sábado, 22 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 326

 LECCIÓN 326


He de ser por siempre un Efecto de Dios.


1. Padre, fui creado en Tu Mente, como un Pensamiento santo que nunca abandonó su hogar. 2He de ser por siempre Tu Efecto, y Tú por siempre y para siempre, mi Causa. 3Sigo siendo tal como Tú me creaste. 4Todavía me encuentro allí donde me pusiste. 5todos Tus atributos se encuentran en mí, pues Tu Voluntad fue tener un Hijo tan semejante a su Causa, que Causa y Efecto fuesen indistinguibles. 6Que tome con­ciencia de que soy un Efecto Tuyo y de que, por consiguiente, poseo el mismo poder de crear que Tú. 7Y así como es en el Cielo, sea en la tierra. 8Sigo Tu plan aquí, y sé que al final congregarás a todos Tus Efectos en el plácido Remanso de Tu Amor, donde la tierra desaparecerá y todos los pensamientos separados se unirán llenos de gloria como el Hijo de Dios.

2. Veamos hoy la tierra desaparecer, al principio transformada, y después, una vez que haya sido perdonada, veámosla desvane­cerse completamente en la santa Voluntad de Dios.


¿Qué me enseña esta lección? 

Somos Hijos de Dios y hemos deseado ver la realidad a nuestra manera, lo que nos ha llevado a percibir erróneamente el mundo. Nuestra mente, guiada por ese deseo, ha fabricado la creencia en la separación, lo que ha originado pensamientos falsos sobre la realidad percibida.

El poder de la voluntad que heredamos de nuestro Padre, al usarlo para alimentar el deseo de sentirnos especiales, nos ha hecho creer que lo que percibimos fuera de nosotros es nuestra verdadera identidad, olvidando así nuestra esencia y origen divino.

Todo lo que hemos fabricado en el uso de nuestra capacidad divina forma parte de un sueño. En dicho sueño, formamos parte del elenco de actores a los que damos vida en él, pero no somos conscientes de que estamos soñando y de que somos el soñador.

Darse cuenta de que hemos entregado el poder de la verdad a un mundo que no la posee es el primer paso para despertar del sueño.

Mientras sigamos en el sueño, podemos otorgar al mundo físico una función lo más cercana posible a la realidad y a la verdad. Esta función consiste en ayudarnos a tomar conciencia de los efectos de nuestras acciones, es decir, reconocer la calidad de las energías con las que estamos fabricando. 

En este sentido, podemos entender que el amor construye, mientras que el miedo destruye; que el pecado es un error y que los errores pueden corregirse. Sobre todo, podemos darnos cuenta de que, así como nosotros somos efecto de la causa creadora de nuestro Padre, nuestras acciones también son el resultado de nuestros pensamientos y sentimientos, los cuales se convierten en la verdadera causa de la realidad que percibimos.

Sí, el mundo, tal como lo percibimos, desaparecerá, ya que la percepción es temporal y proviene de nuestra mente errada. Cuando logremos perdonar el uso de esa mente, percibiremos el mundo de forma correcta y recordaremos que todos somos parte de la Causa Original, de la Mente de Dios, como el Hijo de Dios.


Ejemplo-Guía: "Crear en la tierra, como en el Cielo".

Más de una vez he escuchado opiniones que ven a la tierra, al mundo que percibimos, como la fuente capaz de despertar nuestras tentaciones. Siguiendo la máxima “si tu mano te hace pecar, córtatela”, defienden sacrificar todo aquello que consideran causa de la tentación.

En esa forma de ver el mundo, se pasa por alto algo esencial: el mundo es un efecto, no la causa. Es el resultado de un pensamiento errado; por lo tanto, si queremos dejar de ser esclavos de lo que nos ofrece, debemos cambiar la causa que nos ha llevado a percibirlo de esa manera.

La lección de hoy nos enseña que fuimos creados a semejanza de nuestro Creador y que compartimos Sus atributos creadores, recordándonos que así como es en el Cielo, sea también en la Tierra. Es decir, tenemos la capacidad de crear aquí en la Tierra tal como se hace en el Cielo.

¿Qué significa lo que hemos dicho? 

Significa, de manera profunda, que podemos crear en la tierra siempre que nuestra mente adopte la visión que reina en el Cielo: la visión de la Unidad. Cuando esa visión la aplicamos aquí, la llamamos Visión de Cristo, porque se fundamenta en el amor, la esencia misma de la unidad.

La lección nos anima a ser conscientes de la Ley de Causa y Efecto. Al reflexionar sobre esto, podemos comprender que causa y efecto son una sola cosa, aunque en su manifestación los percibamos de forma diferente.

La semilla y el fruto no siempre tienen la misma forma, pero ambas participan de la unidad.

En nuestra vida, podemos aplicar esta ley para conocernos mejor en aquellos aspectos a los que nos resistimos, sobre todo cuando llega el momento de enfrentar consecuencias que no son agradables. En esas situaciones, tendemos a apartarnos de la idea de que pudimos ser los responsables de esa experiencia y asumimos, con frecuencia, el cómodo papel de víctimas.


Reflexión: ¿Cómo entendemos el mensaje "Veamos hoy la tierra desaparecer"?

viernes, 21 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 325


LECCIÓN 325
 
Todas las cosas que creo ver son reflejos de ideas.

