Capítulo 23
Introducción (2ª parte).
4. No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez. 2La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el estado de inocencia. 3¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! 4No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. 5¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? 6Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez. 7Tu propósito no se aviene con ninguna clase de pequeñez. 8De ahí que no se avenga con el pecado.
Tómate tan solo un instante de recogimiento y elige una vivencia en la que identifiques tu deseo de ser especial. No te costará mucho encontrarla. Analízala. Podría pedirte que describieras con detalles tu comportamiento, tus sensaciones, tus emociones. Pero no lo haré. Tan solo te pedirá que contestes esta pregunta: ¿Estás en paz?
Yo he realizado ese mismo ejercicio retrospectivo y debo decir que en todas las circunstancias en las que me he identificado con el deseo de ser especial, jamás he logrado un estado de paz. Me he preguntado el porqué de este hecho y he llegado a la conclusión de que la única razón de ello es porque me siento un ser débil e intento constantemente recuperar la fortaleza que he creído perder cuando decido atacar en vez de amar.
5. No permitamos que la pequeñez haga caer al Hijo de Dios en la tentación. 2Su gloria está más allá de toda pequeñez, al ser tan inconmensurable e intemporal como la eternidad. 3No dejes que el tiempo enturbie tu visión de él. 4No lo dejes solo y atemorizado en su tentación, sino ayúdalo a que la supere y a que perciba la luz de la que forma parte. 5Tu inocencia alumbrará el camino a la suya, y así la tuya quedará protegida y se mantendrá en tu conciencia. 6Pues, ¿quién puede conocer su gloria y al mismo tiempo percibir lo pequeño y lo débil en sí mismo? 7¿Quién puede caminar temblando de miedo por un mundo temible, y percatarse de que la gloria del Cielo refulge en él?
He reflexionado mucho sobre el hecho de que el Hijo de Dios se dejase seducir por el deseo de ser especial, cuando en su condición divina gozaba de los mismos atributos creadores que su Padre. Si ya era como Dios, ¿qué sentido tendría que decidiese oír la voz de la serpiente que le prometía ser como Dios si comía del árbol prohibido?
El hombre, en su acción creadora dentro del mundo del sueño, ejerce su facultad para crear vida a nivel físico, para tener hijos. Esa criatura que surge de la unión del esperma masculino y del óvulo femenino se manifiesta en su proceso de crecimiento de manera dependiente del alimento que le ofrece su madre. Este estado está en analogía con la condición en la que se encontraban Adán y Eva en el Edén, donde tenían todo lo que pudiesen necesitar a su disposición.
El feto continúa su crecimiento dentro del vientre materno y llega un día en el que ese estado de unidad alcanza su fin. El nacimiento al mundo exterior viene acompañado de la rotura del cordón umbilical a través del cual ha estado recibiendo el alimento necesario para su formación. Esa separación viene acompañada de un llanto y de una primera inhalación de un nuevo elemento, el oxígeno, que al penetrar en sus pulmones le permite sobrevivir de manera separada de su creador. El aire como elemento representa el pensamiento. El niño tiene esa capacidad para vivir en el mundo donde impera ese elemento. Esto es, tiene la capacidad para hacer uso de la energía del pensamiento. Pero en esa etapa ese niño no tiene la capacidad consciente para hacer uso de él. Por lo tanto, deberá aprender a utilizar dicha capacidad.
En todo el proceso descrito, hay una etapa muy importante que nos ayuda a comprender la razón por la que podemos no ser conscientes del poder del que somos portadores. ¿Es posible que el Hijo de Dios, aun siendo portador de los mismos atributos creadores que Dios, no fuese consciente de ello para su uso?
En el proceso de crecimiento del niño, la infancia se caracteriza por el estado de unión que tiene con sus progenitores. Piensa, siente y se alimenta de lo ofrecido por sus padres. Pero con la llegada de la adolescencia, el niño despierta su deseo de ser especial, ser diferente a sus padres y, aunque sigue teniendo la herencia trasladada por ellos, el niño adquiere el firme deseo de satisfacer sus apetencias, pensando y sintiendo de manera diferente si así lo cree necesario.
6. No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. 2Contémplalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. 3Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. 4El mundo brillará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. 5¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! 6¿Qué otra cosa podría ser más importante para ti? 7Pues he aquí tu salvación y tu libertad. 8Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.
Cuando Jesús nos está afirmando de que no hay nada a nuestro alrededor que no forme parte de nosotros, nos está revelando las claves de nuestra identidad. Somos el Hijo de Dios. Somos Su Creación. Somo la Filiación. Somos Uno. La unidad tan solo es posible en el nivel de la mente recta. Nada es real fuera de la mente. La verdad pertenece al nivel de la mente recta. El Conocimiento forma parte de la Mente Recta.
Como mente, formamos una unidad con otras mentes. Todo lo que vemos y todo lo que percibimos lo hacemos con el uso de la mente. Por tal razón, todo lo que hay a nuestro alrededor forma parte de nuestra mente. Nada existe fuera de nuestra mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario