscientes de conocer. Les puedo asegurar que la mayor confirmación de que hablamos guiados por el "ánimo" la encontraremos en la opinión de quienes han recibido el mensaje, quienes te aseguran que esas palabras les han llegado al alma.

Como bien señala el Texto, enseñar debe ser algo curativo, ya que implica compartir ideas y reconocer que, al compartirlas, las fortalecemos. Jesús nos anima a enseñar lo que hemos aprendido, pues al hacerlo, podremos contar plenamente con ello.

Me gusta mucho esta frase: "Eres lo que enseñas, pero es evidente que puedes enseñar incorrectamente, y, por consiguiente, te pue­des enseñar mal a ti mismo" (T-6.V.B.1:4).

Nos hemos acostumbrado a creer que no somos lo que realmente somos. Por ello, no nos conocemos del todo y vamos por la vida tratando de descubrirnos a través de los juicios que hacemos sobre los demás. En este sentido, cada lección que damos es también una lección que estamos aprendiendo.

¿Qué lección debemos enseñar y aprender? 

Un Curso de Milagros nos lo hace sencillo, ya que nos indica que sólo debemos enseñar una lección: “Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres” (T-6.I.13:2). La única manera de aprender es enseñar, ya que lo que enseñamos es lo que realmente aprendemos. Además, no podemos olvidar que al enseñar algo, nos lo estamos enseñando a nosotros mismos.

Profundicemos un poco más en el tema de la enseñanza explorando detenidamente el contenido del Texto: 

"La enseñanza y el aprendizaje correcto"

“Un buen maestro clarifica sus propias ideas y las refuerza al enseñarlas. En el proceso de aprendizaje tanto el maestro como el alumno están a la par. Ambos se encuentran en el mismo nivel de aprendizaje, y a menos que compartan sus lecciones les faltará convicción. Un buen maestro debe tener fe en las ideas que enseña, pero tiene que satisfacer además otra condición: debe tener fe en los estudiantes a quienes ofrece sus ideas” (T-4:I.1:1-4).

“Muchos montan guardia en torno a sus ideas porque quieren conservar sus sistemas de pensamiento intactos, y aprender signi­fica cambiar. Los que creen estar separados siempre temen cam­biar porque no pueden concebir que los cambios sean un paso hacia adelante en el proceso de subsanar la separación. Siempre los perciben como un paso hacia una mayor separación, debido a que la separación fue su primera experiencia de cambio. Crees que si no permites ningún cambio en tu ego alcanzarás la paz. Esta marcada confusión sólo puede tener lugar si sostienes que un mismo sistema de pensamiento puede erigirse sobre dos cimientos distintos. Nada puede llegar al espíritu desde el ego, ni nada puede llegar al ego desde el espíritu. El espíritu no puede ni reforzar al ego, ni aminorar el conflicto interno de éste. El ego en sí es una contradicción. Tu falso ser y el Ser de Dios están en oposición. Y lo están con respecto a sus orígenes, rumbos y de­senlaces. Son fundamentalmente irreconciliables porque el espí­ritu no puede percibir y el ego no puede gozar de conocimiento. No están, por lo tanto, en comunicación, ni jamás lo podrán estar. El ego, sin embargo, puede aprender, aún cuando su hace­dor esté desencaminado. Este, no obstante, no puede hacer que lo que fue infundido con vida sea completamente exánime” (T-4.I.2:1-14). 

“El espíritu no tiene necesidad de que se le enseñe nada, pero el ego sí. El proceso de aprender se percibe, en última instancia, como algo aterrador porque conduce, no a la destrucción del ego, sino al abandono de éste a la luz del espíritu. Éste es el cambio que el ego no puede sino temer, puesto que no comparte mi cari­dad. La lección que yo tuve que aprender es la misma que tú tienes que aprender ahora, y puesto que la aprendí, puedo ense­ñártela. Nunca atacaré a tu ego, si bien estoy tratando de enseñar­te cómo surgió su sistema de pensamiento. Cuando te recuerdo tu verdadera creación, tu ego no puede por menos que reaccionar con miedo” (T-4.I.3:1-6).

“Aprender y enseñar son los mayores recursos de que dispones ahora porque te permiten cambiar de mentalidad y ayudar a otros a hacer lo mismo. Negarte a cambiar de mentalidad no consegui­ría probar que la separación no ocurrió. El soñador que duda de la realidad de su sueño mientras todavía está soñando no está realmente sanando su mente dividida. Tú sueñas con un ego separado y crees en el mundo que se basa en él. Todo ello te parece muy real. No puedes deshacerlo sin cambiar de mentali­dad al respecto. Si estás dispuesto a renunciar al papel de guar­dián de tu sistema de pensamiento y ofrecérmelo a mí, yo lo corregiré con gran delicadeza y te conduciré de regreso a Dios” (T-4.I.4:1-7). 