1. Ésta es la clave de la salvación: lo que veo es el reflejo de un proceso mental que comienza con una idea de lo que quiero. 2A partir de ahí, la mente forja una imagen de eso que desea, lo juzga valioso y, por lo tanto, procura encontrarlo. 3Estas imáge­nes se proyectan luego al exterior, donde se contemplan, se consi­deran reales y se defienden como algo propio de uno. 4De deseos dementes nace un mundo demente, 5de juicios, un mundo condenado. 6De pensamientos de perdón, en cambio, surge un mundo apacible y misericordioso para con el santo Hijo de Dios, cuyo propósito es ofrecerle un dulce hogar en el que descansar por un tiempo antes de proseguir su jornada, y donde él puede ayudar a sus hermanos a seguir adelante con él y a encontrar el camino que conduce al Cielo y a Dios.

2. Padre nuestro, Tus ideas reflejan la verdad, mientras que las mías, separadas de las Tuyas, tan sólo dan lugar a sueños. 2Déjame contem­plar lo que sólo las Tuyas reflejan, pues son ellas las únicas que estable­cen la verdad.



¿Qué me enseña esta lección? 

La Voluntad es el Principio más elevado de la Divinidad. Todo encuentra su causa en un acto de voluntad. Se trata de un impulso vital, no definido, pero que encierra potencialmente el contenido de los efectos que va a crear.

El Hijo de Dios es portador de ese Atributo Divino. En este sentido, podemos asegurar que el Hijo de Dios tiene el poder de utilizar la voluntad, bien para crear, bien para fabricar. La diferencia de crear y fabricar radica en la dirección que demos al impulso motor de todo acto creador.

Si nuestra voluntad sirve a la unidad y al amor, entonces nuestra acción dará lugar a un acto de expansión, a un acto creador, que irá impregnado de la esencia de la eternidad.

Si nuestra voluntad sirve al deseo de ser especial, a la separación y al miedo, entonces nuestra acción dará lugar a la fabricación de una realidad ilusoria y temporal.

La voluntad que sirve al Amor y a la Unidad nos lleva a la Salvación. Cuando actuamos de este modo, estamos haciendo la Voluntad del Padre, pues estamos extendiendo la esencia primordial del amor.

La voluntad que se somete al miedo y al pecado nos conduce al castigo, al dolor y al sufrimiento. Al actuar así, creamos un mundo que no es real, ya que no está sostenido por la Verdad.

Todo aquello que no es verdad, no es real.

En el mundo que hemos fabricado, la percepción más correcta es la que nos lleva a perdonar. El perdón corrige la causa que dio origen a la creencia en el pecado y deshace el efecto de la culpa y del castigo.


Ejemplo-Guía: "Lo que vemos es lo que creemos. Lo que creemos es lo que deseamos".

La clave de la salvación está en entender que lo que vemos es el reflejo de un proceso mental que empieza con una idea de lo que deseamos. Es difícil explicar con tanta claridad cómo funciona el sistema de pensamiento basado en el ego. Si fuéramos conscientes todo el tiempo de esta dinámica, dejaríamos de inmediato de vernos como víctimas de un destino en el que no participamos, cuando en realidad no existe un mundo fuera de nosotros que no hayamos fabricado, soñado y proyectado.
"Somos responsables de lo que vemos". Tan solo estoy citando la afirmación que da título al segundo de los apartados recogidos en el Capítulo 21 del Curso. Reconozco que la enseñanza expresada en dicho apartado es de una profunda trascendencia. Permitid que lo transcriba íntegramente:

“Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesi­tas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrección. Y puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. Puede ser rechazado, pero no es ambiguo. Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incom­prensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz” (T-21.II.1:1-5).
“Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación: 

Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí. No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. Reconoce únicamente que estabas equi­vocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán“ (T-21.II.2:1-7).
“Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. Es imposible que él mismo no haya ele­gido las cosas que le suceden. Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. Y ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salva­dor para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti” (T-21.II.3:1-8).
“No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dis­puesto a reconocer que estaba equivocado” (T-21.II.4:1-10).
“El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. Es un testigo demente. Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". Eso no fue algo que se te dio. Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo” (T-21.II.5:1-9).
“Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes” (T-21.II.6:1-9).
“El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado” (T-21.II.7:1-8).
“Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea” (T-21.II.8:1-6).
“Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. No hay mejor demostración del poder del deseo, y, por ende, de la fe, para hacer, que sus objetivos parezcan reales y posibles. La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad. para que se amolde al objetivo de la locura. El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. Verás aquello que desees ver. Y si la rea­lidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que ello sea como lo ves” (T-21.II.9:1-6).
“Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo inde­pendiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. Anteriormente habla­mos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. Éste es el mismo deseo. El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender ninguna de las dos” (T-21.II.10:1-8).
“Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto” (T-21.II.11:1-5).
“Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. De este modo, niega la creación, y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. De éste modo, niega haberlo fabricado” (T-21.II.12:1-9).
“Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado” (T-21.II.13:1-6).
Se puede concluir que es el momento de elegir. Podemos seguir soñando, sin tomar consciencia de que somos los soñadores del sueño, lo que nos llevará a experimentar permanentes pesadillas o, por lo contrario, podemos seguir soñando, tomando plena consciencia de que somos los hacedores del sueño, lo que nos permitirá elegir soñar sueños felices. 

