sábado, 15 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 319

LECCIÓN 319

Vine a salvar al mundo.

1. He aquí un pensamiento del que se ha eliminado toda traza de arrogancia y en el que sólo queda la verdad. 2Pues la arrogancia se opone a la verdad. 3Mas cuando la arrogancia desaparece, la ver­dad viene inmediatamente y llena el espacio que, al irse el ego, quedó libre de mentiras. 4Únicamente el ego puede estar limitado y, por consiguiente, no puede sino perseguir fines limitados y res­trictivos. 5El ego piensa que lo que uno gana, la totalidad lo pierde. 6La Voluntad de Dios, sin embargo, es que yo aprenda que lo que uno gana se le concede a todos.

2. Padre, Tu Voluntad es total. 2la meta que emana de ella comparte su totalidad. 3¿Qué otro objetivo podrías haberme encomendado sino la salvación del mundo? 4¿Y qué otra cosa sino eso podría ser la Voluntad que mi Ser ha compartido Contigo?


¿Qué me enseña esta lección? 

Sí, ese es mi propósito: Salvar al mundo. Pero sé que no podré alcanzar este objetivo si antes no logro salvarme a mí mismo.

Muchas veces he querido ayudar a los demás, olvidando ayudarme a mí mismo. Me di cuenta de que lo que quería ofrecerles era justamente lo que yo más necesitaba. Los demás son como un espejo en el que puedo ver mis propias necesidades.

Hoy me doy cuenta de que mi propia salvación es el camino que me llevará a salvar al mundo. No puede ser de otra forma, porque entre el Yo y el mundo no hay separación ni diferencia. Si no me salvo, no podré ayudar a salvar a mis hermanos. Y si uno de ellos no se salva, mi salvación no estará completa. Somos el Hijo de Dios.

La salvación del Hijo de Dios implica recuperar la mirada de la inocencia. Es fundamental que esta verdad se convierta en uno de los objetivos centrales de nuestra vida. Ver el pecado en otros es simplemente proyectar nuestra propia creencia en él.

Hoy declaro el perdón de todos mis pensamientos y sentimientos erróneos. Afirmo mi inocencia y estoy listo para compartir esa visión con mis hermanos.

Hoy declaro que soy un ser divino y que estoy en unidad con todo lo creado. Soy tal como Dios me creó.


Ejemplo-Guía: "¿Cómo puedes salvar al mundo?"

Puede que te estés preguntando, al igual que yo, ¿cómo es posible salvar al mundo, cuando el Curso nos dice que este mundo no es real?

Pero, como habrás intuido, la respuesta a esta cuestión va implícita en la misma pregunta, es decir, salvar al mundo significa tomar conciencia de que el mundo no es real. No hay que hacer nada a nivel externo para salvar al mundo. No es cuestión de gestos. 

Si el mundo es fruto de una visión que convierte en real lo ilusorio, lo que debemos cambiar es la causa de esa visión, es decir, el pensamiento que nos hace percibir como real lo que no lo es.

La visión correcta que nos abrirá las puertas de la salvación de este mundo es la que nos lleva a percibir de forma verdadera la identidad del mismo.

Cuando dejemos de darle importancia a lo que percibimos externamente, el mundo dejará de ser un lugar de sufrimiento, castigo, miedo y dolor, para transformarse en un espacio donde podamos dar testimonio de la verdad y donde cada experiencia refleje nuestra verdadera realidad.

Ya lo hemos mencionado antes: no podemos dar lo que no tenemos. Decir "voy a salvar al mundo" es la declaración acertada cuando reconocemos quiénes somos en realidad. Es como afirmar: "Soy Hijo de Dios, un Ser Espiritual, y mi voluntad es expandir el Amor con el que fui creado".

En ese reconocimiento, no nos encontramos solos. Ese reconocimiento es la aceptación de que somos uno con el resto de nuestros hermanos, con los cuales formamos la Filiación Divina. Esa visión es la causa que producirá el efecto de salvar al mundo. Esto es así porque ver con esos ojos solo es posible cuando ya nos hemos liberado del mundo, cuando estamos fuera del sistema de pensamiento del ego que nos mantiene atrapados en el miedo. Podremos salvar al mundo porque primero nos hemos salvado a nosotros mismos. Ahora estamos listos para dar lo que tenemos y recibir lo que damos, como un regalo compartido.

A partir de ahí, si así lo queremos, podremos mostrar gestos externos que reflejen esa visión de unidad. Pero esos gestos estarán libres de juicios condenatorios; es decir, no criticaremos las acciones que consideremos “malas”, sino que nos enfocaremos en llevar nuestra luz a donde sea necesario disipar la oscuridad.

Reflexión: Cuando das, ¿pierdes o ganas?

viernes, 14 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 318

LECCIÓN 318

Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

1. En mí -el santo Hijo de Dios- se reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo. 2¿Qué podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo pro­pósito y una misma meta? 3¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás? 4Yo soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impeca­bilidad que Dios ubicó en mí. 5Fui creado como aquello tras lo cual ando en pos. 6Soy el objetivo que el mundo anda buscando. 7Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. 8Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

2. Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. 2Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti.



¿Qué me enseña esta lección? 

El Hijo de Dios, al ejercer su libertad de elección, se percibió a sí mismo como un ser pecador. Desde entonces, ha encaminado sus pasos en busca de la perfección y la felicidad, aunque se le nieguen, ya que una mente nublada por la idea del pecado no logra entender que ambas ya forman parte de él, pues son rasgos inherentes a su naturaleza espiritual.