“Todo buen maestro espera impartir a sus estudiantes tanto de lo que él mismo ha aprendido que algún día dejen de necesitarle. Este es el verdadero y único objetivo del maestro. Es imposible convencer al ego de esto porque va en contra de todas sus leyes. Pero recuerda que las leyes se promulgan para proteger la continuidad del sistema en que cree el que las promulga. Es natural que el ego trate de protegerse a sí mismo una vez que lo inven­taste, pero no es natural que desees obedecer sus leyes a menos que tú creas en ellas. El ego no puede tomar esta decisión debido a la naturaleza de su origen. Pero tú puedes tomarla debido a la naturaleza del tuyo” (T-4.I.5:1-7).

“Los egos pueden chocar en cualquier situación, pero es imposi­ble que el espíritu choque en absoluto. Si percibes a un maestro simplemente como "un ego más grande" sentirás miedo, ya que agrandar un ego es aumentar la ansiedad que produce la separa­ción. Enseñaré contigo y viviré contigo si estás dispuesto a pensar conmigo, pero mi objetivo será siempre eximirte finalmente de la necesidad de un maestro. Esto es lo opuesto al objetivo del maestro que se deja guiar por el ego. A ése sólo le interesa el efecto que su ego pueda tener sobre otros egos, y, por consi­guiente, interpreta la interacción entre ellos como un medio de conservar su propio ego. Yo no podría dedicarme a enseñar si creyese eso, y tú no serás un maestro dedicado mientras lo creas. Se me percibe constantemente como un maestro al que hay que exaltar o rechazar, pero yo no acepto ninguna de esas dos percep­ciones de mí mismo” (T-4.I.6:1-7).

“El que enseñes o aprendas no es lo que establece tu valía. Tu valía la estableció Dios. Mientras sigas oponiéndote a esto, todo lo que hagas te dará miedo, especialmente aquellas situaciones que tiendan a apoyar la creencia en la superioridad o en la infe­rioridad. Los maestros tienen que tener paciencia y repetir las lecciones que enseñan hasta que éstas se aprendan. Yo estoy dispuesto a hacer eso porque no tengo derecho a fijar los límites de tu aprendizaje por ti. Una vez más: nada de lo que haces, piensas o deseas es necesario para establecer tu valía. Este punto no es debatible excepto en fantasías. Tu ego no está nunca en entredi­cho porque Dios no lo creó. Tu espíritu no está nunca en entre­dicho porque Él lo creó. Cualquier confusión al respecto es ilusoria, y, mientras perdure esa ilusión, no es posible tener dedi­cación alguna" (T.4.I.7:1-10).

Reflexión: "Hoy sólo enseñaremos lo que queremos aprender, y nada más". 

Capítulo 24. V. El Cristo en ti (5ª parte).

V. El Cristo en ti (5ª parte).

8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salva­ción luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. 3Él, que no dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin tus hermanos. 4¿Y te habría dado Él un hermano que no fuese tan perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo también?

La ofrenda que nos hace Dios y los regalos que nos ofrece a través de Su único Hijo, Cristo, no son aceptados por el ego, pues de hacerlo, aceptando el amor al miedo, la inocencia a la impecabilidad, la abundancia a la escasez, la verdad a las ilusiones, supondría su desaparición, o lo que es lo mismo, el final del deseo de ser especial y el reconocimiento de la unicidad. El mundo ilusorio ya no tendría el soporte que lo hacía real para la mente dividida y dormida. La existencia retornaría en el recuerdo del Hijo, quien despertaría de la pesadilla del olvido y tomaría consciencia de cuán equivocado había estado al elegir el pensamiento de separación.

La creencia en la separación nos hizo escasos y el deseo de especialismo en el que depositamos nuestra fe y al que nombramos como nuestro "ídolo", a quien venerar, se apoderó de la parte de nuestra mente que se dejó seducir por ese deseo y por la visión de estar separados de los demás.

El Hijo de Dios pensó: ¿Cómo Dios podría aceptar que Su Hijo lo engañase? Así, justificó la visión de un Dios que tenía pleno derecho para castigar la negligencia de Su Hijo, a la que interpretó como pecado y por la que se sentiría culpable por el resto de sus días. 

