
Ejemplo-Guía: "Ser consciente de la dualidad"
Hoy quiero haceros llegar una propuesta, de tal modo, que dicha propuesta pueda servirnos como ejemplo-guía a nivel individual.
Aplicar la lección de hoy, bajo mi punto de vista, es una invitación a ser conscientes de lo que queremos. Podemos elegir poner nuestra mente al servicio del ego y continuar con nuestro habitual sistema de pensamientos, o, en cambio, podemos elegir poner nuestra mente al servicio del Espíritu y apostar por ver las cosas de otra manera.
Muchos de nosotros, no tenemos claro qué debemos elegir y esa duda nos lleva, de forma automática, a plantearnos el cómo debemos hacer las cosas. Ya hemos visto en una anterior lección lo que significa el empleo del "cómo".
La propuesta que quiero haceros es una experiencia íntima. Se trata de llevar a cabo una reflexión sobre un día cotidiano de nuestra vida (no se trata de hacer algo especial) y observar nuestros pensamientos, nuestras reacciones y nuestros actos. Una apreciación previa a este ejercicio: la observación no debe ir acompañada de juicio condenatorio. Por ejemplo: "observo que el vecino me ha sacado de mis casillas y he perdido los nervios, lo que me ha llevado a insultarte y cuando pienso en lo que he hecho me siento muy culpable".
Se trata de observarnos y tomar nota de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y acciones, sin ánimo reprobatorio. El propósito de esta observación es que tomemos consciencia de la dirección de nuestra mente y aprendamos a identificar lo que es servir al ego o servir al Espíritu.
No pasa nada si llegamos a la conclusión de que somos seres duales, de que
nuestra mente, está al servicio del ego y, a intervalos, sirve al Espíritu.
Llegar a esa conclusión es todo un avance, pues se trata de tomar consciencia,
de despertar, y para ello, es imprescindible que sepamos que lo que hemos
llamado realidad es tan solo un sueño y que somos los soñadores del sueño.
Cuando nuestra mente esté plenamente al servicio del Espíritu, habremos alcanzado ese instante santo al que llaman despertar y habremos dejado de ser ciudadanos de este mundo, para vivir plenamente en el Cielo, nuestro verdadero Hogar.
Reflexión: ¿Qué buena nueva de salvación comparto con el mundo?
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