miércoles, 26 de noviembre de 2025

Capítulo 25. LA JUSTICIA DE DIOS. Introducción (2ª parte).

 Capítulo 25

 LA JUSTICIA DE DIOS

 

Introducción (2ª parte).

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

Desmenucemos el mensaje que nos ofrece Jesús en este punto.

“Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de reconocerlo en ninguna parte.  Excepto en cuerpos.”: Cristo -la luz divina- está en todos. Pero cuando te enfocas en el cuerpo, en la forma externa, te distraes de esa verdad. El cuerpo representa separación, especialismo, juicio. Por eso, no puedes ver a Cristo si te quedas en la superficie.

“Mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar.”: Si crees que tú eres tu cuerpo, entonces crees estar separado de Cristo, aunque Él esté contigo. Es una ilusión: Cristo está contigo, pero tú no lo reconoces porque miras con ojos físicos.

“Lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto.”: Llevas a Cristo en ti, pero no lo expresas si te identificas con el ego, el cuerpo, el miedo. Es como tener una luz encendida dentro de ti, pero mantenerla oculta bajo una manta.

“Y de este modo no reconocerá dónde se encuentra.”: Si no reconoces a Cristo en ti, no sabes quién eres ni dónde estás realmente. Vives en confusión, buscando fuera lo que ya está dentro.

“El hijo del hombre no es el Cristo resucitado.”: El “hijo del hombre” representa la identidad humana, limitada, mortal. El “Cristo resucitado” es tu ser eterno, más allá del cuerpo y del tiempo.

“El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está…”: Aunque creas ser solo humano, tu ser divino está contigo, esperando ser reconocido. No necesitas ir a ningún lugar para encontrarlo. Está aquí, ahora, contigo.

“…y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.”: Tu santidad es tan evidente como tu deseo de ser especial, de destacar, de proteger tu ego.  Si puedes ver tu ego, también puedes ver tu santidad. 

Aquí tienes formas concretas de vivir este mensaje:

Observa tus pensamientos sobre el cuerpo:

  • ¿Te defines por tu apariencia, salud, edad, fuerza?
  • Práctica:  Cuando te juzgues o compares, di:  “Esto no soy yo. Cristo está en mí.”

Mira más allá de los cuerpos en los demás:

  • No te detengas en lo que ves. Busca la luz detrás de los ojos.
  • Práctica:  En cada encuentro, repite internamente:  “Cristo camina contigo.”

Reconoce tu santidad:

  • Tu deseo de ser especial es una señal de que estás buscando valor. Pero tu verdadero valor ya está en ti.
  • Práctica:  Cuando sientas necesidad de destacar o defenderte, recuerda:  “No necesito ser especial. Ya soy santo.”

Invita a Cristo a manifestarse:

  • No como una figura externa, sino como la paz, la compasión, la presencia amorosa que puedes ofrecer.
  • Práctica:  Antes de comenzar el día, di:  “Cristo, muéstrate a través de mí hoy.”

Este fragmento te recuerda que no necesitas cambiar tu cuerpo ni tu entorno para encontrar a Dios. Solo necesitas cambiar tu percepción y permitir que lo que ya está en ti -Cristo- se manifieste.

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