Y el Hijo se dijo: ¡Debo sanar mi naturaleza pecadora y ganar de nuevo la confianza del Creador! Y fabricó un plan de salvación basado en la visión del castigo, la misma que creyó ver en su Padre. Debía sufrir en sus propias carnes el sacrificio y el dolor en señal de contrición por haber ofendido a Dios. 

Y el Hijo siguió soñando esa pesadilla, sin saber que él era el único soñador del sueño.

9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo no tiene nin­guna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él intercam­biará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?

Cuando escribo estas líneas con el único propósito de aprender las enseñanzas que nos ofrece Jesús a través del Curso de Milagros, participo del mensaje que nos brinda la lección de hoy del Libro de Ejercicios, la 273, que reza: "Mía es la quietud de la paz de Dios".

Es inevitable el tener que acudir al mensaje de esta lección para comprender mejor el contenido de este punto, donde Jesús nos habla de la quietud de Cristo en nuestra mente, la cual se convierte en la certeza de la verdad de lo que somos.

Esa quietud procedente de la paz de Dios, cuando se manifiesta en nuestra mente, nos permite alcanzar la visión Crística, que, como hemos dicho más arriba, deshace la percepción errada, sustituyéndola por la percepción verdadera. Esto significa que la creencia en la separación desaparece de nuestra mente y su lugar es ocupado por pensamientos amorosos de unidad.

Desde ese momento, desde el instante en el que elegimos la quietud de la paz en nuestra mente, dejaremos de ver al otro como el enemigo y lo reconoceremos como nuestro mejor amigo, pues hemos recordado que es uno con nosotros y que el plan de salvación tan sólo será una realidad cuando decidimos caminar junto a nuestro hermano en nombre de la unicidad.

La paz se convierte en nuestra certeza y ya no dudaremos más, pues habremos reconocido que no hay nada que nos haga dudar.

miércoles, 22 de octubre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 295

LECCIÓN 295

El Espíritu Santo ve hoy a través de mí.

1. Hoy Cristo pide valerse de mis ojos para así redimir al mundo. 2Me pide este regalo para poder ofrecerme paz mental y eliminar todo terror y pesar. 3Y a medida que se me libra de éstos, los sueños que parecían envolver al mundo desaparecen. 4La redención es una. 5Al salvarme yo, el mundo se salva conmigo. 6Pues todos tenemos que ser redimidos juntos. 7El miedo se presenta en múltiples formas, pero el amor es uno.

2. Padre mío, Cristo me ha pedido un regalo, regalo éste que doy para que se me dé a mí. Ayúdame a usar los ojos de Cristo hoy, y permitir así que el Amor del Espíritu Santo bendiga todo cuanto contemple, de modo que la compasión de Su Amor pueda descender sobre mí.

¿Qué me enseña esta lección?

Ver con los ojos del cuerpo nos lleva a percibir la separación y, como resultado, a identificarnos con un mundo ilusorio e irreal.

Los argumentos que refuerzan la creencia del ego se basan en las experiencias que obtiene de su proyección en el mundo físico, donde su identidad está condicionada por la imagen de un cuerpo.

El proceso de individualización de la conciencia nos ha llevado a negar la unidad, reemplazándola con la creencia de que estamos separados unos de otros y de la Fuente que nos creó, de Dios.

Ver con los ojos del Espíritu significa ofrecerle a Cristo nuestra visión, permitiendo que la percepción errónea sea reemplazada por la verdadera. Esto nos ayudará a dejar atrás la identificación con lo ilusorio y a descubrir nuestra auténtica realidad, nuestra Esencia Divina. Desde esa visión, todo está unido, y nuestra meta principal será reconocer esa unidad a través de nuestras relaciones con los demás.

Ver con los ojos del cuerpo nos lleva a la contemplación del miedo, del pecado, de la culpa, del castigo, del sufrimiento, del sacrificio, del conflicto, de la enfermedad, de la muerte.

Ver con los ojos del Espíritu Crístico nos lleva a la contemplación del Amor, de la Inocencia, del Perdón, de la Salvación, de la Dicha, de la Bondad, de la Curación, de la Paz y de la Armonía, de la Eternidad, de la Verdadera Vida.


Ejemplo-Guía: "Ver con los ojos del cuerpo es estar ciego".

No es una afirmación drástica, ni tan siquiera rigurosa, pues, ¿acaso el que goza de la visión puede crear un mundo demente y caótico? ¿Cómo es posible que, viendo el sufrimiento que causan nuestros actos, podamos continuar infligiéndolos?  

No estamos hablando de una limitación física como la vista, sino de una percepción errada sobre la verdadera vida, aquella que tiene como fundamento esencial el amor.

Los ojos del cuerpo pueden estar abiertos, captando las muchas formas que el mundo material ofrece, pero el cuerpo es neutral, como ya hemos aprendido, y solo actúa como mensajero, no como mensaje. Si nuestra mente percibe división, nuestro cuerpo notará diferencias y separación. Si nuestra mente percibe unidad, aunque nuestros cuerpos reflejen características distintas, reconoceremos los lazos de amor que nos conectan. 

Revisemos el contenido del texto y recordemos lo que nos ofrece sobre el aspecto que estamos analizando:

"Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido. Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. No te comunicas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses lo único que existe en todo el universo. En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. Dios te llama, mas tú no le oyes, pues estás embebido en tu propia voz. Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo” (T-13.V.6:1-7).

“Criatura de Dios, ¿es eso lo que le quieres ofrecer a tu Padre? Pues si te lo ofreces a ti mismo, se lo ofreces a Él. Mas Él no te lo devolverá, pues no es digno de ti porque no es digno de Él. Aun así, Él quiere librarte de ello y ponerte en libertad. Su Respuesta cuerda te dice que lo que te has ofrecido a ti mismo no es verdad, pero que el ofrecimiento que Él te hizo sigue en pie. Tú que no sabes lo que haces puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. Se te ha concedido poder aprender a negarla y a escapar de tu mundo privado en paz. Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. Pues los amarás y, al acercarte a ellos, los atraerás a ti al percibirlos como los testi­gos de la realidad que compartes con Dios. Yo estoy con ellos tal como estoy contigo, y juntos los extraeremos de sus mundos privados, pues tal como nosotros estamos unidos, así nos uniremos a ellos. El Padre nos da la bienvenida a todos con alegría, y alegría es lo que le debemos ofrecer. Pues se te ha encomendado cada Hijo de Dios a quien Dios se dio a Sí Mismo. Y es Dios lo que les debes ofrecer, para que puedas reconocer el regalo que Él te hizo” (T-13.V.7:1-13). 

“La visión depende de la luz. En la oscuridad no puedes ver. Mas en la oscuridad -el mundo privado que habitas cuando duermes- ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. Ahí es donde lo que ves es obra tuya. Con todo, si abandonas la oscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. Cuando ésta llega, no ­obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver” (T-13.V.8:1-9). 

“No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la oscuridad, y en eso te engañas. Más allá de esta oscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien contempla todo en la luz. Tu "visión" emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real, invocar a sus testigos y acercártelos. Cristo ama lo que ve en ti, y Su deseo es extenderlo. Y no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado consigo de vuelta al Padre” (T-13.V.9:1-8). 

“Solo puedes experimentar dos emociones. Una la inventaste tú y la otra se te dio. Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, res­plandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, y que el Padre le dio para ti” (T-13.V.10:1-7).

“El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. Al ver al Hijo, ascendieron con Él hasta el Padre. Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la oscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocie­ron. En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor, y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. Y con esta visión de la verdad que mora en ellos, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos" (T.13.V.11:1-7).

Reflexión: "Al salvarme yo, el mundo se salva conmigo". 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 294

LECCIÓN 295

El Espíritu Santo ve hoy a través de mí.

1. Hoy Cristo pide valerse de mis ojos para así redimir al mundo. 2Me pide este regalo para poder ofrecerme paz mental y eliminar todo terror y pesar. 3Y a medida que se me libra de éstos, los sueños que parecían envolver al mundo desaparecen. 4La redención es una. 5Al salvarme yo, el mundo se salva conmigo. 6Pues todos tenemos que ser redimidos juntos. 7El miedo se presenta en múltiples formas, pero el amor es uno.

2. Padre mío, Cristo me ha pedido un regalo, regalo éste que doy para que se me dé a mí. Ayúdame a usar los ojos de Cristo hoy, y permitir así que el Amor del Espíritu Santo bendiga todo cuanto contemple, de modo que la compasión de Su Amor pueda descender sobre mí.

¿Qué me enseña esta lección?

Ver con los ojos del cuerpo nos lleva a percibir la separación y, como resultado, a identificarnos con un mundo ilusorio e irreal.

Los argumentos que refuerzan la creencia del ego se basan en las experiencias que obtiene de su proyección en el mundo físico, donde su identidad está condicionada por la imagen de un cuerpo.

El proceso de individualización de la conciencia nos ha llevado a negar la unidad, reemplazándola con la creencia de que estamos separados unos de otros y de la Fuente que nos creó, de Dios.