La búsqueda de la perfección llevará al Hijo de Dios a encontrarse consigo mismo. Dejará de buscar afuera lo que siempre ha estado en su interior. Comprenderá que todo lo que vive fuera es una proyección de su mente y, entonces, no tendrá más opción que reconocerse como el protagonista del guion de su vida.

Aceptará que nada externo puede darle ni una pizca de felicidad, ya que esta es un estado interno de su ser.

Reconocerá que no es un ser pecador y admitirá que su decisión fue simplemente un acto de voluntad, un uso del atributo otorgado por su Creador, y no algo reprochable que merezca condena o castigo.

Descubrirá que siempre ha conservado su inocencia y asumirá, como propósito en la vida, ser el agente activo de la salvación, pues sólo él tiene el poder de cambiar la percepción de lo que realmente es.

Hago consciente en mí la fuerza del amor, como la única energía que me permite recordar mi verdadera esencia divina.


Ejemplo-Guía: "¿Ser o hacer?

No lo niego. Admito que durante mucho tiempo pensé que el plan de mi salvación me pedía hacer cosas buenas en el mundo: ayudar, servir, estar disponible, etc. En resumen, hacer lo que el mundo y sus voces me decían que debía hacer para ganar el cielo y evitar el infierno.

Reconozco también que esa “disciplina” muchas veces se convertía en una pesada carga para mi conciencia. Una mala acción, el desinterés, la falta de servicio o la indisponibilidad eran razones suficientes para hacerme sentir mal y pensar que no merecía el Amor de Dios ni Su Perdón.


En esas idas y vueltas, me crucé con muchos caminantes con quienes compartí un mismo destino y que, al igual que yo, se sorprendían al darse cuenta de no estar a la altura de las expectativas.

Solía gesticular como el mundo esperaba que lo hiciera para ser aceptado en el grupo de elegidos que perseguían la meta. En esos momentos, no me daba cuenta de que aquellos gestos, muchas veces, eran vacíos, porque cuando lo que compartía no estaba a la altura de mis sentimientos, me atormentaba y me castigaba a mí mismo para calmar mi dolida conciencia.

Cuando entendí que no podemos dar lo que no tenemos, acepté mi realidad y comencé a enfocarme más en el “ser” que en el “hacer”. Me di cuenta de que mis acciones debían estar alineadas con mis pensamientos, porque de lo contrario viviría un conflicto interno que, tarde o temprano, se reflejaría hacia afuera, llevándome a experimentar momentos de incoherencia y falta de armonía.

El sistema de pensamiento del ego promueve el deseo de sentirnos especiales y, para ello, se vale de su mejor herramienta: el cuerpo, al que concede el poder absoluto de nuestra existencia. Cuanto más nos percibimos como individuos, más especiales creemos ser. Alcanzar esa sensación de ser especial implica usar las herramientas del mundo físico para demostrar nuestras supuestas capacidades creadoras, aunque en realidad lo que hacemos es fabricar una realidad ilusoria basada en el error y la irrealidad.

Lo que hacemos está sujeto a las leyes del tiempo, por lo que es perecedero. Esta realidad se convierte en una fuente de miedo y sufrimiento, ya que al perseguir el elixir de la eterna juventud, lo único que logramos es ahogarnos en nuestras propias frustraciones. 

Cuando optamos por expandir lo que somos, impregnamos nuestras creaciones con la verdadera esencia con la que fuimos creados: el Amor. La visión del Ser es la visión de Cristo, donde entendemos que todos provenimos de una misma Fuente, lo que nos convierte en hermanos en la Filiación de Dios.

Reflexión: ¿Qué otra condición, aparte del amor, puede salvarnos?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (4ª parte).

VII. El punto de encuentro (4ª parte).

5. El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, 2lo cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, debido a que tú no fuiste su creador. 3No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. 4Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es sólo temporal no tiene efectos. 5Únicamente el propósito que ves en ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. 6Si no es verdad, no tiene propósito alguno, ni sirve como medio para nada. 7Cualquier cosa que se perciba como medio para la verdad comparte la santidad de ésta y descansa en una luz tan segura como la verdad misma. 8Esa luz no desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. 9Su santo propósito le con­firió inmortalidad, encendiendo otra luz en el Cielo, que tus creaciones reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has olvidado de ellas.

Jesús inicia este punto anunciándonos que la creación verdadera está a salvo. Todo lo que Dios (el Padre) ha creado es eterno y no puede ser dañado ni alterado por nuestras ideas erróneas o ilusiones. Nuestras “fantasías” o pensamientos de miedo no afectan la realidad de lo que es inmortal.

Lo que es inmortal (lo creado por Dios, lo esencial) no puede ser atacado ni destruido. Lo que es temporal (nuestras ilusiones, miedos, deseos egoicos) no tiene efectos reales ni poder sobre lo verdadero.

El propósito es lo que da significado.  Las cosas solo tienen significado según el propósito que les damos. Si ese propósito está alineado con la verdad (el amor, la unidad, la paz), entonces está garantizada su seguridad y valor. Si el propósito no es verdadero, entonces carece de sentido y no sirve para nada real.

Jesús nos habla de los medios para la verdad y nos lleva a entender que todo lo que se utiliza como medio para la verdad (por ejemplo, el cuerpo, las relaciones, las palabras) comparte la santidad de la verdad misma y está protegido por esa luz. Esa “luz” (la verdad, el amor) no desaparece, aunque la forma externa cambie o desaparezca.