Reflexión: Elige: ¿estar dormido o despierto?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (9ª parte).

VII. El punto de encuentro (9ª parte).

10. Así es como el cuerpo se convierte en una teoría de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de él, ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. 2Cuando se contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. 3El cuerpo crece y se marchita, florece y muere. 4tú no puedes concebirte a ti mismo aparte de él. 5Lo tildas de pecaminoso y odias sus acciones, tachándolo de malvado. 6No obstante, tu deseo de ser especial susurra: "He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco". 7Así es como el "hijo" se convierte en el medio para apoyar el propósito de su "padre". 8No es idéntico, ni siquiera parecido, aunque aún es el medio de ofrecer al "padre" lo que él quiere. 9Tal es la parodia que se hace de la creación de Dios. 10Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar testimonio de Su Amor y de com­partir Su propósito- así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.

Este punto revela cómo el cuerpo, desde la perspectiva del ego, se convierte en una falsa identidad, una “teoría” de lo que somos, que oculta la verdad espiritual. Entre las ideas aportadas hemos entresacado las siguientes:

El cuerpo como teoría del yo: El cuerpo no es tu verdadero ser, pero el ego lo usa como una “teoría” para definirte: limitado, separado, vulnerable. Esta teoría no ofrece prueba de que haya algo más allá, y parece no tener salida.

La percepción corporal es cerrada: Cuando te ves a través de los ojos del cuerpo, todo parece inevitable: nacer, crecer, enfermar, morir. No hay escape, porque el cuerpo no puede ver más allá de sí mismo.

Confusión entre odio y adoración: El ego odia el cuerpo por sus limitaciones, pero también lo adorna con especialismo: lo convierte en su “hijo amado”, el medio para cumplir sus deseos. Esta contradicción refleja la confusión del ego.

Parodia de la creación divina: El ego imita la relación entre Dios y Su Hijo, pero de forma distorsionada. En lugar de amor y unidad, crea una relación basada en deseo, control y separación. El cuerpo se convierte en el “testigo” de esta falsa creación.

¿Cómo reconocer la verdadera identidad?

Reconocer tu verdadera identidad según Un Curso de Milagros es un proceso espiritual profundo que implica deshacer la identificación con el ego y el cuerpo, y recordar que eres espíritu, unidad, amor y extensión de Dios.

Aquí te explico cómo hacerlo en la práctica:

¿Qué es la verdadera identidad?

En UCDM, tu verdadera identidad no es tu nombre, tu historia, tu cuerpo ni tu personalidad.
Tu verdadera identidad es:

  • El Hijo de Dios.
  • Inocente, eterno, ilimitado.
  • Uno con todo lo que vive.
  • Amor puro, sin opuestos.

Pero ¿cómo reconocerla?

Cuestiona la identidad falsa: Observa tus pensamientos sobre ti mismo:

¿Me defino por mi cuerpo, mis logros, mis errores, mis relaciones?

Reconocer que estas definiciones son limitadas y cambiantes es el primer paso para soltarlas.

Practica el perdón: El perdón en UCDM no es justificar o excusar, sino deshacer las ilusiones que te separan de los demás y de ti mismo.

“Perdono esta percepción porque no refleja la verdad de lo que soy.”

Pide guía al Espíritu Santo: Haz una petición interna:

“Espíritu Santo, ayúdame a recordar quién soy realmente. Muéstrame mi verdadera identidad.”

Esto abre tu mente a una percepción más elevada.

Silencio y contemplación: Dedica momentos de quietud para ir más allá del pensamiento. En el silencio, puedes experimentar la paz que no depende de nada externo.

“Soy tal como Dios me creó.”
“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe.”

Observa los frutos del reconocimiento: Cuando empiezas a recordar tu verdadera identidad, puedes notar:

  • Menos miedo y juicio.
  • Más paz interior.
  • Mayor compasión hacia ti y los demás.
  • Un sentido de propósito más profundo.


Os dejo una práctica breve guiada: Cierra los ojos y repite mentalmente:

“No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.”

Respira profundamente. Siente la paz que surge al soltar las etiquetas. Permite que esa paz te recuerde quién eres.


Algunas citas recogidas en los Textos del Curso, relacionadas con el punto que estamos analizando:

“El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios imagina haber construido para separar a unas partes de su Ser de otras.”


“El cuerpo es un sueño. Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado.” (T-18.VI.2-3)

“El cuerpo no ve, ni oye, ni siente. Es la mente la que interpreta lo que el cuerpo parece hacer, y de esa manera lo convierte en el medio que le permite hacer realidad sus deseos.” (Manual para el Maestro, Clarificación de términos: Mente-espíritu)

“El cuerpo es el símbolo de lo que tú crees que eres. El cuerpo no puede morir porque no vive. La muerte es el fin de la ilusión de que tú eres un cuerpo.” (Manual para el Maestro, sección: ¿Qué es la muerte?)


Aplicación práctica:

  • Cuando te identifiques con el cuerpo, recuerda: “Esto no es lo que soy. Es solo una teoría del ego sobre mí.”
  • Cuando sientas culpa o orgullo por el cuerpo, observa: “¿Estoy usando el cuerpo para reforzar una idea de especialismo o separación?”
  • Pide ver más allá del cuerpo“Espíritu Santo, ayúdame a ver mi verdadera identidad, más allá de esta forma.”