Ver con los ojos del Espíritu significa ofrecerle a Cristo nuestra visión, permitiendo que la percepción errónea sea reemplazada por la verdadera. Esto nos ayudará a dejar atrás la identificación con lo ilusorio y a descubrir nuestra auténtica realidad, nuestra Esencia Divina. Desde esa visión, todo está unido, y nuestra meta principal será reconocer esa unidad a través de nuestras relaciones con los demás.

Ver con los ojos del cuerpo nos lleva a la contemplación del miedo, del pecado, de la culpa, del castigo, del sufrimiento, del sacrificio, del conflicto, de la enfermedad, de la muerte.

Ver con los ojos del Espíritu Crístico nos lleva a la contemplación del Amor, de la Inocencia, del Perdón, de la Salvación, de la Dicha, de la Bondad, de la Curación, de la Paz y de la Armonía, de la Eternidad, de la Verdadera Vida.


Ejemplo-Guía: "Ver con los ojos del cuerpo es estar ciego".

No es una afirmación drástica, ni tan siquiera rigurosa, pues, ¿acaso el que goza de la visión puede crear un mundo demente y caótico? ¿Cómo es posible que, viendo el sufrimiento que causan nuestros actos, podamos continuar infligiéndolos?  

No estamos hablando de una limitación física como la vista, sino de una percepción errada sobre la verdadera vida, aquella que tiene como fundamento esencial el amor.

Los ojos del cuerpo pueden estar abiertos, captando las muchas formas que el mundo material ofrece, pero el cuerpo es neutral, como ya hemos aprendido, y solo actúa como mensajero, no como mensaje. Si nuestra mente percibe división, nuestro cuerpo notará diferencias y separación. Si nuestra mente percibe unidad, aunque nuestros cuerpos reflejen características distintas, reconoceremos los lazos de amor que nos conectan. 

Revisemos el contenido del texto y recordemos lo que nos ofrece sobre el aspecto que estamos analizando:

"Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido. Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. No te comunicas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses lo único que existe en todo el universo. En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. Dios te llama, mas tú no le oyes, pues estás embebido en tu propia voz. Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo” (T-13.V.6:1-7).

“Criatura de Dios, ¿es eso lo que le quieres ofrecer a tu Padre? Pues si te lo ofreces a ti mismo, se lo ofreces a Él. Mas Él no te lo devolverá, pues no es digno de ti porque no es digno de Él. Aun así, Él quiere librarte de ello y ponerte en libertad. Su Respuesta cuerda te dice que lo que te has ofrecido a ti mismo no es verdad, pero que el ofrecimiento que Él te hizo sigue en pie. Tú que no sabes lo que haces puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. Se te ha concedido poder aprender a negarla y a escapar de tu mundo privado en paz. Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. Pues los amarás y, al acercarte a ellos, los atraerás a ti al percibirlos como los testi­gos de la realidad que compartes con Dios. Yo estoy con ellos tal como estoy contigo, y juntos los extraeremos de sus mundos privados, pues tal como nosotros estamos unidos, así nos uniremos a ellos. El Padre nos da la bienvenida a todos con alegría, y alegría es lo que le debemos ofrecer. Pues se te ha encomendado cada Hijo de Dios a quien Dios se dio a Sí Mismo. Y es Dios lo que les debes ofrecer, para que puedas reconocer el regalo que Él te hizo” (T-13.V.7:1-13). 

“La visión depende de la luz. En la oscuridad no puedes ver. Mas en la oscuridad -el mundo privado que habitas cuando duermes- ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. Ahí es donde lo que ves es obra tuya. Con todo, si abandonas la oscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. Cuando ésta llega, no ­obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver” (T-13.V.8:1-9). 

“No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la oscuridad, y en eso te engañas. Más allá de esta oscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien contempla todo en la luz. Tu "visión" emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real, invocar a sus testigos y acercártelos. Cristo ama lo que ve en ti, y Su deseo es extenderlo. Y no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado consigo de vuelta al Padre” (T-13.V.9:1-8). 

“Solo puedes experimentar dos emociones. Una la inventaste tú y la otra se te dio. Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, res­plandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, y que el Padre le dio para ti” (T-13.V.10:1-7).

“El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. Al ver al Hijo, ascendieron con Él hasta el Padre. Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la oscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocie­ron. En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor, y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. Y con esta visión de la verdad que mora en ellos, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos" (T.13.V.11:1-7).

Reflexión: "Al salvarme yo, el mundo se salva conmigo".