Cuando algo se utiliza con un propósito santo (amoroso, verdadero), ese propósito trasciende el tiempo y deja una huella eterna, como una “luz en el Cielo”. Las verdaderas creaciones (acciones, pensamientos, obras hechas desde el amor) reconocen ese regalo y lo reciben como señal de que no hemos olvidado nuestra verdadera naturaleza.

¿Cómo aplicar este punto?

No temas tus pensamientos o fantasías negativas: No pueden dañar lo que realmente eres ni lo que es eterno en ti.

Busca el propósito verdadero en lo que haces: Pregúntate si lo que haces, piensas o dices está alineado con la verdad y el amor. Si es así, tiene valor y permanece.

Confía en la protección de lo esencial: Lo que es verdadero en ti y en los demás está a salvo, más allá de cualquier ilusión o miedo.

Usa todo como medio para la verdad: Si usas tu vida, tus relaciones y tus recursos para expresar amor y verdad, todo eso se vuelve santo y deja una huella eterna.

Resumiendo este punto: El texto nos dice que todo lo que es creado por Dios (lo esencial, lo verdadero, lo inmortal) está completamente a salvo y no puede ser dañado por nuestras ideas erróneas, miedos o fantasías. Lo que es temporal (ilusiones, preocupaciones, deseos egoístas) no tiene efectos reales sobre lo eterno. El propósito que le damos a las cosas es lo que les da significado: si ese propósito es verdadero (amor, unidad, paz), entonces lo que hacemos tiene valor y permanece. Si no, carece de sentido. Todo lo que usamos como medio para la verdad se vuelve santo y deja una huella eterna.

Aplicación del Punto a un Conflicto Familiar:

El texto que estamos analizando nos recuerda que lo esencial y verdadero en nosotros (lo creado por Dios, según el lenguaje espiritual del pasaje) está a salvo y no puede ser dañado por pensamientos, miedos o ilusiones temporales. Lo importante es el propósito que damos a nuestras acciones y relaciones: si ese propósito es el amor, la unidad y la paz, lo que hacemos tiene valor y permanece.

Ejemplo práctico: Conflicto familiar.

Situación:
Imagina que tienes una discusión con un familiar (por ejemplo, un hermano, padre o hijo) por diferencias de opinión, expectativas o resentimientos pasados.


1. Reconoce lo esencial en la relación.

  • Reflexión: Aunque haya desacuerdo, la relación familiar tiene un valor esencial que no puede ser destruido por el conflicto. El amor y la conexión profunda siguen ahí, aunque estén ocultos por emociones temporales.
  • Ejemplo: En vez de centrarte en el enfado o la herida, recuerda que ambos comparten una esencia valiosa y que el vínculo familiar es más fuerte que cualquier discusión.

2. Cuestiona el propósito de tus acciones.

  • Reflexión: Pregúntate: ¿Qué propósito tiene mi actitud en este conflicto? ¿Busco tener razón, demostrar que soy mejor, o realmente quiero sanar y unir?
  • Ejemplo: Si tu propósito es demostrar que tienes razón, el conflicto se perpetúa. Si tu propósito es la reconciliación y el entendimiento, tus palabras y acciones cambian: escuchas más, juzgas menos, y buscas puntos en común.

3. Transforma el medio en algo santo.

  • Reflexión: Usa la situación como un medio para la verdad, es decir, para expresar amor, comprensión y perdón.
  • Ejemplo: En vez de responder con reproches, eliges hablar desde el corazón: “Entiendo que esto nos ha dolido a ambos. Me gustaría que pudiéramos encontrar una solución juntos.” Este cambio de enfoque convierte el conflicto en una oportunidad de crecimiento y sanación.

4. No temas los pensamientos negativos.

  • Reflexión: Los pensamientos de miedo, resentimiento o culpa son temporales y no pueden dañar la verdadera relación si eliges un propósito amoroso.
  • Ejemplo: Si sientes rencor, reconoce que es una emoción pasajera. Decide no actuar desde ese lugar, sino desde el deseo de restaurar la paz.

5. Deja una huella positiva y duradera.

  • Reflexión: Cuando eliges el amor y la unidad como propósito, tus acciones dejan una huella eterna en la relación.
  • Ejemplo: Después de resolver el conflicto con empatía y respeto, ambos sienten mayor confianza y cercanía. Ese acto de reconciliación permanece como un recuerdo valioso y fortalece el vínculo familiar.

Resumen: En un conflicto familiar, el mensaje del punto nos  invita a:

  • No dejarnos llevar por emociones o pensamientos temporales.
  • Buscar siempre el propósito verdadero: la paz, el amor y la unidad.
  • Usar el conflicto como una oportunidad para crecer y fortalecer la relación.
  • Recordar que lo esencial en la relación está a salvo y no puede ser destruido por el conflicto.

Algunas citas relevantes del Texto y del Libro de Ejercicios de UCDM relacionadas con la invulnerabilidad de la creación, la protección de lo esencial y el propósito verdadero:

“El Hijo de Dios es invulnerable. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues nada fuera de Él existe.” (T-8.VII.1:1-2)

“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios.” (T-In.2:2-4)

“El propósito es lo que le da significado a todo lo que ves. El propósito que tú le asignas es el que determina su valor para ti.”  (T-24.VII.6:1-2)

“El Espíritu Santo ve el cuerpo sólo como un medio de comunicación, y puesto que comunicar es unir, el cuerpo se convierte en un instrumento para unir a las mentes y para que dejen de percibirse como separadas.” (T-8.VII.2:1)

“El cuerpo es parte de la ilusión que ha ayudado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio. El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él.” (L-pI.199.3:4-5)

“Sólo el propósito que le asignes a algo le da significado para ti.” (L-pI.25.1:1)

“Dios va conmigo dondequiera que yo voy.” (L-pI.41.1:1)

“Mi santidad envuelve todo lo que veo.” (L-pI.36.1:1)

“El Amor de Dios es mi sustento.” (L-pI.50.1:1) 

jueves, 13 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 317

LECCIÓN 317

Sigo el camino que se me ha señalado.