En resumen: Este punto nos invita a deshacer la creencia de que somos un cuerpo, y a reconocer que esa idea es una construcción mental del ego. Al hacerlo, abres la puerta a recordar nuestra verdadera identidad como espíritu, unido al Amor de Dios.

jueves, 20 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 324

LECCIÓN 324

No quiero ser guía. Quiero ser simplemente un seguidor.

1. Padre, Tú eres Quien me dio el plan para mi salvación. 2Eres asi­mismo Quien determinó el camino que debo recorrer, el papel que debo desempeñar, así como cada paso en el sendero señalado. 3No puedo per­derme. 4Tan sólo puedo elegir desviarme por un tiempo, y luego volver. 5Tu amorosa Voz siempre me exhortará a regresar, y me llevará por el buen camino. 6Mis hermanos pueden seguir el camino por el que les dirijo. 7Mas yo simplemente recorreré el caminó que conduce a Ti, tal como Tú me indiques y quieras que yo haga.

2. Sigamos, por lo tanto, a Uno que conoce el camino. 2No tene­mos por qué rezagarnos, ni podemos soltarnos de Su amorosa Mano por más de un instante. 3Caminamos juntos, pues le segui­mos. 4Y es Él Quien hace que el final sea seguro y Quien garan­tiza que llegaremos a salvo a nuestro hogar.



¿Qué me enseña esta lección? 

La afirmación de esta lección me hace entender que la iniciativa del Hijo de Dios no es la guía que nos lleva a la Verdad. Más bien, la acción que tomó lo llevó a identificarse con el error y a dar forma a una realidad ilusoria.

¿Cómo podemos pretender ser guías de nadie, cuando nuestros pasos nos llevan a recorrer un camino equivocado?

Nuestro poder volitivo debe ponerse al servicio de la Voluntad del Padre, de modo que el único propósito que nos mueva sea el de cumplir el Plan de Salvación dispuesto por Él y llevar a cabo, fielmente, la función que nos corresponde por nuestra condición divina.

Cuando nuestra mente se identifica con el mundo físico, la conciencia se nubla y queda atrapada en una dimensión donde nada es verdaderamente real, todo está sujeto a las leyes del tiempo. Esta conciencia nos hace creer en la falsa apariencia de estar separados unos de otros, ya que su percepción se limita al plano corporal.

Cuando nos damos cuenta de que todo lo que percibimos en el mundo temporal es una ilusión, parte del sueño que estamos soñando, se produce un cambio importante en la forma de percibir. No significa que dejemos de hacerlo, pero nuestra percepción es correcta, es verdadera, en el sentido de que somos conscientes de que el soñador somos nosotros. Desde este nivel de consciencia, podemos decidir incorporar en nuestro sueño una nueva visión que nos lleve a no otorgar el mismo valor a las cosas que antes; es decir, optamos por verlas de otra manera, evitando dejarnos influir por el efecto que percibimos de las experiencias.

He decidido poner las riendas de mi vida material en manos del Espíritu Santo, ya que Él conoce el Plan que el Creador ha diseñado para nosotros. Seguirlo es un verdadero placer que me llena de profunda satisfacción y me brinda una gran paz.


Ejemplo-Guía: "Los falsos guías"

No, no cometeré el error de juzgar y condenar el papel representado por los demás. He aprendido a interpretar la dinámica de proyección que habitualmente utilizamos cuando hacemos uso del sistema de pensamiento del ego, donde el otro es interpretado como alguien separado de nosotros.

Los "falsos guías" son nuestros ídolos, nuestros cultos, nuestras creencias aferradas a la ilusión de la falsa realidad. Los "falsos guías" tienen todos una misma causa, el miedo. Todos ellos se fundamentan en el error original que se sustenta en la creencia en el pecado. Esos "falsos guías" son los que nos hacen seguidores de la oferta y la demanda tan propia de las leyes del mundo de la percepción. En ocasiones, esos "falsos guías" parecen vendernos remedios mágicos, gracias a los cuales podremos purificarnos del lastre causado por la culpa y acercarnos a la redención que ha de llevarnos a hacer las paces con la divinidad externa, a la cual tememos y negamos.

No solemos ser muy conscientes de que, de una forma u otra, todos idolatramos a esos “falsos guías”, pero casi nadie soporta la idea de admitir que rinde culto al “diablo” (la separación).

Es entonces cuando caemos en la dinámica de proyectar y buscamos fuera de nosotros a alguien a quien rendir culto, un personaje con cualidades casi mágicas que encarne al falso terapeuta que creemos nos liberará de nuestras fobias. Ya hemos imaginado el perfil del "sanador", del guía externo, de aquel que, con sus supuestas dotes iluminadas, nos dirá qué hacer para liberarnos de nuestras cargas, enfermedades y miedos.

Tal vez te estés preguntando: ¿Existen los guías verdaderos? La cuestión que se plantea entre el guía verdadero y el guía falso lleva implícita una pista que nos permitirá alcanzar la respuesta por nosotros mismos. 

El verdadero guía no se limita a enseñar teoría; más bien, se convierte en su propio guía, poniendo todas sus decisiones al servicio de su mente recta —Espíritu Santo—. Con ese gesto, irradia y expande una energía luminosa que, al propagarse, ilumina el camino de otros buscadores.

¿Qué nos dice el Curso sobre el papel de los "maestros"?

“En el pensamiento del mundo, los papeles de maestro y estu­diante están, de hecho, invertidos.  Esta inversión es típica.  Pa­rece como si el maestro y el alumno estuviesen separados y como si aquél le diese algo a éste, en vez de a sí mismo. Es más, se considera que enseñar es una actividad especial, a la que uno dedica una parte relativamente pequeña de su tiempo.  El curso subraya, por otra parte, el hecho de que enseñar es aprender, y de que, por consiguiente, no existe ninguna diferencia entre el maes­tro y el alumno. Subraya, asimismo, que enseñar es un proceso continuo, que ocurre en todo momento del día y que continúa igualmente en los pensamientos que se tienen durante las horas de sueño” (M-In.1:1-6). 

“Enseñar es demostrar. Existen solamente dos sistemas de pen­samiento, y tú demuestras constantemente tu creencia de que uno u otro es cierto. De tu demostración otros aprenden, al igual que tú. No es cuestión de si vas a enseñar o no, ya que en eso no hay elección posible. Podría decirse que el propósito del curso es proporcionarte los medios para que elijas lo que quieres enseñar, en base a lo que quieres aprender. No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende ense­ñando. Enseñar no es otra cosa que convocar testigos para que den fe de lo que crees. Es un método de conversión que no se lleva a cabo sólo con palabras. Toda situación tiene que ser para ti una oportunidad más para enseñarles a otros lo que tú eres y lo que ellos son para ti. No tiene que ser más que eso, pero tampoco menos” (M-In.2:1-10). 

“Por lo tanto, el programa de estudios que estableces está deter­minado exclusivamente por lo que crees que eres y por la relación que crees que otros tienen contigo. En la enseñanza tradicional, es posible que estas cuestiones no tengan nada que ver con lo que crees estar enseñando. Sin embargo, es imposible no usar el con­tenido de cualquier situación en la que te encuentres en favor de lo que enseñas realmente, y por ende, aprendes realmente. En relación con esto, el contenido verbal de lo que enseñas es irrelevante. Puede que coincida con ello, puede que no. La enseñanza que yace tras lo que dices es lo que te enseña. Enseñar no hace sino reforzar lo que crees acerca de ti mismo. Su propósito funda­mental es aplacar las dudas que albergamos acerca de nosotros mismos. Esto no quiere decir que el ser que estás tratando de proteger sea real. Pero sí quiere decir que el ser que tú conside­ras real es al que le enseñas” (M-In.3:1-10). 

“Esto es inevitable. No hay forma de escapar de ello. ¿Cómo podría ser de otra manera? Todo el que sigue las enseñanzas del mundo, y todo aquel que está aquí las sigue hasta que cambia de parecer, enseña únicamente para convencerse a sí mismo de que él es lo que no es. He aquí el propósito del mundo. ¿Cómo podrían entonces ser sus enseñanzas diferentes? A esta situación de ense­ñanza restringida y sin esperanzas, que no enseña sino muerte y desolación, Dios envía a Sus maestros. conforme éstos enseñan Sus lecciones de júbilo y de esperanza, su propio aprendizaje finalmente concluye” (M-In.4:1-8). 

“Si no fuera por los maestros de Dios, habría muy pocas espe­ranzas de alcanzar la salvación, pues el mundo del pecado pare­cería ser eternamente real. Los que se engañan a sí mismos tienen que engañar, ya que no pueden sino enseñar engaño. ¿Y qué otra cosa sino eso es el infierno?” (M-In.5:1-12).


Reflexión: ¿Quién guía tus pasos?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (8ª parte).

VII. El punto de encuentro (8ª parte).

9. Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. 2Contempla este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. 3sin ninguna luz pare­cerá haber desaparecido. 4Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movi­mientos. 5He aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; 6el medio para hacer que tu deseo se cumpla. 7Te proporciona los ojos con los que lo contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas los sonidos que emite. 8De este modo te demuestra su realidad.

Este pasaje habla sobre cómo la identificación con el cuerpo es una elección basada en el deseo del ego. Un extracto de las ideas principales del punto:

“Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo”: Esto refleja la creencia común de que somos un cuerpo. Es la forma en que el ego quiere que te veas: limitado, separado, vulnerable.

“Contempla este cuerpo bajo otra luz…”: La “otra luz” puede interpretarse como la luz del Espíritu Santo o de la verdad. Bajo esa luz, el cuerpo pierde su centralidad y se ve como un instrumento, no como identidad.

Ver “con otra luz” en el contexto de Un Curso de Milagros (UCDM) significa ver más allá de las apariencias físicas y del juicio del ego, y abrirte a una percepción guiada por el Espíritu Santo, basada en el amor, la unidad y la verdad.

¿Qué significa “otra luz”?: La luz del ego: ve separación, culpa, miedo, ataque. La luz del Espíritu Santo: ve unidad, inocencia, propósito, amor.

Ver con otra luz es cambiar el propósito de tu percepción: dejar de usarla para confirmar tus creencias del ego y empezar a usarla para sanar y recordar quién eres realmente.

Práctica guiada breve: Si quieres, puedes cerrar los ojos y repetir mentalmente: “Lo que estoy viendo no es la verdad. Estoy dispuesto a ver con los ojos del amor. Espíritu Santo, muéstrame la luz que hay aquí.”

Respira profundamente y deja que la paz te envuelva.

“Sin ninguna luz parecerá haber desaparecido”: Sin percepción (sin luz), el cuerpo no tiene existencia. Esto sugiere que la percepción da realidad al cuerpo, pero esa realidad es ilusoria.

“Estás convencido de que está ahí…”: Aunque el cuerpo pueda parecer real por los sentidos, esa “realidad” es sostenida por el deseo de que sea verdad.

El cuerpo como medio para cumplir el deseo del ego: El cuerpo es el vehículo que el ego usa para confirmar su existencia. Te da ojos, manos, oídos… todo lo necesario para reforzar la idea de que eres un ser separado.

Aplicación práctica:

Este texto te invita a cuestionar tu identificación con el cuerpo. No se trata de negar el cuerpo, sino de reconocer que no eres solo eso. Puedes usar esta reflexión para:

Observar tus pensamientos corporales: ¿Cuánto de tu identidad está ligada a cómo te ves?, ¿cómo te sientes físicamente?, ¿cómo te perciben los demás?

Recordar tu verdadera identidad: En UCDM, eres espíritu, no cuerpo. El cuerpo es solo un medio, no el fin.

Elegir ver con “otra luz”: Pide al Espíritu Santo que te ayude a ver más allá del cuerpo, hacia la verdad de tu ser.

Algunos ejemplos concretos de cambio de percepción según UCDM:

Percepción de una persona difícil:

  • Percepción del ego: “Mi jefe es injusto y siempre me critica. Me hace sentir inferior.”
  • Cambio de percepción: “Mi jefe está actuando desde su propio miedo. Pido ver su inocencia y la mía. Esta situación puede ser una oportunidad para sanar mi necesidad de aprobación.”

Una ruptura amorosa:

  • Percepción del ego: “Me abandonaron. No soy suficiente. Nunca encontraré a alguien que me ame.”
  • Cambio de percepción: “Esta relación cumplió su propósito. Ahora puedo aprender a amarme más profundamente. El amor no se ha ido, solo ha cambiado de forma.”

Problemas económicos:

  • Percepción del ego: “Estoy en escasez. No tengo suficiente. El mundo es injusto.”
  • Cambio de percepción: “Pido ver esta situación con otra luz. Tal vez esta experiencia me está enseñando a confiar más en la provisión divina y a soltar el miedo.”

Un conflicto con un familiar:

  • Percepción del ego: “Mi hermano siempre me culpa de todo. Es egoísta y no cambia.”
  • Cambio de percepción: “Pido ver a mi hermano como alguien que también está buscando amor. Tal vez yo también he proyectado culpa sobre él. Estoy dispuesto a ver paz en lugar de conflicto.”

Autoimagen negativa:

  • Percepción del ego: “No soy atractivo. No valgo lo suficiente. Me comparo con los demás.”
  • Cambio de percepción: “Mi valor no depende de mi apariencia. Soy espíritu, completo y amado tal como soy. Elijo ver mi verdadera luz.”

¿Qué tienen en común estos cambios?

  • Se basan en la voluntad de soltar el juicio.
  • Invitan a ver más allá de las apariencias.
  • Reconocen que la percepción es una elección.
  • Abren la puerta a la sanación interior.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 323

LECCIÓN 323
LECCIÓN 323

Gustosamente "sacrifico" el miedo.

1. He aquí el único "sacrificio" que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. 2Tal es el "sacrificio" que me pides y que yo me impongo gustosamente: el único "costo" que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la sal­vación del mundo.

2. Y al saldar la deuda que tenemos con la verdad -una deuda que consiste sencillamente en abandonar los auto-engaños y las imágenes que venerábamos falsamente-, la verdad regresa ínte­gra y llena de júbilo a nosotros. 2Ya no nos engañamos. 3El amor ha regresado a nuestra conciencia. 4Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es el amor.


¿Qué me enseña esta lección? 

Muchas veces parece que lo que leemos, ya sea en un escrito o un mensaje, ha sido inspirado por nosotros y nuestras circunstancias.

Hoy, al leer el contenido de la lección, me di cuenta de que mi estado de ánimo refleja que me estoy dejando llevar por una visión ilusoria. Me estoy identificando con situaciones que interpreto como sensaciones de pérdida, tristeza, ansiedad y duda, y todo esto me provoca un sufrimiento interno.

Mentalmente sé lo que tengo que hacer, pero emocionalmente siento que la teoría no termina de llegar al fondo de mis sentimientos, porque si así fuera, dejaría de darle importancia al miedo y a las circunstancias que me rodean.

Cuando esto pasa, vale la pena preguntarnos si no estamos sintiendo en función del pasado. Lo más probable es que así sea, es decir, permitimos que en el momento presente se filtren recuerdos de otras experiencias que, sin duda, nos dejaron un sabor amargo.

Si vivimos el presente aferrados al pasado, nunca podremos aprovechar el potencial que nos brinda el momento, el ahora. Ese potencial es una invitación a crear desde el amor. Si lo hacemos así, cada uno de nuestros presentes y todos los estados potenciales nos brindarán la paz y la dicha propias de ese estado divino.

Cuando amamos, nos expandimos y creamos un vínculo con el mundo en el que prevalece la cadena de “dar y recibir”. La falta de amor, es decir, el miedo, alimenta nuestras dudas. En cambio, el amor nos lleva a la mayor certeza.

Así que, cuando me cruce con obstáculos en mi camino, optaré por responder con amor en lugar de con temor o miedo, y esa elección me llevará de inmediato a un estado de bienestar interno.

Ejemplo-Guía: "La fuerza de la voluntad al servicio del Amor, disipa la ilusión del miedo".

De nuevo, la voluntad, esa pequeña dosis de voluntad, adquiere protagonismo en las lecciones. En esta ocasión, reorientando la dirección equivocada que da lugar al miedo, cuando en vez de servir a la unidad, sirve a la separación, a la dualidad.

La humanidad está secuestrada por sus propios miedos. De no ser así, no sentiría el conflicto interno de la escasez, de la inseguridad, de la soledad. 

Hagamos un ejercicio donde la imaginación realice su función creadora. Dirijamos nuestra voluntad hacia nuestro interior. Respiramos profundamente y, con cada inspiración, nos hacemos conscientes de los dones con los que nuestro Padre nos ha dotado.

Respiramos y nos llenamos de amor. Respiramos, nuevamente, y nos llenamos de perdón. Respiramos y visionamos nuestra inocencia, nuestra pureza. Respiramos y nos complacemos en la abundancia y en la plenitud. Respiramos y nuestra mente abandona todo juicio condenatorio. Respiramos y visionamos cómo todo nuestro interior se ilumina.

Respiramos y recordamos que esa luz interior es nuestro verdadero Ser.

En ese estado de paz, haciendo uso de nuestra voluntad de manera consciente, expandimos la luz, el Ser que nos anima, y la compartimos con todos nuestros hermanos.

En cada respiración recibimos el goce compartido. Con cada exhalación, nos expandimos. La separación se desvanece. El miedo se disipa, como lo hace la oscuridad ante la presencia de la luz. Y experimentamos la percepción de la unidad.

Una vez terminado ese ejercicio de imaginación creadora, podemos salir al mundo y envolver todas y cada una de las experiencias con el aliento de vida que hemos compartido.

Reflexión: ¿Cómo entendemos la renuncia al miedo y al sacrificio?

Capítulo 24. VII. El punto de encuentro (7ª parte).

VII. El punto de encuentro (7ª parte).

8. Este curso no pretende enseñar lo que no se puede aprender fácilmente. 2Su alcance no excede el tuyo, excepto para señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. 3Aquí los medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se perciben. 4Por lo tanto, los tratamos como si lo estuviesen. 5Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito. 6La percepción no parece ser un medio. 7Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué punto depende del propósito que tú le asignas. 8Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. 9Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. 10Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.

Este párrafo profundiza en la idea de que la percepción no es objetiva, sino que está condicionada por el propósito que le asignamos. Os dejo algunos puntos clave:

Facilidad de aprendizaje: El curso no busca enseñarte cosas imposibles o demasiado complejas. Lo que necesitas aprender llegará cuando estés preparado.

Medios y propósito separados: En el mundo, los medios (cómo haces algo) y el propósito (por qué lo haces) parecen estar separados. Pero esta separación es una ilusión.

Percepción invertida: Mientras no comprendas el propósito de tu percepción, seguirás viendo el mundo de forma distorsionada.

La percepción como reflejo del deseo: Lo que ves no es una verdad objetiva, sino una proyección de lo que deseas que sea verdad. Es decir, la percepción da testimonio de tus creencias y deseos internos.

Testimonio de lo enseñado: La percepción no te enseña nada nuevo; simplemente refleja lo que tú ya has enseñado a tu mente a ver.

En resumen: Este punto nos invita a reflexionar sobre cómo nuestros deseos y creencias moldean nuestra percepción del mundo. No vemos las cosas como son, sino como queremos que sean. Por eso, cambiar el propósito que le damos a nuestra percepción —por ejemplo, de especialismo a unidad— puede transformar completamente nuestra experiencia.

Aplicar el contenido de este punto en la vida diaria implica un cambio profundo en cómo interpretamos nuestras experiencias y relaciones. Una propuesta de cómo hacerlo de forma práctica:

Reconoce que tu percepción no es objetiva: Cuando te enfrentes a una situación difícil (una discusión, una crítica, un conflicto), recuerda que lo que ves no es la verdad absoluta, sino una interpretación influida por tus creencias, miedos o deseos.

Ejemplo práctico: Si alguien te ignora, en lugar de pensar “me está rechazando”, puedes preguntarte: ¿Estoy proyectando mi miedo al rechazo en esta situación?

Cuestiona el propósito de tu percepción: Antes de reaccionar, pregúntate: ¿Para qué estoy viendo esto de esta manera? ¿Qué propósito tiene esta interpretación?

Si el propósito es defenderte, atacar o sentirte víctima, estás usando la percepción para reforzar el ego.
Si el propósito es sanar, comprender o unir, estás alineándote con el Espíritu.

Observa tus deseos ocultos: La percepción es “la imagen de lo que tú querías que fuese verdad”. Esto significa que muchas veces ves lo que deseas inconscientemente.