1. Tengo una misión especial que cumplir, un papel que sólo yo puedo desempeñar. 2La salvación espera hasta que yo elija asu­mir ese papel como mi único objetivo. 3Hasta que no tome esa decisión, seré un esclavo del tiempo y del destino humano. 4Pero cuando por mi propia voluntad y de buen grado vaya por el camino que el plan de mi Padre me ha señalado, reconoceré entonces que la salvación ya ha llegado, que se les ha concedido a todos mis hermanos y a mí junto con ellos.

2. Padre, Tu camino es el que elijo seguir hoy. 2Allí donde me conduce, es adonde elijo ir, y lo que quiere que haga, es lo que elijo hacer. 3Tu camino es seguro y el final está garantizado. 4Allí me aguarda Tu recuerdo. 5Y todos mis pesares desaparecerán en Tu abrazo, tal como le prometiste a Tu Hijo, quien pensó erróneamente que se había alejado de la segura protección de Tus amorosos Brazos.


¿Qué me enseña esta lección? 

El camino que nos conduce al Cielo, a la Salvación, es el camino de la Unidad, del Amor, del Perdón. 

Todas las sendas conducen a ese camino. Es el camino real y verdadero.

Podemos caminar por las sendas que elijamos. Podemos, incluso, perdernos en nuestro propósito de encontrar el verdadero camino, pero, al final, retomaremos la senda que nos conduce a él.

Mientras que estemos identificados con el ego, con el cuerpo, construiremos nuestros propios caminos. Esos caminos son diferentes unos de otros. Su característica principal reside en la diferencia. Pensamos que nuestro camino es el mejor y perseguimos que sea el menos transitado, pues ello nos permite sentirnos especiales.

Un día nos damos cuenta de que al final del camino nos vemos obligados a retornar sobre nuestros pasos y partir de nuevo del punto de inicio. Probamos con nuevas rutas; nuevas sendas se bifurcan unas con otras, en un intento de alcanzar una meta cuyo final, realmente, no nos satisface.

Tan sólo, cuando comprendemos que todas las sendas deben confluir, es cuando somos capaces de encontrar la puerta que nos conduce al camino correcto. Ese camino siempre ha estado esperándonos. Ese camino nos conduce a un estado de percepción que nos hace conscientes de que somos los soñadores del sueño en el que somos protagonistas. 

Sí, ese camino nos permite encontrar el sendero que nos lleva de vuelta a nuestro verdadero hogar.

Hoy, elijo el camino que el Padre ha dispuesto. Hoy, camino de su mano hasta el trono de la paz.


Ejemplo-Guía: "Todos los caminos llevan a ROMA-AMOR".

Durante mucho tiempo pensé que no estaba siguiendo el camino adecuado. Esa creencia no ha sido fortuita. Los demás se encargaban de decírmelo, en ocasiones amablemente, pero en otras, de manera enérgica y contundente. Como si la verdad fuese más fácil alcanzarla a golpes. Es evidente que esa percepción nos deja una huella profunda y, sobre todo, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre otras formas posibles.

Lo anterior es parte de los argumentos del ego. Desde la perspectiva del Espíritu, la situación se ve de forma diferente, con menos angustia. Para empezar, pienso que todos los caminos conducen a Roma-Amor. Estoy completamente convencido de ello, porque creo que ese camino es mi elección, una decisión cuyo propósito es hacerme consciente de que soy un ser de luz.

He aprendido que todos los caminos son válidos, aunque algunos sean más largos que otros. Lo digo con plena conciencia de que es una percepción del ego. Si tuviese que hacerla desde la visión de la eternidad, diría que, realmente, no hay camino. Somos el camino. Ese camino es uno, pues en la eternidad no existe dualidad. El Hijo de Dios es una emanación del Creador. La Fuente es el Camino al cual pertenecemos.

Mientras llegamos a ese estado de percepción auténtica que nos coloca a las puertas del Cielo, el camino que recorremos se llena de diversas variables, pero todas forman parte del “escenario” que hemos elegido para lograr nuestro despertar.

Reflexión: ¿Con qué conciencia andamos el camino?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (3ª parte).

VII. El punto de encuentro (3ª parte).

4. Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? 2El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente. 3mucho de lo que crees que lo protege, en realidad le hace daño. 4¿Para qué quieres proteger el cuerpo? 5Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. 6Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para alber­gar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putre­facción y a la muerte. 7Y si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del tuyo. 8Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de la putrefacción.

El texto comienza preguntando si realmente podemos proteger la mente. Señala que el cuerpo puede protegerse solo de manera limitada y temporal, pero no del paso del tiempo. Además, muchas de las cosas que creemos que protegen el cuerpo, en realidad pueden dañarlo.

La clave está en el motivo por el que queremos proteger el cuerpo. Si lo hacemos para exhibirlo, atraer a otros, alimentar nuestro especialismo (el deseo de ser especial) o para ocultar sentimientos negativos, en realidad lo estamos condenando a la decadencia y la muerte. Es decir, usar el cuerpo como instrumento del ego o del especialismo lo lleva a la destrucción.

Si vemos ese mismo propósito (el de especialismo o separación) en el cuerpo de los demás, también estamos condenando el nuestro. Es una advertencia sobre cómo nuestra percepción y actitud hacia los otros repercute en nosotros mismos.

Jesús nos propone una alternativa: en vez de usar el cuerpo para el especialismo, “teje un marco de santidad alrededor de tu hermano”. Esto significa ver a los demás desde la perspectiva de su valor esencial, su bondad y su verdadera naturaleza. Así, permitimos que la verdad brille sobre ellos y, al hacerlo, nos salvamos a nosotros mismos de la “putrefacción” (la decadencia y el sufrimiento que trae el especialismo).

Interpretación práctica:

  • Cuida tu cuerpo, pero no lo uses como instrumento de separación o vanidad.
  • Reflexiona sobre el propósito detrás de tus acciones: ¿Buscas reconocimiento, admiración o sentirte superior?
  • Mira a los demás con respeto y aprecio por su esencia, no por su apariencia o utilidad.
  • Al cambiar tu percepción y ver la “santidad” en los otros, también te liberas tú del sufrimiento que genera el especialismo.

Algunas citas relacionadas con el “cuerpo” recogidas en el Texto y en el Libro de Ejercicios:

El cuerpo como medio de comunicación

“El cuerpo es un medio de comunicación. Puesto que comunicar es unir, y atacar es separar, el cuerpo, entonces, puede convertirse en un instrumento para unir a las mentes y para que dejen de percibirse como separadas.” (T-8.VII.2:1)

El cuerpo como cerca ilusoria

“El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios imagina haber construido para separar a unas partes de su Ser de otras. Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es.” (T-18.VIII.2:1-4)

El cuerpo es un sueño

“El cuerpo es un sueño. Al igual que otros sueños, a veces parece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños. Pues sólo el amor puede crear de verdad y la verdad no tiene miedo de nada. Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado. Mas podemos cambiar el propósito que el cuerpo obedece si cambiamos de parecer con respecto a su finalidad.” (T-18.VIII.3:1-5)

El cuerpo como instrumento santo

“El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. Aunque el cuerpo fue concebido para confinarlo en el infierno sin ninguna posibilidad de escape, el objetivo del Cielo ha sustituido la búsqueda del infierno. El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. Ahora el cuerpo es santo. Ahora sirve para sanar a la mente que tenía como propósito matar.” (T-18.VIII.4:1-5)

El cuerpo no tiene necesidad de curación

“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, está enferma. Y aquí Cristo suministra el remedio. Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. De este modo, el cuerpo lleva a Cristo ante aquellos que necesitan sanar sus mentes.” (T-25.in.3:1-5)

No soy un cuerpo. Soy libre.

No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo. El cuerpo constituye una limitación. El que busca su libertad en un cuerpo, la busca donde no se puede hallar. La mente se puede liberar cuando deja de verse a sí misma como contenida dentro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su presencia. Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable.” (L-pI.199.1:1-5)

El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios imagina haber construido para separar a unas partes de su Ser de otras.

“El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios imagina haber construido para separar a unas partes de su Ser de otras. Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es.” (Qué es el cuerpo-5.1:1-4)

El cuerpo es parte de la ilusión que ha ayudado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio.

“El cuerpo es parte de la ilusión que ha ayudado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio. El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. De este modo se convierte en un vehículo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios.”  (L-pI.199.3:4-5; 4:3-5)

El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura.

“El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. Aunque el cuerpo fue concebido para confinarlo en el infierno sin ninguna posibilidad de escape, el objetivo del Cielo ha sustituido la búsqueda del infierno. El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. Ahora el cuerpo es santo. Ahora sirve para sanar a la mente que tenía como propósito matar.” (Qué es el cuerpo-5.4:1-5)

miércoles, 12 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 316

LECCIÓN 316

Todos los regalos que les hago a mis hermanos me pertenecen.


1. Del mismo modo en que cada uno de los regalos que mis her­manos hacen me pertenece, así también cada regalo que yo hago me pertenece a mí. 2Cada uno de ellos permite que un error pasado desaparezca sin dejar sombra alguna en la santa mente que mi Padre ama. 3Su gracia se me concede con cada regalo que cualquier hermano haya recibido desde los orígenes del tiempo, y más allá del tiempo también. 4Mis arcas están llenas, y los ánge­les vigilan sus puertas abiertas para que ni un solo regalo se pierda, y sólo se puedan añadir más. 5Déjame llegar allí donde se encuentran mis tesoros, y entrar a donde en verdad soy bienve­nido y donde estoy en mi casa, rodeado de los regalos que Dios me ha dado.

2. Padre, hoy quiero aceptar Tus regalos. 2No los reconozco. 3Mas confío en que Tú que me los diste, me proporcionarás los medios para poder contemplarlos, ver su valor y estimarlos como lo único que deseo.


¿Qué me enseña esta lección? 

No puedo dar lo que no tengo. Del mismo modo, no puedo recibir aquello que no doy.
La visión del ego nos lleva a creer en la necesidad, pues lo que posee no es lo que realmente tiene, sino lo que recibe de los demás. Esto propicia la creencia en la escasez y en la carencia, lo que le lleva a veces a apoderarse de lo que no es suyo, en su afán de cubrir sus necesidades.

La visión del Espíritu nos lleva a creer en la abundancia, pues es su estado natural. No basa sus creencias en la posesión, pues poseer lo que ya se tiene no tiene sentido alguno. Atesorar no es el propósito del Espíritu, pues no se encuentra su felicidad en ese acto, sino en el de dar, pues es consciente de que no existe diferencia, ni separación, entre nuestros hermanos y nosotros.

Padre, permíteme hacer conscientes los regalos con los que me has creado. Permíteme ser consciente de tu paz, pues es mi voluntad darla al mundo, para que siempre forme parte de mí.

Permíteme, Padre, ser consciente de tu Amor, pues es mi voluntad compartirlo con el mundo.

Permíteme, Padre, ser consciente de tu Unicidad, pues es mi Voluntad ser Uno con los demás.

Permíteme, Padre, ser consciente de tu abundancia, pues es mi voluntad extender tu plenitud y crear un mundo sano y salvo.

Gracias, Padre, por hacerme consciente de los regalos con los que me has creado.


Ejemplo-Guía: "No somos conscientes de nuestra abundancia".

Tal vez tengamos dificultad en aceptar que la abundancia o la escasez son estados de nuestra mente, pues el sistema de pensamiento con el que estamos identificados nos lleva a creer tan solo en lo que percibimos. Por lo tanto, si tener o no tener depende de lo percibido, de lo recibido, es lógico pensar que nos identifiquemos con la necesidad, lo que significa que nos interpretamos, nos juzgamos, como seres necesitados. Es como si hubiésemos asumido que Dios nos ha retirado Su protección, Su alimento, y nos hubiese castigado, por desobedecer Su Precepto de no comer del Árbol del Bien y del Mal, a ser carentes y necesitados.

¿Por qué nos sentimos carentes y necesitados? ¿Cuál es su origen?

Dentro de los 50 Principios de Milagros recogidos en el Curso, encontramos varios de ellos que nos hablan de la carencia y de la necesidad. En esta ocasión, quiero compartir lo recogido con motivo del Principio 42: 

"Uno de los mayores beneficios que se deriva de los milagros es su poder para liberarte de tu falso sentido de aislamiento, privación y carencia" (T-1.I.42:1).

Con el Principio 42, analizamos las aportaciones del Curso con relación a la causa que dio origen a la falsa creencia en la privación, la soledad, el aislamiento, la carencia y, como consecuencia de ello, la falta de paz.

¿Cómo encontrar la paz?

La respuesta del Curso a esta cuestión es clara y directa: "Tú que quieres la paz sólo la puedes encontrar perdonando completamente" (T-1.VI.1:1). Con esta frase, comienza el punto VI del Capítulo I del Texto, titulado "La ilusión de las necesidades". Doy continuidad al mismo, pues en él queda explicado el origen de la necesidad:
"Nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. Si bien en la creación de Dios no hay carencia, en lo que tú has fabricado es muy evidente. De hecho, ésa es la diferencia fundamental entre lo uno y lo otro. La idea de carencia implica que crees que estarías mejor en un estado que de alguna manera fuese diferente de aquel en el que ahora te encuentras. Antes de la "separación", que es lo que significa la "caída", no se carecía de nada. No había necesidades de ninguna clase. Las necesidades surgen debido únicamente a que tú te privas a ti mismo. Actúas de acuerdo con el orden particular de necesidades que tú mismo estableces. Esto, a su vez, depende de la percepción que tienes de lo que eres" (T-1.VI.1:2-10).
"La única carencia que realmente necesitas corregir es tu sensación de estar separado de Dios. Esa sensación de separación jamás habría surgido si no hubieses distorsionado tu percepción de la verdad, percibiéndote así a ti mismo como alguien necesitado. La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya te habías fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades. A medida que te vas integrando te vuelves uno, y tus necesidades, por ende, se vuelven una. Cuando las necesidades se unifican, suscitan una acción unificada porque ello elimina todo conflicto" (T-1.VI.2:1-5).
"La idea de un orden de necesidades, que proviene del error original de que uno puede estar separado de Dios, requiere corrección en su propio nivel antes de que pueda corregirse el error de percibir niveles. No te puedes comportar con eficacia mientras operes en diferentes niveles. Sin embargo, mientras lo hagas, la corrección debe proceder verticalmente, desde abajo hacia arriba. Esto es así porque crees que vives en el espacio, donde conceptos como "arriba" y "abajo" tienen sentido. En última instancia, ni el espacio ni el tiempo tienen ningún sentido. Ambos son meramente creencias" (T-1.VI.3:1-6).
He de reconocer que el tema me fascina. Me declaro un eterno buscador de la verdad en lo referente a los "orígenes" del Ser. La cuestión ¿por qué el Hijo de Dios se separó de su Padre? siempre la he considerado de vital importancia para comprender nuestra existencia.

Del párrafo anterior, destaco tres ideas interesantes:
  • Actuamos de acuerdo con el orden particular de necesidades que establecemos. Esto, a su vez, depende de la percepción que tenemos de lo que somos.
  • La separación jamás habría surgido si no hubiésemos distorsionado nuestra percepción de la verdad, percibiéndonos como alguien necesitado.
  • La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya nos habíamos fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades.
Como bien expresa el Curso, no podemos comportarnos con eficacia mientras operemos en diferentes niveles. Sin embargo, esa fue la causa. En la unidad compartida con El Padre, el Ser es Uno y se "alimenta" de Su Mente. En ese estado no existe necesidad, pues no hay división de niveles. Todo Es Mente.

La cuestión es que hemos sido creados a Imagen y Semejanza de Dios, lo que significa que potencialmente somos portadores de sus mismos Poderes Creadores. Entre estos poderes se encuentra la Voluntad, la cual nos capacita para actuar con total libertad.

Se nos enseña en el punto que estamos estudiando que nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. ¿Necesitaba aprender el Hijo de Dios? ¿Aprender qué, cuando ya formaba parte del Conocimiento Absoluto?

Me atrevería a decir que el Hijo de Dios quiso hacer uso de su Potencial Creador, lo que le llevó a dirigir su pensamiento con el único deseo de ser especial, lo que propició un estado de "pre-conciencia" individualizada, a lo que se ha llamado estado de "separación". La Verdad (unidad) queda distorsionada y esa sensación primigenia de separación se traduce en la percepción de la carencia.

Reflexión: ¿Qué doy? ¿Qué recibo?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (2ª parte).

VII. El punto de encuentro (2ª parte).

2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. 2Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación, todo lo creado y todo lo que crea, todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. 3Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reco­nocerás también tu propia inmutabilidad. 4La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. 5al verla en él, regresa a ti. 6Todo tributo que le hayas prestado a tu especialismo le corres­ponde a él, y de esta manera regresa a ti. 7Todo el amor y cuidado que le profesas a tu especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por él día y noche, tu profunda preo­cupación, así como la firme convicción de que eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. 8Todo lo que le has dado a tu especialismo le corresponde a él. 9Y todo lo que le corresponde a él te corresponde a ti.

En este segundo punto, Jesús pone énfasis en la idea de la unidad y la conexión, invitándonos a ver que la verdadera esencia (la “santidad” o el recuerdo de Dios) no es algo que se experimenta de manera aislada, sino que está presente y compartida en todos. Lo que ves en tu hermano (otra persona) es también lo que hay en ti. Reconocer la santidad en el otro es reconocerla en ti mismo.

Aborda, igualmente, la idea de la inmutabilidad. Lo que es esencial en cada persona (lo divino, lo verdadero) es inmutable, no cambia con el tiempo ni las circunstancias. Al reconocer esto en los demás, también lo reconoces en ti: tu valor y tu esencia no dependen de lo externo.

Todo lo que hemos invertido en nuestro deseo de ser especial (atención, protección, preocupación) realmente le corresponde a nuestro hermano, porque en el fondo, todos compartimos la misma esencia. El texto sugiere que lo que damos a nuestro especialismo, deberíamos darlo a los demás, porque lo que das, regresa a ti.

Al ver la santidad en el otro y darle lo que antes dabas a tu especialismo, recibes lo mismo. Es un ciclo de reconocimiento y amor compartido, en vez de separación y competencia.

¿Qué interpretación práctica podemos sacar de este pasaje?

  • ·  Deja de ver a los demás como rivales o diferentes: Reconoce que lo valioso en ti también está en ellos.
  • ·  Lo que das, recibes: Si das amor, reconocimiento y cuidado a los demás, eso mismo regresa a ti.
  • ·  La verdadera fortaleza está en la unión: Al dejar de centrarte en tu especialismo y abrirte a la conexión, experimentas paz y plenitud.

En resumen, este punto nos invita a abandonar la idea de que somos especiales y separados, y a reconocer que la verdadera santidad y valor están en todos. Al ver lo divino en los demás, lo reconocemos en nosotros mismo, y todo lo que damos desde el amor y la unidad, regresa multiplicado.

3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te domine el deseo de ser especial? 2¿Cómo no ibas a poder reconocerla en su santidad? 3No trates de convertir tu especialismo en la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. 4En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es la verdad. 5lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.

Jesús nos lo deja muy claro, mientras estemos dominados por el deseo de ser especial (es decir, de destacar, ser diferente o superior), nos será difícil reconocer nuestro verdadero valor. Esto ocurre porque el especialismo nos hace depender de comparaciones y logros externos, en vez de conectar con nuestra esencia.

En contraste, el texto sugiere que la verdadera valía se reconoce en la “santidad” que compartimos con los demás. La santidad aquí se entiende como la esencia espiritual, el valor inherente que todos tenemos por igual.

Jesús nos advierte que, si intentamos convertir el especialismo en nuestra verdad, nos perderemos, porque estaremos construyendo nuestra identidad sobre una ilusión de separación y competencia.

Por otro lado, el texto nos invita a sentirnos agradecidos por poder ver la santidad en nuestro hermano (otra persona). Reconocer lo valioso y sagrado en los demás es reconocerlo en nosotros mismos.

Termina el punto exponiendo que la verdad que vemos en el otro también es nuestra verdad. Si reconoces la santidad y el valor en los demás, automáticamente lo reconoces en ti.

¿Qué interpretación práctica podemos hacer de este punto?

  • Deja de buscar tu valor en ser especial o diferente: Tu verdadero valor no depende de destacar, sino de reconocer la esencia compartida con los demás.
  • Reconoce y agradece la santidad en los demás: Al ver lo valioso en otros, te conectas con tu propio valor.
  • Evita construir tu identidad sobre la comparación. La paz y la plenitud vienen de la unidad, no de la separación.

¿Qué significa “agradecer la santidad en otros”?

En el contexto del texto que estamos analizando, “santidad” se refiere al valor, la esencia y la bondad inherente que todos compartimos. Agradecer la santidad en otros es reconocer y valorar esa esencia en las personas que te rodean, y expresar gratitud por lo que aportan a tu vida y al mundo.

Ejemplos prácticos para agradecer la santidad en otros.

Reconocimiento verbal: Dile a alguien: “Gracias por ser como eres”, “Valoro tu presencia”, o “Aprecio tu bondad y lo que aportas”.

Gestos de aprecio: Haz pequeños gestos de amabilidad: una sonrisa, una nota de agradecimiento, ayudar en algo que necesiten.

Escucha activa:  Presta atención genuina cuando alguien te habla. Escuchar con interés y sin juzgar es una forma de honrar su esencia.

Celebrar logros y cualidades: Felicita a los demás por sus logros, pero también por sus cualidades humanas: paciencia, generosidad, honestidad.

Practicar la empatía: Intenta comprender el punto de vista del otro, incluso si es diferente al tuyo. Esto muestra respeto por su experiencia y su ser.

Agradecer en silencio: Si no puedes expresar tu gratitud directamente, puedes hacerlo mentalmente: “Gracias por existir”, “Gracias por tu luz”.

Apoyar y acompañar: Ofrece tu apoyo en momentos difíciles, mostrando que valoras a la persona más allá de sus circunstancias.

Valorar la diversidad: Reconoce y agradece las diferencias que enriquecen tu entorno. Cada persona aporta algo único y valioso.

En resumen, agradecer la santidad en otros es reconocer su valor esencial y expresarlo, ya sea con palabras, gestos o simplemente con una actitud de respeto y aprecio. Al hacerlo, fortaleces la conexión y la unidad, y también te abres a reconocer tu propia santidad.

martes, 11 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 315

LECCIÓN 315

Todos los regalos que mis hermanos hacen me pertenecen.


1. En cada momento de cada día se me conceden miles de teso­ros. 2Soy bendecido durante todo el día con regalos cuyo valor excede con mucho el de cualquier cosa que yo pudiera concebir. 3Un hermano le sonríe a otro, y mi corazón se regocija. 4Alguien expresa su gratitud o su compasión, y mi mente recibe ese regalo y lo acepta como propio. 5todo el que encuentra el camino a Dios se convierte en mi salvador, me señala el camino y me ase­gura que lo que él ha aprendido sin duda me pertenece a mí también.

2. Gracias, Padre, por los muchos regalos que me llegan hoy y todos los días, procedentes de cada Hijo de Dios. 2Los regalos que mis hermanos me pueden hacer son ilimitados. 3Ahora les mostraré mi agradecimiento, de manera que mi gratitud hacia ellos pueda conducirme a mi Creador y a Su recuerdo.



¿Qué me enseña esta lección? 

Vemos lo que deseamos ver. Es nuestra elección, siempre, ver con los ojos del cuerpo o con los ojos del Espíritu.

Si vemos el pecado en nuestro hermano, estaremos condenándonos junto a él. Si vemos la culpa, el castigo, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, el sacrificio, la muerte, estaremos viendo el error y recibiendo los regalos que estamos dando.

Si vemos la inocencia en nuestro hermano, estaremos salvándonos junto a él. Si vemos la gracia, el perdón, la alegría, la paz, la compasión, la bondad, la vida, estaremos viendo la verdad y recibiendo los regalos que estamos dando.

La visión de la Inocencia es la visión de la Unidad y del Amor. Lo que damos, lo compartimos con todo el mundo y, en esa misma medida, recibimos de los demás.

Hoy estoy dispuesto a recibir, con gratitud, los regalos que la vida me dispense a través de mis hermanos. 

Hoy estoy dispuesto a compartir, con gratitud, los regalos con los que mi Padre me ha bendecido.


Ejemplo-Guía: "El mejor regalo que podemos dar a los demás es el que nos damos a nosotros mismos".

Y si os dijera que no todo el mundo está abierto a recibir. Conozco a personas que tienen dificultad para recibir lo que los demás les ofrecen, de manera natural y sincera. Me he preguntado, en muchas ocasiones, ¿cuál puede ser el miedo que nos lleva a ese bloqueo, a ese conflicto?

Si, como bien nos enseña el Curso, dar es recibir, los problemas que surgen en la dinámica de recibir están muy relacionados con la dinámica de dar. Veamos un ejemplo.

"F" es una persona entregada y muy generosa a la hora de compartir desinteresadamente sus excedentes con los demás. Sin embargo, cuando es él el que tiene que aceptar lo que los demás le ofrecen, suele responder, de forma inconsciente, con un rechazo de lo que le ofrecen.

Parece una contradicción el hecho de que se esté dispuesto a dar y no, en cambio, a recibir en ese mismo escenario de generosidad. 

Sabiendo que el sistema de pensamiento del ego se basa en la creencia de que el pasado determina nuestro presente, lo que implica que si hemos sido pecadores antes, ahora debemos pagar nuestras culpas, podríamos decir que esa persona podría tener un recuerdo inconsciente de haber sido muy tacaña en el pasado y que se está castigando con la idea de que puede purgar su culpa rechazando los regalos de los demás.

Por otro lado, sabemos que no podemos dar lo que no tenemos. Así pues, si damos nuestros excedentes, es señal de que los tenemos y, si los tenemos, la dinámica natural es que los recibamos, pues, como ya hemos dicho, dar y recibir son causa y efecto, es decir, son lo mismo.

Cada vez que nos regocijamos con los gestos amorosos que nos ofrecen los demás, lo que estamos haciendo es reconocer esa misma vibración en nuestro interior, es decir, estamos recordando el verdadero lazo de unidad que nos confiere la condición de ser parte de la Filiación Divina.

Reflexión: Gratitud.