Ejemplo: Si constantemente ves traición en los demás, puede que estés proyectando un deseo de justificar tu desconfianza o tu necesidad de estar a la defensiva.

Practica el cambio de propósito: Cuando notes que estás atrapado en una percepción dolorosa, haz una pausa y di internamente: “Estoy dispuesto a ver esto de otra manera. Espíritu Santo, muéstrame el propósito verdadero.”

Este acto de entrega abre la puerta a una percepción más amorosa y verdadera.

Usa la percepción como herramienta de sanación: Cada situación es una oportunidad para sanar tu mente. En lugar de buscar culpables, busca el aprendizaje. La percepción puede convertirse en un medio para recordar tu inocencia y la de los demás.

Resumiendo:  Aplicar este punto en la vida diaria es como cambiar de lentes: pasamos de ver con los ojos del ego (miedo, juicio, separación) a ver con los ojos del Espíritu (amor, unidad, propósito). No se trata de negar lo que vemos, sino de reinterpretarlo desde un propósito más elevado.

martes, 18 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 322

LECCIÓN 322

Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.


1. Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. 2Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocul­tar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entre­garme los ancestrales mensajes que me traen de Dios. 3En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo. 4cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí.

2. Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. 2Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. 3Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. 4Lo que Tú no has dado es irreal. 5¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?



¿Qué me enseña esta lección? 

Hemos aceptado ser lo que no somos. Hemos aceptado ver lo ilusorio y negar lo que es verdad.

Nos hemos identificado con un mundo irreal, ilusorio, perecedero y temporal.

Nos hemos identificado con la separación, con el cuerpo, con la individualidad y hemos caído prisioneros del sentimiento del miedo, de posesión.

Pero lo que no podemos hacer, eternamente, es dejar de ser lo que somos; dejar de oír la voz de nuestra verdadera esencia que nos susurra la canción del feliz retorno; dejar de ver la complicidad del universo que se esfuerza en hacernos partícipes de la unidad.

Somos Hijos de Dios; libres de toda limitación. Podemos elegir, en el instante santo, dejar de ser lo que no somos. Podemos elegir no ver lo ilusorio y aceptar la verdad.

Podemos elegir utilizar este mundo y nuestro cuerpo para dar testimonio de la divinidad de la que somos portadores. 

Podemos elegir la Unidad, el Amor, el Perdón, la Inocencia, la Alegría, la Felicidad, la Abundancia, la Vida, y si así lo hacemos, estaremos afirmando nuestra verdadera identidad.

Hoy, como soñadores conscientes, podemos elegir el guion de nuestro sueño e inscribir en él un final feliz.

Ejemplo-Guía: "Renunciando a las falsas creencias"

En las dos últimas lecciones hemos reflexionado sobre el poder de la voluntad. Hoy, ¿por qué no?, podríamos dedicarlo a preparar una tierra fértil donde plantar esa firme y buena semilla de voluntad.

Pongamos el escenario real: Dios, mediante un acto de Voluntad, expande Su Mente y crea a Su Hijo a Su Semejanza. En ese acto creador nada se deja al azar, es decir, nada queda en la necesidad. La conexión directa entre Padre e Hijo asegura su existencia eterna. La imagen más cercana que podemos encontrar en este mundo de ese acto creador es la relación entre una madre y la criatura que lleva en su vientre.

Todos hemos sentido ese estado de plenitud, pero lo hemos olvidado; no lo hemos perdido, está grabado en nuestra genética espiritual. Es decir, la conexión sigue ahí, solo que ahora estamos en una sintonía distinta.

Como Hijos de Dios, dotados de Su poder de Voluntad, tenemos la capacidad y la plena libertad para crear. Pero en vez de sintonizar el canal que nos permitía gozar de la Unidad con Dios, hemos captado otro canal que nos lleva a creer que es nuestro propio canal. A ese canal le damos validez, pues sus mensajes son lo único que logramos percibir. Nos decimos que esa visión debe ser lo real. Hemos despertado a sus sensaciones y nuestra identidad se apropia de la imagen que proyectamos sobre los demás. Somos un cuerpo dotado de expresión. Un cuerpo que sirve a nuestros deseos, pero un cuerpo que da muestras de necesidades, lo que nos lleva a experimentar el sabor del dolor, de la escasez, del miedo, etc.

Llegados a este punto, con la mente separada de la verdad, nuestras creencias se rigen por las leyes de la percepción. Creo en lo que percibo, pero no nos damos cuenta de que solo percibimos aquello en lo que creemos, aquello que deseamos.

Hemos pasado de un mundo real y eterno a uno irreal y pasajero. De un mundo lleno de abundancia a uno marcado por la escasez. De un mundo de amor a otro dominado por el temor y el miedo.

Podríamos decir que renunciamos a la verdad para experimentar la ilusión.

¿Hasta cuándo seguiremos cometiendo ese error? ¿Hasta cuándo permaneceremos ajenos a que estamos viviendo un sueño?

La verdadera percepción nos llevará hasta las puertas del Cielo. Nos hará conscientes de que somos quienes sueñan y nos permitirá soñar el sueño feliz de la salvación, aquel que nos conducirá a esa puerta celestial.

¡Ojalá hoy sea el día en que el Instante Santo reemplace la ilusión por la Verdad!

Reflexión: ¿Tienes la certeza de que el cuerpo físico es una ilusión? ¿Por qué?